Trump y Davos
noviembre 19, 2016 · Imprimir este artículo
Davos
Por Enrique Szewach.
El New Yorker definió al Presidente electo de los Estados Unidos como “un hombre hueco”.
En realidad, marcaba la frustración y, a su vez, el desprecio que los intelectuales y la elite política gobernante tienen no sólo por Trump, si no por quienes lo votaron.
Aun con el riesgo de simplificar demasiado, lo que está detrás del triunfo de Trump y no sólo del triunfo de Trump, es un severo cuestionamiento a la globalización, un desafío al “hombre de Davos”.
La elección de Trump retoma la alianza “conservadora-popular”, que había dejado el poder con las administraciones demócratas, que se habían aggiornado con predominio de las “clases medias tecnológicas y supereducadas” y los nuevos ricos del Sillicon Valley, financiados por Wall Street.
En otras palabras, Trump representa la idea de que la globalización es, básicamente, trabajo barato chino y de otras regiones, para desplazar mano de obra no calificada al resto del mundo.
Con manipulaciones de la moneda y artimañas comerciales para “abusarse” del mercado norteamericano (o los mercados internos occidentales).
La “nueva alianza”, entonces, en USA es la de los “ricos tradicionales” y la clase obrera que perdió el paraíso a manos de los nuevos ricos y de los trabajadores pobres del resto del mundo.
Lo que aparece cuestionado es el “programa” del Sillicon Valley: trabajo high tech y alto valor agregado en USA, y el trabajo “bruto” afuera.
Esto requería, en el corto plazo, compensar a los perdedores, con crédito, subsidios, etc.
La crisis financiera del 2008 puso una piedra en el camino en este programa, y la administración Obama pudo salir de la crisis, e imponer un programa de salud, pero fue incapaz de encontrarles, si lo hay, un lugar digno a los perdedores de la globalización. Reinsertarlos con educación y capacitación.
Esto divide a la sociedad norteamericana, como, dicho sea de paso, al resto de las sociedades del mundo occidental, entre los ganadores con la globalización, y los perdedores de corto plazo.
En general, casi por casualidad, esa división es “mitad y mitad”, por eso está resultando tan difícil predecir el resultado de cada elección y por eso las “grietas” se dan en todos lados, cada una a su manera.
Y por eso es más difícil «apostar» por un resultado electoral, en la Argentina, en España, en el Reino Unido, en Perú, o en Estados Unidos.
En muchos países, la “solución” ha sido subsidios y gasto público improductivo, crédito al consumo, y fiesta populista. Burócratas administrando una transición permanente. Pero esto no soluciona el problema, lo posterga, y cuando se agotan los recursos, viene la crisis.
Trump aglutina a los perdedores del modelo Davos.
Tanto desde el mundo del capital, como desde el mundo del trabajo.
Su objetivo es revertir la globalización así entendida.
Recuperar capitales y trabajo de baja calificación para los norteamericanos, protegiéndolos contra el trabajo barato chino o mexicano. Lanzar un ambicioso programa de infraestructura para devolverle competitividad a la economía norteamericana. Bajar alícuotas del impuesto a las ganancias. Denunciar los acuerdos comerciales que “entregan” el mercado interno estadounidense.
Atacar, en síntesis, el esquema de los tecnólogos del Sillicon Valley, y de los intelectuales “davosianos” newyorkinos que lo desprecian y lo consideran hueco.
Este nuevo escenario, más allá de lo que finalmente se implemente, o de sus dudosos resultados, es un gran desafío para la Argentina.
Justo ahora que íbamos hacia Davos, Davos se aleja.
Pero para la Argentina, no hay alternativa a la globalización.
Un país al que le “sobran” alimentos y, potencialmente, energía, con mano de obra de alto costo, y un mercado interno muy pequeño, sólo puede crecer abriéndose al mundo, atrayendo capital y tecnología de punta.
Ello implica que ahora habrá que hacer más rápido y más eficientemente, lo que se iba a hacer de todas maneras.
Inversión en infraestructura pro competitiva, y social. Reforma impositiva para bajar impuestos, y reforma del gasto para que esos impuestos alcancen y se baje el déficit más rápido. Y una reconversión inteligente de los perdedores.
Todo esto, antes que se recomponga la alianza proteccionista que nos mantiene estancados desde hace décadas e interrumpa el proceso.
Curiosamente, el triunfo de Trump ha puesto a la administración de Cambiemos en un lugar inesperado: La defensa de la globalización, desde un confín lejano, muy lejano a Davos.
Fuente: La Nación, 19/11/16.
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