Cerca de los efectos del envejecimiento poblacional, la Argentina tiene mucho que cambiar hoy para poder pagar prestaciones mañana.
Por Silvia Stang.
A sus 35 años, Eugenio Caldararo dice que espera no necesitar en el futuro de una jubilación para poder vivir; la expectativa de este profesional es contar para entonces con ahorros suficientes conseguidos durante su vida laboral. En una mirada sobre la sociedad, cree que lo ideal será un sistema que ofrezca una cobertura básica para todos.
La idea de que al llegar a la edad del retiro laboral no los esperará, como fruto de sus aportes, un ingreso mensual apto para mantener su nivel de vida está en el pensamiento de muchos trabajadores actuales.
En un país en el que es difícil pensarse en el corto plazo, con gobernantes que siembran temor al decir que si llegan otros no se respetarían derechos sociales, existen razones de fondo que sostienen la preocupación de los trabajadores.
Mientras que hoy hay seis personas en edad activa por cada adulto de 65 años o más, en 2050 habrá tres y en 2100, sólo dos. Y esas dos personas tendrán que sostener, con parte de los recursos generados por su trabajo, a una que -buena noticia, sin dudas- vivirá muy probablemente más años que los jubilados actuales. En ese escenario, la alta informalidad, además de ser un problema en sí mismo, frena las posibles y necesarias mejoras de productividad.
La distribución por rangos de edad que muestra hoy la población ubica al país en una etapa de «ventana» o «bono demográfico». Con una participación del 10% de las personas mayores de 65 años sobre el total de habitantes -un índice que se duplicará hacia 2050-; una tasa de fecundidad en caída -la participación de los menores de 15 años no variará de aquí a 2100-, y la expectativa de vida en alza -hoy es de 75 años y será de 85 al final del siglo-, la Argentina está en la etapa previa a la signada por los costos asociados al envejecimiento poblacional.
El «bono», que implica una condición demográfica favorable para crecer, terminará hacia 2035. Entonces se agravarán los problemas para financiar a los pasivos. Esto plantea, según un informe del Banco Mundial, un desafío urgente.
¿No falta mucho para eso? Hay al menos dos razones por las cuales la respuesta es no. Una es que a partir de entonces comenzarán a llegar a su edad de retiro quienes están hoy en sus 30 o sus 40 y tantos (como regla general, la edad para jubilarse es ahora de 60 años para las mujeres y de 65 para los varones) o, visto de otra manera, los nacidos entre 1970 y 1980 serán los adultos mayores de 2040 a 2060; la otra razón es que, si se pretende un sistema sostenible, lo que hay que hacer hay que hacerlo ya.
Y lo que se necesita, según coinciden los expertos, es un crecimiento significativo de los niveles de ahorro e inversión, un alza de la productividad y una reducción de la informalidad.
De alguna forma, el desafío es trasladar a la sociedad una idea que muchos tienen en lo personal. «Hoy la demografía plantea un desafío que se resume en la pregunta ¿qué debería hacer la Argentina para hacerse rica antes de hacerse vieja?», dice el economista José María Fanelli, profesor de la Universidad de San Andrés.
El informe del Banco Mundial titulado Los años no vienen solos proyecta que, de mantenerse el statu quo, el gasto para cubrir las prestaciones jubilatorias, de salud y de educación pasará del 20 al 26,6% del PBI entre 2010 y 2050. ¿Qué hacer? Rafael Rofman, el especialista líder en Protección Social del mencionado organismo y uno de los autores del estudio, describe las salidas posibles con advertencias sobre sus efectos: «Cobrar más impuestos ayudaría en lo fiscal, pero hay límites porque se puede afectar la economía; limitar el aumento del gasto con la suba de la edad jubilatoria o la reducción de beneficios tendría un impacto negativo sobre el bienestar de la población y eso no es deseable; lograr un crecimiento sostenido para un mayor PBI per cápita permitiría que, aunque sean menos los que producen, haya más para repartir».
El último punto supone el desafío de mejoras en la productividad, que entre otros factores depende de la educación y la inversión. El camino implica evitar la dependencia, ocurrida en los últimos años, de lo externo o coyuntural, como la variación de precios de las commodities.
¿Qué reparte hoy el sistema previsional? En los últimos años se elevó la tasa de cobertura y así, casi el 95% de la población mayor cobra un haber, según la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses).
En 2014, la seguridad social insumió $ 425.980 millones, un 38% de las erogaciones del Estado nacional -que hoy tiene un fuerte déficit-, según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP). El índice demuestra la magnitud del desafío de prever los ingresos para los pasivos y, a la vez, sostener las otras funciones del Estado.
Además de que su financiamiento no se previó para el largo plazo, un problema del índice de cobertura previsional es que se logró, según recuerda Rofman, con moratorias para quienes no hicieron aportes o los hicieron en cantidad insuficiente. Y al ser una medida con efecto temporal (sólo sirve a personas de hasta cierta edad, dado el período por el que se pueden declarar deudas) no soluciona el problema de una sociedad en la cual, si se considera a asalariados y cuentapropistas, el 46% de los trabajadores (según datos de la OIT) o el 49% (de acuerdo con la encuesta de deuda social de la Universidad Católica Argentina) no hace aportes.
Esa enorme deficiencia -vinculada a la precariedad laboral y que demuestra que de no haber cambios, la cobertura volverá a caer- desafía la necesidad de una mayor productividad, es decir, de elevar el valor de los bienes y servicios surgidos del trabajo de cada uno para así recaudar más, ya sea por aportes y contribuciones o por impuestos generales, las dos fuentes de recursos de las que dependen las jubilaciones. «En Taiwán hubo un alza de la productividad entre generaciones de 5 veces; acá, en los próximos 30 años podría crecer entre 50 y 60%», advierte Fanelli. Un estudio del Ieral muestra que entre 2011 y 2014, con el empleo estancado en la actividad privada, la productividad se redujo a razón de 0,9% por año.
Y mientras que la tasa de inversión en el país no llega a 20% del PBI, Fanelli señala que países que atravesaron mejor su transición demográfica llegaron a más de 30%. «Esta es una etapa en que se necesita ahorrar mucho y hoy eso no ocurre», dice. Y advierte sobre la necesidad de que los recursos vayan a inversión. «Porque se puede ahorrar y que eso no vaya a lo productivo; a nuestro país le pasa que tiene medio PBI en el exterior, y por eso, a los desafíos pendientes hay que agregar el de garantizar la seguridad jurídica», agrega.
Producir más, trabajar más
Así como las edades de ingreso y egreso del mercado laboral influyen para determinar la necesidad de recursos, poder contar con más trabajadores mejoraría la ecuación. «Entre las medidas posibles para abordar el desafío de la sostenibilidad están el aumento de las tasas de actividad (porcentaje de personas que trabajan o buscan hacerlo, sobre la población total) y de empleo, especialmente entre las mujeres y los jóvenes», dice Fabián Repetto, director del Programa de Protección Social de Cippec, quien agrega que también podría promoverse un alza de la población en edad de trabajar por flujos inmigratorios.
Actualmente, la participación de los jóvenes de entre 25 y 29 años no sólo es más baja aquí que en un grupo de países desarrollados como Estados Unidos, Alemania o España, sino que, además, la tasa cayó de 79,8 a 77,5% entre 2004 y 2014, según un informe basado en datos del Indec y de la OIT hecho por los economistas del Ieral Marcelo Capello, Gerardo García Oro y Laura Caullo.
En cuanto a la participación de las mujeres en el trabajo, la tasa, de 37,1%, es baja en relación con países como Estados Unidos (44,6%) o Brasil (44,1 por ciento).
¿Y qué pasa con los cambios en el propio sistema jubilatorio?
Una reforma «clásica», fuente de protestas en varias latitudes, es la suba de la edad jubilatoria. Para Rofman, lo ideal es ser flexibles y lograr el efecto positivo (para las cuentas de un país) derivado de una salida más tardía de la actividad laboral, pero sin imposiciones. «Si se obliga hay efectos negativos; quien por ahí iba a retrasar un poco su retiro, ante la incertidumbre se va en cuanto puede, y el efecto puede ser inverso al buscado», define. La recomendación es que existan incentivos para que las personas trabajen más tiempo, elevando el nivel de las prestaciones cuanto más años con aportes se logren sumar.
«Deberemos repensar la jubilación como un ingreso universal para los adultos mayores, financiado con recursos fiscales y complementado con sistemas de ahorro privado», dice el economista Eduardo Levy Yeyati, director de la consultora Elypsis, en línea con lo que muchos trabajadores actuales creen para su futuro.
Promover el ahorro de quienes tienen cierto nivel de ingresos aliviaría el efecto fiscal. Dicho sea de paso, la solución al problema de doble índole (económica y fiscal) que trae el envejecimiento no se resuelve en la antinomia «capitalización o reparto». «El tema es qué decide hacer la sociedad para pagar; en Chile el Estado se pudo correr de una parte, pero se hizo cargo del resto», describe Rofman.
Fruto no de una estrategia, sino de la eliminación del sistema de capitalización, la Anses tiene un fondo de garantía cuyas inversiones valen algo más que el pago anual de las prestaciones. Pero la sostenibilidad del sistema no depende de eso, sino del flujo de ingresos y del número de pasivos con los que se está y se estará obligado. El uso de ese fondo está previsto para un déficit temporal, pero su composición hace dudar de la efectividad: «En su mayoría es deuda pública, que podría netearse de modo de reducir el coeficiente de endeudamiento -opina Levy Yeyati-. El resto de los activos podría integrarse al Tesoro, tal vez en el marco de un fondo anticíclico que aísle el gasto social de vaivenes fiscales».
A sus 45 años, Lucas Nemesio, empresario bodeguero, admite que no piensa en su jubilación. «Creo que es como una caja de Pandora que abriremos en su momento», dice.
Entretanto, los expertos insisten en que los datos avisan… Y a un país, la sorpresa no se le debería permitir.
el tema en primera persona
Eugenio Caldararo
Profesión: contador
Edad: 35 años
«Espero tener ahorros para no necesitar la jubilación. Creo que lo ideal sería un piso que cubra lo básico y que quien trabaja bien ahorre»
Carla Bertolozzi
Profesión: empleada
Edad: 37 años
«La expectativa es estar igual o peor a lo que vive mi madre hoy. Por suerte tiene hijas que la ayudan. Espero que cambiemos para soñar algo mejor»
Fernando Silva
Profesión: Licenciado en Administración
Edad: 43 años
«Con la ley actual, la jubilacion es un impuesto mas. No se consideran los mejores años de salario sino los ultimos diez. Hay que modificar la ley»
Dolores Roccasalvo
Profesión: fotógrafa
Edad: 36 años
«Que en menos de 25 años se estructure un sistema de reparto justo y acorde con la situación, requiere un gran compromiso»
Agustín Meilan
Profesión: abogado
Edad: 38 años
«Nada hace pensar que las cosas serán distintas; con esfuerzo personal habrá que suplir la ineficiencia estatal»
Lucas Nemesio
Profesión: bodeguero
Edad: 45 años
«Ni siquiera pienso en ello. Personalmente creo que mi jubilación será fruto de la renta e inversión privada durante mis años activos».
Unos 138 frigoríficos cerraron y 21.000 puestos de trabajo ya no están. Las exportaciones, en su piso, y los jugadores, en retirada.
Por José del Rio.
Es el peor gobierno que le ha tocado al campo en toda la historia argentina.» La frase le corresponde a Luis Miguel Etchevehere, presidente de la Sociedad Rural Argentina. «Se depredaron los recursos de nuestro sector, del Banco Central, de la Anses; caímos en la producción y en la exportación de carne, y los alimentos finalmente subieron de precio», se enoja el número uno de la entidad del campo. Hoy, el 90% del resultado económico de una empresa agropecuaria se va en impuestos, según sus datos.
Y hay un rubro en el que la crisis no deja de generar nuevas víctimas: el de los frigoríficos. Irónicamente -en el sector- lo bautizaron vaca muerta y es la contracara de la esperanza petrolera que tiene la Argentina.
Los datos son elocuentes: desde el cierre de los mercados internacionales en la gestión de Guillermo Moreno, unos 138 frigoríficos bajaron sus persianas, los despidos afectaron a 21.000 trabajadores y se perdieron unos diez millones de cabezas en el stock ganadero local, según números que maneja el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Carne.
«La ecuación es simple. Bajaron los precios del mercado local porque se prohibieron las exportaciones, pero el negocio se destruyó y sin rentabilidad no hay empresa. Es un quebranto total», resume -desde el off the record- la realidad que atraviesa el sector quien fuera el número uno de un frigorífico local que pasó a manos brasileñas.
En 2014 se faenó un 17% menos de cabezas que en 2008 y la producción cayó un 14%. La política de cierre de las exportaciones arrancó en 2006 cuando la inflación avanzaba a paso galopante y Moreno desincentivó la producción de novillos para la venta al exterior, cuya faena cayó un 46%, es decir, en unos 2,1 millones de cabezas, según los datos del equipo económico de la Rural.
La información del Senasa avanza por el mismo camino: entre 2005 y 2010 abandonaron la actividad unos 27.000 productores ganaderos, según el registro oficial Renspa, y la tendencia está lejos de revertirse.
«Las exportaciones no dejaron de retroceder», agrega Etchevehere en el marco del ciclo Conversaciones de LA NACION. La participación de las carnes bovinas argentinas en el mercado mundial sigue cayendo. De ser los terceros exportadores del mundo con un volumen similar al de la India en 2005, se retrocedió consistentemente hasta el puesto 14, superados por Uruguay (10) y Paraguay (12), según los datos del Instituto de Estudios Económicos y Negociaciones Internacionales de la Sociedad Rural Argentina sobre la base de datos del International Trade Center.
«El cálculo incluye carnes frescas, refrigeradas y congeladas y da lugar a que una economía como la de Bielorrusia que entra 13,3 veces en el territorio argentino nos haya superado como exportadores en el ranking mundial de carnes», se lamenta Ernesto Ambrosetti, jefe de economistas de la Sociedad Rural. «Fue una década perdida para el sector», avanza Luis Bameule, ex presidente de Quickfood, la empresa creadora de la genérica Paty. La pérdida de stock ganadero se traduce en unos US$ 4000 millones menos de capital del sector, a los que hay que sumar entre 1000 y 1500 millones de dólares de flujo anual de exportaciones que no existieron por las restricciones. «Un dato adicional es que en 2006 se exportaban 770.000 toneladas y hoy se debería exportar más de un millón. Sin embargo, estamos en 200.000», dice Ambrosetti.
Durante unos siete años la cuota Hilton se incumplió por las disposiciones locales. «En el último año fue porque ya ni cierran los números para los envíos internacionales», suma Bameule. El cepo cambiario, las retenciones del 15 por ciento y los Registros de Operaciones de Exportación (ROE) figuran a la cabeza. Del total mundial de lo que se transa de carne en el mundo hoy la Argentina representa el 2 por ciento contra el 15 por ciento que supo ostentar hace 8 años.
El viernes, sin embargo, el Gobierno festejó a través de un comunicado de Cancillería que un tribunal arbitral de la Organización Mundial de Comercio le dio la razón en todos los reclamos principales que se habían formulado contra las medidas de Estados Unidos que prohíben el ingreso a ese país de carne vacuna fresca -refrigerada o congelada- desde todo el territorio argentino. «Es una buena noticia, pero lejos está de resolver la situación de fondo. Ahora recién comienzan tres meses de revisiones», afirmó un productor ganadero.
El consumo de carne vacuna en la Argentina no pasa por una situación mejor. El retroceso entre 2008 y 2014 fue de 68 a 60 kilos por habitante por año, mientras que el precio promedio de la carne al consumidor aumentó un 523% en el período de enero de 2008 a diciembre 2014. «Una cifra inferior a los de otros rubros de alimentos pero que es poco sustentable», grafica otro empresario del sector. Y agrega: «La situación es tal que los cierres dejaron de ser noticia». En la última semana la carne vacuna aumentó un 20%, según el propio sindicato de la actividad.
«El potencial era impresionante, pero salió todo al revés y revertirlo llevará tiempo», agrega Bameule. Hoy la esperanza de los productores es que los principales candidatos presenten sus proyectos de largo plazo. El gran enigma para ellos es Daniel Scioli, cuyos asesores dieron atisbos a puertas cerradas pero no en público. Mientras tanto, se intentará mañana darle una luz de esperanza al alicaído sector con el anuncio de un acuerdo en la cadena de la carne. El objetivo es preservar puestos de trabajo e intentar revertir la ironía de la otra vaca muerta.
Como un buen maître, el aeropuerto del futuro lo reconocerá, lo saludará por su nombre y sabrá exactamente adónde llevarlo.
Aeropuertos en distintas partes del mundo avanzan en esta dirección. En el Aeropuerto Gatwick de Londres, balizas de localización lo identifican a través de su smartphone y le indican cómo llegar a su puerta de embarque, al estilo de un GPS, señalando por el camino lugares de comida y tiendas. En Düsseldorf, Alemania, robots estacionan su auto cuando parte o lo llevan de vuelta a la acera cuando aterriza, vinculando su itinerario con la placa del vehículo. Investigadores están desarrollando robots capaces de despachar las maletas y devolverlas a los pasajeros minutos después del aterrizaje.
Sistemas de reconocimiento facial agilizan su paso por los controles de pasaporte, como ocurre en el Aeropuerto Internacional Dulles, cerca de Washington. Algunos aeropuertos utilizan sistemas de reconocimiento facial para seguir sus movimientos en las terminales. Las puertas de embarque en algunos aeropuertos están automatizadas con puertas que se abren como un molinete de metro cuando el pasajero escanea su tarjeta de embarque o muestra su reloj inteligente.
En las estaciones áreas del futuro, las señales direccionales estarán sólo de respaldo. Los quioscos de registro estarán escondidos en un rincón. Los agentes humanos quizás sean más innecesarios que nunca.
Entrar al Reino Unido mediante el sistema ePassport —para pasajeros preaprobados— en Gatwick, Londres, es tan fácil como pasar por un molinete. Getty Images
La idea es reducir costos, acelerar los viajes y hacer los aeropuertos más agradables. En teoría, los viajeros estarán más relajados, con tiempo para trabajar, comprar o disfrutar de entretenimiento, ya que el aeropuerto hará el seguimiento de su tiempo y localización y les dirá dónde tienen que estar. Los viajeros tendrán que preocuparse menos si se sientan en un buen restaurante cuando un vuelo esté retrasado, en vez de acampar en la puerta de embarque.
El aeropuerto “se vuelve divertido otra vez”, dice Terry Hartmann, vicepresidente de transporte y aplicaciones de industria de Unisys Corp. , que desarrolla la tecnología de algunas de las nuevas funcionalidades de los aeropuertos. “Sientes que sabes lo que está pasando, interactúas con el entorno y viajar es una experiencia agradable”.
Por supuesto, los aviones aún tendrán asientos apretados y las aerolíneas aún llegarán habitualmente tarde. Sin embargo, los viajeros no tendrán que llegar 90 minutos antes de su vuelo si saben que las filas y caminatas son cortas. Aquellos preocupados de que el aeropuerto sea demasiado invasivo podrán optar por apagar su conexión de Bluetooth.
En junio, Unisys anunció que había completado la fase de pruebas iniciales de un sistema de reconocimiento facial en Dulles para ayudar a la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza de Estados Unidos a identificar a impostores que intentan entrar al país. Los nuevos pasaportes tienen un chip incrustado con información, incluida tu foto. Los sistemas de reconocimiento facial, también en uso en el Reino Unido, Portugal, Australia, Nueva Zelanda, Alemania y otros países, comparan la cara del viajero con el pasaporte y le asignan una puntuación. Si la nota es suficientemente alta, el agente de control de pasaportes puede estar más seguro de la identidad del viajero que con el sistema actual de ojear a las personas que entran al país.
“Asegurarse manualmente de que la persona enfrente tuyo es la misma que la persona en una foto de hace cinco años es difícil”, explica Hartmann.
El software de reconocimiento facial en Fráncfort facilita la comparación entre el rostro actual de los pasajeros y la foto en el pasaporte. Boris Roessler/Associated Press
En Gatwick, sistemas estiman las filas en tiempo real en puntos de seguridad e inmigración. Algunos países tienen puntos de control de fronteras donde el sistema de reconocimiento facial automáticamente deja pasar a las personas al país sin ver a un agente. En EE.UU. no han llegado tan lejos, en parte porque no hay suficientes viajeros que tengan un chip en su pasaporte.
El Aeropuerto Internacional de San Francisco tiene 350 balizas de localización instaladas en la Terminal 2 y está probando una aplicación que puede dar indicaciones auditivas a pasajeros con dificultades visuales. American Airlines se ha apuntado al lanzamiento de balizas para ayudar a pasajeros a encontrar su camino, empezando por el Aeropuerto Internacional de Dallas-Fort Worth.
Las salas de espera de Virgin Atlantic en Londres y de Cathay Pacific en San Francisco tienen balizas que pueden reconocer a miembros cuando entran por la puerta y ofrecer información como cartas de comida y bebida. El Aeropuerto Internacional de Miami está haciendo pruebas limitadas. Un potencial uso es monitorear cuando alguien entra en el área de cintas de equipaje y cuando sale, para ver cuánto tiempo han esperado por sus maletas.
Para 2018, 44% de las aerolíneas de todo el mundo planean usar balizas, frente a 9% de ellas que han experimentado con la tecnología hasta ahora, según una encuesta realizada este año por SITA, una empresa de información y comunicación de aviación. Con sede en Ginebra, SITA es propiedad de un consorcio de 430 compañías de transporte aéreo y desarrolla tecnología para la industria.
En Alemania, el aeropuerto de Düsseldorf está creciendo en tráfico de pasajeros, pero no tiene terreno para expandir el estacionamiento. La respuesta: un robot que estaciona los vehículos.
En el aeropuerto de Düsseldorf, Alemania, un robot llamado Ray lleva y trae los autos de los viajeros. La capacidad del estacionamiento ha mejorado 32%. Andreas Wiese
Según la página web del aeropuerto, los viajeros hacen una reservación e ingresan información de su vuelo. Luego conducen a un lugar predeterminado en el garaje y cierran su auto. El sistema lee la placa y decide dónde estacionará el vehículo. Un robot apodado Ray, que parece una gigantesca grúa horquilla, levanta el auto por las ruedas y lo mueve. Por la noche, los robots vuelven a mover los vehículos de modo que sea fácil acceder a los que serán devueltos al día siguiente. El sistema monitorea si los vuelos de los pasajeros están retrasados o cancelados y tiene los autos listos cuando llegan los viajeros.
Los robots han estado operativos por casi un año y han aumentado la capacidad del estacionamiento en 32%, dice el director gerente de SITA, Christian Jahncke, que supervisa este proyecto. El sistema ha provocado sólo una pequeña abolladura en uno de los 40.000 vehículos que ha llevado. Hay un problema: a veces, el robot hace que se active la alarma antirrobo de los autos. Tras un tiempo, el ruido cesa.
“Los autos de alta calidad dejan a la vista su sensibilidad al ser levantados”, señala Jahncke.
El estacionamiento cubierto con robot cuesta 29 euros (unos US$32) al día, frente a 24,50 euros de un estacionamiento premium a la misma distancia de la terminal del aeropuerto pero sin el servicio de valet.
Cada robot cuesta US$250.000 y Düsseldorf utiliza tres por ahora. En total, el aeropuerto ha gastado US$1 millón, mucho menos que el costo de construir un nuevo garaje, afirma Jahncke.
SITA estudia cómo hacer que un robot despache maletas, dice Jim Peters, director de tecnología de la empresa. Los pasajeros pondrían las etiquetas en su equipaje o tendrían etiquetas de uso permanente que identifiquen sus valijas. Los robots recogerían las maletas y quizás incluso las entreguen a los pasajeros, para hacer el proceso más rápido y reducir costos de mano de obra.
“Gestionar su equipaje y no hacerlo difícil para el pasajero es parte del aeropuerto del futuro”, asevera Peters. El número de aerolíneas que ofrecen autoetiquetado de maletas, pero sin robots, ha aumentado de 9% el año pasado a 17%. Se prevé que aumente a 74% de las aerolíneas para 2018, según la encuesta de tecnología de SITA.
La inflación venezolana superará 200% a fin de año
Ya llegó a 120%, pero sigue subiendo por el desabastecimiento, la crisis cambiaria y el gasto público, afirman economistas. Para la canasta familiar se necesitan ocho sueldos básicos.
Estantes vacíos. Una imagen ya habitual en un supermercado de Caracas. /AP
Si el costo de vida se sigue incrementando al ritmo actual, Venezuela ingresará a un período de hiperinflación similar al que vivió Argentina en la década de los 80, llegando a fin de año al 200% anual de suba. Esta es la contundente conclusión del respetado Centro de Documentación y Análisis Social (CENDAS) del país caribeño. La novedad se combina necesariamente con una investigación de la Universidad Católica Andrés Bello que detectó un aumento vertical de 48% de la pobreza. El economista Oscar Meza, director del CENDAS, advirtió que nada parece indicar que el ciclo inflacionario sea atacado por el gobierno. Y reveló que el ajuste mensual del costo de vida es del orden del 26,5%, lo que provoca que para alcanzar la canasta familiar se requiera ya de ocho salarios mínimos. La agudización de la crisis se produce cuando en diciembre se realizarán cruciales elecciones legislativas que pueden determinar que el chavismo pierda por primera vez su mayoría parlamentaria.
Una crisis tan aguda y prolongada no tiene precedentes ni cuando el petróleo venezolano cotizaba a apenas 7 dólares el barril antes de la era chavista, hace 16 años. Esta inflación galopante y la escasez de productos básicos por el desabastecimiento tiene un efecto social inmediato causando estragos en la población. Según los datos recopilados por el CENDAS, la canasta familiar registró un aumento histórico de 163,6% interanual desde junio de 2014. Pero el desbarajuste de la economía venezolana es de tal magnitud que los precios en dólares saltan disparatadamente de miles a cientos según con cuál cambio de todos los oficiales se haga el cálculo.
“El valor de la canasta (vivienda, servicios, salud, vestimenta e higiene) estimada para una familia de cinco miembros es equivalente a 3.263,62 dólares al cambio oficial más bajo de 6,3 bolívares por dólar o 271,15 dólares a la tasa más alta estimada para el Sistema Marginal de Divisas (Simadi), de alrededor de 199 bolívares por dólar”, dijo Meza al señalar que Venezuela y Argentina son los únicos en la región que presentan tasas tan altas de inflación.
Resulta que más del 70% de los venezolanos gana el salario mínimo de 7.421 bolívares (37 dólares), lo que ha puesto a sus 30 millones de habitantes en el límite de la supervivencia. De hecho, el índice de 48% de la población en la pobreza, según la Universidad Católica Andrés Bello, reproduce un nivel similar al que se registraba hace 16 años, antes del chavismo.
El analista Moisés Naim advierte que “un gobierno no puede mantener una población hambreada por mucho tiempo” al señalar al presidente Nicolás Maduro como responsable de esta crisis.
El economista José Guerra señala, a su vez, que la inflación anualizada es de 120% (el año pasado fue de 70%), mientras que su colega Alexander Guerrero dijo a Clarín que el índice inflacionario de este año podría superar 200%, dato que coincide con el del CENDAS. Es decir, ligeramente por encima del cálculo del Fondo Monetario Internacional que fijó el pronóstico en 170%. El organismo había advertido además que el país se encamina a una contracción de siete por ciento de su economía.
Para enfrentar la escasez, Maduro ha ordenado a la empresa privada que traslade más de 70% de su producción de alimentos y productos a la red de mercados públicos como “Mercal”, Pdval” y “Bicentenario”, denunció el presidente del gremio industrial, Cavidea, Pablo Baraybar.
Aseguró que a las empresas se les ha estado notificando de manera individual que deberán enviar mayor porcentaje de leche, azúcar, harina de trigo, harina de maíz precocida, pasta, arroz y aceite a los comercios públicos.
Baraybar recordó que la distribución de los alimentos es supervisada por el gobierno e insistió en que el sector privado no ha dejado de atender a los comercios oficiales: “80% de los alimentos que se consiguen en la red pública son producidos por privados”, dijo.
Afirmó que el principal afectado con la nueva medida es el consumidor, que tendrá que permanecer más tiempo en cola para adquirir los alimentos porque es menor el número de establecimientos en los que conseguirá los productos. El otro problema de la red pública es que suele ser un puente para el mercado negro.
“La red privada de supermercados, abastos y bodegas tiene 15 veces más locales que la red pública. Son 7.245 comercios oficiales y 113.000 privados. Al haber menos locales en la red pública, se concentra una mayor cantidad de personas en sitios que no tienen capacidad para atenderlos”, añadió.
Bonadio, sobre Hotesur: «Esta investigación no está cerrada»
El juez desplazado de la causa de los hoteles de los Kirchner dijo que “es muy difícil investigar a un presidente en cualquier lugar del mundo».
«Es muy difícil investigar a un presidente en cualquier lugar del mundo», señaló Claudio Bonadio, el desplazado juez de la causa en la que está involucrada Cristina Kirchner, sus hijos Máximo y Florencia y el empresario Lázaro Báez.
CFK y bolsa de dinero
El apartado juez federal de la causa Hotesur aseguró en el programa “Código Político” que la investigación por la causa «no está cerrada». En este caso, se investiga a la presidenta Cristina Kirchner y su familia por presunto lavado de dinero en sus emprendimientos hoteleros en el sur del país.
El magistrado recordó además que «hay más involucrados» en la causa.
Bonadio, que fue desplazado por decisión de la Sala I de la Cámara Federal porteña, explicó que «los indicios (de la causa Hotesur) indican poco separados, pero sí en conjunto», y remarcó que por eso ordenó una pericia contable, para «comprobar los extremos de la denuncia».
Renunció el intendente de Río Gallegos, en medio del caos y de su cruce con Máximo
Por Lucia Salinas.
SANTA CRUZ: Raúl Cantín enfrentaba un conflicto con los municipales desde hace más de cien días. En el momento de la dimisión, el hijo de Cristina le exigía por radio que termine el mandato.
Las calles de Río Gallegos. (OpiSantaCruz)
Mientras Máximo Kirchner en Tiempo FM sostenía que el intendente K Raúl Cantín debía terminar su mandato, se realizaba una reunión de gabinete en el municipio capitalino donde después de varios intentos, finalmente decidió renunciar a su cargo.
Más de cien días de conflicto, una ciudad deteriorada, un clima social en constante tensión y la falta de ayuda financiera, fueron suficientes para Raúl Cantín (FPV) renuncie a la intendencia que ganó por una acotada diferencia en 2011. El kirchnerismo a diferencia del lunes no pudo impedirlo, y el jefe comunal no resistió el nivel de conflictividad que vive Río Gallegos.
Ayer en el acto de Cristina Kirchner junto a Máximo y a Alicia Kirchner, el gran ausente por el intendente K. Hoy la decisión fue indeclinable: renunció.
La ciudad hace dos días y a causa del extenso conflicto cuenta con una fuerte presencia de personal de Gendarmería, después de reiterados piquetes sobre la ruta N° 3 en el acceso a la ciudad.
El “pago chico” no está en orden y ahora el kirchnerismo deberá hacer frente a la renuncia de su intendente y rediseñar su estrategia electoral para retener el municipio más importante de Santa Cruz.
El candidato a diputado nacional y dirigente de La Cámpora sostuvo que a Cantín “no se le soltó la mano, destacó las obras que se llevan adelante durante su gestión” dijo hace instantes en Tiempo Fm. Pero esto no fue suficiente y Cantín junto a dos de sus principales funcionarios decidieron renunciar hoy a la mañana: el secretario de Gobierno, Roberto Toledo, y el de Hacienda, Luis Menéndez.
La renuncia se da después de 124 días de paro municipal donde el sindicato reclama un 15% de aumento adeudado de la paritaria 2014. El conflicto devino en una crisis ambiental y sanitaria para Río Gallegos y un profundo deterioro de sus servicios básicos como la recolección de basura, mantenimiento de redes cloacales.
Lo reemplazará Pablo Grasso, presidente del Concejo Deliberante local y miembro del Frente para la Victoria.
El comercio exterior registró su peor saldo desde 2001
Por las trabas y el escenario global, el superávit se hundió un 63% interanual en el primer semestre del año; cayeron tanto las exportaciones como las importaciones.
Por Francisco Jueguen.
La fiebre por el dólar libre arrasa. Hace crecer las expectativas de devaluación en el comercio exterior, crea inestabilidad en el mercado de cambios y a la larga puede impactar en los precios al consumidor. Sin embargo, los potenciales beneficios de esa devaluación implícita no llegan a la economía. La suba del blue no fomenta la competitividad, fundida gracias a la estrategia oficial de un atraso cambiario con el único objetivo de impulsar el consumo en tiempo de elecciones nacionales.
En ese marco, los resultados del comercio exterior no sorprenden. Para encontrar un ingreso de dólares comerciales más bajo que el anunciado ayer para el primer semestre del año es preciso volver a 2000. De acuerdo con los datos del informe de Intercambio Comercial Argentino (ICA), en los primeros seis meses del año el saldo comercial -la diferencia entre exportaciones e importaciones- se hundió un 63% en relación con un año atrás. Pasó de US$ 3326 millones en 2014 a US$ 1232 millones en el primer semestre de este año. Hace 15 años se registraba la marca más baja hasta ayer (853,1 millones de dólares).
Las exportaciones de los primeros seis meses del año alcanzaron los US$ 30.213 millones (una caída de un 18% en relación con un año atrás), y las importaciones, US$ 28.981 millones (un retroceso de 13,5%).
En junio el resultado de la balanza comercial fue positivo en US$ 456 millones, lo que marcó una caída de 57% en relación con el superávit del mismo mes de 2014. Las ventas externas de junio sumaron US$ 6266 millones (-14%), y las importaciones, US$ 5810 millones (7%).
Los datos del ICA son cuestionados por los economistas especializados en comercio exterior, que ahora se vuelcan por la denominada Base Usuaria (también la realiza el Indec, pero no la abre al público) para proyectar escenarios más realistas. De acuerdo con los cálculos de Jorge Vasconcelos, economista del Ieral, el déficit comercial de este año rondará los 3000 millones de dólares. «Las exportaciones de los últimos doce meses muestran una caída de 30% en comparación con el mismo punto de 2011», explicó el experto.
«Si las exportaciones del ICA de junio fueran iguales a las de la Base Usuaria, un supuesto fuerte ya que implica que no sobreestiman las ventas, el resultado del primer semestre de 2015 de la Base Usuaria sería un déficit de US$ 508,4 millones», indicaron en la consultora Ecolatina.
La caída local en el comercio exterior se dio tanto por cantidades como por precios. «Es una mezcla de los dos. Pero si toman países vecinos, que también venden commodities, la caída de las exportaciones locales es del doble», indicó Vasconcelos. El especialista afirmó que los principales obstáculos se deben a cuestiones impositivas, las trabas al comercio y la falta de acuerdos comerciales a nivel global. «Chile tiene cero arancel para entrar sus vinos a China. Nosotros pagamos 14%», ejemplificó con esa economía regional, actualmente en crisis.
«La fuerte caída en las exportaciones se puede explicar principalmente a raíz de los menores envíos de harina de soja, responsable de más de un 30% de la baja del primer semestre», afirmaron en Abeceb.com. «Por otro lado, en el desempeño de las importaciones se destacan las menores compras de combustibles, explicadas mayormente por la caída de los precios, aunque también desciendan las cantidades», agregaron. Justamente, gracias a esta última tendencia en mayo y junio hubo una desaceleración en el retroceso de las compras al exterior. A pesar del desplome de las exportaciones y sin ingresos de dólares -con excepción del swap con China-, el Gobierno tuvo un mayor margen para destinar más divisas a la producción (amplió los cupos para Tierra del Fuego y las automotrices, por caso).
«Son varios los factores que explican el rumbo negativo del comercio exterior argentino», afirmó Marcelo Capello, también del Ieral, que enumeró: el ajuste en Brasil, la pérdida de competitividad cambiaria gracias a la apreciación del dólar en el mundo, las posibles represalias de otros países por el lado de las exportaciones, y el bajo nivel de la actividad económica interna y «especialmente» las restricciones existentes a las compras en el exterior, por el lado de las importaciones.
«En cualquier caso, se trata de una situación que en el futuro requerirá de una corrección en la competitividad cambiaria, salvo que el nuevo gobierno se decida por un plan general de reducción de costos impositivos y otros costos de producción, que siempre conllevan fuertes costos fiscales o políticos», analizó Capello.
El actual atraso cambiario golpea a los exportadores y a quienes buscan sustituir importaciones; en cambio, un dólar libre más caro aparece como un subsidio al dólar ahorro o a quienes son autorizados a importar. A mitad de camino, sufren las reservas y crece la incertidumbre.
Las razones detrás de la caída
Commodities en baja
Los precios de los productos que exporta el país sufrieron fuertes caídas
Las trabas al comercio
El cepo importador también provocó un descenso en el intercambio comercial con otros países
La crisis brasileña
El principal comprador de productos argentinos entró en recesión
El atraso cambiario
La inflación le ganó a la devaluación del peso, lo que se tradujo en menos competitividad de las exportaciones.