China emula la innovación de Estados Unidos

noviembre 25, 2018 · Imprimir este artículo

China disputa con EE.UU. la capacidad innovadora

Por Jorge Castro.

Conectados. China el mayor porcentaje de la población conectados digitalmente.
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En los últimos 5 años se han creado en China 21.4 millones de nuevas empresas, y 15% de ellas son “start ups” de alta tecnología. En la República Popular surgen 4 millones de compañías por año y 16.600 por día.

China tiene en este momento más de 100 millones de entidades empresarias, y eran 490.000 en 1978, cuando Deng Xiaoping lanzó el proceso de apertura y vuelco al capitalismo.

El surgimiento en gran escala de nuevas empresas revela el extraordinario ejercicio de “destrucción creadora” — núcleo de la acumulación capitalista— que ha realizado la República Popular en las últimas cuatro décadas.

Se trata de la transferencia del capital y el trabajo de los sectores de escasa productividad a los de productividad más elevada, que se realiza mediante la creación de nuevos productos, servicios y mercados, la innovación.

Esta hazaña de “destrucción creadora” es protagonizada por los empresarios, figuras que se caracterizan por el nivel de riesgo que son capaces de asumir para tomar decisiones.

Esta pasión por la “destrucción creadora” era hasta ahora un atributo exclusivo de EE.UU., el rasgo específico de la excepcionalidad norteamericana. Lo notable es que algo semejante ha surgido en China, un país con 5.000 años de historia, con un sistema dominante liderado por el Partido Comunista (PCCh), tras una guerra civil que duró 20 años (1927/1949). El conocimiento histórico combina empatía e ironía, dice Henry Lefebvre.

La destrucción creativa en economía es un concepto ideado por el sociólogo alemán Werner Sombart y popularizado por el economista austriaco Joseph Schumpeter en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942).

Lo más revelador del proceso chino es el sesgo cualitativo de su desarrollo. La economía digital alcanza a 34,5% del PBI (U$S4.3 billones), y crece 18% anual. El resultado es que 77% del alza del PBI en 2018 es obra del aumento de la productividad de todos los factores (PTF), pura innovación; y también que el producto se duplica cada 10 años: era US$5.4 billones en 2007 y trepó a US$13.9 billones en 2018.

La excepcionalidad norteamericana surge de un hecho histórico estructural: “Es el único país capitalista carente de pasado feudal”, señalaron Karl Marx y Frederik Engels en 1857. De ahí que lo esencial del capitalismo norteamericano no sea la alta tasa de crecimiento económico —5% anual en el segundo y tercer trimestre de 2018—, ni el nivel de consumo, o el poderío militar (el gasto en defensa asciende este año a US$713.000 millones), sino la profunda legitimidad de sus instituciones y el vigor de una cultura volcada hacia el futuro.

La pujanza digital de la economía china y la poderosa opinión pública que representa 804 millones de usuarios de Internet son inseparables de la honda legitimidad nacional y social de su sistema dominante, que es el fundamento de su aptitud especial para la innovación y el gusto por el riesgo.

Lectura recomendada:  Estados Unidos: La revolución de lo intangible

La pasión por la “destrucción creadora” de la República Popular se despliega en plenitud en los últimos cinco años cuando enfrenta la mayor oportunidad histórica de los últimos dos siglos, que es el surgimiento de una nueva revolución industrial en el capitalismo, la cuarta en la historia del sistema.

Xi Jinping estima que el logro de la cuarta revolución industrial puede llevar a China a realizar su destino, que es convertirse en el “Imperio del Medio” del siglo XXI. “Los 5.000 años de historia china no están en el pasado, sino en el presente”, dice Hegel.

La República Popular se ha convertido en un gigantesco laboratorio de las tecnologías más avanzadas a través de un fenómeno de innovación de masas que parece fraguado por el pensamiento estratégico de Mao Tse Tung.

Esto es lo que le ha permitido a China transformarse en la otra superpotencia de la época en los últimos cinco años, y dejar atrás, en un segundo plano, su condición cuantitativa de la segunda economía del mundo.

Por eso es que disputa ahora con EE.UU. el poder mundial, convertido en sinónimo del dominio de las tecnologías más avanzadas de la nueva revolución industrial, ante todo la decisiva y que atraviesa todo el sistema, que es la inteligencia artificial. Lo cualitativo, no lo cuantitativo, ha transformado a China en una superpotencia.

En estas condiciones, tanto respecto a EE.UU. como a la República Popular, es absolutamente razonable referirse de acuerdo a lo que señalaba Oscar Wilde que “…la naturaleza imita al arte”.

China dispone en el dominio de la inteligencia artificial de una ventaja comparativa excepcional, al haberse convertido en la sociedad más digitalizada del mundo, por encima de EE.UU. Su emisión de informaciones (Big Data) es 60/70 veces superior a la norteamericana.

Los “nativos digitales” nacidos en la República Popular con posterioridad a 1990 superan ya los 300 millones de personas, y su vida cotidiana está completamente digitalizada, lo que incluye el pago de la totalidad de las transacciones a través de Internet. Atrás, como un anacronismo, ha quedado el uso de dinero en efectivo.

Hasta ahora solo EE.UU. adelantaba el futuro. Pero en los últimos cinco años China se le ha sumado.

Fuente: clarin.com, 25/11/18.


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