Desinformación versus Decepción
junio 28, 2021 · Imprimir este artículo
Por J. M. Veiga. Curso Superior de Inteligencia de las FAS.
La desinformación es un término que está de moda, se utiliza en todos los ámbitos, en las conversaciones entre amigos, en las tertulias, en los medios de comunicación, en la vida política, en definitiva, se ha extendido al gran público. Esta extensión ha provocado que se pierda un poco la perspectiva de su verdadero alcance. A la distorsión del término también ha contribuido su asociación con la decepción, incluso se llegan a utilizar como sinónimos, poniendo a la decepción en el mismo plano que la desinformación.
Esta situación y confusión de términos merece una reflexión, identificando qué tienen en común y en qué difieren. Con esta reflexión se pretende hacer ver que desinformación y decepción son dos cosas diferentes, que si bien tienen aspectos en común, existe una clara diferencia a poco que se indague en ellas.
Un buen comienzo es empezar por la definición de la Real Academia Española (RAE). Desinformación es «acción y efecto de desinformar», o «dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines» en su primera acepción y «dar información insuficiente u omitirla» en su segunda acepción. Por otra parte, decepción se define en su segunda acepción como «engaño», y engañar como «hacer creer a alguien que algo falso es verdadero».
Con las definiciones de la RAE ya aparecen las primeras diferencias, mientras en desinformación es proporcionar información manipulada para alcanzar ciertos propósitos, la decepción busca que alguien se crea algo que no es verdad. Pero sigamos con el estudio de estos dos conceptos.
DESINFORMACIÓN
Julia Alicia Olmo y Romero, ex embajadora en Misión Especial para las Amenazas Híbridas y la Ciberseguridad, define desinformación en Desinformación: concepto y perspectivas (ARI 41/2019 – 9/4/2019) como «la difusión intencionada de información no rigurosa que busca minar la confianza pública, distorsionar los hechos, transmitir una determinada forma de percibir la realidad y explotar vulnerabilidades con el objetivo de desestabilizar».
Pero la desinformación no se debe entender como una actividad aislada, debemos enmarcarla en una finalidad superior. Para tal fin podemos fijarnos en cómo Rusia, unos maestros en este ámbito, emplea esta actividad.
Aunque hablemos de Rusia, esta actividad puede ser desarrollada por cualquier organización pública o privada que cuente con la capacidad e intención de llevarla a cabo. Por lo tanto, hay que hacer el ejercicio intelectual de que a medida que se leen los siguientes párrafos, ir sustituyendo Rusia por cualquier otro actor, ya sea del mundo corporativo, de la política nacional o internacional o de entidades nacionales o internacionales que puedan tener la intención y capacidad de desarrollarla, cada uno a su escala y con sus objetivos.
En la Estrategia de Seguridad Nacional rusa se plasman los objetivos estratégicos rusos: garantizar su supervivencia como nación y recuperar el protagonismo de primer orden en la esfera internacional. También identifica los adversarios que Rusia considera que pueden hacer peligrar la consecución de sus dos principales objetivos estratégicos. Para Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, son esas fuerzas que se pueden oponer a sus intereses.
Por otra parte, la Estrategia de Seguridad Nacional rusa nos da unos primeros esbozos de cómo pretende Rusia alcanzar sus objetivos estratégicos y cómo contrarrestar la amenaza que sus adversarios representan para alcanzar esos objetivos. Entre las medidas que contempla la Estrategia de Seguridad Nacional se encuentran las del ámbito de la información, que las sitúa en pie de igualdad con las medidas políticas, militares, técnico-militares, diplomáticas y económicas.
En la Doctrina Militar de las Fuerzas Armadas rusas se concretan esas medidas del entorno de la información, enuncia que se desarrollarán en el concepto denominado Guerra de la Información, en su doble vertiente, psicológico y tecnológica. En este caso nos centraremos en la psicológica.
Según la monografía publicada por el NATO Defense College Manual de la Guerra de Información rusa (GILES, 2016), dentro del concepto ruso de Guerra de la Información se integran las siguientes disciplinas: Operaciones sobre redes de ordenadores (Computer Network Operations, CNO), operaciones psicológicas, comunicación estratégica (STRATCOM), operaciones de influencia, inteligencia, contrainteligencia, decepción (maskirovka), desinformación, guerra electrónica, debilitación de las comunicaciones, degradación de ayudas a la navegación, presión psicológica y destrucción de las capacidades informáticas enemigas.
Finalmente, y dependiendo del adversario, se establecen tres niveles de campañas en la Guerra de la Información: control reflexivo, ambiente permisivo y subversión y desestabilización. Todo ello sin perder de vista sus objetivos estratégicos. Como vemos, la definición de Julia Alicia Olmo encaja con el tercer nivel de campaña de la guerra de información rusa. Por lo tanto, si cogemos el modelo de la figura 1 y sustituimos los objetivos estratégicos rusos por los de otra organización, podremos desarrollar un modelo de empleo de la desinformación, como herramienta para alcanzar un objetivo superior.
Figura 1. Esquema general de la Guerra de la Información rusa (elaboración propia).
En definitiva, la desinformación es una acción netamente ofensiva, que utiliza la manipulación de la información como un medio para alcanzar unos objetivos, buscará causar un efecto en el ámbito cognitivo de la audiencia objetivo. Posteriormente, ese efecto en el ámbito cognitivo, junto a los efectos de otras actividades como se muestran en la figura 1, tendrá un reflejo en el mundo físico, su verdadero objetivo final.
DECEPCIÓN
Retomando la definición de la RAE, definíamos decepción como «engaño» y a su vez engañar como «hacer creer a alguien que algo falso es verdadero». Pero ahondemos un poco más, para ello vamos a utilizar como guía de este concepto la obra Deception. Counterdeception and Counterintelligence de Robert M. Clark y William L. Mitchell.
La decepción se define como un proceso que intenta imponer de forma ventajosa una falsedad en la percepción de la realidad de un objetivo, tiene como finalidad que éste tome decisiones que nos favorezcan. Esas decisiones las deberá tomar en base a la percepción de la realidad que se ha moldeado por medio de un relato falso.
Pero hay que tener en cuenta un elemento esencial y que será clave para entender la decepción. La condición necesaria para que el adversario o competidor llegue a tener la percepción de la realidad que nosotros queramos que tenga, es que ese adversario o competidor realice acciones de inteligencia sobre nuestra organización. Esto es, monitorización, observación, vigilancia o cualquier otra actividad que pueda estar relacionada con la obtención de información.
Aprovecharemos la labor de obtención de información sobre nosotros para que éste obtenga la información que nosotros queramos que obtenga. Siguiendo la filosofía del Judo, «si te empujan tira, si te tiran empuja», si hacen inteligencia sobre nosotros, hagámoselo fácil, dejemos que obtengan información, pero la información que nosotros queremos que obtengan.
Entonces, cuando sepamos que un adversario o competidor realiza labores de obtención de información, por ejemplo en una licitación por un contrato, es el momento de desplegar la decepción. Empleamos la decepción como apoyo a nuestra propia operativa, en el caso del ejemplo, la decepción nos ayudará a alcanzar la sorpresa, que a su vez, permitirá hacernos con la licitación en la que competimos. En definitiva, la decepción está protegiendo a la organización, por ese motivo la contrainteligencia tendrá un papel destacado, ya que será la que mejor conozca el sistema de inteligencia del adversario, o dicho de otro modo, cómo el adversario obtiene y elabora la información que apoya sus decisiones.
En la decepción se va a jugar con cuatro elementos esenciales, la verdad, necesaria para ganar credibilidad ante los canales de obtención del adversario; la negación, para ocultar nuestras verdaderas capacidades e intenciones; el engaño, para fabricar una realidad que no es tal; y la distracción, desviar la atención de la verdad hacia una percepción falsa.
Con estos cuatro elementos, verdad, negación, engaño y distracción, hay que planificar la decepción. Primero, determinar qué situación nos queremos encontrar llegado el momento de la verdad, por ejemplo en la apertura de los sobres de la licitación. Después, identificar las acciones y las decisiones previas que alguien debe tomar para que se materialice la situación deseada. Seguidamente, habrá que desarrollar una historia que ese alguien debe conocer para que tome las decisiones buscadas. A continuación, se deben identificar los canales que utiliza para obtener la información y que le conduzca a creerse la historia. Y finalmente, conocer qué información debe estar disponible y cómo se debe presentar para que los canales del competidor la obtengan.
En definitiva, la decepción es una acción que busca la protección de la organización ante las acciones agresivas de un adversario. Un adversario que busque obtener una ventaja por medio de acciones de inteligencia contra la parte esencial de nuestro negocio. El objetivo de la decepción es hacer creer a alguien una historia para que tome una determinada decisión, esto es, por medio de la información, actuamos en su ámbito cognitivo para que tenga una repercusión en el entorno físico.
DESINFORMACIÓN VS DECEPCIÓN
Como hemos podido ver a través del artículo, hay una clara diferencia entre una actividad y la otra. La desinformación es una actividad reprobable porque ataca el plano cognitivo de un individuo o colectividad, sin que ésta haya entablado o pretenda entablar una relación con el primero. Mientras que en la decepción, nos estamos defendiendo de una manera activa contra la agresión de un actor externo, simplemente intentamos sacar provecho de su agresión, no somos en primer término hostiles contra ese agresor.
Por otra parte, las similitudes las encontramos en este símil castrense: ambas actividades utilizan la información como munición; los canales de difusión o canales de obtención de información son las armas; el ámbito cognitivo es empleado por ambos como campo de batalla, y modificar el entorno físico, es el efecto que tanto uno como otro busca. En todos los ámbitos, militar, político, corporativo, etc. se buscará que ese efecto, sumado a los efectos de otros entornos (ventas, logística, terrestre, etc), permita alcanzar los objetivos de cada organización.
En conclusión, con sus similitudes y diferencias, la desinformación es una actividad rechazable, que se debe combatir, ya que busca atacar el plano cognitivo de los individuos sin que estos hayan hecho nada contra el agresor. Mientras que la decepción es una herramienta licita, que dentro de los límites legales, está a disposición de las organizaciones para protegerse y contribuir a alcanzar sus objetivos.
Fuente: inteligenciayliderazgo.com
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