El capitalismo y el medio ambiente

febrero 19, 2018 · Imprimir este artículo

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El capitalismo es incompatible con la conservación de la naturaleza. Sólo los lugares donde el Estado es fuerte y la libertad económica se restringe consiguen altos índices de calidad ambiental. Estas afirmaciones se repiten tanto que la mayor parte de la población las considera ciertas sin el más mínimo sentido crítico.

Aunque usualmente sólo nos cuentan una cara de la moneda, al menos existen dos grupos de teorías contrapuestas:

  1. Mayor desarrollo y niveles de consumo hacen presión sobre variables medioambientales. No se puede crecer infinitamente en un mundo de recursos finitos. La libertad económica conlleva además que las empresas no tienen en cuenta los ecosistemas que destruyen con tal de hacer crecer su cuota de mercado y cuenta de resultados. Estas visiones están cercanas a la ecología política y al ecosocialismo.
  2. Mayor libertad económica significa mayor desarrollo y el mismo conlleva mayor calidad ambiental porque así lo demandan consumidores. Además, la protección de derechos de propiedad asegura minimizar externalidades medioambientales. Esta es la visión más cercana a la economía y algunos programas de estudio que combinan medio ambiente y economía.

Para ver que grupo de teorías es más cercana a la realidad, vamos a analizar datos sobre libertad económica y calidad ambiental.

¿Qué dicen los datos?

Cuando cruzamos los datos de calidad ambiental con los datos de libertad económica vemos que la historia es muy diferente a la que nos suelen contar. Los países más libres son también aquellos con mayor calidad ambiental. No parece que exista un trade off entre calidad ambiental y desarrollo económico (más bien lo contrario).

Si ordenamos los países de más a menos libres (por cuartiles) vemos como efectivamente aquellos países con mayor puntuación en el índice de libertad económica son también aquellos países con más puntuación en el índice de desempeño ambiental[1].

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Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu. No hay países con puntuación menor a 35 puntos en el índice de calidad ambiental.

En el diagrama de dispersión podemos comprobar como efectivamente la relación entre la libertad económica y el desempeño ambiental es positiva. Cada punto en el diagrama es un país diferente.

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Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu
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El análisis de regresión nos dice que por cada punto que incrementa el índice de libertad económica, aumenta 0.95 puntos el índice de calidad ambiental. La correlación positiva es muy clara (ver anexo 1).

Sin embargo, la relación entre estas variables no es estática. Al final podría ocurrir que la calidad ambiental terminara deteriorándose como producto de las políticas de laissez faire en el largo plazo. Para ver si esto es cierto cruzamos el índice de desempeño ambiental contra la media del índice de libertad económica en los últimos 15 años. Una vez más, el diagrama de dispersión muestra un punto por cada país.

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Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu
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Vemos una vez más como a mayor libertad económica, también en el tiempo, sigue existiendo un mejor cuidado del medio ambiente.

Exportación de la polución

Una posible crítica a lo aquí expuesto podría ser la siguiente: los países con mayor libertad económica (y más prósperos) en realidad están “exportando” sus industrias contaminantes al mucho menos libre tercer mundo mientras que dejan “en casa” las industrias no contaminantes. Las grandes empresas radicadas en el primer mundo se aprovecharían de los Estados fallidos del mundo en desarrollo para contaminar en estos países lo que no pueden (o quieren) contaminar en casa.

Para ver si esto es verdad, esperaríamos que aquellos países con gran recepción de inversión extranjera directa tuvieran también un mal puntaje en el índice de desempeño ambiental. Sin embargo, esto no ocurre.

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Fuente: Banco Mundial. Yale.edu
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Parece que la crítica carecería de fundamento. La relación entre ambas variables es inexistente, no importa el nivel de inversión extranjera directa para determinar el nivel de desempeño ambiental. No podemos afirmar que los países libres (y ricos) exporten su polución mediante deslocalización de empresas a los países menos libres, aunque tampoco podemos afirmar que la mayor inversión extranjera directa “exporte” las buenas prácticas ambientales a los países en desarrollo.

Lectura recomendada:  El Principio de Gause de la Exclusión Competitiva aplicado a los Negocios

Si analizamos la inversión extranjera directa desde los países con desempeño ambiental muy alto (por encima de 85 puntos en índice) hacia los países con desempeño ambiental muy pobre (por debajo de 50 puntos en el índice) vemos que los primeros apenas invierten en los segundos. Menos del 0.1% de la inversión extranjera directa de los países más limpios va hacia los países más sucios. De los 25 países más limpios, 14 no tienen ni una sola inversión en los países más sucios. De los 11 países restantes, sólo uno supera el 5% de destino de sus inversiones hacia países sucios. Sólo dos países destinan más del 1% de su inversión extranjera directa a los países más sucios.

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Fuente: OECD. ONU (Unctad.org)
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En definitiva, los países que destruyen su medio ambiente lo hacen ellos solos o por inversiones de países que también destruyen su propio medio ambiente. La mayor parte de la inversión de los países limpios va hacia otros países limpios. La polución no se “exporta” desde los países ricos hacia los países pobres.

¿Y la inversión en sectores extractivos?

Se suele aducir que los sectores extractivos tienden a ser mucho más contaminantes y degradan el medio ambiente mucho más que otros sectores, además estos sectores suelen tener mala prensa. Por lo tanto, podría ocurrir que la cantidad total de inversión extranjera directa no tuviera ninguna relación con la calidad ambiental, pero bien podría ser que la inversión extranjera directa en industrias extractivas si tuviera un fuerte impacto negativo en el medio ambiente.

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Fuente: Banco Mundial. Investmentmap.org
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En esta ocasión si vemos una línea de tendencia ligeramente negativa. Sin embargo, si realizamos el análisis de regresión (que es en lo que se basa la línea de tendencia), la relación entre las variables no es estadísticamente significativa (o lo que es lo mismo, no hay relación entre las variables). Ver anexo 2.

Ni siquiera la mayor inversión en industrias extractivas degrada el medio ambiente si es que existe una mayor libertad económica en el país destino de la inversión.

Correlación no es causalidad

La mejor crítica al presente artículo podría rezar así: muy bien, pero los datos expuestos no prueban nada, simplemente son correlaciones, no prueban ninguna causalidad.

correlación no implica causalidad - Dilbert

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Efectivamente, la causalidad se explica con un teoría o serie de relaciones lógicas que pretenden unir distintos eventos y “dar forma” a un mundo complejo percibido como caótico. Es decir, los datos no hablan, se interpretan a la luz de teorías.

Existen teorías que explican que los países más libres, además de ser los más prósperos, son los que más tienden a cuidar el medio ambiente. De la misma manera, existen teorías que exponen una relación contraria, a mayor libertad económica, más se degrada el medio ambiente. Las dos teorías se basan en visiones del mundo contrapuestas, lo interesante es contrastar dichas teorías con los datos disponibles. Con los datos en la mano, parece que la teoría que más se acerca a la realidad es aquella que nos dice que a mayor libertad empresarial, mejores resultados medioambientales. Esta relación tampoco es apodíctica, la buena calidad ambiental depende de más variables, lo que si está claro es que cuando el capitalismo avanza también lo hace el medioambiente.

Conclusión

Una vez analizados los datos, nos damos cuenta de que el capitalismo realmente le sienta bien al medio ambiente. A mayor libertad económica, mejores índices de calidad ambiental.

Los países más limpios no “exportan” su polución mediante deslocalización de empresas. De hecho, los países más limpios ni siquiera invierten en los países más sucios.

Fuente: libremercado-medioambiente.ufm.edu, 19/02/18.

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