¿Existen los Derechos Civiles en el Socialismo?

noviembre 27, 2019

¿Es compatible el socialismo con los derechos civiles?

Por Franklin López Buenaño.

Hay una confusión bastante común mediante la cual se percibe como socialistas a varios países europeos solo por el hecho de que tienen un estado de bienestar.

A raíz del fracaso monstruoso del correato y del chavismo en Ecuador Venezuela, respectivamente, se abre al debate sobre qué mismo es socialismo y si un socialismo light es compatible con la democracia liberal, entendida esta como un sistema político que defiende y garantiza una serie de valores como el derecho a la vida, a la libre expresión, a la propiedad privada (menos ese eufemismo de “con función social”), a la libertad de cultos, a la igualdad ante la ley, la igualdad de contratación, la igualdad de asociación, división e independencia de poderes, alternancia en el poder, respeto a las minorías, y otras más.  Este ensayo pretende concluir que el socialismo no es compatible con la democracia liberal. Por supuesto, lo primero es definir qué es socialismo y qué no es socialismo.

Comienzo afirmando que hay una confusión bastante común en este campo. La confusión la resume de maravilla el columnista del diario El Comercio (Ecuador): Rodrigo Fierro Benítez[1]: “Me declaro socialista del siglo XXI, demócrata liberal si de precisiones se trata. No se crea que soy de los pocos: son millones los que abandonaron el marxismo-leninismo ortodoxo, es decir el socialismo real, el de la Unión Soviética[2]. Seis meses más tarde busca aclarar más su convicción ideológica y dice: “A mi juicio, es el socialismo con libertad el paradigma en nuestros días. El imperio de la Ley, la justicia independiente, la libertad de expresión, la gestión moderadora del Estado, he ahí el socialismo democrático, el del siglo XXI”.[3]

La raíz de la incompatibilidad estriba en la frase “la gestión moderadora del Estado”, supongo que esto significa el estado de bienestar como el que existe en los países europeos. Pero eso no es socialismo, es capitalismo, la búsqueda de ganancias no está estigmatizada, las empresas grandes continúan operando, y cuando algún programa de beneficio social tiene problemas se lo reforma. Por ejemplo, consideremos el sistema educativo. Hoy en Suecia el gobierno ofrece un bono o vale a cada padre o madre para que ellos escojan la escuela para sus hijos. El gobierno noruego concede la explotación de petróleo a más de diez empresas multinacionales y ahorra los excedentes de la producción petrolera –que se invierten en el mercado de valores– para mantener su gasto fiscal en tiempos de “vacas flacas”.  Los derechos individuales a la sexualidad, al arreglo matrimonial, se enmarcan perfectamente bien a la definición de libertad de John Stuart Mill, o en lo que muchos llamarían valores burgueses.

Si a este sistema quieren llamarlo socialismo light entonces qué es capitalismo. ¿No es este un sistema en que predomina lo individual sobre lo colectivo? ¿No es un sistema en que los dueños de la propiedad tienen derecho a las utilidades o a las rentas de su dominio?  Porque aunque el gobierno se apropie del 70 por ciento de ellas el derecho no se ha conculcado. ¿No es capitalismo el sistema en donde los precios se determinan en el mercado, es decir, por la interacción de la oferta y la demanda? Den cualquier adjetivo al capitalismo, sea sistema social de mercado o liberalismo social, pero no deja de ser capitalismo.

Para los socialistas “capitalismo” es mala palabra[4], si no se atiene a los postulados de su construcción mental entonces es “neoliberalismo” (otra mala palabra). Enrique Ayala Mora, uno de los más conocidos socialistas del Ecuador, en su referencia al gobierno del socialismo del siglo XXI de Rafael Correa sostiene enfáticamente que eso no era socialismo sino capitalismo, “al contrario de su retórica, la administración de Correa optó por modernizar el capitalismo”[5] [para lo cual se requería construir la infraestructura que necesita el capital para su florecimiento]. Y continúa: «[Pero] no hubo cambio social mayor, hubo crecimiento económico pero no cambio estructural significativo». También señala que el crecimiento del sector público fue un paso positivo, aunque excesivo. En otras palabras no era socialismo.

Socialismo, a mi entender, es un sistema socioeconómico diferente, es un sistema de instituciones, de actitudes y forma de vida diferente, es otro tipo de sociedad. En la declaración de principios en el Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE) de 1987 se sostiene que el partido está construyendo un socialismo enraizado en el país que sea autónomo, latinoamericano, antiimperialista. Además, que sea revolucionario para construir una nueva sociedad y un nuevo Estado, en donde la participación y el trabajo del pueblo serán los cimientos del poder y el bienestar de todos los ecuatorianos, cambiando las estructuras y eliminando las desigualdades y la injusticia[6]. Me atrevo a suponer que esta nueva sociedad también se sustentará en nuevos valores: lo colectivo sobre lo individual, la solidaridad sobre el afán de lucro, el buró planificador sobre la invisibilidad de la mano capitalista, la naturaleza sobre la codicia del extractivismo, la cooperación sobre la competencia. Cito a un preclaro socialista:

Si el socialismo va a ser una formación socioeconómica nueva  —Debo martillar esta premisa— entonces debe depender para su dirección económica sobre alguna forma de planificación, y su cultura sobre alguna forma de compromiso con la idea de una colectividad consecuentemente [el socialism es un sistema] moral.[7]

En lo económico hay que enfrentar el problema de la escasez[8]. Hay que satisfacer las necesidades del consumo presente y reemplazar los bienes de capital que se van desgastando. El cambio tecnológico debe dirigirse de tal manera que no dañe el ambiente o extinga los recursos naturales. Y para progresar y crecer económicamente el consumo presente debe reducirse y el ahorro usarse para la inversión en nuevos bienes de capital. Como no se puede dejar estos procesos a merced de las fuerzas de mercado, hay que comandar, es decir del esfuerzo consciente de dirigir, administrar, asignar, y para ello requiere de burócratas, de individuos no sólo con conocimientos del caso (tecnócratas) sino incorruptibles. ¿No es el mayor problema legado por el correato[9] la obesidad y corrupción de la burocracia?

Entonces, ¿cómo lograr que el sistema económico funcione? ¿Voluntaria u obligatoriamente? En el capitalismo los impuestos, las regulaciones, los subsidios son incentivos para que se lo haga voluntariamente[10].  El mercado no es solo un medio de obtener utilidades, es también un mecanismo para mejorar la condición del individuo, un medio para “buscar la felicidad”. Pero en el socialismo tiene que haber obligatoriedad, y eso implica en cierta medida autoritarismo[11], pero mientras más extensas y profundas sean las actividades económicas que se excluyen del mercado más extenso y profundo el autoritarismo. Lenin se encontró con este problema y así fue como se inició el socialismo real que luego desencadenó en el estalinismo despiadado. El socialismo no puede eliminar el interés propio y subordinarlo al bien colectivo voluntariamente, por consiguiente tiene que hacerlo a la fuerza.

La obligatoriedad no se reduce a la actividad económica sino también se extiende a aspectos culturales. La cultura detrás del capitalismo ha sido calificada como burguesa. Los valores burgueses celebran y animan la idea de la individualidad. Inclusive en el triunfo de los deportes colectivos (como el fútbol) no deja de festejarse el valor individual. En el socialismo la cultura de la nueva sociedad debe ser diferente, debe celebrar, apoyar, y gestar lo colectivo. Si en el capitalismo la cultura se enfoca al logro material, en el socialismo la cultura debe enfocarse a los logros morales o espirituales. El problema como lo ve Heilbroner “radica en la dificultad que una cultura socialista pueda tolerar las actitudes políticas y sociales inherentes a la burguesía”.

Los valores burgueses toleran la disidencia, permiten inclusive la subversión, las huelgas y las manifestaciones callejeras. En las universidades, en la prensa, en los movimientos políticos los individuos escriben, argumentan a favor hasta de la sedición o la secesión. ¿Por qué? Por el valor que se da a la individualidad, a la diversidad y a la pluralidad. Se podría hasta sostener que se debe a la falta de significación moral a las actividades económicas y políticas. No hay prevalencia de valores absolutos, lo que existe son opciones, proposiciones, pragmatismo y hasta utilitarismo. La democracia liberal se fundamenta sobre estos valores burgueses.

Por el contrario, si el socialismo se debe fundamentar sobre valores morales, surge la pregunta, ¿moralidad de quién? El islamismo es un sistema fundamentado en los valores musulmanes y son sistemas despóticos. Las expresiones en contra de un sistema moral son blasfemias, no se pueden tolerar la oposición o la disidencia porque destruirían el sistema. En el liberalismo el individualismo no es destructivo del sistema, en el socialismo sí. 

Como la sociedad socialista aspira a ser buena, todas las decisiones y todas las opiniones están obligadas a ser morales. Por lo tanto, cualquier desavenencia, cualquier desacuerdo que cuestione la moralidad del sistema, no solo su eficiencia o eficacia económica, sino su validez ética serían inexorablemente reprobables y por tanto punibles, sería semejante a una herejía digna de la excomunión o del cadalso.

En conclusión, el socialismo llamémoslo utópico o idealizado que no quiere confundirse con el capitalismo, conduce irremediablemente a un sistema despótico, autoritario, disfrazado de moralismo que cuando se quita la vestidura y quedan al desnudo los resultados son atroces e inexorablemente desastrosos. Por esto, se cuentan en millones los muertos que deja en su camino, se da la pauperización de sociedades prósperas como la de Venezuela o la creación de islas prisiones como la de Cuba. Estos son crímenes de lesa humanidad.

Referencias:

[1] Un médico brillante en su campo.

[2] Rodrigo Fierro. “El socialismo del siglo XXI”, diario El Comercio, 28 de junio 2018.

[3] Rodrigo Fierro. “Mi derecho a pensar”, diario El Comercio, 10 de enero 2019.

[4] No he encontrado ningún escrito socialista en el que no se condene el capitalismo o el neoliberalismo.

[5] Enrique Ayala Mora.  “Authoritarian Caudillismo and Social Movements in Ecuador”. Capítulo en el libro Ecuador TodayLoc. 2562. 

[6] Ibid. Loc. 2524.

[7] Robert Heilbroner. “What is Socialism”, revista Dissent, https://www.dissentmagazine.org/wp-content/files_mf/1433884078summer78heilbroner.pdf  (Traducción y énfasis del autor)

[8]Todo texto de economía indica que el problema de la escasez se soluciona (o reduce) de tres maneras: tradición, mercado, o comando.

[9]También lo fue en la Unión Soviética y fue una de las razones para su colapso.

[10] Estoy consciente que los impuestos y otras medidas gubernamentales sufren de un cierto grado de coerción; no obstante, también en gran medida la coerción es soslayada por las mayorías y por tanto no le quita mérito a mi argumento sobre la noción de voluntariedad en el capitalismo.

[11] Autoritarismo no es siempre totalitarismo. No es necesario que el comando sea sobre toda la economía, pero como bien ha descrito Hayek en su Camino a la servidumbre, poco a poco la obligatoriedad avanza, aunque sea a paso de tortuga.

Fuente: elcato.org

socialismo
Socialismo

Etiquetas: Franklin López Buenaño, socialismo, capitalismo, liberalismo, Estado de Bienestar, autoritarismo, Totalitarismo, socialismo moderno, Socialismo del Siglo XXI.

.

.

¿Por qué insistir que el liberalismo fracasó igual que el marxismo?

julio 14, 2019

Muchos indicadores demuestran que estamos mejor hoy en los países en desarrollo de lo que estaban los países ricos hace 75 años. ¿Por qué ha sucedido esto? Es el resultado de que algunas cosas que solían ser propiedad exclusiva de ciertos países occidentales se han empezado a difundir por el mundo, ideas como el capitalismo, la economía de mercado, la producción libre y el libre intercambio.

Por Eleonora Urrutia.

Está de moda criticar y culpar de todos los males a un supuesto “modelo” de sociedad al que se califica de “neoliberal”. Sus críticos cobijan solapadamente el renacimiento de un leninismo arcaico, una rabia bolchevique absolutamente paradójica en pleno siglo XXI y pretenden vivir en función de supuestos beneficios delirantes, más propios de egoísmos infantiles que de análisis serenos de convivencia.

Así, lo que llaman “el modelo neoliberal” responde a un error de análisis de los socialistas, incluido el nacionalsocialismo nazi, que los lleva a estar convencidos de la viabilidad de sistemas centralizados, liberticidas, planificadores de la realidad -como si ésta no dependiese del libre albedrío de los hombres- y confiar en artificiales operativos de felicidad programada que solo han sido capaces de distribuir miseria y terror en partes iguales. Esta es “la” diferencia con los liberales, que creemos en acuerdos institucionales tendientes al establecimiento de unas pocas reglas generales que sujeten las propensiones menos estimables de los seres humanos, pero que dejen un amplio ámbito a la exteriorización espontánea de las que contribuyen al bienestar general, donde la tradición opere como la transmisora de las experiencias vividas y de los conocimientos acumulados por generaciones anteriores sin que nadie se arrogue la idea de un modelo especial.

Una sociedad liberal puede ser muy colectiva o muy individualista, justamente porque el resultado de las reglas depende de la voluntad de las personas. Pero si opta por ser colectiva es voluntaria y no impuesta por una minoría iluminada en busca del mejor “modelo” para el resto. Efectivamente, las sociedades que han seguido principios liberales, como todas las cosas, están llenas de defectos y problemas; pero en la medida en que se avanza se van creando instituciones que cada vez funcionan mejor. El punto es que todos los otros sistemas colectivos que han pretendido construir una sociedad en base a un modelo determinado por unos pocos han sido mucho peores. Aparentemente el odio contra estas sociedades responde a que no les es permitido imponer su criterio de lo que es bueno o beneficioso, y con ello no tienen el poder del creador, sino que deben convencerlas en el día a día y en las decisiones que toma cada uno.

Los resultados de la libertad

La evidencia muestra que hace más de 10.000 años había menos de 10 millones de personas en el planeta. Hoy en día hay más de 6 mil millones [en realidad: 7550 millones de personas según la ONU], 99% de los cuales están mejor alimentados, mejor refugiados, mejor entretenidos y mejor protegidos contra las enfermedades que sus ancestros de la Edad de Piedra. La disponibilidad de casi todo lo que una persona podría querer o necesitar ha ido aumentando de forma errática durante 10.000 años y se ha acelerado rápidamente en los últimos 200: calorías; vitaminas; agua limpia; máquinas; intimidad; medios para viajar más rápido de lo que podemos correr, y la capacidad de comunicarnos a través de distancias más largas de las que podemos gritar. Durante las últimas dos décadas, la proporción de la pobreza absoluta -las personas con un ingreso inferior al dólar/día- se ha reducido del 31 al 20 por ciento; incluso, a pesar de que la población total aumentó en 1.500 millones, también se ha reducido en números absolutos por primera vez en alrededor de 200 millones. En los últimos 30 años, la renta media en los países en desarrollo se ha duplicado y las situaciones de hambre permanente se han reducido del 37 al 18%. Durante los últimos 50 años, la pobreza global se ha reducido más que en los 500 años anteriores juntos, el analfabetismo ha hecho lo propio del 70 al 25%, la mortalidad infantil del 18 al 8% y la esperanza de vida ha crecido de 46 a 64 años. La mejora es una aspiración legítima de la humanidad y el progreso material no sólo es bueno por sí, sino que está asociado a otros bienes morales también valiosos.

En otras palabras, estos indicadores están mejor hoy en los países en desarrollo de lo que estaban en los países ricos hace 75 años. ¿Por qué ha sucedido esto? Es el resultado de que algunas cosas que solían ser propiedad exclusiva de ciertos países occidentales se han empezado a difundir por el mundo, ideas como el capitalismo, la economía de mercado, la producción libre y el libre intercambio. Los progresistas se quejan de que este mundo más libre crea pobreza y desigualdad. Eso es una verdad a medias. Si se considera la pobreza están completamente equivocados; la pobreza ha disminuido en las décadas de globalización. Pero están en lo cierto cuando dicen que este es un mundo desigual. El factor que más determina el nivel de vida de un individuo y sus oportunidades de prosperar es la latitud en la que ha nacido; quienes nacen en el hemisferio norte tienen mayor libertad de emplear la inteligencia en lo que consideran adecuado y tiene la libertad de trabajar en su beneficio, libertades éstas que en el sur se tienen en mucho menor grado. Hay un dato que lo dice todo: la gente en los países más libres vive de media 24 años más que la gente en los países menos libres. Sí, la distribución de la riqueza en el mundo es desigual, pero debido a la desigual distribución de la libertad, lo que a su turno da origen entre otras cosas a la acumulación de capital. Si destruyéramos esta acumulación de capital y las causas que le dan origen, todos seríamos pobres, pero, eso sí, iguales. Y además no se trata de un juego suma cero: el norte no le saca al sur sino que produce más que el segundo. Pero lo mismo podría ocurrir invirtiendo los hemisferios.

Pero todos estos datos no parecen calar en la cabeza de algunos. Sucede que muchas veces creemos que para triunfar en la lucha por la libertad basta con la abrumadora evidencia de los hechos cuando en cambio ellos resultan insuficientes para causar la convicción necesaria en el debate ideológico. Como decía von Mises: “facts per se can neither prove nor refute anything. Everything is decided by the interpretation and explanation of the facts, by the ideas and theories”. [Los hechos per se no pueden probar ni refutar nada. Todo se decide por la interpretación y explicación de los hechos, por las ideas y teorías .”]

Quizás sea por ello que, aunque la izquierda pierde las elecciones, conserva su pretendida superioridad moral. Ella establece las pautas de correcta conducta. No admite debate. ¿Constituyen ciertas regulaciones de la llamada “Memoria Histórica” en distintas circunstancias una conculcación de la libertad de expresión? Ciertamente, es evidente. Pero ahí no se admite debate. La pereza de muchos intelectuales conservadores, la cobardía –le llaman prudencia– de no significarse en defensa de la libertad para no ser tildado de fascista y la renuncia de los partidos más afines a las ideas de la libertad para defender filosóficamente un ideario liberal hacen que el púlpito de los dictámenes éticos y las costumbres esté ocupado por el autodenominado progresismo.

Un pie de página sobre neoliberalismo

El término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en Estados Unidos, tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica tiene un rol protagónico para darle o quitarle sentido a las palabras. Así, “neoliberalismo” es utilizado para caracterizar cualquier propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas estatales y, en general, reduzca la intervención estatal en la economía. Sucede que aisladamente un gobierno socialista puede tomar medidas liberales y un gobierno liberal puede tomar medidas socialistas. Ejemplos hay muchos en la historia, desde los laboristas neozelandeses hasta los conservadores británicos. Pero ello no hace a los socialistas liberales, ni a estos, aquéllos.

Hayek advirtió contra la perversión del lenguaje y denunció la existencia de lo que llamaba palabras-comadreja. Inspirado en un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara, sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado. Denunció entre otras a la palabra social. Así explicó que esta palabra agregada a otra la convertía en su contrario. Por ejemplo, la justicia social no es justicia; la democracia social, no es democracia; el constitucionalismo social, no es constitucionalismo; el estado social de derecho, no es estado de derecho, etc.  En el caso del “neoliberalismo”, lo que sucede es que se quiere asimilar con el liberalismo algunas políticas o ideas en particular que aisladamente podrían ser compatibles con él, pero también con cualquier otra cosa, sugiriendo una identidad inexistente. Se trataría de lo que en teoría se denomina una sinécdoque particularizante: se quiere presentar partes del liberalismo como si fuera el todo.

Desde el punto de vista lógico, estas figuras retóricas son consideradas falacias. Pero en el debate político la verdad no resulta de un razonamiento lógico, en el sentido de una inferencia deductiva, sino de un procedimiento dialéctico, en el sentido socrático del término. La verdad política no es deductiva ni lógica, sino expositiva y retórica. Tiene la razón quien mejor la expone. Ser liberal no significa lo mismo en todos los países. Algunos de los conceptos más preciados por los liberales, como justicia, estado de derecho o propiedad, han sido tergiversados por adjetivos semánticamente predatorios. Y, en el colmo de la paradoja, quieren sus enemigos asociar el liberalismo con ideas, políticas o gobiernos que le resultan ajenos y nada tienen que ver con las ideas de la libertad. Lo que demuestra, como tantas otras cosas, que cada vez nos alejamos más de la realidad de las cosas, para introducirnos gozosamente en un mundo idiota, donde de la obviedad hacemos una noticia y además discutimos sobre ella.

Fuente: ellibero.cl, 14/07/19.

Pilares del Liberalismo

______________________________________________________________________________

Más información:

Friedrich von Hayek: Camino de Servidumbre

La llamada de la tribu, por Mario Vargas Llosa

Nazismo y Socialismo

______________________________________________________________________________

.

liberalismo

.

.

El problema de imagen del Capitalismo

noviembre 27, 2018

 

Por qué el Capitalismo tiene un problema de imagen

Por Charles Murray.

.

El currículum de Mitt Romney en Bain debería ayudarlo a llegar a la Casa Blanca. Ha sido un capitalista exitoso y el capitalismo es lo mejor que jamás le haya pasado a la condición material de la raza humana. Desde los inicios de la historia hasta el siglo XVIII, todas las sociedades del mundo eran pobres, con sólo una delgadísima franja de riqueza en la parte superior. Luego vino el capitalismo y la Revolución Industrial. En todos los lugares donde el capitalismo echó raíces, la riqueza nacional comenzó a aumentar y la pobreza a disminuir. En todos los lugares donde el capitalismo no se instaló, la gente siguió siendo pobre. En todos los lugares donde el capitalismo ha sido rechazado desde entonces, la pobreza ha crecido.

El capitalismo ha sacado al mundo de la pobreza porque le da a las personas la oportunidad de hacerse ricos al crear valor y cosechar las recompensas. ¿Quién mejor para ser presidente del mayor de todos los países capitalistas que un hombre que se hizo rico por ser un capitalista brillante?

Sin embargo no ha resultado así para Romney. «Capitalista» se ha convertido en una acusación. La destrucción creativa que está en el corazón de una economía que crece ahora que considera malvada. Cada vez más parece que los estadounidenses aceptan la mentalidad que mantuvo al mundo sumido en la pobreza durante milenios: si te hiciste rico, es porque hiciste que otra persona se empobreciera.

¿Qué llevó el ánimo de EE.UU. tan lejos de nuestra celebración histórica del éxito económico?

Dos cambios importantes en condiciones objetivas han contribuido a este cambio de parecer. Uno es el ascenso del capitalismo de colusión. Parte del fenómeno involucra el capitalismo de amigotes, por el cual la gente en la cima se ocupa de sus pares a expensas de los accionistas. Si quiere un ejemplo basta mencionar el caso de los «paracaídas de oro», las gigantescas indemnizaciones que se llevan los ejecutivos de las compañías aunque hayan hecho una pésima labor.

Pero el problema del capitalismo de amigotes es trivial comparado con la colusión engendrada por el gobierno. En el mundo actual, las operaciones y resultados de todas las empresas son afectadas por reglas establecidas por legisladores y burócratas. El resultado ha sido corrupción a escala masiva. A veces, la corrupción es al por menor, cuando una empresa crea una ventaja competitiva a través de la cooperación de reguladores o políticos. A veces, la corrupción es al por mayor, lo que crea un potencial para que toda una industria obtenga ganancias que no existirían de no ser por los subsidios o regulaciones del gobierno (como el etanol que se usa para los autos y las hipotecas de intereses bajos para personas que probablemente no las paguen). El capitalismo de colusión se ha vuelto visible y define cada vez más al capitalismo en la mente del público.

Otro cambio en las condiciones objetivas ha sido el surgimiento de grandes fortunas acumuladas con rapidez en los mercados financieros. Siempre ha sido fácil para los estadounidenses aplaudir a quienes se hacían ricos al crear productos y servicios que la gente quiere comprar. Por eso Thomas Edison y Henry Ford fueron héroes estadounidenses hace un siglo, y Steve Jobs se convirtió en héroe cuando murió el año pasado.

En cambio, cuando una gran fortuna se genera al tomar decisiones inteligentes de compra y venta en los mercados, huele a información privilegiada, instrumentos financieros misteriosos, oportunidades que no son accesibles para las personas comunes y corrientes, y engaños. El bien que han hecho estas personas en el proceso de ganar una fortuna es poco claro. Los beneficios de una asignación más eficiente de capital son enormes, pero son realmente, realmente difíciles de explicar de forma simple y persuasiva. Parece ante una gran parte del público que se trata de personas increíblemente ricas que no hicieron nada para merecer su riqueza.

Los cambios objetivos en el capitalismo tal y como es practicado pueden representar gran parte de la hostilidad hacia el capitalismo. Pero no explican la falta de predisposición de los capitalistas que están haciéndose ricos a la antigua —ganando el dinero— para defenderse.

Le asigno esa timidez a otras dos causas. Primero, grandes cantidades de los capitalistas exitosos de hoy son personas de la izquierda política que podrían creer que su propio trabajo es legítimo pero no sienten lealtad al capitalismo como sistema o afinidad con capitalistas del otro lado del espectro político. Es más, estos capitalistas de la izquierda están concentrados donde más cuenta. Los emprendedores más visibles de la industria de alta tecnología son predominantemente de izquierda. Lo mismo sucede con la mayoría de las personas que manejan las industrias del entretenimiento y las noticias. Incluso los líderes de la industria financiera comparten cada vez más las posturas de George Soros. Ya sea que se mida según datos de recaudación de fondos o el código postal de las residencias de los miembros del Congreso, los centros de elite con mayor influencia en el mundo de la cultura están llenos de gente que se avergüenza de identificarse a sí mismos como capitalistas, y se nota en el efecto cultural de su trabajo.

Otro factor es la segregación del capitalismo de la virtud. Históricamente, los méritos de la libre empresa y las obligaciones del éxito estaban entrelazados en el catecismo nacional. Los Lectores de McGuffey, los libros con los cuales se criaron generaciones de estadounidenses, tienen abundantes historias que tratan a la iniciativa, el trabajo duro y la actitud emprendedora como virtudes, pero también tienen la misma cantidad de historias que elogian las virtudes del auto control, la integridad personal y la preocupación por los que dependen de uno. La libertad de actuar y una severa obligación moral de actuar de una cierta manera eran dos caras de la misma moneda estadounidense. Poco de ese espíritu ha sobrevivido.

Aceptar el concepto de virtud requiere que uno crea que ciertas formas de comportarse están bien y que otras están mal siempre y en todos lados. Esa postura abiertamente crítica ya no es aceptable en las escuelas de EE.UU. ni en muchos hogares estadounidenses. A la vez, hemos observado el deterioro del sentido de responsabilidad que en su momento estaba tan extendido entre los estadounidenses más exitosos y la virtual desaparición del sentido de decoro que llevó a los capitalistas exitosos a obedecer estándares de lo que es apropiado que nadie los obligaba a cumplir. Muchas figuras históricas del mundo financiero estaban consternadas ante lo que sucedía durante la etapa previa a la crisis financiera de 2008. ¿Por qué no dijeron nada antes y después de la catástrofe? Los capitalistas que se comportan de forma honorable y con control ya no tienen ni la plataforma ni el vocabulario para predicar sus propios estándares y para condenar a los capitalistas que se comportan de forma deshonrosa y temeraria.

Y así la reputación del capitalismo pasa por un momento difícil y se debe volver a elaborar una defensa del capitalismo basada en sus principios. Tal defensa se ha realizado de forma brillante y a menudo en el pasado, y Capitalismo y Libertad de Milton Friedman es mi versión favorita. Pero en el actual clima político, actualizar el caso en favor del capitalismo requiere volver a anunciar las viejas verdades de formas que puedan aceptar los estadounidenses de todo el espectro político. Este es mi mejor esfuerzo:

Estados Unidos fue creado para fomentar el florecimiento humano. Los medios para ese fin fueron el ejercicio de la libertad en busca de la felicidad. El capitalismo es la expresión económica de la libertad. La búsqueda de la libertad, donde la libertad se define en el sentido clásico de satisfacción justificada y duradera con la vida como un todo, depende de la libertad económica tanto como depende de otras clases de libertad.

La «satisfacción duradera y justificada con la vida como un todo», es producida por una cantidad relativamente pequeña de logros importantes que podemos justificadamente atribuir a nuestras propias acciones. Arthur Brooks, mi colega en el Instituto de la Empresa Estadounidense, ha llamado útilmente a esos logros «éxito ganado». El éxito ganado puede surgir de un matrimonio exitoso, niños bien criados, un lugar valorado como miembro de una comunidad, o devoción a una fe. El éxito ganado también surge de logros en el ámbito económico, que es donde aparece el capitalismo.

Ganarse la vida para uno mismo y su familia a través de los esfuerzos propios es la forma más elemental de éxito ganado. Lanzar una empresa exitosa, sin importar cuán pequeña sea, es un acto de crear algo de la nada que aporta satisfacción mucho más allá del dinero. Encontrar trabajo que no sólo paga las cuentas, sino que también es disfrutado es un recurso crucialmente importante para el éxito ganado.

Ganarse la vida, fundar una empresa y encontrar un trabajo que se disfrute dependen de la libertad de actuar en el campo económico. Lo que puede hacer el gobierno para ayudar es establecer un estado de derecho para que se puedan realizar transacciones informadas y voluntarias. Más formalmente, el gobierno puede hacer cumplir con vigor las leyes contra el uso de la fuerza, el fraude y la colisión criminal, y usar las demandas para responsabilizar a la gente por el daño que les causan a otros.

Todo lo demás que hace el gobierno restringe inherentemente la libertad económica para actuar en pos del éxito ganado.

Soy un libertario y creo que casi ninguna de esas restricciones se justifica. Pero no hay que ser libertario para aceptar la defensa del capitalismo. Usted es libre de postular que ciertas intervenciones económicas se justifican. Sólo debe reconocer esta verdad: cada intervención que levanta barreras para lanzar una empresa, encarece la contratación o despido de empleados, restringe el ingreso a las vocaciones, prescribe las condiciones e instalaciones laborales, o confisca ganancias, interfiere con la libertad económica y suele dificultar que tanto empleadores como empleados ganen éxito. Además no hace falta que sea un libertario para demandar que cualquier intervención nueva tenga el deber de probar esto: logrará algo que la ley y el cumplimiento de las leyes básicas contra la fuerza, el fraude y la colisión no logran.

Las personas con un amplio rango de opiniones políticas también pueden reconocer que estas intervenciones hacen el mayor daño a individuos y las pequeñas empresas. Los grandes bancos pueden, aunque pagando costos altos, hacerle frente a las cargas regulatorias absurdas de la ley Dodd-Frank; muchos bancos pequeños no pueden. Las grandes corporaciones pueden hacerle frente a las innumerables reglas emitidas por la Oficina de Seguridad y Salud Ocupacional, la Agencia de Protección Ambiental, la Comisión de Oportunidades Equitativas de Empleo y sus socios a nivel estatal en EE.UU. Las mismas reglas pueden aplastar pequeñas empresas e individuos que intentan formar una pequeña empresa.

Finalmente, la gente con un amplio rango de opiniones políticas puede reconocer que lo que ha pasado cada vez más durante los últimos 50 años ha llevado a un sistema regulatorio laberíntico, leyes de responsabilidad irracionales y un código impositivo corrupto. Simplificaciones abarcadoras y racionalizaciones de todos estos sistemas son posibles de formas que incluso los demócratas moderados podrían aceptar en un entorno menos polarizado políticamente.

Para ponerlo de otro modo, debería ser posible revivir un consenso nacional que afirme que el capitalismo aboga por los mejores y más esenciales aspectos de la vida estadounidense; que liberar el capitalismo para que haga lo que hace mejor no sólo creará riqueza nacional y reducirá la pobreza, sino que expandirá la capacidad de los estadounidenses para lograr éxito ganado, para buscar la felicidad.

Revivir ese consenso también requiere que regresemos al vocabulario de la virtud cuando hablamos de capitalismo. La integridad personal, un sentido de decoro y preocupación por quienes dependen de nosotros no son «valores» que no son ni mejores ni peores que otros valores. Históricamente, han estado profundamente arraigados en la versión estadounidense del capitalismo. Si es necesario recordarle a la clase media y la clase trabajadora que los ricos no son sus enemigos, es igualmente necesario recordarles a los más exitosos entre nosotros que sus obligaciones no se reducen a pagar sus impuestos. Un liderazgo responsable y basado en principios puede nutrir y restaurar nuestra herencia de libertad. Su indiferencia a esa herencia puede destruirla.

—Murray es autor del libro «Coming Apart: The State of White America, 1960-2010» a investigador W.H. Brady en el Instituto de la Empresa Estadounidense.

Fuente: The Wall Street Journal, 01/08/12.


Capitalismo clientelista

El capitalismo clientelista o amiguista es un término que describe una economía supuestamente capitalista en que el éxito en los negocios depende de una estrecha relación entre los empresarios y los funcionarios gubernamentales. Entre sus expresiones, se puede mencionar favoritismo en la distribución de permisos legales, subvenciones del gobierno e impositivos especiales, por ejemplo.

Se cree que el capitalismo clientelista surge cuando el clientelismo político se mezcla en el mundo empresarial; cuando las amistades interesadas y los lazos familiares entre empresarios y políticos influyen en la economía y sociedad en la medida que corrompe a los sectores públicos en los ideales económicos y políticos.

El clientelismo en la práctica

En su forma más suave, el capitalismo clientelista consiste en una colusión entre los agentes del mercado internacional. [Una colusión es un pacto que acuerdan dos personas u organizaciones con el fin de perjudicar a un tercero.] Aunque posiblemente muestren una ligera competencia entre sí, en la práctica forman una frente ante el gobierno para reclamar premios (a veces en lo que se denomina una asociación profesional o un grupo sectorial). Los recién llegados al mercado pueden tener dificultades para encontrar préstamos o adquirir espacio en los estantes para vender su producto, en los campos tecnológicos, pueden ser acusados de infringir las patentes que los competidores establecidos nunca invocarían entre ellos. Las redes de distribución se niegan a ayudar al negocio nuevo. Dicho esto, todavía habrá competidores que agrietarán el sistema cuando las barreras legales son débiles, especialmente cuando la vieja guardia se ha vuelto ineficiente y deja de satisfacer las necesidades del mercado. Por supuesto, algunos de estos advenedizos pueden entonces unirse a las redes establecidas para ayudar a disuadir a otros nuevos competidores. Entre los ejemplos de estas prácticas se pueden mencionar el keiretsu del Japón de la posguerra, la prensa escrita en la India, el chaebol de Corea del Sur, y las familias poderosas que controlan gran parte de la inversión en América Latina.

Con todo, el capitalismo amiguista generalmente se asocia con un gobierno más intervencionista. En estos sistemas son comunes las leyes y regulaciones intencionalmente ambiguas que, si se cumplieran estrictamente, supondrían un enorme lastre para prácticamente todos los negocios. En la práctica, sin embargo, sólo se aplican de forma errática. La posibilidad de que de repente el peso de la ley caiga sobre un negocio proporciona incentivos para permanecer en el favor de los funcionarios políticos. Los rivales problemáticos que han sobrepasado sus límites pueden pasar a ser de repente objetivos de la aplicación de la ley, lo que podría conllevar penas de multa o la cárcel.

Algunos ejemplos notables son la República Popular China; India, especialmente hasta la década de 1990 cuando la fabricación estaba estrictamente controlada por el gobierno (el «imperio de la ciencia»); Indonesia; Argentina, Brasil; Malasia; Rusia; y la mayoría de los otros estados del ex Bloque del Este. Los críticos afirman que las conexiones con el gobierno son casi indispensables para el éxito de los negocios en estos países. Wu Jinglian, uno de los economistas principales de China y un campeón en la transición hacia el libre mercado, dice que China se enfrenta a dos futuros de marcado contraste: un mercado económico bajo el imperio de la ley o el capitalismo clientelista.

Clientelismo en sectores de la economía

Índice de Percepción de Corrupción elaborado por Transparencia Internacional, 2007.La participación más directa del gobierno puede conducir a áreas específicas del capitalismo clientelista, incluso sí la economía como un todo puede ser saludable. Los gobiernos a menudo de buena fe, establecen organismos gubernamentales para regular una industria. Sin embargo, los miembros de una industria tienen un interés muy fuerte en las acciones de un organismo regulador, mientras que el resto de la ciudadanía es ligeramente afectada. Como resultado, no es raro que los hombres de negocios tengan el control del «perro guardián» y puedan usar dicho poder contra sus competidores. Este fenómeno es conocido como la captura del Regulador.

Un ejemplo de esto en los Estados Unidos fue la Comisión Interestatal de Comercio, que fue establecida en 1887 para regular los «ladrones barones»; en su lugar, rápidamente se controló, y estableció un sistema de permisos que se utilizó para negar el acceso a los nuevos operadores y legalizar funcionalmente el precio de fijación.

Un ejemplo más reciente, en el 2004 sería el caso de las granjas de Creekstone. Después del susto de la vaca loca, Creekstone decidió examinar todas sus vacas por la enfermedad de la vaca loca. Esto les permitiría venderle de nuevo a Japón, que había bloqueado la importación de toda la carne americana que no hubiera sido completamente examinada. Después de que las instalaciones adecuadas habían sido construidas y el personal contratado para hacer tal cambio, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos emitió una orden judicial y se negó a permitir a Creekstone comprar los equipos necesarios para examinar. Esto permitió que los productores de carne más grandes mantuvieran sus costos bajos y no dejaran de ser competitivos a causa de un rival menor. Creekstone demandó a USDA por anular la libre competencia en el mercado. El economista Paul Krugman, comentó que el incidente mostraba que «los imperativos del capitalismo clientelista profesa la fe en el libre mercado,» al menos por el Departamento de Agricultura en el momento.

El complejo industrial-militar en los Estados Unidos es a menudo descrito como un ejemplo del capitalismo clientelista en una industria. Las conexiones con El Pentágono y los grupos de presión en Washington son descritos por los críticos como más importante que la competencia, debido a la naturaleza política y secreta de los contratos de defensa. En la disputa Airbus-Boeing WTO, Airbus (que recibe subsidios directos de los gobiernos europeos) ha declarado que Boeing recibe ayudas similares, que están ocultas en los contratos ineficientes de defensa. En otro ejemplo, Bechtel, afirmando que debería haber tenido la oportunidad de presentar ofertas para contratos determinados, dijo que Halliburton había recibido contratos sin licitación debido a prácticas clientelistas de la administración de Bush.

Gerald P. O’Driscoll, ex vicepresidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, afirmó que Fannie Mae y Freddie Mac se habían convertido en ejemplos del capitalismo clientelista. El respaldo del Gobierno dejó a Fannie y Freddie dominar la suscripción de hipotecas. «Los políticos crearon los gigantes hipotecarios, que luego se volvieron parte de los políticos – a veces directamente, como fondos de campaña; a veces como «contribuciones» para favorecer a constituyentes.»

Creación de este capitalismo en el desarrollo de las economías

En su peor forma, el capitalismo clientelista puede significar la corrupción simple, donde cualquier pretensión de un mercado libre se dispensa. Los sobornos a funcionarios son considerados de rigor y la evasión fiscal es común; esto es visto en muchas parte de África, por ejemplo. Esto a veces es denominado plutocracia (por riqueza) o cleptocracia (por robo).

Los gobiernos corruptos pueden favorecer a un grupo de dueños de negocios quienes tienen estrechos vínculos con el gobierno por sobre los demás. Esto también puede hacerse por favoritismo racial, religioso y étnico; por ejemplo, los alawitas en Siria tienen una participación desproporcionada en el gobierno y los negocios allí. (El Presidente de Assad es alauita). Esto puede explicarse considerando las relaciones personales como una red social. Mientras que el gobierno y los líderes de empresas tratan de lograr cosas diferentes, naturalmente buscan la ayuda de otras personas de gran poder para apoyarlos en sus esfuerzos. Estas personas forman centros en las conexiones de red. En un país en desarrollo, estos centros pueden ser muy pocos, por lo tanto se concentra la economía y el poder político en un grupo pequeño de acoplamiento.

Normalmente, esto es insostenible para los negocios ya que los nuevos negocios afectarán el mercado. Sin embargo, sí los negocios y los gobiernos se entrelazan, entonces el gobierno puede mantener el pequeño centro social.

Puntos de vista políticos

Los críticos del capitalismo incluyendo los socialistas y otros anti-capitalistas, a menudo afirman que el capitalismo clientelista es el resultado inevitable de muchos sistemas capitalistas. Jane Jacobs lo describió como una consecuencia natural de la colusión entre quienes tienen el poder y quienes comercian, mientras que Noam Chomsky ha dicho que la palabra «cronyism» (amiguismo) es superflua cuando se descibre el capitalismo. Dado que los negocios generan dinero y el dinero lleva al poder político, los negocios inevitablemente usaran su poder para influenciar los gobiernos. Gran parte del ímpetu detrás de la reforma de financiación en los Estados Unidos y en otros países es un intento de prevenir que el poder económico sea usado para tomar poder político.

Los capitalistas también se oponen al capitalismo clientelista, pero lo consideran una aberración provocada por favores gubernamentales incompatibles con un mercado libre. A veces es referido como un «estado corporativista». En este punto de vista, el capitalismo clientelista es el resultado de un exceso del estilo socialista en interferencia en el mercado, que requiere grupos de presión empresariales activos para reducir la burocracia. De hecho, algunos han abogado por el uso del término «socialismo clientelista» en lugar de insistir que la única forma de manejar un negocio rentable en estos sistemas es tener ayuda de funcionarios corruptos del gobierno. Estos defensores apuntan a los niveles más altos de interacción entre las empresas y los gobiernos que se consideran más socialistas, llevándolo a su máximo en la forma de nacionalización de industrias. Incluso sí la regulación inicial tenía una buena intención (para frenar los abusos reales), e incluso sí la presión inicial de las empresas fue bien intencionada (para reducir las regulaciones ilógicas), la mezcla de negocios y el gobierno es lo que eventualmente resulta nocivo. En su libro, The Myth of the Robber Barons, Burton W. Folsom, Jr. distinguió entre los que se involucran en el capitalismo clientelista —a los que denomina «empresarios políticos»— de aquellos que compiten en el mercado sin ayuda especial del gobierno, a quien llama «empresarios del mercado.»

Los economistas socialistas han criticado el término como un intento ideologicamente motivado para referirse a lo que según ellos son los problemas fundamentales del capitalismo como irregularidades evitables. El término «capitalismo clientelista» hizo su primer impacto significativo en el ámbito público como una explicación de la crisis financiera asiática. Esta explicación es frecuentemente desestimada por ser una apología de los fracasos de la política neoliberal y las debilidades fundamentales de las dinámicas del mercado. De acuerdo con el economista socialista Robin Hahnel:

«Los funcionarios del FMI, Michel Camdessus y Stanley Fischer se apresuraron a explicar que las economías afectadas habían sido las únicas culpables. El capitalismo clientelista, la falta de transparencia, procedimientos contables que no están basados en normas internacionales, y políticos pusilánimes demasiado rápidos para gastar y temerosos para poner impuestos es donde estaban los problemas según el FMI y los oficiales del Departamento de Tesoro de Estados Unidos. Simplemente no importaba el hecho que las economías afectadas habían sido presentadas como un dechado de virtud en los informes del FMI/World Bank mostrados hacía nada más que un año, el hecho de que la única historia exitosa del neoliberalismo habían sido los países industrializados recientemente que ahora se encontraban arruinados, y el hecho que elrelato que arman el FMI y el departamento del Tesoro no encaja con los hechos dado que las economías afectadas no tenían más capitalismo clientelista, falta de transparencia, y políticos de voluntad débil que docenas de otras economías que estaban al margen de la crisis financiera asiática.»

Fuente: Wikipedia, 2012.

Néstor Kirchner y Cristina Kirchner con su testaferro Cristóbal López. 

.

.

.

.

.

.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


banner asesor financiero

.

.

¿Libertario-Progres contra Liberal-Conservadores?

agosto 22, 2018

¿Libertario-Progres contra Liberal-Conservadores?

Por Francisco José Contreras. 

.

“El mundo les pertenece a los heteros y no lo cederán voluntariamente. Habremos de tomarlo por la fuerza. Habremos de forzarles el culo para que lo abran. […] Ustedes, heterosexuales, no nos gustan […]: son el despreciable desperdicio del capitalismo que impulsan” (Leonor Silvestri, Foucault para encapuchadas, Buenos Aires, 2014, p. 68). “La práctica del fist-fucking (penetración del ano con el puño), que conoció un desarrollo sistemático en el seno de la comunidad gay de los años 70, debe considerarse un ejemplo de alta tecnología contra-sexual. Los trabajadores del ano son los proletarios de una posible revolución contra-sexual” (Beatriz Preciado [profesora de Historia Política del Cuerpo y Teoría del Género en la Universidad París VIII], Manifiesto contra-sexual, Madrid, 2012, p. 26).

Estos son los extremos –y he omitido pasajes más fuertes para no herir la sensibilidad del lector- a los que está llegando la ideología de género (IdG), cóctel de neomarxismo, homosexualismo y feminismo radical. Pero la cuestión es si un “verdadero liberal” debe apoyar estas cosas. He tomado las citas del imprescindible Libro negro de la nueva izquierda de Agustín Laje y Nicolás Márquez. Pues bien, ellos sostuvieron hace un año un interesante debate en la Universidad Católica de Perú.

Fue un debate entre liberales, pues Laje y Márquez se identifican como liberal-conservadores, en tanto que sus rivales eran portavoces de Students for Liberty. Por si no todo el mundo tiene tiempo de escuchar el jugoso intercambio, digamos que Laje y Márquez denunciaron el carácter liberticida de la IdG, presentándola como uno de los frutos del “marxismo cultural”; los jóvenes libertarios, en cambio, negaron la raíz (neo)marxista de la IdG y sostuvieron que los movimientos feministas y LGTB se limitan a reivindicar “igualdad ante la ley”, “libertad para amar” y “reconocimiento de los infinitos modelos de familia posibles”.

El debate peruano ilustraba muy bien el que podríamos llamar cisma liberal actual. Pues todo un sector liberal-progre considera que, por ejemplo, el matrimonio gay, el aborto libre, la maternidad subrogada, la impartición de teoría queer en las escuelas, la persecución de los “micromachismos” o la inseminación artificial de solteras o lesbianas constituyen ganancias de libertad (“nuevos derechos” los llamaron en España Zapatero y Leire Pajín). Enfrente estamos los liberal-conservadores que creemos que, al desproteger la vida y la familia (sí, la “tradicional” de padre-madre-hijos) y hacerse cómplice de una IdG de claros tintes totalitarios, ese libertarianismo está traicionando al liberalismo clásico y erosionando el marco moral que hace posible la libertad.

Debería mover a reflexión –a los liberal-progres- el hecho de compartir trinchera con la izquierda neocomunista (algo que no niegan los libertarios españoles: “Coincidimos con Izquierda Unida en algunas de sus posiciones más beligerantes en cuanto a los derechos de la persona, y en la exigencia de un Estado plenamente laico. […] Coincidimos también con el Partido Socialista en algunas cuestiones de derechos y libertades, y apoyamos los logros de su acción de gobierno en esta materia”, reza la web del Partido Libertario de Juan Pina).

¿Caben juntos Laje-Márquez y el Partido Libertario en una misma filosofía? Van algunas ideas:

Asociar las actuales reivindicaciones de los movimientos LGTB y feministas con el ideal liberal de la “igualdad ante la ley” es disparatado. La igualdad ante la ley, en lo que se refiere a mujeres y LGTB, se alcanzó hace décadas con el voto femenino, la desaparición de las restricciones de la capacidad jurídica de la mujer casada y la despenalización de la sodomía. Al contrario, las nuevas reivindicaciones feminista-homosexualistas están destruyendo la igualdad ante la ley: presunción de culpabilidad del varón en la Ley de Violencia de Género, cuotas preceptivas de presencia femenina en ciertos ámbitos, derechos especiales para los LGTB (que, por definición, se les niegan a la mayoría hetero), etc.

La definición heterosexual del matrimonio no implicaba discriminación de los homosexuales, pues el sentido de la institución fue siempre la promoción de parejas capaces de procrear: el matrimonio existe para la perpetuación de la especie, no para certificar sentimientos (¿por qué necesitarían los sentimientos un timbre oficial?).

La raíz neomarxista de la IdG es innegable. Es un hecho que ilustra brillantemente el libro de Laje y Márquez (y que otros, más modestamente, afirmamos desde hace años). Ya el marxismo clásico –especialmente Engels- apostó por el desmantelamiento de la familia, considerada ingrediente esencial de la superestructura moral del capitalismo. Engels fue el primero en equiparar la guerra de sexos a la de clases. Después, en los 60-70, cuando la prosperidad capitalista aburguesa al proletariado y desactiva el conflicto de clase, el marxismo ortodoxo muta en neomarxismo cutural sustituyendo al sujeto revolucionario clásico (la clase obrera) por nuevos colectivos “oprimidos”: mujeres, homosexuales, indígenas, inmigrantes…

pansexualidadCasi todos los padres de la IdG fueron marxistas, incluso comunistas de carné: Simone de Beauvoir, Wilhelm Reich, Kate Millet, Shulamith Firestone… La Firestone afirmaba que la revolución consistiría en que los obreros tomarían el control de los medios de producción y las mujeres el de los de reproducción (o sea, “hijos sí, maridos no”). La revolución socialista es sustituida por la revolución sexual: al principio, la segunda es considerada un medio para la primera; después irá convirtiéndose en un fin en sí mismo.

– Si el libertinaje, el rechazo del modelo familiar clásico y el aborto libre son conquistas liberales incuestionables, entonces la URSS fue pionera de los nuevos derechos y Lenin el campeón de la libertad. Pues la URSS fue el primer país en legalizar el aborto (1921), y aplicó en los años 20 políticas familiar-sexuales libertarias. La familia tradicional era una reminiscencia burguesa que debía desaparecer: sus funciones serían asumidas por el Estado total (“la patria soviética alimentará y educará al niño”). Y en eso llegó Stalin y mandó a parar, ya en los años 30, viendo asomar las orejas del invierno demográfico.

– Los libertario-progres rompen radicalmente con los clásicos del liberalismo, que siempre estimaron que la familia padre-madre-hijos era el fundamento insustituible de la sociedad abierta. John Locke, padre del liberalismo, les debe parecer ahora un opresivo heteropatriarca a los nuevos liberales: “Como la unión entre el varón y la mujer no tiene, simplemente, por objeto la procreación, sino la continuación de la especie, esa unión debe persistir incluso después de la procreación, mientras sea necesaria para alimentar y proteger a los hijos” (Ensayo sobre el gobierno civil).

Ludwig von Mises

Pero no hace falta remontarse a 1690; en 1932 Ludwig Von Mises, mentor de la muy liberal Escuela Austriaca, afirmaba (en El socialismo) que los enemigos del libre mercado lo son también de la familia: “Las propuestas de transformación de las relaciones entre los sexos han ido siempre de la mano con los planes de socialización de los medios de producción”; “el amor libre es la solución del socialista para los problemas sexuales”. Y como presintiendo la futura IdG: “Cuando el feminismo [considerando insuficiente la igualdad jurídica hombre-mujer] ataca las instituciones de la vida social [la familia “tradicional”] bajo la impresión de que así será capaz de derribar las barreras naturales, se convierte en un hijo espiritual del socialismo”. Y Hayek decía esto (en La fatal arrogancia, 1988) sobre las liberaciones de los 60-70: “Aunque se supone que el concepto de “liberación” es nuevo, sus demandas de exoneración de las costumbres morales son arcaicas. Los que defienden esta liberación podrían destruir las bases de la libertad y romperían los diques que impiden que los hombres dañen irreparablemente las condiciones que hacen posible la civilización”.

– El parentesco de la IdG con el marxismo queda confirmado por la deriva totalitaria que aquélla ha adquirido en los últimos tiempos: retirada de la licencia profesional a psicólogos que ofrezcan terapia a homosexuales que desean superar su inclinación; amenaza de multas –cuando no inhabilitación y hasta cárcel- para los “homófobos” que cuestionen públicamente los sagrados dogmas de la IdG; adoctrinamiento IdG en las escuelas (a cargo, no de profesores, sino de activistas LGTB); reglamentación de un lenguaje políticamente correcto (en Suecia se ha llegado a imponer un nuevo pronombre “no sexista”)…

Si los liberales aspiran al Estado mínimo, ¿por qué apoyan una ideología que conduce a la interferencia censora del Estado en la sociedad, y que requiere una constante inyección de dinero público para mantener su tinglado vociferante (lluvia de subvenciones a las asociaciones feministas y LGTB, “Agencias de Igualdad”, etc.)? Si los liberales creen en la libertad de pensamiento y expresión, ¿por qué van de la mano con quienes revientan a gritos o pedradas las conferencias de Milo Yiannopoulos, Philippe Ariño (ambos homosexuales, pero librepensadores), Alicia Rubio o los propios Laje y Márquez?

– Los libertario-progres deberían meditar lo que dice Robert P. George: “El gobierno limitado no puede mantenerse allí donde colapsa la cultura del matrimonio, y las familias, o bien no llegan a formarse, o bien se disuelven”. El “nuevo desorden amoroso”, que ellos celebran como conquista libertaria, al final se traduce en volatilidad de las familias (aumento de los divorcios, monoparentalidad, etc.). Y, cuanto más frágiles sean las familias, más serán los individuos en situación de vulnerabilidad, a los que el Estado tendrá que auxiliar con sus servicios. A menos familia, más Estado.

Fuente: institutoacton.org,2018


Shulamith FirestoneShulamith Firestone (1945-2012), judía feminista, nació en Canadá y fue la figura central en el desarrollo temprano del feminismo radical, después de haber sido una de las fundadoras de los grupos New York Radical Women, Redstockings y New York Radical Feminists.​ Reformuló el feminismo como un proyecto radical en el sentido marxista. Proponía la revolución de las mujeres para controlar los medios de reproducción, el aborto y la pedofilia.

Firestone fue encontrada muerta en su apartamento en 2012. Se supone que murió de causas naturales.​ Vivía de manera solitaria y sufría de mala salud.

Fuente: Wikipedia.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Vivimos en un mundo mejor

julio 28, 2018

El futuro del progreso

Hace poco más de 200 años el 90% de la humanidad vivía en la pobreza extrema, como sucedió por miles de años y que desde entonces esa cifra ha caído a menos del 10%.

Por Ian Vásquez.

.

Los periódicos siempre reportan las malas noticias: crímenes, accidentes, corrupción, guerras. Al hacer su trabajo, nos dan una impresión negativa del mundo. Lo positivo casi no se reporta. Asevera Max Roser que “los periódicos podrían haber usado el titular ‘Número de personas en extrema pobreza cayó en 137.000 desde ayer’ todos los días durante los últimos 25 años”.

Es un ejemplo del gran progreso que ha experimentado el mundo y sobre el que la mayoría de las personas está malinformada. De hecho, hace poco más de 200 años, el 90% de la humanidad vivía en la pobreza extrema, como fue el caso por miles de años. Desde entonces, la cifra ha caído a menos del 10%. Casi cualquier indicador de bienestar humano muestra mejoras impresionantes, especialmente en los últimos 30 años y para los pobres.

.

Steven Pinker, uno de los intelectuales más importantes de Estados Unidos y profesor en la Universidad de Harvard, acaba de publicar un libro que documenta el progreso reciente e inaudito de la humanidad: “La ilustración ahora” (“Enlightenment Now”). En 75 gráficas, muestra tendencias globales respecto a temas tan diversos como la expectativa de vida, la soledad, las guerras y la desigualdad.

Su tesis es que los principios de la ilustración —la razón, la ciencia, el humanismo y la fe en el progreso— forman las bases para todo tipo de progreso, tanto en lo moral como en lo material. Pinker explica por qué predomina el pesimismo a pesar de los hechos, por qué urge entender las fuentes del progreso ante el auge del populismo en buena parte del mundo, y por qué deberíamos ser relativamente optimistas.

El mundo es cien veces más rico hoy que hace 200 años. Esto y los avances en la tecnología han dado acceso a mejores y más viviendas, medicinas, ropas, alimentos, educación, etcétera. Además, y a pesar de algunos altibajos, la violencia de todo tipo —genocidio, esclavitud, conflictos bélicos, homicidios, etc.— ha decaído durante siglos. Hoy se observa la democracia y los derechos humanos alrededor del mundo más que en cualquier otro momento de la historia. A mayor prosperidad existe una mayor extensión de valores éticos como la tolerancia, la libertad y la paz. “La vida de los pobres está mejorando más rápido que la de los ricos”, afirma Pinker.

El autor documenta cómo el progreso ha afectado al medio ambiente: “Desde los comienzos del movimiento ecologista en la década de 1970, el mundo ha emitido menos contaminantes, arrasado con menos bosques, derramado menos petróleo, apartado más alimento, extinguido menos especies, salvado la capa de ozono y pudo haber alcanzado su punto máximo en el consumo de petróleo, tierras de cultivo, madera, automóviles e incluso, quizás, carbón”.

La ilustración está funcionando, según Pinker, y sería lamentable pensar lo contrario. No obstante, los autoritarios venden el relato de que el mundo está empeorando. Si llegaran a tener razón, habrían acertado en sus propuestas para debilitar o eliminar las instituciones y las políticas que produjeron el progreso y que surgieron de la ilustración. Desgraciadamente, la gente tiende a creer relatos negativos por razones psicológicas. Pinker explica que eventos traumáticos —como accidentes de aviones— son los que más recuerda la gente y hace que se sobreestimen los peligros. El peso psicológico de los eventos negativos es superior al de los positivos, y es lo que predomina en la mente.

El futuro del progreso depende de los principios y valores de la ilustración, que incluye entender el mismo progreso. Pinker es optimista al respecto. Las tendencias positivas en conectividad y educación parecieran no revertirse. Avances explosivos nos esperan en biología sintética, inteligencia artificial, estudio de los genomas, y demás áreas. La humanidad puede beneficiarse de tal progreso, pero solo si no abandona la ilustración.

—Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 13 de marzo de 2018.

—Ian Vásquez es Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y coautor del Human Freedom Index y columnista semanal de El Comercio (Perú).

Fuente: elcato.org


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


Cómo lograr su Libertad Financiera

.

.

Ayn Rand y el capitalismo como ideal moral

marzo 11, 2018

Ayn Rand y el capitalismo como ideal moral: entrevista Dr. Aaron Smith

La moral “siempre triunfa sobre la economía” y el capitalismo debería defenderse desde la moralidad.

Aaron Smith recibió su Ph.D. en filosofía de la Universidad Johns Hopkins y actualmente escribe y enseña para The Ayn Rand Institute (ARI) en Irvine, California.

.

Conocí a Aaron Smith hace dos años a través de la pantalla de la computadora, cuando él era mi profesor en el Objectivist Academic Center (OAC) —un intenso programa de filosofía a larga distancia que ofrece The Ayn Rand Institute—.

Tuve la oportunidad de finalmente conocer a Dr. Smith en persona en la última Ayn Rand Conference que se llevó a cabo en Atlanta, y no dudé en pedirle una entrevista improvisada y arremeter con mis preguntas.

Uno de los temas en el que nos enfocamos fue la novedosa definición de capitalismo que ofreció Ayn Rand y la importancia del principio de los derechos individuales para sostenerla.

Aaron Smith enfatiza que la comprensión del principio de los derechos individuales, que comenzó a emerger en el Renacimiento, significó un logro de enorme importancia histórica y marcó el comienzo de un claro desafío a la idea de que la vida, la libertad o la propiedad le pertenecen a Dios o al Gobierno.

Conversando sobre este tema, vino a mi memoria una frase de Ayn Rand que dice: “Dios salve al capitalismo de los defensores del capitalismo”. En este sentido, el Dr. Smith sostiene que uno no puede defender al capitalismo solamente con argumentos económicos o pragmáticos. “La moral” dice, “siempre triunfa sobre la economía”, y explica que el capitalismo debería defenderse desde la moralidad —desde la perspectiva de que cada individuo tiene el derecho moral a vivir por sí mismo— y el derecho a perseguir y mantener los valores que “enriquecen, mejoran y sostienen su vida”.

Smith concluye recomendando a los jóvenes exponerse a una perspectiva diferente a la que les ha sido enseñada por sus familias o en las escuelas, y dice que leer las novelas de Ayn Rand es el mejor modo de hacerlo.

Según mi propia experiencia, las novelas de Rand marcaron un antes y un después en mi vida. Así que este saludable consejo fue la mejor manera de terminar la entrevista.

“Dios salve al capitalismo de los defensores del capitalismo”

Fuente: panampost.com

Más información:

Controles o Libertad según Ayn Rand

El coraje de Ayn Rand


Libros de Ayn Rand recomendados:

El manantial

La rebelión de Atlas

La virtud del egoísmo

Capitalismo: el ideal desconocido



Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


 

.

.

El capitalismo y el medio ambiente

febrero 19, 2018

.

El capitalismo es incompatible con la conservación de la naturaleza. Sólo los lugares donde el Estado es fuerte y la libertad económica se restringe consiguen altos índices de calidad ambiental. Estas afirmaciones se repiten tanto que la mayor parte de la población las considera ciertas sin el más mínimo sentido crítico.

Aunque usualmente sólo nos cuentan una cara de la moneda, al menos existen dos grupos de teorías contrapuestas:

  1. Mayor desarrollo y niveles de consumo hacen presión sobre variables medioambientales. No se puede crecer infinitamente en un mundo de recursos finitos. La libertad económica conlleva además que las empresas no tienen en cuenta los ecosistemas que destruyen con tal de hacer crecer su cuota de mercado y cuenta de resultados. Estas visiones están cercanas a la ecología política y al ecosocialismo.
  2. Mayor libertad económica significa mayor desarrollo y el mismo conlleva mayor calidad ambiental porque así lo demandan consumidores. Además, la protección de derechos de propiedad asegura minimizar externalidades medioambientales. Esta es la visión más cercana a la economía y algunos programas de estudio que combinan medio ambiente y economía.

Para ver que grupo de teorías es más cercana a la realidad, vamos a analizar datos sobre libertad económica y calidad ambiental.

¿Qué dicen los datos?

Cuando cruzamos los datos de calidad ambiental con los datos de libertad económica vemos que la historia es muy diferente a la que nos suelen contar. Los países más libres son también aquellos con mayor calidad ambiental. No parece que exista un trade off entre calidad ambiental y desarrollo económico (más bien lo contrario).

Si ordenamos los países de más a menos libres (por cuartiles) vemos como efectivamente aquellos países con mayor puntuación en el índice de libertad económica son también aquellos países con más puntuación en el índice de desempeño ambiental[1].

1

Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu. No hay países con puntuación menor a 35 puntos en el índice de calidad ambiental.

En el diagrama de dispersión podemos comprobar como efectivamente la relación entre la libertad económica y el desempeño ambiental es positiva. Cada punto en el diagrama es un país diferente.

2

Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu
.

El análisis de regresión nos dice que por cada punto que incrementa el índice de libertad económica, aumenta 0.95 puntos el índice de calidad ambiental. La correlación positiva es muy clara (ver anexo 1).

Sin embargo, la relación entre estas variables no es estática. Al final podría ocurrir que la calidad ambiental terminara deteriorándose como producto de las políticas de laissez faire en el largo plazo. Para ver si esto es cierto cruzamos el índice de desempeño ambiental contra la media del índice de libertad económica en los últimos 15 años. Una vez más, el diagrama de dispersión muestra un punto por cada país.

3

Fuente: Heritage Foundation. Yale.edu
.

Vemos una vez más como a mayor libertad económica, también en el tiempo, sigue existiendo un mejor cuidado del medio ambiente.

Exportación de la polución

Una posible crítica a lo aquí expuesto podría ser la siguiente: los países con mayor libertad económica (y más prósperos) en realidad están “exportando” sus industrias contaminantes al mucho menos libre tercer mundo mientras que dejan “en casa” las industrias no contaminantes. Las grandes empresas radicadas en el primer mundo se aprovecharían de los Estados fallidos del mundo en desarrollo para contaminar en estos países lo que no pueden (o quieren) contaminar en casa.

Para ver si esto es verdad, esperaríamos que aquellos países con gran recepción de inversión extranjera directa tuvieran también un mal puntaje en el índice de desempeño ambiental. Sin embargo, esto no ocurre.

4

Fuente: Banco Mundial. Yale.edu
.

Parece que la crítica carecería de fundamento. La relación entre ambas variables es inexistente, no importa el nivel de inversión extranjera directa para determinar el nivel de desempeño ambiental. No podemos afirmar que los países libres (y ricos) exporten su polución mediante deslocalización de empresas a los países menos libres, aunque tampoco podemos afirmar que la mayor inversión extranjera directa “exporte” las buenas prácticas ambientales a los países en desarrollo.

Si analizamos la inversión extranjera directa desde los países con desempeño ambiental muy alto (por encima de 85 puntos en índice) hacia los países con desempeño ambiental muy pobre (por debajo de 50 puntos en el índice) vemos que los primeros apenas invierten en los segundos. Menos del 0.1% de la inversión extranjera directa de los países más limpios va hacia los países más sucios. De los 25 países más limpios, 14 no tienen ni una sola inversión en los países más sucios. De los 11 países restantes, sólo uno supera el 5% de destino de sus inversiones hacia países sucios. Sólo dos países destinan más del 1% de su inversión extranjera directa a los países más sucios.

5

Fuente: OECD. ONU (Unctad.org)
.

En definitiva, los países que destruyen su medio ambiente lo hacen ellos solos o por inversiones de países que también destruyen su propio medio ambiente. La mayor parte de la inversión de los países limpios va hacia otros países limpios. La polución no se “exporta” desde los países ricos hacia los países pobres.

¿Y la inversión en sectores extractivos?

Se suele aducir que los sectores extractivos tienden a ser mucho más contaminantes y degradan el medio ambiente mucho más que otros sectores, además estos sectores suelen tener mala prensa. Por lo tanto, podría ocurrir que la cantidad total de inversión extranjera directa no tuviera ninguna relación con la calidad ambiental, pero bien podría ser que la inversión extranjera directa en industrias extractivas si tuviera un fuerte impacto negativo en el medio ambiente.

6

Fuente: Banco Mundial. Investmentmap.org
.

En esta ocasión si vemos una línea de tendencia ligeramente negativa. Sin embargo, si realizamos el análisis de regresión (que es en lo que se basa la línea de tendencia), la relación entre las variables no es estadísticamente significativa (o lo que es lo mismo, no hay relación entre las variables). Ver anexo 2.

Ni siquiera la mayor inversión en industrias extractivas degrada el medio ambiente si es que existe una mayor libertad económica en el país destino de la inversión.

Correlación no es causalidad

La mejor crítica al presente artículo podría rezar así: muy bien, pero los datos expuestos no prueban nada, simplemente son correlaciones, no prueban ninguna causalidad.

correlación no implica causalidad - Dilbert

.

Efectivamente, la causalidad se explica con un teoría o serie de relaciones lógicas que pretenden unir distintos eventos y “dar forma” a un mundo complejo percibido como caótico. Es decir, los datos no hablan, se interpretan a la luz de teorías.

Existen teorías que explican que los países más libres, además de ser los más prósperos, son los que más tienden a cuidar el medio ambiente. De la misma manera, existen teorías que exponen una relación contraria, a mayor libertad económica, más se degrada el medio ambiente. Las dos teorías se basan en visiones del mundo contrapuestas, lo interesante es contrastar dichas teorías con los datos disponibles. Con los datos en la mano, parece que la teoría que más se acerca a la realidad es aquella que nos dice que a mayor libertad empresarial, mejores resultados medioambientales. Esta relación tampoco es apodíctica, la buena calidad ambiental depende de más variables, lo que si está claro es que cuando el capitalismo avanza también lo hace el medioambiente.

Conclusión

Una vez analizados los datos, nos damos cuenta de que el capitalismo realmente le sienta bien al medio ambiente. A mayor libertad económica, mejores índices de calidad ambiental.

Los países más limpios no “exportan” su polución mediante deslocalización de empresas. De hecho, los países más limpios ni siquiera invierten en los países más sucios.

Fuente: libremercado-medioambiente.ufm.edu, 19/02/18.

mundo limpio


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Naturaleza y Capitalismo en el siglo XXI

enero 23, 2018

Nuevo lazo entre naturaleza y capitalismo en Estados unidos

Por Jorge Castro.
Nuevo lazo entre naturaleza y capitalismo en Estados unidos

«La naturaleza ha comenzado a crecer orgánicamente en EE.UU. a un ritmo superior a su conversión en insumos», dice el autor.
.

USA banderaLa caída de la intensidad energética por unidad de producto —más de 30% desde 2001— es la manifestación principal de la revolución tecnológica del procesamiento de la información en el sistema productivo estadounidense. También es la causa esencial de la disminución por la mitad de la emisión de dióxido de carbono (CO2) experimentada en este periodo.

La industria norteamericana consume ahora menos materias primas y fuerza de trabajo por unidad de producto.

La caída de la intensidad energética en EE.UU. expresa el proceso acelerado de intensificación del capital, que caracteriza su condición de país-frontera del sistema, en que el futuro por definición llega primero. En el límite, este proceso adquirió una intensidad tal que ha forjado una nueva relación entre el capitalismo y la naturaleza. De ahí que la recuperación de la naturaleza (crecimiento orgánico), provocada por el cambio tecnológico que utiliza menos materias primas como insumos productivos, es superior al nivel de su consumo.

La naturaleza ha comenzado a crecer orgánicamente en EE.UU. a un ritmo superior a su conversión en insumos. Ha dejado de ser depredada (convertida en objeto) como ha sido la regla en el capitalismo industrial de los últimos 100 años.

El resultado ha sido una drástica modificación de la ecuación ecológica del sistema, lo que ha cambiado el posicionamiento norteamericano en relación con el cambio climático, el gran desafío del siglo XXI.

En el agro norteamericano se ha producido una separación estructural entre la tierra sembrada y el rendimiento por hectárea a partir de la década del 40. Desde entonces, los farmers han multiplicado por 5 la producción de maíz, con la misma superficie de tierra sembrada. Lo decisivo ha sido que el alza de los rendimientos fue acompañada por una disminución creciente en el uso de fertilizantes, incluso los nitrógenos, fosfatos y el agua.

Hay una caida del 37% en uso de pesticidas químicos entre 1940 y 2015, y los rendimientos agrícolas aumentaron 22% en este periodo. En términos globales, no se requiere más tierra fértil en la explotación agrícola, a pesar del aumento de 2.500 millones de personas a la población del mundo en 2050.

Más de 30% de la producción mundial de alimentos se desperdició en 2017 (1.300millones de toneladas). En la India, con la mayor población desnutrida del mundo, esa pérdida es de más de 40%. El problema de la alimentación es hoy una falla del sistema de distribución, no de la capacidad productiva.

Si este flagelo se eliminara, un área semejante al subcontinente indio podría ser sustraída a la producción agrícola en los próximos 33 años, a un ritmo de 2 millones de hectáreas cada 12 meses.

El calentamiento de la atmósfera está impulsando la reforestación de EE.UU. Una hectárea de los bosques helados producía 3,6 m3 de madera por año, y ahora —cambio climático mediante— provee 7,4 m3.

Lo que está ocurriendo es que hay un aumento acelerado de la biósfera en la superficie terrestre debido al calentamiento global. Se está desplegando un verdor creciente, que equivale a más de 2.000 millones de toneladas por año. El dióxido de carbono les permite a las plantas crecer más, con menor consumo de agua.

De ahí que los veranos, y en general los ciclos productivos, se extiendan y por eso aumenta la bioatmósfera, y por consiguiente las plantas crezcan debido a una mayor absorción de dióxido de carbono. Esta es la tendencia ecológica central de la segunda década del siglo XXI.

Hace más de 20 años que cae en EE.UU. la utilización de las 9 principales materias primas, encabezadas por el cobre, el mineral de hierro y el acero, y baja incluso el consumo de agua. Entre 1970 y 2000, la población aumentó en 80 millones, pero el consumo de agua retrocedió en términos absolutos. La producción de maíz se ha triplicado en este periodo, pero ahora requiere menos agua que 30 años atrás.

Todo indica que la nueva revolución industrial va a acelerar esta tendencia, que la producción se está “desmaterializando” y que aumenta exponencialmente el contenido de inteligencia e innovación.

Se trata de tendencias globales que, como es usual, se despliegan primero en EE.UU. La regla en el capitalismo es que “la humanidad se plantea solo problemas que puede resolver”, avalando el sesgo profundamente antiutópico de la inteligencia práctica (teoría, acción, resolución) del hombre moderno.

La nueva revolución industrial sienta las bases de un sistema productivo sustentable en el largo plazo, profundamente desmaterializado y basado en una nueva relación con la naturaleza. Torna real a lo posible y fusiona el futuro con el presente, que es la única categoría temporal que realmente importa.

El siglo XXI recién comienza.

Fuente: Clarín, 21/01/18.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Refutando a Thomas Piketty

agosto 21, 2017

Piketty, refutado

Por Juan Ramón Rallo.

Hace un par de años, el economista francés Thomas Piketty saltó al estrellato mediático merced a su conocido libro Capital en el siglo XXI. La obra no podía comercializarse en un momento más propicio: en medio de una histeria global sobre la creciente desigualdad de nuestras sociedades, Piketty argumentaba que el capitalismo era el responsable último de tal desaguisado.

Desde entonces, y dado su innegable impacto social, el modelo económico de Piketty ha sido sometido tanto a críticas teóricas como empíricas. O dicho de otro modo, diversos economistas se han planteado preguntas tan elementales como: ¿son correctas las hipótesis y las relaciones de causalidad que establece Piketty para culpar al capitalismo de la desigualdad actual? ¿La realidad se comporta según pronostica su modelo o discurre por otro camino?

Empecemos por las críticas teóricas. El modelo de Piketty pronostica que, en un entorno de bajo crecimiento económico, una minoría castuza de capitalistas se irá apoderando de porciones crecientes del PIB por dos motivos: por un lado, los capitalistas serán capaces de reinvertir su capital a una tasa de retorno constante y superior al ritmo de aumento del PIB (su famoso r>g); por otro, los capitalistas ahorrarán cada año un porcentaje constante del PIB que será superior al estrictamente necesario para reponer el capital que se deprecia (técnicamente, su tasa de ahorro neta será positiva y constante). Justamente porque los capitalistas ahorran netamente cada año y reinvierten ese ahorro a tasas de retorno superiores al crecimiento del PIB, poco a poco irán apoderándose de toda la producción nacional. Si, en cambio, los capitalistas no fueran capaces de obtener retornos superiores al crecimiento del PIB o si se fundieran en consumo casi todos sus ingresos por rentas del capital (salvo aquellos que emplearan para únicamente mantener el valor de su patrimonio), entonces el modelo de Piketty haría aguas. Pues bien, parece que hay motivos para pensar que hace aguas por estos dos costados.

En primer lugar, de acuerdo con el joven economista Mathew Rognlie, Piketty yerra al presuponer que los capitalistas son capaces de reinvertir sus ahorros a una tasa de retorno cuasi constante (si se invierte masivamente en nuevos bienes de capital, r no se ubicará por encima de g durante mucho tiempo). Dado que para fabricar cualquier bien o servicio necesitamos combinar varios factores productivos —típicamente, tierra, trabajo y capital—, entraremos en un entorno de rendimientos decrecientes si sólo acumulamos uno de ellos —el capital— manteniendo el resto invariados. Además, en contra de las conclusiones de Piketty, en ese entorno de rendimientos decrecientes del capital, los factores que mayores remuneraciones obtendrán serán los relativamente más escasos (la tierra y el trabajo). Por tanto, cuanto más capital acumulen los capitalistas, menos capaces serán de seguir rentabilizándolo y más aumentarán los salarios (capital superabundante compitiendo por contratar un trabajo superescaso). Según Rognlie, Piketty rechaza en su libro tan elementales implicaciones de la archiconocida ley de rendimientos decrecientes porque acepta la hipótesis de que el capital y el trabajo son factores sustitutivos (esto es, que podemos remplazar trabajadores escasos por máquinas superabundantes sin perjuicio alguno en la productividad): pero la evidencia empírica disponible no verifica esa extrema facilidad de sustituir unos factores por otros, esto es, Piketty se inventa su hipótesis crucial. Personalmente, he de señalar que la crítica de Rognlie me parece convincente pero sólo para el corto-medio plazo. A largo plazo, sí hay razones para pensar que el capital —auxiliado por el progreso tecnológico enfocado— es capaz de sustituir en gran medida al trabajo y, por tanto, es capaz de lograr una tasa de retorno cuasi constante (de hecho, históricamente sí observamos esa tasa de ganancias constante, tal como nos recuerdan los hechos estilizados de Kaldor).

En segundo lugar, según los economistas Per Krusell y Anthony Smith, la teoría del ahorro de Piketty es poco verosímil: si los capitalistas siempre ahorraran más de lo estrictamente imprescindible para reponer el capital que se deprecia, entonces la tasa de ahorro terminaría copando el 100% del PIB en una economía de bajo crecimiento como la que anticipa Piketty. Por ejemplo, imaginemos que un granjero tiene una gallina que pone diez huevos a lo largo de su vida útil: de los diez, el granjero consume nueve y utiliza el décimo para criar una nueva gallina que reemplace a la actual una vez muera. Esa nueva gallina pondrá igualmente diez huevos: pero supongamos que ahora el granjero sólo consume ocho y dedica los otros dos a criar dos gallinas, con la desgracia de que una de esas dos gallinas dos no pone huevos y la otra sigue poniendo diez de ellos (esto sería una economía sin crecimiento). Según Piketty, en la siguiente ronda de cría de gallinas, el granjero consumiría sólo siete huevos, ahorrando los otros tres para reponer a la gallina ponedora, a la gallina no ponedora y a otra tercera gallina que tampoco pondría huevos. Si el granjero siguiera comportándose de este modo tan irracional (se abstiene de consumir huevos para incrementar el número de gallinas que posee aunque sólo una de todas ellas le sea útil), a largo plazo terminaría empleando los diez huevos en criar diez gallinas, de las cuales sólo una pondría huevos. Dicho de otro modo, con una tasa de ahorro del 100% en un entorno de crecimiento nulo… ¡nadie consumiría nada! No parece un comportamiento demasiado racional entre los capitalistas: una actitud más sensata, y más coherente con la evidencia empírica disponible, parece ser la de que los capitas incrementan su ahorro neto cuando la economía crece con intensidad (para así garantizarte un mayor consumo futuro con cargo a tu mayor patrimonio) y lo reducen cuando la economía se estanca. Es decir, los capitalistas crían más gallinas cuando su capacidad para poner huevos aumenta y menos cuando se reduce. Siendo así, los capitalistas no ahorrarán porciones crecientes del PIB en economías estancadas, de modo que tampoco irán acaparando porciones mayores de la renta agregada vía reinversión de beneficios.

Sin embargo, las anteriores eran críticas exclusivamente orientadas a desmontar hipótesis aisladas del modelo teórico de Piketty. Pero, ¿cómo se compadece el conjunto de ese modelo con la evidencia empírica disponible? ¿Es verdad que cuando la tasa de retorno del capital se ubica muy por encima del crecimiento económico (r>g) las desigualdades se incrementan y el peso de las rentas del capital dentro del PIB se dispara? El economista francés apenas se esfuerza por demostrar que sus teorías encajan con la evidencia: se limita a presentar una serie de correlaciones que parecen compatibilizarse bien con su modelo, a saber, que durante los períodos de bajo crecimiento las desigualdades aumentan. Pero lo anterior no significa necesariamente que las desigualdades aumenten porque se concentren los ingresos en los rentistas según los cauces expuestos por Piketty. Es aquí donde encontramos la segunda ronda de críticas contra el economista francés: las referidas a la evidencia empírica de su modelo.

Por un lado, los economistas Phillip Magness Robert Murphy han puesto de manifiesto cómo Piketty pre-fabrica, manipula y retuerce muchos de los datos que presenta con el propósito de compatibilizarlos con su teoría (acusaciones similares pueden leerse en el caso de Richard Sucht o del Financial Times). Por otro, y de manera mucho más reciente, el economista Carlos Góes ha pasado un test econométrico al modelo de Piketty y sus resultados no han podido ser más devastadores para el francés: no existe ninguna relación entre el diferencial r-g y la desigualdad; y en caso de existir algún tipo de relación, sería la inversa: en el 75% de los países estudiados, un shock que incremente el diferencial entre la tasa de ganancia y el crecimiento del PIB no aumenta la concentración de la renta en el top 1%, sino que la reduce durante los años posteriores al shock. Y, al revés, un shock que incremente el peso de las rentas del capital dentro del PIB suele ir seguido de una reducción del diferencial entre la tasa de retorno del capital y el crecimiento económico. Los resultados de Góes parecen acreditar que las críticas teóricas al modelo de Piketty eran válidas en el corto plazo: un incremento del peso de las rentas del capital en el PIB va seguido de una reducción relativa de la tasa de retorno del capital porque, como explicó Rognlie, el capital exhibe rendimientos decrecientes en el corto plazo; una reducción relativa del crecimiento económico frente a la tasa de ganancia del capital va seguida de una contracción del peso de las rentas del capital en el PIB porque, como explicaron Krusell y Smith, la tasa de ahorro y de reinversión de los capitalistas se reduce en caso de estancamiento (menor inversión aunque sea a una mayor tasa de ganancia termina proporcionando menores rentas).

En definitiva, la tesis central de Piketty —un capitalismo con bajo crecimiento económico es inherentemente desigualitario por la concentración de la propiedad y de la rentas del capital en una casta patrimonialista— es simplemente insostenible, tanto desde el punto de vista teórico como empírico. El reciente incremento de la desigualdad no se explica por las razones que Piketty expone en su libro, sino por otras muy distintas —sobre todo, la creciente prima salarial asociada a las profesiones de alto valor añadido en unos mercados progresivamente más globalizados—. Es más, ni siquiera el propio Piketty se cree ya la explicación que ofreció en su afamada obra. Tal como él mismo reconoció hace menos de dos años en un artículo para la American Economic Reviewdirigido a digerir todas las brutales críticas a las que había sido sometido: “No considero que r>g sea el único o el más importante mecanismo para explicar los cambios en la distribución de la renta y de la riqueza en el siglo XX o para pronosticar la evolución de la desigualdad en el siglo XXI”. Vaya, que su libro apenas sirve para algo. Piketty ha sido refutado y él mismo es consciente de ello: ahora sólo queda que todos sus ideologizados seguidores también lo sean.

juan ramon rallo

—Juan Ramón Rallo es doctor en Economía con Premio Extraordinario de fin de carrera y licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia, así como master en economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Actualmente es profesor en esta última universidad y en el centro de estudios ISEAD. Asimismo es jefe de opinión de Libertad Digital, socio fundador del Instituto Juan de Mariana y director de su Observatorio de Coyuntura Económica.

Además, también es coautor del estudio sobre el coste de las energías renovables en España «Study of the effects on employment of public aid to renewable energy sources» y del libro Una crisis y cinco errores. Su sitio Web es www.juanramonrallo.com.

Este artículo fue publicado originalmente en El Confidencial (España) el 11 de diciembre de 2016.

Fuente: elcato.org


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Capitalistas de izquierda o de derecha

mayo 21, 2017

Capitalistas todos

Por Andrés Benítez.

No hay nobleza en la pobreza. He sido rico y he sido pobre. Y ser rico es siempre mejor. Al menos como hombre rico encaro mis problemas”. Se trata de la frase más recordada de la película El Lobo de Wall Street, basada en la historia de Jordan Belford, un inescrupuloso corredor de Wall Street de los años ochenta. La cita me vino a la mente al leer la carta de la Comisión de Patrimonio del PS, donde para justificar las inversiones del partido en diferentes empresas, entre ellas Soquimich, señalan que hacer rendir el dinero para no depender de otros es admirable. “No despilfarrar los dineros, sino administrarlos bien, es de las cosas más revolucionarias que ha hecho el PS”, señalan. O sea, la revolución de capitalismo.

Partido Socialista

Los comunistas también parecen estar de acuerdo con esto, toda vez que acaban de vender cerca de 100 propiedades en más $3.500 millones. Claro, ellos se defienden diciendo que, a diferencia de sus socios socialistas, no invirtieron en el mercado de capitales, sino en el inmobiliario. Vaya conclusión a la que llegaron. Como si aquello no fuera parte del mercado, del capitalismo. Por favor; es la misma cosa no más.

Yo no los juzgo. Me parece natural. Ellos, en el fondo, quieren ser ricos. Al final, nadie quiere ser pobre, ni siquiera aquellos que detestan a los ricos y que han hecho de la lucha contra el capitalismo su razón de ser. Los que declaran que es el sistema que provoca desigualdad y pobreza. Los que incentivan políticas anticapitalistas, pero para los otros. Porque ellos, cuando tienen que elegir, no dudan en viajar en primera clase, en mandar sus hijos a colegios privados y a invertir sus dineros en el mercado. “Solo el delirio puede condenar que alguien maneje bien su dinero. Que no lo guarde en el colchón para que vaya comiéndoselo de a poco la inflación”, dicen los socialistas. Bueno, ni la Universidad de Chicago ha expresado mejor la esencia del capitalismo.

socialismoSi esto es tan bueno, entonces no se entiende porque quieren obligar al resto a ser pobres. O para qué insisten en condenar a quienes lo hacen abiertamente y lo declaran con orgullo. La verdad parece ser una: hay capitalistas de derecha y los hay de izquierda. Pero, entre ambos, hay una diferencia fundamental. Mientras los primeros buscan que todos aprovechen los beneficios del sistema, los segundos quieren que sea sólo para ellos. El resto tiene que vivir la utopía socialista o comunista, aquella que ya sabemos hace más pobre a los países, a la gente.

Por eso, si todos somos capitalistas, yo prefiero apostar a los que lo son de verdad. Los que impulsan el sistema para todos. No a esos que predican una cosa y hacen otra a escondida. Esos que tienen frases anti mercado para la galería, pero que cuidan sus bolsillos de espaldas a la gente. Eso si es inaceptable.

Se puede discutir que ser rico sea mejor que ser pobre. O que no hay nobleza en la pobreza. Pero, concordemos en que esa es una decisión personal. Lo que no tiene nada de noble es condenar a los otros a ser pobres, mientras al mismo tiempo se busca ser rico. Eso no solo es contradictorio; es un engaño.

Fuente: latercera.com, 20/05/17.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


independencia financiera

.

.

Página siguiente »