El estruendo del silencio

febrero 19, 2015 · Imprimir este artículo

Un silencio estruendoso

Por Ricardo Roa.

La Casa Rosada vacía. Cristina a más de 400 kilómetros, en Chapadmalal. Los funcionarios en sus casas y la TV Pública pasando un programa para chicos. Esa fue la respuesta del Gobierno a las impresionantes marchas de silencio que recordaron la muerte del fiscal Nisman y desafiaron las provocaciones del kirchnerismo. Los demonizados fiscales fueron apenas un puñadito en un mar de gente.

argentina-bandera-botonEn el mismo día en que centenares de miles de argentinos ganaron la calle a una misma hora en todo el país exigiendo que se termine la impunidad, la Presidenta inauguraba por tercera vez la central Atucha II, rebautizada Néstor Kirchner. Hasta ahí llegó su propia marcha.
Si nos guiamos por lo que dijo, más lejos llegó en su esfuerzo por cambiar el eje de la convocatoria: denunció “un mundo de intereses que quieren que nos subordinemos y mandarnos y se enfrentan con un gobierno como éste, que no permitirá que nadie le marque la cancha”.

Cristina hace tiempo que vive en otro mundo y quiere hacernos creer que el mundo es ése que ella ve o que ella cuenta. Ahora el mundo es Estados Unidos e Israel y los servicios de inteligencia de los dos países que, dice, están operando en la Argentina y, sin decirlo, que están detrás de la muerte de Nisman.
El kirchnerismo no tiene nada que ver. Es una víctima. Aquí correr el eje es igual a admitir que no tiene ninguna respuesta.

Como con otras marchas, el Gobierno trabajó para que fracasara y el que fracasó fue el Gobierno. Y la lluvia, que podía haber sido un impedimento, fue en realidad un aliciente: la gente quiso mostrar que iría a la convocatoria aunque lloviera y llovió por momentos torrencialmente.

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Igual que en toda movilización, hubo casi tantas razones para participar como participantes. Convocaron los fiscales porque sienten que lo que le pasó a uno de ellos que investigaba al poder puede pasarle a cualquiera. Necesitan el respaldo de la gente.

Y los acompañaron cientos de miles. Unos por miedo, porque piensan que esta muerte puede ser parte de una guerra de bandas instalada en el Estado. Otros por miedo y bronca: no pueden creer que el fiscal Nisman haya sido encontrado muerto cuatro días después de denunciar a la Presidenta.

También por un sentido de responsabilidad institucional: la división de poderes está amenazada. Y por el futuro: nadie quiere que el país de nuestros hijos esté dominado por mafias que se tiran con cadáveres.

Sería grave que el Gobierno no escuchara los mensajes de la marcha. Los antecedentes no permiten hacerse ilusiones.

Fuente: Clarín, 19/02/15.

 

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