El peso de las tasas negativas
julio 3, 2016 · Imprimir este artículo
Los capitales, a tasas negativas
El Reino Unido actuó como adelantado en la política de EE.UU. Si la pauta se mantiene, el Brexit anticiparía un triunfo de Trump.
Ya ascienden a US$10,4 billones los bonos soberanos cubiertos por tasas de interés negativas, ya representan 25% del PBI mundial, y si se le suman los títulos abarcados por tasas entre 0% y 1% anual, el total implica más de 40% del producto global.
Son las tasas de interés más bajas de la historia, con un rendimiento promedio de 0,67% anual a escala global. Significa que casi la mitad de los inversores del mundo pagan por el privilegio de prestarles a los gobiernos, lo que incluye prácticamente a la totalidad de los europeos (+0,38% anual) y japoneses (-1,3% por año), mientras que el rendimiento de los títulos del Tesoro norteamericano a 10 años alcanzó a +1,16% anual, el menor en 4 décadas.
El resultado es que aumenta la hiperliquidez del sistema financiero internacional y se acentúa la presión deflacionaria sobre la economía global, disminuyendo así la previsión de crecimiento para este año, que sería 2,5% anual (-0,5% respecto a los pronósticos de enero 2016). Lo más significativo es que disminuye la tasa global de crecimiento potencial, que ahora sería 2,5% por año y se reduciría a 2% a partir de 2020.
El vuelco de los capitales del mundo a las zonas con las tasas de interés negativas se desató en la tercera semana de junio por un acontecimiento geopolítico, la posibilidad cierta –confirmada luego– de que Gran Bretaña saliese de la Unión Europea (UE), lo que implicaría una derrota del statu quo británico, respaldado por todos los organismos internacionales –FMI, Banco Mundial, OCDE–, incluyendo el G-20, plataforma de gobernabilidad del sistema mundial.
La derrota del “Sí” en Gran Bretaña (“permanecer en Europa”) abre un periodo histórico de intensa incertidumbre –aguda crisis–, que desencadena una nueva situación mundial de rasgos desconocidos, ciertamente novedosa.
El Reino Unido ha actuado históricamente como adelantado de EE.UU. en la política mundial (Churchill/Roosevelt /Thatcher/ Reagan). Si esa pauta se mantiene, el Brexit anticiparía un triunfo de Donald Trump el primer martes de noviembre.
En términos de crisis mundial, esta posibilidad tendría un carácter cualitativamente superior al Brexit, y equivaldría –metáfora adecuada– a la caída de la Unión Soviética en 1991.
A medida que la crisis se profundiza, los riesgos aumentan. Goldman Sachs estima que si los títulos del Tesoro estadounidense aumentan su rendimiento 1 punto porcentual –lo que implica que su precio caería en forma proporcional–, las pérdidas superarían US$1 billón; y si igual fenómeno ocurre con los títulos europeos y japoneses, el saldo negativo alcanzaría a US$3 billones o más, nivel superior al quebranto experimentado en 2008 (Lehman Brothers).
Lo que sucede no es una aguda disrupción financiera provocada por el Brexit, sino una crisis de gobernabilidad que afecta al sistema en su conjunto en un mundo completamente unificado, sin distinción entre países avanzados y emergentes.
La causa de fondo de la deflación mundial es la desaceleración de la economía china (+6,5% en 2015/ +11% en 2007), y la razón decisiva de la hiperliquidez es la conversión del ahorro chino (US$5 billones) en ahorro global, a través del proceso de internacionalización del renminbi.
Este año, con epicentro en dos acontecimientos geopolíticos –Brexit británico/eventual triunfo de Trump en EE.UU.–, las raíces del sistema se ponen en juego, con un cambio cualitativo de las condiciones mundiales.
Los Estados nacionales surgieron para enfrentar la desintegración de Europa generada por la Guerra de los 30 años (1618-1648). Quizás el Estado mundial –cuya plataforma inicial es el G-20– nazca este año, como un punto de inflexión en la historia del mundo.
Fuente: Clarín, 03/07/16.
Más información: El impacto global de la baja de las tasas de interés
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