El sector financiero es adicto a los índices

junio 5, 2018 · Imprimir este artículo

El sector financiero debe dejar su adicción a los índices

No se pueden sacar conclusiones sobre el mercado de hoy basándose en un estudio del comportamiento pasado de referencias, como el S&P 500.

Por Miles Johnson.

El sector financiero debe dejar su adicción a los índices

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En los mercados financieros, la última década podría describirse como la Era de la Indexación. El surgimiento de la inversión pasiva permitió que cientos de miles de millones de dólares ingresaran a fondos de índices, lo que coincidió con una creciente creencia de que el índice se puede usar como principal componente de la inversión.

Un corolario de ésto ha sido la aceptación casi universal de que estudiando el comportamiento de los índices a lo largo del tiempo se puede llegar a conclusiones generales y específicas sobre lo que deberían hacer los inversores con su dinero.

Robert ShillerEl profesor de Yale Robert Shiller ganó un premio Nobel por su teoría basada en el Análisis top-down (las decisiones relacionadas con la inversión son evaluadas desde una mirada de información global, hasta ir abordando los títulos valores y las variables más detalladas y específicas) de valuación de índices para calcular los retornos futuros del mercado de valores. Los discípulos tomaron su obra y la aplicaron a la gestión de carteras. El sector financiero moderno es adicto a explicar al mundo a través de los índices.

Para los ahorristas de todos los días los índices siguen teniendo valor práctico como manera simple de ganar exposición a acciones y bonos. Para la mayoría de la gente probablemente los índices sigan siendo la peor forma de invertir excepto aquellas otras maneras que han probado. Los problemas comienzan cuando los observadores inteligentes usan datos históricos sobre índices para trazar amplias conclusiones sobre el mundo de hoy que podrían tener mucha menos coherencia de lo que ellos creen.

SP 500

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El análisis basado en índices en su forma más cruda toma una referencia de valuación común como el ratio precio/ganancias y, sobre esta base, compara el valor del índice hoy con su promedio histórico. Su lógica fundamental es la de reversión a la media (mean reversion): si la valuación actual del índice sobre cualquier métrica elegida es superior a su promedio histórico, las «acciones» están «caras» debido a la tendencia del mercado a volver al promedio.

Hay muchas versiones de este razonamiento, siendo la más popular la basada en ratio CAPE (Cyclically Adjusted Price to Earnings Ratio o Ratio Precio-Beneficio Cíclicamente Ajustado) ideado por el profesor Shiller que intenta suavizar el componente «beneficio» durante un ciclo económico.

Un gran problema que surge de usar los índices de esta manera no es con la reversión a la media como concepto, sino que el grupo de datos empleado para determinar su media ha cambiando con tanta frecuencia que podría no estar produciendo un promedio coherente al cual volver.

SP 500Los índices modernos en gran medida todavía se arman país por país. Los inversores que quieren invertir en acciones estadounidenses elegirán el S&P 500, quienes están interesados en los papeles españoles optarán por el Ibex 35, y así. En el pasado, eso tenía sentido porque la mayor parte de las empresas incluidas operaba mayormente en sus mercados locales. Eso ya no sucede, y genera problemas cuando se llega a grandes conclusiones sobre el mercado de hoy en base al índice del pasado.

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Muchos miembros importantes del S&P 500 generan una creciente porción de sus ventas fuera de Estados Unidos. Como tal, los gráficos que solían tratar de comparar el ratio del índice con el PBI norteamericano a lo largo del tiempo tienen menos lógica. Apple, el mayor componente del índice, vende más afuera de país que adentro. ¿Es una empresa estadounidense o global? De manera similar, las compañías del Ibex español generan sólo 34% de sus ventas en España, y 46% fuera de la UE. ¿El promedio histórico refleja con precisión este cambio?. ¿Cómo deberíamos representar ese giro?

Un problema diferente con el análisis basado en índices es que ignora los enormes cambios que se producen con el correr del tiempo en los componentes de estas referencias. Elroy Dimson, Paul Marsh y Mike Staunton de la London Business School demostraron cómo en 1900 más del 60% del valor de las acciones cotizantes pertenecían al sector ferroviario. Hoy gran parte de ese valor está representado por el rubro tecnológico, que nació como categoría hace relativamente poco y experimentó una enorme evolución en la última década.

Al mismo tiempo, el retorno sobre el capital invertido (ROIC por sus siglas en inglés) en las sociedades cotizantes norteamericanas más rentables se dispararon desde que comenzó este milenio. Según McKinsey el ROIC excluyendo el valor llave de las compañías no financieras con 90 de percentil de rentabilidad subió a más de 80% en la crisis financiera, y más desde entonces. Esto se compara con el 25% que registraba este grupo de empresas en los años setenta.

Lo que esto significa es que quienes colocan las valuaciones promedio del pasado al lado de las actuales están comparando empresas de gran capital intensivo del pasado con compañías inmensamente más rentables que lógicamente cotizan a múltiplos más altos que las empresas de ferrocarriles y siderúrgicas que dominaban el mercado hace más de una siglo. Otra vez, ¿cómo ajustamos ésto cuando estamos observando comparaciones históricas? ¿Tiene incluso sentido hacerlo?

El mundo está en constante cambio. Con analizar el promedio no se obtiene una historia real; con frencuencia éso sucede en los márgenes. Si bien podría ser tranquilizador reducir esta incertidumbre y complejidad con mediciones y fórmulas simples, éstas probablemente sólo ofrezcan una imitación superficial de la realidad.

Fuente: El Cronista, 01/03/18.


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