Europa y su crisis podrían arrastrar al mundo

junio 17, 2012 · Imprimir este artículo

Europa y su crisis podrían arrastrar al mundo

Por Dani Rodrik

 

CAMBRIDGE – Consideremos el siguiente escenario. Después de una victoria del partido de izquierda Syriza, el nuevo gobierno de Grecia anuncia que renegociará los términos de su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea. La canciller alemana, Angela Merkel, se mantiene firme en su postura y dice que Grecia debe cumplir con las condiciones existentes.

Por miedo a la inminencia de un colapso financiero, los depositantes griegos corren hacia la salida. El Banco Central Europeo se niega a salir al rescate y los bancos se quedan sin efectivo. El gobierno instituye controles de capital y se ve obligado a emitir dracmas para proporcionar liquidez doméstica. Tras quedar Grecia fuera de la eurozona, los ojos viran hacia España. Alemania es categórica: hará lo que haga falta para impedir una corrida bancaria. El gobierno español anuncia recortes. Aliviada por los fondos del Mecanismo de Estabilidad Europeo, se mantiene a flote durante varios meses.

Pero la economía española sigue deteriorándose y el desempleo se encamina a 30%. Protestas contra las medidas de austeridad del primer ministro Mariano Rajoy lo llevan a convocar a un referendo. Su gobierno no obtiene el apoyo necesario y renuncia, hundiendo al país en un caos político. Merkel reduce el respaldo a España con el argumento de que los alemanes ya hicieron lo suficiente. Lo que viene, una corrida bancaria, una crisis financiera y una salida del euro en España.

En una minicumbre convocada a las apuradas, Alemania, Finlandia, Austria y Holanda anuncian que no renunciarán al euro. Esto no hace más que aumentar la presión financiera sobre Francia, Italia y el resto de los miembros. Conforme se instala la realidad de la disolución parcial de la eurozona, la crisis financiera se propaga de Europa a Estados Unidos y Asia.

Nuestro escenario continúa en China, donde el liderazgo enfrenta su propia crisis. La desaceleración de la economía ya exacerbó el conflicto social y los recientes acontecimientos en Europa echaron más leña al fuego. En un momento en que las órdenes de exportación europeas se cancelan, las fábricas chinas se enfrentan a despidos generalizados.

El gobierno chino decide no arriesgarse a más conflictos y anuncia un paquete de medidas para impulsar el crecimiento económico e impedir los despidos. Estas medidas incluyen un respaldo financiero directo a los exportadores y una intervención en los mercados de divisas para debilitar el renminbi.

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En Estados Unidos, el presidente Mitt Romney acaba de asumir, luego de derrotar a Barack Obama por ser demasiado blando con las políticas económicas chinas. La combinación del contagio financiero de Europa, que ya derivó en una crisis de crédito, y una inundación de importaciones a bajos precios provenientes de China dejó a la administración Romney en un brete. Anuncia derechos generalizados de importación sobre las exportaciones de ese origen. Sus seguidores del Tea Party, críticos a la hora de movilizar el respaldo electoral, lo instan a retirarse de la Organización Mundial de Comercio.

En los años siguientes, la economía mundial cae en la Segunda Gran Depresión. El desempleo aumenta y los gobiernos optan por soluciones como protección comercial y depreciación del tipo de cambio competitivo. Conforme los países se hunden en la autarquía económica, repetidas cumbres económicas globales arrojan escasos resultados.

Son pocos los países que se salvan de la carnicería económica. Aquellos a los que les va relativamente bien comparten tres características: bajos niveles de deuda pública, dependencia limitada de las exportaciones o los flujos de capital y sólidas instituciones democráticas. De modo que Brasil e India se podrían considerar refugios, aunque sus perspectivas de crecimiento también se reducen.

Como en la Gran Depresión, las consecuencias políticas son más serias y las implicancias a más largo plazo, importantes. El colapso de la eurozona obliga a una realineación importante de la política europea. Francia y Alemania compiten como centros de influencia frente a los estados más pequeños. Los partidos de centro pagan el precio por su respaldo a la integración europea y son repudiados en las encuestas por los partidos de extrema derecha o extrema izquierda. Los gobiernos nativistas comienzan a expulsar a los inmigrantes.

Para los países cercanos, Europa ya no brilla como un faro de democracia. El Medio Oriente árabe toma un giro decisivo hacia estados islámicos autoritarios. En Asia, el conflicto económico entre Estados Unidos y China se desborda hasta rayar en el conflicto militar.

Años más tarde, le preguntan a Merkel, ya retirada y vuelta una ermitaña, si piensa que debería haber hecho algo diferente. Su respuesta llega demasiado tarde como para cambiar el curso de la historia. ¿Un escenario remoto? Tal vez, pero no lo suficiente.
Fuente: La Nación, 17/06/12.

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