La extraña muerte de Alberto Nisman
septiembre 27, 2015 · Imprimir este artículo
Nisman para mal pensados
Por Héctor Gambini.
Alberto Nisman tenía 51 años. Fue hallado muerto en su departamento el 18 de enero pasado.
Para llegar hasta el final hay que volver al principio.
¿Se acuerdan? Era el domingo 18 de enero. Los custodios de Nisman no lo encontraban, llamaron a su secretaria, buscaron a su madre y al cerrajero y todo eso. Ok. Pero resulta que lo buscaron desesperadamente durante 11 horas y cuando el cerrajero abrió la puerta –que finalmente no estaba cerrada con llave– sólo entró uno de los dos custodios que buscaban al fiscal. El otro se quedó abajo, lo más campante. Y el que entró dio unas vueltitas por ahí hasta que la madre del fiscal le dijo que fuera a fijarse en el baño porque veía luz. Y entonces fue y vio “al doctor caído sobre un charco de sangre”. Ese custodio –justo ése, de los 10 que estaban asignados a la función– no debía trabajar ese día: a las 48 horas tenía una operación para extirparse un riñón.
Sólo para mal pensados: ¿Había algo especial ese día por el que ese policía, y no otro, debía estar ahí?
Cuando vieron “el cuerpo del doctor” llamaron a Swiss Medical y un médico de esta prepaga llegó antes que la ambulancia del SAME, que igual llegó después pero le dijeron que ya no hacía falta. Sin embargo, más tarde el secretario de Seguridad Sergio Berni apuraba a la fiscal Viviana Fein para entrar al baño porque “mire si el fiscal todavía está respirando”. Pero ya eran como las 2 de la mañana, y al SAME le habían dicho que no hacía falta que los médicos lo vieran. ¿Berni temió que Nisman estuviera con vida después de que le dijeran al SAME que se fuera porque el fiscal ya estaba muerto?
Contradicciones. Improvisación. Tal vez, éste sea un caso para mal pensados.
Para cuando llegó la fiscal, en el departamento habían estado, además de Berni, el director de Inteligencia Criminal, el jefe de la Policía Federal, el subjefe, el comisario general del que dependía el departamento de custodias y los dos jefes de ese departamento. La plana mayor de la Federal en el único barrio porteño donde no tiene jurisdicción: Puerto Madero está a cargo de la Prefectura.
Nunca nadie explicó qué hacían todos ellos ahí. Por qué fueron. Quién los llamó. Para buscar 11 horas a Nisman hubo apenas dos policías. Para encontrarlo muerto, sólo uno. Pero para entrar a la escena del crimen, no menos de 15, incluyendo a la plana mayor. Pocos cuando había que buscar y muchos cuando había que preservar, observar, no pisar. Todo al revés de lo que indican los manuales que todos esos policías estuvieron leyendo durante toda su carrera.
¿Esto fue casualidad? Definitivamente, éste es un caso para mal pensados.
La investigación avanza a paso de tortuga pero ya no se puede afirmar que no se sabe nada. Se sabe que el arma que Lagomarsino dice que le prestó a Nisman deja huellas de pólvora en cualquier situación en la que se dispare. Pero resulta que Nisman no tenía rastros de pólvora en las manos. No sólo eso: el arma tampoco tenía las huellas digitales del fiscal ni de nadie. Es decir, no hay rastros de la pistola en Nisman ni de Nisman en la pistola. ¿Nisman se disparó utilizando un guante y luego se lo sacó, lo tiró al inodoro y apretó el botón de la descarga para finalmente morir? Cualquier explicación que quiera derribar la fuerza de estos indicios es un viaje al ridículo.
También se sabe que el primer médico que vio el cuerpo de Nisman, el de la prepaga, dijo que el cadáver no estaba ubicado como luego lo fotografiaron los peritos policiales, sino en una posición diferente.
Si el médico vio el cuerpo de una forma, se fue, y luego el perito policial fotografió al cuerpo de otra, únicamente hay dos opciones posibles: o Nisman estaba vivo y cambió de posición luego de que lo viera el médico de la prepaga, o alguien lo movió entre que se fue este profesional y llegó el fotógrafo policial. Esa fue la hora aproximada en que los médicos del SAME esperaban abajo de las torres Le Parc hasta que alguien les dijo que se fueran.
La primera opción no es posible. Todos los forenses opinaron que Nisman murió al menos 12 horas antes de que hallaran su cuerpo. De modo que el cadáver fue movido por alguien. Acomodado para algo.
Los profesores de Criminalística suelen repetir una máxima: lo que no es, no es. Significa que no hay que ver indicios donde no los hay. Pero, ¿qué hacemos con los que hay? Todas las pruebas que se conocen hasta ahora indican que Nisman no se disparó. Y que su cuerpo fue movido o acomodado tras su muerte. ¿Sigue abonando esto la hipótesis de un suicidio?
Los datos indican que el animal que estamos buscando tendría cuatro patas, estaría cubierto de pelo y ladraría. Pero la fiscal parece no ver ninguna evidencia si ésta no encaja con una gallina.
Hay que volver a los manuales. Lo que no es, no es.
Si la fiscal teme equivocarse, sería mejor hacerlo con la certeza de una evidencia parcial –eso se llama semiplena prueba– que con la incertidumbre de un supuesto incomprobable. Si concluye que fue un suicidio, ¿cómo sostendrá una mano sin pólvora y un cadáver que se mueve solo?
Sin embargo, la fiscal dio la semana pasada una muestra de que no piensa revisar nada de aquellos primeros momentos de la investigación, cargados de sombras. “Todo lo atinente al procedimiento que se llevó a cabo el día del hecho en el interior del departamento del nombrado, en especial en el baño en que se halló su cuerpo, quedó debidamente acreditado con las manifestaciones del personal policial que labró las actas que dan cuenta de lo actuado”, argumentó, en perfecto lenguaje de expediente.
Sólo para mal pensados: los policías que labraron las actas lo hicieron bajo supervisión de todos los máximos jefes posibles, paraditos ahí, al lado de ellos, en vivo y en directo. ¿Entonces fue ésa su misteriosa misión? ¿Ver cómo labraban las actas sus subordinados? ¿Controlar qué ponían y qué no?
El caso tiene otra certeza. Tantos funcionarios durante tanto tiempo en el departamento fueron los ojos y los oídos de la Presidenta acusada por el fiscal en la escena del crimen. Por eso la querella pidió citarla como testigo. Ella podría contar cómo se enteró y con quiénes habló aquel domingo: Cristina dijo por cadena nacional que quien le avisó que Nisman estaba muerto fue la ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez, pero Berni sostuvo que fue él quien le contó lo sucedido. ¿Y qué dijo ella? ¿A quién? ¿Dio alguna orden? ¿Cuál?
Como sea, ya es seguro que el oprobio del caso Nisman será heredado por el próximo presidente junto con la banda y el bastón presidencial. Se hablará de justicia independiente del poder político, pero el futuro del caso parece predestinado a los foros internacionales y ahí está en juego la imagen del país. “Si no encontramos justicia acá, la iremos a buscar afuera”, le dijo esta semana el abogado de la querella, Juan Pablo Vigliero, a la periodista María Eugenia Duffard.
Allá lejos y hace tiempo quedó la única declaración del espía Jaime Stiuso tomada por la fiscal. Fue un martes de carnaval, en secreto. El ahora jubilado agente de la SIDE trabajó con Nisman en la causa AMIA durante años, pero su testimonial ante Fein ocupa apenas cuatro hojas.
Eso a pesar de que varias de las últimas llamadas de Nisman fueron hechas a sus teléfonos. El dijo que no atendió: “Tenía el tono bajo porque me acosaban los periodistas”, se justificó. Fein no le preguntó por qué luego no devolvió esas llamadas. Se ve que tampoco le pareció importante. O no tan importante como anunciar cuándo tendrá su dictamen: después de las elecciones de octubre.
Otra vez, atentos mal pensados.
Al final, Stiuso dijo que “tanto Alberto (Nisman) como yo fuimos amenazados, al igual que nuestras familias”, y que “le llamó la atención la muerte sorpresiva, que nunca lo hubiese esperado de una persona como Nisman, apasionado por su trabajo”.
No está explícito pero está claro: lo que nunca hubiera esperado era un suicidio.
Ahora la justicia busca a Stiuso pero no tiene idea de dónde está: le acaban de pedir a Interpol una “notificación azul” para ubicarlo en Estados Unidos y decirle que venga a contarles todo lo que sabe del caso AMIA a los fiscales que sucedieron a Nisman en esa investigación. ¿Algún mal pensado cree que Stiuso vendrá?
Cuatro días antes de morir, Nisman le dijo a la periodista Natasha Niebieskikwiat: “Yo puedo salir muerto de esto”. Fue en las horas en que llamaba a Stiuso y no le contestaba. En que agentes de Prefectura se sentaban frente a su edificio para vigilarlo. En que un custodio que sería operado el martes decidiera trabajar el domingo.
No hay caso. Para llegar hasta el final hay que volver al principio.
Fuente: Clarín, 27/09/15.
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