¿Conectados o Desconectados?

febrero 27, 2018

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¿Cuál es el impacto de la tecnología en nuestra vida diaria? ¿Qué pasa cuando abusamos de ella? De esto trata el siguiente video.

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Cómo tratar la adicción al smarthpone

febrero 27, 2018

Cómo hacer que el smarthpone deje de dominarnos, y aprender a usarlo en nuestro beneficio

En «Cómo separarse de su teléfono», la periodista Catherine Price ofrece mucha información sobre lo fácil que es volverse adicto a los dispositivos móviles y a las aplicaciones. Pero también brinda consejos, basados en su propia experiencia, sobre cómo terminar con un vínculo enfermo, recuperar el tiempo de vida y usar el celular sólo como una herramienta.

Los dispositivos de conexión móviles y las aplicaciones están diseñados para ser adictivos. (IStock)

Los dispositivos de conexión móviles y las aplicaciones están diseñados para ser adictivos.
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Si usted está leyendo esta nota en su teléfono, quizá deba prepararse para recibir algunas malas noticias. Aunque, al final, también encontrará propuestas positivas.

How to Break Up With Your Phone: The 30-Day Plan to Take Back Your Life (Cómo separarse de su teléfono: un plan de 30 días para recuperar su vida) no está en contra de la tecnología pero es muy crítico sobre la adicción que generan dispositivos y redes sociales. El libro asegura que es posible tener una relación mejor, más equilibrada, que la que actualmente prevalece.

Antes de desarrollar sus argumentos y consejos, Catherine Price, la autora, cita algunas estadísticas:

-En los Estados Unidos las personas miran sus teléfonos unas 47 veces por día. Los jóvenes, entre 18 y 24 años, unas 82.
-En promedio, la gente pasa más de 4 horas por día en su teléfono: eso está 28 horas por semana, 112 por mes, o 56 días al año.
-El 80% de las personas mira el teléfono dentro de los primeros 30 minutos tras despertarse.

¿Lo último que hace al acostarse y lo primero que hace al levantarse es mirar su teléfono? Es posible que le convenga replantear la relación con su dispositivo móvil.

¿Lo último que hace al acostarse y lo primero que hace al levantarse es mirar su teléfono? Es posible que le convenga replantear la relación con su dispositivo móvil.
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-Más del 50%, mira el teléfono en el medio de la noche; una cifra que sube al 75% entre las personas de 25 a 34 año.
-Desde que el smartphone se convirtió en un producto ubicuo, agregó tres patologías a la lista médicapulgar de textearcuello de textearcodo de teléfono.
Más del 80% de las personas asegura que tiene sus teléfonos cerca «casi todo tiempo» de sus horas despiertos.
-Cinco de cada 10 no se imaginan la vida sin el smartphone.
-Uno de cada 10 mira el teléfono mientras mantiene relaciones sexuales.

La autora parte de su propia historia: un día, mientras le daba la mamadera a su hija, la bebé se quedó mirándola, reconociéndola. Pero Price buscaba unos picaportes victorianos en eBay y no lo notó por largo rato. Cuando se dio cuenta, se echó a llorar. No podía ser que el teléfono, de algún modo, se hubiera convertido en un objeto de relación capaz de desplazar a su niña. Entonces comenzó a pensar en esta historia.

Catherine Price, autora de “Cómo separarse de su teléfono”.

Catherine Price, autora de “Cómo separarse de su teléfono”.
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«Tuve mi primer teléfono en 2010, y casi enseguida comencé a llevarlo conmigo a todas partes y a sacarlo constantemente, a veces durante segundos y a veces durante horas», recordó. «En retrospectiva veo que también pasaban otras cosas: leía menos libros, por ejemplo, y pasta menos tiempo con mis amigos y en mis hobbies, como hacer música, que me daba mucha alegría. Mi periodo de atención se acortaba y me hacía más difícil sentirme presente en esas otras actividades, inclusive mientras las realizaba. Pero en el momento no me ocurrió pensar que esas cosas estarían relacionadas».

Con los años el aparato se convirtió en lo primero que buscaba en la mañana y lo último que miraba al dormirse. A veces lo miraba por un segundo, no fuera cosa que hubiera recibido un mensaje nuevo importante, y una hora más tarde se asombraba de cómo había sido que se le había pasado el tiempo. O respondía brevemente a un mensaje y 45 minutos más tarde se sentía agotada por un intercambio de textos imparable y mucho más demandante que una conversación en persona.

La ubicuidad del dispositivo hace que casi nadie ya viaje, coma o tome decisiones sin usarlo, y sus app diseñadas para explotar las debilidades de la psicología humana.

La ubicuidad del dispositivo hace que casi nadie ya viaje, coma o tome decisiones sin usarlo, y sus app diseñadas para explotar las debilidades de la psicología humana.
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Desarrolló un gesto reflejo: ante cualquier pausa (en un ascensor, en un semáforo, en una fila) sacaba el teléfono para mirarlo. Comenzó a presentar hábitos como el phubbing, o ningufonear: en una conversación real con otro ser humano físicamente frente a ella, no podía evitar mirar el teléfono. La ansiedad comenzó a bajar sus exigencias para el concepto de importante: cualquier cosa podía serlo si estaba en la pantalla de su teléfono. Ya no viajaba, comía, compraba productos o tomaba decisiones de toda índole sin mirar el smartphone.

«Al igual que puede pasar mucho tiempo antes de que uno comprenda que una relación romántica puede ser enferma, me llevó mucho tiempo advertir que tenía problemas en mi relación con el teléfono», advirtió. Comenzó a investigar por qué sentía esa ansiedad por el dispositivo. No llegó muy lejos: se distraía de nada.

Al fin dio con mucha información sobre los problemas de estas distracciones inalámbricas móviles (como dicen en broma los especialistas en los efectos psicológicos de los dispositivos inalámbricos móviles).

“How to Break Up With Your Phone” describe una realidad preocupante, pero también ofrece una guía práctica para cambiarla.

“How to Break Up With Your Phone” describe una realidad preocupante, pero también ofrece una guía práctica para cambiarla.
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Encontró datos aterradores: «Pasar mucho tiempo en [estos dispositivos] puede cambiar tanto la estructura como la función de nuestros cerebros, incluidas nuestras capacidades de crear nuevos recuerdos, pesar en profundidad, concentrarnos y absorber y recordar lo que leemos». Encontró muchos estudios coincidentes: «Se ha asociado el uso intenso de smartphones (en particular para estar en redes sociales) con efectos negativos en la neurosis, la autoestima, la impulsividad, la empatía, la identidad y la imagen de uno mismo, y con problemas de sueño, angustia, estrés y depresión».

Su libro —que es breve: a diferencia de la tecnología digital y las redes sociales, Price no quiere robarle tiempo de vida al lector— despliega esas y otras ideas e informaciones para explicar de qué modo los teléfonos celulares y sus aplicaciones están diseñados para ser adictivos, y tienen las consecuencias de cualquier otra adicción: hacen daño.

Decir que el negocio digital está hecho para causar adicción implica que  realmente es muy difícil tener un smartphone y no ser adicto. La autora sugiere que los lectores hagan una prueba de compulsión, desarrollada por David Greenfield, fundador del Centro sobre Adición a Internet y la Tecnología de la Universidad de Connecticut.

¿De vacaciones? Con el teléfono es imposible descansar de la vida en línea. (Getty)

¿De vacaciones? Con el teléfono es imposible descansar de la vida en línea.
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El psiquiatra estableció 15 preguntas para medir la salud del vínculo entre el ser humano y su dispositivo. «¿Descubre que ha pasado más tiempo en su teléfono del que se había dado cuenta?», ¿Mira y responde textos, tuits y correos a todas horas del día y de la noche, incluso si significa que interrumpe otras cosas que está haciendo?» y «¿Se siente mal o incómodo cuando accidentalmente olvida su teléfono en el automóvil o en la casa, o no tiene servicio, o se le rompe el teléfono?» son algunas de ellas.

Hasta 4 respuestas afirmativas la relación con el dispositivo es normal o más o menos normal; de 5 a 8, es probable que uno tenga un comportamiento compulsivo con el teléfono; de 8 en adelante sugiere hacer terapia contra adicciones. Price se preocupó, porque su examen no salió muy bien: «¡Vamos! La única forma de sacar menos de 5 en esta prueba es no tener un teléfono».

¿Trabajando? El teléfono siempre estará a mano para distraerse. (Getty)

¿Trabajando? El teléfono siempre estará a mano para distraerse.
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La premiada periodista, autora también de Vitamania (un libro que desnuda los equívocos sobre salud y vitaminas en la confusa intersección de vida sana y publicidad), no es una ludita. How to Break Up With Your Phone es más bien una terapia para mejorar la relación con el aparato. Y ganar tiempo que se puede ocupar en disfrutar de la familia o los amigos, aprender algo nuevo, descubrir actividades nuevas.

Price propone, también, una guía práctica para reiniciar al usuario de smartphones: hacer ciertos cambios de configuración, aplicaciones, ambiente y, desde luego, disposición personal para no seguir bajo el dominio del dispositivo y sacarle el mejor provecho posible.

Como un experimento consigo misma, Price hizo una especie de Shabbat electrónico: ella y su esposo se despidieron de su teléfono, su computadora y todos los demás dispositivos con internet un viernes a la noche —que comenzó con una cena a la luz de las velas— y por 24 horas.

¿En el tranporte público? Ni paisajes ni arquitectura para mirar en el camino, si está el teléfono. (Getty)

¿En el tranporte público? Ni paisajes ni arquitectura para mirar en el camino, si está el teléfono.
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Al comienzo estaban desesperados; pero juntaron fuerzas y lo lograron. Y cumplido el plazo los sorprendió sentir que no sentían muchas ganas de recolectar con sus teléfonos: con sus urgencias, sus imperativos, sus reclamos. «En lugar de haber sido algo estresante, habíamos sentido la experiencia como algo restaurador». Tanto que tomaron la costumbre de repetirla.

Luego ella avanzó con pequeñas pruebas de separación del dispositivo, para adaptarse. A veces salía a dar un paseo y lo dejaba en la casa. «¿Y si me está llegando un mensaje importante?», pensaba al principio. Se sorprendió por la fuerza con que el teléfono se hacía extrañar. Pero pronto la angustia cedió, y a los pocos días durante sus caminatas su mente se detenía en el paisaje, se hacía preguntas sobre los árboles y el aire que respiraba.

Supo que la angustia del smartphone era algo tan extendido que hasta existen estudios sobre eso, y decidió invitar a otras personas a probar su reinicio sentimental con el aparato: 150 voluntarios colaboraron con la realización del libro.

Price probó con un Shabbat electrónico y descubrió que se sentía mucho mejor, a pesar de los primeros momentos de gran angustia por no poder conectarse 24/7.

Price probó con un Shabbat electrónico y descubrió que se sentía mucho mejor, a pesar de los primeros momentos de gran angustia por no poder conectarse 24/7.
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Entre sus consejos generales (el libro incluye un plan paso a paso, para 30 días de desintoxicación), se destacan:

1) Buscar el placer en otras cosas
«Para maximizar la cantidad de tiempo que pasamos con nuestros dispositivos, los diseñadores manipulan la química de nuestros cerebros«, explicó. «La dopaminacumple muchas funcionas, pero a nuestros fines la más importante es que, al activar los receptores relacionados con el placer, nos enseña a asociar ciertas conductas con recompensas». Citó el ejemplo de Instagram, que ha creado un código que retrasa la muestra de los ‘me gusta’ para poder lanzarlos juntos en el momento más efectivo para la app: «El momento en que ver nuevos ‘me gusta’ te desalentará a cerrarla».
Price propone razonar con más libertad: «El tiempo que estás con tu teléfono es el que no usas en otras actividades placenteras, como pasar el rato con un amigo o practicar un hobby», escribió. «Hazte a la idea de que es «más tiempo con tu vida».
Parte de ese razonamiento es descubrir exactamente aquello que sí se desea del dispositivo, y sólo conservar eso, porque a nadie le viene mal tener una computadora en el bolsillo, evidentemente: «¿Qué quieres hacer con tu teléfono? ¿Qué te encanta y qué quieres mantener?».

Las aplicaciones explotan la necesidad humana de ser aceptado. Price recomienda sacar todas del teléfono y usarlas solamente en la computadora. (iStock)

Las aplicaciones explotan la necesidad humana de ser aceptado. Price recomienda sacar todas del teléfono y usarlas solamente en la computadora. (iStock)

2) No creer que la atención de los otros es para nosotros
«Los seres humanos somos criaturas sociales, y desesperadamente queremos sentir que pertenecemos«, argumentó. «Lo particularmente extraño es que no sólo nos importa el juicio de otras personas, sino que lo pedimos. Publicamos fotos y comentarios para mostrarles a los otros que somos merecedores de amor, que somos populares y, en un plano más existencial, que importamos, y luego miramos obsesivamente nuestros teléfonos para ver si otras personas —o al menos sus perfiles en línea— están de acuerdo».
Sin llegar a los efectos demoledores de que esas otras personas no estén de acuerdo y nos ignoren, Prince se detiene en los efectos demoledores de cuando lo están. Esa no es atención real a la persona que somos, sino un truco de explotación de la psicología humana que aquellos que diseñan las aplicaciones hacen «porque así es como generan dinero». Muchas apps son gratuitas «porque los anunciantes son los clientes: lo que está en venta es nuestra atención». Price propone que el usuario lleve su atención a otras cosas, «porque nuestras vidas están hechas de aquello a lo que le prestamos atención«. Y, como somos mortales, el tiempo es limitado.

La autora recordó que los grandes gurús de Silicon Valley mantuvieron a sus niños alejados de los dispositivos móviles conectados. (Shutterstock)

La autora recordó que los grandes gurús de Silicon Valley mantuvieron a sus niños alejados de los dispositivos móviles conectados.
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3) Detener el re-formateo de su cerebro
«Una de las defensas más comunes de los teléfonos es la idea de que nos hacen mejores para la multitarea, y por ende, más eficientes.
Lamentablemente no es así. En realidad la multitarea (es decir, procesar simultáneamente dos o más tareas que demandan atención) no existe, porque nuestros cerebros no pueden hacer a la vez dos cosas cognitivamente demandantes», advirtió.
Lo que sí pueden hacer las personas —y lo hacen, pero no resulta beneficioso— es saltar de una tarea a otra a toda velocidad. «Este tipo de distracción frecuente no sólo puede crear cambios de largo plazo en nuestros cerebros: es particularmente buena para hacerlo«. Literalmente: la forma, los caminos de procesamiento de los impulsos eléctricos. «Si quisiéramos inventar un dispositivo que volviera a tender los cables de nuestras mentes; si quisiéramos crear una sociedad de gente que estuviera perpetuamente distraída, aislada y agotada; si quisiéramos debilitar nuestra memoria y dañar nuestra capacidad concentración y pensamiento profundo», sintetizó, «terminaríamos por inventar un smartphone«.
Alejarse del teléfono detiene esos cambios: «Uno realmente comienza a ver las diferencias en sus propios hábitos y en su estado mental, y se descubre más concentrado, con una mejora para centrarse en las cuestiones por separado. Y, de manera interesante, también más relajado«, escribió Price. «Porque es bueno mirar por la ventana un minuto, dejar que la mente vague. Creo que nos hemos olvidado de eso».

Catherine Price tiene esperanza en que la tecnología puede ser dominada por el hombre, y no al revés. (Foto: Sara Remington)

Catherine Price tiene esperanza en que la tecnología puede ser dominada por el hombre, y no al revés.
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Otros consejos generales de How to Break Up With Your Phone: 

-Usar un reloj despertador.
-Tener siempre un libro en la mesa de luz.
-Cargar el teléfono lejos del dormitorio.
Borrar las redes sociales del teléfono; siempre se las puede ver en la computadora.
-Incluir entre los modales de mesa que jamás se usará el teléfono durante las comidas.
-Inhabilitar las notificaciones, todas; para empezar, al menos casi todas (las del correo electrónico, sin dudas entre ellas) y dejar las de las llamadas, los mensajes de texto y el calendario.
–Activar un protector de pantalla que cada una cantidad prudencial de minutos pregunte si uno realmente quiere seguir en el teléfono.
-Cada tanto, observar a otras personas que hacen lo que uno hacía: se comprobará el patetismo y los malos modales de quienes no pueden mantener una conversación real con otro ser humano sin atender en realidad a su teléfono; o en un teatro a oscuras tienen la cara iluminada del azul de sus pantallas o —peor— olvidan quitar el sonido del dispositivo, por ejemplo.
–Y en el caso de ser padres, recordar que Steve Jobs no permitió que sus hijos usaran iPads, y Bill y Melinda Gates no permitieron que los suyos tuvieran teléfonos hasta que cumplieran 14 años.

Fuente: infobae, 27/02/18.

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Tu celular te vuelves más tonto

julio 17, 2017

Simplemente con estar cerca de tu celular te vuelves más tonto

Por Jesse Hicks. 

Si está a tu alcance, te está drenando el cerebro.

Todos sabemos que nuestros teléfonos nos están convirtiendo en zombies sin cerebros, viendo hacia abajo, mandando mensajes mientras vagabundeamos entre los coches. Pero un nuevo estudio sugiere que es aún peor que eso: si tu teléfono está a tu alcance, incluso si está apagado, te está drenando el cerebro.

El estudio, realizado por investigadores de la Escuela de Negocios McCombs de la Universidad de Texas en Austin, involucró a cerca de 800 personas. Los investigadores querían evaluar cómo podría afectar a los participantes la simple presencia de nuestros teléfonos, se les pidió que completaran una serie de tareas informáticas que requerían su plena concentración. Se les ordenó al azar que pusieran sus teléfonos boca abajo en el escritorio, en el bolsillo o en la bolsa, o en una habitación diferente. Todos pusieron en silencio sus celulares.

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Aquellos que tuvieron la suerte de poner temporalmente sus teléfonos en otra habitación obtuvieron una puntuación significativamente mejor que aquellos con sus teléfonos en el escritorio. Hubo una diferencia menor entre los que tenían los teléfonos en los bolsillos y los que los tenían en el escritorio, pero incluso dejar sus celulares fuera de la vista se asoció con mejores resultados.

«Vemos una tendencia lineal que sugiere que conforme el smartphone se vuelve más perceptible, la capacidad cognitiva disponible de los participantes disminuye», dijo drian Ward, autor principal del estudio. (La capacidad cognitiva es la cantidad de trabajo mental que tu mente puede hacer en cualquier momento). «Tu mente consciente no piensa en tu celular, pero ese proceso, el proceso de exigirle que no piense en algo, utiliza algunos de tus recursos limitados cognitivos, es una fuga para el cerebro». Eso es algo que deberías considerar la próxima vez que tengas una cita y pongas tu teléfono en la mesa.

Por supuesto, al leer esos resultados, es probable que pienses: «yo no hago eso» o «hago eso todo el tiempo», dependiendo de que tan adicto seas al celular. Así que los investigadores también decidieron averiguar sobre esa variable. Los participantes describieron por primera vez qué tanto sentían que necesitaban sus teléfonos para pasar el día. Luego se les pidió que completaran las mismas tareas basadas en computadora. Pusieron sus celulares boca arriba en el escritorio, en un bolsillo o en una bolsa, o en otra habitación. A algunos también se les pidió que apagaran sus teléfonos.

Los resultados fueron probablemente lo que era de esperarse. Los que se consideraban más dependientes del teléfono tuvieron peores resultados que los menos dependientes, pero sólo si sus teléfonos estaban cerca, en el escritorio o en un bolsillo o bolsa.

Eso sugiere que no fue un hábito mental o una diferencia cognitiva lo que afectó las puntuaciones. Era la presencia del teléfono. Y los investigadores descubrieron que no importaba si el teléfono que estaba cerca estaba boca arriba o boca abajo, encendido o apagado. Con sólo tenerlo a la vista (o de fácil acceso) le agregó una carga cognitiva adicional al cerebro, algo así como pensar constantemente: «no lo agarres, no lo agarres, no lo agarres». Esto redujo la capacidad de concentración de los participantes, llevando sus puntuaciones a un nivel muy bajo.

«No es que los participantes estuvieran distraídos porque recibían notificaciones en sus teléfonos»,dijo Ward. «La simple presencia de su celular fue suficiente para reducir su capacidad cognitiva». En otras palabras, nuestros teléfonos no sólo son una puerta de entrada a las maravillosas distracciones. Son la distracción.

Fuente: infobae.com, 2017.

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Los efectos perjudiciales del celular

junio 17, 2017

¿Todavía crees que el teléfono móvil no te enferma? Aquí te lo probamos

Los efectos nocivos que puede causar estos aparatos abarcan tanto la salud física como la mental.

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Desde que llegaron los dispositivos móviles a nuestras vidas muchas cosas están cambiando, y eso lo sabemos. Pero quizás desconocemos realmente los efectos que ocasiona su abuso en nuestra salud y en la de quienes nos rodean.

Aquí te presentamos seis aspectos sobre el tema que ya la ciencia comprobó.

Interfieren en la rutina

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Tanto los móviles como las tabletas pueden llegar a distraer la atención en la crianza de nuestros hijos, alterando las rutinas familiares e induciendo el estrés en el hogar. Así lo determinó un estudio de la Universidad de Michigan presentado en octubre de 2016.

Generan diversas tensiones ya que “las relaciones entre compañeros de trabajo, amigos y la sociedad en general están invadidas por estos aparatos. Interfieren al momento de comer con la familia, a la hora de dormir y del esparcimiento“, afirmó Jenny Radesky, autora del estudio citado.


Generan insomnio

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Según científicos de la Universidad de Brown, en Estados Unidos, la luz brillante que producen los dispositivos móviles afecta los niveles de melatonina, la hormona responsable del sueño, reduciéndolos hasta un 37% en determinados casos.

Advierten los médicos que muchas personas trasladan sus aparatos a la cama y continúan conectadas hasta tarde, luego se les dificulta dormir porque la luz les genera insomnio. Al permanecer despiertas, siguen utilizándolos, creando de esta forma un círculo vicioso.


Producen sedentarismo

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Los usuarios desmesurados de teléfonos móviles se están convirtiendo en el mayor grupo de sedentarios, según lo determina un estudio de 2012 donde se analizó el comportamiento de estudiantes universitarios encontrando que el uso permanente de éstos disminuye significativamente las actividades físicas y deteriora las condiciones del cuerpo.


Causan accidentes

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De acuerdo a datos de la  Asociación Americana de Automóviles (American Automobile Association, AAA), se conoció en en 2016 una preocupante cifra. El 60% de los accidentes de vehículos conducidos por conductores jóvenes y adolescentes, ocurren mientras van hablando o chateando con sus teléfonos.


Lesionan la vista

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Nos exponemos a diario y sin descanso básicamente a tres pantallas: la de la TV, la del ordenador y la de los dispositivos móviles. Esta compulsión que nos hace todo el tiempo fijar los ojos puede deteriorar nuestra capacidad visual a mediano y largo plazo, señala la Sociedad Americana de Oftalmología.

Provocan dolores

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Michelle Collie, doctora del centro de Terapia Física de Alto Rendimiento en Rhode Island, afirma que desde hace 7 años comenzó a observar casos de pacientes padeciendo dolor de cabeza, cuello y espalda provocados por la utilización de dispositivos móviles. Se le denominó el “dolor de los mensajes de texto”.


¿Qué podemos hacer?

Una buena manera para evitar todo esto comienza por establecer límites, trazar un plan en familia que determine los períodos y los sitios libres de estos aparatos en el hogar.

El uso de la tecnología es algo que en estos tiempos es prácticamente inevitable, pues en torno a ella giran muchos aspectos de nuestra cotidianidad, sin embargo, es importante que tengas conciencia de lo perjudicial que es abusar de su utilización, pero sobre todo, que entiendas el beneficio que representa el hecho de desconectarnos en determinados momentos.

Fuente: Grandes Medios


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Auge y caída de BlackBerry

octubre 5, 2016

Los tiempos rápidos y fugaces de BlackBerry

La otrora esencial herramienta de comunicaciones fue superada por sus competidores.

Por Jacquie Mcnish.
La imagen de BlackBerry se despliega frente a la sede central de la compañía en Waterloo, Canadá. La empresa anunció la semana pasada que la producción de sus dispositivos será transferida a terceros.
La imagen de BlackBerry se despliega frente a la sede central de la compañía en Waterloo, Canadá. La empresa anunció la semana pasada que la producción de sus dispositivos será transferida a terceros. 

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TORONTO — Desde una oficina arriba de una tienda de bagels en Waterloo, Canadá, BlackBerry comenzó su ascenso hasta convertirse en una de las marcas mundiales líderes y un símbolo de estatus que cambió de manera adictiva la forma en que las personas se comunican.

BlackBerrySu ascenso resultaría ser efímero. La empresa que alguna vez dominó el mercado global de smartphones fue superada por los rivales a los que subestimó.

Después de alcanzar un máximo de 52,3 millones de teléfonos vendidos en 2011, ahora apenas figura en el radar, con 3,2 millones de unidades vendidas en su último año fiscal. Ahora, BlackBerry Ltd. abandonó el diseño y la fabricación de sus smartphones, al decidir tercerizar ese trabajo.

Los problemas de BlackBerry son, en muchos aspectos, producto de su éxito, tan rápido como improbable. La pequeña compañía se vio catapultada a las grandes ligas a comienzos de la década de 2000 después de lanzar el primer comunicador portátil de correo electrónico, tras languidecer durante años en Waterloo mientras su fundador y presidente ejecutivo, Mike Lazaridis, concebía una variedad de aparatos móviles.

El éxito llegó tan rápido que abrumó a la única fábrica de la empresa, que se esforzó para no quedar rezagada ante la creciente demanda mundial y abrir nuevas instalaciones. En algunos trimestres, las ventas crecieron 20% respecto del trimestre anterior, lo que alimentó un ritmo frenético de contrataciones. Los nuevos empleados a menudo llegaban en autobuses llenos para asistir a sesiones de orientación, llamadas “lunes de nuevos contratados”.

Esas presiones distrajeron a los líderes de la empresa de una brutal maratón tecnológica que dejaba poco margen de error.

Lazaridis y su equipo lograron su éxito inicial al idear nuevas técnicas para conservar el ancho de banda en precarias redes de datos. Su otro éxito fue un teclado lleno de funcionalidad que facilitó el uso del email en dispositivos móviles para los novatos.

Sin embargo, mientras se enfocaban en mantenerse al día con el aumento de la demanda del popular dispositivo —apodado CrackBerry por la adicción que generaba en sus usuarios—, Lazaridis y su copresidente ejecutivo, Jim Balsillie, dejaron de prestar atención a los competidores de Silicon Valley, quienes los superaron rápidamente.

Cuando a mediados de 2007 Lazaridis realizó una “autopsia” del primer iPhone, de Apple Inc., quedó atónito al encontrar tanto poder computacional dentro del delgado teléfono. El smartphone era absurdo, le dijo a su equipo. No había forma de que las redes celulares pudieran procesar tantos videos, fotos y otros tipos de tráfico de internet que Apple estaba prometiendo a los usuarios del iPhone.

Lazaridis y otros ejecutivos no comprendieron que su ambicioso nuevo competidor había cambiado las reglas: al firmar un acuerdo de exclusividad con AT&T, Apple le dio al operador móvil un enorme incentivo para mejorar sus redes.

Esas mejoras permitieron a los usuarios de iPhones, quienes al principio se frustraron por las llamadas caídas, jugar a Angry Birds y bajar aplicaciones que los BlackBerrys no serían capaces de ofrecer a sus clientes por varios años.

Las reglas del juego cambiaron una vez más en 2007, cuando Google anunció que otorgaría gratis la licencia para usar su sistema operativo Android a los fabricantes de celulares. Esto allanó el camino para que empresas como la surcoreana Samsung Group le quitara clientes a BlackBerry con teléfonos de menor costo. En 2012, Samsung se convirtió en el mayor fabricante mundial de smartphones.

Para 2013, Lazaridis y Balsillie ya se habían ido de la empresa, en medio de sus crecientes problemas y del derrumbe de su capitalización bursátil y de su cuota de mercado.

Los tropiezos de BlackBerry eran tan graves que incluso Lazaridis se dio cuenta hace unos años que los otrora ubicuos teléfonos estaban destinados a la obsolescencia. Obsesionado por la idea de que un día los BlackBerrys podrían dejar de producirse, en 2013 fue a una tienda de electrónicos y compró todo el inventario de estos teléfonos.

El hombre que en 1998 había sido el precursor de los dispositivos móviles dijo que los había comprado porque “el pensamiento más aterrador (…) era que [un día] no tendría una BlackBerry”.

Su cuota del mercado mundial de smartphones ha caído ahora por debajo del 1%, una diminuta porción que se debe a usuarios leales que se niegan a renunciar a su icónico teclado.

Al igual que Lazaridis, Balsillie es un fiel usuario de BlackBerry. Su teléfono predilecto es un BlackBerry Classic.

“Cuando me muera, tendrán que sacarlo con palanca de mis manos”, dijo en 2015 a una audiencia en Toronto.

BlackBerry a lo largo de los años

BlackBerry 850 Wireless (1999)
BlackBerry 850 Wireless (1999).
BlackBerry 957
BlackBerry 957.
BlackBerry 6210 (2003)
BlackBerry 6210 (2003).
BlackBerry Charm 7100T (2004)
BlackBerry Charm 7100T (2004).
BlackBerry Pearl 8100 (2006)
BlackBerry Pearl 8100 (2006).
BlackBerry Curve 8300 (2007)
BlackBerry Curve 8300 (2007).
De izquierda a derecha, un BlackBerry Storm, un BlackBerry Pearl Flip 8220 y un BlackBery Bold 9000, todos lanzados en 2008.
De izquierda a derecha, un BlackBerry Storm, un BlackBerry Pearl Flip 8220 y un BlackBery Bold 9000, todos lanzados en 2008.
Blackberry Z10 (2013)
Blackberry Z10 (2013).
BlackBerry Passport (2014)
BlackBerry Passport (2014). 
BlackBerry Classic (2014)
BlackBerry Classic (2014).
BlackBerry Priv (2015)
BlackBerry Priv (2015). 
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Fuente: The Wall Street Journal, 03/10/16.

Cómo lograr su Libertad Financiera

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Una semana sin smartphone

agosto 8, 2016

Qué pasaría si durante una semana no usara su teléfono inteligente

Por Michael Grothaus.

Al principio uno se siente aislado del mundo, pero con el paso de los días, la ansiedad se transforma en alivio y libertad; al final se valora al smartphone como herramienta.

Me llevó 10 minutos completar esta primera frase. ¿Por qué? Porque cuando me senté a escribir este artículo y mientras pensaba cómo iniciarlo miré mi iPhone ocho veces. En algunos casos fue pura pérdida de tiempo, por ejemplo, miré las noticias, algunas veces fue para ver notificaciones de apps y una vez fue para atender una llamada (uno de los usos menos comunes que la gente da a su teléfono inteligente por estos tiempos).

celular 05Este ejemplo muestra la razón por la que decidí realizar la investigación para escribir este artículo: soy adicto a mi teléfono inteligente y quería ver cómo sería mi vida una semana sin él. No estoy solo en mi adicción. Los estadounidenses, en conjunto, miramos nuestro teléfono inteligente 8000 millones de veces al día, señala la revista Time. Estadísticamente eso significa que cada uno de los lectores de este artículo verificará su teléfono inteligente 46 veces al día (comparado con las 33 veces al día que lo hacía en 2014). Y es peor en el caso de los usuarios en el Reino Unido. Un estudio de la Universidad Nottingham Trent concluyó que las personas de entre 18 y 33 años miran su teléfono inteligente 85 veces al día o una vez cada 10 minutos, y ni siquiera se dan cuenta.

Toda esta interacción no sería algo malo si no tuviera consecuencias negativas. Pero las tiene. Además de que el tiempo que dedicamos a la pantalla afecta nuestro sueño, el uso del teléfono inteligente también tiene otros efectos secundarios relacionados con la salud: exacerba la depresión y la ansiedad. Y eso no es nada comparado con el hecho de que nuestro teléfono inteligente nos distrae tanto que nos lleva a la muerte. Casi fui atropellado por un auto caminando por Londres más de una vez porque, estúpidamente, me distraje tanto con mi iPhone que dejé de prestar atención a lo que sucedía a mi alrededor.

Pero pese a saber que es un mal hábito, cuando mi editor sugirió un artículo para el que debía renunciar a mi smartphone durante una semana me sentí aprensivo. ¿Podría hacerlo? Según una encuesta, el 84% de los consultados dijo que no podría renunciar a su teléfono inteligente por un día, mucho menos una semana. Pero yo quería experimentarlo. Por lo que por una semana convertí mi iPhone en un «teléfono tonto», eliminando todas las app, apagando el Wi-Fi y sólo usando el teléfono para hacer llamadas y enviar y recibir mensajes. Esta fue mi experiencia.

Me sentí desconectado

Honestamente, no sabía qué esperar al renunciar a las funciones inteligentes de mi iPhone. En los 90, cuando era un adolescente, nos arreglábamos con los pagers. Esto fue años antes de que el teléfono móvil se volviera algo que pudiéramos comprar o la norma. De modo que uno pensaría que renunciar al teléfono inteligente no sería algo tan grave para mí. Había sobrevivido en el pasado; sobreviviría ahora, ¿cierto?

No voy a mentir: los primeros días me sentí muy aislado. De pronto había renunciado a la principal herramienta de comunicación que usa la mayor parte de la sociedad moderna. Ya no tenía acceso a las últimas noticias o el pronóstico del clima. Estoy en Londres: ¿cómo voy a saber si va a llover en unas pocas horas? ¿Mirando al cielo? ¡Por favor! Pero aún peor que estar desconectado de las noticias, me sentí aislado de mis amigos y mi familia.

Cuando uno renuncia a su smartphone se vuelve dolorosamente obvio cuánta comunicación y contacto personal se da a través de apps de mensajería modernas como Facebook, Messenger y WhatsApp. Y, más que eso, sentí que me quedaba afuera de la vida de mis amigos. Ya no tenía acceso a sus comentarios en Facebook o sus fotos en Instagram. Y no podía compartir cosas de mi vida inmediatamente con ellos. Además me perdí un encuentro con amigos que fue organizado espontáneamente una tarde. Organizaron el evento a través de Facebook y cuando no respondí a la invitación a nadie se le ocurrió llamarme o enviarme un mensaje de texto para ver si iba, porque por supuesto que había sido notificado del evento a través de mi app de Facebook.

Me preocupó que se viera afectado mi trabajo

Para mitad de la semana también comencé a sentirme paranoico de que mi trabajo se viera afectado. Siendo periodista, probablemente use Twitter para el trabajo más que el común de los usuarios: para estar atento a las noticias, enviar artículos o encontrar fuentes. Durante el día me ponía nervioso dejar mi computadora -mi única conexión a Internet- y salir al mundo sin ella, por no perderme alguna noticia importante. Y aunque mis colegas de Fast Company sabían que estaba emprendiendo este experimento y que debido a ello podría no ser tan fácil ubicarme, me sentí mal por no poder responder a mensajes a través de Slack, enviados horas antes, hasta que volvía a estar frente a una computadora.

Advertí para cuántas cosas uso mi smartphone

No hace falta decir que en los primeros tres días se me hizo evidente lo beneficioso que son los celulares conectados. Si uno lo tiene nunca está realmente perdido, sea metafóricamente, al buscar información, o literalmente, al orientarse con el GPS y los mapas. Por caso, yo he vivido en Londres casi 10 años. Es una enorme metrópoli que se siente más pequeña porque puedo sacar Google Maps en cualquier momento y encontrar un sitio de interés u orientación para llegar fácilmente a cualquier lugar. No fue así cuando renuncié a mi teléfono inteligente. Extrañé la capacidad de saber con precisión dónde me encontraba en cualquier momento.

También advertí lo útil que son los avances recientes en la tecnología de los teléfonos inteligentes, como Apple Pay (que permite usar el celular como billetera digital). Ahora que no tenía acceso a este tipo de pago, que permite abonar un producto simplemente acercando el smartphone, parecía llevar un tiempo interminable comprar cualquier cosa. Hasta tuve que comprar boletos físicos de ómnibus y subte. Y la última molestia: tuve que cargar con más dispositivos. Dado que no podía usar la app de música, tuve que llevar un iPod Shuffle viejo en mis caminatas por el parque.

Me sentí más ansioso… y luego aliviado

fomo 01Como pueden adivinar por mis observaciones, la sensación de aislamiento de las noticias y mis amigos y demás información me hizo sentir ansioso en la primera mitad de la semana. ¿Me estaba perdiendo algo? ¿Qué pasaba si no tenía acceso a información cuando la necesitara? Pero entonces alrededor de la mitad de la semana, las cosas comenzaron a cambiar. En vez de ansiedad, cuando salía de la casa sin mis recursos del teléfono inteligente comencé a sentir alivio.

¿Realmente estaba aislado? ¿O estaba recuperando el control sobre mi vida, decidiendo qué o quién podía comunicarse conmigo y cuándo? Una vez superado el momento de ansiedad por no sentir el bombardeo de alertas de correo, tuits y mensajes de Slack uno llega a apreciar esta falta de acceso inmediato de los demás. ¿Necesitabas eso de mí? Lo siento, obviamente no tenía idea, dado que estaba lejos de mi computadora y concentrado en cosas que son importantes. Este giro de la ansiedad al alivio me hizo comprender que tenía más control respecto de con quién decidía interactuar -o permitir que me molestara- sin mi teléfono inteligente.

Comencé a interactuar con más gente en la vida real

Cosa curiosa, en los últimos días comencé a interactuar más con gente real de lo que lo hacía normalmente. Por cierto que en parte esto fue por necesidad. Llegué a llamar al operador para obtener el número de una empresa local y conseguir su dirección. Pero también hubo momentos en que me encontré conversando con gente con la que normalmente no lo haría. Como la chica en la cola en el mercado: por lo general me distraigo con el iPhone cuando hago cola, pero como eso no era una opción me arriesgué a hablar con una total extraña y fue muy agradable.

Me volví a enamorar de los diarios

No tener el teléfono inteligente significó no contar con juegos para jugar o noticias para leer mientras viajo. Eso significó que tendría que volver a familiarizarme con los diarios gratuitos que entregan en las estaciones de subte. En el pasado tendí a evitar estos diarios porque, obviamente, no tienen las últimas noticias, como sí sucede con mi app de Twitter. Un diario distribuido a las 6 de la tarde habría sido escrito e impreso no más tarde que el mediodía de ese día. Pero ahora, forzado a leer estos diarios, advertí que la mayoría de la gente no necesita la última noticia y que en las plataformas digitales el titular que comienza con «última noticia» se usa con demasiada liviandad y de modo demasiado frecuente. La mayor parte de las noticias no es algo que uno necesite saber en el momento.

También advertí por qué me gustaban tanto los diarios antes: porque son un medio finito. Los artículos a menudo son más concisos y van al grano. Además, uno no puede seguir leyendo interminablemente de un artículo al siguiente ad infinitum. Leer un diario y poder llegar hasta el final lo hace sentir a uno como que logró algo. Nunca se termina de leer Internet.

Mi mente tenía otra vez la libertad de divagar

Pero lo más importante que advertí para el fin de la semana es que mi mente estaba nuevamente en libertad de divagar. Como escritor y periodista, eso es muy bueno. De allí vienen las grandes ideas. La capacidad de dejar divagar a la mente es una libertad natural con la que nacemos y que la tecnología moderna parece decidida a eliminar con todos los pings y las notificaciones y distracciones que traen nuestros teléfonos inteligentes.

Los mejores textos, obras de arte y descubrimientos a menudo son el resultado de que sus autores abrazan el glorioso libre flujo de pensamiento en sus cabezas, y es un alivio saber que esa libertad innata vuelve a su vida si se lo permite.

Pero, al final, estaba contento de recuperar mi teléfono inteligente

Según mis últimas observaciones, puede sorprenderle oírme decir que, luego del séptimo día, cuando pude volver a convertir mi iPhone en un teléfono inteligente estaba contento de ello. Pero es así. Estar sin él una semana me hizo comprender lo importante que es esta herramienta en la sociedad moderna y se volverá aún más útil. Ahora mi iPhone es literalmente todo, desde el portal a la información ilimitada, pasando por mi billetera y mis pasajes de colectivo y subte, hasta la conexión que me mantiene al día con lo que hacen mi familia y mis amigos, aunque estén a miles de kilómetros.

El teléfono inteligente no sólo hace más fácil mi vida, también hace más pequeño y manejable el mundo. Cuando la historia analice nuestro tiempo, el celular probablemente sea considerado un dispositivo más importante que la PC. Y se va a volver más útil. Otra cosa que extrañaba era la capacidad de ver exactamente cuántos kilómetros camino cada día. En el futuro nuestros smartphones se integrarán aún más con nuestra salud personal e incluso podrían convertirse literalmente en salvavidas.

Sé que los teléfonos inteligentes no sólo benefician nuestra calidad de vida, pero renunciar una semana al mío no me curó de mi adicción. Sigo mirándolo demasiado a menudo. Pero la clave (al menos para mí) no es volver a un tiempo en el que los teléfonos inteligentes no eran una parte importante de nuestras vidas. La clave es moderar las notificaciones y fijar límites. Es saber cuándo dejar de lado el teléfono y aprovechar el glorioso mundo real. Y eso es algo en lo que aún tengo que trabajar.

Fuente: La Nación, 08/08/16.

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Jóvenes adictos a internet

abril 20, 2015

Ya hay chicos que pasan 13 horas por día en la Web

Preocupación en las familias por la adicción a las pantallas. Son casos de adolescentes que buscan evadirse de la realidad. Según los psicólogos que los tratan, los padres consultan demasiado tarde, cuando el problema está instalado.

Por Victoria De Masi.

¿Conectado o aislado? Un adolescente rodeado de las pantallas de la PC, el celular y la tablet.  nestor garcia

¿Conectado o aislado? Un adolescente rodeado de las pantallas de la PC, el celular y la tablet.

Existe una diferencia entre el adolescente que estudia, practica algún deporte, sale con amigos y pasa un buen rato en Internet, y aquél que apenas llega a su casa se encierra en la habitación y se conecta a la red o a la “Play”. O el que come sin dejar de mirar el celular. O el que no participa de los planes familiares –un cumpleaños, una tarde en la plaza, un partido de fútbol– porque prefiere el chat o los juegos en línea. Hace cinco años, apuntan los especialistas consultados por Clarín, estos últimos eran casos aislados. Ahora son motivo de consulta de parte de los padres, que se dan cuenta tarde de que su hijo se volvió un “adicto” a la tecnología.

adictos a internet 01Los chicos que hoy tienen entre 11 y 17 años nacieron con la pantalla. Son multimedia, son visuales, tal como define Roxana Morduchowicz en su libro “Los adolescentes del siglo XXI”, publicado hace dos años. Allí la especialista en culturas juveniles ofrece algunas estadísticas: nueve de cada diez chicos de entre 15 y 17 años tienen celular propio, la mitad tiene tele en su habitación y el 25%, PC.

La escuela habilita el uso de la Web para hacer la tarea, por ejemplo. También es un ‘lugar’ de entretenimiento y de contactos. Pero su uso excesivo puede poner a los chicos en riesgo. “Hace cinco años éste no era un tema de consulta. Hoy atendemos casos de chicos de entre 14 y 15 años que pasan un promedio de trece horas conectados a la red. Incluso hemos modificado el cuestionario de rutina entre los pacientes. A las preguntas habituales de qué deporte practican, si desayunan o estudian, le agregamos otro interrogante: ¿Cuántas horas pasás en Internet?”, dice el pediatra Enrique Berner, jefe del Servicio de Adolescencia del hospital Argerich y miembro de FUSA. Agrega que los padres llegan preocupados a la consulta y, en general, cuando el problema está instalado.

adictos a facebookAdemás de llegar preocupados, ¿cómo describen los padres “eso” que les pasa a sus hijos? Responde Stella Rivadero, psicoanalista y docente de la Institución Fernando Ulloa: “Refieren que no saben qué hacer para que vuelvan a jugar o participen de las charlas o programas familiares. O que hablan en un lenguaje ‘tecno’ que para ellos es difícil de comprender, que no logran que el chico se despegue del celular. A esa altura, se ausentó el cuerpo, el tono de voz, la mirada”. La especialista aclara que se trata de nativos digitales, y que en determinados casos la tecnología favorece síntomas que forman parte de su estructura. Más simple: si el chico tiene de base fobia al contacto con otros, conectarse a la Web resulta un buen recurso para evadirse.

Para los adolescentes de los grandes centros urbanos la vida pasa a través de Internet. Facebook y YouTube son los sitios más visitados por los argentinos de acuerdo a la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales y Entorno Digital, realizada por la Secretaría de Cultura de la Nación. Según el informe, el 65% de los argentinos se conecta a Internet a diario y 60 de cada 100 tienen conexión en su casa. Lo que pone en evidencia la alta penetración de Internet es lo que sucedió hace dos fines de semana en La Rural: los españoles Rubius y Mange convocaron a 25 mil chicos en lo que fue una convención youtuber.

adictos al smartphone 02El Instituto de Juegos de la Ciudad realizó hace unos años un estudio sobre uso de nuevas tecnologías entre alumnos de escuelas secundarias porteñas públicas y privadas. De acuerdo al informe, la mitad de los encuestados dijo jugar en línea todos los días un promedio de 4 horas. El 86% refirió que le daban ganas de seguir jugando, el 80% habló de “alegría” y el 60%, de bronca al perder. ¿Pero qué es lo que los atrae tanto? Verónica Mora Dubuc, psiquiatra y directora de esa investigación, observa: “Los juegos tienen componentes de atracción que estimulan los circuitos de recompensa y provocan sensaciones de intensidad que son buscadas a repetición por los jugadores. El efecto claro de un buen juego es que divierte y evita el aburrimiento. La Red es accesible y segura. Ahora, si ese deseo afecta su mundo de relaciones, rendimiento escolar y calidad de sueño, entonces hay un problema”.

Consejos para padres

De acuerdo a los especialistas consultados por Clarín, el sentido común es fundamental para darse cuenta si un adolescente presenta problemas con el uso de la tecnología. Si come un sandwich mientras teclea el celular, si no quiere participar de eventos familiares ni se prende en salidas con amigos, entonces hay que prestar atención al asunto. Lo ideal es no esperar para hacer la consulta. Que un tipo de actividad se haga en forma excesiva ya es un motivo claro de alarma.

adictos al smartphone 01La fórmula ideal sería así: el tiempo volcado a la Web debe “empatar” con el estudio, el deporte y las salidas del hogar. En resumen, Internet no debe ser inhabilitante. Criar a chicos que nacieron conectados es un verdadero desafío para los padres porque ellos no son nativos digitales. Si la idea es que repartan el tiempo entre el colegio, el deporte y la Web, lo ideal es que los padres hagan lo mismo. Esto significa que no vale que los padres lleguen de trabajar y se pongan a jugar a la Play Station o que estén chateando durante la cena. Al detectar el problema, lo recomendable es que se realice una consulta con un especialista en el tema lo antes posible. En general, el tratamiento consiste en entrevistas familiares y a los chicos y padres por separado. Durante esas charlas, con los adolescentes se trabajan temas de la vida cotidiana.

Fuente: Clarín, 20/04/15.

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La primera prueba del Apple Watch

marzo 11, 2015

La primera prueba del Apple Watch

¿Qué exactamente se puede hacer con el Apple Watch? La columnista Joanna Stern habla sobre cinco cosas con que el Apple Watch puede ayudarlo.

apple watch¿Por qué alguien querría comprar un Apple Watch? Es una pregunta que todavía trato de responder.

Apple presentó el lunes no uno, sino decenas de usos para su primer tipo de aparato nuevo desde que lanzó el iPad. En realidad, la propuesta de ventas del presidente ejecutivo Tim Cook tuvo más que ver con la cantidad de cosas que se pueden hacer que con la calidad: se trata de un nuevo tipo de reloj y una nueva forma de mantenerse en contacto con la familia y los amigos; de hacer ejercicio; de lucir a la moda; de pagar por una bebida gaseosa; de cantar con karaoke, o de abrir la puerta de su estacionamiento.

Nadie está en condiciones en estos momentos de evaluar realmente el Apple Watch. A menudo no podemos entender exactamente qué factor permitirá que una tecnología nueva perdure y sea acogida por los usuarios.

No obstante, cuando Apple presentó el iPhone, inmediatamente tuve la sensación de que mi vida cambiaría: de repente podía llevar Internet conmigo a cualquier parte. Con el iPad, vislumbre una nueva clase de computadora portátil, más informal que una portátil.

¿Cómo podrá el Apple Watch cambiar mi vida?

Por lo que he visto, podría ahorrarme tiempo. Es una segunda pantalla, un pequeño secuaz del iPhone que se lleva en la muñeca. Sin embargo, en momentos en que el iPhone demanda más atención, distrayéndome más y más durante el día, espero que aparezca un filtro. El Apple Watch podría ser el aparato que me permita dejar mi teléfono en mi bolsillo sin perderme nada importante.

En mi muñeca, el Apple Watch se siente natural. No es demasiado pesado ni voluminoso, sino lo suficientemente grande como para ver información útil en la pantalla. (Probé el modelo más grande, de 4,2 centímetros). No creo que cuente como un modelo de alta costura, pero sin dudas al usarlo usted no parecerá como un fanático de la tecnología. Apple encontró una forma y los materiales que dan la sensación de llevar un reloj corriente, aunque cumpla muchas más funciones.

Aprender a operar el reloj llevará algo de tiempo. Para manejarlo hay que realizar toques, deslizar el dedo y apretar botones de una forma que no siempre es igual a lo que se hace en un teléfono. Se desliza el dedo desde la base para obtener “vistazos” de información como el clima y se rota el dial ubicado a un costado para acercar y alejar la imagen al ver mapas.

Cuando alguien le envía un mensaje de texto, aparece en el reloj, al que puede mirar rápidamente mientras sigue conversando con otra persona. Si necesita responder, puede presionar un botón y hablar, o desplegar un emoticón apropiado.

Además, hay muchas más cosas que normalmente requieren de toda mi atención en un smartphone que podrían llevar menos tiempo en una versión más pequeña: enterarse de que un vuelo está retrasado, consultar el clima e incluso recibir instrucciones para llegar a un lugar.

Que alcance con un leve toque para poner en funcionamiento mi teléfono inteligente suena muy bien. Apple también lo promociona entre los fanáticos de los deportes, pero aún no he visto que ofrezca nada que no se pueda hacer con un reloj de pulsera mucho más barato.

El Apple Watch tendrá su propia tienda de aplicaciones, aunque aún no sabemos con cuántas será lanzado. Entre las opciones que conocemos estarán Twitter y Uber.

Después de nuestros ojos y manos, nuestras muñecas posiblemente sean el lugar más inmediato del cuerpo para interactuar rápidamente con la tecnología. Incluso hay una intimidad que se vuelve posible allí: el Apple Watch permite saludar a su interlocutor al tocar rápidamente la pantalla; el destinatario, que también debe tener puesto un Apple Watch, sentirá el toque en su muñeca.

Sin embargo, colonizar esta parte de nuestros organismos con una pantalla es una espada de doble filo. También puede volverse molesto con rapidez. Lo que me preocupa es que Cook y su equipo no han hablado tanto sobre cómo ayudar a filtrar alertas innecesarias. Hay todo un mundo de aplicaciones que estarían felices al vibrar o sonar en mi muñeca, aunque no las necesite.

Apple informó que tendremos cierto control sobre las alertas a través de nuestros iPhones. Sospecho, no obstante, que el secreto para que el Apple Watch se vuelva útil en mi vida dependerá de que consiga un balance justo en este aspecto.

Fuente: The Wall Street Journal, 10/03/15.

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Intoxicados por la tecnología: Perder el enfoque

enero 16, 2015

Intoxicados por la tecnología: crecen las consultas por el uso abusivo de dispositivos

Por Agustina Gallego Soto.

«Si me quedaba sin batería en el teléfono o no me podía conectar, me ponía ansiosa y hasta llegué a tener ataques de pánico. Mi miedo más grande era no enterarme de si le pasaba algo a mi mamá o a un ser querido. Necesitaba tener todo bajo control y usaba el teléfono todo el tiempo para eso, llamando o mandando mensajes», cuenta Delfina, de 17 años, un año después de haber terminado un tratamiento de cinco meses en el Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad (Ceeta).

adictos al smartphone 02Aunque la última versión del Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales, la biblia de la psiquiatría, no incluye dentro de los trastornos adictivos la adicción a Internet o a los dispositivos digitales, existen estudios en varios países que reflejan una preocupación global. Según los resultados obtenidos recientemente por Cecilia Cheng y Ángel Yee-lam Li, del Departamento de Psicología de la Universidad de Hong Kong, se estima que la prevalencia mundial de la adicción a Internet rondaría el 6%.

La Argentina no integra el grupo de 31 países analizados, pero especialistas locales afirman que aunque Internet y las nuevas tecnologías son herramientas muy útiles, también pueden generar problemas si se usan mal. Según los registros del Ceeta, en el período noviembre-diciembre de 2014, el centro tuvo un 15% más de consultas asociadas con el mal uso de los dispositivos digitales que en 2013. En la Fundación Manantiales, la organización dedicada a la investigación, prevención y asistencia integral de las adicciones, hubo un aumento de consultas del 70% desde 2010 hasta este año.

adictos al smartphone 05Establecer un límite entre el uso normal de los dispositivos y el que debe llevar a una consulta es difícil ya que se trata de elementos empleados cotidianamente, tanto por chicos como por adultos. Según Florencia Salvarezza, directora del Departamento Infanto-Juvenil de Ineco, «la gente les tiene miedo a las cosas nuevas, pero el problema no es que se usen las herramientas digitales, sino que sólo se haga eso. Las personas deberían poder regularse y si no, pedir ayuda».

Laura Jurkowski, psicóloga especialista en adicciones a Internet y fundadora de ReConectarse, el centro que abrió sus puertas a partir de la creciente demanda de orientación, explica: «Las personas consultan cuando empiezan a ver los mismos problemas que tienen los adictos a sustancias, como irritabilidad y ansiedad si no pueden conectarse. Y esto termina generando problemas en la familia, el trabajo y otras áreas».

Agustina tiene 20 años y es paciente de la Fundación Manantiales. «Pasaba tanto tiempo encerrada usando la computadora y el teléfono que descuidé el colegio, me alejé de mis amigos y mi única compañía eran los participantes de un foro de Internet. Realmente sentía que esas personas con las que chateaba eran mis amigos, que me conocían mejor que mis padres y que me comprendían completamente. Y si en mi casa intentaban limitarme el uso de la Web, estallaba, me largaba a llorar y trataba mal a todo el mundo. Hasta llegué a robarle el celular a mi hermano», cuenta.

fomo 01«Actualmente existe un diagnóstico popular llamado FOMO (fear of missing out) o temor a quedar desconectado o fuera de circulación en las redes sociales, que suele afectar más a prepúberes y a mujeres. Se asocia con trastornos de ansiedad generalizada y fobia social -explica Gabriela Martínez Castro, directora del Ceeta-. Los adolescentes todavía no tienen una identidad formada, sino una identidad de grupo. Son en la medida en que pertenecen a un grupo como Facebook, Twitter, Instagram. A las mujeres también las afecta porque son multitasking, tienen muchos roles: laboral, familiar, social, académico.»

Prevención y tratamiento

En el mundo se habla de una terapia llamada digital detox, poco conocida en la Argentina, y que consiste en ofrecer experiencias turísticas y campamentos para desconectarse de la vida online y reencontrarse con la naturaleza, la espiritualidad y las personas. Aunque las propuestas en hoteles de lujo o paisajes naturales suenen tentadoras, la forma de prevenir y tratar los problemas asociados con el mal uso de las herramientas digitales debería ser otra, según los expertos.

adictos al smartphone 09En el caso de los chicos, «los padres tienen la responsabilidad de redireccionar el tiempo libre de sus hijos para que incluya actividades deportivas, juego simbólico, cognitivo, de mesa, solitario y grupal. Es muy fácil darles una tablet y desentenderse, es el famoso chupete», sostiene Salvarezza. Martínez Castro agrega: «Es importante que los padres les pongan límites a los chicos y que los incentiven a través de otros recursos para que, movilizados por el aburrimiento, utilicen más su creatividad».

Según los expertos consultados, los tratamientos para resolver este problema que se ofrecen hoy en la Argentina tienen como objetivo principal lograr un uso equilibrado de los dispositivos digitales, a partir de un abordaje general.

«A través de nuestras técnicas de psicoterapia cognitiva conductual, recomendamos empezar por apagar los dispositivos por períodos cortos, que con el tiempo se van extendiendo, hasta convertirse en momentos específicos, los de conexión», cuenta Martínez Castro sobre el Ceeta.

Pese a la paradoja, existen aplicaciones móviles para controlar el uso de redes sociales e Internet, como Checky o Socialnetworklimiter, que pueden servir de ayuda para regular el consumo digital.

Fuente: La Nación, 16/01/15.

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Dejá el teléfono y mirame a mí

septiembre 27, 2014

«Papá, dejá un minuto el teléfono y mirame a mí»

Por Soledad Vallejos.

 Gastón Tejes y su hija Juana, que suele «retar» a su papá por el uso excesivo del celular. Foto: LA NACION / Silvana Colombo

Juana le llama la atención a Gastón. Le pide: «Por favor, dejá un minuto el teléfono y mirame a mí»; le dice que quiere contarle algo importante. Cualquiera podría pensar que es la clásica escena de una madre con su hijo adolescente. Pero no. Juana tiene ocho años y Gastón es su padre, quien reconoce a LA NACION que, en muchas ocasiones, sigue pendiente de su teléfono celular aun en los momentos que deberían estar dedicados exclusivamente a los hijos o a la familia, como en la mesa. «Me ha pasado en más de una oportunidad y está bueno reflexionar sobre el tema. La conectividad sin límites puede ser genial, pero también hay que aprender a darle un corte. Además, mal podemos restringirles a nuestros hijos el uso de la tecnología cuando nosotros no somos capaces de hacerlo.» Lo que le sucede a Gastón Tejes es un fenómeno global en crecimiento, y que los investigadores del Departamento de Pediatría del Centro Médico de la Universidad de Boston ya se encargaron de estudiar.

adictos al smartphone 08

Para evaluar el fenómeno, los expertos se instalaron en distintos restaurantes de comidas rápidas durante dos meses para observar los patrones de comportamiento sobre el uso de los teléfonos celulares en los grupos en los que hubiera un adulto acompañado por uno o más niños menores de diez años. Los resultados fueron publicados en marzo pasado en la revista Pediatrics, y el equipo de expertos llegó a la conclusión de que la dependencia hacia estos dispositivos perjudica la relación entre padres e hijos.

¿Qué sucedió? De los 55 grupos observados, en casi el 75% de los casos los adultos utilizaron dispositivos móviles durante la comida. El grado de interacción con los celulares iba desde no sacar el teléfono o ponerlo sobre la mesa (menos del 10% de los casos) hasta usar el dispositivo casi en forma constante, lo que ocurrió en un total de 40 casos.

Según cada grupo, las actitudes de los niños variaban. «Algunos parecían aceptar la falta de atención y se entretenían solos. Los que estaban acompañados por otros niños jugaban y charlaban entre sí, y algunos reaccionaban con angustia y malos comportamientos, lo que solía provocar una respuesta de enojo sorpresiva por parte de los adultos», describieron los investigadores del estudio.

adictos al smartphone 10«Los adultos tenemos que aprender a racionalizar el tiempo que destinamos a nuestra actividad en línea. Hay que definir momentos libres de pantalla y, sobre todo, cuando se trata de la crianza de los hijos. Cuando uno se ausenta del vínculo presencial, le resta al chico potencialidad en su desarrollo psicoemocional. Ellos necesitan de la mirada del adulto, del estímulo, del tacto, de la atención exclusiva -señala el doctor Guillermo Goldfarb, secretario del grupo de trabajo en Tecnologías de la Información y Comunicación de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP)-. La oferta de conectividad es intrusiva, y recién ahora estamos aprendiendo a convivir con eso. Hay que entender que lo que se pone en juego es nada menos que el desarrollo de nuestros hijos.»

Como parte de su nueva campaña (compartituoreo.com.ar), la marca de galletitas Oreo realizó un estudio online sobre los hábitos de los padres y madres de hoy. En la encuesta, realizada por OH! Panel, más de la mitad de los 360 entrevistados estuvo totalmente de acuerdo con «la necesidad de jugar a otras cosas y generar diálogo con sus hijos por fuera de la tecnología», mientras que dos de cada diez adultos reconocieron que sus hijos les piden que usen menos el celular. Además, siete de cada diez piensan que los padres de hoy pasan poco tiempo jugando con sus chicos. Y más del 90% aseguró que, antes de salir de su casa, chequea llevar consigo el codiciado dispositivo.

Cuando los papás de Carmela anunciaron el destino de sus próximas vacaciones, la pequeña de diez años los sorprendió con una frase: «Antes del smartphone las vacaciones eran más lindas, porque mamá no estaba chateando todo el tiempo y mandando fotos a sus amigos». Para Silvina, la madre en cuestión, la observación de su hija se sintió casi como un cachetazo. «Me mató, y lo peor es que tenía razón.»

La psicóloga Eva Rotenberg, directora de la Escuela para Padres (escuelaparapadres.net), reflexiona sobre las actitudes que suelen tener los niños cuando los padres están hipnotizados ante sus dispositivos móviles. «Los niños más pequeños suelen hacer berrinches o tener actitudes definidas erróneamente como de mal comportamiento para recuperar la atención perdida, y los adultos suelen reaccionar con el enojo y poniéndolos en penitencia. En el vínculo entre padres e hijos falta comunicación, hablar cara a cara desde las emociones, lo que genera un verdadero problema en la construcción del yo y potencia la patología del vacío.»

Ni culpar ni demonizar

Para el doctor Mario Elmo, de la comisión directiva de la SAP, es importante no caer en la demonización de la tecnología y desterrar el mito de que antes los adultos eran más dedicados con sus hijos. «No existían los celulares, pero utilizaban otras formas de desatención. Hoy, el recurso tecnológico es el nuevo fenómeno de distracción social y hay que aprender a lidiar con eso. No hay que culpabilizar a los padres, sino más bien hacer una reflexión sobre el problema dentro del contexto social actual.»

En la infancia, dicen los especialistas, los padres modulan -entre otras cosas- la forma en que sus hijos luego establecerán sus propias relaciones. Por eso el contacto cara a cara, sin distracciones, es clave. «En muchos casos -dice la doctora María Inés Lupsz, pediatra del Hospital Posadas-, después de un lardo día de trabajo llegan a sus casas y siguen conectados. No logran desenchufarse. Los pediatras recomendamos a los padres poner límites a sus hijos frente a la computadora. Lo mismo vale para ellos.»

Fuente: La Nación, 27/09/14.

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