Argentina: Ajuste Nac & Pop

mayo 7, 2012

El ajuste Nacional y Popular

Por Enrique Szewach

 

El panorama económico se presenta complicado.

La situación fiscal sigue empeorando, tanto en el nivel federal, como en las provincias.

Básicamente, porque los ingresos crecen a un ritmo inferior al que lo hace el gasto público.

Y los ingresos crecen a un ritmo inferior, porque tanto el control de importaciones, como el control de cambios, afectan la recaudación impositiva atada a las importaciones y a la actividad, mientras el gasto público, salvo en inversión, se mantiene vigoroso por la presión salarial, ligada, a su vez, a la elevada tasa de inflación.

Como el gobierno nacional y los provinciales están “peleados” con el mercado financiero internacional, no se puede colocar deuda a tasas y montos razonables y, encima, hay que ir cancelando el capital que vence.

Como, además, el gobierno no tiene un fondo anticíclico ahorrado, y obviamente se niega a cualquier tipo de “ajuste ortodoxo” del gasto corriente, todo desequilibrio fiscal se traduce, al final del día, en menos reservas de divisas en el Banco Central, en más emisión de pesos, en más deuda “forzosa” (con proveedores, con jubilados que cobran más que la mínima, etc.), o en alguna “expropiación” que agregue un poco de “caja” transitoria.

Como contrapartida,  la “pesificación forzosa” (por la imposibilidad de acceder al mercado oficial de cambios para comprar dólares), aumenta los depósitos en pesos en el sistema financiero y la oferta de crédito a tasas bajas y negativas, aunque en plazos muy cortos, dado que el plazo promedio de los depósitos se achica, por la resistencia a pesificarse.

Por el otro lado, la demanda de crédito para inversión se enfrenta con la restricción del control de importaciones (bienes de capital, insumos básicos) y el control de cambios (que desalienta el ingreso de capitales y el giro de utilidades).

Y la demanda de crédito para consumo, se encuentra relativamente saturada para los sectores más bancarizados que ya utilizaron su línea de crédito personal.

Pero la pesificación “por las malas” no resulta suficiente para evitar que haya demanda de dólares en los mercados informales, afectando el precio de la divisa en dicho mercado.

Se amplía, entonces, la brecha entre el precio oficial y el precio informal del dólar, lo que, tarde o temprano, pega sobre la determinación de los precios internos y la tasa de inflación.

Para evitar este efecto negativo, el gobierno utiliza una mezcla de policía y “liberación de cupos”, para contener el precio del tipo de cambio en dicho mercado libre. Pero al hacerlo tiene que vender más reservas. La pérdida de reservas, a su vez, obliga a mayor presión sobre el control de las importaciones, y sobre las fechas de liquidación de las exportaciones.

Y de esta manera se cierra el círculo, porque el control sobre las importaciones y exportaciones termina afectando, a su vez, el nivel de actividad y vuelta al principio de esta nota.

Como todavía el problema en el nivel de actividad no se ha traducido en menor empleo (aunque sí hay suspensiones de personal, en algunos sectores) y los salarios tienen cierto margen porque le han “ganado” a la inflación (al menos en el sector sindicalizado) en los últimos años, el efecto simultáneo de menos actividad y más inflación, o inflación alta, todavía no se nota demasiado en el bolsillo del grueso de la población.

En especial, porque el gobierno sigue gastando, en salarios públicos y jubilaciones mínimas (indexadas), subsidios, etc. usando la maquinita de hacer plata.

Pero obviamente, como por lo comentado, la oferta está fija, mientras la demanda está alimentada por el déficit fiscal, este proceso lejos de aliviarse se va, lentamente, agravando, obligando a más déficit fiscal, con más financiamiento inflacionario o a más expropiaciones.

En otras palabras, en lugar de un “ajuste ortodoxo”, vivimos en medio de un “ajuste nacional y popular” (De heterodoxo tiene muy poco). 

El Ajuste Nac & Pop, resulta políticamente superior al ortodoxo, pero económicamente inferior. Resulta políticamente superior, porque afecta menos el consumo en el corto plazo, para beneplácito de aquéllos que pueden hacer negocios, en un coto de caza cerrado, y/o ganándole mercado a los que no aguantan.

Pero resulta económicamente inferior, porque no soluciona los problemas de fondo y sólo posterga decisiones que, salvo un inesperado y nuevo golpe de suerte internacional, habrá, finalmente, que tomar.
Fuente: Perfil, 06/05/12.
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La Argentina agotada

abril 30, 2012

Agotamiento

Por Enrique Szewach

 

La economía argentina muestra claros signos de desaceleración.

Esto podría considerarse normal, después de varios años de crecimiento a tasas altas, aún bien medidas.

Sin embargo, más que una lógica convergencia a un escenario más estable, lo que enfrentamos son las inevitables consecuencias de una política económica que ha resultado ser contraria a la posibilidad de sostener una evolución fuertemente positiva por mucho tiempo.

En efecto, gran parte de las medidas que impulsaron el aumento del producto en los años pasados, significaban «gastar a cuenta del futuro». Pues bien, una parte de ese futuro es ahora presente.

Esta situación resulta evidente en el caso de la energía, discutido en estos días, dónde subsidiar a los consumidores, para mejorar sus ingresos, con fondos públicos se ha hecho infinanciable sin poner en peligro la estabilidad macroeconómica y en dónde repartir desbalanceadamente la renta petrolera a favor también del sector público y los consumidores, en sentido amplio y, en parte, a favor de la «compra» de YPF, con dividendos, redujo la inversión privada en exploración y producción, haciendo insostenible, ahora, el financiamiento de las importaciones de combustibles.

Esta falta de pesos para subsidiar y de dólares para importar, es lo que ha llevado al asalto final del Banco Central, y al estricto control de cambios y de importaciones.

Y es ese control de cambios y de importaciones, y no la «crisis internacional», la que lleva, a su vez, a la desaceleración de la economía.

Por un lado, porque controlar importaciones es afectar nivel de actividad, dada la dependencia natural de insumos y bienes de capital importados que tiene la producción industrial  más moderna e integrada al mundo.

Por el otro, porque dado que el ahorro de los argentinos es en dólares (nadie ahorra en una moneda que pierde un cuarto de su valor por año), el control de cambios dificulta la salida de capitales, pero también el ingreso de capitales de argentinos, destinados a inversión.

A este panorama se le suma el hecho de que el fuerte aumento del salario real formal de los últimos años, bien por arriba de la productividad privada y pública, redujo sustancialmente las ganancias «extraordinarias» de las empresas, que hasta ahora compensaban con más volumen,  camino al pleno empleo. Pero llegado al pleno empleo, con desmedida presión fiscal, y una política cambiaria y monetaria que incrementa los costos en dólares, las ganancias han pasado a ser “ordinarias” y no alcanzan dado el adverso clima de negocios que hoy impera.

A esto hay que sumarle la caída, en los últimos años, de la inversión extranjera directa, y el deterioro creciente de la infraestructura en sentido amplio, por el énfasis puesto en el gasto público en empleo y salarios, o en obras públicas, sin prioridades, y con alta «ineficiencia» por decirlo de manera elegante.

Modificar este panorama implica modificar la política económica llevada hasta aquí.

Pero, justamente, esto es lo que no se quiere hacer.

La expropiación de YPF, y las nuevas medidas intervencionistas que seguramente seguirán, se inscriben en la necesidad de seguir dándole vida a un modelo que hace rato que está agotado.

Y esto deja al gasto público y al escaso crédito “subsidiado” como únicos motores de crecimiento, más allá de la inercia derivada de los sectores plenamente exportadores como los agrícolas que dependen del mundo y del clima.

Pero en el marco de una desaceleración privada, cae la recaudación, y sin ahorros previos, (no hay fondo anticíclico), mantener un gasto público creciente, para evitar la recesión, implica un uso más intensivo de las máquinas de Ciccone (¡Este es el único negocio “privado” que crece fuerte!), es decir mayor inflación y atraso cambiario, o implica seguir buscando “cajas” privadas o semiprivadas para expropiar y seguir consiguiendo, de esa manera, dólares para importar, o pesos para subsidiar.

En síntesis, intentar evitar la desaceleración de la economía obliga o a un uso cada vez más intenso de la emisión monetaria o de las reservas del Banco Central, u obliga a continuas búsquedas de “bolsones” de dólares y pesos, para expropiar.

Lo que se expropiará, entonces, es el crecimiento del sector privado, para seguir financiando la expansión del sector público. Como se trata de “dineros ajenos”, la mayoría de la clase política, está de acuerdo.
Fuente: Perfil, 29/04/12.
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Argentina según Enrique Szewach

abril 23, 2012

Autoabastecimiento

Por Enrique Szewach

 

Le propongo el siguiente test: Usted gana 10.000 pesos, y gasta 9.000. Lo que gana le alcanza para vivir y hasta puede ahorrar 1.000 pesos.  Suponga que alguien le ofrece 15.000 pesos para hacer el mismo trabajo en otra empresa. Usted se dirige a su empleador y le plantea que, o le aumenta el sueldo a 15.000 pesos o se va, y su empleador le responde “¿Por qué te voy a aumentar el sueldo, si con lo que ganás te alcanza, y encima te sobra el 10%?”.

Todo lo demás igual ¿Usted que haría, cambia de trabajo o no? Apuesto a que respondió que sí.

Bueno, el gobierno argentino intenta hacer  lo mismo que ese empleador ficticio.

Me explico. Para los hacedores de política económica, las empresas no tienen que maximizar sus ganancias, deberían conformarse con ganar “lo suficiente” y entregar el resto al gobierno, a los consumidores, o a otros empresarios que usan su producto o servicio como “insumo crítico”.

Por ejemplo, cuando el precio de la carne en el mercado internacional empezó a subir, el gobierno, para proteger la mesa de los argentinos,  y que los consumidores estén contentos a la hora de votar, decidió prohibir la exportación de carne, de manera que el productor local tuviera que vender al precio vigente en el mercado interno.

Muchos, que no pueden hacer otra cosa, siguieron produciendo carne, pero los que sí pueden, decidieron “cambiar de trabajo”, y se pusieron a producir soja u otros productos.

Se criaron menos vacas, cayó la oferta de carne, el precio interno explotó, cayó el consumo, y muchos frigoríficos cerraron por falta de materia prima.

En lugar de permitir, como en el resto de la región, que rigiera el precio internacional, maximizar la producción, el nivel de actividad y los ingresos de los productores y, en todo caso, “ayudar” , con subsidio directo, al segmento de la población que no podía consumir carne a los nuevos precios, se pretendió que el subsidio al consumo de carne lo dieran los productores de vacas y estos, -como usted, en el ejemplo del principio- se negaron, dado que podían “cambiar de trabajo”.

En el caso de la energía sucedió algo similar.  El gobierno pretendió  aislar a la Argentina de la suba de los precios internacionales del petróleo y derivados. Para ello, les congeló los precios a los productores de gas y petróleo, y  pagó, con fondos públicos, a los  generadores y distribuidores de electricidad y gas, la diferencia entre el precio congelado a los consumidores y los aumentos de costos –salarios y otros rubros diferentes al del combustible-, lo mínimo necesario para mantener el servicio funcionando.

Al igual que los productores de carne o trigo, aquéllos productores de petróleo y gas que pudieron, decidieron invertir en otro lado. Hubo otros productores locales que, como no pueden irse a otro lado, ni tienen capital o tecnología, no hicieron nada, a la espera de revender las concesiones cuando los precios mejoraran, o hicieron lo que pudieron. (Todo esto con la connivencia y aceptación de las provincias que dieron las concesiones. Y con la presión del gobierno central, que favoreció a sus amigos en este negocio).

Los generadores y distribuidores, por su parte,  o vendieron sus participaciones a quienes apostaron a que las cosas cambiarían, o entraron en problemas con sus acreedores, o “aguantan”, mientras pueden, a la espera de mejores momentos.

Pero producción en caída y demanda creciendo, resultado, el Estado importa, a precio internacional, lo que falta. Ahora, entonces, no sólo hacen falta pesos, para subsidiar los costos internos, (para eso es la maquinita del Central/Ciccone) si no que, también, hacen falta dólares para pagar las importaciones. (De allí el control).

Solución, la expropiación de la “caja” de YPF para usar esos pesos para acelerar producción, en el corto plazo,  agotando más rápido las reservas, cosa que no haría una YPF “profesional”.

También se busca la asociación con empresas internacionales para lograr el autoabastecimiento.

Pero ésta depende de concesiones bien hechas, precios internacionales y libre disponibilidad de parte de  las divisas.

Mientras la Argentina tuvo eso, exportábamos y las reservas crecían.

Cuando empezamos a vivir la fantasía populista de precios alejados de los internacionales, nos quedamos sin reservas e importando.

Lo curioso es que a este ¨zafarrancho¨,  lo llaman, todos los que apoyan, “recuperación de la soberanía”.
Fuente: Perfil, 22/04/12.
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Bancos Centrales: Fed vs. BCRA

marzo 29, 2012

Bancos Centrales

Por Enrique Szewach

 

Ahora que el Banco Central argentino ha pasado de tener una Carta Orgánica “ortodoxa y neoliberal” a tener la misma Carta Orgánica que tiene la heterodoxa Reserva Federal de los Estados Unidos, resulta más fácil comparar sus políticas respectivas.

En ese sentido, un buen ejercicio surge al leer, por un lado, el último discurso de mi amigo Ben Shalom Bernanke, y las declaraciones y diferentes reportajes que concedió mi amiga la Presidenta del Banco Central de la República Argentina, Mercedes Marcó del Pont, al defender las modificaciones a la mencionada Carta Orgánica.

En efecto, el domingo pasado, el Presidente de la FED habló en Washington en la conferencia anual de la Asociación Nacional de Economistas de Empresas de los Estados Unidos. Allí se refirió, precisamente, al papel de la FED en su objetivo de tratar de lograr el pleno empleo. (Objetivo que ahora ha sido agregado, en sentido amplio, entre los correspondientes a nuestro Banco Central).

El amigo Ben, en su discurso, distinguió problemas en el mercado de trabajo derivados del ciclo económico, de problemas estructurales, vinculados con la formación y capacitación de la mano de obra. En otras palabras, resaltó que, aquéllos problemas de empleo relacionados con el ciclo económico, eran pasibles de ser atacados, al menos parcialmente, con una “política monetaria acomodaticia”, (eufemismo para disfrazar un escenario de alta liquidez y bajas tasas de interés, para impulsar la demanda). Sin embargo, indicó que la FED nada podía hacer respecto del desempleo, si éste se debía a la escasa capacitación o educación de los desempleados.

Dicho de otra manera, la política monetaria podía mejorar la demanda de empleo, pero no hay liquidez que alcance, para capacitar o educar a quienes buscan trabajo y no lo encuentran por carecer de las habilidades necesarias.

Realizada esta distinción, el Presidente de la FED avanzó en una presentación de datos y gráficos que respaldaban su hipótesis, de que gran parte del desempleo actual en los Estados Unidos se explicaba por insuficiencia de crecimiento, más que por defectos de oferta en el mercado de trabajo.

Por lo tanto, llegó a la conclusión que, mientras esto fuera así, la FED continuaría con su “política monetaria acomodaticia”. Esta es la razón básica por la cuál los mercados de capitales reaccionaron favorablemente a principios de la semana, dado el convencimiento de que la FED sigue, por ahora, creando condiciones para darle rentabilidad a los activos de riesgo. (Y esto es independiente de la verdadera influencia que, en el mediano plazo, pueda tener la política monetaria, en el nivel de actividad).

Bernanke ratificó, en el discurso, su posición respecto de seguir como hasta ahora y los mercados le creen y actúan en consecuencia.

Pasemos ahora a las declaraciones de la Presidenta del Banco Central argentino. En particular a dos de ellas: “Es totalmente falso decir que la emisión genera inflación… descartamos que financiar al sector público sea inflacionario”, y “Para pagar todos los servicios de la deuda sin usar las reservas, habría que hacer un ajuste brutal”.

Respecto de la primera afirmación, sería bueno preguntarle a mi amiga Mercedes, ¿Por qué, entonces, no financiamos todo el gasto público con emisión, y nos evitamos pagar impuestos? ¿Por qué financiar sólo una parte?. Lo menos que se le puede pedir a la Presidenta de un Banco Central, es que respalde sus dichos en algún estudio técnico que establezca por qué emitir, digamos, 50.000 millones de pesos no es inflacionario, pero emitir, 60.000 o 600.000 si podría serlo.

Respecto de la segunda afirmación “usar reservas o ajuste”, conviene también hacer la misma distinción que hizo Bernanke, respecto de si se trata de un problema “cíclico”, o si estamos ante una cuestión estructural.

Si la falta de recursos del sector público es meramente transitoria, tiene mucho sentido evitar el ajuste, y usar parte de las reservas.

Si, en cambio, el déficit fiscal actual está para quedarse, el uso de las reservas sirve sólo para postergar un ajuste inevitable, que será aún mayor, con el paso del tiempo.

Es más, el dilema “reservas o ajuste fiscal” es conceptualmente falso, si se tiene en cuenta que, con la anterior definición de “reservas de libre disponibilidad”, siempre había un tipo de cambio que, al dividir la Base Monetaria en pesos, permitía “generar” reservas excedentes.

O siempre había  un monto de esterilización de la emisión monetaria, que permitía reducir la Base en pesos, y generar reservas excedentes en dólares.

Pero, insisto, si el Banco Central considera que es mejor usar reservas que resolver el problema fiscal de fondo o devaluar, debería justificarlo con un estudio que demostrase que, efectivamente, estamos ante un descontrol transitorio de la situación fiscal y no ante un problema permanente.

Como el mercado cree que estamos ante un problema fiscal permanente, y no lo han convencido de lo contrario, estuvo fugando capitales, antes del control, y ahora, evita ingresarlos, o presiona sobre la brecha cambiaria, dado que, supone, que todos los controles actuales están para quedarse. (En particular, porque en lugar de utilizar una cláusula transitoria en el uso de las reservas, como si se tratara de un tema cíclico, se optó porque sea el propio directorio del Banco Central el que defina el nivel de reservas “óptimo”).  Y que, tarde o temprano llegará el ajuste.

En síntesis, ahora que nuestro Banco Central, ha adoptado, por fin, los objetivos de la Carta Orgánica del Banco Central de los Estados Unidos, sería bueno también que imitara las características de su conducción.

Con actas que transparenten sus decisiones, conferencias de prensa “no arregladas” y justificaciones técnicas que nos pudieran explicitar su posición respecto de cuánta emisión no es inflacionaria para pagar gasto público, y a partir de qué número sí lo es. Y  que nos expliquen por qué el actual faltante de caja del Tesoro es meramente transitorio y justifica gastarse las reservas, antes que realizar un ajuste fiscal “brutal”.
Fuente: Ámbito Financiero, 29/03/12.
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Mercedes Marcó del Pont

Las trabas a las importaciones en Argentina

marzo 26, 2012

Importaciones

Por Enrique Szewach

 

Empecemos con una obviedad conceptual. Si los socios comerciales de la Argentina, le pidieran a nuestro país, lo mismo que nosotros les reclamamos a ellos, es decir que igualen sus importaciones a nuestras exportaciones, la Argentina, en lugar de tener superávit comercial, tendría un saldo “cero”.

Dicho de otra manera, si los representantes de los países con los que somos superavitarios en el comercio, viajaran en una misión  a nuestro país a exigir que importemos más, el resultado sería que desaparecería nuestro excedente comercial. Lo que prueba lo absurdo de la pretensión argentina.

Eso no quita que sea bienvenido todo intento de abrir nuevos mercados y negociar menores trabas a nuestros productos, pero esa es una acción  para “desplazar” a otros proveedores.

Pedirle a un país que nos compre más, es pedirle que deje de comprarle a otro, o que deje de producir internamente lo que nos compraría y ello requiere que nuestros productos sean mejores, o más baratos, o ambas cosas, y que se eliminen, con reciprocidad, subsidios, barreras arancelarias, sanitarias, etc.

Pero, ello tiene más que ver con los negocios sectoriales que con los desequilibrios de la balanza comercial.

Porque, como ya le conté más de una vez, todo desequilibrio en contra de la balanza comercial externa, es un tema macroeconómico,  de gasto interno excediendo la producción. Cuando se gasta más de lo que se produce internamente, se importa la diferencia.

Después, de qué país en particular se importa, depende de la geografía, de los arreglos comerciales y arancelarios, del tipo de productos, de las ventajas competitivas de cada país, etc.

El gobierno busca sustituir producción importada por producción interna, sin bajar el nivel de consumo.

Pero lo cierto es que, como no hay, en general, capacidad ociosa, para aumentar la producción interna, hace falta invertir, y la inversión, insisto, si no hay capacidad ociosa, también requiere importar maquinaria, insumos, etc.

Y si hay alguna capacidad ociosa, es porque el producto importado es más barato o de mejor calidad, de manera que al prohibirlo, los precios locales suben o la calidad  empeora (o ambas).

En otras palabras, si hay que bajar las importaciones, en un país cuya industria está trabajando a pleno, hay que bajar el consumo. Si se quiere mantener el nivel de consumo, sólo se logra aumentar los precios, lo que afecta el poder de compra y, finalmente,  baja el consumo.

O se produce un cambio en  la composición de lo que se importa. Se sustituyen los productos, pero no el total.

Por lo tanto, como el gobierno está siendo “efectivo” en el control de importaciones, por ahora, o el consumo se está desacelerando en algún lado, o se están desacumulando, rápidamente, stocks previos.

Obviamente, había otro camino. En lugar de actuar sobre las “cantidades”, se podría haber actuado sobre los “precios”, modificando el tipo de cambio, haciendo más caras las importaciones, bajando el consumo de esta manera.

Pero estamos ante un gobierno que considera más “popular” racionar por cantidades que por precios. Dado que, en teoría, cuando se raciona por precio, los que más tienen sufren menos que los que no pueden pagar esos precios.

Si no puede haber “superconsumo para todos”, entonces, “superconsumo para nadie”.

Sin embargo, en la práctica, los que pueden, consiguen igual los productos –viajando al exterior, o pagando sobreprecios- y el ajuste del consumo es siempre de los que menos tienen.

Ajuste que implica menos generación de empleo y  menos crecimiento del salario real.

Por supuesto, la única sustitución de importaciones “neta” que se podría hacer es la de gas y, se podría producir petróleo para exportar y financiar la importación de combustibles, dado que las refinerías locales están a pleno.

Pero, para ello, hace falta incrementar los precios con los que se remunera al productor local, cosa que el gobierno rechaza.

En este contexto, el crecimiento interno se irá resintiendo, y el uso del Banco Central para financiar gasto público e incentivar la demanda, repito, en pleno empleo, y con la importación limitada, solo tiene efecto sobre los precios.

En síntesis, el éxito del control de importaciones, es el fracaso de la política de incentivar el consumo sin haber generado condiciones para una expansión genuina y sustentable de la oferta local.
Fuente: Perfil, 22/03/12.
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Guillermo Moreno brazo ejecutor de las “políticas” de Cristina Kirchner

Las restricciones al Libre Comercio en Argentina

marzo 8, 2012

Negociar

Por Enrique Szewach

 

La protección contra el libre comercio internacional, es siempre un tema de “frazada corta”. Cuando se protege a algún sector, se “desprotege”, simultáneamente, a otro. Esto es así, porque la protección, por definición, limita la competencia, y la especialización, y ello hace que, en general, los precios y las calidades de los productos protegidos sean superiores (precios) e inferiores (calidades) de los que se hubieran obtenido en un escenario de libre comercio. Si esos productos son más caros o inferiores, quienes los utilizan como insumos en su país, para sus propias actividades, resultan perjudicados, o bien porque tienen menos rentabilidad de la podrían haber tenido, o bien porque se les dificulta enfrentar a sus propios “competidores importados” que pagan más baratos los insumos y, por ende, pueden vender más baratos sus productos.

A su vez, si ciertos productos son más caros, queda menos ingreso disponible para consumir el resto, redistribuyendo ingresos y rentabilidades desde los protegidos a los desprotegidos.

Por último, como la protección reduce la demanda de moneda extranjera, el tipo de cambio real es menor y se desalienta el crecimiento de los sectores exportadores.

Sin embargo, pese a que tanto la teoría económica como la evidencia empírica resulta contundente respecto de las ventajas del libre comercio frente a economías cerradas, y las ganancias de bienestar para todos,  pocos países recurren a esquemas arancelarios uniformes y bajos, y mantienen sus economías fuertemente abiertas.

De allí, el surgimiento de arreglos institucionales globales que, al menos, limitan y regulan las restricciones al comercio internacional, aunque los mismos han sido frecuentemente eludidos, evadidos o disfrazados de otro tipo de normas.

Por lo tanto, dado que el libre comercio ha sido reemplazado por el “comercio administrado”, los tratados especiales de comercio regional y otro tipo de acuerdos negociados, lo importante es negociar bien.

Según el célebre sociólogo, economista y filósofo italiano Vilfredo Pareto, en todas  las negociaciones, la suma del beneficio que las partes se llevan tiene un máximo teórico, pero los humanos, que somos imperfectos, rara vez logramos aprovechar totalmente el valor que ofrece la oportunidad y alcanzar ese máximo. En la jerga de la negociación se llama a eso “dejar valor sobre la mesa”.

Es decir, la teoría indica que un determinado acuerdo es el óptimo  para ambos negociadores pero ellos son incapaces de arribar a ese pacto. A menudo por fallas en la comunicación.

Una regla que se verifica con bastante frecuencia es que “a mayor comunicación, mejores acuerdos”. Sin embargo las tensiones propias de las negociaciones suelen hacer que se reduzca la comunicación. Los supuestos que tenemos sobre la negociación que estamos llevando a cabo y sobre la otra parte, frecuentemente alejan nuestra conducta de la que sería la más conveniente para llegar al acuerdo óptimo.

Suponer, por ejemplo, que la negociación es una confrontación en la que todo lo que uno gana lo pierde el otro da como resultado una actitud poco colaborativa que será imitada inmediatamente por la otra parte y tendrá un efecto devastador sobre la sinergia que el trabajo en equipo puede lograr.

Por el contrario, creer que se puede “crear valor” en la negociación y que por lo tanto no es necesario competir y confrontar, ayuda a que ambas partes salgan mucho más beneficiadas. 

La Argentina y Brasil, tienen un arreglo institucional de libre comercio, junto con Paraguay y Uruguay, en el ámbito del Mercosur. Este marco impide la introducción de restricciones al intercambio comercial de los países miembros, salvo excepciones fundadas y transitorias. De manera que, objetivamente, cualquier medida que impida el libre comercio en la región resulta violatoria de acuerdos previos. Sin embargo, en distintos momentos, cada país ha vulnerado estas condiciones y utilizado más de la cuenta, procedimientos “excepcionales”.

Esta vez, es el turno de la Argentina y sus nuevos trámites burocráticos para autorizar importaciones. Intentar una negociación exitosa para moderar o eliminar estas restricciones implica entender las razones que llevaron a la Argentina a introducir estas medidas. Esto en negociación suele llamarse “pasar de posiciones a intereses y buscar opciones legítimas”.

La posición argentina es “limito las importaciones”, su verdadero “interés” es: “Tengo menos dólares disponibles en las reservas del Banco Central para pagar deuda externa e importaciones impostergables –como las de energía- porque en los últimos años, en lugar de ingreso de capitales, la política interna generó una fenomenal salida de capitales, superior a los 80.000 millones de dólares, y porque la política energética acabó con el autoabastecimiento y ahora hay que importar lo que antes se exportaba”.

El problema, entonces, no es de protección a la industria local, o mejorar el intercambio comercial, el problema es “faltan dólares en la caja”.

Pero si ese es el problema, Brasil, que en estos años acumuló dólares y reservas internacionales y ha debido, en muchos momentos, limitar el ingreso de dólares de inversores especulativos, bien podría ofrecer, junto a su sector privado, un esquema de “ventas a crédito”,  “ventas a largo plazo”, “ampliación del comercio sin dólares, con clearing de reales contra pesos”, “marcos plurianuales de metas de balance comercial”, etc.

En otras palabras, la Argentina es estructuralmente “importadora” en su industria, y Brasil ha sido en estos años, y gracias al Mercosur, un excelente proveedor.

A su vez, la Argentina estuvo limitando las exportaciones agrícolas –en particular trigo- a Brasil, lo que agravó el déficit comercial en contra de la Argentina. La Argentina hoy tiene menos dólares para importar y necesita, además, importar productos energéticos que Brasil produce en cantidad y calidad.

La Argentina podría liberar exportaciones hacia Brasil, en particular en su agroindustria, y Brasil otorgar financiamiento especial a sus exportadores para reducir la necesidad de dólares contado de sus contrapartes argentinos.

Es más se podrían “liberar automáticamente”, las exportaciones brasileñas financiadas a x años de plazo, incluyendo las energéticas.

Para Brasil, 3.000 o 4.000 millones de dólares menos en sus reservas, en el corto plazo,  no serían un problema y para la Argentina, mientras rearma su política económica, un gran alivio.

El interés argentino es usar menos dólares y el interés brasileño es seguir vendiendo a la Argentina. Salir de las posiciones, de los egos y de los problemas de comunicación y pasar a la negociación creativa, agregando valor, puede ser, entonces, una solución.
Fuente: Ámbito Financiero, 08/03/12.
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El asalto al Banco Central argentino

marzo 5, 2012

Discurso

Por Enrique Szewach

 

La Presidenta de la Nación inauguró el jueves pasado  las sesiones ordinarias del Congreso.

Su interminable relato puede ser analizado tanto desde las formas como en su contenido, para saber hacia dónde vamos.

Desde las formas, porque volvió a ratificar el desprecio que el cristinismo tiene por las instituciones en general y por el Congreso en particular.

En efecto, el discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, no es un discurso cualquiera. Se trata de la presencia de la máxima autoridad del Poder Ejecutivo ante los representantes del pueblo y de las provincias, para plantear, básicamente, la agenda legislativa que dicho ejecutivo  propondrá  para el año, junto a un balance de lo acontecido en el año previo.

Resulta una tarea ciclópea reconstruir la agenda que la Presidenta le propone al Congreso para el año, analizando los 130 minutos de desordenada, desprolija y hasta, sin exagerar, irrespetuosa exposición de la Presidenta (nadie que usa 130 minutos del tiempo de los demás para decir algo que, ordenadamente, y en un discurso bien construido,  pudo haberse dicho en menos de una hora, respeta a su audiencia),

Insisto, no es una novedad el desprecio que el cristinismo manifiesta sobre las formas institucionales, en especial, cuando le impiden hacer lo que se le da la gana, pero, en todo caso, lo del jueves fue una ratificación de esta actitud.

El diálogo es entre quién manda y el pueblo, sin intermediarios, y sin marcos institucionales molestos. Lo que vimos es escenografía, globos de colores, con un número importante de extras en escena, al estilo de las viejas superproducciones de Hollywood, previas a la tecnología computacional, y con un actualizado manejo de cámaras y coreografías predeterminadas. (Ahora, se enfoca a tal ministro que asiente con cara de admiración los dichos de su líder. Ahora, a los jóvenes, -si es posible una joven embarazada, que recibirá la asignación universal por hijo-,  embelezados por la gesta de su solitaria y sacrificada Jefa. Ahora nos ponemos de pie, ahora, aplaudimos).

Respecto del contenido, obviamente, no hubo autocríticas de ningún tipo, todo se ha hecho bien, muy bien, o por lo menos, mejor que antes, y si no se pudo hacer más fue por la “herencia recibida” de hace 8 años atrás, o por el complot de los que, todavía, no han entendido nada o siguen poniendo palos en la rueda.

Elegir invertir en aviones para ricos en lugar de trenes para pobres es una consecuencia del “corralito” (en todo caso de las compensaciones por la pesificación), no de las prioridades del gobierno.

Subsidiar más a los ricos que a los pobres (el decil de más ingresos de la población recibía, hasta ahora, el doble de subsidios en electricidad y gas, que el decil de menores ingresos), tampoco es consecuencia de algo mal hecho, si no, el “gran impulsor del consumo y del crecimiento de muchas actividades” y que ahora  habrá que “redireccionar” (lo que implica un desaliento al consumo y al crecimiento de muchas actividades).

La falta de inversión en energía, no es el resultado de las políticas públicas, si no de la perversidad empresaria. 

El Fondo de Sustentabilidad de las Jubilaciones, no es una ficción contable, con la mitad de sus activos constituido por títulos públicos  del propio gobierno, que no se pueden hacer líquidos, si fuera necesario, porque no hay fondos para pagarlos, y que se incrementó por el aumento de las cotizaciones de esos mismos títulos, si no que es el respaldo de “16 meses” (no años, textual), de pagos jubilatorios.

Entre muchos ejemplos.

Por último, el anuncio macroeconómico más importante, escondido en esa maraña discursiva, fue la eliminación del concepto de “reservas de libre disponibilidad” (es cierto, como ya conté en otra columna, que no hace falta para el actual régimen cambiario, pero era una barrera de prudencia en el uso de las reservas),  y la ratificación de que el Banco Central es otra caja más del Tesoro Nacional y que, además, entramos en una fase más profunda de “crédito dirigido y controlado”.

Y es el anuncio macroeconómico más importante, porque no sólo se trata de “cosmética legal” para que el directorio del Banco Central deje de violar la ley como hasta ahora, y pueda ceder libremente las reservas al Gobierno,  si no porque indica que no habrá política monetaria antiinflacionaria y que el control de cambios  está para quedarse permanentemente.

Sin querer sonar apocalíptico, el asalto final al Banco Central, por parte del gobierno,  es muy mala noticia para la estabilidad macro de la Argentina.
Fuente: Perfil, 04/03/12.
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