Hipertensión: los diez mitos que atentan contra la salud del corazón
Por Fabiola Czubaj.
Que basta tomar agua para bajar la presión. Que el cuerpo nos pide «comer con sal». Que la presión alta aparece por los nervios. Que un cafecito está totalmente prohibido para los hipertensos. Que la actividad física puede provocar un ataque al corazón…
Nada de esto es así y forma parte de un arraigado decálogo de mitos de nuestra sociedad.
Este año, sin proponérselo, entidades médicas y otras organizaciones que se ocupan del cuidado del corazón relevaron estas creencias populares que se transmiten como consejos de entre casa, pero carecen de una explicación comprobada científicamente.
Cada uno en su especialidad, como la cardiología, la nefrología o la nutrición, estos grupos detectaron lo que consideran barreras que todavía perduran para prevenir o tratar efectivamente una enfermedad tan peligrosa como la hipertensión.
En la Argentina, las cifras hablan por sí solas. Uno de cada tres mayores de 18 años es hipertenso, y un estudio del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS) reveló el año pasado que uno de cada cinco no tiene la presión controlada, es decir, por debajo de los 140-90 mmHg que registra el tensiómetro.
Todo eso, combinado con un consumo de sal aún muy por encima de lo que los riñones están preparados para eliminar, potencia el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular.
Por todo esto, la Sociedad Argentina de Hipertensión (SAHA), la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN) y la Asociación Argentina de Nutricionistas y Dietistas (Aadynd) se lanzaron a reunir y actualizar esos falsos conceptos que la medicina ya no duda en erradicar.
Éstos son, de acuerdo con estos grupos, los diez mitos que lastiman el corazón y los especialistas los aclaran uno por uno:
1. Sé que tengo la presión alta cuando me duele la cabeza. La Sociedad Argentina de Hipertensión (SAHA) explicó que la cefalea, o dolor de cabeza, es un síntoma «inespecífico», es decir que puede aparecer por muchas causas. En la mayoría de los casos, la presión alta no da síntomas. Por eso, desde la entidad insisten en que la única manera de saber si la presión no está dentro del rango normal es tomarse la presión. «No espere a tener síntomas para tomarse la presión. Esperar lo que difícilmente se presente puede ser tarde», dijo el doctor Pablo Rodríguez, miembro de la entidad.
2. Mi presión (alta) es nerviosa. «Esto lo dice el 100% de los pacientes que llegan a la consulta. En realidad, subestiman un problema evitable, que es la principal causa de muerte», aseguró el doctor Guillermo Fábregues, presidente electo de la SAC, que se ocupó de este mito en la charla abierta para la comunidad en el último Congreso Argentino de Cardiología. En un experimento simple con dos pacientes en la sala de espera de un consultorio, explicó que después de un tiempo tendrá la presión más alta aquel con las paredes arteriales más rígidas (un efecto de la hipertensión). «No es el nerviosismo por la espera o enfrentar el guardapolvo blanco lo que le hizo subir la presión, sino el estado de su sistema circulatorio», precisó.
3. No puedo tomar café porque soy hipertenso. En dos cuestiones están de acuerdo los especialistas, ya sean cardiólogos o nefrólogos, que se dedican el manejo de la hipertensión: el consumo de café eleva de manera pasajera la presión, pero no está demostrado que su consumo moderado (menos de tres pocillos por día) provoque hipertensión. En el caso de los hipertensos, la SAHA aconseja que los que deseen seguir disfrutando de un cafecito o un cortado ingieran entre una y tres tazas diarias.
4. Si hago ejercicio me puede dar un ataque al corazón. La SAC detectó que los casos de muerte súbita en una maratón, en un gimnasio o una clase de educación física potencian la creencia de que el ejercicio es peligroso. El doctor Roberto Peidro, director del Consejo de Ergometría y Rehabilitación Cardiovascular de la entidad, insistió en los beneficios preventivos de la actividad física con una intensidad adecuada y sin olvidar el chequeo médico básico (examen y electrocardiograma). Indicó que el ejercicio reduce un 35-40% el riesgo de infarto en una década. «Los programas pueden iniciarse a cualquier edad, con las adaptaciones necesarias al estado físico actual de la persona. Tanto en hombres como en mujeres que caminan con regularidad cinco o seis días por semana, el riesgo de infarto y ACV disminuye un 35% luego de ocho o 10 años.» Recordó que una vez que el ejercicio se vuelve un hábito su efecto en la salud cardiovascular puede ser «similar o superior a muchos medicamentos. El problema es que requiere tiempo y voluntad».
5. Hay que tomar mucha agua para bajar la presión. La hidratación excesiva puede aumentar la presión sanguínea, pero «una buena hidratación favorece el desarrollo de varios procesos orgánicos. Tomar mucha agua hace bien, pero no influye en los valores de presión», comentó Rodríguez sobre este mito que identificaron los especialistas en hipertensión.
6. Cada vez que me tomo la presión es diferente. Es normal que varíe durante el día; influyen la actividad física, las emociones y hasta la temperatura. Suele ser más alta a la mañana y más baja al dormir. El hecho de tomarse la presión provoca un estado de alerta, al que el cuerpo reacciona con el aumento de la presión. Por eso, la SAHA aconseja repetir esa toma y descartar la primera. Si la presión es normal, se estabilizará en el segundo control. «La presión cambia cada vez que nuestro corazón late. Hay que consultar al médico si la mayoría de los valores (en los controles) superan 140/90 mmHg», precisaron a través de un comunicado desde la institución.
7. Para cuidar el corazón, hay que tomar agua baja en sodio. Más de mil mayores de 18 años la ubicaron entre los cinco mitos sobre el consumo de agua en una encuesta del Cesni, la SAN y la Aadynd. «La sal del agua no sube la presión», afirmó el doctor Ricardo Iglesias, ex presidente de la SAC, durante una conferencia de prensa conjunta. Paralelamente, 30 especialistas de la SAHA revisaron un centenar de investigaciones publicadas y fijaron posición sobre las aguas envasadas: «En su consumo habitual, el aporte de sodio no parece ser suficiente para provocar enfermedad cardiovascular ni hipertensión», resumió el doctor Felipe Inserra, coordinador general del documento presentado en el último Congreso Argentino de Hipertensión Arterial. Precisó que ese consumo aporta, en promedio, un 10% de los 5,5 g de sodio que la OMS recomienda ingerir por día. Aquí, un adulto consume unos 11,2 g diarios de sal; el 75-80% proviene de los alimentos procesados. Para el Código Alimentario Argentino, son aguas bajas en sodio las que en su etiqueta no indican más de 20 mg/l y son de alto contenido, si superan los 200 mg/l. Las que tienen entre 20 y 200 mg/l son de contenido intermedio.
8. Lo importante es tener la mínima controlada. Esta idea surgió hace tiempo, cuando la medicina aún desconocía la importancia de la presión sistólica o «máxima» y la presión diastólica o «mínima». La SAHA aclaró que el aumento de cualquiera de esos dos valores incrementa el riesgo cardiovascular. «Sin embargo, después de los 50 años, la presión máxima se relaciona más estrechamente con el riesgo cardiovascular», aclaró el doctor Rodríguez.
9. Mejor saltear/bajar la dosis del remedio para el colesterol porque tiene efectos secundarios. El doctor Carlos Tajer, presidente de la SAC, explicó que está muy instalado en la comunidad que el uso de esos fármacos, o estatinas, daña el hígado y los músculos. «Está demostrado que bajar el colesterol en los pacientes cardiovasculares o de alto riesgo prolonga la vida. Y hay que bajarlo mucho. Hay que llevar el colesterol malo, que en la población promedio es de 150, a 70 -indicó-. Se impuso la idea de que esos fármacos son tóxicos para introducir otro tipo de fármaco, y se hizo con mucha presión sobre los médicos con un mensaje que generó uno de los mitos en cardiología más fuertes, que mata.» Ante un dolor muscular, por ejemplo, los pacientes suspenden o saltean la toma. «En la dosis correcta, esas drogas bajan un 40% la mortalidad«, precisó. En el último Congreso Argentino de Cardiología, se mostró que los mejores estudios publicados revelan que estos medicamentos, indicados en los pacientes adecuados, dañan el hígado y los músculos tanto como un placebo. «El 90% de los pacientes abandona el tratamiento mucho antes del año, cuando se siente bien», dijo Fábregues.
10. Necesito ponerle más sal a la comida porque el cuerpo me lo pide. Además de mito, como la del ejercicio suele ser una excusa muy frecuente a la hora de agarrar el salero en la mesa y volcarlo sobre el plato sin siquiera haber probado un bocado. Por eso, siempre los especialistas recomiendan probar la comida antes de salarla. «La sal que el cuerpo necesita es la que está presente en forma natural en los alimentos que consumimos. Ni más ni menos«, aclaró Rodríguez.
El 17 de mayo de cada año es el día mundial de la Hipertensión Arterial. Particularmente en este 2017, luego de que el año pasado conociéramos en el Congreso de la Sociedad Argentina de Cardiología los resultados del estudio poblacional RENATA-2, es bueno reflexionar sobre el rol que tenemos los cardiólogos en cuanto a la responsabilidad y el liderazgo que habitualmente nos adjudica la misma sociedad en su conjunto respecto de este tema.
hipertensión arterial
Este estudio realizado en conjunto desde la SAC, y desde la Federación Argentina Cardiología, mostró una realidad preocupante acerca de cómo avanza la epidemia de la enfermedad hipertensiva en la Argentina en los últimos años, y de los escasos logros que hemos podido conseguir en la última década. Por un lado, el conjunto de los médicos van incorporando el concepto de que la monoterapia no es efectiva en la gran mayoría de los pacientes hipertensos que consultan; aunque en el otro extremo, alrededor de 1 de cada 4 hipertensos jóvenes todavía no saben que padecen de esta enfermedad.
El RENATA-2 es un registro de prevalencia, conocimiento y control de la Hipertensión Arterial en la Argentina. Consistió en un relevamiento nacional llevado a cabo entre agosto de 2015 y marzo de 2016, en el que participaron individuos mayores de 18 años de 25 distritos de 18 provincias todo el país. Fueron encuestados 5.931 individuos que concurrieron a gestionar su DNI a las instalaciones del RENAPER (Registro Nacional de la Personas).
Respecto de 2008/2009 (de cuando data la primera edición del estudio, RENATA-1), la prevalencia de HTA aumentó un 8,5% (de 33,5% a 36,3%), el porcentaje de pacientes que desconoce que padece esta patología se incrementó un 4,3% (de 37,2% a 38,8%) y la cantidad de hipertensos que tienen controlada su enfermedad disminuyó un 8,7% (de 26,5% a 24,2%). La prevalencia actual de HTA en Argentina es del 36,3%, siendo significativamente mayor en hombres (43.67%) que en mujeres (30,39%). El 38,8% de los hipertensos (casi 4 de cada 10) desconocen su enfermedad, siendo este desconocimiento significativamente mayor en hombres (47,1%) que en mujeres (29,3%), y fundamentalmente en jóvenes. El 55,5% de los hipertensos están tratados farmacológicamente. El 24,2% del total de los pacientes hipertensos (conocidos y no conocidos) tiene la PA controlada, significativamente más las mujeres (33,0%) que los hombres (16,6%).El 50,4% de los hipertensos cumplen con el tratamiento y el buen cumplimiento se asoció a un mayor grado de control.
Desde la SAC, y a través de la actividad científica de sus Consejos, nos dedicamos a fomentar el uso de las herramientas diagnósticas disponibles, la interpretación clínica cardiovascular adecuada para cada paciente, y el manejo integral por el equipo de salud.
Desde la información adecuada y de calidad que brinda WikiCardio, hasta la confección de nuestros Consensos, la SAC se encuentra comprometida con la prevención y el manejo de la enfermedad hipertensiva, apoyando a todos los niveles de atención de la salud. Como cardiólogos, habitualmente recibimos a los pacientes complicados por la evolución de la enfermedad hipertensiva, con mayor complejidad y morbimortalidad que la que tiene el paciente hipertenso en estadios tempranos de la enfermedad. Sin embargo, cuanto mayor es el riesgo del paciente por la evolución en el tiempo, mayores son los beneficios del control adecuado de la presión arterial y de los demás factores de riesgo. En esta ecuación, la velocidad con la que el paciente logra el objetivo adecuado para controlar efectivamente la presión arterial, resulta tan relevante como las cifras de presión arterial alcanzadas.
Para poder hacer frente a la magnitud del problema epidemiológico de la hipertensión y sus complicaciones, sobre todo en términos de cardiopatía hipertensiva e insuficiencia cardiaca, accidentes cerebrovasculares y demencias vasculares, es necesario que desde nuestra posición frecuente de líderes de equipos de salud, trabajemos responsablemente utilizando la inmensa variedad disponible de herramientas diagnósticas y terapéuticas con las que contamos actualmente, para reducir esta epidemia y poder mostrar un resultado distinto, en que la mayoría de nuestros pacientes hipertensos se encuentren con un control adecuado, y poder asegurarles un pronóstico mejor que el que tienen en la actualidad.
—Alejandro Delucchi (2016) – Sebastián Obregón (2017). Directores del Consejo Argentino de Hipertensión Arterial de la Sociedad Argentina de Cardiología.
Por qué los médicos usan cada vez más la alimentación en el cuidado de la salud
La dieta es igual de importante que la medicación, el ejercicio y la reducción del estrésen la prevención y el control de enfermedades como la diabetes de tipo 2, el colesterol alto, la hipertensión y los problemas coronarios
Se atribuye a Hipócrates de Cos la frase «que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina». Pero en la vida contemporánea, en general, la industria farmacéutica y la de la alimentación operan por separado. Sólo recientemente la dieta se convirtió en un tema central «para médicos, hospitales, aseguradoras y hasta empleadores», explicó Time en un extenso artículo sobre el tema.
Por un lado hay gran frustración por los progresos escasos de los tratamientos farmacológicos para reducir las enfermedades en las que incide la alimentación, como la diabetes de tipo 2, la enfermedad coronaria, la hipertensión y hasta el cáncer. Por otro lado hay cada vez más estudios científicos que comprueban que cuando la gente se alimenta bien, se mantiene saludable y puede controlar, y hasta evitar, esos padecimientos crónicos.
«Cuando se prioriza la alimentación y se enseña a la gente a preparar comidas sanas, resulta que se puede terminar por tener un impacto mayor que con las medicaciones«, dijo a la revista Jaewon Ryu, presidente interino del Sistema de Salud Geisinger, que coordina el programa Fresh Food Farmacy (FFF, farmacia de alimentos frescos) en Pensilvania. «Es una gran ganancia».
Time relata el caso de Tom Shicowich, quien perdió un dedo del pie y estuvo hospitalizado durante un mes en 2010 debido a complicaciones de una diabetes. Shicowich tomaba medicación para controlar la glucosa, pero también comía alimentos procesados y fast-food porque sus bajos ingresos no le permitían algo más adecuado. Luego de años con escasa mejoría, en 2017 su médico lo derivó a FFF.
El programa ofrece muchas frutas, vegetales, carnes magras y opciones bajas en sodio a los pacientes del condado de Northumberland y les enseña a incorporarlos en su dieta diaria. Una vez por semana Shicowich recibió recetas y una bolsa de compras del banco de alimentos de FFF, hizo preguntas a nutricionistas y permitió el monitoreo de su glucosa. En un año y medio bajó 27 kilos y dejó de estar en un rango peligroso de diabetes.
Varios cientos de personas como él participaron en el plan de FFF y bajaron su riesgo de complicaciones de la diabetes en un 40%, y en un 70% el de hospitalizaciones, en comparación con otros diabéticos de la misma zona que no participaron. En 2019 FFF se propone triplicar la cantidad de pacientes a los que asiste.
Tanto como la medicación, el ejercicio y el control del estrés, la dieta participa en la ecuación de la salud humana. «El problema es que comer sano no es tan fácil como tomar una pastilla«, observó Time. «Para algunos, los alimentos saludables no están disponibles; y si están, no son accesibles».
Por eso en los Estados Unidos surgieron el FFF y otros programas similares, como los que tienen la Clínica Cleveland o Kaiser Permanente en San Francisco con la organización Thrive Kitchen. Además de los médicos, compañías de seguros de salud comenzaron a recompensar con pequeños descuentos a la cuota de quienes hagan ejercicio y completen tutoriales de alimentación. En Massachusetts, Blue Cross Blue Shieldcomenzó a cubrir las viandas de la ONG Community Servings para sus miembros con insuficiencia cardíaca congestiva que no pueden pagar dietas bajas en grasa y sodio.
«El Congreso designó un grupo de trabajo bipartidario, Food Is Medicine (el alimento es medicina) para que analice cómo los programas alimentarios apoyados por el estado podrían ocuparse del hambre a la vez que de reducir los costos crecientes de Medicare (el programa de salud pública para ancianos, niños pequeños, discapacitados y personas sin recursos) por las complicaciones de las enfermedades crónicas», destacó la nota.
Recetar un medicamento es más sencillo que monitorear una dieta. «Pero las drogas son caras —el estadounidense promedio gasta USD 1.400 por año en medicinas— y si la gente no las puede pagar, no las toma«, explicó Time. «Eso aumenta la probabilidad de que desarrollen complicaciones a medida que avanzan a fases graves de sus enfermedades, lo cual a su vez los obliga a necesitar más, y más costoso, cuidado médico«.
Además, aunque han utilizado tanto dinero en medicinas, los estadounidenses no han reducido, sino al contrario, problemas como la obesidad (que pasó del 30,5% en 2000 al 37,7% en 2014) y el colesterol alto, que afecta al 40% de los adultos. Y esas tendencias responden a la dieta, no a los fármacos.
«El poder de los alimentos como medicina ganó credibilidad científica en 2002 —reseñó Time— cuando el gobierno publicó los resultados de un estudio que enfrentó un programa de dieta y ejercicio contra un tratamiento farmacológico para la diabetes de tipo 2″. En el grupo que tomó metformina, el riesgo de desarrollar diabetes se redujo en un 31% en comparación con quienes tomaron el placebo; entre las personas que hicieron dieta baja en grasas saturadas, azúcar y sal, que incluía proteína magra, frutas y vegetales, la reducción fue del 58%, casi el doble.
En los años recientes otros estudios mostraron los beneficios de la dieta mediterránea en la prevención de un nuevo ataque cardíaco entre aquellos que sufrieron uno. Y estudios en animales, como también análisis de células humanas en laboratorio, comenzaron a explicar por qué ciertos alimentos se asocian con tasas menores de ciertas enfermedades.
Algunos componentes como el omega 3 que se halla en el pescado y los polifenoles que se hallan en las manzanas pueden inhibir la capacidad de los tumores malignos para desarrollar nuevos vasos sanguíneos de los cuales nutrirse para crecer. Las nueces y las semillas pueden proteger partes de los cromosomas de modo tal que puedan reparar las células con mayor rapidez.
El artículo mencionó un libro de próxima aparición, Eat to Beat Disease (Comer para derrotar a la enfermedad), de William Li, investigador médico que asoció años de datos para proponer dosis específicas de alimentos para tratar enfermedades que van desde la diabetes al cáncer de mama.
«No todos los médicos están de acuerdo en que la ciencia avala la administración de alimentos como si fueran drogas, pero él espera que la polémica idea impulse a más investigadores«, concluyó Time. «Estamos lejos de recetar dietas categóricamente para combatir la enfermedad», dijo Li. «Y acaso nunca lleguemos a eso. Pero intentamos llenar los blancos, que han existido durante mucho tiempo en este campo, con ciencia real».
Un motivo suficiente para procurar mantener la calma y evitar alterarte ante alguna dificultad: cuidar tu corazón.
En un extenso estudio mundial publicado en la revista Circulation, de la American Heart Association, se observó que las personas emocionalmente alteradas aumentaron más de dos veces el riesgo de sufrir síntomas de infarto cardíacodurante la primera hora del enfado.
De igual forma se puede indicar para el esfuerzo físico intenso, que eleva el riesgo de ataque al corazón por un lapso hasta de una hora luego de realizado. Y el riesgo se triplica para aquellos que se enfadaron o se alteraron emocionalmente y de manera simultánea, realizaron un intenso esfuerzo físico.
Para la investigación, a 12.461 pacientes de 52 países que presentaron un ataque cardíaco por primera vez, se les consultó sobre si tuvieron alguna de las situaciones desencadenantes mencionadas durante una hora antes de su infarto al corazón, o el día anterior.
Estas situaciones o factores que pueden desencadenar un ataque cardíaco (como el enfado y el esfuerzo físico) parecían elevar de manera independiente el riesgo, más allá del que se plantea generalmente por otros factores como la obesidad, la edad, la hipertensión arterial, el tabaquismo y otros problemas.
“Ambos disparadores -emocionales y físicos intensos- pueden elevar la frecuencia cardíaca y la presión arterial, alterando la circulación de sangre a través de los vasos sanguíneos y disminuyendo el abastecimiento de sangre al corazón” afirmó el Dr. Andrew Smyth, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de McMaster, en Canadá.
“Esto es importante particularmente en los vasos sanguíneos que ya están estrechos debido a la formación de placa, que podría obstruir el flujo de sangre y originar un ataque al corazón” agrega Smyth.
“Practicar actividad física con regularidad tiene múltiples beneficios para la salud, además de ayudar a prevenir enfermedades del corazón -manifestó Smyth- por lo que recomendamos que se continúe haciendo. Sin embargo, sugerimos a las personas que están enfadadas y desean hacer ejercicio para despejar su mente, que no vayan más allá de su rutina normal”.
Estos factores desencadenantes mostraron su efecto de igual forma en todos los países y grupos étnicos analizados.
“Las personas que están en peligro de sufrir un ataque cardíaco deben procurar no tener situaciones que impliquen emociones fuertes”, aseguró Barry Jacobs, miembro del Programa de Residencia de Medicina Familiar Crozer-Keystone en Springfield, Pensilvania. “Una forma de enfrentar los altibajos emocionales es a través del apoyo familiar y hablando con otras personas que viven en condiciones similares”, agregó.
Por último, Jacobs analizó que “este estudio aporta más información que comprueba la importante relación que existe entre la mente y el cuerpo”.
Causa principal de muerte
Las enfermedades cardiovasculares representan actualmente la principal causa de muerte en todo el mundo. Según datos estimados de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares fueron responsables, sólo en 2012, de alrededor de 17,5 millones de muertes, lo cual representa un 31% de todas las muertes registradas en el mundo.
Día Mundial del Corazón: consejos y hábitos para prevenir las enfermedadescardiovasculares
En la Argentina, una de cada tres personas padece algún problema coronario, que podría evitarse con pequeños cambios.
Cada 29 de septiembre se celebra el Día Mundial del Corazón para concientizar sobre las enfermedades cardiovasculares. Este año, la premisa de la Organización Mundial de la Salud ( OMS ) y la Federación Mundial del Corazón (WHF, por sus siglas en inglés) es «25×25», es decir, trabajar en prevención para reducir un 25% la mortalidad prematura por enfermedad cardiovascular para el año 2025.
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En la actualidad, este tipo de patologías son la primera causa de muerte en el mundo, afectando a unas 17 millones de personas, lo que equivale a un tercio de la población, la mayoría de ellas concentrada en los países de menores ingresos. La Argentina no escapa de este alarmante número: cerca de 3 de cada 10 muertes en el 2015 fueron a raíz de enfermedades cardiovasculares (ECV), según datos oficiales del Ministerio de Salud de la Nación.
«Si bien las enfermedades cardiovasculares son patologías propias de las sociedades occidentales, y aunque algunos de sus factores de riesgo son fácilmente prevenibles, el alcance mundial de este tipo de dolencias es muy elevado. Son la primera causa de mortalidad en el mundo, superando cualquier tipo de cáncer y el sida», detalló Silvio Aguilera, director Médico de Vittal.
Los 10 pasos para un corazón sano
«Introducir pequeños cambios en el estilo de vida puede generar grandes beneficios en la salud cardíaca y evitar enfermedades y complicaciones que nos pondrían en riesgo. No es necesario hacer grandes sacrificios para mantener un corazón sano. Solo tomar algunas medidas», aseguró Gabriel Lapman, cardiólogo jefe de consultorios externos del Sanatorio Modelo de Caseros.
Cuidar la masa corporal y alimentarse bien: un peso adecuado se logra al equilibrar las calorías que se ingieren con las que se consumen durante el día. Lo ideal es gastar más de lo que se come. El índice de masa corporal no debe superar los 25 kg/m2. Preferir una dieta rica en pescados, carnes magras, frutos secos, aceite de oliva, lácteos descremados, frutas, verduras y legumbres, que aporten los minerales y vitaminas que el cuerpo necesita. También, ácidos grasos como Omega 3, 6 y 9.
Observar el colesterol y la glucosa: el exceso de colesterol se deposita en las paredes de los vasos sanguíneos y obstruye el flujo de sangre. Si en ayunas los resultados del colesterol superan los 200 mg/dl y la glicemia es mayor a 100 mg/dl, hay que consultar con un especialista.
Dormir bien: al menos 8 horas diarias porque el descanso permite reponer energías. Evitar el consumo de estimulantes o el exceso de cafeína para rendir durante el día.
Mantenerse activo: por ser un músculo, el corazón necesita ejercitarse. Por eso, realizar actividad física de manera regular para mejorar la circulación sanguínea en todo el cuerpo. Las arterias lograrán mayor y mejor dilatación, los niveles de colesterol y de triglicéridos en sangre se regularán y la presión arterial disminuirá. La indicación actual son 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico de intensidad moderada.
No al estrés y la ansiedad: intentar generar espacios para desconexión. Prácticas como el yoga pueden ser de gran utilidad.
Controlar la presión: la presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias. Los niveles de una persona sana están debajo de los 140/90 mm de mercurio. Es importante chequearla constantemente ya que la hipertensión suele ser asintomática. Una medida útil es disminuir el consumo de sal.
No fumar: el tabaco disminuye la cantidad de oxígeno en sangre, estrecha y endurece la capa interna de las arterias y hace que la presión arterial aumente. Además, es el causante de la reducción de los niveles de colesterol bueno (HDL) en sangre y de incrementar los niveles del malo (LDL) y de los triglicéridos. Un cigarrillo diario es suficiente para aumentar el riesgo de ataque cardiaco o cerebral.
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Cuidado con el alcohol y otras sustancias: al mezclarse con la sangre afectan el funcionamiento de muchos órganos del cuerpo. Según la Organización Panamericana de la Salud, el consumo de alcohol en la región es un 40% superior al promedio mundial, y aumenta en las mujeres. En Argentina se consumen 9.1 litros por año y por persona mayor a 15 años, lo que coloca al país en el puesto n°1 de toda América del Sur. La recomendación entonces es lograr un consumo moderado, limitándolo a 15grs. diarios (1 porrón de cerveza, 1 copa de vino o 1 medida de bebida destilada).
Diagnosticar a tiempo: se estima que la mitad de las personas que mueren repentinamente por males coronarios no sabía sobre su problema. Es fundamental la realización periódica de chequeos médicos, especialmente, si hay factores de riesgo.
Controlar la diabetes: puede provocar graves alteraciones en corazón, riñones, visión y extremidades inferiores. Si hay antecedentes familiares directos o se tiene sobrepeso u obesidad, se estará más predispuesto a desarrollarla.
«Entre los dos y los cinco años es cuando se deben crear los buenos hábitos porque después resulta mucho más difícil y menos efectivo revertirlos», dijo Oscar Mendiz, Director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro.
Cinco cambios en la alimentación
Disminuir el consumo de grasas, eligiendo alimentos de bajo contenido en colesterol y sin grasas trans.
Consumir alimentos ricos en fibra soluble, como frutas y verduras crudas, que ayudan a reducir el colesterol LDL.
Aumentar el consumo de pescados azules (salmón, atún, jurel, anchoas, etc.) ricos en ácidos grasos omega-3 que ayudan a mantener el colesterol en los niveles correctos.
Incorporar frutos secos a la dieta diaria dado que contienen vitamina E y ácidos grasos monoinsaturados. «Son ideales para hacer una colación y de esta forma se evita el picoteo de alimentos ricos en grasa y azúcar», explicó Analía Moreiro, licenciada en Nutrición.
Menos sal: Si bien la Organización Mundial de la Salud recomienda consumir entre 3 y 6 gramos de sal por día, los argentinos consumen alrededor de 12. Con solo al disminuir 3 gramos por día la cantidad de sal ingerida, se podría reducir la incidencia de accidentes cerebrales en un 26% y la enfermedad isquémica coronaria en un 15%. Así, se evitarían 10.000 muertes por enfermedades cardiovasculares al año, por lo que una de las principales medidas para alcanzar el objetivo propuesto por la Federación Mundial del Corazón es disminuir su consumo.
«El corazón trabaja sin parar cada segundo de nuestras vidas por lo que debemos ser compasivos y cuidarlo. Adoptar ciertos hábitos saludables puede hacer una gran diferencia, sin significar demasiado esfuerzo. Las personas que logran seguir estas pautas no solo viven más, sino que lo hacen en mejores condiciones (calidad de vida)», explica el Dr. Hernán Provera, médico cardiólogo y Jefe del Departamento de Riesgo Cardiovascular de INEBA.
Una enciclopedia digital
Carlos Reguera, especialista a cargo del área de Medicina Preventiva y Cardiología de INEBA agregó: «Debemos seguir haciendo hincapié sobre los factores de riesgo cardiovasculares, para que la población los identifique, conozca y actúe sobre ellos. La prevención es tan eficaz que, si disminuimos los factores de riesgo, sería posible evitar al menos el 80% de las enfermedades cardiovasculares».
Alertada por estos números, hace dos años la Sociedad Argentina de Cardiología diseñó el sitio WikiCardio .
En esta web organizaron una enciclopedia digital que tiene como objetivo concientizar y educar para conocer en mayor detalle temáticas relacionadas al corazón y las patologías más usuales. En sus inicios contaba con 4000 visitas mensuales. Hoy cuenta con 32.000 y recibe más de 43.300 consultas por año.
«El contacto con nuestros pacientes en consultorio nos indicaba que había un gran desconocimiento que las redes no lograban resolver. Muchos pacientes, luego de la consulta médica, recurrían a su interconsulta en la web y muchas veces la información que encontraban no era del todo certera o exacta. Por ello buscamos ofrecer desde la Sociedad, un lugar que permitiera compartir el conocimiento desde los propios especialistas, a la vez que educar a quienes visitaran el sitio», dijo Mariana Corneli, cardióloga y directora de la web.
El 36,3 % de los adultos en el país ya sufre esta enfermedad. Preocupan el desconocimiento y la falta de controles.
Por Valeria Román.
Se consideran hipertensos a los pacientes que presenten desde 140/90 mm Hg en dos a tres consultas separadas por una semana.
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Los argentinos están peor de la presión. Sí, de la presión arterial. De la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias del corazón. Lo ideal es tener la presión por debajo de los niveles 14/9. Sin embargo, hoy el 36,3% de los adultos padecen hipertensión. Esta prevalencia aumentó un 8,5% entre 2008 y 2016, según un estudio epidemiológico que se presentó ayer en una de las sesiones del 42° Congreso Argentino de Cardiología, que empezó ayer.
“Los resultados del estudio son preocupantes. Porque tener la presión arterial sin control por mucho tiempo implica un mayor riesgo de sufrir un ataque cerebrovascular, enfermedad de los riñones, infartos e insuficiencia cardíaca, que son trastornos que pueden conducir a la muerte”, explicó a Clarín Claudio Majul, que forma parte del comité organizador del congreso, y es integrante de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Miguel González, presidente del comité científico del congreso y jefe de unidad coronaria del Sanatorio Finochietto, explicó que la hipertensión “se mide como la fuerza ejercida por el flujo de la sangre sobre las paredes de las arterias. Si da mayor o igual a 14/9 a lo largo de 3 mediciones correctas –con el paciente en reposo y tranquilo– se diagnostica la hipertensión arterial. Es una condición crónica pero que cuenta con tratamientos que permiten mantenerla bajo control”.
En 2008, los investigadores de la SAC habían impulsado el estudio -que llaman Renata (por las iniciales de Registro Nacional de Hipertensión Arterial) sobre prevalencia en Capital. Al año siguiente, sumaron a más personas de 7 provincias: el 33,5% de la población adulta sufría hipertensión. En 2015, se volvió a hacer el estudio, en colaboración con la Federación Argentina de Cardiología (FAC) en 18 provincias. Participaron 5931 mayores de 18 años. Para hacer el estudio Renata 2, que fue patrocinado por el laboratorio Gador y la empresa Nestlé, se puso una mesa en 25 filiales del Registro Nacional de las Personas. A cada participante, se le hizo una encuesta con consentimiento informado y se le preguntó por el nivel de consumo de sal. Le tomaron la presión arterial durante 3 veces, mientras la persona estaba sentada. Y le midieron el cuello y el perímetro abdominal. A los que ya sabían que sufrían hipertensión, le hicieron una encuesta sobre la adherencia al tratamiento. Todas esas mediciones y respuestas se compilaron y analizaron y arrojaron los resultados preocupantes.
Cuatro de cada 10 argentinos con hipertensión lo desconoce. Entre los que sí conocen, el 45% no está bajo tratamiento médico. Sólo el 24,2% tiene la enfermedad bajo control. Esa última cifra también llamó la atención. “La cantidad de hipertensos que tiene controlada la enfermedad bajó en un 8,7%”, advirtió Augusto Vicario, otro de los integrantes del equipo que hizo el estudio. Otros datos significativos es que la hipertensión está afectando a gente joven, pero que desconoce que tiene el problema. El 73,4% de los hipertensos menores de 35 años (que fueron detectados durante el estudio) desconocen la enfermedad, que se puede controlar con cambios en la alimentación, más actividad física y medicación. Hay que bajar el consumo de sal, comer más frutas y verduras, legumbres y pescado, y dejar de fumar tabaco.
Sin embargo, muchos de los que ya sabían que eran hipertensos no hacen caso a los consejos. Sólo el 50,4% de los hipertensos toman y siguen diariamente la medicación contra la hipertensión. Aunque saben que es su gran enemigo, los hipertensos que conocen su enfermedad agregan sal a la comida “siempre” en el 16,4% de los casos. Respondieron “raras veces” el 26,5% y “nunca” el 57,2 de los hipertensos. En este grupo de hipertensos, el 72% dijo que habían disminuido el consumo de sal en el último año.
Pero el cambio aún está pendiente. “Disminuir el consumo de sal puede reducir entre un 20 y un 30% la cantidad de eventos cardiovasculares, como infartos o ACV, Eso se logra quitando el salero de la mesa, reemplazando la sal al cocinar por otras especias que aporten sabor, y, primordialmente, consumiendo menos productos procesados y panificados, que son una de las principales fuentes de sodio en la dieta de los argentinos”, resaltó Gustavo Cerezo, ex presidente de la Federación Argentina de Cardiología y médico del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires.
Dos jóvenes le salvaron la vida a un pasajero con ACV en un colectivo
El hombre iba en el colectivo 76, cuando se desvaneció. Los chicos estaban en el asiento de atrás y reaccionaron a tiempo.
Por Paula Galinsky.
Sergio sufrio un ACV en el colectivo y fue auxiliado por Ivanna y Pedro.
Los ojos de Sergio Murguia (57) lo dicen todo. Hablan de fragilidad, angustia, emoción y del más puro agradecimiento. En este primer encuentro después de la tragedia con final feliz que le tocó vivir, su mirada persigue la de los dos jóvenes que hace una semana pusieron todo para salvarle la vida y que ahora tiene sentados en el living de su casa de Martínez. “Perdón si voy lento, sigo en shock”, dice y extiende los brazos a “sus superhéroes”, como ahora llama a Ivanna Zuviría (21) y Pedro Ovejero (26). Luego, lanza un quebradizo “gracias” y llora. A los chicos se les llenan los ojos de lágrimas. Pero se la aguantan, sonríen y le dicen que están felices de haber podido ayudar.
Entre los tres intentan reconstruir lo que pasó esa mañana arriba del colectivo 76, en Luis Viale y Warnes, Villa Crespo. Ivanna y Pedro son estudiantes del profesorado de Educación Física y ese día viajaban de Núñez a Villa Soldati, donde debían realizar unas prácticas para la facultad. Iban medio dormidos cuando, a eso de las 8.45, escucharon un estornudo muy fuerte. “Ahí veo cómo el hombre de adelante se empieza a caer para un costado, primero cae y se levanta y después noto que no se puede levantar más”, cuenta Ivanna a Clarín frente a Sergio, y lo interpela. “¿Te acordás del estornudo?”. “Si –responde él–, estaba resfriado, se me habían caído los pañuelitos al piso y me agaché para levantarlos. Pero me empecé a golpear la cabeza. No entendía bien lo que me estaba pasando”, sigue Sergio, que es papá de cinco hijos, abuelo de una beba y ese viernes se dirigía a trabajar a Paternal, donde se desempeña como empleado administrativo.
Ivanna se levantó, lo miró y arriesgó: “Creo que está teniendo un ACV”. A pedido de ella, el chofer paró el colectivo y empezó a llamar a emergencias. Junto a Pedro, lograron acostar a Sergio en el piso, con dos mochilas de almohadas. Le aflojaron los cordones, le abrieron la campera e intentaron tranquilizarlo. “Yo le hice caricias en la espalda. Le dije que todo iba a estar bien, que ya llegaba la ambulancia”, relata Ivanna que explica que, hace poco, tuvo una materia en la universidad en la que le enseñaron a actuar frente a urgencias. “No sé cómo hice, pero me acordé de casi todos los pasos”, afirma orgullosa y suma que llamó al SAME en dos oportunidades y que, en la última, pidió que la guiaran para asistir a Sergio, pero que no supieron indicarle qué hacer.
“En un momento el colectivero dijo: ´chicos, llegó la ambulancia´. Nosotros miramos y nos dimos cuenta que no era la del SAME sino una privada que justo pasaba por esa calle. Yo dije: ´ya fue, la corro´. Me bajé del 76 y la seguí hasta la esquina donde frenó porque, gracias de Dios, el semáforo se puso en rojo”, describe la joven. “Le toqué el vidrio a la médica que iba arriba. Le expliqué lo que pasaba, se acercó a atenderlo y accedió a trasladarlo hasta el hospital”, agrega Ivanna.
La buena acción de los estudiantes –que tienen vocación de servicio, ya que él es guardavidas y ella sale a misionar– no terminó ahí. Los chicos se subieron a la ambulancia y lo acompañaron hasta el Durand, al que llegaron “en tres minutos”, según Pedro que, en el camino, le avisó a Vanesa, la mujer de Sergio. “Nos fuimos recién después de verla y explicarle todo. Por suerte, intercambiamos contactos y ella nos fue contando cómo evolucionaba”, sostiene Pedro.
Sergio fue derivado con su prepaga a la Clínica La Sagrada Familia, de Belgrano, donde lo operaron para removerle el coágulo que le había provocado el accidente cerebrovascular isquémico. La intervención salió perfecto y, si bien debe realizar rehabilitación, el martes recibió el alta y ya le confirmaron que no le quedarán secuelas. “Todos los médicos me dijeron que llegar rápido al hospital fue clave, que esos chicos me salvaron la vida. Yo voy a estar eternamente agradecido con ellos. Son mis héroes urbanos”, finaliza Sergio, que ya prometió un asado para agasajarlos.
ACV: un estudio mundial probó que 9 de cada 10 ataques pueden evitarse con hábitos saludables
El factor de riesgo principal es la hipertensión no controlada. Lo identificó un estudio internacional, que incluyó a 286 argentinos y fue publicado en la revista The Lancet.
Por Valeria Román.
Buen hábito. Dejar de ponerle sal a las comidas es un consejo médico para reducir el riesgo de hipertensión y de ACV.
Nueve de cada 10 ataques cerebrovasculares (ACV) pueden ser prevenidos si las personas modifican sus factores de riesgo. El principal culpable es tener la presión arterial descontrolada, y luego le siguen el sedentarismo, el consumo de comida chatarra y de alcohol en exceso, fumar tabaco, padecer problemas cardíacos como fibrilación auricular, diabetes, o estrés sin atención, y tener el colesterol elevado. Lo confirmó el mayor estudio en el mundo, que incluyó a 27.000 personas, incluyendo 286 argentinos, y fue publicado ayer en la revista The Lancet.
“El 93,2% de los ataques cardiovasculares que ocurren en Sudamérica están asociados a 10 factores de riesgo. La hipertensión es el más importante en todo el mundo. Los resultados deberían ser tenidos en cuenta por la población para reducir el riesgo de ACV y la mortalidad”, dijo a Clarín el investigador principal Martin O´Donnell, de la Universidad McMaster de Canadá, que llevó adelante el estudio InterStroke. Hace 6 años el equipo de investigación, que incluyó al médico argentino Rafael Díaz, de Estudios Clínicos de Latinoamérica de Rosario, había publicado los resultados preliminares, y ahora sumaron más datos y evidencias sobre los factores de riesgo del ACV, que es la tercer causa de muerte de adultos en el mundo y la primera de discapacidad.
“En 2010, habíamos incluido a 6.000 participantes de 22 países, pero había preguntas pendientes sobre había diferencias entre las regiones del mundo sobre el rol de los factores de riesgo en los ataques cardiovasculares. En la segunda fase, incluimos 27.000 personas de 32 países, y confirmamos la importancia de los 10 factores de riesgo a nivel global”, agregó O´Donnell.
El trabajo consistió en un estudio observacional de casos y controles. Incluyeron personas que habían sufrido ataques cardiovasculares y los compararon con otras de edad y nivel socioeconómico parecido. “El mensaje que da este estudio es que no controlamos la presión, fumamos, comemos mal, sedentarios, tomamos alcohol en exceso, aumentamos las chances de padecer un ACV. Es claro ahora que casi no se trata de una cuestión genética, sino que pesa mucho lo ambiental”, explicó Díaz a Clarín.
Las evidencias están. ¿Cómo hacer para revertir los comportamientos que llevan al ACV? “Soy defensor de una acción mixta: el médico debe llegar al pacientes, con educación y seguimiento, y las autoridades sanitarias también deben implementar medidas. Por ejemplo, hay que seguir impulsando la reducción del consumo de sal. Ayer, también se difundió que los acuerdos voluntarios entre empresas alimentarias y la iniciativa “Menos Sal Más Vida” del Ministerio de Salud de la Nación, que empezó en 2013, se cumplen en el 99% de los productos monitoreados. Otra acción es que la gente se tome la presión al menos una vez al año, y que acceda al tratamiento. Según Díaz, sólo 1 de cada 6 hipertensos tiene su presión controlada.
“El estudio InterStroke llama la atención sobre el riesgo de la hipertensión descontrolada. Mucha gente aún subestima a la hipertensión, como factor de riesgo de ACV”, opinó Marcos Marín, de la Sociedad Argentina de Cardiología y del Hospital Italiano en San Justo, quien no participó en el estudio.
“Tenemos las estadísticas y es posible resolver el problema”, sostuvo Díaz. Lo demuestra con hechos: con su equipo salió a tomar la presión a 5.000 personas en Rosario, y detectó a 1.000 hipertensos. Les dan medicamentos gratis y ya consiguieron que el 90% tenga su presión arterial controlada. “Hay que enseñar a cada paciente, y contactarlo fuera del consultorio. Es un trabajo educacional interesante, pero todo indica que cuando el paciente entiende el problema, cambia su actitud”.
En 1 de cada 4 pacientes los síntomas del ACV son transitorios: hay 17 mil casos al año
Por Florencia Cunzolo.
No dejan secuelas, pero deben recibir tratamiento inmediato. La cifra fue obtenida en el primer estudio epidemiológico realizado en el país para medir la incidencia de los ataques cerebrales.
Recibir atención en las primeras horas posteriores a la aparición de los los síntomas es clave.
Un dolor de cabeza repentino y muy severo, no sentido nunca antes. Debilidad en la mitad del cuerpo y pérdida de la visión de un ojo o ambos. Problemas para hablar o entender. Vértigo, falta de coordinación, inestabilidad. En uno de cada cuatro pacientes, esos síntomas del ataque cerebral son transitorios: duran pocos minutos y no dejan secuelas, pero deben ser tratados a tiempo para evitar que desemboquen en cuadros más graves. En Argentina ocurren 17.000 ataques isquémicos transitorios (AIT) al año y 58.000 ataques cerebrovasculares (ACV, ictus o stroke), según el primer estudio epidemiológico destinado a evaluar el número de casos que se producen en el país.
El Programa para la Evaluación Epidemiológica del Stroke en Tandil (PrEViSTA) puso durante dos años a los más de 120 mil habitantes de la ciudad situada a casi 400 kilómetros de la Capital debajo de una gran lupa. Todo paciente atendido en el único hospital público, las dos clínicas privadas o en alguno de los 10 centros ambulatorios por un ataque cerebral formó parte del exhaustivo registro. Veinte médicos (clínicos, neurólogos, cardiólogos) trabajaron en la pesquisa, que incluyó hasta contactos con las casas velatorias para determinar si personas que habían muerto en sus casas habían fallecido por esa causa: llamaban a los familiares y les hacían una “autopsia verbal”. Se ejecutaron campañas de concientización sobre el ACV en los medios y hasta con volantes que se repartían con la factura de electricidad. La ciudad es equivalente a gran parte del territorio argentino en la mayoría de los parámetros, por lo que los datos obtenidos pueden proyectarse a nivel nacional.
Los resultados fueron reveladores. “Hubo menos ACV de los que pensábamos, y muchos pero muchos accidentes isquémicos transitorios”, sostuvo en diálogo con Clarín Luciano Sposato, investigador principal del estudio quien, tras dirigir equipos en INECO y la Fundación Favaloro, se encuentra trabajando en el London Health Sciences Centre, en Ontario, Canadá. “Es la primera vez que se mide en una población cerrada la cantidad de casos y por lo tanto es la primera vez que se puede estimar cuántos hay en la población argentina. Hasta ahora estábamos ciegos, cualquier cálculo podría haber estado equivocado”, destaca el neurólogo argentino sobre la relevancia del trabajo que fue publicado en Stroke, la revista más prestigiosa sobre el tema.
El número de AIT que se producen anualmente en el país es de 37 cada 100 mil habitantes, casi tres veces mayor que los registrados en un estudio similar en Brasil (14 cada 100 mil). Un ataque transitorio irrumpe con los mismos síntomas que los de un ACV. Esos signos se prolongan por unos minutos (solo ocasionalmente duran horas) y no dejan lesiones cerebrales ni secuelas clínicas o funcionales. Sin embargo, eso no implica que no haya pasado nada. Son poderosos llamados de atención que conviene no desestimar. “De 100 personas que tienen un ataque transitorio, 10 van a tener un ACV en los próximos 30 días, de las cuales ocho lo van a tener en los dos días siguientes. Por eso es indispensable y fundamental consultar inmediatamente para hacer las investigaciones necesarias que permitan determinar por qué se produjo y empezar la prevención”, explicó Sposato. El 80% de su actividad clínica en Canadá es dentro de una clínica especializada en el tratamiento de pacientes con ataques transitorios.
Los factores de riesgo también son los mismos para ambos ataques. Determinar si en el origen del cuadro hay una fibrilación auricular o una enfermedad carotídea es clave. “También hay que ver si el paciente que sufrió un AIT tiene presión alta, si es dislipémico, si es sedentario, si lleva una dieta no balanceada, si tiene diabetes y trabajar sobre eso. Cosas sencillas que hacen a la prevención, que es donde la medicina debería enfocarse, porque el problema ya está instalado. Debemos movernos antes. Pero es complejo por las barreras en el acceso, que hacen que no todos lleguen a la salud de la misma forma”, añade Cecilia Bahit, jefa de Cardiología de INECO Neurociencia en Rosario y coautora principal del trabajo.
Mariano Coppola es uno de los cuatro neurólogos que hay en Tandil y estuvo encargado de liderar el equipo de médicos que recolectó los datos entre 2013 y 2015. “Está más que demostrado que contar con unidades de stroke para el tratamiento agudo y el seguimiento baja la mortalidad y la discapacidad, pero también está demostrado que lo mejor es no tener un ACV y es ahí donde la prevención primaria juega el rol más importante”, coincidió.
El ACV es la segunda causa de muerte en Argentina después de la enfermedad coronaria y la primera de discapacidad. Antes de PrEViSTA, la incidencia se estimaba en base a estadísticas internacionales y se hablaba de un caso cada cuatro minutos. El trabajo arrojó que se producen 76,5 ataques cerebrovasculares cada 100 mil habitantes al año, lo que da un total de 58.100 casos, uno cada nueve minutos, la mitad de lo que se creía. La cifra es considerablemente más baja que las registradas en Brasil (137) y Chile (94). Sobre los tipos: el 78% son isquémicos (causados por la súbita pérdida de flujo sanguíneo cerebral) y el 22% hemorrágicos (por sangrado), proporciones similares a las de Europa o Estados Unidos.
“Si bien registramos menos ACV que otras poblaciones latinoamericanas, hay mucho que hacer en cuanto a tratamiento porque la mortalidad sigue siendo alta”, analizó Bahit. Es que uno de cada cinco pacientes que sufre un ataque cerebrovascular muere dentro de los 30 días posteriores al evento. El isquémico es el que tiene mejor pronóstico.
Sposato acuerda en que lo positivo es que “sorpresivamente estamos mejor de lo que pensábamos porque hay pocos casos”. La reducción de algunos factores de riesgo como el agregar menos sal a las comidas y la caída en el número de fumadores, sumado a las campañas de concientización pueden haber incidido, especulan los especialistas. “La parte negativa está relacionada con la deficiente atención del AIT para evitar que se produzca un ACV y con que el tratamiento agudo está absolutamente abandonado en Argentina en cuanto a lo que es trombolisis intravenosa (una medicación que se aplica en las primeras horas posteriores al ataque), unidades de stroke y lo nuevo que es la trombectomía mecánica (la aspiración del trombo que obstruye la arteria)”.
Para el neurocirujano Pedro Lylyk, presidente de la Asociación Argentina de Ataque Cerebral,“las autoridades sanitarias necesitan datos de la realidad argentina que les permitan desarrollar un plan nacional con unidades de ACV en todo el territorio (acá tenemos la primera unidad móvil de Latinoamérica) para que los tratamientos puedan administrarse en forma eficaz y en tiempo a toda la población». El director del Instituto Médico ENERI y Clínica La Sagrada Familia -que no participó de la investigación- concluyó que «este estudio constituye un buen punto de partida para la organización y distribución de los recursos en salud, debiendo ahora aunar los esfuerzos para bajar los tiempos para el tratamiento agudo. No olvidemos que tiempo es cerebro”.
Las cifras arrojadas por PrEViSTA ya son tomadas como referencia por la Organización Mundial de la Salud y el Instituto de Métricas en Salud de la Universidad de Washington.
Afirman que la presión arterial normal debería ser más baja: el límite sería 12
Investigación realizada en Estados Unidos. Lo reveló en estudio con hipertensos mayores de 50. Así se podría reducir el riesgo cardíaco y de muerte.
La investigación comenzó en 2009, pero terminó un año antes de lo previsto. Los médicos que llevaron adelante el estudio (llamado SPRINT y apoyado por la máxima autoridad sanitaria de Estados Unidos) se proponían saber qué tan baja debe ser la presión arterial para obtener beneficios en la salud. La respuesta la hallaron antes de lo esperado y por eso dieron a conocer los resultados preliminares: según afirman, la presión arterial menor a 12 en mayores de 50 años que tienen presión alta, reduce significativamente el riesgo de tener una enfermedad cardiovascular y baja el riesgo de muerte.
hipertensión arterial
Apoyados por el National Institutes of Health (NIH), los investigadores se propusieron examinar cómo impactaba en las enfermedades cardiovasculares y del riñón el hecho de mantener la presión de los pacientes en un nivel menor del que actualmente se recomienda. Para eso, ajustaron la medicación de 9.300 pacientes (mayores de 50 años hipertensos y, por eso, con un riesgo incrementado de tener una enfermedad del corazón o problemas de riñón) para que la mitad de ellos llegue a un objetivo de 12 y la otra mitad a un objetivo de 14. Según anunció el NIH mediante un comunicado, bajar la presión a 12 “reduce la tasa de eventos cardiovasculares, como ataque al corazón, falla cardíaca y ACV, a casi un tercio. Y reduce el riesgo de muerte a casi un cuarto, comparado con el objetivo de mantener la presión en 14 (140 milímetros de mercurio)”.
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“La presión en la que hay menos complicaciones cardiovasculares en la población en general es 12/8. Cuando se supera los 14/9 ya hay hipertensión arterial. Ahora bien, entre un valor y otro existe lo que se conoce como pre-hipertensión o presión normal alta. Y en ese territorio, a nivel poblacional, aparecen mayores complicaciones”, introduce Fernando Filippini, presidente de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial. “El estudio habla de llevar la presión a 12 en los mayores de 50 años. Yo diría que hay que ser muy cautelosos porque un anciano, por ejemplo, necesita cifras más elevadas porque si se le baja mucho la presión se puede reducir el flujo cerebral”. El estudio SPRINT no incluyó pacientes diabéticos y eso tiene una razón de ser: “En un paciente diabético con daño renal, el descenso excesivo de presión puede ser contraproducente. Es que al haber muy poca presión de sangre en un órgano deteriorado, la cantidad de sangre que lleva a filtrar puede ser menor”.
Tampoco incluyeron pacientes que habían tenido un accidente cerebrovascular antes o enfermedad renal. Alberto Villamil, jefe de hipertensión del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires y jefe de cardiología preventiva del Hospital Argerich, agrega: “Si hablamos de población sana, tener la presión en 12/8 es óptimo. Según los datos preliminares de este estudio, menos presión es favorable para la salud al haber menos daño de la pared de las arterias. Pero si tenemos una población vulnerable –infartados, con insuficiencia renal o personas que tuvieron un ACV– no necesariamente es bueno bajar tanto la presión. La presión es un instrumento para llevar sangre al tejido: si el paciente tiene sus arterias estropeadas y hay menos acceso de la sangre a ese tejido, un descenso muy marcado de la presión puede causar isquemia”. Estos parámetros, explica, están respaldados por las guías de la Sociedad Argentina de Cardiología y de la Sociedad Argentina de Hipertensión.
“Nuestras conclusiones aportan evidencia importante de que bajar la presión en pacientes mayores o de alto riesgo puede ser beneficioso y abrir el paso a mejores condiciones de salud en general”, dijo Lawrence Fine, director del Instituto Nacional de corazón, pulmón y sangre (NHLBI). “Pero los pacientes deberían hablar con sus médicos para determinar si esto es beneficioso para su caso en particular”. Eso es lo que sostienen los médicos argentinos: cada paciente deberá ser evaluado para saber a qué meta puede llegar.
El país lidera el consumo de pan, gaseosa y sodio en el mundo.
Por Fabiola Czubaj.
Un típico combo -hamburguesa, gaseosa y papas- equivale a un churrasco de 250 gramos, dos ensaladas medianas (de tomate y zanahoria una; de lechuga, repollo y remolacha la otra, ambas sazonadas con dos cucharaditas de aceite), dos fetas de queso, un pan, un vaso de leche descremada y dos frutas. ¿Atraería este menú a los comensales si tuviesen conciencia plena de lo que están comiendo? Probablemente, no.
La incitación al consumo y la información nutricional confusa explican en parte por qué la mesa de los argentinos aún está lejos de alcanzar un equilibrio saludable.
Los expertos señalan que estos hábitos provocan el desarrollo de enfermedades no transmisibles, como la diabetes, la obesidad, la hipertensión y aun el hígado graso no alcohólico a edades cada vez más tempranas.
En la Argentina se come menos de un tercio de las frutas y legumbres deseables en una dieta saludable y más del doble de carne. Y somos líderes en el consumo de pan, gaseosas y sodio. Son algunas de las conclusiones de la II Cumbre de Alimentos, que organizó el Ministerio de Salud bonaerense en la Universidad Católica Argentina (UCA).
«Ponemos en la mesa alimentos poco variados, concentramos mucho en una sola comida, el desayuno es incompleto o, directamente, lo suprimimos, y hacemos poca actividad física», resumió Claudia Guzmán, ingeniera en alimentos, máster en Nutrición y Dietética, y ex miembro de la Comisión Nacional de Alimentos (Conal) por el Ministerio de Producción de Santiago del Estero.
Según un trabajo, al mes pasado, del Centro de Estudios sobre Política y Economía de la Alimentación (Cepea) presentado en la cumbre, los argentinos comemos más del doble de carnes, harinas y dulces que lo recomendado; menos de un tercio de las frutas y las legumbres que necesita el organismo, y menos de la mitad de las verduras y los lácteos que aconsejan la Organización Mundial de la Salud y las Guías Alimentarias Argentinas (ver infografía).
Esta brecha es más pronunciada en los sectores bajos. «Allí, la obesidad pasa por el consumo de harinas y derivados (pan y fideos) que, junto con la papa, aportan calorías saciantes y económicas. Además se consume gran cantidad de grasas saturadas en panificados con grasa y cortes grasos de carne que son más económicos -precisó Guzmán-. En los sectores de mayor nivel socioeconómico se consumen cortes magros, lácteos descremados y más frutas y verduras, pero también más fiambres, snacks y comida rápida. Y la clase media vive en tensión permanente entre cuidarse y gratificarse.»
El país ostenta el consumo de pan, gaseosas y sodio más alto del mundo, según coincidieron Guzmán y Viviana Baranchuck, médica especialista en diabetes y obesidad, durante su presentación. Mientras, en la pantalla de una de las aulas de la UCA en Puerto Madero se proyectaban filminas con datos locales que disparaban el debate entre los asistentes. «Hay una crisis de la comida casera. Sólo en la ciudad de Buenos Aires hay 600 pizzerías, 120 locales de cadenas de comida rápida y 700 agencias de mensajería para delivery«, dijo Baranchuck, directora médica de la Fundación DAAT.
Factores como la pérdida de la mesa familiar, la costumbre de los chicos de comer mientras juegan con la consola o la computadora, la invitación constante al consumo, el uso de los locales de comida rápida como lugar de reunión de adolescentes, las dietas que se ponen de moda y la información alimentaria confusa combinada con etiquetas nutricionales difíciles de leer hasta con anteojos de aumento conspiran con la adquisición de mejores hábitos.
«Detectamos, por ejemplo, que el 66,5% de los adultos no puede ver el rotulado de los alimentos», indicó Baranchuck. «Tampoco existe la costumbre de hacerlo y nadie educa a los pacientes en cómo leer una etiqueta. Sería bueno que los médicos nos tomemos ese tiempo para explicarlo cuando atendemos. Sobre todo si se trata de pacientes con enfermedades de riesgo», dijo.
Defecto de origen
Para Guzmán, la formación de los consumidores llega con un defecto de fábrica. Con la frase «ya puede comer de todo», que se escucha en el consultorio cuando el niño cumple un año, se prendería una luz verde imaginaria que habilita a poner en el plato del más chico de la casa lo que come la familia. «En realidad, lo que el pediatra quiso decir es que un chico puede empezar a comer todos los grupos de alimentos, es decir, cereales, hortalizas, frutas, carnes, lácteos…», aclaró.
Baranchuck llamó la atención sobre la aparición de casos cada vez más jóvenes de hígado graso no alcohólico, que atribuyó al exceso de grasas e hidratos de carbono. Ayer, la Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado presentó, justamente, un informe que alerta sobre esta complicación en los más chicos (ver aparte).
La médica también se refirió al jarabe de fructosa en postres infantiles, barritas de cereal y mermeladas de bajas calorías. «Es más barato que el azúcar y le da más estabilidad al producto, pero genera adicción y es uno de los responsables de la epidemia de obesidad en los Estados Unidos», concluyó.
Pantallas y comida chatarra
Uno de cada 10 chicos argentinos tiene hígado graso no alcohólico, una enfermedad metabólica que aparece por la acumulación de grasa en las células del tejido hepático. La Asociación Argentina para el Estudio de las Enfermedades del Hígado (Aaeeh) presentó ayer un informe en el que advierte sobre el crecimiento de esta afección en esta década debido a los «hábitos de vida poco saludables», que combinan el sedentarismo durante horas por el uso excesivo de las pantallas y el consumo de comida «chatarra».
«Es el principal motivo de consulta en hepatología. Es entre tres y diez veces más frecuente que las hepatitis virales. Y esto aumenta entre un 70 y 90% en los chicos con obesidad y diabetes», dijo Gabriela Ruffillo durante las jornadas multidisciplinarias de la Aaeeh.
«Para prevenir la enfermedad son claves la educación alimentaria y la adopción de hábitos saludables, con una reducción de las horas frente al televisor o la computadora», explicó Javier Benavides, de la asociación.