Ideología de género, Feminismo y Pedofilia

noviembre 12, 2018

Feminismo, ideología de género y reivindicación de la pedofilia

El preocupante vínculo entre una ideología anticientífica y una perversión inmoral.

El marxismo cultural opera a gran escala. Su ingeniería social logra imprimir en la conciencia colectiva una serie de premisas intrínsecas que bloquean gran parte del análisis serio que puede hacerse desde una mirada crítica. Como ya analizamos en un artículo previo, un factor fundamental de esta manipulación consiste en adjudicarles a los movimientos funcionales a él una supremacía moral desde la cual erigir legitimidad en la censura, lo cual les permite neutralizar coercitivamente toda voz disidente en calidad de inmorales (de acuerdo a epítetos utilizados específicamente para tal fin; en nuestro contexto podemos mencionar homofóbicomachistamisóginofachonazi, y un amplio etcétera). No es de extrañar, pues, que a simple vista una afirmación como la sugerida por el título de este artículo rompa muchos de los esquemas con los que miramos al feminismo y la ideología de género. ¿Cómo podría una feminista estar a favor de la pedofilia?

ideología de generoPero lo cierto es que ese no es el meollo de la cuestión. Sin el más mínimo lugar a dudas, la gran mayoría de las personas que integran el movimiento feminista están, con completa seguridad, absolutamente en contra de estas perversiones. No pondremos en duda tamaña verdad. Sin embargo, como ya se comentaba en el artículo previamente referido, este movimiento está subyacido por una praxis política con base en la ignorancia; la ignorancia del sujeto movilizado el cual es satisfecho con slogans panfletarios y discursos ideológicos políticamente correctos, generando en él un complejo de superioridad moral que le legitima la arrogancia de señalar qué se puede y no se puede decir, pensar, leer. Lo vemos permanentemente gracias al incesante régimen de censura, injustificadamente defendido en base a la paradoja de la tolerancia, argumento que en el referido artículo ya hemos refutado. De esta forma, el sector con el poder de movilizar estas masas logra imponer sus autoritarias políticas sustentado por el apoyo de un gran conjunto de personas (fuertemente apoyadas por los medios) que desconoce lo que realmente se está haciendo, y colocan su bondad y buena fe al servicio de una causa perversa.

Con lo cual, volveremos a insistir: no son las personas integrantes del movimiento feminista quienes reivindican la pedofilia. Sino más bien que esa gente está siendo movilizada por un sector poderoso perfectamente informado de lo que está expuesto en el material teórico de la ideología de género (libros que se utilizan inclusive en los mismos estudios de género universitarios como lectura obligatoria) donde, entre muchas otras cosas, la pedofilia forma una parte importante del discurso. El objetivo del presente artículo consiste en poner de manifiesto cómo la ideología de género y la pedofilia han estrechado vínculos cada vez más fuertes; y se sorprenderá de que los principales referentes intelectuales de esta corriente (Wilhelm Reich, Michel Foucault, Harry Hay, Simone de Beauvoir, Shulamith Firestone, Kate Millett) hayan incorporado a su discurso la búsqueda de un libertinaje anti tabúes en materia de revolución sexual que permitiría las relaciones sexuales pedófilas.

Antes de comenzar, comencemos con un breve comentario que concierne a la semántica: existe una notable diferencia entre la pedofilia y la pederastia. Lo que reivindica la ideología de género, al menos en los términos en que prefiere ponerlo, es pedofilia (y su ejercicio), pero no pederastia. La primera consiste en la atracción sexual que un adulto siente hacia un niño (o más generalmente, hacia una persona con sexualidad no desarrollada), con lo cual una relación sexual pedófila es una relación sexual entre un adulto y un menor de edad motivada en la atracción sexual, sin consideraciones en cuanto al consentimiento y/o madurez del niño. En cambio, la pederastia consiste en un delito específico de abuso sexual hacia un menor contra su voluntad. Desde este punto de vista, una relación sexual pederasta es pedófila si la violación es ejercida por el agresor motivado en una perversión hacia el niño, pero (según la ideología de género) no toda relación sexual pedófila es pederasta, dado que un menor podría brindar su consentimiento para una relación sexual, con lo cual (insisto: de acuerdo a la ideología de género) esto no constituiría un abuso sexual y, por ende, no sería pederasta. Por supuesto, aquí disentiremos diametralmente de esta concepción, dado que no consideramos que pueda existir una relación sexual entre adultos y niños que no se circunscriba dentro de la esfera de un abuso sexual, por más de que el niño consienta la relación. Desde aquí declaramos firmemente: A UN NIÑO NO SE LO TOCA NI CON UN PUNTERO LÁSER. Cualquier relación sexual con un niño es abusiva, y no existe tal cosa como una relación sexual pedófila no pederasta. Existe, por supuesto, la persona pedófila que no es pederasta. Pero esa persona se convierte en pederasta ni bien satisface sexualmente sus necesidades sexuales con un niño, independientemente de lo que ese niño piense de la relación.

Concretamente: ¿qué reivindica la ideología de género? La principal tesis de este artículo consiste en exponer cómo los principales referentes intelectuales del feminismo, el homosexualismo y la ideología queer han articulado sus discursos con la reivindicación del presunto derecho de los niños a consentir una relación sexual con un adulto, lo cual convendremos en llamar reivindicación de la pedofilia, nomenclatura que, en rigor de verdad, no es del todo acertada: no solamente se reivindica la pedofilia sino también el ejercicio de la misma bajo una esfera de mutuo consentimiento. Esto diferencia claramente a pensadores que analizaremos (como Simone de Beauvoir, Shulamith Firestone, Katherine Murray Millett, Michel Foucault) de otras figuras como la feminista española Lola Pérez, quien, a diferencia de las figuras intelectuales anteriormente mencionadas, no reivindica el ejercicio de la pedofilia pero sí se encarga de estudiar e investigar al pedófilo para, fruto de su investigación, buscar la forma de coadyuvar con el cese de los abusos a menores de edad.

Además de esto, indagaremos en el impacto social que han tenido estas ideas y veremos cómo las mismas, lejos de haberse quedado en los libros en que fueron escritas, atravesaron las fronteras de sus páginas y trascendieron en la sociedad materializados en petitorios legales y agrupaciones pedófilas; sustentadas en el marco teórico de la ideología de género y avalados por sus principales intelectuales, tal cual veremos.

Se suele señalar a la iglesia católica como el principal artífice de los abusos pederastas. Por supuesto, no pondremos en duda que se han dado a conocer numerosos casos de sacerdotes pederastas. Más aún, está lejos de mi interés hacer una defensa de la iglesia católica. Aunque sí señalaré que aquellos sacerdotes pederastas no tienen el aval de ninguna comunidad ni agrupación, además de ser repudiados por la misma comunidad religiosa a la que pertenecen, y los mismos buscan ejercer su pedofilia en secreto porque conocen la inmoralidad de sus actos y la condena que les espera si son descubiertos. En lo que concierne a la ideología de género, veremos que aquí sí existe un marco teórico que pretende justificar moralmente el acto de relacionarse sexualmente con un niño bajo una esfera de mutuo consentimiento, y que dicho ejercicio es reivindicado a través de movimientos sociales que desde la década del 70 se conocen como el Frente de liberación pedófilo, nacido en Francia. Es decir, en tanto el sacerdote pedófilo es repudiado y rechazado por la gente que respalda las ideas que representa siendo que sus actos van en contraposición a las virtudes morales defendidas por la religión católica, el pedófilo que aquí analizaremos tiene el aval teórico y práctico de una ideología de género en la cual inscribe su reclamo social. Sin dejar de mencionar que ambas situaciones son extremadamente inmorales, esta segunda realidad es extremadamente más repudiable. Estos grupos creen que actúan en virtud de una moral progresista y madura, alejada de los tabús y la represión sexual infantil a la que tanto denuncian en su cruzada contra el mítico e inexistente patriarcado.

En este artículo comenzaremos buscando los orígenes de la reivindicación de la pedofilia en la ideología de género, buscando comprender y establecer una teoría en torno a la génesis de esta reivindicación en términos teóricos, y mostraremos cómo este proceso se ha ido arraigando hasta nuestros días. Por supuesto, lo que más interesa es saber cómo se vinculan actualmente el feminismo y la pedofilia, pero debemos comenzar desde mucho antes para entender cómo ha sido la dinámica de estas reivindicaciones y comprender mejor en qué está sustentada la misma. Y el origen, sorprendentemente, no lo encontraremos precisamente en la ideología de género, sino más bien en un contenido teórico precursor de la misma que se retrotrae hasta la segunda ola del feminismo: el pensamiento de Alexandra Kollontai, a quien ya hemos analizado.

SONDEANDO UN POSIBLE ORIGEN: La revolución sexual de Alexandra Kollontai

Comencemos aclarando que Kollontai jamás reivindicó las relaciones pedófilas y no existe nada que podamos decir de esta mujer en torno a esta inmoral perversión de forma directa. Al menos en este aspecto Kollontai jamás emitió ninguna opinión en absoluto. Lo que sí es cierto, según analizamos en el vinculado artículo cuando leímos su obra ¡Abran paso al Eros alado!, Kollontai visualiza una revolución sexual que subvierte los prejuicios burgueses en torno a los tabús del sexo y la infidelidad. Nos pone como ejemplo a un hombre (o una mujer) que siente atracción espiritual hacia alguien del sexo contrario porque sus deseos y aspiraciones armonizan con los suyos, pero que se siente físicamente atraído hacia otra persona del sexo contrario. Nos explica que, en una sociedad burguesa, con sus prejuicios sobre el amor, una persona que siente atracción espiritual hacia alguien del sexo contrario, pero que está físicamente atraído hacia otra persona (también del sexo contrario) se encuentra en un grave dilema. Sin embargo, “Desde el punto de vista de la ideología proletaria es mucho más importante y deseable que las sensaciones de los hombres se enriquezcan cada vez con mayor contenido y sean más diversas. La multiplicidad del alma constituye un hecho precisamente que facilita la educación y el desarrollo de los lazos del espíritu y del corazón, mediante los cuales se consolidará la colectividad trabajadora. Cuanto más numerosos son los hilos tendidos entre las almas, entre las inteligencias y los corazones, más solidez adquiere el espíritu de solidaridad y con más facilidad puede realizarse el ideal de la clase obrera: camaradería y unión”[1]. Observamos, pues, que en la sociedad ideal planteada por Kollontai, muchos de los límites morales que rigen sobre el amor y la sexualidad (fundamentalmente el de la fidelidad) serían subvertidos y reemplazados por un paraíso sexual socializado donde se carece de muchísimos de los límites moralesburgueses que Kollontai concibe como parte de la opresión a la clase obrera.

Está más que claro que a Kollontai le faltaba todavía demasiado libertinaje para llegar a reivindicar algo como la pedofilia, dado que no llegaba ni siquiera a reivindicar la homosexualidad (en todo el Eros alado no encontraremos una sola mención de la misma; en toda la obra Kollontai da por sentado que las relaciones de amor se dan entre un hombre y una mujer). Pero es precisamente este punto el verdadero meollo de la cuestión: una vez comenzado un proceso de legitimación para la eliminación de los límites que rigen sobre la sexualidad, se da inicio a una dinámica revolucionaria que busca generar la proliferación de una mayor diversidad en las actividades sexuales y, por consiguiente, sexualizar a la población y eliminar tabús sexuales. Muchas de estas cosas serían posteriormente reivindicadas en el famoso Eros y civilización de Herbert Marcuse.

Pero lo cierto es que esta idea, que hoy endilgaríamos a corrientes queer y pornoterroristas, ya se empezaba a notar en la segunda ola del feminismo de forma muy leve con Kollontai. Aun así, no fue el feminismo sino el homosexualismo quien daría su primer paso en desarrollar estas teorías y adaptarlas a los ideales de la tercera ola del feminismo. El nombre más importante de todo este proceso, uno de los más firmes entusiastas de la cuestión y que introduciría de forma tajante la inmersión de los niños en la revolución sexual (aunque no hablaría directamente de pedofilia) en el conjunto de reivindicaciones de la ideología de género, consolidando así un vínculo que se arraigará hasta nuestros días, es el psicoanalista homosexualista judío Wilhelm Reich.

WILHELM REICH: La búsqueda de una sexualización de la infancia

Wilhelm Reich es una de las figuras intelectuales más respetadas de la ideología de género en su cara homosexualista. Fue un psicoanalista nacido el 24 de marzo de 1897 en Austria-Hungría (actual Ucrania). Desde muy joven se interesó en la sexualidad y siempre le fascinaron las perversiones parafílicas. En 1934, viviendo y trabajando en Noruega, sus ideas políticas y sexuales lo llevaron a ser expulsado de la International Psychoanalytic Association y cinco años después fue expulsado del país acusado de charlatanería pseudocientífica. Su principal teoría consistía en lo que el postulaba bajo el nombre de orgón, una presunta fuerza universal simultáneamente cósmica y orgásmica. Sin ánimos de entrar en detalles en dicha teoría (correctamente catalogada como charlatanería), tras ser expulsado de Noruega, Reich viajó a Estados Unidos y pretendió utilizar estas ideas para el tratamiento de pacientes, lo cual le valió una serie de denuncias por estafa y la pérdida de su licencia; pérdida que no respetó y, como consecuencia de su reincidencia, al poco tiempo fue enviado a la cárcel por delito y estafa; cárcel donde encontró su muerte a causa de un paro cardíaco.

Pero Wilhelm Reich era mucho más que un simple psicoanalista pseudocientífico (valga la redundancia) con ideas extravagantes no avaladas por el más mínimo análisis empírico. Reich tuvo una infancia difícil y muy sufrida. Su padre era extremadamente rígido y autoritario, además de ser una persona muy celosa y violenta con su esposa, la madre de Wilhelm Reich[2]. Su padre también sería violento con él, además de tenerlo obsesivamente limitado[3]. Sin embargo, curiosamente, en el ámbito sexual ese tipo de límites no existía. Wilhelm Reich comenzó desde muy pequeño a experimentar la sexualidad con los empleados domésticos del hogar[4], quienes accedieron a convalidar sus avances sexuales.

Un día, durante esas complicadas etapas de su infancia, Reich descubrió a su madre con un amante extramatrimonial. Sus tempranas perversiones sexuales lo llevaron a querer espiar las actividades que su madre llevaba con su amante[5] (aunque tardaría un tiempo en darse cuenta de que su madre mantenía relaciones sexuales explícitas con dicho hombre). Reich notificó a su padre de esta infidelidad, y su madre como reacción procedió a suicidarse por medio del envenenamiento[6]. Esta experiencia traumática no lo abandonaría nunca, dado que pasaría una vida teniendo pesadillas y despertándose durante la noche, sintiéndose muy culpable y afirmando haber asesinado a su madre[7]. Tras trabajar duramente con su padre en la granja que tenían, ambos duramente afectados por la muerte de la madre de Reich, el padre cae enfermo y muere en 1914, dejando solo a un Wilhelm Reich de 17 años. Esta ensalada de experiencias traumáticas que coexistirían con (y retroalimentarían sus) tempranas perversiones sexuales moldearían las delirantes tesis pseudocientíficas que llevaría a cabo durante su vida, que, según vimos, solamente lo llevaron a fracasos y deslegitimaciones de la comunidad científica; por más de que hoy sea firmemente adulado por la ideología de género.

Lo que nos importa para los objetivos de este artículo es el contenido que Wilhelm Reich vierte sobre una de las obras más importantes, denominada La función del orgasmo. En este libro ya se comienza a erigir un ataque a la estructura familiar concebida como la fuente de represión sexual que afecta principalmente a los niños, dominada por la estructura presuntamente machista y patriarcal de la sociedad. En efecto, para Reich, “La formación del carácter en la pauta autoritaria tiene como punto central no el amor parenteral sino la familia autoritaria. Su instrumento principal es la supresión de la sexualidad en el infante y en el adolescente”[8]. ¿A qué se refiere Reich con la supresión de la sexualidad en el infante? Simple y llanamente a nuestra visión en virtud de la cual el niño no debe tener relaciones sexuales a una edad temprana. Incluso tiene el descaro de referirse a parte de quienes se oponen a estas ideas como personas que “ven en la elucidación y realización práctica de la vida sexual infantil y adolescente, un peligro para la existencia de la Iglesia y por lo tanto se sienten impulsados a adoptar medidas preventivas”[9]. De acuerdo a Reich, “Es más fácil exigir disciplina y reforzarla con la autoridad, que educar a los niños mediante una iniciación gozosa en el trabajo y la conducta sexual natural”[10].

Reich nos asegura en este libro que la humanidad padece una enfermedad prácticamente global de epidemia neurótica, causada, en parte, por “la supresión sexual en la educación familiar autoritaria, con el inevitable conflicto sexual niño-padres y su angustia sexual”[11], lo cual permitiría visualizar el problema de “la relación entre la vinculación sexual niño-padres y la supresión social generalizada de la sexualidad”[12]. Denuncia, pues, el hecho de que los padres “reprimen la sexualidad infantil y adolescente”[13]. Con la nula rigurosidad característica del psicoanálisis que reivindica, afirma que “La inhibición de la sexualidad infantil es la base de la fijación al hogar paterno y su atmósfera, la ‘familia’. Es el origen de la típica falta de independencia en el pensamiento y la acción”[14].

Entendiendo al matrimonio en los términos de opresión y posesión tan característicos del feminismo y el homosexualismo, asegura que “cuanto más temprano inicie un adolescente relaciones sexuales satisfactorias, tanto menos capaz será de conformarse a la estricta exigencia de ‘sólo una pareja y para toda la vida’. Sea cual fuere la actitud que se adopte frente a ese descubrimiento, el hecho subsiste y no cabe negarlo. Significa: la finalidad de la exigencia de abstinencia sexual es hacer a los adolescentes sumisos y capaces de contraer matrimonio[15]. De esta forma, “Todo el proceso de la educación sufre a causa del hecho de que la adaptación social exige la represión de la sexualidad natural, y es esta represión la que torna a los individuos antisociales y enfermos”[16]. Reich se preguntará: “¿No será nunca posible vencer la hipocresía moralizadora que convierte en lisiados a los niños y los adolescentes?”[17].

Pero Reich irá un paso más allá y buscará encontrar más motivos de la familia patriarcal para esta presunta represión de la sexualidad infantil: afirmará que “la función de la supresión de la sexualidad infantil y adolescente es facilitar a los padres la sumisión de los niños a su autoridad. […] La represión sexual sirve a la función de mantener más fácilmente a los seres humanos en un estado de sometimiento, al igual que la castración de potros y toros sirve para asegurarse bestias de carga”[18].

Hasta aquí no encontramos nada explícitamente pedófilo, aunque puede leerse entre líneas. Reich busca la eliminación de esta concepción del niño como un lisiado incapaz de consentir una relación sexual. No dice nada de que dicha relación sexual deba ser con un adulto, pero tampoco lo niega. No queda claro, hasta estas páginas del libro, bajo qué estándares debería moverse la sexualidad infantil en su sociedad ideal. ¿Sería factible que un niño se desarrollara sexualmente con un adulto?

Reich responderá indirectamente esta pregunta al exponer una sociedad que él considera ideal: “Los niños de las Trobriands no conocen represión sexual alguna y no existen para ellos secretos sexuales. Su vida sexual se desarrolla naturalmente, libremente y sin obstáculos a través de cada etapa de su vida, con plena satisfacción. Los niños realizan con libertad las actividades sexuales correspondientes a sus edades”[19]. ¿Qué tipo de cosas implican para Reich libremente y sin obstáculos?

Continúa afirmando que “La supresión sexual es un instrumento esencial en la producción de la esclavitud económica. Por lo tanto, la supresión sexual en el infante y el adolescente no es […] el prerrequisito del desarrollo cultural, la socialidad, la diligencia y la limpieza”[20] (un razonamiento transparentemente circular). Más aún, “La represión sexual es de origen socioeconómico y no biológico. Su función es sentar las bases de la cultura autoritaria patriarcal y la esclavitud económica”[21].

Para alguien interesado en eliminar esta situación generatriz de la presunta plaga neurótica, nos llama a observar “la pérdida de la espontaneidad en los niños, que constituye el primer indicio, y el más importante, de la supresión sexual final, a la edad de cuatro o cinco años. Esa pérdida de la espontaneidad siempre se experimenta primeramente como una ‘insensibilidad’, un ‘estar encerrado entre muros’ o ‘ser puesto dentro de una armadura’. Más adelante tal sensación de ‘insensibilidad’ podrá ser encubierta por una conducta psíquica compensatoria, como ser la hilaridad superficial o una sociabilidad carente de contacto afectivo”[22].

Como podemos observar, Wilhelm Reich nos llama a reflexionar sobre nuestras arbitrarias imposiciones patriarcales en lo que respecta a la sexualidad infantil, sin escatimar en ningún momento en el grave peligro que corren los niños al introducirse en ese universo a una edad tan inmadura, lo cual está avalado por la psicología infantil. Si usted recuerda a Kollontai, logrará notar que la línea de argumentación comienza a perfilarse bajo una dinámica reivindicativa del libertinaje que busca articularse con las ideas posmodernistas que relativizan y subjetivan la realidad objetiva. Como perfectamente sabemos, para estas corrientes todas nuestras costumbres y formas de comportamiento son construcciones exclusivamente sociales; construcciones además erigidas desde el machismo y bajo la búsqueda de la opresión de minorías sexuales y mujeres. Esta es la base del existencialismo ateo que tanto defenderían Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre.

Bajo este punto de vista, inclusive la edad y nuestra visión sobre la niñez podría ser una construcción social. Es por eso que hoy en día conocemos casos como el de los llamados trans-edad; personas que se autoperciben como niños. El caso emblemático es el de Stefonknee Wolscht, un hombre que a sus 52 años se siente como una niña de 6 años y le ha reclamado al Estado el derecho a ser adoptado por una familia[23]. El Estado le otorgó el derecho, este hombre fue adoptado y hoy vive como una niña de 6 años con su familia adoptiva, usando babero y jugando con muñecas. Bajo esta perspectiva sociocultural, ¿qué nos impediría tener una relación sexual con un niño, habida cuenta de que el rechazo a las relaciones sexuales entre adultos y niños es una mera construcción cultural, como así también el género y los estereotipos sexuales? A fin de cuentas, en virtud del relativismo moral y cultural sostenido por estas posturas posmodernistas, nuestro desprecio hacia las relaciones sexuales pedófilas sería, como todas las leyes morales, una construcción social. Este razonamiento sería introducido a la teoría feminista por la canadiense y emblemática Shulamith Firestone, a quien procederemos a analizar.

LA INTRODUCCIÓN DEL RECLAMO PEDÓFILO A TRAVÉS DEL FEMINISMO: Shulamith Firestone y la destrucción de la niñez

Shulamith Firestone, canadiense judía fundadora del feminismo radical junto a Katherine Murray Millett, escribió el libro que pasaría a la historia como la articulación más metódica entre el psicoanálisis, la teoría marxista y el reclamo feminista. En una entrada anterior hemos analizado en completa profundidad este libro, La Dialéctica del Sexo, y hemos desenmascarado y exhibido las inconsistencias y problemáticas empíricas de la teoría allí vertida. Aquí retomaremos únicamente aquello que concierne a las relaciones más directas con el reclamo pedófilo, el cual Firestone introduce explícita y tajantemente como requisito mínimo de una revolución sexual feminista. Cabe aclarar que este libro no solamente es bibliografía obligatoria en cuanto estudio feminista y/o de género exista, sino que, junto con Política Sexual de Kate Millett, sienta y consolida las bases teóricas de todo el feminismo radical.

La obra de Firestone es una invitación a la reflexión sobre el papel de la naturaleza en la opresión que el hombre ha ejercido sobre la mujer para consolidarla como una clase sexual (terminología conveniente para su análisis marxista) y se explayará, a lo largo de todas las páginas que componen el libro, sobre los artificios patriarcales que el hombre ha generado sobre la mujer y, fundamentalmente, sobre la mítica niñez, con el objetivo de perpetuar el sistema clasista sexual a lo largo de las generaciones. Firestone entiende que habiendo la naturaleza subordinado a la mujer ante la tiranía de la función reproductiva, el hombre ha llevado adelante ciertos mecanismos culturales (entre los cuales se encontrará la institución familiar y la represión sexual de los niños) para favorecer y consolidar el papel de la mujer como clase sexual destinada a la producción de niños, al tiempo en que utiliza estos mecanismos para colocarse en una situación de poder y superioridad[24].

Estas relaciones de poder que colocan a la mujer en una marcada inferioridad estarían arraigadas bajo la misma estructura de lo que Firestone denomina la familia nuclear patriarcal, estructurada en torno al tabú del incesto como una de las prohibiciones necesarias para su funcionamiento. “Así pues, para eliminar el tabú del incesto deberíamos eliminar en primer lugar la familia y la sexualidad tal como están estructuradas”[25]. Y continuará esta idea afirmando que “No es una idea tan mala, después de todo, ya que esta prohibición tradicional —y en la actualidad casi universal— del incesto, nos ha obligado a aceptar como «normal» una sexualidad que deja insatisfecho el potencial del individuo”[26]. Esta es quizá una de las frases más significativas en lo que respectará a las reivindicaciones de la pedofilia en el seno del pensamiento feminista y la ideología de género. El concepto de potencialidad del individuo sería posteriormente explotado por las corrientes posfeministas y logrará, entre todo el movimiento contrasexual iniciado por Beatriz Preciado y hoy bajo el paradigmapornoterrorista, incluir entre la liberación de las potencialidades sexuales a la represión que le impide a un niño tener sexo con adultos. Esto se ve particularmente acentuado y visible en Foucault para encapuchadas, libro que ya hemos analizado y que retomaremos en este artículo.

Demoniza al hombre y banaliza al niño cuando afirma que “el niño es tan sólo el sustituto afectivo de un padre indiferente y a menudo mujeriego”[27]; como es recurrente en el libro, sin dar argumentos sólidos que respalden su aserción. Sin embargo, es necesario para su teoría el estudio del niño y el ya mencionado tabú del incesto en los términos en que fueron anteriormente explicitados. Este tabú formaría parte de una represión sexual que se ejerce sobre el niño a fin de mantener en funcionamiento el sistema patriarcal de la familia nuclear. Y procede, sentando bases que serían posteriormente utilizadas en la praxis pornoterrorista: “Si la represión sexual precoz es el mecanismo básico en la producción de las estructuras caracterológicas que sostienen la servidumbre política, ideológica y económica, el fin del tabú del incesto —mediante la abolición de la familia— tendría efectos profundos; la sexualidad se vería liberada de su encorsetamiento, erotizando toda nuestra cultura y cambiando su misma definición”[28]. Esto, nuevamente, nos lleva de vuelta a reflexionar sobre el impacto de la revolución sexual de Alexandra Kollontai.

Existe todo un desarrollo de una teoría sobre el mito de la niñez que omitiremos y que, en caso de estar el lector interesado, puede acceder a la vinculada entrada del blog donde respondemos íntegramente a los argumentos de Firestone. Aquí nos limitaremos a mencionar que, para Firestone, los niños padecen una opresión como estamento, análogo al que sufren las mujeres, y teorizará que el concepto de niñez es una mera construcción social arbitraria, no habiendo en su visión lugar alguno para la distinción cultural entre adultos y niños. Pero entonces, se preguntará Firestone, “¿Cuáles son los elementos constitutivos de dicha represión en el siglo XX?”[29]. Uno de los elementos constitutivos, que oxigenaría las posteriores reivindicaciones de la pedofilia tanto en esta obra como en posteriores manifestaciones de la ideología de género, vendría a ser La represión sexual[30]. En efecto, Firestone considera que la sexualidad del niño es reprimida por la sociedad como parte fundamental del mantenimiento de sus relaciones de poder a través de la célula familiar. Así, “hasta la pubertad el niño debe llevar una vida asexual —o, por lo menos, encubierta—, sin admitir siquiera la existencia de sus necesidades de esta índole”[31], lo cual sería, en su visión, una “asexualidad impuesta desde fuera”[32]. Es importante resaltar aquí que Firestone busca una supresión de la niñez como estamento y que el niño deje de ser considerado como tal y sea incorporado directamente al mundo de los adultos. La eliminación de esta represión sexual, junto con la supresión de la niñez y la integración del niño al mundo adulto como un igual, ¿a qué cree usted que llega indefectiblemente? Sin lugar a dudas, a la reivindicación de las relaciones pedófilas. Si el niño no debe ser sexualmente reprimido ni tampoco ser considerado como tal sino como parte del mundo adulto, no existe nada en este paradigma que impida las relaciones sexuales entre niños y adultos. Esto, que por el momento es una mera persecución de consecuencias lógicas de los argumentos de Firestone, será explicitado y reivindicado por la autora en páginas posteriores.

Según Firestone, “El erotismo es excitante. Nadie quiere librarse de él. La vida sería una lata o una rutina si careciéramos hasta de esta pequeña chispa estimulante. Ahí está el punto crucial. ¿Por qué toda la alegría y excitación ha sido concentrada y unificada en una parcela estrecha y difícil de alcanzar de la experiencia humana, dejando baldío todo lo demás? Cuando exigimos la eliminación del erotismo, no nos referimos a la eliminación del goce y excitación sexuales, sino a su redifusión sobre toda la trama de nuestras vidas —no implicaría una disminución, puesto que se desarrolla con el uso”[33]. Como puede verse, este es un sólido antecedente de la praxis contrasexual pornoterrorista, que busca eliminar los tabúes y atacar elmonopolio heteropatriarcal del pene y la vagina. Aquí vemos a Firestone buscando la proliferación de las actividades sexuales fuera de la pareja establecida (como si esa decisión no debiera estar subyacida únicamente en cada pareja individual de acuerdo a sus propios pactos), tal y como ya había teorizado Alexandra Kollontai, con el objetivo de subvertir este presuntoorden sexual. Y, al igual que los mayores abusos de la teoría queer, incluirá las relaciones pedófilas en esta subversión, como veremos más adelante.

Tras concluir con todo el desarrollo teórico en su libro, que aquí hemos omitido en gran parte, Firestone procederá a establecer un conjunto de requisitos mínimos para toda revolución sexual feminista. Dichos requisitos serán cuatro, pero nosotros nos enfocaremos en dos de ellos. Uno de ellos consiste en “La integración total de las mujeres y los niños en todos los aspectos de la sociedad global. Todas aquellas instituciones que segregan a los sexos o separan a los niños de la sociedad adulta, vgr. la escuela elemental, deben ser destruidas. ¡Abajo la escuela![34]. Con este y el anterior punto Firestone deja implícito aquello que ya hecho explícito en páginas anteriores: la búsqueda de eliminar las diferencias culturales entre adultos y niños. Esto es solamente otra muestra de los embates del marxismo cultural. Pero existe un segundo problema extremadamente grave con respecto a esta cuestión: si eliminásemos las diferencias culturales entre adultos y niños, ¿qué nos impide, entonces, tener relaciones sexuales con niños? Si, como Firestone busca en el cuarto capítulo de su obra, suprimimos la niñez, si los niños gozan de la autodeterminación y la madurez para involucrarse en el mundo de los adultos, ¿por qué razón deberíamos prohibir las prácticas sexuales pedófilas? Se nos acusará de ser extremistas y conspiranoicos, haciendo saltos lógicos sin ningún fundamento y malinterpretando malintencionadamente a Firestone. Sin embargo, Firestone es muy clara al respecto: “si las distinciones culturales varón/hembra y adulto/niño son destruidas, no necesitaremos ya la represión sexual que mantiene esta desigualdad de clases, permitiendo por vez primera una libertad sexual «natural»”[35].

Y es precisamente esto lo que nos conduce al último punto que Firestone concibe como exigencia mínima de una revolución feminista: “La libertad de todas las mujeres y niños para hacer cuanto deseen sexualmente[36]. Para fundamentar esta visión, Firestone nos recordará el origen de las represiones sexuales: “La libertad sexual de las mujeres habría puesto en entredicho la paternidad del niño, amenazando así al patrimonio. La sexualidad infantil debía ser reprimida por cuanto constituía una amenaza para el precario equilibrio interior de la familia”[37].

Pero encontramos también arraigado en Firestone una idea que ya exponía Alexandra Kollontai en El comunismo y la familia(obra que ya hemos analizado), consistente en eliminar el monopolio familiar de las relaciones íntimas de amor. Firestone afirma, añadiendo el tinte de pedofilia característico de su pensamiento: “deseamos extender las emociones familiares a toda la sociedad. Por todo cuanto llevamos dicho, las instituciones infantiles y sus consecuencias se encuentran en las antípodas de las alternativas revolucionarias, por cuanto violan casi todos nuestros postulados esenciales —la integración de los niños en el conjunto de la sociedad y la concesión de libertad económica y sexual plenas”[38]. Como bien argumentamos al analizar a Kollontai en el vinculado artículo, esto es un imposible utópico.

Firestone está tan segura de esto (por más de que en el libro no encontraremos ni un ápice de evidencia empírica) que afirma sin dudar que “El fracaso de la Revolución Rusa puede atribuirse directamente al fracaso de sus intentos de eliminación de la familia y de la represión sexual[39]. Firestone bajo este paradigma entiende que la revolución rusa fracasó por no haber destruido la institución familiar ni la represión sexual, es decir, por no haber abogado, entre otras cosas, por la reivindicación de la pedofilia que surge como consecuencia de la eliminación de las diferencias culturales entre adultos y niños y la presunta represión sexual.

La propuesta más radical y en la que más énfasis realiza Firestone para llevar a cabo su revolución feminista consiste en lacohabitación: “la forma social laxa por la que dos o más miembros —de cualquier sexo— constituyen un pacto no-legal de camaradería sexual cuya duración varía en función de la dinámica interna de la relación”[40]. En este sentido, añade: “Al principio, en el período transicional, es probable que las relaciones sexuales fueran monógamas (código moral único para hombres y mujeres, y expresión de la individualidad femenina), aun en el caso de que la pareja eligiera compartir su vida con otras. Podríamos asistir incluso a la prolongación de pactos de vida en común estrictamente asexuales («compañeros de habitación»). Sin embargo, tras varias generaciones de vida no-familiar, es posible que nuestras estructuras psicosexuales sufrieran una alteración tan radical, que la pareja monógama —o la relación «a-objetal»— quedarían superadas. En cuanto a las relaciones sustitutivas sólo podemos realizar conjeturas; ¿quizás se daría paso a verdaderos «matrimonios de grupo», matrimonios colectivos transexuales en los que tuvieran cabida los niños a partir de cierta edad? No lo sabemos”[41]. Vemos aquí un sólido antecedente de la teoría queer plasmado en un discurso que busca proliferar una mayor diversidad de actividades sexuales (como si las mismas estuviesen de alguna forma prohibidas, tal y como sí ocurrió en sociedades comunistas). Sin embargo, se produce una explosión en la problemática que gira en torno a esta visión cuando Firestone incluye en este proceso nada más ni nada menos que a los niños (para ella, recordemos, presuntamente inexistentes como tales): “una exigencia fundamental de nuestro sistema alternativo es alguna forma de estrecha interacción con los niños”[42]. Se nos acusará de estar forzando una malinterpretación para dejar mal a Firestone, pero en unas pocas páginas Firestone hará esto mucho más explícito.

Lo realmente importante aquí es que Firestone busca eliminar los vínculos afectivos erigidos en razón del vínculo biológico que existe entre los padres y sus hijos. Firestone desea deconstruir esta realidad, eliminando la patria potestad de los padres sobre los hijos y brindándole a los niños plenos derechos de elegir con quién relacionarse afectivamente. Eliminada la patria potestad, “Los adultos y los niños mayores cuidarían de los pequeños durante el tiempo que fuera necesario, pero, al haber crecido número de adultos y niños mayores compartiendo esta responsabilidad —como en el caso de la familia ampliada— ninguna persona se vería involuntariamente ligada a ella”[43]. Explica además que “las relaciones niños/adultos se desenvolverían exactamente igual a como lo hacen las mejores relaciones existentes en la actualidad; algunos adultos sentirían preferencia por determinados niños y algunos niños por determinados adultos, preferencias que podrían convertirse en definitivas al decidir los interesados permanecer unidos”[44]. De esta manera, “Las relaciones permanentes entre personas de edades muy dispares se convertirían en hecho corriente”[45].

Firestone considera que el requisito mínimo establecido en virtud del cual no existirían diferencias culturales entre adultos y niños sería cumplimentado gracias a esta nueva forma de vida: “Esto se habrá realizado ya: el concepto de infancia habrá sido abolido y los niños poseerán plenos derechos legales, sexuales y económicos, siendo sus actividades educativo/laborales indistintas de las de los adultos. Hemos sustituido durante los breves años de su infancia la «paternidad» genética —psicológicamente destructiva— de uno o más adultos, por un reparto de la responsabilidad del bienestar físico sobre un número mayor de personas. El niño seguirá constituyendo relaciones amorosas íntimas, pero en vez de hacerlo con una «madre» y un «padre» prefijados, podrá ahora formar estos vínculos con respecto a personas de su propia elección, de cualquier edad o sexo. Así pues, todas las relaciones entre adultos y niños se caracterizarán por una mutua libertad de establecimiento”[46]. De esta forma, los niños “se repartirán libremente por toda la sociedad en beneficio de todos, satisfaciendo así el legítimo deseo de frecuentar el trato de los niños, que suele llamarse «instinto» reproductivo”[47].

Finalmente, el otro requisito mínimo: ¿cómo es que esta sociedad eliminaría esta presunta represión sexual? Según Firestone, “Con la plena libertad del hombre, las relaciones serán objeto de redefinición positiva. Si un niño no conoce a su propia madre o, por lo menos, no le atribuye un valor especial sobre las otras, es improbable que la escoja como su primer objeto amoroso simplemente para desarrollar inhibiciones sobre este mismo amor. Es posible que el niño establezca sus primeras relaciones físicas estrechas con gente de su propia talla por mera conveniencia física, al igual que hombres y mujeres —en igualdad de otros factores— se preferirán el uno al otro sobre los demás individuos del propio sexo por simple conveniencia física. Pero, de no ser así, si el niño escogiera la relación sexual con los adultos; aun en el caso de que escogiera a su propia madre genética, no existirían razones a priori para que ésta rechazara sus insinuaciones sexuales, puesto que el tabú del incesto habría perdido su función. La «unidad de convivencia», forma social transitoria, no se vería sometida a los peligros de un exclusivismo reproductivo”[48]. Obsérvese la completa irresponsabilidad por parte de Firestone al momento de justificar algo tan delicado como lo es una reivindicación de la pederastia (porque eso es lo que es: los niños no están en condiciones psicológicas de consentir una relación sexual, y además son vulnerables y moldeables, lo que los vuelve capaces de ser engañados para conseguir el consentimiento): Firestone utiliza mal el concepto de aún en el caso de, dado que dicha articulación se utiliza para enunciar una regla general que aplica particularmente al caso específico en el que hacemos énfasis, pero Firestone no hace eso: ella justifica únicamente el caso particular en que el niño decide relacionarse sexualmente con su madre (justificación completamente insuficiente por las razones ya expuestas) y abandona el caso general a su suerte. Una irresponsabilidad completamente inadmisible y peligrosa dada la delicadeza absoluta del tema que aquí se trata.

Pero Firestone no se detendrá en su reivindicación de la pedofilia y continuará: “De esta manera, al carecer del tabú del incesto, dentro de pocas generaciones los adultos podrían retornar a una sexualidad polimórfica más natural y la concentración en el aspecto genital del sexo y en el placer orgástico daría paso a unas relaciones físico/emocionales totales que incluirían estos aspectos. Las relaciones con los niños incluirían la cantidad de sexualidad genital de que el niño fuera capaz —probablemente bastante más de lo que creemos en la actualidad—, pero al no ser ya el aspecto genital del sexo el foco central de la relación, la falta de orgasmo no supondría un problema grave. Los tabús sexuales adulto/niño y homosexuales desaparecerían”[49]. Esto no solamente sería altamente pedófilo sino, a su vez, orgiástico: “Toda relación estrecha incluiría la relación física”[50]. Esto es una muy particular e importante observación, que cambia bastante las cosas. Quizá usted ahora quiera releer toda la propuesta de la sociedad ideal de Firestone teniendo en cuenta que cada vez que se mencionó una relación estrecha (relaciones a las que vinculó explícitamente a los niños también), la misma involucraba relaciones físicas. Esto es algo, sencillamente, inadmisible y completamente inmoral.

Para Firestone, con todo esto el patriarcado será finalmente desmontado, dado que “la base del patriarcado es la herencia de la propiedad conseguida por medio del trabajo”[51]. Entre sus tantas promesas, Firestone asegura que “Amor y sexualidad serían reintegrados y discurrirían sin impedimentos”[52], idea que puede sencillamente hacernos entrar en pánico al tener en cuenta que los niños están fuertemente involucrados allí.

KATE MILLETT: Reivindicando las ideas de su compañera Firestone

Como pudimos leer, en Firestone encontramos un fuerte componente pedófilo expresa y explícitamente reivindicado como parte de una revolución sexual feminista. Esto es un punto importante dado que, hemos de insistir, Firestone es una figura emblemática del feminismo radical y su libro es bibliografía obligatoria en todos los estudios feministas. Es, por consiguiente, natural esperar que su compañera radical, la feminista Kate Millett (quien pasaría a la historia por ser la teórica del concepto de patriarcado) acompañe dichas reivindicaciones en su discurso. Y así fue.

En la época de Kate Millett ya se comenzaba a perfilar un lenguaje políticamente correcto para referirse a las relaciones pedófilas, bajo el eufemismo de sexo intergeneracional. En una entrevista que la feminista le ofreció a Mark Blasius, esta mujer afirmó que “Parte de la estructura de la familia patriarcal comprende el control de la vida sexual de los niños, y más allá, el control total de los niños. Los niños no tienen prácticamente derechos garantizados por la ley en nuestra sociedad y, además, no tienen dinero, lo cual, en una economía de dinero, es una de las principales fuentes de su opresión. Verdaderamente, uno de los derechos esenciales de los niños es el de expresarse a sí mismos sexualmente, probablemente entre ellos en un principio, pero también con adultos. De manera que la libertad sexual de los niños es una parte importante de una revolución sexual”[53]. Esto, como podemos observar, es una idea casi calcada de los argumentos de Shulamith Firestone.

Cuando Mark Blasius le pregunta si puede existir una relación erótico-amorosa tierna entre un niño y un hombre mayor, Millett responde: “Por supuesto, o entre una niña y una mujer mayor. Los hombres y las mujeres se han amado durante milenios, como lo han hecho personas de razas diferentes”[54]. Más aún, para Kate Millett “Existe todavía, pienso yo, un reparo entre las lesbianas por convertir una relación intergeneracional platónica de mentor en una erótica debido a las enormes y potencialmente catastróficas complicaciones que conlleva el hacerlo. Catastróficas no sólo en el sentido personas sino en términos de la persecución infligida por el mundo exterior”[55]. De tal manera que para Kate Millett el problema estriba principalmente en el justo y merecido castigo que le corresponde a un pedófilo (en este caso, pedófila) por mantener relaciones sexuales con un menor de edad, y no en el inmoral y perverso acto que aquí reivindica y fomenta.

Millett fusiona la pedofilia con el incesto, argumentando que “Siempre me he preguntado por el poder del tabú del incesto porque al mismo tiempo que la sexualidad de los niños y de los adultos alcanza más y más grandes libertades, la proximidad de miembros de la familia le hace a uno experimentar y desafiar este tabú. El tabú del incesto ha sido siempre una de las piedras angulares del pensamiento patriarcal. Hemos de tener una proclamación de emancipación para los niños”[56]. Ante este argumento, Mark Blasius le pregunta: “¿Pero no puede ser uno de los derechos de los niños el elegir tener una relación erótica con una persona mayor?”[57]. Millett responderá: “Oh, por supuesto, parte de una sociedad libre es que puedas elegir a quienquiera que desees y los niños también deben poder escoger libremente. Pero es muy difícil ser libre si no tienes derechos sobre nada, si estás sujeto a una violencia interminable -ya sea física o psicológica, si no se te permite hablar, si no tienes dinero, si todavía eres gobernado por un completo sistema de estado que te hace asistir de forma forzosa a la escuela sin importar que quieras estar allí o no. Pensaría que dadas las condiciones bajo las cuales eres una persona joven en esta sociedad, muchas cosas serían al menos tan importantes como tu sexualidad”[58].

Mark Blasius procede: “Me choca la contradicción existente entre defender la liberación infantil manteniendo al mismo tiempo la paternalista edad de consentimiento y estigmatizando a los adultos que tienen relaciones eróticas con gente joven”[59]. Millett procede a señalar: “Puedo ver como los grupos de jóvenes gays estarían muy interesados en abolir la ley de edad de consentimiento porque debe ser muy opresiva para ellos. Pero me parece que ese ideal corresponde más bien a los hombres mayores que a los jóvenes gays”[60]. Es decir, parte de la injusta y heterosexista opresión hacia los homosexuales es que no se les permite tener sexo con los niños. He aquí una de las principales personalidades del feminismo moderno.

De manera que las dos principales referentes intelectuales y principales teóricas del feminismo radical, Shulamith Firestone y Kate Millett, ambas como bibliografía obligatoria en todos los estudios feministas y siendo las teóricas fundamentales del concepto de patriarcado, incluyen la reivindicación de la pedofilia como fragmento importante de la revolución feminista. ¿Se ha preguntado alguna vez si las apasionadas feministas que vemos todos los días se toman el trabajo de leer a sus principales referentes intelectuales? Esta observación quizá le ayude a comprender la negativa respuesta que le damos a esa interrogante. Todas hablan permanentemente del concepto de patriarcado, sin saber que al hacerlo se refieren al patriarcado tal cual lo conciben estas dos pensadoras, entre cuyos pilares fundamentales se encuentra la represión sexual a los niños. Por consiguiente, cada vez que usted escuche el patriarcado se va a caer o acabaremos con el patriarcado, sepa que implícitamente, y sin que estas feministas lo sepan, se está abogando por la reivindicación de la pedofilia. Esta es la lamentable situación de la gran mayoría de personas que integran el movimiento feminista: personas con muy buenas intenciones que creen estar luchando en favor de una causa noble, pero que están siendo brutalmente engañadas en favor de una causa que desconocen completamente.

SIMONE DE BEAUVOIR, MICHEL FOUCAULT, HARRY HAY, etc.: Llevando las reivindicaciones de la pedofilia a la praxis política

Detendremos momentáneamente el análisis teórico de la ideología de género y su vínculo con la pedofilia para analizar los efectos a nivel social que han tenido estas reivindicaciones en su tiempo. Las ideas hasta ahora vertidas comenzaron a tomar cada vez más fuerza conforme los años fueron pasando. Una de las primeras personas en tomar estas ideas para llevarlas hacia adelante fue la tan admirada por el feminismo Simone de Beauvoir. Esta mujer ha escrito la emblemática y fundamental obra El segundo sexo, y a ella le corresponde la famosa frase “No se nace mujer: se llega a serlo”[61].

Lo cierto es que Simone de Beauvoir, quizá a diferencia de los anteriores intelectuales, además de tener el interés por sexualizar a los niños y legitimar las relaciones pedófilas inherente a los fundamentos teóricos de la ideología de género y el feminismo radical (tal y como hemos expuesto analizando a sus principales pensadores, esos que se leen y estudian celosamente en los cursos sobre la eufemísticamente llamada perspectiva de género), tenía por otro lado un interés individual: Simone de Beauvoir no solamente apoyaba las reivindicaciones de la pedofilia, sino que también la ejercía. Es perfectamente sabido que en el año 1943 Simone de Beauvoir fue expulsada de su trabajo como docente en un liceo de París, donde enseñaba filosofía a alumnas menores de edad. ¿La razón del despido? Delito de corrupción de menores. Esto no es ningún secreto y está perfectamente establecido, a tal punto que incluso los hagiógrafos de esta pensadora feminista lo admiten en aras de la honestidad intelectual. Por ejemplo, el investigador progresista Andy Martin publica en The New York Times, medio a su vez progresista, un artículo donde dedica algunas palabras a este suceso y explicita los abusos que esta mujer (y su esposo Sartre) ejercían. Afirma que Simone de Beauvoir “fue despedida de su trabajo docente en 1943 por ‘comportamiento que condujo a la corrupción de un menor’. El menor en cuestión era una de sus alumnas en un liceo de París. Está bien establecido que ella y Jean-Paul Sartre desarrollaron un patrón, que llamaron el ‘trío’, en el cual Beauvoir seducía a sus estudiantes y luego las compartía con Sartre”[62]. Un testimonio al respecto lo ha dejado su ex alumna Bianca Lamblin en su conocido libro A Disgraceful Affair, que escribió tras la muerte de Simone de Beauvoir, donde relata el abuso al que fue sometida por parte de esta pareja de pederastas.

Por supuesto, nada de lo hasta ahora dicho sobre Simone de Beauvoir sirve para deslegitimar sus ideas, ni mucho menos para atacar el feminismo. Lo primero sería una falacia ad hominem, y lo segundo sería una falacia non-sequitur. Lo único que hemos expuesto hasta ahora son los inmorales delitos de una circunstancial pederasta ocasionalmente favorable a las ideas del feminismo. Y aun señalando que esta mujer es un emblema y el principal referente intelectual del feminismo, lo cierto es que lo que haya hecho esta mujer en su vida no constituye un buen argumento en contra de sus ideas intelectuales ni en contra del feminismo como tal.

Sin embargo, nos sirve para comprender el interés particular que tenía Simone de Beauvoir para apoyar cosas como las que analizaremos en breve. Antes, analicemos otra de sus obras, no tan conocida como el célebre El Segundo Sexo. En su obraBrigitte Bardot and the Lolita Syndrome Simone de Beauvoir salta en defensa de una actriz de nombre Brigitte Bardot, quien había generado polémicas por su aspecto infantil. Se trataba de una mujer mayor de edad con apariencia de niña cuya belleza era erotizada y aprovechada como estrategia de marketing cinematográfico, situación que generaba incomodidad en las personas preocupadas por el potencial efecto de dichas erotizaciones hacia una figura aparentemente infantil. Simone de Beauvoir en esta obra critica duramente los prejuicios sociales en torno a esta cuestión, lo cual podría en un principio no ser precisamente repudiable, si no fuera porque deja algunos pasajes que llaman particularmente la atención. En efecto, afirma (en lo que podría interpretarse como una suavización de las afirmaciones de Wilhelm Reich) que la diferencia de edades entre adultos y niños genera una injusticia para con estos últimos dado que les impide acceder al universo de los adultos, al cual no tienen permitido entrar[63]. En este orden de cosas denuncia la proliferación de aquello que concibe como “La perfecta inocencia que se le atribuye a una mítica niñez”[64]. Aquí vemos un sólido antecedente de lo que Shulamith Firestone desarrollaría como el mito de la niñez, tal y como hemos visto. Es así que concluirá De Beauvoir que “Los niños se preguntan por qué, por qué no, y se los obliga a callar”[65]. Cabe señalar que durante toda la obra Simone de Beauvoir despliega una apasionada fascinación por el aspecto estético de esta mujer que, recordemos, parecía una niña, lo cual es perfectamente consistente con los delitos pederastas que llevaba a cabo durante su labor como docente.

Pero Simone de Beauvoir se lanzaría de forma directa y explícita al apoyo de las reivindicaciones pedófilas cuando, el 26 de enero de 1977, el diario francés Le Monde publica una solicitada en favor de la despenalización de las relaciones sexuales consentidas entre adultos y niños y la liberación de tres pedófilos que habían mantenido relaciones sexuales con menores de edad, bajo el argumento de que las mismas habían sido consentidas[66]. Entre los firmantes de dicha solicitada encontramos a muchísimos intelectuales franceses que han contribuido a la ideología de género (la lista completa, así como la nota íntegra, puede leerse en la referencia citada), pero aquí destacaremos que entre dichos firmantes encontramos a Simone de Beauvoir y su esposo Jean-Paul Sartre.

Esto fue tan solo el inicio de lo que posteriormente derivaría en un peligroso movimiento en favor de la pedofilia. Unos pocos meses después, en mayo del mismo año, la apuesta fue redoblada y se confeccionó una carta abierta al Comité de Revisión del Código Penal donde se buscaba legalizar las relaciones sexuales consentidas entre adultos y niños y la derogación de la edad de consentimiento. Entre los firmantes de dicha carta, además de los ya usuales Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, encontramos nada más ni nada menos que a Michel Foucault[67]. Todas estas cosas fueron recordadas nada más ni nada menos que por el periódico francés fundado por el mismo Sartre, que es la fuente que hemos utilizado aquí para documentar estos eventos (aunque los mismos son de público conocimiento para todo aquel mínimamente instruido en el tema).

Al calor de todo este movimiento surgió un gran frente de liberación pedófila en Francia y el mismo fue extendiéndose hacia otros países del mundo (aunque desde 1950 ya habían surgido los primeros movimientos pedófilos en Holanda). El más famoso y grande de todos los organismos que reivindican la pedofilia es el conocido como North American Man/Boy Love Association (NAMBLA), fundado el 2 de diciembre de 1978. La página web de esta asociación es una de las cosas más shockeantes que usted pueda leer. No solamente por los argumentos extremadamente inmorales con los que defienden las relaciones sexuales con los niños, sino a su vez por la perfecta analogía que puede usted realizar entre los argumentos de la ideología de género y los argumentos pedófilos allí esgrimidos. Se erigen bajo el mismo sustento teórico y el mismo sistema de valores y creencias. Al fin y al cabo, no son más que el producto de las políticas de la ideología de género y los activismos feminista y homosexualista. No es de extrañar, pues, que, en su página web, al momento de escribir estas líneas (junio de 2018) leamos que NAMBLA explícitamente asegura que busca “cooperar con el feminismo, el homosexualismo y el lesbianismo, como así también otros movimientos de liberación”. Feliz y afortunadamente, los mismos suelen ser vigorosamente rechazados por el grueso de los integrantes de los movimientos feminista y LGBT; por supuesto, porque estos últimos ignoran que las reivindicaciones de la pedofilia son inherentes a la ideología que tanto defienden, y que tanto desconocen.

Quienes sí conocen bien la ideología de género conocen perfectamente estos vínculos, y por consiguiente (en aras de la coherencia) aceptan estas peticiones o bien se separan del movimiento. Ambas acciones resultan consistentes con lo que la lógica demanda, pero únicamente la segunda opción es la vía moralmente correcta. No es lo que realizó el célebre activista homosexual Harry Hay, tan famoso por ser el fundador y principal impulsor del movimiento homosexualista. El mismo era un fiel seguidor y suscriptor de las ideas de la NAMBLA, a tal punto en que en 1983 en la Universidad de Nueva York fue consultado por su apoyo a la misma y respondió que “Si los padres y amigos de homosexuales son realmente amigos de homosexuales, sabrían por sus hijos homosexuales que la relación con un hombre mayor es precisamente lo que los niños de trece, catorce y quince años necesitan más que cualquier otra cosa en el mundo”, destacando su propia relación con un hombre adulto cuando tenía 14 años[68].

Y tanta convicción tenía el fundador del movimiento homosexualista por la causa pedófila, que en la famosa Los Angeles Gay Pride Parade llevada a cabo en 1986 el activista homosexual marchó con un cartel en el que se podía leer NAMBLA WALKS WITH ME, que podemos traducir como “NAMBLA marcha conmigo”[69]. De esto ha quedado como recuerdo una fotografía que se encuentra fácilmente en internet, donde se lo ve al entusiasta señor marchando con dicho cartel, y que es la imagen que funge como encabezado en este artículo.

Otro homosexualista que destaca en el reclamo pedófilo es David Thorstad. Estamos hablando de un firme activista de la liberación gay quien llegaría incluso a ser presidente de la Gay Activists Alliance (GAA), fundada en Nueva York el 21 de diciembre de 1969. En el año 1978 fue uno de los principales fundadores de la recurrente NAMBLA, y además sería autor de un artículo denominado Man/Boy Love and the American Gay Movement, donde argumenta en favor de la pedofilia, en contra de las leyes de consentimiento sexual y en favor de la integración del movimiento pedófilo al frente de liberación gay.

Analicemos ahora el nombre más célebre de la ideología de género homosexualista: el famoso Michel Foucault, tan amado y alabado por el progresismo y el marxismo cultural. Michel Foucault, como ya vimos, estuvo entre los firmantes de la carta abierta al parlamento francés para modificar el código penal de tal forma que permita las relaciones sexuales consentidas entre niños y adultos. Sin embargo, no fue lo único que hizo Michel Foucault en favor de la causa pedófila. Existe una conspicua conversación entre Michel Foucault, Jean Danet y Guy Hocquenghem (este último un notable ensayista francés en favor de la causa LGBT, además de ser uno de los firmantes de la citada solicitada del diario Le Monde) donde, en atención al ya mencionado petitorio realizado en mayo de 1977, se habló acerca de las libertades de los niños para elegir relacionarse sexualmente con los adultos. Entre otras cosas, Foucault menciona el famoso petitorio de mayo de 1977, por si todavía las fuentes parecen insuficientes.

Quien también recuerda este petitorio es el ensayista Hocquenghem, quien afirma que “Hace ahora seis meses lanzamos una petición que exigía la revocación de algunos artículos de la legislación, en particular aquellos que castigan las relaciones sexuales entre adultos y menores por debajo de quince años, así como la incitación de menores al libertinaje, y su despenalización. Fue firmada por mucha gente, por personas pertenecientes a todo el abanico político, y que van desde el Partido Comunista hasta la señora Dolto”[70], refiriéndose a la psicoanalista Françoise Dolto. Además, afirma que “Cuando se dice que la pornografía infantil es el más horrible de los escándalos actuales, salta a la vista la desproporción que hay entre el sujeto aludido, la pornografía infantil —ni siquiera la prostitución—, y los inmensos dramas y represiones que pueden sufrir, por ejemplo, los negros de los Estados Unidos. […] Todo el contexto criminalizador solo sirve para desgranar el núcleo de la acusación: usted quiere hacer el amor con niños que consienten. Solo sirve para acentuar la prohibición tradicional, y para acentuar de otra forma, con nuevos argumentos, la prohibición tradicional de las relaciones consentidas sin violencia, sin dinero, sin ningún tipo de prostitución, que pueden darse entre adultos y menores”[71].

Jean Danet añade, en referencia a los psiquiatras que son llamados en los tribunales a la hora de juzgar a los pederastas, que “lo que se está planeando con la intervención de los psiquiatras en los tribunales es una manipulación del consentimiento de las supuestas víctimas, una manipulación del consentimiento del niño, una manipulación de su palabra”[72].

Michel Foucault asiente convencido a lo que dice Danet y procede a denunciar las sentencias que se realizan desde la psicología para afirmar que no es conveniente que un niño y un adulto se relacionen sexualmente, comentando que “sobre el nuevo marco legislativo —dirigido básicamente a proteger a ciertos sectores vulnerables de la población mediante el establecimiento de un nuevo poder médico— se basará una concepción totalmente cuestionable de la sexualidad y, sobre todo, de las relaciones entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta”[73].

A esto, Hocquenghem añade que “la tendencia general de hoy en día es, indiscutiblemente, no solo crear un tipo de delito que no es más que la relación erótica o sexual entre un niño y un adulto, sino también, ya que esta puede ser aislada en forma de delito, crear una cierta categoría de población definida por el hecho de entregarse a esos placeres. Existe, pues, una categoría especial de pervertidos, en sentido propio, de monstruos cuyo objetivo en la vida es practicar sexo con niños. Se convierten, además, en pervertidos y monstruos intolerables, ya que el delito como tal está reconocido y establecido”[74]. Tal parece entonces que el problema es la malvada, desconsiderada e intransigente sociedad que no comprende a los pobres pedófilos que únicamente buscan ejercer su sexualidad con arreglo a los niños. Me disculpo con el lector si le hago leer cosas de tamaña repugnancia, pero lamentablemente es necesario si queremos ponerle un freno.

Y el ensayista francés continúa afirmando que “Lo que se está haciendo es crear un tipo completamente nuevo de delincuente, un delincuente tan inconcebiblemente terrible que su delito va más allá de ninguna explicación, de ninguna víctima. Es un poco como opera esa especie de monstruo jurídico, ese término de «atentado sin violencia»: un ataque sin violencia, indemostrable en cualquier caso y que no deja rastro alguno, ya que el anuscopio en sí mismo es incapaz de hallar la menor herida que legitime de una forma u otra la noción de violencia”[75]. ¿Acaso alguien tiene dudas acerca de el carácterinconcebiblemente terrible del delito que comete un pederasta? Sinceramente, por como están las cosas, temo hacer esa pregunta.

Jean Danet responde señalando lo que él concibe como una hipocresía, en virtud de la cual “Un abogado podrá defender muy fácilmente a un mafioso o a un asesino con diez ancianas a sus espaldas. Eso no tiene ninguna importancia. Pero defender a alguien que ha rozado el pene de un niño durante un segundo es un auténtico problema. Ello forma parte del juego que se crea en torno a este nuevo tipo de delincuente, el adulto que tiene relaciones eróticas con niños”[76]. Yo le respondería a Jean Danet que ambos casos son repudiables: toda defensa a un delincuente lo es, ya sea por asesino o por pederasta.

Foucault predica, reflexionando sobre todo esto, que “Vamos a tener una sociedad de peligros, con aquellos que se hallan en peligro por un lado, y aquellos que son peligrosos por el otro. Y la sexualidad ya no será un tipo de conducta con unas prohibiciones determinadas, sino una especie de peligro errante, una especie de fantasma omnipresente, un fantasma que actuará entre hombres y mujeres, entre niños y adultos, y quizás también entre los propios adultos, etc. La sexualidad se volverá una amenaza para todas las relaciones sociales, para todas las relaciones entre personas de diferentes grupos de edad, para todas las relaciones entre individuos”[77]. Quizá Foucault no se esperaba que su predicción sería correcta, aunque no por las razones que él cree (que es el rechazo a las relaciones pedófilas, lo cual es algo que se debe mantener rechazado mal que le pese al señor Foucault), sino porque hoy en día el feminismo le ha dado la potestad a la mujer de argumentar haber sido violada y al hombre se le niega la presunción de inocencia, generando un miedo general en el hombre para mantener relaciones sexuales con una mujer.

Danet añade una peligrosa e inmoral denuncia, en virtud de la cual a la hora de analizar el juicio en contra de un pederasta “Se considera que hay una presunción de no consentimiento, una presunción de violencia, incluso en aquellos casos en los que no se ha podido acusar de atentado al pudor con violencia, en aquellos casos en los que se recurre a la imputación de atentado al pudor sin violencia, es decir, con placer consentido; porque el atentado al pudor sin violencia, hay que decirlo, es la traducción represiva y jurídica de placer consentido. Es importante observar cómo se manipula el sistema de pruebas”[78]. Danet no ha comprendido la realidad. Reivindicaremos aquí el axioma moral que hemos establecido en virtud del cual A LOS NIÑOS NO SE LOS TOCA NI CON UN PUNTERO LÁSER. ¿Se considera que hay una presunción de violencia? Por supuesto, porque indubitada e indefectiblemente la hay, medie o no consentimiento por parte del niño. No existe tal cosa como una relación sexual entre un adulto y un niño sin violencia, porque el mero acto de que un adulto mantenga relaciones sexuales con un niño no solamente es intrínsecamente violento, sino que constituye un abominable y repudiable delito que debe ser castigado con todo el peso de la ley.

Foucault procede a añadir que “Una cosa es el consentimiento y otra la posibilidad que tiene un niño de que le crean cuando habla de sus relaciones sexuales, de sus afectos, de sus sentimientos de cariño o de sus contactos”[79]. Y posteriormente esgrime el argumento, quizá, más inmoral y repudiable que haya podido salir de su boca: “en cuanto a los niños, se les supone una sexualidad que nunca podría estar dirigida hacia un adulto, y no hay más que hablar. En segundo lugar, se supone que no son capaces de hablar sobre ellos mismos, de ser lo bastante lúcidos sobre ellos mismos; que no tienen la suficiente capacidad de expresión para explicar lo que ha pasado. Por lo tanto, no se les cree. Se les cree incapaces de tener una sexualidad y no se les cree capaces de hablar de ello. Pero, después de todo, escuchar a un niño, oírle hablar, oírle explicar cómo han sido realmente sus relaciones con alguien, adulto o no, siempre y cuando se escuche con bastante simpatía, debe permitir que se establezca más o menos qué grado de violencia hubo, si la hubo, o cuál fue el grado de consentimiento dado. Suponer que por el hecho de ser un niño no puede explicar lo que ha pasado, que por el hecho de ser un niño no puede dar su consentimiento, son dos abusos intolerables, inaceptables”[80]. Para comenzar, se debe señalar que no es simplemente que se supone una sexualidad que nunca podría estar dirigida hacia un adulto, y no hay más que hablar, como si fuese una simple arbitrariedad. La misma está sustentada por nuestro conocimiento en la psicología infantil y la vulnerabilidad del niño, por más de que en toda esta entrevista se busque relativizar la misma con arreglo a argumentos ideológicos sin bases empíricas. Más aún, nótese que ¡nos invita a escuchar con simpatía el relato de un niño que ha tenido relaciones sexuales con un adulto! Señor Foucault: guárdese la simpatía para usted y el grupo de pedófilos que usted representa, porque la gente civilizada y de bien jamás permitirá semejante modus operandi y relativización del daño que un adulto ejerce sobre un niño al relacionarse sexualmente con él. Más aún, resulta difícil de creer que, después de todo esto, Foucault nos acuse a nosotros de abusos intolerables e inaceptables hacia los niños simplemente por nuestra intransigencia al condenar a los pederastas. ¿Puede usted notar la gigantesca ironía detrás de este argumento?

Foucault no se detiene y dispara lo siguiente: “En cualquier caso, no tiene mucho sentido que haya una barrera de edad fijada por ley. Una vez más, podemos confiar en el niño para que diga si ha sufrido o no algún tipo de violencia”[81]. Hocquenghem celebrará esta afirmación de Foucault y añadirá que “escuchar lo que dice el niño y darle un cierto crédito. El concepto de consentimiento es en cualquier caso una trampa. Está claro que la figura jurídica de consentimiento intersexual no tiene sentido. Nadie firma un contrato antes de hacer el amor”[82].

Nuevamente, me disculpo con el lector por las cosas que le hice leer. Sepa que esto es omnipresente en la teoría de la ideología de género y que debemos actuar rápido antes de que estas ideas tomen mayor fuerza.

No tenemos por qué quedarnos en Francia. El caso de Holanda es, asimismo, llamativo, porque deja entrever que no se trata de pensadores aislados, sino que los mismos son avalados por asociaciones adeptas a la ideología de género. El 22 de junio de 1979 se elevó una petición al ministro de justicia holandés que exigía la legalización de las prácticas sexuales pedófilas entre adultos y niños. Esta petición fue escrita por diversas organizaciones como la Sociedad Holandesa para la Reforma Sexual(NVSH), pero lo más alarmante llega cuando examinamos la lista de organizaciones de bienestar firmantes, entre los cuales encontramos a la Asociación Feminista Holandesa, que era la principal y oficial organización feminista de la época en Holanda, y a la Asociación Holandesa para la Integración de Homosexuales[83]. El partidario de la pedofilia Edward Brongersma (quien ha escrito numerosos libros al respecto defendiendo la causa pedófila) nos recuerda un petitorio similar llevado a cabo el mismo año en los Países Bajos, donde un sindicato representando a los maestros de escuela primaria holandeses[84] firmó una petición elevada al gobierno para revocar la edad de consentimiento sexual[85].

Va de suyo que hubo una justificada y comprensible reacción en la sociedad para con estos movimientos. Durante las décadas del 70 y 80 las ya de por sí duras leyes en contra de todo tipo de abuso sexual hacia los infantes tuvieron un fuerte rebrote de dureza y sistematización. La seguridad y el control en esta materia fueron sofisticadas legal y pragmáticamente, permitiendo ampliar la cantidad de detenimientos hacia personas pederastas. La pornografía infantil fue duramente perseguida y los grupos pedófilos fueron ampliamente supervisados. Como producto de esto, muchos activistas del feminismo y LGBT manifestaron su desacuerdo e incomodidad. Uno de los resultados de este descontento fue la creación del Victims of Child Abuse Laws (VOCAL), que podríamos traducir como “Víctimas de las Leyes de Abuso Infantil”. Una asociación de personas afectadas por estas leyes que se oponían a dichas regulaciones legales por considerarlas injustas y discriminatorias[86]. Un nombre que destaca en este movimiento es el de la activista feminista LGBT Pat Califia, quien en un artículo publicado en la revista Paidika en 1991 bajo el título de Feminism, Pedophilia, and Children’s rights (Feminismo, pedofilia y derechos del niño) reivindica esta asociación y argumenta en favor de la legalización del ejercicio pedófilo, la derogación de las leyes de consentimiento sexual y la permisión de la pornografía infantil[87]. En él expone que “sería un error caracterizar todo el porno infantil como ‘un registro de abuso infantil’. A veces es un registro del exhibicionismo de los niños y el juego erótico libre entre ellos. A veces es un registro de vanidad adolescente, orgullo y sexualidad en ciernes. A veces, conserva un momento de excepcional confianza y placer entre socios cuyas edades normalmente los hubieran mantenido separados”[88]. Esta mujer fue una de las principales partidarias de imponer el eufemístico neologismo de sexo intergeneracional, para referirse a las relaciones sexuales pedófilas de una forma políticamente correcta. Al respecto, en el apartado que dedica a este tópico, denuncia que “La sociedad estadounidense se ha vuelto rabiosamente fóbica sobre cualquier contacto sexual entre adultos y menores”[89]. Se queja a su vez, en lo que respecta a la comunidad mal denominada lesbiana: “realmente no incluimos mujeres lesbianas y bisexuales menores de edad en nuestra comunidad. La simple verdad es que tenemos miedo de hacerlo. Tememos que el estado nos defraude, nos marque como abusadores de menores y nos encarcele. ¿Por qué una mujer tiene que esperar hasta que cumpla los dieciocho o veintiún para ser sexualmente activa con otras mujeres? […] si una mujer está interesada en tener un amante intergeneracional, no puedo pensar en una buena razón, aparte de la amenaza de persecución, por qué debería negarse a sí misma tal relación”[90]. Por supuesto, abundan en el artículo los argumentos que endilgan estas prohibiciones a un poder patriarcal interesado en mantener oprimidas a las mujeres por medio de la represión sexual infantil que le garantiza el poder al padre de familia, tal y como hemos leído en importantes personalidades feministas como la icónica Shulamith Firestone.

Pero el impacto de Pat Califia arribaría once años antes, con la publicación de un texto bajo el título de The Age of Consent: The Great Kiddy-Porn Panic of ’77 (Edad de consentimiento: el gran pánico del 77 hacia la pornografía infantil). En el artículo previamente analizado esta feminista menciona el fuerte impacto que tuvo el actual artículo que procederemos a analizar en el debate social sobre el reclamo pedófilo, mencionando con orgullo algunos avances. Veamos cuál fue este artículo.

Califia afirma que “Los niños son célibes porque sus padres les impiden jugar con otros niños pequeños o adultos”[91], retomando la temática de la represión sexual infantil. “Legalmente, se supone que los jóvenes son incapaces de aceptar participar en un acto sexual hasta que alcancen la edad de consentimiento, que en muchos estados todavía es de 18 años. El sexo entre un adulto y un menor se llama violación legal, y alguien condenado por este crimen dudoso puede recibir una condena más severa que alguien condenado por homicidio”[92]. Bajo esta visión, culpa de la malvada y patriarcal sociedad que criminaliza al pedófilo que se relaciona sexualmente con niños, estos últimos “pueden ser obligados a testificar en contra de su pareja o amante adulto en la corte. Las leyes de la edad de consentimiento no tienen sentido, incluso si usted cree que el deseo y la capacidad de tener relaciones sexuales no se desarrollan completamente hasta la pubertad. Estas leyes son completamente arbitrarias”[93]. Su alternativa es, pues, derogar dichas leyes.

Denuncia que en la década del 70 hubo “una campaña terrorista contra los jóvenes homosexuales y sus amantes adultos. […] Los amantes de los niños (y los amantes de las niñas, aunque son menos visibles) son los nuevos comunistas, los nuevos niggers, las nuevas brujas”[94], además de reafirmar por sí misma el vínculo entre el movimiento de liberación pedófilo y el movimiento de liberación gay. Más aún, “La ráfaga de pánico sobre la prostitución infantil, la pornografía infantil y la juventud gay fue diseñada a nivel nacional por un grupo de políticos de derecha, aspirantes a celebridades, cristianos fundamentalistas y vice policías”[95]. Es decir, la derecha religiosa es mala por haberse opuesto a la prostitución y pornografía infantil. He aquí el problema de estos grupos para con los movimientos de derecha. Además, añade: “Desafortunadamente, tuvieron éxito en hacer aún más que eso: dividieron nuestro movimiento. Otros hombres homosexuales se están volviendo en contra de los amantes de los niños, y las lesbianas se están volviendo en contra de todos los hombres homosexuales. […] Esta controversia podría destruir el movimiento gay moderno”[96].

Arremete contra todas las medidas justificadamente tomadas para combatir la pederastia, haciendo un resumido sumario de dichas políticas públicas llevadas adelante. Relata, asimismo, las presuntamente injustas condenas a pedófilos defendiéndolos con argumentos como que, dentro de los niños involucrados, “la mayoría tenía catorce años o más”[97]. ¿Es acaso eso una justificación válida?

Intenta relativizar el daño ejercido por pedófilos cuando dice que “Los pedófilos informan que rara vez participan en relaciones sexuales con sus jóvenes parejas. Las técnicas orales y manuales son las más comúnmente usadas, y si alguien es follado, generalmente es el compañero más viejo”[98], además de tratar de absurda la afirmación “de que el sexo con un padre es más dañino que ser golpeado”[99]. Denuncia, a su vez, que “La policía ha cerrado muchas publicaciones de amor a chicos en este país y está utilizando listas de correo confiscadas y trampas para atraer a números impactantes de hombres homosexuales. Las oraciones de veinte a cuarenta años son comunes. La campaña contra el porno infantil tuvo éxito porque confundió el tema de la violencia contra los niños con el tema de los niños y la sexualidad”[100]. Y, atacando una ley que castiga la pederastia, afirma que “La ley que aprobaron se usa para castigar a los hombres homosexuales que cruzan la barrera de la edad y establecen la intimidad sexual con hombres jóvenes que consienten”[101].

Para tranquilidad y alivio del preocupado lector, esta mujer mucho tiempo después se retractaría de todas estas afirmaciones. En la segunda edición de su célebre obra The Culture of Radical Sex, transparentaría su disociación de estas ideas[102]. Por supuesto, su retracción no justifica en absoluto todo el daño que causaron sus ideas y siguen causando. Felicitamos a Califia por haber razonado sobre la perversa inmoralidad de sus afirmaciones, pero de ninguna manera podremos disculpar tamaño embate inmoral en la sociedad.

ANEXO: Otros activistas de la ideología de género reivindicando la pedofilia

El actor, escritor y activista gay estadounidense Michael Kearns escribió en 1988 una reivindicación de la NAMBLA en los siguientes términos: “Tengo un amigo que se enfrenta a una posible condena de cárcel por tener relaciones sexuales con una pareja de 15 años. Yo quiero a mi amigo; es una buena persona. En la audiencia preliminar, me quedó claro que las ‘víctimas’ eran los seductores, quienes ya habían tenido repetidamente relaciones sexuales entre ellos. Pero a los ojos del tribunal, su edad es el único factor a valorar. Desde un salón de té para drag-queens, aplaudo cualquier subcultura gay. La discriminación entre nosotros es profundamente autodestructiva. NAMBLA merece ser escuchada y respetada”[103]. Así, Michael Kearns trae al centro del discurso el hecho de que el movimiento pedófilo está inmerso en la ideología de género (nótese lo que señala como subcultura gay).

Más aún, el conocido psicólogo neozelandés John Money (del cual ya hemos hablado), afirmaba que “Si yo viese el caso de un niño de diez u once años de edad intensa y eróticamente atraído hacia un hombre de veinte o treinta, si la relación fuese totalmente consentida y el vínculo afectivo fuese verdadera y totalmente recíproco… en ese caso yo no lo calificaría como patológico de ningún modo”[104]. Recordemos que, cegado por estas afirmaciones y su ciega confianza en la ideología de género, este hombre ocasionó el suicidio de un hombre al que decidió criar como mujer sin que jamás se le revelase tal verdad (en el artículo referido previamente hemos desarrollado en detalle este fracaso experimental). Entre las brutalidades a las que sometió a este inocente niño, le hizo observar y analizar imágenes sexuales muy explícitas y le hizo adoptar a él y a su hermano gemelo posiciones eróticas entre ellos para representar ejercicios coitales[105].

Otro ejemplo del efecto de estas políticas lo encontramos en las declaraciones del escritor francés Tony Duvert, en cuyo discurso encontramos la arquetípica crítica a la familia y la educación sexual en la sociedad burguesa moderna. Se trata de un escritor activista de la liberación sexual. En su obra L’Enfant au masculin podemos leer lo siguiente: “Tuve que esperar hasta los doce años para ser por fin sodomizado de importancia: muchos chiquillos a los que se lo entregaba me picoteaban el ano atentamente, pero eso no apagaba el fuego interno que atizaban en mí los grandes miembros que aquí y allá masturbaba. Hacía falta una violación. De la cual yo fuese el autor, evidentemente. La víctima fue un adolescente de quince o dieciséis años que se masturbaba conmigo a veces. ¡Cómo me costó convencer a aquel atontado de hermosa verga para que se me subiera encima!”[106], añadiendo más adelante que “[La] libertad para salir de una situación para la que habíamos consentido es, claramente, la garantía necesaria y suficiente del valor del consentimiento en sí mismo. No hay por qué discutir sobre la «capacidad» (del menor en particular) de alguien para consentir o no con conocimiento de causa: siempre estamos capacitados, aun siendo bebés, para distinguir lo que nos gusta de lo que nos disgusta, y para expresar dicha valoración”[107]. El mismo activista, afirmaba asimismo que “para mí, la pedofilia es una cultura. Tiene que constituir una voluntad de hacer algo de esa relación con el niño. […] Es imprescindible que las relaciones sean culturales. Y es imprescindible que se dé algo que no sea ni paternal ni pedagógico. Tiene que crearse una civilización”[108], lo cual nos reafirma en nuestra tesis de que la ideología de género busca monopolizar el origen del comportamiento y nuestra sexualidad en la cultura.

También está el caso del conocido sexólogo estadounidense Alfred Kinsey, quien en su libro Conducta sexual de la mujer(1953) anota, tras examinar la situación de niños manteniendo contactos sexuales con adultos: “Si un niño no estuviese culturalmente condicionado, dudosamente resultará perturbado por los avances sexuales del tipo de aquellos usualmente involucrados en estas historias. Es difícil entender por qué un niño, excepto por sus condicionamientos culturales, debería sentirse turbado porque le toquen sus genitales, o por ver los genitales de otras personas, o por otros contactos sexuales incluso más concretos. […] Las reacciones emocionales de los padres, de los agentes de policía y de otros adultos que descubren que el niño ha sido objeto de un contacto tal, pueden perturbar al niño más seriamente que los mismos contactos sexuales. La histeria que existe actualmente con respecto a las agresiones sexuales bien puede tener consecuencias graves sobre la capacidad de muchos de esos niños para llevar a cabo los necesarios ajustes sexuales, años después, en sus matrimonios”[109]. Inmediatamente después asegura: “Por supuesto, existen casos de adultos que han provocado daños físicos a los niños con quienes han intentado un contacto sexual, y tenemos las historias de algunos pocos hombres que han sido responsables de dicho daño. Pero estos casos son minoritarios, y se debería aprender a distinguir tales contactos serios de otros contactos con adultos que tienen poca probabilidad de provocarle un daño considerable al niño si los padres no se alteran”[110]. Así que ya sabe: si un adulto tiene contacto sexual con su hijo, procure no alterarse; el daño no se lo hará el adulto que lo abusó, sino usted al indignarse por la situación. He aquí uno de los principales referentes intelectuales de la ideología de género.

Es, asimismo, bien conocido el caso de Daniel Cohn Bendit, líder de la revuelta estudiantil que pasó a la historia como el Mayo del 68, quien en su libro El gran bazar hace una fuerte reivindicación de la pedofilia, además de relatar numerosas experiencias sexuales con niños menores de edad[111]. Esto, por otra parte, comprueba que las movilizaciones llevadas a cabo por el progresismo en favor del marxismo cultural están sustentadas en la ignorancia del sujeto movilizado. Prácticamente ninguno de los integrantes del mayo francés del 68 había leído a su principal líder intelectual, quien había escrito estas flamantes reivindicaciones de la pedofilia.

Tenemos, asimismo, el caso de Lars Ullerstam, quien en su libro Las Minorías Eróticas anota lo siguiente: “en cuanto se trata de contactos llenos de amor entre un niño y un anciano, consideramos que es indispensable llamar a la policía, pese a que todos aquellos que se han interesado por la psiquiatría de niños saben que, en general, ese comportamiento no tiene nada de perjudicial para éstos, sino todo lo contrario. Los niños buscan un contacto físico y si no lo encuentran dentro de su propia familia, se vuelven hacia el exterior”[112]

En lo que concierne a la prostitución de niños varones, la feminista argelina-francesa Leïla Sebbar en su ensayo Le Pédophile et la Maman (1980) afirma, viendo dicha prostitución como una suerte de aventura, que “Es una simple exploración. Algo salvaje, pasajero. No hay nada indecente en ello. Lo verdaderamente indecente es la manera en que la gente piensa al respecto”[113].

LA DINÁMICA REIVINDICATIVA DE LA PEDOFILIA EN TÉRMINOS QUEER

Lo anterior ha servido de contexto teórico y político para comprender una dinámica que se ha extendido hasta la actualidad. En los apartados anteriores hemos visto cómo las ideas de revolución sexual presentes en las etapas más avanzadas de la segunda ola del feminismo fueron retomadas por las teorías homosexualistas y posteriormente por el feminismo de tercera ola, muy particularmente el feminismo radical, para avanzar en las reivindicaciones de la pedofilia. Hemos documentado y analizado a íconos emblemáticos de la ideología de género como Wilhelm Reich, Simone de Beauvoir, Shulamith Firestone, Kate Millett y Michel Foucault, entre otros. Todos intelectuales importantes y respetados por la ideología de género, además de leídos y estudiados como bibliografía obligatoria en todos los estudios de género, que han articulado sus discursos con la pedofilia. Hemos visto, además, el impacto de dichos discursos en la posterior fundación de frentes de liberación pedófilos como la conspicua NAMBLA, abiertamente apoyada por estos pensadores como lo es el caso de Harry Hay.

Ahora retomaremos el análisis teórico y veremos cómo se ha llevado adelante esta reivindicación de la pedofilia en paralelismo con el avance sobre la ideología queer desde Judith Butler. Como bien sabemos, lo que busca la ideología queer es deconstruir los estereotipos y tabús sexuales y proliferar hasta el máximo las permisividades sexuales. Acabar, pues, con la vilipendiada heterocisnormatividad patriarcal y deconstruir el régimen de heterosexualidad obligatoria, con arreglo a los argumentos postestructuralistas y existencialistas que denuncian todas nuestras actividades y costumbres como originadas exclusivamente en la arbitrariedad de una sociedad machista.

Es por esto que leeremos obras interesantes como el Manifiesto contrasexual de Beatriz Preciado o Pornoterrorismo de Diana Torres. En pocas palabras, consiste en subvertir el sexo mediante la práctica de actividades no convencionales para mantener relaciones sexuales, que pretenden eliminar el monopolio de los órganos sexuales para la intimidad, promoviendo por ejemplo la masturbación de un brazo (así lo propone Beatriz Preciado en su Manifiesto Contrasexual[114], quien nos invita a colocar un dildo en el brazo y fingir un orgasmo como método revolucionario contra el monopolio heterocapitalista del pene y la vagina). Esto se hace dado que se considera que el heteropatriarcado nos estaría oprimiendo a todos dictaminando y acotando qué es lo que hacemos en nuestra intimidad con el objetivo de instaurar una heterosexualidad obligatoria como la que denunciaba Monique Wittig. Se impone, pues, a la gente, los famosos shows de posporno donde estas personas realizan estas actividades en público y suelen ser extremadamente escatológicas y masoquistas, cosas que cada quien tiene todo el derecho de disfrutar, pero no de obligar a la gente a verlo y mucho menos a seguirlo.

Como ya hemos argumentado alguna vez en el blog, es cierto que cualquier parte del cuerpo u objeto puede utilizarse como recurso sexual, y que el mismo puede resultar particularmente más placentero que el coito convencional, pero sin duda alguna no es más eficiente que dicha sexualidad convencional a la hora de producir placer (el sexo tántrico, por ejemplo, requiere de demasiadas sofisticaciones y artificialidades, y cuando una persona se esté imaginando una situación que le resulte sexualmente placentera, no se masturbará el brazo sino su órgano viril o su conducto vaginal). El pene y la vagina, por razones anatómicas y neurofisiológicas, resultan ser los órganos con los que más eficiencia se alcanza el placer sexual[115], y dichas razones, que están perfectamente estudiadas en la anatomía, no obedecen a una imposición cultural, y no las encontraremos en otras partes del cuerpo. De esta forma, no es la heteronormatividad la que ha monopolizado la sexualidad en el pene y la vagina, sino más bien todo un mecanismo de evolución y la sencilla observación de que con ellos se llega al placer de forma más eficiente. Aquí hay espontaneidad y evolución, no heteropatriarcado.

Sin embargo, como bien sabemos, la ideología queer niega taxativamente la ciencia por considerarla un mecanismo de opresión funcional a los intereses del mítico patriarcado (así se han expresado grandes ideólogas queer como Monique Wittig[116] o Judith Butler[117], además de íconos del feminismo radical como Shulamith Firestone, tal y como hemos visto cuando analizamos íntegramente su libro). Ya hemos desestimado en un artículo previo estas teorías negacionistas de la psicología evolutiva con arreglo a todos los estudios que demuestran el dimorfismo sexual que la ideología queer busca negar, con lo cual nos enfocaremos aquí en realizar la siguiente reflexión, ya realizada previamente aunque en un contexto diferente: si todo lo que refiere a nuestra sexualidad es una imposición sociocultural, ¿cómo entonces podemos objetivamente rechazar las relaciones sexuales consentidas entre adultos y niños?

Lo cierto es que la principal teórica queer Judith Butler toma contacto con este tema, aunque de forma periférica y no del todo explícita. En su famosísimo El género en disputa la feminista queer, además de atacar y denunciar exhaustivamente el tabú del incesto como parte del método de opresión heteropatriarcal, reivindica las ideas de la “excelente obra de Gayle Rubin sobre el género, la sexualidad y el parentesco”[118] en virtud de las cuales “antes de la transformación de un hombre o una mujer biológicos en un hombre o una mujer con género, «cada niño y niña cuenta con todas las posibilidades sexuales disponibles para la expresión humana»”[119], y procede a afirmar que “Como una restricción de una plenitud originaria, la ley proscribe ciertas opciones sexuales prepunitivas y castiga otras”[120], añadiendo que “la ilusión de una sexualidad anterior a la ley es en sí la creación de esa ley”[121]. Y el remate final lo dará cuando asegure que “hay un universo ilimitado de opciones sexuales para el niño preedípico”[122], a lo cual cabe enfatizar en el calificativo de ilimitado, véase, sin límites de ningún tipo. Por suerte para Butler, podemos excusarla y disculparla basándonos en que no existe tal cosa como el niño preedípico dado que, en general, no existe tal cosa como el complejo de Edipo, tal y como se ha demostrado perfectamente en El Libro Negro del Psicoanálisis, con lo cual su afirmación se vuelve completamente vacía.

Si bien El género en disputa es la obra más célebre de esta emblemática feminista (y además es la actual biblia de la ideología de género), va de suyo que no es el único libro bajo la pluma de Judith Butler. Otra lectura interesante que se puede hacer de esta filósofa estadounidense es el libro Deshacer el género, donde entra en contacto más cercano con el tema que nos compete, aunque bajo el paradigma del incesto. Por supuesto, en el omnipresente amparo del psicoanálisis (lo que nos permite desestimar gran parte de su trabajo debido a la futilidad de esta pseudociencia), Butler en el séptimo capítulo de su obra Deshacer el género analiza “Los dilemas del tabú del incesto” (nombre que recibe el capítulo), los cuales analizará haciendo énfasis en aquel que tiene como participante al niño y sus padres. Según Butler, “el trauma del incesto se interpreta de varias formas: como una imposición brutal sobre el cuerpo del niño, como una incitación explotadora del deseo del niño o como lo radicalmente irrepresentable en la experiencia del niño o en el recuerdo del adulto de cuya infancia se trata”[123]. Bajo este punto de vista, la feminista estadounidense planteará la posibilidad de que dicha relación no sea constituyente de una violación: “No es necesario imaginar el incesto entre padres e hijos como un impacto unilateral sobre el niño por parte de los padres, ya que cualquier impacto que se dé será también registrado en la esfera de la fantasía. De hecho, para comprender la violación que puede ser el incesto -y también para distinguir entre aquellas ocasiones de incesto que son una violación y las que no lo son- no es necesario concebir el cuerpo del niño como una superficie exclusivamente impuesta desde el exterior”[124]. Volverá a plantear esta posibilidad ligeramente cuando afirme que “Dado que parte del efecto de esa violación, cuando lo es, es precisamente convertir el conocimiento de la verdad en una posibilidad infinitamente más remota, estamos ante un caso de violencia epistémica”[125]. Pero se explayará más sobre este comentario: “continúo añadiendo esta salvedad: «siempre que el incesto sea una violación»; es decir, puede haber ocasiones en las que no lo es. ¿Por qué hablo de esta forma? Bien, creo que probablemente hay formas de incesto que no son necesariamente traumáticas o que obtienen su carácter traumático de la conciencia de vergüenza social que producen”[126]. Volvemos, pues, a aquello que hemos leído en numerosas ocasiones de parte de personalidades como Wilhelm Reich o Alfred Kinsey: el daño lo produce la sociedad (hipócrita, machista, patriarcal, retrógrada) que condena el acto sexual entre adultos y niños al considerarlo tabú. ¿Realmente puede concebirse que un adulto teniendo sexo con su hijo niño no sea algo que necesariamente se enmarque dentro de una violación? Tal es la propuesta butleriana.

En defensa de Judith Butler, podemos decir que la misma es tajante cuando afirma su reivindicación a la prohibición de explotar las pasiones incestuosas que surgen en la infancia[127], aunque lamentablemente dicha afirmación está cargada de una dosis de psicoanálisis que la vuelve, en consecuencia, intelectualmente indigerible. Pero su intención está presente.

Lo haya o no querido Judith Butler, estas ideas se dispararon completamente y fueron llevadas adelante de forma preocupante. A día de hoy tenemos feministas queer como Diana Torres, quien en su Pornoterrorismo (libro publicado en 2014) anota: “Lo realmente traumático del hecho de que un adulto se folle a un niño o a una niña no reside en el acto en sí, sino en el modo impositivo en que el adulto se acerca a la sexualidad infantil, bajo la presunción de que esta no existe. […] Una persona abusadora lo hace motivada por el morbo de estar colonizando tierra virgen y robando la inocencia a un alma pura, ¿no? Todo mentira. […] La virginidad y la pureza son un invento de la moralidad judeocristiana, lxs niñxs no son ni purxs ni impurxs, son sencillamente nuevxs en el mundo. […] Sobra decir que tenemos sexualidad desde edad muy temprana en tanto que seres vivos y que esta no esté sometida a las normas sociales o condicionada por la experiencia no es motivo legítimo para negar su existencia. […] Del mismo modo que solo nos divertiremos jugando con un niño o niña si estx comprende el funcionamiento del juego (si jugamos a algo que esté dentro de su dominio cognitivo), las relaciones sexuales entre adultxs y menores deberían establecerse bajo ese mismo parámetro básico. […] Ciertamente nunca me he acostado con un menor (salvo cuando yo también lo era) y no sé desde mi experiencia cómo se debe sentir, quizás no suceda nada malo si la mente del adulto está lo suficientemente sana o si la del menor es lo suficientemente despierta como para canalizar las sensaciones”[128]. Por supuesto, Diana Torres enfatiza en la crueldad inherente al abuso de un niño en contra de su voluntad e intenta minimizar el impacto de estas citadas declaraciones con arreglo a estas impugnaciones morales, pero lo cierto es que ello no sirve para ocultar la inmoralidad que recae sobre sus afirmaciones pedófilas.

Este no es el único activismo de la feminista Diana Torres en favor de la causa pedófila. Existe un muy interesante diálogo entre las feministas Helen Torres y María Llopis, con protagonismo de esta última, el cual carece completamente de desperdicio. El diálogo, bajo el nombre de Mi mejor amante, fue publicado el 10 de marzo de 2015 en la revista online Pikara Magazine, aunque el mismo ha sido eliminado de la página. Sin embargo, las revistas online no resisten archivos y por suerte el diálogo puede recuperarse a través de los archivos digitales, con lo cual el material se encuentra al alcance de todos. La relevancia de Diana Torres en este diálogo la estudiaremos después; por lo pronto, haremos una lectura de los puntos más llamativos que encontramos allí.

La conversación comienza con María Llopis hablando de los orgasmos de los que puede disfrutar una mujer al parir o al lactar a su bebé, y lo maravillosa que puede resultar esa experiencia. Afirma que “hay muchos partos en los que las mujeres no llegan a experimentar un orgasmo, pero que durante todo el proceso están en un estado de éxtasis, de placer, que las mantiene en el umbral del dolor. Sería como echar un polvo de puta madre sin correrte. […] El parto no tiene que llegar al orgasmo para ser una experiencia sexualmente satisfactoria. Quizás está bien quitarnos la presión del orgasmo, pero no sólo en los partos, también en las relaciones”[129].

En cuanto a su experiencia, Llopis comenta que “En mi parto, toda la parte de la dilatación fue maravillosa, conecté con esa sensualidad, esa sexualidad. Estaba a cuatro patas como una osa, con el Dani abajo, en la cama, y yo encima mordiéndole, chupándole, disfrutando, dilatando… Pero luego me contaron que él iba saliendo para coger aire y refrescarse la cara, porque yo tenía la calefacción a tope y a él inmovilizado en la cama. Había leído que es bueno dilatar la mandíbula porque así se abre la vagina, el útero y el cuello del útero, entonces yo allí venga morderle. En fin, toda esta parte la gocé muchísimo”[130]. Añade que “Pero hubo un momento, que llaman ‘Caja de Pandora’, que es cuando estás completamente dilatada y entras en la fase del expulsivo. Por lo visto, ese es el momento en que salen los leones, las fieras, las mariposas o lo que sea que guardas y no sabías que guardabas. En ese momento, tuve la visión de un hombre, a lo lejos, que era el Hombre malo. Entonces empecé a decir: ‘Ha venido el Hombre malo’. Y Dani me contó que las comadronas, que estaban muy seguras de sí mismas, se quedaron en plan ‘¡Uy! ¿Ahora qué hacemos? Esto no estaba en los manuales…’ Suerte que había también una doula súper hippy y fantástica, que vino y me dijo: ‘Bueno, ahora vamos a sacar al Hombre malo’. Y con el Hombre malo vino el dolor, un dolor extremo, alucinante… El dolor ese de ‘ya toca la cabecita del niño’, y tú ‘¡¿pero qué me estás contando?! ¿qué niño ni que ocho cuartos? ¡Socorro!’. Pero fue el expulsivo final, no fue muy largo, una o dos horas como mucho, y ya nació Roc. Ahora estoy entrevistando a muchas mujeres que han tenido partos extáticos con mucho placer, como me hubiera pasado a mí si no hubiera venido el Hombre malo, que yo interpreto como el Sr. Patriarcado. Hay mujeres que han llegado a correrse de placer, pero no correrse así nomás, ¡es la corrida del siglo! Y eso les ha cambiado la sexualidad y la vida, fue un antes y un después”[131].

Helen Torres añade su propia experiencia, afirmando que “Es que la relación que tienes con tu cuerpo, o mejor, la manera en que lo sientes, cambia completamente. Yo ya sabía hasta en qué polvo me había quedado preñada. A la semana, todo mi cuerpo había empezado a cambiar. No sólo las tetas, todo… los fluidos, cómo se movía la sangre… Parto orgásmico no tuve, pero mi embarazo fue un orgasmo permanente… follaba todos los días… Igual con la lactancia. El primer año del bebé, yo no quería follar. No podía. Al principio me frustré, no entendía, nunca me había pasado. Hablaba con otras madres y me decían: ‘Bienvenida al club’. Entonces me di cuenta de que no quería follar porque ya estaba follando… con el bebé. ¡Y era una relación monógama! Las tetas no me las podía tocar ni dios. Estaba completamente enamorada. Me quedaba horas extasiada mirándolo. […] Cuando se me pasó empecé a follarme hasta a las piedras… Y entonces supe que esto es lo que nos ocultan: que cuando pares tienes una relación sexual con la criatura”[132].

Llopis le celebra esa anécdota comentándole que “Tú estás enamoradísima, el placer es máximo, la otra persona está flipando contigo más, ¡es la relación perfecta! A mí me hizo reflexionar mucho sobre las relaciones románticas que había tenido en mi vida. Y pienso, ¡cuánto tiempo he perdido con el amor romántico, con esas relaciones! ¡Cuando era esto! ¡Esta sensación de plenitud!”[133].

Si el darle lactancia a un bebé es una relación sexual, ¿entonces las madres nodrizas serían prostitutas? Esto, que puede parecer una conclusión forzada de nuestra parte, es lo que posteriormente explicitará María Llopis: “Las señoras ricas que no querían dar la teta contrataban a las nodrizas, sí. Esto era trabajo sexual, eran mercenarias del amor y de la leche. La señora que no quería tener esa relación con su bebé porque era muy virginal y muy victoriana, contrataba a una puta que le daría cariño, sexo, placer y leche. Es un tipo de trabajo sexual que ha caído en desuso. Ahora en vez de contratar a la nodriza, le das un biberón lleno de leche nestlé”[134]. Hagamos un breve comentario acerca de esta última oración: quizá Llopis olvida que gran parte de las reivindicaciones del feminismo consiste en eliminar los trabajos naturales inherentes al rol biológico de la mujer, tal y como plantea Shulamith Firestone en La Dialéctica del Sexo. Desde este punto de vista, el biberón y la leche Nestlé estarían funcionando como un método eficiente para desvincular a la mujer de sus roles maternales naturalmente asignados, y esto sería una virtud a reivindicar. Esta es una interesante contradicción del feminismo, máxime si tenemos en cuenta que este avance no fue producto de las políticas feministas sino producto de innovadoras ideas en el seno del capitalismo, tan contrario a la ideología de género.

Hasta aquí, el carácter inmoral de lo que estas mujeres conversan es altamente discutible. Podría argumentarse, en su defensa, que todo lo que dicen podría tratarse de algo que no debe tomarse con completa literalidad, o que quizá su único error fue expresarse en términos inadecuados o equivocados para describir una realidad de las experiencias del parto y la lactancia. Sin embargo, a continuación, veremos cómo en la conversación comienza a perfilarse un paradigma que reivindica las ideas originales de Wilhelm Reich en torno a la negación de la sexualidad infantil, además de la crítica a la familia y las relaciones monógamas y románticas que encontrábamos en Shulamith Firestone; paradigma introducido por Helen Torres: “es ese modelo relacional de pareja estable monógama el que necesita negar la sexualidad durante la maternidad, pero no sólo en ese momento, sino que luego está la negación de la sexualidad durante la infancia. Fíjate que, cuando te preguntan cuándo has tenido tu primera experiencia sexual, te están preguntando por el coito, por un polvo con alguien, ya que antes de eso se supone que la sexualidad no existe. Pero, ¡si hasta los bebés se hacen pajas! Y luego está ese explorar de los cuerpos entre la madre y la criatura… tocarse, mimarse, descubrirse…”[135].

La respuesta de María Llopis amerita un meticuloso detenimiento: “Eso causa mucho terror… Tengo una colega que es terapeuta, hace medicina china, y tiene un crío, y me contaba sobre estas interacciones sexuales con su hijo en que deja que él le explore su cuerpo, le toque el coño, en fin… Ella decía que la gente no hace diferencia entre que yo satisfaga mis deseos sexuales sobre una criatura pese a ella, sin tenerla en cuenta, y el permitir que esa criatura explore la sexualidad ayudada por mí. Entre esas dos posiciones hay un mundo. La diferencia sería la misma que la que hay entre una relación sexual consentida en la que todas las partes se tienen en cuenta entre ellas y una satisfacción del propio deseo sexual pasando por encima de todas las voluntades que no son la mía. Eso se llama violación”[136]. Nuevamente, vemos que los adeptos a toda esta corriente nos quieren convencer de la virtud inherente a una relación sexual consentida, y su diferencia con una violación, como si en el caso de las relaciones sexuales con niños lo segundo no estuviera siempre presente al margen del consentimiento que brinde o no el niño.

Este comentario por parte de María Llopis amerita que detengamos la lectura un momento y examinemos los comentarios que se suscitaron en torno al mismo. Pensemos detenidamente lo siguiente: ¿puede usted imaginarse si cambiamos a la colega terapeuta por un colega terapeuta, es decir, un hombre? Trate de leer exactamente lo mismo, pero suponiendo que la médica china es en realidad un hombre. Es más, redoblemos la apuesta: que el hijo sea una hija. Un colega que practica medicina china que tiene una hija a la cual le permite que explore su cuerpo y le toque el pene. Si la teoría queer fuese cierta, entonces habida cuenta de que no hay diferencias entre hombres y mujeres, estas modificaciones no deberían constituir ningún cambio sustancial, ¿verdad?

Pues bien, pongamos a prueba esta teoría. Una lectora de la revista tomó la iniciativa y se animó a plantear la situación, comentando: “Soy lectora esporádica de vuestra revista. A veces me encantan los artículos, otras veces no estoy nada de acuerdo. Pero nunca hasta ahora, que estoy leyendo las idas de olla de dos colgadas, que no saben qué hacer para justificar el abuso de menores. […] Me preocupa mucho su actitud en cuanto al sexo y el niño. Menos mal que recalcan que el abuso y lo que ellas dicen son cosas diferentes porque si no pensaría que son la misma. Cambiad a esa madre por un padre, y su coño por una polla, a ver si no os saltan todas las alarmas. Que me expliquen cómo la criatura consiente. Me parece alucinante que encima esto que están aquí relatando os parezca maravilloso”[137]. La respuesta que le brindó Helen Torres nos permite responder a nuestra interrogante inicial: “Sí, si cambias madre por padre, y coño por polla, ves a saber qué tienes… quizás la misma barbaridad que has tenido al cambiar ‘madre’ por ‘colgada’, ‘conversación’ por ‘divagación’, y ‘exploración’ por ‘abuso’”[138]. En otras palabras, Helen Torres reconoce que ese cambio es paralelizable a lo que concebimos como abuso. Son palabras textuales de ella. Y dado que el abuso sexual pederasta es igualmente inmoral, lo ejerza un varón adulto o una mujer adulta, la generosa aprobación de Helen Torres de nuestra concepción de la situación como abuso solamente nos da la razón al señalar como promotora del abuso a la declaración de María Llopis, por más de que busquen argumentar que dentro del consentimiento no existe abuso. Un usuario atento le hizo saber ese flamante error y le comentó: “Por lo tanto, el mismo texto con coño y madre no es una barbaridad ¿pero sí con polla y padre? ¿Proponéis diferente vara de medir para un mismo acto?”[139].

Continuando con la conversación, Helen Torres responde a María Llopis afirmando que “También es importante no perder nunca de vista el contexto. Es decir, cuando la situación se complica porque tanto la madre como la criatura viven en una sociedad en la que ese acompañamiento en el descubrir de la sexualidad es considerado una aberración. Entonces tienes que parar, o tener cuidado, porque esa persona a la que acompañas es muy pequeña como para ir por el mundo diciendo que se quiere follar a su madre y que el mundo no piense que eso es una perversión imperdonable”[140]. Por supuesto que se trata de una perversión imperdonable: la madre no tiene nada que hacer para ayudar al niño a explorar su sexualidad. Eso constituye un abuso de poder y, sí, es pederastia y amerita todo el peso de la ley. El niño, si lo desea, puede explorar su sexualidad de forma autónoma; resulta inmoral e innecesario realizar lo que aquí se reivindica.

Aquí finalizamos nuestra lectura de esta conversación, la cual puede leerse íntegramente en el link citado. Por lo pronto, poco más puede decirse de lo que ya se ha dicho. Ahora bien: ¿qué relevancia tiene la feminista Diana Torres en este asunto? Pues bien: Diana Torres ha leído esta entrevista y, de forma consistente con lo que declaraba en su Pornoterrorismo, la ha reivindicado y celebrado. Al respecto, en la misma entrada de la revista encontramos un comentario suyo que afirma: “Gentes que no se lo piensan dos veces al bautizar a sus bebés en nombre de la religión católica, perforarles las orejas en nombre del binarismo de género, mutilarles el prepucio en nombre del judaísmo, y mil aberraciones más que se hacen a diario a menores con total aceptación social, se rasgan las vestiduras cuando una madre expresa la conexión placentera que tiene con su hijo. Esta patética sociedad y sus súbditos me resulta cada día más repugnante. María, Helen: gracias por compartir vuestras experiencias y pensamientos, son una joya. Y lo que decía hoy en la presentación de Relatos Marranos: si vuestras palabras o acciones hieren al enemigo, tomarlo como una victoria, porque eso es lo que es. Diana”[141]. Aquí yo podría responderle a Diana que repudio ambas realidades por igual, y no tengo problemas en tomar esa postura dado que yo soy ateo; aunque no es necesario serlo para repudiar las mutilaciones genitales que ella critica (por supuesto, las critica sin jamás mencionar las barbaridades que se realizan en sociedades islámicas, dado que dicha crítica no sería conforme a la agenda política que defiende). Repudio tanto esas mutilaciones como también los abusos sexuales que se promueven en esta entrevista. No existe hipocresía de mi parte que esta mujer pueda denunciar en ese sentido. En cambio, sí puedo decirle a Diana Torres, en analogía a su crítica, que mientras ella se rasga las vestiduras por las mutilaciones a las que son sometidos muchos niños por razones religiosas, no se lo piensa dos veces antes de celebrar un discurso que invita al abuso sexual de los hijos. Añadiendo, por supuesto, que bautizar a un hijo en la religión católica no le realiza ningún daño (como sí le realiza un abuso sexual como el que ella promueve), siendo que dicho bautismo constituye un libre ejercicio del derecho de los padres a educar a sus hijos bajo sus propias doctrinas y convicciones morales, amparado en el art. 18 inc. 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el art. 13 inc. 3 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

Otro libro queer al respecto es el llamado Foucault para encapuchadas (del año 2014), al cual ya hemos respondido íntegramente. Este enfermizamente violento libro donde se destila un odio visceral que nos permite asegurar sin lugar a dudas el agravado estado mental de quienes se encargaron de confeccionarlo, entre muchas otras cosas, reivindica el pensamiento de Shulamith Firestone en numerosas ocasiones, lo cual nos muestra que su pensamiento, lejos de haber quedado arcaico, tiene vigencia e influencia en la actualidad. En lo que respecta a este libro, aseguran que, atendiendo a las políticas heteronormativas que tanto denuncian, “el remedio se hallaría en la abolición radical de la familia; la abolición de la pareja sexual más o menos estable, reduciendo el amor al solo acto físico o, mejor dicho, transformándolo, con el añadido de la unión sexual, en un sentimiento semejante a la amistad, un sentimiento que reconozca la multiplicación, la variedad, la simultaneidad de los afectos. ¿Y los hijos…? Hijos de todos”[142]. Se denuncia que la ley presuntamente heterosexista “omite contemplar, por lo menos de manera claramente definible, al abuso, inhabilitante, del ejercicio de la avasallada sexualidad infantil”[143]. Esto responde a la idea que ya hemos leído en La Dialéctica del Sexo de Shulamith Firestone, según la cual la familia reprime e inhibe la sexualidad del niño, el cual debería poder tener la oportunidad de tener relaciones sexuales con quien desee, incluyendo a los adultos; de esta forma se reivindica la pedofilia como una de las prohibiciones injustas del malvado régimen heterosexista. Además de, como acabamos de leer en la cita, abogar por la deconstrucción de los vínculos de afecto erigidos en razón de los vínculos biológicos, lo cual se ve reflejado en la sentencia hijos de todos.

Se continúa defendiendo la inclusión de los niños en el ámbito de las relaciones sexuales denunciando unos “sutiles mecanismos disciplinares y dispositivos de control contra las corporalidades y las potencias de la niño”[144], mecanismos que, haríamos bien en recordar, se han hecho para salvaguardar la integridad de un niño que a su edad no está en condiciones para consentir una relación sexual, además de su situación de vulnerabilidad ante un adulto que fácilmente puede manipularlo para conseguir su consentimiento. Pasando a una nueva sección del libro nos encontramos con una nueva reivindicación (o bien relativización) de la pedofilia: “Un movimiento que produjo la liberación de lxs niñxs ahora tira a la basura la posibilidad de tener jóvenes amantes muchachos y favorece el paso a leyes sexuales dignas del legista ateniense Draco que asigna condenas más fuertes por tener sexo con un menor que por robo a mano armada”[145]. Estas personas, en consecuencia, protestan que un pederasta tenga mayores penas que una persona que roba a mano armada, algo que a mí me parece perfecto dado que el primer crimen es mucho más grave que el segundo. El discurso es el mismo de siempre: se oprime al niño al negarle la posibilidad de consentir una relación sexual y se estigmatiza injustamente a los pedófilos. El argumento es ya de manual.

El anterior libro, si bien fue escrito por todo un colectivo (de allí que no tenga un autor específico sino que aparece firmado por el colectivo Manada de Lobxs), su principal escritora y principal fundadora de estos colectivos (bajo el nombre de Manada de LobxsLudditas Sexxxuales y Proyectil fetal, entre otros) es la feminista argentina Leonor Silvestri. Esta mujer imparte cursos de adoctrinamiento y tiene un movimiento muy bien organizado, además de abogar por la violencia, la anarquía, la derogación del código penal y, como veremos, la pedofilia. En el blog Proyectil fetal, escribe en favor de la relación pedófila entre América Scarfó, una joven de 14 años, y el anarquista Severino Di Giovanni, entonces con 27 años (casi el doble). En un artículo del blog Leonor Silvestri se refiere a esa relación como una relación incomprendida. Según ella, la intención del artículo es, “partiendo del análisis de las sexualidades como praxis revolucionaria de la época, abordar críticamente la cuestión de la autonomía del sujeto y la matriz de inteligibilidad que impide leer la potencia individual por fuera de los límites que el Estado impone artificialmente (mayoría de edad y libre disposición del cuerpo)”[146]. En este artículo, pues, se reivindica “la invisibilización de las capacidades para discernir y un alegato de la madurez sexo-afectiva de América”[147]. Bajo estos términos, “no se trataba de una ‘víctima’ de la cual se aprovechó Di Giovanni debido a ‘su inmadurez sexual’ sino de una anarquista comprometida con los temas que la interpelaban más de cerca: la sexualidad, el compañerismo, la superación de las contradicciones inherente a las relaciones familiares y afectivas entre lxs propixs anarquistas”[148].

Durante el artículo se reivindica el derecho de los niños a consentir una relación sexual, se critica duramente el código penal y su papel como regulador de la sexualidad, se ataca a las regulaciones penales en materia de relaciones sexuales pedófilas y se aboga por una anarquía que alcance inclusive el ámbito sexual. Añade que “esta apuesta convoca a una responsabilidad que, en el marco de una crítica a las sexualidades modernas, y de sus prácticas, sostiene como condición sine qua non la producción de sexualidades y vínculos afectivos contra-hegemónicos”[149]. Finalizará el artículo en estos términos: “Alegría que rima con Anarquía significa ser capaz de interiorizar la ética, ética amatoria del deseo que circula libremente y se relaciona libremente con otro deseo, también libre. ¿Qué pasa entonces con el anarquismo de hoy que ve, como el de ayer, ‘pecado’ o ‘delito’ -no sabemos qué es peor- donde a las claras hay autonomía, alegría y ejercicio concreto no enunciativo de la libertad sexual?”[150]

La citada entrevista entre María Llopis y Helen Torres no fue la única entrevista donde se evidenció la política feminista de sexualización de los niños mediante la interacción sexual con sus progenitores. Las mismas líneas siguió una entrevista que se le realizó a la feminista española Celia Blanco en septiembre de 2018, donde esta mujer expuso sin tapujos, al igual que María Llopis, las perversiones que le induce a sus hijos. En respuesta a una pregunta que interrogaba por qué los hombres se irritaban ante las declaraciones públicas sobre sexo explícito por parte de las mujeres, afirmaba que “Si ahora su madre obliga a su hijo a escuchar reflexiones sobre lo que les pueda pasar a sus hermanas con la adolescencia, y le hace partícipe desde que es pequeño en la vida sexual de las mujeres, pues el niño se acostumbrará a que ocupemos ese espacio. […] Si tú educas a tu hijo para que sea capaz de escuchar el discurso, nunca le chirriará que alguien levante la mano y diga: ‘No, es que a mí me gusta que me follen así’”[151]. En la misma entrevista se puede explícitamente leer que recomienda enseñar pornografía a los hijos y que la misma sea utilizada en las clases de educación sexual. Pero las declaraciones más fuertes, y predecibles en este contexto, llegan cuando se le pregunta cuál es el mayor tabú sexual de la actualidad. Su respuesta es dicha sin tapujos ni pelos en la lengua: “Yo cada vez dinamito más tabúes, pero hasta hace poco creía que el mayor tabú era el de ‘mi hijo me mete mano’. Muy pocas madres hablamos de que nuestros hijos nos meten mano y nos desean sexualmente”[152]. Explicita esto afirmando: “mi hijo me quiere muchísimo, y me lo demuestra metiéndome mano”[153], finalizando con orgullo con la siguiente frase: “Me siento muy feliz de romper estos tabúes. Me siento afortunada. Soy feliz y me gusta mucho lo que estoy haciendo”[154].

Esta mujer afirma estar luchando por una buena educación sexual, y en la entrevista menciona que el presidente no electo Pedro Sánchez la ha escuchado y tomado en consideración. Esta mujer extremadamente vulgar, que celebra las interacciones sexuales con su propio hijo al cual le induce la pornografía (cuando eso es algo que debería descubrir por su propia cuenta y por genuino interés sin ningún tipo de injerencia ajena) y que llega a afirmar cosas como la siguiente: “a mí me gustan grandes y con las manos muy grandes, que parezca que tienen muestrarios de pollas en los dedos, y eso me viene muy bien a la hora de que puedan hacer cualquier cosa conmigo. Mido 1,75 y peso 69 kilos y medio. Estoy segura de que son 72 pero no me he vuelto a pesar desde que conseguí llegar a los 69. Del verano he venido jamona. Me gustan los tíos que me cogen en vilo y me follan. Sí, me gustan mucho. Igual que me gusta ponerme encima y follármelos yo a ellos”[155], es la que desea decir cómo educar a los hijos sexualmente. Recuerde este tipo de datos cuando le quieran hacer creer que la educación sexual que buscan imponer se hace con buenas intenciones.

Otra personalidad relevante es el escritor homosexual Fernando Vallejo, quien, durante la conferencia “Los crímenes del Cristianismo” dictada en el Teatro Heredia de Cartagena (Colombia) en 2009, esbozó las siguientes palabras: “La palabra pederastia es de un significado amplio que hay que precisar.  Pederastia es tener relaciones sexuales con niños, pero hay que entender primero qué es un niño. ¿Un niño es uno de 5 años o uno de 13?  Uno de 13 no es un niño y uno de 12 está dejando de ser niño y puede tener relaciones sexuales con personas mayores, si les da la gana”. Al año siguiente, durante la presentación en la Casa de América de Madrid de su novela Mi hermano el alcalde, afirmó que “La pederastia es inocente siempre y cuando no vaya destinada a la reproducción, en cuyo caso es el crimen máximo, y siempre y cuando no medie la violencia física y la coacción moral”.

Vallejo, quien afirmaría que “Es pura hipocresía lo del matrimonio homosexual. De lo que se trata es de eliminar el heterosexual y de paso la familia”[156], es muy conocido por sus críticas hacia la religión católica, además de su férrea defensa de los animales y firme opositor de la ingesta de carne. Sin embargo, en lo que respecta a los lamentables eventos de pederastia suscitados en el seno de la iglesia por parte de diversos curas, Vallejo los defiende hablando de la hipocresía de una sociedad inmoral. En una entrevista con motivo de su libro El don de la vida el señor Vallejo afirmó que “La pederastia no es un crimen. Es una tontería. Que un cura masturbe a un muchachito, ¿qué importancia tiene? El muchachito se irá a masturbar en su casa”[157]. En defensa de la pederastia, en la mencionada entrevista afirma que esta sociedad educada por la iglesia es una sociedad de reprimidos sexuales. Más adelante, afirma lo siguiente: “¿Qué es un niño, y qué es abusar? Porque si tenemos por niño a uno de 14 años, eso no es un niño. Al honor, ya es una fiera sexual. Es un impúber o un adolescente”[158]. (Ha afirmado algo similar en otra ocasión, cuando anotó que “¿Qué es un niño y qué es abusar? Porque si hablamos de un muchachito de 14 años a lo mejor ya no es un niño, a lo mejor es una fiera sexual”[159]). El entrevistador le señala a Vallejo que no está teniendo en cuenta que quizá el niño no comprende lo que ocurre o bien no quiere tener ese contacto sexual. Vallejo responde: “¿Y cómo sabes tú que no quería? ¿Y quién lo está abusando?”[160]. El entrevistador le responde que el niño puede posteriormente quejarse. Vallejo responde: “Ah, luego se queja porque hace parte de la histeria. Entonces, en la histeria se están considerando víctimas como si fueran héroes a los que hay que hacerles un monumento, y como sobrevivientes. Esto es hipocresía, el sexo es una cosa natural de la vida”[161]. No considero necesario responder a semejantes afirmaciones.

EL RECLAMO PEDÓFILO EN LA ACTUALIDAD

Podríamos continuar indefinidamente exponiendo los vínculos teóricos entre el reclamo pedófilo y la ideología de género; sin embargo, considero que el punto quedó establecido. ¿Cómo penetran estas ideas en la sociedad actual? ¿Qué ha hecho la ideología de género para fortalecer las asociaciones pedófilas en nuestra esfera social?

Lo cierto es que estas ideas tienen una presencia alarmante y significan un grave peligro; un peligro que se encuentra acaparado por la corrección política de turno avalada por la masa adepta a la ideología de género, bien conocida por su complejo de superioridad moral. Como bien hemos explicitado, el grueso de los integrantes de los movimientos de liberación femenino y homosexual no avalan las reivindicaciones de la pedofilia. Sin embargo, no solamente son funcionales a un movimiento que sí lo avala, sino que, además, dado su desconocimiento debido a la falta de lectura de sus propios intelectuales, al mismo tiempo niegan que exista tal vínculo y se alarman cuando citamos a sus amados Michel Foucault o Simone de Beauvoir, acusándonos de farsantes y mentirosos. Y esto es extremadamente grave: feministas, homosexualistas y LGBT están mucho más preocupados por defender religiosamente a sus sacrosantos intelectuales que en repudiar y denunciar la intromisión de la reivindicación de la pedofilia en su movimiento. Esto es un omnipresente obstáculo que permite a los liberadores pedófilos trabajar bajo el generoso amparo políticamente correcto de los integrantes de los movimientos femenino, homosexual y LGBT, quienes, al defenderse de esa forma tan prepotente, ofrecen indirectamente y de forma inconsciente su apoyo a estos grupos.

Cabe destacar que la NAMBLA y gran parte de los frentes de liberación pedófilos surgidos al calor de los reclamos que se iniciaron en la Francia de la década del 70 hoy todavía permanecen vigentes y activos; y para desgracia de todos nosotros, han logrado algunos avances altamente preocupantes. Uno de los frentes de liberación que (aunque existente desde 1950) obtuvo fuerte impulso en la década del 70 y ha hecho estragos en la actualidad es el que originalmente recibía el nombre de Enclave Kring, y fue la primera asociación pedófila, fundada por el célebre activista de los derechos de homosexuales Frits Bernard (que escribiría en 1972 el libro Sex met kinderen, en español Sexo con niños), quien durante toda su vida defendió arduamente la causa pedófila. Este movimiento, que dio puntapié inicial al activismo pedófilo en los Países Bajos, culminó en una preocupante política llevada a cabo en Holanda nada más ni nada menos que en el año 2006. En dicho año, se presentó elPartido del Amor Fraterno, de la Libertad y de la Diversidad (nótese el uso de la palabra “diversidad”, tan emblemática para la ideología de género) que impulsaba la legalización de las relaciones sexuales con menores de hasta 12 años, con posibilidad de mantener relaciones sexuales con niños de menor edad que los 12 años si mediase el consentimiento de sus padres. También buscaba legalizar la posesión de pornografía infantil. Este partido, por supuesto, reivindicaba los avances de Holanda en materia de aborto libre, eutanasia, matrimonio homosexual, legalización de las drogas (es decir, hablamos de un progresismo obsesivamente liberal adepto a la ideología de género). Buscaban además que la pornografía fuera material de libre circulación por cualquier medio de comunicación, sin censura alguna salvo que se muestre violencia[162].

Los ciudadanos holandeses, con comprensible y absoluta justificación, buscaron la ilegalidad de dicho partido político, pero un tribunal de justicia consideró que no incurrían en delito alguno y el partido fue completamente legalizado. Fue así que su activismo político tomó impulso en Holanda, avalado por las autoridades progresistas del país. Para tranquilidad del lector, el partido careció casi absolutamente de apoyo popular y cuatro años después debió disolverse; según sus integrantes, a la espera de que la sociedad “madure”. En su despedida transmitieron el siguiente mensaje: “Cuando hace 30 años alguien se atrevió a proponer el aborto libre, la eutanasia o el matrimonio homosexual la sociedad holandesa se escandalizó. Hoy acepta todas esas prácticas como lo más natural del mundo. Confiamos que algo parecido ocurrirá con las ideas que hoy propone PNVD”[163], donde PNVD son las siglas que representan el partido.

Sin embargo, pese a la falta de apoyo, el precedente fue sentado. Dos años más tarde de la disolución de este partido los sexólogos holandeses Erik Van Beek y Rik van Lunsen, del Hospital Universitario de Amsterdam, reoxigenarían el debate que se había finalizado en 2010 abogando en los medios de comunicación por la legalización de la pornografía infantil. Curiosamente, bajo el mismo argumento por el que se busca legalizar el aborto y legalizar el consumo de drogas: dichos actos ocurren y seguirán ocurriendo, con lo cual el Estado debe legalizarlos para poder controlarlos y regularlos. Argumentaban que “si se produce pornografía infantil virtual bajo el control estricto del gobierno, con una especie de sello que muestre con claridad que ningún niño ha sufrido abusos, se podrá ofrecer a los pederastas una forma de regular sus pulsiones sexuales”[164].

Esta penetración del reclamo pedófilo en el debate social holandés ha generado diversas polémicas, entre las cuales destaca la legalización de la asociación Martijn por parte una corte de apelaciones holandesa que revirtió un fallo de primera instancia que ilegalizaba la mencionada asociación. Martijn fue hasta el 2014 la segunda asociación pedófila más grande y trascendente después de la omnipresente NAMBLA, y su fundador es el abiertamente pedófilo Martijn Uittenbogaard (quien, de hecho, era el presidente del partido político pedófilo previamente analizado y hoy continúa con su activismo pedófilo a través de las redes sociales), quien apeló a la decisión de primera instancia obteniendo la legalización de su asociación por parte del juzgado holandés[165]. Por fortuna, al ser una asociación holandesa, un año después de su legalización fue ilegalizada por el Tribunal Supremo de los Países Bajos, dándole un duro y merecido golpe al movimiento pedófilo.

Un episodio similar ocurrió en Suecia, otro país completamente acaparado por la ideología de género. Las juventudes liberales del país buscaban no solamente legalizar la necrofilia (es decir, el sexo con cadáveres) y el incesto, sino que este último podía estar habilitado hasta los 15 años de edad[166]. La principal promotora de esta iniciativa liberal es la activista feminista Cecilia Johnson, presidenta de LUF en Estocolmo, quien fue mencionada y criticada por Nicolás Márquez en El Libro Negro de la Nueva Izquierda y ella publicó una imagen en Instagram burlándose de aquella situación[167]. Quizá era lo menos que podía hacer, a sabiendas de que el mundo hispanohablante tomaba conciencia de sus inmorales y perversas políticas.

Yéndonos hacia Alemania, el progresista Partido Verde en 2013 fue forzado a abrir una investigación entre sus miembros tras una denuncia efectuada desde el semanario Die Spiegel, dado que en sus orígenes uno de sus sectores actuó como brazo parlamentario del movimiento pedófilo. En efecto, en 1985 el Congreso del partido aprobó un documento que ponderaba la sexualidad no violenta entre adultos y niños[168].

Este avance es preocupante. Por ahora el mismo carece de apoyo popular, pero, como ya vimos, está comenzando a generar estragos. La legalización del partido político de Holanda es solamente el principio. Un caso que trascendió en la prensa fue el pronunciamiento de la Corte Suprema de Apelación de Italia, que tomando el caso de un hombre de 60 años que había mantenido relaciones sexuales con una niña de 11 años, benefició al pederasta bajo el argumento de que la niña había consentido la relación y estaba enamorada del hombre. Un caso idéntico ocurrió en Francia a fines de abril de 2017[169], donde un tribunal suspendió los cargos de violación a un hombre de 28 años que mantuvo relaciones sexuales con una niña de once años, alegando consentimiento y ausencia de violencia. Incluso en Argentina tenemos el infortunio de contar con un caso análogo, en el que una maestra particular pedófila tuvo relaciones sexuales con un alumno de 14 años, generando como producto de esta violación que la misma quedase embarazada[170]. La Justicia declaró inocente a esta pederasta alegando la presunta madurez del menor y enfatizando en el consentimiento que habría existido para tal acto por parte del mismo. Tenemos un caso análogo ocurrido en Finlandia, de un adulto musulmán de nombre Juusuf Muhamed Abbudin que mantuvo una relación sexual con una niña de 10 años, y la Corte Suprema de Finlandia, en una apelación a su condena le concedió la libertad alegando que el sexo con niños no es un abuso sexual si el mismo obedece a costumbres de distintas culturas (esto se obtiene al militar en favor del eufemísticamente llamado multiculturalismo), ante el hecho de que no existían pruebas de que haya existido violencia en el acto sexual cometido[171] Pero en lo que respecta a este tipo de eventos, destaca el de la juez feminista española Manuela Carmena, quien redujo la condena de un pederasta de 25 a 8 años de prisión alegando ausencia de violencia[172]. Se trataba de un pederasta que había abusado sexualmente de forma reiterada a dos niñas menores de edad que eran amigas cercanas a su hija, una de las cuales fue penetrada analmente. Una de ellas fue abusada en cuatro ocasiones estando en la casa de su amiga, hija del pederasta, y sufrió abusos que incluyeron la introducción de dedos en el ano hasta la penetración vaginal. La otra fue invadida por las manos de este sujeto en su zona genital y sus senos bajo la excusa de un masaje. Y nuestra juez, que es una feminista muy activa, consideró que estos actos no constituían violencia alguna y rechazó el pedido del fiscal de que la pena fueran 25 años, reduciendo la condena a solamente 8 años.

En el Reino Unido ha trascendido el caso de la activista por los derechos reproductivos Barbara Hewson, quien ha introducido el reclamo por reducir la edad de consentimiento sexual a 13 años, además de haber calificado de dañados cerebralmente a diversas campañas que se oponen al movimiento pedófilo[173]. Otro escándalo que trascendió en la prensa fue el descubrimiento de que la famosa asociación internacional ILGA (International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans and Intersex Association), que reúne centenares de grupos LGBT y es una firme promotora de la ideología de género y de la petición de privilegios para los grupos que dice representar, integraba entre sus adherentes a diversos grupos pedófilos, con una fuerte presencia de la ya mencionada muchas veces NAMBLA. Esto provocó que en el año 1994 ILGA perdiese el estatus consultivo del Consejo Económico Social de la ONU (ECOSOC) por iniciativa de los Estados Unidos[174]. Por supuesto, dicha problemática fue tan criticada y escandalosa que ILGA se vio en la necesidad de salvar las apariencias y postergar (al menos oficialmente) su apoyo a las asociaciones pedófilas, que llevaba ejerciendo hacía 16 años desde su fundación el 8 de agosto de 1978. Como consecuencia, decidió expulsar a la NAMBLA y a otras asociaciones pedófilas como Project Truth y Martijn, que habían sido miembros activos de ILGA durante muchos años.

En definitiva, por razones exclusivamente de conveniencia política, ILGA retiró su apoyo a estas asociaciones, y no porque moralmente se oponga a ellas. Por supuesto, ha expedido en numerosas ocasiones comunicados donde se posiciona de forma tajante en contra de los grupos pedófilos, pero esto no es más que pura hipocresía. ILGA se dio cuenta de que no habían avanzado suficiente en su cruzada de madurez liberal como para incluir entre sus reclamos al reclamo pedófilo, y decidieron en consecuencia separarse momentáneamente de dicho reclamo. La prueba de esto está en un mail que se hizo público, enviado por un miembro de NAMBLA (Roy Radow) al secretario de ILGA con motivo de la expulsión de los grupos pedófilos de ILGA[175]. En él, Roy Radow expone la hipocresía de ILGA cuando ésta afirma jamás haber apoyado los grupos pedófilos, y les hace un interesante sumario de las veces que se ha pronunciado en favor del reclamo pedófilo. Ese mail es una de las cosas que más pesan sobre ILGA en materia de archivos.

Demás está decir que estos escándalos en el seno de ILGA no han cesado desde 1994. A modo de ejemplo, el 18 de mayo de 2006 el Comité para las ONG’s del ECOSOC recomendó no otorgar estatus consultivo a dos asociaciones ligadas a la ILGA por integrar grupos pedófilos[176]. Nada de esto debería sorprendernos: al igual que el partido pedófilo holandés, que se retiró estratégicamente porque la sociedad no era, a su juicio, lo suficientemente madura, ILGA está perfectamente dispuesta a reintegrar a los grupos pedófilos si el movimiento de liberación que estos promueven logra penetrar más en la esfera social.

Hemos llegado al punto en que las reivindicaciones de la pedofilia, siempre en nombre de la liberación sexual infantil y los derechos del niño, buscan penetrar en la esfera política por medio de representantes de la diversidad, la tolerancia y el multiculturalismo. Tal es el caso de un chileno bajo el nombre de Jaime Couso, investigador de derecho penal y activista por los derechos del niño. Existe un paper a su nombre de título La sexualidad de los menores de edad ante el Derecho penal, que data del año 2009, donde (como estamos a punto de ver) Jaime Couso aboga por la derogación de las leyes de consentimiento sexual, reivindica los derechos del niño a consentir una relación sexual, relativiza el daño que sufren los niños al mantener contacto sexual con los adultos y denuncia los prejuicios que se tiene para con los pedófilos. Y una interesante observación acerca de dicho paper, la cual a estas alturas no sorprenderá a nadie, es la insistente utilización de la jerga feminista (sociedadpatriarcal, opresión de la mujer bajo los enlaces matrimoniales, crítica a la familia, concepción de la privación de las relaciones pedófilas como método funcional al poder del padre de familia, etc.) y una entusiasta recuperación de los argumentos de Judith Butler a los cuales Couso tan entusiastamente cita explícitamente, además de sustentarse fuertemente en el pseudocientífico psicoanálisis. Veamos qué tiene que decir este estudioso de los derechos del niño en relación a la temática que nos ocupa.

Couso denuncia que “La ley penal castiga, en diversas hipótesis, las relaciones sexuales con personas menores de edad, incluso en casos en que ellos han prestado su consentimiento para tales relaciones. En el pasado, el castigo penal de tales relaciones parece haber servido más bien a la protección de la moral de la época y del poder monopólico del padre de familia para decidir sobre la sexualidad de sus hijos de una forma eficiente para los intereses de la familia que encabezaba (sobre todo, para promover alianzas matrimoniales convenientes). En las leyes penales actuales, todavía puede apreciarse la atención a los intereses familiares cuya protección se encomienda al padre (o a ambos padres), si bien junto a la protección de los intereses del menor de edad, todo ello bajo el tópico de la ‘incapacidad de consentimiento sexual’. Este tratamiento en buena medida se ve desafiado por la concepción -que ha ganado terreno en la teoría legal- de los niños y adolescentes como sujetos autónomos, titulares de derechos y libertades fundamentales”[177]. Vemos aquí el omnipresente dogma feminista de la familia como institución patriarcal de opresión y represión sexual.

El primer apartado no introductorio del paper, bajo el nombre de Orígenes históricos del control penal de la sexualidad de los menores de edad. Poder patriarcal, estereotipos de género y normalización, teoriza la prohibición de las relaciones sexuales pedófilas como originalmente erigida “como una forma de reforzar el poder que la ley entregó al padre para controlar el matrimonio y la sexualidad de sus hijas casaderas”[178]. En cuanto a las actuales legislaciones en torno a la temática, Couso las denuncia como un “control normalizador de la sexualidad infantil”[179]. Según él, “Muchas de las legislaciones prescinden de la exigencia de diferencia de edad […] o fijan una diferencia demasiado reducida (dos años); mientras otras, habiendo fijado la edad de consentimiento sexual bastante alto (16 ó 18 años), prescinden de la exigencia de abuso de autoridad del autor o de la dependencia de la víctima, presumiendo el abuso por el mero hecho de la diferencia de edad. Con ello, en muchos casos terminan castigando, no el abuso, sino la desobediencia a los padres, sobre todo cuando tuvo como consecuencia el embarazo de la mujer”[180]. Un argumento que ya hemos leído en Alfred Kinsey y Judith Butler, bajo ligeras variaciones.

Para Couso, “no se puede prohibir lo que no daña a otros”[181], axioma que ha servido “para derogar la prohibición penal de comportamientos sexuales que no dañan a otro, por más que choquen con las preferencias culturales de la mayoría”[182]. Así las cosas, “sólo se puede castigar una conducta dañina, que, además, consista precisamente en el daño que la ley estaba destinada a evitar”[183]. Porque, como usted ya habrá notado, Couso no considera que toda relación sexual entre niños y adultos sea necesariamente dañina.

Continúa: “La transformación del mapa cultural de la sexualidad en occidente, desde un modelo reproductivo y patriarcal –que consideraba la sexualidad con menores de edad como una inmoralidad y un atentado al honor y a las prerrogativas del padre de familia- a uno no reproductivo, centrado en la realización del deseo sexual y la búsqueda de la felicidad personal, sienta las bases para redefinir la regulación legal de la sexualidad en general, y también la de los menores de edad, (exclusivamente) a partir del principio del daño: la sexualidad es un campo de realización personal, que no debe estar sujeto al control de los demás, salvo que de ello se derive un daño para terceros, o para ellos mismos”[184]. Explica, bajo esta perspectiva, que “antes de analizar en qué medida, bajo un modelo cultural de sexualidad centrado en la realización personal, los niños y menores de edad deberían ser protegidos de expresiones y contactos sexuales que otros consideren dañinas para ellos mismos, es necesario preguntarse primero si acaso, y bajo qué condiciones, las expresiones de la sexualidad de los niños y adolescentes podrían ser dañinas para ellos”[185]. ¿Acaso tenemos dudas acerca de la respuesta a la pregunta que Couso nos invita a realizarnos? Dado que aquí no lo explicita, podemos darle el beneficio de la duda y responder con un criterio efectivo: cualquier contacto sexual de un niño con un adulto es dañino para el niño. No hay necesidad de relativizar esta cuestión perfectamente avalada por la psicología infantil (por más de que Couso relativiza insistentemente este dato).

Y, en este sentido, miente al afirmar que “si bien en la práctica diagnóstica es frecuente la elaboración y aplicación de inventarios de conductas sexuales consideradas normales y anormales a cada edad (empleados, a veces, para el diagnóstico sintomático de episodios de abuso), la pretensión de que las conductas incluidas en esos inventarios (como ‘tocar las partes íntimas de otra persona’, aún en contextos en que nadie se siente incómodo con ello) constituyen conductas inapropiadas, que dañan la salud o el sano desarrollo del niño, no se basa en ninguna evidencia empírica, sino, como lo admite la directora de un extenso estudio aplicado en Oklahoma (EUA) sobre la base de tales inventarios, en puros valores morales”[186]. ¿Puros valores morales? Evidentemente tenemos excelentes valores morales. Quitemos de discusión las expresiones de sexualidad del niño que no conciernen a ningún tipo de interacción con adultos y enfoquemos nuestro análisis en la presencia de la pedofilia. Nótese la ya señalada estrategia de colocar nuestras restricciones y concepción de la sexualidad a los valores culturales y morales de la época, buscando relativizar nuestros rechazos hacia la pedofilia. Por supuesto, cabe destacar que Couso se refiere a Barbara Bonner, directora de un inventario de prohibiciones sexuales de los niños, y se inspira en la obra de la feminista Judith Levine, quien comenta una conversación que tuvo con esta mujer en torno a dicho inventario. Si leemos el libro de Judith Levine, vemos que Barbara Bonner hace una muy pésima defensa de su posición, y Couso toma ventaja de esta situación para valerse de su testimonio y pretender utilizar esto como evidencia empírica de que nuestro rechazo a estos comportamientos no está sustentado por bases científicas. Un argumento extremadamente pobre.

Afirma asimismo que nuestras “prescripciones culturales pueden encontrarse en clara contradicción con el interés de los niños en la actividad sexual”[187]. Supongo que, bajo esta lógica, nuestra prescripción cultural de educar a nuestros hijos enviándolos a la escuela podría encontrarse en contradicción con el interés del niño en quedarse en casa jugando todo el día, ¿verdad? Shulamith Firestone estaría orgullosa. Lo cierto es que los padres fungen como referencia para educar y disciplinar al niño, para enseñarle a vivir la vida, y así ha funcionado siempre en virtud de nuestro organigrama biológico evolutivo. Lamentablemente a estos grupos les disgusta tajantemente la familia, con lo cual se explica el surgimiento de estas problemáticas.

¿Cómo identificar relaciones abusivas? Por supuesto, para nosotros la respuesta es simple: cualquier relación sexual entre un adulto y un niño constituye un abuso del adulto hacia el niño. Para Couso, quien concibe la posibilidad de una relación sana, de quien debemos fiarnos es de la palabra del niño: “Para calificar un contexto como propiamente coercitivo, la percepción de los propios niños o adolescentes involucrados en contactos o expresiones sexuales, aporta una perspectiva que difícilmente puede obviarse, en la medida en que la coerción se debe definir operacionalmente por la declaración del niño o adolescente de que ese contacto o expresión se produjo bajo fuerza o intimidación”[188]. Bajo este punto de vista, “En el camino hacia la identificación de las expresiones abusivas de sexualidad infantil es posible y necesario excluir, como no abusivos, comportamientos sexuales normativos, y actitudes parentales respecto de ellos (tolerancia, apoyo, celebración, juego), cuyo contexto no expresa manipulación ni coacción. En este contexto es importante tener en cuenta que el abuso sexual no se aprecia en la consideración de un comportamiento aislado, sino en buena medida en su contexto (puede pensarse en el padre de un varón recién nacido que, en una ceremonia tribal, ruega a los dioses por la fertilidad de su primogénito besando, ante la asamblea, los genitales de su hijo; pero también podría citarse ejemplos menos exóticos en los que el contexto excluye la idea de abuso)”[189].

Añade que “en materia de sexualidad infantil, la vara para definir qué normas culturales –inspiradas en un determinado tabú- deben alcanzar el estatus de prohibición legal, debe ser el principio del daño. Un derecho que se ponga por encima de los tabúes que son conflictivos en una sociedad plural, debe entrar en el territorio del tabú a preguntarse qué hay de dañino en ello”[190]. En lo que nos concierne, tal parece que son solamente Couso y los “intelectuales” afines al movimiento pedófilo quienes todavía se preguntan qué hay de dañino en una relación sexual entre niños y adultos. Nosotros, en cambio, ya conocemos la respuesta, y por eso negamos taxativa y tajantemente ofrecer la posibilidad de que dicha actividad sea legalizada.

Y Couso nos afirmará que esto podría inclusive ser agradable para el niño: “el derecho liberal encuentra especiales dificultades para enfrentar racionalmente la cuestión del daño cuando se trata de tabúes que son ampliamente compartidos. Uno de ellos, me parece evidente, son los contactos sexuales incestuosos. Este tabú abarca, en primer lugar el incesto entre padres e hijos (menores de edad, para los efectos que aquí importan), entendiendo que se trata de relaciones cuyo significado inequívoco sea la satisfacción del deseo sexual (a lo menos) de uno de los padres, y no, en cambio, otros contactos que podrían aparecer como sexuales (y que bien pueden ser satisfactorios para el niño), pero cuyo contexto les dé otro significado desde la perspectiva parental (juego, educación, ceremonial)”[191]. Pero dará un gigantesco salto en su inmoralidad cuando afirme que “Otro tabú socialmente compartido en la mayoría de las sociedades occidentales, me parece, es el de las relaciones sexuales entre adultos y niños (pre púberes, o menores de la edad de consentimiento sexual -que puede dejar a muchos púberes asimilados a niños-), nuevamente pensando en aquellas que (a lo menos) para el adulto tienen inequívocamente el significado de satisfacer su propio deseo sexual. En ambos casos, pienso en contactos sexuales ‘deseados’ por el niño (y adolescente, en caso del incesto), es decir, aquellos en que la idea de la coerción no explica (o no explica bien) el involucramiento del niño en tales contactos”[192]. Tan solo detenga su lectura para leer cuidadosamente ese fragmento. Couso reafirma que hablamos aquí de un adulto que busca satisfacerse sexualmente a expensas de un niño, pero asegura no poder figurarse una situación bajo ese paradigma que se rija bajo un contexto de abuso; bajo el pretexto de que no podría explicarse el involucramiento del niño en semejante contacto. ¿O sea que podemos presumir que un pederasta invitará amablemente a un niño elegir si desea o no ser abusado? No digo que eso no pueda ocurrir, simplemente pareciera que Couso asegura que es lo que indefectiblemente ocurrirá, pues de lo contrario una manera perfectamente coherente de que un niño se vea involucrado en dicha situación es si dicho involucramiento fue forzado coactivamente. Considero que no es necesaria mucha imaginación para esto. Aún así, por más de que haya sido consentido, nuevamente, eso no cambia que sea un abuso (partiendo del hecho del estado de ventaja y superioridad del adulto inherente a su condición como tal sobre el niño).

Pero no: para Couso, “se racionaliza a través de la apelación a categorías de abuso, manipulación o instrumentalización, bajo la imagen de un adulto (o un hermano mayor, en su caso) que utiliza al niño como objeto de satisfacción propia, a través de una experiencia que para el niño no trae sino confusión, vergüenza, estigmatización y dolor, todo lo cual parece ser cierto, incluso si ello se debe en buena medida  (¿principalmente?) al efecto iatrogénico de las reacciones sociales que provoca la violación del tabú”[193]. Nuevamente, se culpa a la sociedad del daño producido a los niños abusados por nuestra reacción violenta. Pero se niega insistentemente el potencial peligro del abuso en sí.

Reivindicará a Judith Butler afirmando que “como Butler lo destaca con claridad, no todo incesto es abuso (o ‘violación’), pues ‘puede haber ocasiones en que no lo es… creo que probablemente hay formas de incesto que no son necesariamente traumáticas o que obtienen su carácter traumático de la conciencia de vergüenza social que producen’, y no de una situación de explotación traumática del amor y del deseo del niño. Una de esas formas no necesariamente traumáticas es el incesto entre hermana y hermano (considerado idílico en la literatura del siglo XVIII), aunque también es imaginable que en la misma situación se encuentran casos de incesto del padrastro con la hijastra adolescente suficientemente madura –cuando ello excluye la hipótesis de un abuso de dependencia-)”[194]. Señor Couso: si excluimos la hipótesis de un abuso, automáticamente excluimos la posibilidad de una interacción sexual entre el padrastro y su hijastra adolescente.

Afirmará (aquí “ESE” significa Early Sexual Experiences, que podemos traducir como experiencias sexuales tempranas) que “las ESE de niños con adultos no tienen un efecto negativo directo en su desarrollo sexual y bienestar general futuro, sino que sólo lo tienen en ciertos casos, dependiendo de factores intervinientes adicionales, que indirectamente pueden derivar de esa experiencia temprana, pero que sobre todo se desarrollan en el ambiente en que se desenvolverá el niño a lo largo de su vida. Por ello, el carácter dañino de estas relaciones no puede evaluarse a partir de un evento puntual (la precocidad del encuentro sexual), sino de las trayectorias sexuales y de vida que sigue un niño a partir de esa experiencia precoz”[195]. En contraste, según denuncia Couso, “en muchas legislaciones se prohíbe y penaliza el sexo entre adultos y adolescentes, con independencia de todo análisis acerca de la existencia de daño”[196]. Supongo entonces que, si alguien intenta asesinarme disparándome y su disparo falla, dejándome completamente ileso, entonces no puedo denunciar a esa persona dado que no me hizo ningún daño.

En este orden de cosas, “las experiencias sexuales de adolescentes con adultos, incluso si son muy precoces, por ejemplo, alrededor de los 12 años, no tienen, tal como se indicó respecto de los niños, un efecto negativo directo en su desarrollo sexual y bienestar general futuro, sino que sólo dependiendo de factores los intervinientes”[197].

Insiste en culpar a la sociedad por los daños que recibe el niño: “Pese a la dificultad que el Derecho, como producción cultural que es, encuentra para tomar distancia crítica de los tabúes más extensamente compartidos en nuestra cultura, se impone, desde el principio del daño que inspira al Derecho liberal, un escrutinio, que identifique qué infracciones del tabú expresan realmente una explotación traumática del deseo del niño, y cuáles, en cambio, son traumáticas sólo como consecuencia de la estigmatización de formas del amor ‘desviadas’, que no es legítimo perseguir por ello”[198]. Insistirá, a su vez, en que “el hecho de que un comportamiento sexual esté asociado estadísticamente a ciertos daños o indirectamente pueda producirlos, todavía no es razón suficiente para prohibirlos”[199]. A su vez, insiste en que las relaciones sexuales con niños no son dañinas: “un sistema imputación de responsabilidad penal liberal debe respetar el principio de que sólo se prohíba y castigue como delito un acto que cause directamente el daño que la ley se propone prevenir. Ese principio no se respeta si se castiga la relación sexual, en sí no dañina, para prevenir efectos indirectos que se pueden derivar de ella”[200].

Bajo el estandarte de los derechos del niño y su liberación sexual, se opondrá a la edad de consentimiento afirmando que “el establecimiento de una edad de consentimiento sexual, sobre todo si no va acompañado de la fijación de una diferencia de edad mínima para perseguir penalmente las relaciones sexuales, implica establecer una prohibición de ejercicio de la sexualidad”[201], añadiendo que “el establecimiento de una edad de consentimiento sexual, que va de la mano con la idea de “incapacidad de consentir”, es contrario a la tendencia a reconocer competencia a los niños, sobre todo a partir de la adolescencia (12-14 años), para tomar decisiones relevantes en materias vinculadas con sus derechos de privacidad”[202]. En lo que refiere al incesto, “los contactos sexuales superficiales y ocasionales que responden a curiosidad del niño, juego o rituales significativos para una cultura local, aún cuando tengan significación sexual para el niño, si no responden al esquema de la explotación del deseo del niño para la satisfacción sexual del padre o madre, no deberían considerarse incesto”[203].

¿Y es que puede, bajo esta perspectiva, considerarse una persona como favorecedora de los derechos del niño? La respuesta es claramente negativa. Así como el feminismo, lejos de interesarse por la mujer como afirma en sus engaños, persigue obsesivamente una agenda política, lo mismo podemos decir de estos “activistas de los derechos del niño” que pretenden abrir las puertas a la pedofilia. Couso, sin ir más lejos, pretende suavizar los procesos contra pederastas abriéndoles la puerta a una condena favorable a ellos mediante la relativización del daño ejercido a los niños al abusarlos sexualmente (insistimos aquí en que no existe tal cosa como una relación sexual no abusiva con un niño). En efecto, “La minoría de cierta edad (12 años) combinada con una diferencia de edad entre los sujetos involucrados sexualmente (4 ó 6 años) podría llegar a considerarse como una presunción refutable de abuso, si es necesaria para optimizar la protección y sortear problemas probatorios, siempre que se deje la posibilidad a los intervinientes de demostrar que no hubo abuso (en el sentido de aprovechamiento de una situación concreta o estructural de coerción) sino una expresión de sexualidad autónoma”[204].

Este avance poco a poco comenzó a incursionar en la temática de las patologías, que correctamente incluyen en los trastornos a la pedofilia. Sorprendentemente, el debate llegó nada más ni nada menos que al parlamento canadiense: el Standing Committee on Justice and Human Rights de Canadá, que fungiría como el principal comité de derechos humanos en el país, sesionó el 14 de febrero de 2011 un debate acerca de un proyecto de ley sobre delitos sexuales contra los niños. Consiste en la reunión número 48 del 40th Parlament, tercera sesión. Allí fueron invitados psicólogos canadienses como el Dr. Vernon Quinsey (profesor emérito de psicología en la Queen’s University) y el Dr. Hubert Van Gijseghem (psicólogo y profesor retirado de la Universidad de Montreal), donde afirmaron que la pedofilia es una mera orientación sexual más, comparable a la heterosexualidad o la homosexualidad. Si usted lo desea, puede descargar y leer la sesión completa[205].

Otro preocupante efecto de este avance concierne a la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), que en la edición de 2013 de su “Manual diagnóstico y estadísticos de trastornos mentales” (DSM) despatologizó a la pedofilia. En octubre de 2013 la misma fue desclasificada como trastorno y fue incluida como una simple orientación sexual más. Este cambio fue celebrado por numerosos grupos pro pedofilia, como es el caso del B4U-UCT, organización creada en 2003 “principalmente como una forma para que ‘personas atraídas por menores’ sean abiertas sobre sus preferencias sexuales en una atmósfera de apoyo”[206]. La filóloga Alicia V. Rubio comentaba acertadamente esta situación bajo los siguientes términos: “Un agresor sexual condenado que dirige otra de estas asociaciones afirmaba que las actitudes negativas de la sociedad hacia personas atraídas por menores no podían afectar a la elaboración de políticas y la salud mental. Para tranquilidad del lector, la APA ha dado marcha atrás, de momento, en su clasificación de la pedofilia como orientación sexual a la vista del escándalo que se produjo. Por lo visto, aún no estaba la sociedad suficientemente manipulada para que se admitiera esta opción. Sin embargo, se evidencia que este tipo de aberraciones pasan de enfermedad a opción dependiendo de las presiones sociales que recibe el organismo citado. Es decir, que no hay nada que frene la pederastia salvo la opinión pública… que ya hemos visto lo fácil que es de manipular y a la que habrá que ‘convencer’ convenientemente”[207].

No es la primera vez que la APA intenta dar un paso adelante en favor de la causa pedófila. El Psychological Bulletin publicado por la APA ya había publicado anteriormente un estudio que ponía en tela de juicio la creencia de que el sexo con niños provocaba efectos negativos en los mismos[208]. Si bien esto no es necesariamente algo inmoral (la ciencia y los datos objetivos no tienen por qué estar supeditados a la corrección política, tal y como desea hoy en día el lobby de género), sí en cambio resulta sospechoso que una asociación tan sujeta a las presiones del lobby de género haya tomado esos caminos, más aún si tenemos en cuenta que dicho estudio puede refutarse sencillamente con arreglo a nuestros conocimientos actuales sobre psicología infantil.

En Argentina, sin ir más lejos, destaca el caso del activista por los derechos de la mujer Jorge Corsi, investigador sobre la violencia intrafamiliar, además de haber integrado una comisión para elaborar un proyecto de ley sobre violencia de género. El psicólogo afirmaba que “en el ámbito clínico, personas mayores cuentan que ciertos o ciertas adolescentes requieren una sexualidad más activa por parte de estas personas. Por otra parte, hay una especie de satanización absoluta de la sexualidad adolescente diferente de las pautas consideradas normales por la sociedad”[209]. En el año 2008 fue detenido por liderar e integrar una red de pedófilos que captaban niños a base de regalos y engaños en los barrios de Recoleta y Barrio Norte[210].

Abandonando el ámbito de las patologías, debe señalarse que a día de hoy el movimiento pedófilo ha obtenido un triunfo cultural. En efecto, el movimiento pedófilo estadounidense declaró el 23 de junio como el Día internacional del amor a los niños, y a día de hoy los movimientos pedófilos de todo el mundo celebran el orgullo pedófilo cada 23 de junio. De esta forma, buscan penetrar en la mentalidad pública e ir rompiendo poco a poco con nuestro rechazo absoluto hacia las relaciones sexuales pedófilas.

Precisamente en el año 2017 el movimiento pedófilo logró un muy preocupante avance: se publicó una película bajo el nombre de Call me by your name que, bajo el pretexto de visibilizar la homosexualidad (como si nos hiciera falta seguir visibilizando algo que inunda nuestros medios de comunicación de forma permanente y logra entrar a las aulas de las escuelas y universidades recurrente e insistentemente), nos presenta la historia pedófila entre un adulto de 24 años y un menor de 17 años. Por supuesto, los correctos políticos de turno han salido a defender furiosamente este largometraje bajo el pretexto de que el mismo no puede razonablemente tomarse como la historia de una relación abusiva; aludiendo a que la diferencia de edad no es tan considerable, y que a los 17 años un menor podría tener su madurez desarrollada para consentir una relación sexual. Sin embargo, basta solamente con observar todo lo que hemos ido exponiendo para notar la estrategia: se juega con el límite (17 y 24 años, bastante cerca de no considerarse pedófilo), con el objetivo de que el lobby LGBT tenga material argumental para defender el largometraje. ¿Leeríamos las mismas defensas si la película se tratase de un niño de 8 años con un adulto de 60 años? Por supuesto que no. Por eso se comienza a jugar con el límite, para ir avanzando gradualmente, e ir penetrando en la opinión pública con el objetivo de “romper el tabú”. Lamentablemente hemos caído en la trampa: la película fue nominada al Óscar y obtuvo el premio Óscar a mejor guion adaptado.

Se podría responder a estos argumentos diciendo que no resulta lícito calificar de inmoral este largometraje audiovisual simplemente por mostrar una actividad inmoral en la vida real. En efecto, si tal fuera el caso entonces deberíamos asimismo oponernos a películas como 300, sobre la historia de la batalla de las Termópilas desde el punto de vista espartano, dado que la misma muestra asesinatos, violencia y abusos sexuales. Al tratarse de ficción, no habría realmente un daño causado. Por supuesto, tenemos la suficiente madurez como para razonar que la película 300 no promueve ningún tipo de abuso.

El problema con este argumento es que se trata de una falacia de falsa analogía, en tanto la película 300 es una película política y culturalmente neutral, que no es funcional a ninguna agenda política ni movimiento social. No es una película que se haya erigido en función de un movimiento que pretende revolucionar la cultura, o al menos no en lo que respecta a los abusos sexuales y la violencia explícita que allí se exhibe. No ocurre lo mismo con Call me by your name, donde el verdadero problema es el mensaje que se intenta transmitir con la película. Está más que claro que la misma responde a una agenda política del progresismo y la ideología de género, con lo cual esa película busca generar cambios en la mentalidad de la gente. ¿Existe algo inmoral en la homosexualidad? Va de suyo que no. ¿Existe algo inmoral en la pederastia? Por supuesto que sí, y si esta película busca visibilizar un amor imposible (en toda la película los personajes son mostrados como las pobres víctimas incomprendidas de la sociedad) y hacernos enternecer e identificar con el personaje, para despertarnos empatía y simpatía por la pareja (una pareja, debe insistirse, pedófila) entonces es perfectamente visible que dentro de la causa homosexualista detrás de esta película se encuentra también la causa de liberación sexual infantil. Y aquí recae la perversa inmoralidad detrás de este largometraje: en el uso político que se le está dando en favor del reclamo pedófilo. Sin mencionar que, si ocurriese en la vida real, el mayor de 24 años debería ser castigado con todo el peso de la ley por pederasta.

No hace falta ser muy inteligente para presumir que quienes hicieron la película eran perfectamente conscientes de que serían criticados por la edad que le pusieron al integrante de menor edad en la relación. Cualquiera sabría perfectamente que eso generaría polémica. Si no estuviesen interesados en despertar esa polémica, se habrían ahorrado los problemas simplemente dándole un año más de edad al adolescente. Por consiguiente, está más que claro que la polémica buscaba ser despertada. ¿Por qué razón buscaba ser despertada la polémica? A la luz de los textos que hemos analizado y del hecho de que esta película es funcional a la agenda homosexualista, no es difícil inferir que esto está motivado en favor del reclamo pedófilo.

Y, siguiendo con la temática de los galardones hacia material que favorece el movimiento pedófilo, el premio Los Angeles Times Book Prize, así como el reconocimiento por parte de SIECUS (Sexuality Information and Education Council of the United States) como uno de los más influyentes libros sobre sexualidad en la historia, se le fue otorgado al libro Harmful to minors: The perils of protecting children from sex, escrito por la activista feminista Judith Levine, donde escribe en defensa de la sexualidad del niño. En dicho libro encontramos pasajes como el que sigue: “Los pedófilos generalmente no son violentos, a menos que use el término violencia sexual contra los niños de una manera moral, en lugar de literal. Sus perpetradores rara vez usan la fuerza o causan lesiones físicas en un niño. […] Rebajándose al nivel de madurez de los niños en lugar de tratar de arrastrar al niño hacia un nivel adulto, muchos hombres que tienen relaciones sexuales con niños tienden a besarse, masturbarse mutuamente o tener encuentros ‘sin manos’ como el voyeurismo y el exhibicionismo”[211]. Esto, para Levine, no parece ser nada inmoral. Más aún, denuncia que nuestra reticencia a las relaciones sexuales entre niños y adultos (concretamente, a través del establecimiento de la edad de consentimiento) constituyen, como no podía ser de otra manera, una manera de oprimir a los niños mediante el control de su sexualidad: “otra jerarquía de poder confirmada por la ley de la edad de consentimiento es la edad en la familia. Al derogar categóricamente el derecho de consentimiento de un menor, la ley otorga a los adultos el control de su sexualidad”[212]. Afirma, además, que “Las soluciones legales no ofrecen satisfacción emocional (que de todos modos no debería ser el rol de la ley) ni arreglan una mala situación. A comienzos del siglo XX, ‘la ley de consentimiento previo y el sistema judicial juvenil simplemente perpetuaron el estigma y apoyaron el castigo de las mujeres de la clase trabajadora que se dedicaban a una conducta sexual poco ortodoxa’, escribió Odem. Hacia el final del siglo, esto sigue siendo cierto, con el estímulo adicional de que las leyes castigan el comportamiento poco ortodoxo de los niños también, si son homosexuales. Pero la ley también perpetúa un estigma en el comportamiento que no es particularmente heterodoxo: la relación ‘intergeneracional’”[213].

Esta problemática, a su vez, ha comenzado a penetrar bajo la idiosincrasia influencer. A sabiendas de que actualmente redes sociales como Twitter o YouTube son plataformas idóneas para la proliferación de ideas, estos grupos pedófilos han comenzado a erigirse como personajes youtubers o similares para llegar a más gente y compartir sus reivindicaciones de la pedofilia. Como perfectamente expuso Blaire White, una personalidad youtuber que es la pesadilla de los progresistas (se trata de una persona trans que es conservadora, desdeña la ideología de género, se opone rotundamente al lobby LGBT y es firmemente antifeminista), estos canales comienzan erigiéndose como influencers y cimentando su supremacía moral en base al discurso de la ideología de género. Comienzan a mostrarse y a hacerse conocidos mediante material feminista y LGBT sobre las identidades de género y las estigmatizaciones de las orientaciones sexuales, para una vez consolidada la arquitectura ideológica que necesitan para reclamar por la pedofilia, comenzar a abogar por la misma llegando a mucha gente[214].

En Argentina, sin ir más lejos, trascendieron las declaraciones de Ernesto Temembaum, quien en ¿Y ahora quién podrá ayudarnos?, su programa en Radio con vos, se pronunció en favor de la legalización de la pornografía infantil. En efecto, manifestó que la tenencia de pornografía infantil no constituía delito alguno dado que no le hacía daño a nadie. Se trataría, pues, de una simple fantasía que no viola a ningún niño[215]. Cabe mencionar que esta persona es un licenciado en psicología. A día de hoy manifiesta haberse arrepentido y haber cambiado de opinión (lógicamente, porque todavía la pedofilia no ha avanzado lo suficiente como para ser aceptada tal y como busca el movimiento al que es funcional Temembaum, quizá sin saberlo). Esta persona es progresista y ha trabajado en el diario izquierdista Página 12.

Pero esto no es únicamente un caso aislado del progresismo argentino reivindicando la pornografía infantil. Algo que nunca debe ser olvidado ni perdonado fue el accionar de la izquierda argentina en su oposición a la ley (felizmente aprobada) que condena con la cárcel la simple tenencia de pornografía infantil. Romina del Plá, activista feminista abortista, diputada de izquierda por parte del Partido Obrero, se opuso firmemente a esta ley[216], con el apoyo de sus por entonces colegas en el Frente de Izquierda Nicolás del Caño y Nathalia González Seligra, ambos del mismo partido. Del Plá habló por los tres cuando afirmó que no querían convalidar la ley con su voto, pero solamente ella cometió el descarado (aunque valiente e intelectualmente honesto) acto de presentarse en el Congreso de la Cámara de Diputados de la Nación y no apoyar esta ley. Para salvar las apariencias, optó por abstenerse. Del Caño y González Seligra, en un acto de cobardía y deshonestidad intelectual para con sus convicciones, se ausentaron en la sesión. Por supuesto, había una imagen política que proteger.

Por supuesto, no faltó oportunidad para que Romina del Plá fuese felicitada por la decisión que tomó. En efecto, la feminista argentina Vanina Biasi, dirigente nacional de la Mujer del Partido Obrero y de la organización Plenario de Trabajadoras, además de asesora de la diputada en cuestión e integrante de quienes trabajaron en la redacción de la ley filicida del aborto, celebró la postura tomada por Romina del Plá manifestando su apoyo a la decisión que tomó[217]. A través de una hábil arquitectura de eufemismos para ocultar las verdaderas intenciones detrás de estas medidas, defendió a capa y espada a Del Plá y no perdió oportunidad de apoyar la garantista crítica al “punitivismo” esgrimida por la diputada como presunto fundamento de su posición.

En Argentina este intento no triunfó, pero logró sentar un precedente, aunque bastante débil. No podemos, lamentablemente, decir lo mismo del país de Ecuador, que el 27 de junio de 2018 cedió ante las presiones del reclamo pedófilo y legalizó las relaciones sexuales pedófilas. Por supuesto, experiencias como las de la APA les enseñaron que deben cuidar mucho sus palabras y tratar de introducirlo de forma camuflada; si no se dice de forma directa, se establece en base a una generalidad que lo implica lógicamente. Es exactamente lo que hizo la Corte Constitucional del Ecuador en el documento que emitió consolidando un libertinaje sexual que deja abierta la puerta a las relaciones sexuales pedófilas. El sesgo feminista del documento se ve muy marcado ante la utilización de recursos lingüísticos innecesarios propios de la neolengua inclusiva del feminismo, tales como “los jueces y las juezas”, “los adolescentes y las adolescentes”, “los niños y las niñas”, “para él o ella”, “el hijo o hija”. Pero en lo que concierne concretamente a lo que legalizó esta corte, hagamos una rápida lectura de los puntos más relevantes para los objetivos del presente análisis. A los efectos de esta normativa legal, enfocada muy particularmente a los adolescentes, define adolescente como una persona cuya edad oscila entre los doce y los dieciocho años[218]. Antes de explicitar lo que buscan legalizar, comienzan a pavimentar la relativización de su inmoralidad bajo el siguiente argumento: “la vulnerabilidad del adolescente ya no puede ser excusa para limitar sus derechos y su capacidad para ejercerlos, colocándolo en una ‘condición de inferior categoría’ a la de los adultos”[219]. El mismo tipo de argucia que hemos leído en numerosas ocasiones en este artículo.

Además de relativizaciones como la anteriormente expuesta, se comienza a realizar el juego con el límite que ya vimos en la película Call me by your name, cuando se afirma que “establecer el contenido de los derechos de los adolescentes no es tarea fácil ya que no existen parámetros matemáticos para hacerlo, y no se pueden establecer reglas absolutas al respecto; de ahí, la importancia de un análisis en cada caso concreto”[220]. Obsérvese la perversa intención que subyace ese argumento: es el tipo de justificación que utilizaríamos para justificar una relación sexual entre un adulto de 24 años y un menor de edad de 17 años, dada la inexistencia de parámetros matemáticos exactos. Esto es, como ya se mencionó, un claro guiño al juego con el límite con el que intentan introducir paulatinamente la aceptación de la pedofilia y su ejercicio presuntamente legítimo.

Esto que vimos en el párrafo anterior se agrava y enfatiza explícitamente en la siguiente página: “esa potestad que tienen los adultos en relación con los adolescentes no puede entenderse absoluta ni uniforme. El grado de intervención que tienen los adultos en las decisiones que afecten a las y los adolescentes a cuyo cuidado se encuentran, debe ser proporcional al nivel de autonomía que tiene la persona, ya que no se puede considerar igual el nivel de injerencia que puede ejercer un adulto en una decisión respecto de su hijo de 8 años, que de aquel que ha cumplido 17 años de edad”[221].

Este tipo de eufemismos preliminares para amortiguar la inmoralidad de la legalización expuesta no logran apaciguar, para un ojo atento como el que estamos teniendo aquí, lo que posteriormente se concretará. En las argumentaciones previas a la sentencia que comienzan a entrar en contacto con la normatividad legal que se busca erigir leemos lo siguiente: “no debe sorprender que el espectro de protección de los derechos sexuales y reproductivos incluya a las y los adolescentes, pues además de ostentar la categoría de sujetos de derechos, están en plena capacidad anatómica y fisiológica de ejercer su sexualidad”[222]. Más aún, “esta Corte considera que el derecho a disfrutar de una vida sexual satisfactoria y sin riesgos, y de decidir libre, responsable e informadamente procrear o no, cuándo y con qué frecuencia, es un derecho que corresponde ejercer directamente a las y los adolescentes, como sujetos plenos de derechos y en virtud del principio de autonomía”[223]. Así, una niña de 12 años podría “elegir libremente” relacionarse sexualmente con un adulto de 60 años, no existiendo para esta corte problema alguno si la misma lo hizo de forma responsable, habiéndose informado y habiendo decidido en virtud de una educación sexual previa. Nótese que, si bien no se afirma explícitamente que los adolescentes puedan relacionarse sexualmente con adultos, esta es una consecuencia lógica inmediata de ofrecer libertad a los adolescentes de ejercer su sexualidad libremente. Además, en ningún momento niegan esa posibilidad, cosa muy extraña si tenemos en cuenta que cualquier persona con un poco de sentido común se alarmaría ante la posibilidad de este tipo de interacciones sexuales. Salvo que se desee legalizar la pedofilia y su ejercicio, se habría añadido una aclaración que excluya la posibilidad de interactuar sexualmente con adultos. Pero por supuesto que no lo hacen, y tampoco lo afirman explícitamente porque este proceso es paulatino y debe hacerse con mucho gradualismo.

Hasta aquí notamos una fuerte presencia de pensamientos como los de Wilhelm Reich, lo cual muestra la vigencia que tienen sus pensamientos en la actualidad. En el siguiente pasaje encontramos, además de eso, una fuerte presencia de los argumentos que ya leímos en Shulamith Firestone, en lo que concierne a la represión sexual y las prohibiciones: “esta Corte considera que en un Estado constitucional de derechos y justicia, todas aquellas medidas adoptadas por el Estado, la sociedad o la familia en relación con los derechos sexuales de las y los adolescentes deben permitir una expresión normal de ese impulso sexual, dejando de lado las prohibiciones, represiones y sanciones que regían anteriormente este ámbito y por el contrario, en ejercicio del rol de garantes que ostentan, deben asegurar que las decisiones adoptadas por las y los adolescentes en el ámbito de su salud sexual sean efectivamente libres, responsables, informadas y voluntarias, con todo lo que ello implica”[224]. Además, notamos el omnipresente ataque a la familia y la eliminación de sus potestades mientras se insiste en esa reivindicación del consentimiento sexual que puede brindar un adolescente: “Esta Corte reafirma que el derecho que tienen los y las adolescentes, de decidir autónomamente sobre su salud sexual, de expresar su opinión y su consentimiento de manera directa, sin la injerencia ilegítima del Estado, la sociedad o la familia”[225].

Nuevamente se señala la represión sexual y el rechazo a los tabúes, argucias tan propias de la jerga de la revolución sexual feminista, cuando se aboga por la “construcción de un grado de autonomía tal que les permita la elaboración de un plan de vida acorde a sus necesidades, anhelos y aspiraciones, libre de tabúes, sanciones y represiones”[226]. Se concluye de forma tajante que en su sentencia que “corresponde únicamente a la o el adolescente decidir sobre su vida y salud sexual y reproductiva, fundamentando sus decisiones en las herramientas otorgadas por el Estado, la sociedad y la familia, para la adopción de decisiones libres, informadas y responsables”[227]. En particular, las relaciones sexuales pedófilas podrían ser legítimas si el menor de edad ofreció su consentimiento habiendo fundamentado su decisión libre, informada y responsable en las herramientas que le otorgó el Estado, la sociedad y la familia.

Por supuesto, no todo está perdido en el Ecuador. La ambigüedad con la que se escribió el documento y la no especificación concreta del ejercicio pedófilo le da un margen de acción a las personas civilizadas de este país, con el que desde aquí me solidarizo completa y sinceramente ante el triste avance que ha logrado la ideología de género con esta perversa e inmoral legalización.

Ecuador no ha sido el único país vulnerado por estas legislaciones. Otro país que sufrió el embate de estos avances en materia de liberación pedófila fue el icónico y emblemático país de Francia, que tanto nos ha dado de qué hablar en estos temas. El Parlamento Francés, a través de una ley contra la violencia de género y la violencia sexual promulgada el 3 de agosto de 2018, legalizó las relaciones sexuales pedófilas al eliminar la edad de consentimiento sexual[228]. Dado que esta ley legisla sobre criterios para definir actos de violencia sexual que se basaba en gran parte en el consentimiento y omitía toda consideración sobre la edad de las personas involucradas, esto habilita a los pedófilos a mantener relaciones sexuales con un niño y que esto no sea considerado apriorísticamente una forma de violencia sexual, exactamente como reclamaba Jaime Couso. Y las consecuencias no se han hecho esperar. Los tribunales franceses se negaron a enjuiciar a dos pederastas, uno de 28 años y el otro de 30, por haber mantenido relaciones sexuales con dos niñas de 11 años. Los abogados, al no poder demostrar que las menores no dieron su consentimiento, no lograron llevar adelante la causa y estos pederastas fueron liberados. El movimiento de liberación pedófila ha de estar extremadamente eufórico ante este “avance”.

Esto fue repudiado en un comunicado conjunto firmado por UNICEF Francia y otros organismos franceses: Cimade, Syndicat des Avocats de France (SAF), Médecins sans Frontières, Secours Catholique – Caritas France, Médecins du Monde, GISTI[229]. En este comunicado manifiestan su justificada disconformidad con esta perversa e inmoral ley.

Como puede verse, la ideología de género abre ampliamente las puertas a la pederastia, reivindicando a los pedófilos y conformando una serie de postulados que implican la normalización de la pedofilia y su ejercicio. Como se mencionó al principio, esto es radicalmente distinto y notablemente más grave que los abusos sexuales pederastas de un pedófilo ocasionalmente ocupando cargos eclesiásticos, dado que este último no es reivindicado por nadie (salvo, como vimos, el caso excepcional del homosexualista Fernando Vallejo) y sus actos no están contemplados dentro de un marco ideológico que lo respalda, en absoluta oposición a lo que ocurre con la ideología de género. Es así que a la iglesia no se la puede seriamente acusar de promover la pedofilia, cosa que la ideología de género sí realiza. Más aún, gracias a los postulados teóricos reivindicativos de la pedofilia que hemos leído, los pedófilos ahora cuentan con un arsenal de argumentos que cada día se vuelven más recurrentes. Para empezar, ahora estos grupos pueden defender las leyes pederastas de ciertos países donde las relaciones sexuales con los niños son legales, y así ocurrió con el caso del pederasta Jason Leonard, que a sus 37 años emitió una apelación al fallo judicial que le impide acceder a estos países. Argumentó que, si un niño tiene la capacidad de hablar, entonces tiene la capacidad de sostener un coito sexual[230]. Estas declaraciones conformaron parte del argumento en el que manifestó abiertamente desear viajar a esos países para relacionarse sexualmente con lo que él concibe como parejas ideales, que son los niños de entre 12 y 14 años. Asimismo, denunció la persecución que sufren los pedófilos en el Reino Unido, la cual encontraría análoga a la persecución que sufrieron los homosexuales hace 40 años. En estos términos, aseguró que prontamente la pedofilia sería tan aceptada como lo es hoy la homosexualidad. Por supuesto, esta persona no es ningún referente feminista, LGBT u homosexualista. Sin embargo, estos argumentos son fiel reflejo del movimiento pedófilo impulsado y apoyado por estos movimientos, los cuales son la causa de que hoy en día estos perversos inmorales tengan el cinismo de manifestar públicamente estos argumentos, hasta incluso en tribunales de justicia. Hemos llegado al punto en que estas personas se sienten lo suficientemente apoyadas en sus procesos de deconstrucción de tabús, como para atreverse a realizar este tipo de declaraciones sin la más mínima vergüenza. Esta es la perversidad y el peligro inherente a la ideología de género. Para tranquilidad del lector, su apelación fue completamente rechazada.

Un caso puntual que no puede dejar de ser mencionado consiste en un video que anda circulando, donde en uno de estos actos reivindicativos de la diversidad sexual y la búsqueda de adoctrinar a los niños bajo este tipo de ideales (y bajo la excusa de llevar adelante una performance de “arte moderno” [sic]), se llevó a cabo una situación extremadamente indignante. Este evento, llevado a cabo el martes 26 de septiembre de 2017 en las instalaciones del Museo de Arte Moderno de San Paulo, de los más importantes de américa latina, constituye un clarísimo caso de abuso infantil. En el video[231] se muestra a un hombre desnudo tirado sobre el suelo, con muchas personas alrededor observando la situación, y al lado del hombre una mujer adulta y una niña de alrededor de cuatro años, que es guiada por la mujer adulta para que explore el cuerpo desnudo de este hombre, por medio de contactos físicos y masajes. Se puede observar cómo la niña quiere irse, pero la mujer adulta la hace regresar para que continúe manipulando el cuerpo desnudo de este hombre. En agosto del mismo año se realizó una performance análoga, cuyas imágenes también trascendieron por internet[232]. En Bélgica ocurrió un hecho análogo, denunciado por el Comité de Padres y Abuelos de la Región Flamenca hacia el Ministro de Cultura flamenco. La producciónLam Gods a cargo del “artista” Milo Rau exhibió una coreografía erótica con un coro de niños[233].

Realicemos el siguiente ejercicio mental: de acuerdo a la ideología de género, y fundamentalmente atendiendo a los postulados de Shulamith Firestone y Monique Wittig, no existen diferencias culturales ni entre niños y adultos, ni entre hombres y mujeres. Ambas distinciones obedecen a discriminaciones arbitrarias erigidas desde un patriarcado que busca oprimir al “sujeto biopolíticamente asignado como mujer”. Es por eso que tanto la categoría de sexo como la categoría de edad deben subvertirse: tal es el objetivo impreso en la teoría feminista. Es por eso que se han promovido tanto los denominadostransgénero como así también los transedad. Un hombre que se autopercibe como mujer, una mujer que se autopercibe como hombre, o un adulto que se autopercibe como niño. Todos estos casos corresponden a una construcción independiente de la identidad que debe “respetarse” bajo pena de ser calificado de transfóbico (enfermedad inexistente) y de sufrir severas consecuencias legales (la dictadura de los ofendidos). Esto se utiliza para subvertir las “diferencias culturales arbitrarias y machistas” entre hombres y mujeres, y adultos y niños. Aun aceptando que un adulto teniendo relaciones sexuales con un niño es algo inmoral, ¿qué podemos decir de un transedad adulto que mantiene relaciones sexuales con un niño? De acuerdo a la ideología de género, como la edad es una mera construcción social que no determina absolutamente nada en nuestros comportamientos y percepciones, un adulto que se autopercibe como niño ES un niño, ergo, no habría pederastia si este mantiene una relación sexual con un menor de edad, ¿verdad? Bajo este punto de vista, un pederasta no tiene más que hacer que autopercibirse como niño para ejercer libremente sus crímenes.

Se nos acusará de extremistas, y de estar inventando situaciones escandalosas y con baja credibilidad, forzando ridículamente las conclusiones y yéndonos a extremos insospechados. Pues bien, nada más alejado de la verdad: lo cierto es que esto ya ha empezado a ocurrir, exactamente como lo hemos expuesto. En Chicago, por ejemplo, trascendió en la prensa el caso del pederasta Joseph Roman, de 38 años, que abusó sexualmente de tres niñas de trece años. Este repudiable delincuente se defendió arguyendo que era un niño atrapado en el cuerpo de un adulto[234]. Por supuesto, quienes no suscribimos a la ideología de género sabemos perfectamente que la autopercepción no garantiza la ontología fundamental, ergo, esa defensa es completamente vacía. Pero lo cierto es que, bajo los axiomas de la teoría feminista, este hombre (que NO es un niño) es inimputable. He aquí una muestra de las oscuras consecuencias detrás de esta pseudocientífica ideología que es el fraude de la ideología de género.

A estas alturas, y con completa independencia de todo lo que se haya dicho en este artículo, es más que evidente que la ideología de género va hacia nuestros niños. Son su principal blanco, al ser una fuente vulnerable al adoctrinamiento de las nuevas generaciones y, fundamentalmente, al disponer los mismos de algo de lo que la mayoría de los adultos carece, que es eltiempo. Un niño y un adolescente, además de ser moldeables por estar en una etapa de aprendizaje, dispone de tiempo para ser funcional a este intento revolucionario de la ideología de género. La destrucción de la familia, un firme obstáculo a este embate, toma sentido si analizamos esta realidad. Asimismo, encontramos sentido a la búsqueda de limitar la patria potestad e impedir a los padres educar a sus hijos bajo sus propias convicciones (derecho respaldado por el art. 18 inc. 4 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y por el art. 13 inc. 3 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales), y las nuevas generaciones están siendo sistemáticamente adoctrinadas. Es así que ocurren situaciones como el lamentable suceso ocurrido en Uruguay, donde el Consejo Directivo Central (CODICEN) les negó rotundamente a los padres la decisión sobre la educación sexual a sus hijos[235], vulnerando el mencionado derecho. La resolución, fechada el 22 de julio de 2018 fue una decisión tomada como respuesta a un grupo de padres que deseaban conocer con antelación el contenido que se les brindaba a los hijos en las clases de educación sexual en sus escuelas y que recaiga en ellos la autorización para llevar adelante dichas clases sexuales según obtengan o no su aprobación. Así, se les negó a los padres el control sobre la educación que reciben sus hijos, lo cual es sumamente importante dado que es bajo el eufemismo de educación sexual que adoctrinan a nuestros niños en ideología de género. Personalmente, a mí me gustaría conocer con antelación lo que les enseñan a mis hijos y tener la potestad de elegir si mi hijo recibe o no dicha educación sexual (permitiéndome, por ejemplo, la posibilidad de que mi hijo no asista al colegio si no estoy de acuerdo con lo que le enseñen en esa clase de educación sexual). Es una petición muy razonable a la luz del derecho mencionado garantizado por los referidos pactos internacionales; pero tan totalitaria es la ideología de género y su agenda política, que por dicho reclamo yo sería cruelmente calificado de retrógrado y padecería una fuerte difamación social y linchamiento mediático.

En lo que concierne al tema que nos ocupa, el reclamo pedófilo no se ha quedado tan atrás. Por el momento no se reivindican las relaciones sexuales entre niños y adultos en las aulas, pero sí se está comenzando a penetrar gradualmente tal y como lo hizo en la sociedad: iniciando, al compás de las ideas de Wilhelm Reich, con una sexualización de la infancia. Un tema que abre las puertas al reclamo pedófilo, tal y como la experiencia con Wilhelm Reich y el devenir de sus ideas ha evidenciado. Un claro ejemplo de esta praxis política lo encontramos en las feministas Alba Barbé i Serra y Sara Carro Ibarra. Las mismas, además de haber escrito un libro bajo el título de La construcción de las identidades de género, son asimismo autoras de un cuento para niños sobre la masturbación. El cuento, bajo el nombre de Cosquillas, relata con sutileza y cuidado la historia de cómo una niña pequeña de nombre Ira se masturba y disfruta de la experiencia. Por lo que puede intuirse en virtud de la actitud de la niña (una niña de una escuelita que juega a jueguitos infantiles con su amiga, que cree en la magia que hace su abuela, que no quiere que la vayan a buscar para quedarse haciendo magia con su abuela, etc.) podemos inferir de su infantilidad (y de las ilustraciones), además de las formas en las que le habla su madre (“Ve a hacer un pipí, lávate los dientes y las manos bien limpias”[236]), que tiene alrededor de 6 años.

Nos cuentan el episodio de masturbación bajo los siguientes términos:

Siente la magia en sus manos y empieza a mirarlas con atención volteándolas en el aire y jugando con ellas. Las manos de Ira comienzan a dibujar formas extrañas sobre las sábanas. De pronto aparece una mariposa revoloteando sobre su cama.

—¡Voy a atraparla!

Parece que la magia empieza a esparcirse por todos los rincones de la cama y de su cuerpo. Las cosquillas la invaden de la cabeza a los pies. La mariposa se posa sobre la almohada verde. Ya la tiene. Se lanza encima de ella. Revolotea debajo de su barriga y no para de moverse. Juguetona, baja más allá del ombligo, Ira no puede dejar de sentir su aleteo entre las piernas. Coge fuerte la almohada para que no se le escape.

—Ahora te haré cosquillas a ti —le dice.

Y comienza a balancearse arriba y abajo cada vez más rápido. De pronto, la mariposa estalla en mil pedazos proporcionándole una sensación desconocida que la hace temblar entera.

—¡Eso sí que es magia!

Ira se levanta para ver todas las mariposas pero ya no están. Han desaparecido.

Esta noche Ira tendrá dulces sueños.[237]

La niña le cuenta a su amiga del colegio la experiencia y posteriormente también a su abuela. La abuela sonríe y le dice: “Se dice masturbarse, y significa darse placer a sí misma o a otra persona. Lo podemos experimentar de pequeñas, de jóvenes y de mayores, y es un modo de quererse a sí misma”[238]. Tal parece que la abuela se olvidó de añadir y a otras personas, dado que afirmó que la masturbación sirve para darse placer a uno mismo o a otra persona. Se reivindica, pues, la masturbación no solamente a sí misma sino también a otra persona, sin especificar qué tipo de persona, lo cual abre la posibilidad de que esta niña podría incluso masturbar a un adulto mayor. No son mis palabras, son las consecuencias inmediatas de lo dicho en el cuento. ¿Acaso puede justificarse moralmente la lectura de este cuento a niños pequeños, donde se los incita a la masturbación de otras personas?

Incluso si solamente se los incitara a la masturbación de ellos mismos constituiría un acto inmoral. Los niños no tienen por qué ser introducidos al mundo de la sexualidad mediante factores externos. Es algo que deben descubrir por su cuenta. Criticamos aquí duramente que se los incite a realizarlo, dado que es algo que debe surgir como producto de una exploración de sí mismos inducida nada más que por ellos, sin que nadie los esté invitando a experimentarlo. Y es algo que se debe hablar con ellos solamente cuando sean ellos quienes abran el tópico de conversación como producto de su curiosidad.

Podría decirse que lo que le ocurre a Ira en el cuento es lo ideal (salvando el hecho de que su abuela la incite a masturbar a otras personas). Es una niña que descubre el acto de masturbación por su cuenta y solamente cuando ella decide comentarlo, se le habla del tema. Sin embargo, el acto de leer este cuento a niños es por sí mismo una forma de evitar que la experiencia sea como la que experimentó la niña Ira, dado que estos niños, lejos de descubrirlo por su propia cuenta, lo harán incitados y motivados por el cuento. Esto, además de innecesario, es completamente inmoral y responde a una agenda política que, desde Wilhelm Reich, intenta sexualizar artificialmente a los niños para posteriormente introducir el reclamo pedófilo. Esto debe frenarse.

Otro problema no menor del hecho de que en el cuento se reivindique, vía las palabras de la sabia abuela, la masturbación por parte del niño hacia otras personas, es que implícitamente se le confiere al niño la legitimidad en el consentimiento de un contacto sexual, que es exactamente lo que el reclamo pedófilo viene intentando establecer desde 1950. La abuela, que es la representación de la sabiduría y los buenos consejos en el cuento, tras celebrarle a su nieta que se haya masturbado y haberle reivindicado el acto de masturbar a otra persona, expulsa el típico discurso feminista sobre la opresión a la mujer y cómo la prohibición de estos actos de masturbación responde a un sistema machista que pretende regular la sexualidad femenina. Cabría entonces preguntarles a las feministas que escribieron este cuento qué pensarían de una niña que se acerca a su profesor de la escuela y le ofrece masturbarlo. Si el profesor acepta ser masturbado por su alumnita, pero justo llega una autoridad que impide la concreción de dicho acto, ¿esa autoridad estaría siendo partícipe de la opresión a la mujer vilipendiada por la abuela de Ira en el cuento? Porque es exactamente la lógica intrínseca detrás del cuento, atendiendo al hecho de que parte de la sabia reivindicación de la abuela es la masturbación a otras personas.

En la contraportada del cuento se asegura que “Como personas adultas, es importante promover la libre experimentación con el cuerpo y ampliar el imaginario en torno a la sexualidad”[239]. Aquí las intenciones son más que explícitas: lejos de dar una educación objetiva, se pretende promover la masturbación en los niños. Wilhelm Reich estaría más que orgulloso.

En el mismo sentido que el cuento anterior se ha expresado el Departamento de Sociología de la Universidad de California, que en un artículo denominado Childhood Sexuality (Sexualidad infantil) asegura que debemos promover las interacciones sexuales de los niños, además de sugerir sutilmente una capacidad de consentimiento inherente a los niños. Concretamente, afirma que “Los niños pueden mostrar afecto a sus amigos abrazándose y besándose, o incluso tratando de tocarse los genitales, lo cual no es raro. En lugar de reaccionar negativamente, los padres deben encontrar maneras apropiadas para la edad de describir la sexualidad y la privacidad personal a los niños curiosos. El juego sexual entre niños puede causar daño si los actos no son consensuados o perjudiciales, en cuyo caso los padres deben intervenir”[240]. En el mismo departamento se han publicado numerosas notas en favor de la ideología de género, refiriéndose a temas como el fetichismo travesti y la homosexualidad situacional.

Y siguiendo con la temática de erotización de la educación infantil, cabe destacar las medidas tomadas por el Departamento de Educación de la comunidad foral de Navarra (España), que en su Plan de Coeducación 2017-2021 para los centros y comunidades educativas de Navarra (SKOLAE, Creciendo en Igualdad) fomenta una educación anticientífica sustentada en la ideología de género que pretende fomentar el “Reconocimiento de la sexualidad infantil desde el nacimiento despenalizando el reconocimiento y la vivencia de dicha sexualidad en el ámbito de la escuela y la familia (curiosidad sexual, juegos eróticos infantiles…)”[241]. Destácese el hecho de que pretenden realizar juegos eróticos infantiles con cualquier niño con una edad inferior o igual a los 6 años.

Por supuesto, esta sexualización de los niños viene acompañada de la omnipresente ideología feminista que subyace esta tendencia. En efecto, el plan incluye fomentar a los niños de entre 6 y 12 años la “Conciencia de la construcción social de los géneros: sistema sexo-género, patriarcado, socialización diferencial, estereotipos y mandatos de género”[242]. Este documento, asimismo, denuncia “los trabajos normalmente invisibilizados que están sosteniendo a la vida y que en el sistema capitalista heteropatriarcal permanecen ocultos y están históricamente asociados a las mujeres y la feminidad”[243]. Entre sus fundamentos y objetivos exponen “El empoderamiento de las niñas, de las chicas, es una condición imprescindible a través de la cual se capacitan y facultan para la toma de decisiones, dejando de estar alienadas por el sistema patriarcal y pudiendo asumir y ejercer el poder fuera de los patrones masculinos”[244]. Obsérvese, además, cómo se demoniza al varón exponiéndolo como razón única y exclusiva de la violencia adolescente: literalmente, el documento expone “Las causas de la violencia en adolescentes: machismo, masculinidad hegemónica y construcción de amor romántico”[245]. Fiel reflejo de la filosofía feminista expuesta por Shulamith Firestone en La Dialéctica del Sexo, se entiende aquí que el amor romántico es uno de los motores de la violencia contra la mujer. Análogamente, en lo que respecta a los niños de entre 0 y 6 años, busca la “Desnaturalización de la violencia de los niños contra las niñas: vivencia sexista de la agresión”[246], no exponiendo ningún otro tipo de violencia y fomentando así la demonización de la masculinidad mediante la identificación de la misma como la causa de los males y la violencia.

Y, por si todavía quedase alguna duda de que esta sexualización de los niños está inmersa en un plan de educación feminista, el itinerario plantea a su vez imponer a los niños de entre 6 y 16 años la utilización del mal llamado lenguaje inclusivo[247]. Esta es la tan afamada educación sexual que se desea para nuestros niños. No solamente se los adoctrina ideológicamente con falacias pseudocientíficas (ideología de género, patriarcado…) y con sesgos políticos y económicos (muchas críticas al capitalismo o heterocapitalismo, ninguna crítica hacia políticas de izquierda) sino también que se promueve la sexualización infantil, la corrupción de menores bajo el eufemismo de juegos eróticos y la introducción precoz de los mismos en el ámbito sexual por medio de las inviolables divisas dogmáticas del feminismo moderno. Shulamith Firestone y Wilhelm Reich estarían más que orgullosos.

Y todas estas cosas (que lamentablemente no son ni por asomo todo lo que podría exponerse; la lista podría continuar indefinidamente) solamente vienen a exhibirnos una realidad evidente: la ideología de género no solamente ha introducido el reclamo pedófilo en su guerra cultural, sino que además ha tenido avances significativos. Que haya psicólogos adeptos al reclamo pedófilo que hayan conseguido penetrar el debate en un parlamento nacional; que las autoridades nacionales hayan autorizado un partido político que pretende legalizar las relaciones sexuales pedófilas; que haya logrado instaurarse un día nacional de la pedofilia; que una película pederasta haya llegado al Óscar; que los principales referentes intelectuales de la ideología de género (esos que son lectura obligatoria en todos sus cursos) sean abiertamente partidarios del movimiento pedófilo; que se busque sexualizar la infancia y atacar el “tabú de las relaciones con niños”, solamente puede significar que la estrategia gradualista ha tomado su rumbo, y buscan vencernos por medio de la fatiga y de la lentitud de su progreso con el objetivo de hacerlo imperceptible. Es momento de abrir los ojos, de enfrentarnos a esta perversa e inmoral ideología, de acabar con el feminismo radical y el homosexualismo ideológico, de proteger a nuestros niños y terminar con el totalitarismo dictatorial con el que nos viven acallando sustentados en la arbitraria supremacía moral que les garantiza la corrección política hegemónica. Es, en pocas palabras, momento de ponerle un freno a la ideología de género y el marxismo cultural.

ANEXO: La sátira del reclamo pedófilo en los programas de televisión

Quisiera finalizar el artículo exponiendo otra muestra de la fuerza que ha tomado esta situación, mostrando una interesante contraofensiva. Todos conocemos alguno de los programas televisivos encargados de satirizar a la sociedad, como por ejemplo Los Simpsons o South Park. Estos programas suelen tomar como material las polémicas de la actualidad y satirizar (mediante la exageración y el surrealismo) las hipocresías y/o corrupciones de la sociedad al momento de encarar estas problemáticas, sirviendo pues como crítica social con humor negro. Si el movimiento pedófilo realmente tuviese la dimensión que aquí denunciamos, cabría esperar que alguno de estos programas tomase esta situación para crear material de sátira. Pues bien, lo cierto es que tanto South Park como Los Simpsons han hecho uso de esta dura realidad. Analizaremos aquí una de estas sátiras.

Probablemente la mayoría de nosotros conozcamos el programa de televisión South Park, que se erige como una suerte de sátira hacia la sociedad plagada de un ácido humor negro. Por supuesto, la serie entra en contacto con temáticas de la actualidad para realizar críticas sociales. Una muestra de que el tema de la reivindicación de la pedofilia ha comenzado a tomar centralidad discursiva en la corriente hegemónica de la ideología de género la podemos encontrar en el hecho de queSouth Park dedicó el sexto capítulo de su cuarta temporada para satirizar el movimiento pedófilo. Muy concretamente, muestran a los principales satirizados como miembros de NAMBLA (muestra de lo célebre que es esta organización en el movimiento pedófilo). Los integrantes de NAMBLA irrumpen en la comisaría del pueblo de South Park reclamando la liberación de dos pedófilos que habían sido encarcelados por haber contactado virtualmente con un niño de ocho años (Eric Cartman) para concretar un encuentro sexual con el mismo (los mismos eran atrapados in fraganti al momento de concretarse el encuentro). Los integrantes de la organización definen las siglas de NAMBLA como Niños Amados por Maricas Bellas y Libres de América (sugiriendo, en consecuencia, la ya demostrada vinculación entre este grupo y la ideología de género). Definen a los pedófilos encarcelados como presos políticos. “Somos una organización dedicada a demostrar que el sexo entre un hombre y un niño es algo bello”, dice el principal líder del grupo. Ante la negativa del policía de liberar a los pedófilos, al mismo lo estigmatizan de prejuicioso (aquí vemos el típico modus operandi de señalar al disidente bajo descalificaciones que lo estigmaticen moralmente).

En una reunión de NAMBLA, el líder de la organización afirma: “Como todos saben, aún seguimos siendo discriminados. Recientemente el FBI ordenó el arresto de hombres que no hacían más que tratar de iniciar relaciones sexuales con un niño”, provocando reacciones de indignación y asombro en el conjunto de asistentes. Y lo que sigue es completamente revelador: “Y como a todos los grupos étnicos, homosexuales y mujeres los protegen leyes civiles, ¡queremos lo mismo!”. Durante el capítulo, los niños engañados comienzan a participar de NAMBLA (desconociendo que se trataba de una red de pedófilos) y el líder de la misma afirma orgulloso “Al fin encontramos una ciudad que no nos oprime” (nótese el típico vocabulario de los grupos LGBT). Por supuesto, no pretendemos aquí establecer vínculos entre el movimiento pedófilo y la ideología de género sustentados meramente en la sátira de un capítulo de South Park (tampoco es como si nos hiciera falta: el vínculo ya lo hemos demostrado y documentado en todos los párrafos anteriores), simplemente buscamos señalar la perfecta consistencia de la sátira con la realidad a la luz de toda la información aquí exhibida.

Hacia el final del capítulo, el FBI termina arrestando a toda la organización y se produce el siguiente diálogo:

Agente del FBI: Hace mucho que los seguíamos. ¿Conocen sus derechos?

Líder de NAMBLA: ¿Derechos? ¿Conoce alguien sus derechos? Verá, hoy pude aprender algo: nuestros antepasados vinieron a este país porque tenían un bello sueño llamado libertad. Querían vivir en un lugar donde nadie fuera perseguido por sus creencias. Donde la gente pudiera vivir a su antojo. Nos ven como pervertidos porque somos diferentes. Nos temen porque no nos comprenden. Y a veces resulta más fácil perseguir que comprender…

Kyle: Ey… Ustedes tienen sexo con niños…

Líder de NAMBLA: ¡Somos humanos! La mayoría de nosotros no elegimos ser así. Solo nacimos así. No podemos cambiar lo que somos. Y si no nos pueden entender, bien… Creo que tendrán que encarcelarnos…

Kyle: Ey… Ustedes tienen sexo… ¡con niños!

Stan: Sí… Creemos en la igualdad, y la tolerancia, y todas esas mariconerías. Pero, ¡ey! Jódanse…

Tanto el resto del capítulo, como este diálogo en concreto, pueden resultar desopilantes y muy divertidos. Al fin y al cabo, es el objetivo del programa: satirizar con humor negro y hacer de las polémicas material cómico. Sin embargo, finalizado el momento de comedia, debe seguirse una posterior reflexión. El diálogo final realmente representa todo el meollo de la cuestión… Debemos enfatizar en la patente y transparente gravedad de la situación: se está reivindicando el sexo con los niños. No existe ningún argumento moral, por más emotivo o políticamente correcto que sea, que logre justificar tamaña perversidad. Obsérvese cómo el líder de NAMBLA se vale de un sinfín de argumentos charlatanes buscando despertar empatía y reflexión; y la única respuesta natural es… ¡Oigan, ustedes están teniendo sexo con niños! Y es que, realmente, no hay nada más que se pueda decir.

Por eso, parece increíble que tengamos que llegar al nivel de detenernos a explicar por qué nos oponemos a semejante movimiento. Pero la realidad es que está presente, está tomando cada vez más fuerza, y las contraofensivas que realizan estos programas televisivos lamentablemente no son suficientes. Necesitamos manifestar con firmeza y lo más tajantemente posible nuestro duro e intransigente rechazo a estas políticas: que los grupos pedófilos sepan que no estamos dispuestos a tolerarlos, que no estamos dispuestos a permitirles un solo paso más adelante. Que no creemos en el discurso que los coloca a ellos como representantes de la madurez y el progresismo… Que su reclamo es inmoral, y que nos oponemos sin ningún tipo de cohibición a su perversa filosofía.

Hoann Setrid

[1] Kollontai, Alexandra. ¡Abran paso al Eros alado! (Una carta a la juventud obrera).

[2] Sahraf, Myron. FURY ON EARTH. A biography of Wilhelm Reich. Nueva York, les Atomes de l’âme, 2011, p. 43.

[3] Ibídem, pp. 45, 46.

[4] Ibídem, p. 46.

[5] Ibídem, p. 48.

[6] Ibídem, p. 50.

[7] Ibídem.

[8] Reich, Wilhelm. La función del orgasmo. Paidos, Spanish Edition, 2010, p. 11.

[9] Ibídem, p. 14.

[10] Ibídem, p. 22.

[11] Ibídem, p. 191.

[12] Ibídem.

[13] Ibídem, p. 192.

[14] Ibídem, p. 193.

[15] Ibídem, p. 194.

[16] Ibídem, p. 209.

[17] Ibídem, p. 210.

[18] Ibídem, p. 217.

[19] Ibídem, p. 223.

[20] Ibídem, p. 225.

[21] Ibídem.

[22] Ibídem, p. 292.

[23] http://www.dailymail.co.uk/femail/article-3356084/I-ve-gone-child-Husband-father-seven-52-leaves-wife-kids-live-transgender-SIX-YEAR-OLD-girl-named-Stefonknee.html

[24] Firestone, Shulamith. La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista. Barcelona, Kairós, 1976, p. 20.

[25] Ibídem, p. 75.

[26] Ibídem.

[27] Ibídem, p. 76.

[28] Ibídem, p. 79.

[29] Ibídem, p. 120.

[30] Ibídem, p. 124.

[31] Ibídem.

[32] Ibídem.

[33] Ibídem, p. 196.

[34] Ibídem, p. 261.

[35] Ibídem.

[36] Ibídem.

[37] Ibídem.

[38] Ibídem, p. 264.

[39] Ibídem, p. 265.

[40] Ibídem, p. 285.

[41] Ibídem.

[42] Ibídem, p. 286.

[43] Ibídem, p. 291.

[44] Ibídem.

[45] Ibídem.

[46] Ibídem, pp. 298-299.

[47] Ibídem, p. 299. Desconozco la razón, pero la traducción al español de La Dialéctica del Sexo: en defensa de la revolución feminista con la que trabajo, ha sospechosamente subvertido una palabra. Donde usted lee “derechos legales, sexuales y económicos”, en realidad debería decir “derechos legales, sociales y económicos”. Esto último es como realmente se lee en la edición en español que aquí estamos utilizando. Sin embargo, si leemos el libro en su idioma original, podemos leer claramente: “The concept of childhood has been abolished, children having full legal, sexual, and economic rights” (Firestone, Shulamith. THE DIALECTIC OF SEX. The case for feminist revolution. New York, Bantam Books, 1972, 8th printing, p. 239). Por consiguiente, he decidido colocar la traducción correcta, utilizando la palabra sexuales en vez de sociales, en honor a la verdad y para no contribuir a mantener oculto lo que sea que se haya querido ocultar al traducir de esta forma ese fragmento.

[48] Ibídem.

[49] Ibídem, pp. 299-300.

[50] Ibídem, p. 300.

[51] Ibídem, p. 301.

[52] Ibídem.

[53] Sexual Revolution and the Liberation of Children: An Interview With Kate Millett. Esta entrevista apareció primeramente en “Loving Boys” sin título. Reimpresa en la colección The Age Taboo disponible en Ariel’s Pages. PO BOX 2487 Nueva York NY 10185 USA. Disponible online en https://web.archive.org/web/20180414000918/https://www.ipce.info/ipceweb/Library/interv_kate_m.htm

[54] Ibídem.

[55] Ibídem.

[56] Ibídem.

[57] Ibídem.

[58] Ibídem.

[59] Ibídem.

[60] Ibídem.

[61] De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. Madrid, Cátedra, 6° ed., 2015, p. 371.

[62] Martin, Andy. The persistence of the ‘Lolita Syndrome’. Disponible online en https://opinionator.blogs.nytimes.com/2013/05/19/savile-beauvoir-and-the-charms-of-the-nymph/

[63] De Beauvoir, Simone. Brigitte Bardot and the Lolita Syndrome. England, The New English Library LTD, First Four Square Edition, 1962, p. 14.

[64] Ibídem, p. 18.

[65] Ibídem, p. 60.

[66] Le Monde, 26 de enero de 1977. Disponible online en los archivos oficiales del periódico en cuestión: https://www.lemonde.fr/archives/article/1977/01/26/a-propos-d-un-proces_2854399_1819218.html?xtmc=vont_comparaitre_pour_attentat_a_la_pudeur_sans_violence_sur_des_mineurs_de_quinze_ans La desventaja de este enlace es que, para conocer la lista completa de firmantes de la carta, se debe pagar un pequeño monto con tal de obtener acceso a la misma. Sin embargo, el sitio nos ofrece gratuitamente cuatro de los firmantes, y entre esos cuatro está Simone de Beauvoir. Para conocer la lista completa de firmantes, acceder a la siguiente traducción al inglés: https://web.archive.org/web/20131228022351/http://www.ipce.info/ipceweb/Library/00aug29b1_from_1977.htm Si se le dificulta la lectura en francés e inglés, puede acceder a la siguiente traducción al español: https://www.ipce.info/library_3/files/le_monde_esp.htm

[67] https://web.archive.org/web/20180521235120/http://www.liberation.fr/france/2001/02/23/libe-en-echo-d-un-vertige-commun_355723

[68] https://web.archive.org/web/20171030184532/https://spectator.org/55669_liberal-group-cited-terrorism-case/

[69] Timmons, Stuart (1990). The Trouble with Harry Hay: Founder of the Modern Gay Movement. Boston: Alyson Publications, p. 295.

[70] Diálogo de Michel Foucault con Guy Hocquenghem y Jean Danet durante un programa de radio dirigido por Roger Pillaudin y emitido por France Culture el 4 de abril de 1978. La transcripción fue publicada originalmente en francés con el título La Loi de la pudeur en la revista “Recherches”, n.º 37 (abril 1979). Posteriormente se incluyó en la recopilación Dits et Écrits 1976-1979 de Foucault.

[71] Ibídem.

[72] Ibídem.

[73] Ibídem.

[74] Ibídem.

[75] Ibídem.

[76] Ibídem.

[77] Ibídem.

[78] Ibídem.

[79] Ibídem.

[80] Ibídem.

[81] Ibídem.

[82] Ibídem.

[83] Edward Brongersma, «Schutzalter 12 Jahre? – Sex mit Kindern in der niederländischen Gesetzgebung», dans Angelo Leopardi, 1988.

[84] NIKS No. 7, 1979, 3-4.

[85] Brongersma, Edward. Loving Boys, Vol. 2. The Netherlands, Global Academic Publishers, 1990, p. 133.

[86] https://web.archive.org/web/20160505131807/http://poundpuplegacy.org/node/26108

[87] https://web.archive.org/web/20130402061405/http://www.ipce.info:80/ipceweb/Library/califa_feminism.htm

[88] Ibídem.

[89] Ibídem.

[90] Ibídem.

[91] https://web.archive.org/web/20110617080334/https://www.ipce.info/ipceweb/Library/califa_aoc_frame.htm

[92] Ibídem.

[93] Ibídem.

[94] Ibídem.

[95] Ibídem.

[96] Ibídem.

[97] Ibídem.

[98] Ibídem.

[99] Ibídem.

[100] Ibídem.

[101] Ibídem.

[102] Califia, Pat. “No Minor Issues: Age of Consent, Child Pornography, and Cross-generational Relationships”. En PUBLIC SEX: The culture of radical sex. USA, Cleis Press Inc., 2000.

[103] Kearns, Michael. Men Loving Boys. Publicado en la revista gay Edge, 31 de agosto de 1988.

[104] Entrevista para Paidika: The Journal of Paedophilia, 1991.

[105] Butler, Judith. Deshacer el género. Barcelona, Paidós Ibérica S. A., 2006, p. 93.

[106] Duvert, Tony. L’Enfant au masculin. París: Éd. de Minuit, 1980, p. 25.

[107] Ibídem, p. 112.

[108] Duvert, Tony. Non à l’enfant poupée. En Libération, n.º 1532 y 1533 (10-11 de abril 1979).

[109] Kinsey, Alfred C.; Pomeroy, Wardell B.; Martin, Clyde E.; Gebhard, Paul H. Sexual behavior in the human female. Philadelphia and London, W. B. Saunders Company, 1953, p. 121.

[110] Ibídem, pp. 121-122.

[111]https://web.archive.org/web/20180408145926/https://elpais.com/elpais/2013/05/10/gente/1368181442_347734.html

[112] Ullerstam, Lars. Las Minorías Eróticas. 1999 (1964), p. 68.

[113] Sebbar, Leïla. Le Pédophile et la Maman (1980), p. 285. Citado en Brongersma, Edward. Loving Boys, Vol. 2. The Netherlands, Global Academic Publishers, 1990, p. 75.

[114] Preciado, Beatriz. Manifiesto contrasexual. Madrid, Opera Prima, 2002, p. 48.

[115] Ruiz Liard, Alfredo; Latarjet, Michel, Anatomía humana. 4ª ed. 9ª reimp., Buenos Aires, Médica Panamericana, 2011, pp. 1567-1664.

[116] Wittig, Monique. El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid, Egales, 2006, p. 24.

[117] Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona, Paidós Ibérica S. A., 2007, p. 133.

[118] Ibídem, p. 11.

[119] Ibídem, p. 164.

[120] Ibídem.

[121] Ibídem.

[122] Ibídem, p. 165.

[123] Butler, Judith. Deshacer el género. Barcelona, Paidós Ibérica S. A., 2006, p. 220.

[124] Ibídem, p. 221.

[125] Ibídem, p. 223.

[126] Ibídem.

[127] Ibídem, p. 221.

[128] Torres, Diana. Pornoterrorismo. Edición digital, 9 de octubre de 2014, pp. 100-101.

[129] https://web.archive.org/web/20150428232736/http://www.pikaramagazine.com/2015/03/mi-mejor-amante/#sdfootnote4sym

[130] Ibídem.

[131] Ibídem.

[132] Ibídem.

[133] Ibídem.

[134] Ibídem.

[135] Ibídem.

[136] Ibídem.

[137] Ibídem.

[138] Ibídem.

[139] Ibídem.

[140] Ibídem.

[141] Ibídem.

[142] “El futuro llegó, hace rato”. En Foucault para encapuchadas. Manada de Lobxs, 1° ed. milena caserola, colección (im)pensados, 2014.

[143] “La delgada línea roja”. En Foucault para encapuchadas. Manada de Lobxs, 1° ed. milena caserola, colección (im)pensados, 2014.

[144] Ibídem.

[145] “Illuminatio mea”. En Foucault para encapuchadas. Manada de Lobxs, 1° ed. milena caserola, colección (im)pensados, 2014.

[146] https://web.archive.org/web/20160928224310/http://proyectilfetal.blogspot.com/2009/07/scarfodi-giovanni-una-etica-amatoria.html

[147] Ibídem.

[148] Ibídem.

[149] Ibídem.

[150] Ibídem.

[151] Ver entrevista aquí:https://web.archive.org/web/20180922111626/https://www.elespanol.com/cultura/20180922/celia-blanco-pocas-madres-hablamos-desean-sexualmente/339717047_0.html Asimismo, ver el twit de la propia Celia Blanco compartiendo públicamente esa misma entrevista: https://twitter.com/Latanace/status/1043536880745111553

[152] Ibídem.

[153] Ibídem.

[154] Ibídem.

[155] Ibídem.

[156] https://twitter.com/Fer_Vallejo/status/69442883643641856

[157] https://www.youtube.com/watch?v=n5bFpt6IdYw Minuto 03:02.

[158] Ibídem, minuto 04:59.

[159] https://twitter.com/Fer_Vallejo/status/495258037490561024

[160] https://www.youtube.com/watch?v=n5bFpt6IdYw Minuto 05:42.

[161] Ibídem, minuto 06:01.

[162] https://web.archive.org/web/20171221051950/http://www.theclinic.cl/2012/06/14/el-polemico-partido-de-los-pedofilos-en-holanda/

[163] Ibídem. Ver también https://elpais.com/diario/2006/07/18/sociedad/1153173603_850215.html (Diario El País, edición impresa del Martes 18 de julio de 2006).

[164] https://web.archive.org/web/20170223074220/http://www.diariopublicable.com/sociedad/2035-activismo-pedofilo.html

[165] https://web.archive.org/web/20180713150416/http://miabogadoenlinea.net/el-derecho-y-la-actualidad/5262-permiten-en-holanda-organizacion-que-promueve-la-legalizacion-de-la-pedofilia

[166] https://web.archive.org/web/20170328075117/http://www.alertadigital.com/2016/02/26/las-juventudes-del-partido-liberal-en-suecia-defienden-la-legalizacion-del-incesto-y-las-relaciones-sexuales-con-los-cadaveres/ Ver también https://web.archive.org/web/20171025120030/https://www.aciprensa.com/noticias/partidos-politico-juvenil-busca-legalizar-incesto-y-necrofilia-en-suecia-63878

[167] https://www.instagram.com/p/BTRXpLrBkO_/

[168] https://web.archive.org/web/20170223074220/http://www.diariopublicable.com/sociedad/2035-activismo-pedofilo.html

[169] https://web.archive.org/web/20180425053158/https://www.rt.com/news/404833-11yo-girl-rape-french-prosecutors/

[170] https://web.archive.org/web/20180705041317/https://www.clarin.com/sociedad/declaran-inocente-maestra-particular-hijo-alumno-14-anos_0_HJpNkHzRM.html

[171] https://web.archive.org/web/20181003183847/https://www.aamulehti.fi/uutiset/10-vuotias-tytto-ei-vastustellut-aikuista-miesta-joten-syyte-raiskauksesta-hylattiin-ei-nayttoa-avuttomuudesta-tai-pelkotilasta-200548073 Ver también https://web.archive.org/web/20180911030703/https://yle.fi/uutiset/3-9503086

[172] https://web.archive.org/web/20180717211732/https://www.abc.es/sociedad/abci-cuando-carmena-como-juez-no-agresion-sexual-abuso-menores-falta-violencia-201807162119_noticia_amp.html

[173] https://www.thetimes.co.uk/article/barrister-barbara-hewson-calls-campaigner-brain-damaged-in-tweet-qlmhtsn5x

[174] https://web.archive.org/web/20160402045911/http://www.noticiasglobales.org/comunicacionDetalle.asp?Id=908

[175]https://web.archive.org/web/20171030182927/http://www.qrd.org/qrd/orgs/NAMBLA/nambla.replies.to.ilga.secretariat

[176] https://web.archive.org/web/20160402045911/http://www.noticiasglobales.org/comunicacionDetalle.asp?Id=908

[177] Couso, Jaime. La sexualidad de los menores de edad ante el Derecho penal (2009). SELA (Seminario en Latinoamérica de Teoría Constitucional y Política) Papers. 73, p. 1.

[178] Ibídem, p. 4.

[179] Ibídem, p. 9.

[180] Ibídem.

[181] Ibídem, p. 13.

[182] Ibídem.

[183] Ibídem, p. 14.

[184] Ibídem.

[185] Ibídem.

[186] Ibídem, p. 18.

[187] Ibídem, p. 19.

[188] Ibídem, pp. 21-22.

[189] Ibídem, p. 22.

[190] Ibídem, p. 23.

[191] Ibídem.

[192] Ibídem, p. 24.

[193] Ibídem.

[194] Ibídem, p. 26.

[195] Ibídem, p. 28.

[196] Ibídem.

[197] Ibídem, p. 29.

[198] Ibídem, p. 32.

[199] Ibídem, p. 33.

[200] Ibídem.

[201] Ibídem, p. 34.

[202] Ibídem.

[203] Ibídem, p. 43.

[204] Ibídem, p. 42.

[205] http://www.ourcommons.ca/Content/Committee/403/JUST/Evidence/EV4959361/JUSTEV48-E.PDF

[206] https://web.archive.org/web/20170506065451/https://www.aciprensa.com/noticias/insolito-psiquiatras-de-eeuu-aceptan-pedofilia-como-orientacion-sexual-69223

[207] Rubio, Alicia. Cuando nos prohibieron ser mujeres …y os persiguieron por ser hombres: Para entender cómo nos afecta la ideología de género (Spanish Edition) (p. 204). Alicia V. Rubio. Edición de Kindle.

[208] Rind, Bruce & Tromovitch, Philip & Bauserman, Robert. (1998). A Meta-Analytic Examination of Assumed Properties of Child Sexual Abuse Using College Samples. Psychological bulletin. 124. 22-53. 10.1037/0033-2909.124.1.22.

[209] El Perfil. Edición impresa 8 de febrero de 2009. Núm. 0337, Buenos Aires.

[210] https://www.lanacion.com.ar/1033073-un-reconocido-psicologo-preso-por-pedofilia

[211] Levine, Judith. HARMFUL TO MINORS. The perils of protecting children from sex. USA, University of Minnesota Press, 2002, p. 25.

[212] Ibídem, p. 77.

[213] Ibídem, p. 81.

[214] Ver aquí el video de Blaire White: https://www.youtube.com/watch?v=ac-aipJ1inQ

[215] https://www.youtube.com/watch?v=SP0A7U6dU4Q

[216] https://web.archive.org/web/20180322200523/https://www.clarin.com/politica/diputada-izquierda-unica-apoyo-ley-pornografia-infantil_0_HJnYgrWcG.html

[217] https://twitter.com/vaninabiasi/status/977142114701185024

[218] Sentencia N.° 003-18-P.TO-CC, Caso N.° 0775-11-.TP. Corte Constitucional del Ecuador, Quito D. M., 27 de junio de 2018, p. 8.

[219] Ibídem, p. 10.

[220] Ibídem, p. 12.

[221] Ibídem, p. 13.

[222] Ibídem, p. 24.

[223] Ibídem, p. 25.

[224] Ibídem.

[225] Ibídem.

[226] Ibídem, p. 26.

[227] Ibídem, p. 34.

[228] https://web.archive.org/web/20180809191609/http://www.lefigaro.fr/actualite-france/2018/08/03/01016-20180803ARTFIG00271-consentement-sexuel-la-loi-ne-pose-pas-de-limite-d-age.php

[229] https://web.archive.org/web/20180819194518/https://www.unicef.fr/contenu/espace-medias/fichage-des-mineures-non-accompagnees-la-protection-des-enfants-doit-passer-avant-la-suspicion

[230] https://web.archive.org/web/20180824120324/https://actualidad.rt.com/actualidad/286294-nino-hablar-tener-relaciones-pedofilo Ver también http://web.archive.org/web/20180823161611/http://www.dailymail.co.uk/news/article-6090203/Pervert-hoped-travel-country-lower-age-consent-mother-died.html

[231] https://www.youtube.com/watch?v=-O-JXKek2bE Ver también https://www.youtube.com/watch?v=0jBGoheceRM

[232] Ibídem.

[233] https://www.demorgen.be/podium/milo-rau-over-petitie-tegen-naaktscene-niet-een-van-de-ondertekenaars-heeft-de-voorstelling-gezien-bb883791/

[234] https://web.archive.org/web/20180528075838/http://www.chicagotribune.com/news/local/breaking/ct-web-sexual-assault-case-denied-bail-20180124-story.html

[235] https://web.archive.org/web/20180725221053/https://www.subrayado.com.uy/el-codicen-decidio-que-no-debe-consultar-padres-la-educacion-sexual-sus-hijos-n509902

[236] Alba Barbé i Serra & Sara Carro Ibarra. Cosquillas. Ediciones Bellaterra.

[237] Ibídem.

[238] Ibídem.

[239] Ibídem.

[240] https://web.archive.org/web/20180709030413/http://www.soc.ucsb.edu/sexinfo/node/313

[241] EL PLAN DE COEDUCACIÓN 2017-2021 para los centros y comunidades educativas de Navarra. SKOLAE, Berdin Bidean, Creciendo en Igualdad. Departamento de Educación (Gobierno de Navarra), p. 68.

[242] Ibídem, p. 30.

[243] Ibídem, p. 37.

[244] Ibídem, p. 50.

[245] Ibídem, p. 71.

[246] Ibídem, p. 29.

[247] Ibídem, pp. 30-31.

Fuente: hoann-setrid.blogspot.com

Más información:

Siete claves sobre la ideología de género

Algunas verdades sobre la Ideología de Género

Los riesgos de la ideología de género y la transexualidad infantil

La ideología de género y su agenda deconstructiva. César Vidal

ideología de género caballo de troya


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Así de fácil es secuestrar a un niño en una plaza

mayo 5, 2015

Video: así de fácil es secuestrar a un nene en una plaza

Un «experimento social» realizado en Estados Unidos advierte a los padres sobre los cuidados que tienen que tener con sus hijos.

En la plaza. Un experimento social muestra qué fácil es para un adulto llevarse a un chico (en inglés).

Es el temor de toda madre de un nene pequeño: que el chiquito esté jugando delante de sus ojos, en la plaza, y de pronto desaparezca. Un video, que se está viralizando rápidamente en las redes sociales, muestra qué fácil es para un adulto llevarse a un chico.

Este «experimento social» fue realizado por el estadounidense Joey Salads, que tiene un canal de «pranks» o bromas en YouTube. Esta vez, sin embargo, no es ninguna broma. Salads lleva un perrito muy simpático y se acerca a una madre en una plaza. Le pregunta cuántas veces le dijo a su hijo que no tenía que hablar con extraños en la calle, y luego le pide si puede acercarse a su hijo (o a su hija).

Así, frente a la mirada de la madre, Salads le muestra al chico a su perro, se lo hace tocar y le dice si quiere ver más perritos. Así, en cuestión de minutos, termina llevándose al chico.

En Estados Unidos «700 chicos son secuestrados por año», cierra Salads su video, que en sólo dos días ya fue visto casi 800.000 veces en YouTube y compartido más de 1,2 millón de veces en YouTube.

Fuente: Clarín, 05/05/15.

En la plaza. Un experimento social muestra qué fácil es para un adulto llevarse a un chico (en inglés).

 

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