La guerra civil molecular según Enzensberger

junio 7, 2021

La guerra civil molecular

Por Ricardo Marconi.

El poeta, ensayista sobre cuestiones teóricas, dramaturgo y traductor Hans Magnus Enzensberger –al que hemos convocado como fuente en otras columnas- a principios de 1992 señaló que “toda comunidad, incluso la más opulenta y pacífica produce desigualdades, injusticias y frustraciones de distinto tenor”, y las mismas, a la vez, incrementan la igualdad y la libertad formal de los ciudadanos.

Paralelamente, suman reivindicaciones y luchas de dicha población y si no se cumplen, “los agravios renacen en la misma”.

Enzensberger define a esa situación emergente como “una guerra civil molecular, esto es un conflicto en las metrópolis”.

Es más, el alemán que nos ocupa, nacido en Baviera, en 1929, en su ensayo Perspectiva de Guerra Civil (1994); planteó la teoría a escala planetaria vinculada a subculturas marginales.

Estamos, de esta manera, ante un conflicto sin objetivos políticos claros, con un alto grado de violencia y el autor indica en su trabajo que “cualquier vagón de subterráneo puede convertirse en una Bosnia en miniatura”.

Subte de Buenos Aires. Diciembre de 2019

Este tipo de guerra es incruento e imperceptible en su inicio, ya que no necesita movilizar fuerzas, “pero ya está presente en las sociedades occidentales, cuyos focos comienzan por formar parte cotidiana de muchas grandes ciudades”, apunta Enzensberger en sus estudios.

«Las nuevas guerras no serán hijas de la Primera Guerra del Golfo, sino hijastras de Chechenia y Somalia.» 

Teniente General Martin R. Steel, ex comandante de la Infantería de Marina de USA, Veterano de Vietnam y de Tormenta del Desierto.

“Poco a poco, lentamente, en la calle se va a ir acumulando basura y en los parques el número de jeringas y de botellas de cerveza destrozadas. Por doquier las paredes se van cubriendo de graffitis, cuyo único mensaje es el autismo: evocan un yo que ya no existe. Los colegios aparecen con el mobiliario destrozado. Nos hallamos ante una declaración de guerra, aunque pequeña, muda, y el urbanista experimentado sabe interpretarlo”, subrayó el ensayista.

Ciudad de Corrientes, Argentina, 2019

Enzensberger ha sembrado el criterio, verdaderamente grave de que este tipo de conflictos no están regulado por el derecho internacional, ya que se produce, se genera, en el seno de los Estados, “motivo por el cual –opina el dramaturgo- la aplicación del derecho humanitario se hace impracticable, y lo que es peor: el agresor no reconoce leyes regulatorias ni le interesa lo antijurídico de sus actos”.

La guerra molecular –vale aclararlo- es un fenómeno de vandalismo y violencia urbana, en el cual quienes se enfrentan, con conductas cercanas al autismo, desconocen el entorno o la realidad que los rodea. Los especialistas hablan de protagonistas como “jóvenes vanguardistas guiados por el deseo de agredir sin contenido” y ello se presenta como algo casi habitual en zonas de villas, barrios desprotegidos estructuralmente y en regiones donde la pobreza es dueña y señora”.

Disturbios en Chile, 2019.

Es en esos lugares donde el control estatal se nota por su casi inexistencia. La consecuencia de ello es que el Estado deja de ejercer el monopolio del poder y la población sólo pretende huir o protegerse, generando nuevos hechos de violencia.

En definitiva Enzensberger estima que “La guerra civil molecular es un grado de fragmentación social que pone en riesgo el ejercicio del monopolio de la violencia por parte del Estado como resultante de la culminación de fases de desarrollo y posterior evolución”.

Es un fenómeno que comienza a notarse en Argentina, según surge del comentario de analistas políticos y de los propios políticos, quienes seguramente admitirán que como toda construcción teórica, los aspectos indicados en las fases enunciadas no son estancos y sí admiten combinaciones.

Colegas le han comentado a quien esto escribe que viven los sucesos violentos que se suceden en Argentina como “un caos dinámico, con avances y retrocesos en función de las respuestas a la violencia por parte del Estado”.

Enzensberger acota en sus análisis que “a lo señalado se suma la percepción de la relación caos-orden que percibe el conjunto social”.

Fases

Los habitantes de una población X no caen de improviso en una situación de guerra civil molecular. Se inicia con un estado de paz, no carente de conflictos ni de acciones delictivas y violentas que escapan al control estatal.

Situaciones de crisis, debilitamiento de capacidades políticas, burocráticas y administrativas transitorias, son elementos que se suceden y que devienen en una crisis crónica y una vez que esta última se instala, se torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad y la confianza comienza a caer.

Luego disminuye el grado de adhesión a las normas vigentes y se genera una progresiva cultura antijurídica basada en los que califica el autor de la teoría como “el remedio excepcional”.

El proceso evolutivo degenera en un deterioro del Estado y en su repliegue y es entonces que “la guerra molecular comienza a cimentarse de manera sutil”.

La próxima fase se sumerge en la crisis de la seguridad y evitar su crecimiento depende del liderazgo. Lamentablemente, al desencadenarse el tipo de guerra que tratamos, las responsabilidades institucionales relacionadas con la seguridad no se ejercen, sea por omisión o tolerancia pasiva, a cambio de beneficios y luego los funcionarios se involucran directamente en delitos.

El resultado no es otro que la población deja de confiar en las fuerzas del orden y en la justicia.

La tercera fase no es otra que la pre-guerra civil molecular. En ese estadio la indolencia es seguida de omisión y comisión y ello desemboca, indefectiblemente, en la pérdida de manejo de la seguridad interior.

La cuarta fase es la del estado de guerra civil molecular. Enzensberger habla del “inicio de entrecruzamientos de acciones; proliferan los enfrentamientos de bandas, mafias, patotas, grupos estudiantiles…”

“…la naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de avasallar al otro ignorando completamente la autoridad del Estado”.

La fase final es la anarquía que se inicia con el colapso del Estado. Sin embargo, la misma no es permanente y retrocede hacia la regeneración del Estado. O estalla en la constitución de uno nuevo o de varios de ellos.

“Lo esencial es la recomposición de las facultades del Estado, que debe ser el único en poseer el legítimo uso de la violencia”, concluye el ensayista sobre el que hemos volcado su teoría.

En función de los recientes acontecimientos -que se producen en Argentina-, dejo al lector, como lo hizo Enzensberger en su trabajo, extraer sus propias conclusiones.

Fuente: cunadelanoticia.com, 09/12/14.


Hans Magnus Enzensberger, el gran profeta de la anomia política latinoamericana

Por Ricardo Bloch.

En 1989 en simultáneo a la caída del Muro de Berlín y al final de la Unión Soviética tal como se la había conocido hasta entonces, un historiador norteamericano egresado de la universidad de Princeton llamado William Lind hizo pública la teoría de la Guerra de Cuarta Generación (Fourth Generation Warfare – 4GW), en la que se incluía a las contiendas asimétricas y a los conflictos de baja intensidad.

Por esos mismos días Francis Fukuyama, doctor en Ciencia Política de la universidad de Harvard y alto académico de la Rand Corporation, publicaba un pequeño ensayo titulado ¿El fin de la historia? en el que decretaba, equivocadamente, la muerte de las ideologías y el triunfo definitivo de la democracia liberal como sistema de gobierno.

Durante esas jornadas históricas estos autores norteamericanos eran observados y analizados desde Alemania con cierto aire escéptico por un escritor multifacético de sesenta años que había nacido el 11 de noviembre de 1929, pocos días después del derrumbe de Wall Street. Su nombre, Hans Magnus Enzensberger, un prolífico autor egresado en Literatura Germánica de la universidad de Friburgo y doctorado en La Sorbona en 1955.

Hoy a los 90 años este lúcido intelectual de Baviera que se jacta de no haber conocido personalmente a Angela Merkel, aunque la aprueba políticamente por su gestión de gobierno, continúa abordando con sutil ironía el rol de los intelectuales en la escena política.

En los años ´60 tras radicarse varios meses en Cuba para analizar el experimento socialista de Fidel Castro, Enzensberger expresó no entender el deslumbramiento de importantes pensadores con el Che Guevara. “Pobre Che, él firmaba los billetes del Banco Nacional de Cuba sin tener conciencia de que ese peso no valía nada. En ese sentido también fue un ignorante”.

Billete de un peso con la firma del Che Guevara

Su visión pragmática sobre las ideologías económicas en pugna durante el siglo XX es contundente. “El capitalismo es proteico porque es más capaz de adaptarse a circunstancias cambiantes que el socialismo. El socialismo no conoce modificaciones, aunque haya diferencias, por ejemplo entre Corea del Norte y Cuba. El capitalismo puede coexistir con un partido comunista unitario en China y también tranquilamente con el fascismo italiano o con el nazismo en Alemania”.

En 2015 Enzensberger publica Tumulto, una novela de tinte autobiográfico, aunque por esos días confiesa públicamente que “no hace falta ser criminólogo ni epistemólogo para saber que los testimonios sobre uno mismo carecen de base fidedigna”.

En este campo la opinión del escritor alemán se asimila a la de su par inglés, Julian Barnes, quien en su novela “El sentido de un final” se preguntaba: “¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contada a otros, pero sobre todo a nosotros mismos”.

Guerra civil molecular

En 1993 Enzensberger publica un texto titulado Ensayos sobre las discordias, en el que reniega del paraíso de bienestar y progreso económico que traería el fracaso del experimento del socialismo soviético.

Conceptualiza en la obra la guerra civil molecular afirmando: “El signo más visible de que dicho orden bipolar del mundo ha quedado finiquitado lo constituyen esta treintena o cuarentena de guerras civiles que hoy azotan al mundo. En las guerras civiles de hoy ya no existe la necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de la ideología”.

Y continúa expresando a principios de los ´90 como si desplegara una cartografía política en la América Latina de hoy: “Contemplamos el mapamundi. Localizamos las guerras en regiones distantes, preferiblemente en el Tercer Mundo. Hablamos de subdesarrollo, crecimiento a dos velocidades, fundamentalismo. Creemos que los para nosotros inexplicables combates se desarrollan en las antípodas. He aquí el error, el autoengaño. Porque, de hecho, la guerra civil ya está presente en las metrópolis. Sus metástasis forman parte de la vida ·cotidiana de las grandes urbes”.

Fase 0: Paz.
Fase 1: Crisis crónica o Falsa normalidad.
Fase 2: Crisis de la Seguridad.
Fase 3: Pre Guerra civil molecular.
Fase 4: Guerra civil molecular.
Fase 5: Anarquía o Guerra civil.

Chile, octubre 2019

En otro parte de su ensayo Enzensberger pareciera estar mirando por televisión lo que por estas horas ocurre en Chile: “Las guerras civiles, ya sean moleculares o a gran escala, son contagiosas. Mientras el número de quienes no tienen participación alguna en ellas disminuye -sea porque mueren o huyen o se unen a uno de los bandos-, los contendientes se van pareciendo cada vez más. La semejanza afecta tanto a su comportamiento como a su moralidad. En las zonas conflictivas de las ciudades la policía y el ejército actúan como si fueran una banda más. Las unidades antiterroristas practican la pena de muerte preventiva; los drogadictos y los pequeños delincuentes son víctimas de los escuadrones de la muerte, fiel reflejo de aquellos a quienes combaten».

Fuerzas antidisturbios, Santiago de Chile 2019

Las tesis de Enzensberger se entrelazan con las críticas que el politólogo australiano John Keane despliega contra los vicios de las democracias occidentales: “El populismo es una enfermedad autoinmune de la democracia; requiere condiciones democráticas para florecer (libertad de expresión, de reunión, multipartidismo), pero su lógica es profundamente antidemocrática, destruye los órganos de control y margina a sectores importantes de la sociedad”.

Por su parte Hannah Arendt, la notable pensadora que despierta importantes adhesiones políticas transversales en Argentina, conceptualizó con agudeza los grandes riesgos de confundir el poder con la violencia. Así lo escribió: “El dominio por medio de la violencia pura entra en juego cuando se está perdiendo el poder. Por lo demás la violencia siempre puede destruir el poder; del cañón del fusil nace el orden más eficaz que tiene como resultado la obediencia más inmediata y perfecta. Lo que no puede salir jamás del cañón de un fusil es el poder».

Fuente: infobae.com, 15/11/19.


18 de octubre: El inicio de una Revolución Molecular

Presenciamos múltiples, pequeñas, y acéfalas ebulliciones disipadas en la sociedad, que se alejan de aquellas del siglo pasado, en las que se podía determinar quién es el enemigo. Hoy no sabemos quién articula, ni cómo lo hace.

Por Daniela Carrasco.

Desde el viernes 18 de octubre (de 2019) Chile ha entrado en un grave conflicto político-social. Destacan los incendios a las 20 estaciones de metro -9 de ellas quedaron inutilizables-, junto a innumerables destrozos, saqueos e incendios a propiedad pública y privada, en paralelo a las movilizaciones ciudadanas. Pero este ánimo destructivo se viene germinando hace años en nuestro país, pues la ausencia de verdad ha permeado profundamente las distintas capas de nuestra sociedad y afecta por ende a la representación de lo que las cosas son, pero también de la representación política. Este escenario nos ha llevado a presenciar una Revolución molecular (múltiples,  pequeñas, y acéfalas  ebulliciones disipadas en la sociedad) que se aleja de aquellas del siglo pasado, en las que se podía determinar quién es el enemigo. Hoy no sabemos quién articula, ni cómo lo hace.

En esta insurgencia podemos encontrar tres fuerzas que generan profundos antagonismos y polarización en la sociedad:

1) Los movimientos sociales (destaca la horizontalidad como un elemental componente);

2) Los movimientos populares (agregan un componente de clase, como el FPMR, el PC (AP), o los troskos); y

3) Las fuerzas anarquistas (movimientos insurreccionales).

Todas estas fuerzas estaban alertas en nuestro país antes de este estallido, pero ya están activas (por inorgánicas que puedan considerarse) en las calles de las diferentes  regiones.  ¿Cómo se tejió este escenario? La literatura tiene mucho que ofrecernos para poder aproximarnos certeramente a la realidad.

No es temerario afirmar que hace ya tiempo el marxismo heterodoxo y el anarquismo han venido abriendo nuevas teorizaciones con el objeto de desplazar al marxismo en su concepción más clásica. Si en el siglo pasado creíamos en que las instituciones funcionaban, entre otras formas, caracterizándose por articular una comunicación vertical para las demandas ciudadanas (considera la presencia de instituciones como partidos políticos, la que puede ser hacia arriba-abajo o viceversa), con la irrupción de los movimientos sociales este paradigma se quiebra, dando paso a una comunicación horizontal (no considera ninguna institucionalidad), desplazando a la política formal. La irrupción e influencia de los partidos en Chile y el mundo este último tiempo operan como una señal de esto.

Esa horizontalidad se radicalizó en una molecularización del cómo hacer política. Quienes han teorizado este nuevo modus operandi (Gilles Deleuze y Felix Guattari, o el colectivo francés Tiqqun, entre otros) abogan por un modelo de de-construcción para aplicar una “Revolución Molecular Disipada”, que, lejos de una política presencial, tal como se ha desarrollado (en espacios e instituciones) pretende organizarse a través de la acción nómade y sin lugares (cibernéticamente). Esto se traduce en una prescindencia de la jerarquía, o de un líder visible, o un vocero como sucede en la vertical.

En Chile, esto es dable observarlo a través de los movimientos estudiantiles, que patrocinaban una horizontalidad a través de las asambleas estudiantiles. Recordemos que entre el 2001 y el 2011 resaltaron algunos rostros, y varios de ellos son hoy parlamentarios o personajes públicos, quienes aún están en la lógica de política formal. Con el estallido del movimiento feminista en 2018, evidenciamos que ya no es posible identificar líderes, sino colectivos. La autonomía acéfala que caracteriza a estos movimientos (molecularización) planteada estaba aplicándose. La violencia en liceos emblemáticos ha sido una constante problemática difícil de solucionar porque no hay líderes visibles que la articulen, al igual como pasó en el llamado a evadir el metro. Ocurrió espontánea, acéfala y (otra vez) molecularmente, gracias al uso de Redes sociales.

Lo acontecido estos días no debe sorprendernos. Asistimos a un conato por declarar interdicta a la política tal como la hemos conocido. Si hasta ahora los partidos venían oficiando de príncipe, ahora es dable afirmar que algunos apuestan a generar las condiciones de posibilidad para imaginarios nihilistas con el objeto de abrir nuevas y desconocidas posibilidades. Toda crisis y conflicto, si bien es una oportunidad, también obliga a reconocer una pérdida. Es hora de volver a pensar en un camino firme a largo plazo, y eso amerita a volver a las ideas unificadoras que nos deben sostener, junto con buscar los mecanismos que re unifiquen el sentido unitario de la vida en sociedad.

Fuente: ellibero.cl, 06/11/19.


Fases de la Guerra civil molecular

FASE 0: LA PAZ

Los habitantes del Estado viven normalmente. Proyectan sus vidas sin mayores sobresaltos. Adhieren sus conductas a las normas vigentes. Existe un evidente imperio del orden. No carente de conflictos ni de hechos violentos que escapen al control del Estado. Puede darse una situación de crisis, que es la pérdida o debilitamiento de las capacidades políticas, burocráticas y administrativas para realizar normalmente las funciones básicas del Estado (v.g.: desastre climatológico, traspié financiero, epidemia, ataque exterior, un caso de corrupción puntual en algún poder del Estado). Pero este tipo de crisis son transitorias y por eso refuerzan la confianza en las instituciones públicas.

FASE 1: LA CRISIS CRÓNICA O FALSA NORMALIDAD

Los problemas que no se solucionan generan más problemas.

Una vez que la crisis se instala (política, económica o social), esta se torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad, alimentada por el deseo y expectativa de encontrar una salida. La gente percibe que el Estado no puede dar una respuesta inmediata y decae la confianza.

Podemos decir que en esta fase la crisis es de índole cultural, ya que comienza a disminuir el grado de adhesión a la normativa vigente y se genera una cultura antijurídica progresiva basada en la transgresión y el remedio excepcional. El Estado entra en crisis por el deterioro de sus basamentos morales y se repliega. Aunque la crisis pueda escalar hacia formas de resolución violentas, la guerra civil molecular comienza a echar su cimiento en forma sutil.

FASE 2: LA CRISIS DE LA SEGURIDAD

La degradación del aparato estatal provoca el deterioro de los parámetros de seguridad interior. La indolencia, desinterés, falta de estímulos, accionar cansino y falto de vocación comienzan a manifestarse en las instituciones estatales que deben velar por la seguridad. Evitar que se extienda depende del liderazgo que se tenga.

Las responsabilidades institucionales de seguridad no se ejercen, sea por omisión o tolerancia pasiva a cambio de beneficios. Los funcionarios estatales se involucran de manera directa y protagónica en operaciones delictivas. Se deja de confiar en las fuerzas del orden y en la justicia.

FASE 3: PRE GUERRA CIVIL MOLECULAR

En esta fase se multiplican los espacios “off limits”. La indolencia, seguida de omisión y comisión, desemboca inevitablemente en la pérdida de manejo de la seguridad interior por parte del aparato estatal. Se generalizan: medidas de autodefensa (posesión de armas, rejas, candados, puertas, autos y chalecos blindados); conformación de barrios cerrados por sectores de alto nivel socioeconómico y la seguridad privada se torna usual.

FASE 4: ESTADO DE GUERRA CIVIL MOLECULAR

Desde el momento en que una organización o masa delictiva se apropia de un territorio, todas sus acciones deben entenderse como acciones de guerra civil molecular, incluso aquellas que representan enfrentamientos entre bandas. Comienzan los entrecruzamientos de acciones; proliferan los combates entre organizaciones (bandas, mafias, carteles, hinchadas, grupos estudiantiles, patotas juveniles). La naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de avasallar al otro ignorando completamente a la autoridad estatal.

FASE 5: ANARQUÍA y/o GUERRA CIVIL

El colapso del Estado significa el fin de la guerra civil molecular y el comienzo de la anarquía. Sin embargo la anarquía extrema es transitoria, no subsiste por si misma, retrocede hacia la regeneración del viejo Estado o se transforma en una guerra civil macroscópica con vistas a la constitución de uno o varios Estados.

Fuente: elnacionalista.mforos.com, 14/12/10.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Cómo usan los Terroristas las Redes e internet

junio 17, 2019

Terroristas en la Red: el modelo de comunicación digital que hace temblar las democracias

Por Javier Lesaca.

Terroristas en la red

Una innovación tecnológica revolucionó la gobernanza mundial a partir del siglo XV. La invención de la imprenta permitió reproducir, difundir y compartir ideas y conocimientos a gran escala. La razón, la ciencia y la perspectiva, que caracterizan la época de la modernidad, comenzaron a abrirse paso de manera global y forjaron movimientos culturales y políticos que transformaron la política y las estructuras de gobierno durante siglos.

Las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII –Revolución Francesa e Independencia de Estados Unidos– no pueden entenderse sin la producción y difusión de ideas políticas que permitió la imprenta. Pero, sobre todo, esta innovación tecnológica facilitó la consolidación de un modelo de gobierno que ha permanecido exitoso hasta el siglo XXI: la democracia liberal.

Seis siglos después de la gran revolución tecnológica, social y política que provocó la imprenta, el mundo debate sobre las consecuencias que está generando en la gobernanza la última gran innovación tecnológica: internet y las redes sociales.

Existe la hipótesis generalizada de que un buen uso del potencial de estas nuevas herramientas de comunicación puede contribuir a perfeccionar y consolidar el modelo de democracia liberal. Sin embargo, también se está generalizando el temor de que una mala utilización de estas innovaciones puede acabar erosionando de manera irreversible tanto al modelo liberal de democracia como a la misma figura del estado-nación. Las consecuencias de este último escenario son tan inquietantes como impredecibles.

De momento existe la evidencia de que la irrupción de internet y las redes sociales ha alterado de manera considerable el escenario en el que se conformaba la opinión pública y el debate público, un elemento que según pensadores como Jürgen Habermas es la “piedra angular” de una democracia liberal.

Hasta finales del siglo XX, la opinión pública se formaba mediante la interacción de tres actores perfectamente identificados: instituciones públicas, medios de comunicación y ciudadanos. Igualmente, existía un consenso al afirmar que en el proceso de creación de mensajes hegemónicos entre la opinión pública existía una relación vertical, en la que las instituciones públicas tenían más facilidades para enfocar el debate público y los medios ejercían de mediadores entre los mensajes de la administración y los ciudadanos.

El monopolio del mensaje

La irrupción de internet y de las redes sociales, así como la democratización en el acceso a la tecnología de grabación, edición y difusión de material audiovisual, han provocado que en el siglo XXI estos modelos de configuración de la opinión pública y, por ende, de la propia cohesión de las democracias liberales quedaran obsoletos.

En primer lugar, las instituciones públicas han perdido el monopolio que venían ostentando en la creación de mensajes hegemónicos y, en segundo lugar, los medios ya no juegan el papel de mediadores, puesto que nuevos agentes políticos pueden comunicarse y dialogar de manera directa con los ciudadanos sin la necesidad de tener que pasar por un mediador.

Este nuevo panorama se ha convertido en una gran oportunidad para que grupos violentos y extremistas emprendan de manera sistemática guerras de comunicación para erosionar de manera deliberada la cohesión social de democracias liberales consolidadas.

Al Qaeda y su estrategia de comunicación

Lo cierto es que, casi diez años antes (2005), el actual líder de Al QaedaAyman Al Zawahiri, ya expresó de manera muy clara las expectativas que el nuevo panorama comunicativo estaba generando entre los grupos terroristas: “y yo os digo: estamos en una batalla, y más de la mitad de esta batalla está teniendo lugar en el terreno de los medios de comunicación. Y esa batalla en los medios es una batalla por ganar las mentes y los corazones de los miembros de la Umma”.

Al Qaeda, desde comienzos del siglo XXI puso en marcha una ambiciosa campaña de comunicación digital destinada a elaborar productos de comunicación audiovisual de calidad y personalizados para distintas audiencias que se distribuían de manera directa a sus públicos potenciales a través de páginas web.

Uno de los mejores ejemplos de esta estrategia fue la revista Inspire, lanzada en junio de 2010 con el objetivo de socializar el mensaje de Al Qaeda entre audiencias jóvenes de Estados Unidos, Inglaterra y otros países angloparlantes. El encargado de elaborar y diseñar esta revista fue precisamente un ciudadano estadounidense, con doble nacionalidad yemení, nacido en California el 22 de abril de 1971, Anwar Al Awlaki.

La estrategia de comunicación de Al Qaeda a comienzos del siglo XX permitió a este grupo terrorista comunicar sus mensajes de manera directa a sus audiencias, sin tener que depender del papel mediador de los medios de comunicación. Esto permitía al grupo terrorista no solo marcar la agenda mediática y política, sino también controlar el enfoque con el que sus mensajes impactaban finalmente entre las audiencias. Así, el uso de la tecnología facilitó que un grupo subnacional violento y extremista pudiera competir de manera directa con los estados a la hora de forjar sentimientos de pertenencia y alianzas identitarias que movilizaran a sus públicos objetivos y pudieran generar cambios de comportamiento político.

Sin embargo, la estrategia comunicativa de Al Qaeda planteaba dos importantes limitaciones. El principal obstáculo consistía en que la comunicación de este grupo terrorista era unidireccional. Es decir, los responsables de comunicación de Al Qaeda publicaban su material en internet en sus medios de comunicación propios, pero quedaban a la espera de que, de manera proactiva, los usuarios accedieran a estos contenidos.

Este flujo unidireccional suponía que, en la práctica, solo accedieran a los contenidos elaborados por los terroristas públicos ya familiarizados y previamente influenciados por la dialéctica yihadista. Resultaba muy complicado para los terroristas impactar en nuevas audiencias.

La segunda limitación estaba condicionada por la escasa variedad temática de las narrativas de Al Qaeda, que pivotaban exclusivamente en torno a dos áreas: la justificación de la violencia en base a la interpretación yihadista del Islam; y el victimismo ante una supuesta guerra perpetúa de Occidente contra los musulmanes que, según la dialéctica islamista, se inició con las cruzadas y que se extendería hasta pleno siglo XXI. Esta escasez temática apenas generaba resonancia e interés en audiencias ajenas a este pensamiento, lo que limitaba la expansión ideológica y el reclutamiento en nuevos grupos sociales.

Redes al servicio del terror

Redes al servicio del terror

La irrupción de Estado Islámico en el año 2014 permitió superar estos retos. Los terroristas de Dáesh lograron afianzar un innovador uso de internet y de las nuevas tecnologías de la comunicación que se ha demostrado de gran eficacia para los intereses de grupos violentos y extremistas y una terrible amenaza en el largo plazo para instituciones públicas y democracias liberales.

El objetivo final de la estrategia de comunicación del Califato digital es el de quebrar la relación de confianza entre los ciudadanos y sus instituciones públicas mediante la construcción y difusión de una narrativa de construcción nacional alternativa en torno a un proyecto político totalitario y extremista.

Un plan en cuatro pasos

Esta propuesta comunicativa está diseñada e implementada en un proceso de cuatro pasos. Son los siguientes:

Detección de las vulnerabilidades sociales y política un estado. Dáesh entendió y analizó correctamente la marginalización social, económica y política en la que se encontraban los ciudadanos suníes de Irak y de Siria en los últimos diez años. Igualmente entendió la crisis de confianza en las instituciones públicas que se estaba produciendo entre las nuevas generaciones de muchos países occidentales.

Crear una narrativa de construcción nacional. Las narrativas del autoproclamado Estado Islámico, a diferencia de Al Qaeda o de otros grupos yihadistas previos, no se centraron exclusivamente en temáticas propias del islamismo, sino que se centraron en explotar las vulnerabilidades sociales, económicas y políticas detectadas entre sus audiencias potenciales y en ofrecer una alternativa política que canalizara y movilizara a decenas de miles de ciudadanos frustrados con sus administraciones públicas.

El análisis de los 1.500 vídeos publicados por el Estado Islámico desde enero de 2014 hasta diciembre de 2018 demuestra que más de la mitad de la narrativa está destinada a construir un nuevo contrato social positivo con sus públicos potenciales. El 22 por ciento de los vídeos explican su capacidad de gobernar y de gestionar servicios públicos y el 31 por ciento son entrevistas con milicianos o ciudadanos suníes que expresan las supuestas bondades de vivir en el Califato.

Creación de una red de medios propios. El Estado Islámico creó desde el año 2014 una red de empresas multimedia que trabajaban de forma coordinada y permitían difundir de manera directa y segmentada sus mensajes a diferentes audiencias. Esta red consistía en una agencia de noticias, una agencia de infografías, una revista en árabe, cuatro revistas en inglés, ruso, francés y turco, una emisora de radio, tres productoras audiovisuales generalistas y treinta cuatro productoras audiovisuales locales.

Automatización de las redes sociales. El último paso de la estrategia de comunicación del Estado Islámico consistió en la difusión de manera masiva de sus productos de comunicación a través de las redes sociales, con el objetivo de impactar en las audiencias potenciales, sin tener que esperar a que estas accedieran de manera proactiva al contenido.

Un estudio pormenorizado sobre la distribución de mensajes en redes sociales de Dáesh realizado con la empresa española Alto Analytics permitió identificar cómo el Califato utiliza para distribuir sus productos de comunicación en Twitter una media de 522 perfiles digitales que generan en torno a 1.700 tuits en aproximadamente dos horas.

Los responsables de comunicación de Dáesh utilizan una media de nueve bots en cada una de sus campañas con el objetivo de lograr el máximo volumen de mensajes en el menor tiempo posible. Asimismo, es muy habitual que estos bots inserten el contenido de las campañas de Dáesh parasitando los principales hastags que son trending topic en aquellas conversaciones donde se encuentran sus audiencias principales.

El Califato digital, aún en activo

Es cierto que el Estado Islámico ha sido derrotado sobre el terreno. Sin embargo, el Califato digital sigue aún activo. Los terroristas siguen siendo capaces de publicar cada mes una media de ocho vídeos, cuatro revistas y más de medio centenar de notas de prensa y comunicados.

Solo en noviembre de 2018 los responsables de comunicación del Califato lograron publicar 853 enlaces con contenido a su material audiovisual en plataformas digitales comerciales disponibles abiertas para ser consultados por cualquier usuario de internet. Un mes después de la publicación de estos enlaces, el 30% permanecían aún disponibles.

La capacidad de resistencia del Califato digital representa un importante reto para la seguridad pero no es el único. Las lecciones aprendidas y el modelo de comunicación digital diseñado por este grupo terrorista han creado escuela. El grupo terrorista islamista sirio, Hayat Tahrir Al Sham, que oficialmente no está alineado ni con Al Qaeda ni con Dáesh, publicó solo durante 2018 un total de 188 campañas de comunicación, mientras que los grupos vinculados con Al Qaeda llegaron a las 146 campañas de comunicación. Gran parte de los contenidos de estos grupos terroristas, especialmente en el caso de Hayat Tahrir Al Sham, está basado en el modelo del Califato destinado a generar un nuevo contrato social con la población suní mediante la comunicación digital y el uso de las nuevas herramientas y tecnologías de la comunicación.

Gobiernos, empresas y sociedad civil afrontan un reto generacional. La tecnología se ha convertido en un arma de doble filo que, en malas manos, se ha probado como una eficaz herramienta para movilizar a decenas de miles de ciudadanos contra la base fundacional del estado-nación y la democracia liberal.


La versión original de este artículo fue publicada en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.


Javier Lesaca, Doctor en Historia. Investigador invitado, Columbia University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Fuente: tecnovedosos.com, 2019.

___________________________________________________________________

Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter

___________________________________________________________________

.

.

El constante ataque a los sistemas de economías libres

octubre 16, 2017

Atentados terroristas, ideas destructivas y el constante ataque a los sistemas de economías libres

Por Mario Šilar.

La locura de la violencia

Llevo largo tiempo viviendo en Navarra, España. Aprendí a amar esta tierra y sus habitantes. Uno de mis hijos se llama Santiago. Se puede intuir por qué. El pasado jueves 17/08/17 hacia las cinco de la tarde un terrorista de origen marroquí condujo una camioneta que se introdujo en una zona peatonal muy turística, el paseo de Las Ramblas (Barcelona), atropellando masivamente a las personas que paseaban por allí, en un recorrido de casi 600 metros, antes de detenerse por un fallo en el sistema eléctrico del vehículo. Horas después de este ataque, se produjo otro atentado en la localidad costera catalana de Cambrils, a unos 120 kilómetros de la ciudad condal. La célula terrorista estaba integrada por doce miembros. Algunos de ellos encontraron su muerte enfrentándose a las fuerzas policiales al grito de al-lâhu akbar (Alá es el más grande).

Causa gran dolor el sufrimiento de las víctimas inocentes, hasta la fecha son 16 fallecidos y 130 heridos, de 35 nacionalidades distintas y de todas las edades. Hay víctimas del norte y del sur del planeta, de oriente y de occidente; dos de las víctimas fallecidas eran de la Argentina, Silvina y Carmen, al tiempo que dos heridos también son oriundos del país. Pienso en las familias y amigos de todos ellos. ¡Cuánto sufrimiento! Y todo ello fruto de la barbarie irracional de la violencia terrorista.

Pasados poco más de diez días, las noticias no dejan de causar perplejidad. A los presuntos errores de advertencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad, principalmente de Cataluña –a cargo de los operativos y de la investigación– y también del estado español, se suma la casi certeza de que el atentado perpetrado fue simplemente un “plan b”. En efecto, los terroristas se vieron obligados a ejecutar un cambio de planes luego de que la casa ocupada, en la que llevaban acumulando y preparando materiales explosivos durante meses, estallara por los aires, quitando la vida a tres de los terroristas, uno de ellos el iman instigador de todo el macabro plan. Las investigaciones realizadas revelan que los planes originales contemplaban el ataque a puntos sensibles y emblemáticos de Barcelona, se estima que la Sagrada Familia era uno de los objetivos inicialmente previstos.

Dolor y perplejidad

Las reacciones y algunas de las manifestaciones de la opinión pública han despertado algo de esa congoja que Unamuno condensó en su “me duele España”. Aunque en la actualidad, probablemente el viejo profesor bilbaíno (salmantino por adopción) sería censurado por haber utilizado un término tan desafortunado…, como dijera un presidente de gobierno hace más de diez años –en una sentencia que se hizo célebre–, “la nación (española) es un concepto discutido y discutible”. Al mismo tiempo, no dejo de tener cierta sensación de extrañeza ante lo que me rodea, como si fuera una especie de observador no del todo participante, una especie de Tocqueville con residencia permanente. Sin embargo, más que centrarme en la crónica de este terrible suceso lo que deseo ofrecer son algunas consideraciones a la luz de esas reacciones expresadas por diversos actores políticos, medios de prensa, redes sociales y parte de la opinión pública. En efecto, a medida que se va conociendo mejor el perfil sociológico de los integrantes de la célula terrorista que perpetró los dos atentados, la perplejidad y el desconcierto siguen aumentando.

Dicho en pocas palabras: el perfil socio-cultural de los jóvenes que cometieron estos atentados rompe con todos los esquemas que el pensamiento único quiere imponer sobre el origen que permite explicar (¿incluso justificar para algunos?) el bestial sinsentido que constituye la violencia terrorista. La información disponible indica que se trata de jóvenes –algunos menores de edad, incluso– que estaban sólidamente integrados en su contexto social; tenían estudios completos y un buen desempeño académico. Todos ellos tenían trabajo –a uno de ellos le esperaba un empleo con contrato indefinido el próximo mes de septiembre, y otro tenía un salario de unos 2000 euros al mes y vivía en una vivienda de protección oficial–; y a tenor de lo que se pudo ver en sus redes sociales, solían viajar, disfrutaban del deporte, y de los pasatiempos propios de la adolescencia. Algunos tenían vehículo propio –uno incluso tuvo tres coches, un BMW entre ellos. Todo esto coincide con los estudios recientes que revelan que casi el 50% de los terroristas en España es de origen autóctono, tratándose de ciudadanos españoles –nacidos principalmente en Ceuta y Melilla– e integrados en su entorno. El porcentaje restante está compuesto principalmente por ciudadanos de origen marroquí, que llevan largo tiempo viviendo en España. La síntesis de todo esto se encuentra en las palabras de Raquel Rull, una educadora social de Ripoll –la ciudad donde vivían los terroristas– que tuvo mucho contacto con estas personas durante su niñez y adolescencia: “Estos chicos eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll”. Se trata de personas que en su niñez no sufrieron la violencia de la guerra, no vieron las bombas caer sobre sus cabezas, no tuvieron que huir de un barrio arrasado por causa de los conflictos bélicos ni padecieron el flagelo de la pobreza, el drama del hambre o el desarraigo.

Otros testimonios de amigos, vecinos y conocidos no solo confirman las palabras de la educadora social sino que causan incluso mayor perplejidad, si cabe. Se sabe que los terroristas tenían hermanas trabajando en pizzerías y restaurantes, padres con trabajo y una red social bastante funcional. Otros testimonios dan cuenta de que uno de ellos había vendido su bicicleta pocos días antes del atentado, y que otro había decidido regalar sus botines de fútbol. Algunas entrevistas a compañeros de los terroristas fueron hechas en tiendas de kebab, al hilo de las preguntas los entrevistados bebían cerveza y se liaban algún que otro porro. Unos amigos recordaban que uno de los terroristas había dado una paliza a otro de ellos en los tiempos de escuela secundaria.

Un vecino de Ripoll, Manel López, se había mudado recientemente –junto con su pareja y su hija de cuatro años– a un portal al lado de donde se reunían los jóvenes con el iman, quien habría sido el artífice intelectual e instigador de la masacre. De hecho, a Manel le separaba solo una pared 30 centímetros, de quienes perpetraron los atentados. Podía incluso escucharles, aunque como hablaban en árabe no podía entender el contenido de aquellas charlas. En la entrevista afirma: “no podíamos pensar que se reunían para tramar algo. Creía que eran personas normales, que se juntaban para fumar algún porro o jugar a la Play”. Nunca antes una célula terrorista yihadista había resultado tan cercana y familiar. Algunos amigos notaron algún cambio de comportamiento reciente, producido hace pocos meses; habían dejado de salir por las noches, y quienes lo hacían, dejaron de beber y de fumar.

¿Qué es lo que hemos estado haciendo mal? es la pregunta silenciosa que flota en el aire. La educadora social citada más arriba, tal vez acierta en la diana cuando, algo enigmáticamente, afirma en una especie de proclama para la convivencia pacífica “ni dioses, ni banderas, ni religión”. La integración social parece haber sido efectiva en darles un trabajo pero no una vocación, les dio la posibilidad de acceso a bienes pero no la orientación para incardinarlos bajo un prisma vital más sustantivo. Se les proveyó de canales para la diversión pero parece que no se logró introducirlos en la alegría. Muchos sienten que quienes han cometido estos asesinatos son uno de los nuestros. ¿Qué es lo que ha sucedido para que a pesar de tanto empeño por formar una sociedad sin dioses, ni banderas, ni religión, se terminen formando ciudadanos con trayectorias vitales que encuentran “sentido” en las expresiones patológicas de la divinidad, las banderas y la religión? ¿Qué les lleva a encontrar allí el punto de apoyo para intentar destruir, autodestruyéndose, todo lo que representa la sociedad que les dio cobijo y su temprana identidad? ¿En qué momento los comportamientos algo anómalos pasaron a resultarnos normales y los comportamientos normales, algo anómalos?

Ideas que conducen a la barbarie

Toda esta perplejidad ofrece una arista positiva. En efecto, a las personas no suele gustarnos la incertidumbre y algunos, tal vez por una honestidad inconsciente, se ven impelidos a llevar las convicciones a sus últimas consecuencias. El intento desesperado por reducir la incertidumbre y resolver la perplejidad les impulsa a confesar lo inconfesable. Casi sin quererlo, ponen así blanco sobre negro. En algunos casos ello implica introducirse en otro tipo de barbarie: la barbarie de las ideas que diluyen las diferencias entre la inocencia y la culpa, entre la víctima y el verdugo.

Lamentablemente, a pesar del poco tiempo que ha transcurrido desde el terrible acto de violencia asesina, algunos actores políticos no han dudado en utilizar lo sucedido para avanzar su agenda ideológica, poniendo de manifiesto este otro tipo de barbarie que quiero señalar. ¿Qué es lo que se repite insistentemente, una y otra vez en la mayoría de los medios de comunicación y es defendido más o menos explícitamente por todo el arco ideológico progresista? Se afirma que estos atentados casi nos resultan “merecidos”. Se trata, efectivamente de “la respuesta violenta a una violencia anterior”. ¿A qué violencia se refieren? Se mencionan Irak (siempre Irak, en España), Afghanistán[1], los bombardeos en Siria[2]…, la violencia en la franja de Gaza…, también se señala la venta de armas de España al gobierno saudí y las buenas relaciones entre la corona española y las monarquías de la península arábiga[3]. En última instancia, la violencia del sistema… “No se trata de justificar”, dicen con gesto ampuloso, sino de “comprender” y ver el tema “en toda su amplitud”. Otros aportan incluso una impostada mueca compasiva y señalan que “no se deben olvidar las otras víctimas, los muertos en el atentado X en África, o los fallecidos por causa de la inundación Y, en Asia… ¿qué pasa, acaso las muertes duelen más cuando quienes mueren son occidentales?”. Pasan por alto la lista de países que han tenido víctimas fallecidas y heridas en los atentados. Un auténtico elogio de la impostura…

¿Qué estamos haciendo mal, entonces? La respuesta fácil: el sistema. Estas sociedades libres, materialistas, relativistas, consumistas, que aman la buena vida y que no se preocupan por el cinturón de muerte que rodea a las sociedades opulentas, es para algunos, la causa –“indirecta”, dicen, como para revestir con un barniz de mesura la crueldad de esta idea–, de que existan terroristas yihadistas. Decir que los únicos culpables de los atentados son los terroristas es para ellos afirmar algo vacío, retardatario, implica en el fondo ser funcional al sistema; propio en última instancia de fascistas. Todo esto puede sonar incluso bonito como explicación, para algunos…, si hasta parece que nos permite resolver la perplejidad dándole un aura de análisis global al asunto. Lo cierto es que es perverso. Muy perverso.

En efecto, creo que cubrir lo sucedido bajo un manto de impostada actitud comprensiva aplicado sobre la brutalidad explícita del ataque perpetrado, diciendo de modo amable que “hay una violencia mucho más cruel, que nos rodea aunque no la queramos reconocer”, es moralmente vituperable e intelectualmente execrable. Encima vienen a ser ellos, estos profetas “pacíficos” –del tipo que no mataría ni una mosca–, quienes están llamados a sacarnos la venda de los ojos y explicarnos los males del mundo. Y se quedan tan tranquilos, igualando a la víctima con el victimario. España, y la zona en la que vivo particularmente, tienen larga experiencia en este juego macabro de circunloquios.

 

Destruir a través de la palabra

Vincent Ostrom, reconocido economista político, esposo de Elinor Ostrom –ganadora del premio Nobel de Economía en 2009– (ambos fallecidos en 2012) afirmaba que “las guerras de palabras pueden destruir civilizaciones”. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿En qué momento las ideologías políticas en democracia han adquirido formas tan siniestras como para ser capaces de generar tanta ceguera y albergar tanta sinrazón? ¿Cómo pueden personas aparentemente civilizadas, pacíficas y cultas afirmar algo tan deleznable (y potencialmente disparador de la violencia) como que la posibilidad de utilizar 150 kilos de explosivos contra civiles inocentes que se encuentran en un sitio religioso y turístico, como la Sagrada Familia, por ejemplo, puede ser la consecuencia violenta de una violencia mucho mayor y anterior, la que ejercería el sistema de economías medianamente libres y de gobiernos democráticos occidentales? ¿Cuánto odio bajo apariencia de paz y civismo pueden soportar las palabras?

Pocas cosas son peores que un mal diagnóstico de la situación a la hora de intentar la solución de un problema. Aunque pensándolo bien tal vez haya algo peor: ser capaces de reconocer cuál es el diagnóstico correcto y rechazarlo por no ser funcional a la agenda ideológica que se quiere hacer avanzar.

No importa que la ideología no encaje con la realidad. Algunos ahora guardan silencio. Tal vez queda algún mínimo de decoro (¿anhelo que sea decencia?) por el que callan en público lo que no tuvieron miedo de proclamar a los cuatro vientos, cuando los atentados se produjeron a más kilómetros de distancia, en París, Bruselas y Niza. Allí están las hemerotecas, donde encontramos que los alcaldes de Valencia y Zaragoza afirmaron que los atentados de Bruselas fueron fruto de “la violencia que hemos sembrado en Irak”. También las declaraciones iniciales de la cuenta oficial del grupo político Podemos en la localidad de Vallecas, cuando con motivo del atentado en Niza publicó que se trataba de “un accidente de tráfico instrumentalizado como ataque terrorista para difundir miedo”. Podría seguir con la lista.

En cuanto a los atentados de Barcelona y Cambrils tal vez el acto deleznablemente más honesto lo haya llevado a cabo el grupo político catalán “independentista, socialista, ecológicamente sostenible, desligado de las formas de dominación heteropatriarcal, y que aspira a sustituir el modelo socioeconómico capitalista”. Me refiero a la CUP-Capgirem[4]. El comunicado oficial del grupo municipal, el mismo día del primer ataque, afirma lo siguiente:

“Ante la situación de terror vivida hoy en nuestras calles, desde la CUP CAPGIREM Barcelona manifestamos nuestro apoyo y solidaridad con las viandantes que han sido víctimas del atentado y nuestro rechazo frontal a todas las formas de terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo.

Rechazamos, también frontalmente, todas las interpretaciones y actuaciones racistas y clasistas que estos hechos desencadenarán con el objetivo de profundizar los procesos de represión y militarización de la sociedad. Llamamos a la unidad popular, a la solidaridad y a la reflexión colectiva en clave antifascista, anticapitalista e internacionalista.”

La CUP expresa sin medias tintas lo que muchos piensan aunque no encuentran un modo más amigable de expresarlo: el terrorismo islamista[5] (descripción que se intenta evitar en los medios de comunicación españoles) como tal no es una entidad a tener en cuenta. Lo que existe son distintas formas de “terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo”. La clave es ser capaces de ver todo esto desde una “reflexión colectiva en clave antifascista, anticapitalista e internacionalista”. O sea, el actual sistema tiene lógicas tan violentas y crueles que hay personas –las famosas víctimas del sistema– que salen a matar porque no encuentran otra salida.

Más arriba decía que toda esta descripción de la situación, que no debe ser interpretada a la ligera –aunque parezca dantesca y ridícula– es perversa. Muy perversa. Veamos por qué. En efecto, si es “el sistema” el principal ente de violencia, disparador de toda otra violencia, que siempre será meramente reactiva; en la medida en que un ciudadano no se comprometa con sangre, sudor y lágrimas por acabar con este sistema, ¿de qué modo podrá sentirse inocente de los episodios de violencia criminal que pueda llegar a padecer? Dicho de modo más directo: si tú nunca has hecho nada concreto por acabar con el sistema, con las “lógicas internacionales del capitalismo”, no puedes en rigor ni siquiera arrogarte el derecho moral a sentirte víctima o enfadarte por el sufrimiento que generan estos ataques –ya sea que los sufras en primera persona, o que lo sufra un amigo o familiar–. Y el ciudadano que ha visto esta tragedia “desde las gradas” no tendría ni siquiera derecho a mostrar compasión o dolor genuino, si en conciencia no siente que haya luchado con uñas y dientes contra el sistema. Desde esta perspectiva toda compasión y dolor, en el fondo, no son más que residuos afectivos atávicos y egoístas. No es más que el simple miedo cobarde a pensar que esto le pueda ocurrir a uno. Es el deleznable miedo burgués del que quiere seguir viviendo en la opulencia que le ofrece el sistema, mientras mira hacia otro lado respecto de la violencia que su nivel de vida causa en otras partes del globo.

Las injusticias del sistema serían un grito que clama “al cielo” de la utopía y que golpea a la puerta en forma de seres humanos que se inmolan o que utilizan lo que encuentran a mano para ajusticiar a verdugos anónimos, ciudadanos del mundo. El miedo o la compasión que puede sentir el ciudadano medio no es más que la expresión del aferramiento miserable e individualista a la buena vida consumista y materialista, que anida en él.

Pero la perversión de este planteo puede implicar un paso más. En efecto, si uno realmente coincide con este perverso diagnóstico, se encontraría probablemente con que se siente moralmente obligado a contemplar incluso el uso de la violencia (que no será interpretada como violencia inicial sino “legítima defensa”) para “defenderse” de la violencia del sistema económico capitalista-explotador imperante. El colmo de la impostura lo encontramos cuando estas personas se describen a sí mismas como hombres de paz y pacifistas… porque “están en contra de la violencia global del capitalismo”. He escuchado esta frase demasiadas veces ya.

El desprecio hacia las sociedades libres

Decía que me duele España o, a falta de un término menos conflictivo, me duelen los ciudadanos que habitan la península ibérica… parece estar incoándose una vocación de descomposición autodestructiva que puede disparar los odios más viscerales. Se trata de una vivencia que corroe la vida social, la esmerila y diseca… y todo ello aunque no exploten vehículos en los aparcamientos de los supermercados, ni se disparen tiros en la nuca y por la espalda a quien le toque en la víspera. Me duele tanta falta de entendimiento… algunos creen que se nos mata porque no hay suficiente lucha anticapitalista en el mundo, otros –más “moderados”–, porque defendemos sociedades plurales y tolerantes (con la debida carga de laicismo y anticlericalismo en la interpretación que hacen de estos términos), y no importa que los mismos perpetradores se empeñen en proclamar que nos asesinen por el simple hecho de no ser musulmanes (y si caen musulmanes, son apóstatas, por vivir a gusto en Occidente). Nos matan por algo que nadie dice muy alto, porque pareciera que coinciden en no valorarlo. Nos matan porque, a pesar de todos los controles político-gubernamentales, todavía vivimos en sociedades medianamente libres. Demasiado libres a ojos de los yihadistas…. y de los anticapitalistas.

En cierta medida, se puede afirmar que este ejercicio de rivalidad política llevado al paroxismo del intento de aniquilación retórica del enemigo lleva largo tiempo en el ADN de la vida sociopolítica española. No en vano muchos colegas españoles suelen referirse a su país como un país de tendencias “cainitas”. Lo que impacta es la capacidad de subsumir eventos tan dramáticos como las acciones terroristas bajo esta lógica de lucha partisana entre conciudadanos. Nada parece quedar fuera del afán de superioridad moral, que camufla en verdad el resentimiento vital, de buena parte del ala progresista de España.

Es sintomático que las tendencias liberticidas, que se expresan en los más diversos ámbitos de la vida social suele tener en el ataque a la libertad económica que necesita el sistema capitalista, a uno de sus principales enemigos. Si algo resulta claro en las sociedades modernas es que el ataque a un ámbito de la libertad –sea la libertad civil, religiosa, política, cultural o económica–, tarde o temprano, resulta en la amenaza al resto de libertades. Es evidente que no existe la libertad absoluta y que nuestras decisiones siempre están constreñidas por multitud de variables que limitan el ejercicio libre. Sin embargo, este faktum suele ser a menudo utilizado como excusa por parte de las tendencias tecnócratas para avanzar con la ingeniería social sobre la ciudadanía. Las expresiones más radicales del progresismo político, aunque puedan estar equivocadas, son coherentes en su puntuación causal poniendo a las instituciones de libre mercado en el fundamento de todos los males que padecen las sociedades actuales. En verdad, al afirmar esto ponen de manifiesto lo que en realidad piensan. En efecto, las acciones libres vinculadas al ejercicio de la libertad económica es algo que escapa al control gubernamental y necesitan, tarde o temprano, acallar estos espacios de libertad si quieren tener alguna mínima esperanza de instaurar el modelo social que tienen en mente. Por ello, muchos autores señalan la importancia de atender al carácter indivisible de la libertad. De este modo, y sin ánimos de caer en perspectivas reduccionistas, no se puede negar que –dada la complexión de la vida social contemporánea– la corrosión de la libertad económica daña progresivamente el resto de libertades. Y no es casual que quienes más quieren aumentar la cuota de intervención estatal sobre la vida social no dudan en señalar al sistema de libertad económica como el primer enemigo a combatir y pretenden acusarlo de todos los males que padecen las sociedades actuales.

En realidad, el análisis que hace el progresismo radical por el que acusa al sistema de economías libres de ser la base y la causa remota del terrorismo resulta tan confuso y desacertado como peligroso. Esta aproximación se apoya en confundir o pasar por alto la distinción entre una sociedad civil empoderada y con un marco institucional sólido que cobije la libertad religiosa y el sistema contemporáneo prevaleciente en Europa occidental, vinculado a estados de bienestar fuertes y sistemas tecnocráticos de amplia envergadura. Perder de vista esta distinción lleva a que endilguen a esa entelequia que sería el “perverso capitalismo neoliberal” algunos de los males sociales que padecen las comunidades europeas (anomia y fragmentación social, despersonalización, falta de sentido, vacío existencial, etc.) y que bien pueden vincularse a los problemas del Estado de bienestar, que cuando se lleva a niveles desproporcionados contribuye a disparar incentivos perversos en la comunidad: cultura del subsidio, comportamientos free rider, abusos, debilitacion de la cultura del trabajo, daños en la autoestima, cultura del entitlement o “el tengo derecho a”, etc.; todos elementos que constituyen un caldo de cultivo para las tendencias anómicas que suelen estar a la base de muchos de los ciudadanos europeos que terminan integrándose en células yihadistas. Como se señaló más arriba, el sistema del estado de bienestar puede favorecer la provisión de bienes y ayudas, pero es muy cuestionable que sea capaz de generar pertenencia y comunidad. No en vano, varios expertos señalan la falta de pertenencia como uno de los elementos que debe ser abordado, si se pretende comprender el fenómeno de captación terrorista en sociedades avanzadas. Cada vez resulta más claro que la cohabitación o coexistencia pacífica en una sociedad entre distintas culturas no es lo mismo que la integración genuina de la sociedad en torno a una cultura plural.

En última instancia, la defensa de las libertades civiles, y la libertad económica entre ellas, no es un asunto baladí, como si fuera algo propio de burgueses bienpensantes…, se trata casi del último reducto de sensatez vital e institucional desde el que mostrar que puede haber una salida que asegure –siempre de modo falible, y sin utopías– una convivencia genuinamente pacífica y medianamente justa, frente a todo este drama y sinsentido que se está incoando a nuestro alrededor.

* Una versión previa de este artículo se ha publicado en el suplemento Opinión de del Club Libertad Digital. Accesible en: https://www.clublibertaddigital.com/ideas/tribuna/2017-08-31/mario-silar-la-barbarie-de-los-atentados-la-barbarie-de-algunas-ideas-y-las-sociedades-libres-83045/.

El autor agradece los comentarios de Gloria Cruz Latorre, Eugenio Díaz Jausoro y José Cerrone a una versión anterior del texto.

[1] De nada importa que estos escenarios suponían la lucha contra Al Qaeda sea un enemigo declarado en esta cruel competencia por ver quién tiene el monopolio del protagonismo en el terrorismo internacional. Lo importante es usar los argumentos como arma arrojadiza para debilitar al rival político interno.

[2] Se observa aquí un claro indicio de “provincialismo”. En efecto, suele producirse una interpretación de la lacra del terrorismo internacional en clave meramente de política interna. Ello genera toda clase de esperpentos. El argumento anticapitalista-marxista afirma que es la perversa alianza con los Estados Unidos y los países de la OTAN en la postura adoptada contra el régimen de Damasco el que haría a las democracias europeas “merecedoras” de estos atentados. Se pasa por alto que el ISIS es enemigo del régimen de Barhar al-Ásad (Siria) y que, en todo caso, si alguien quisiera tomar represalias por esta alianza no es precisamente el ISIS. Otra referencia que se hace en esta línea es que la venta de armas de España a Arabia Saudita, implica el uso de estas armas por parte de Arabia Saudita en los conflictos que mantiene, por ejemplo, con Yemen. Pero, de nuevo, también se afirma que Arabia Saudita alimenta el terrorismo del ISIS, que también está actuando –de modo funcional con Arabia Saudita– contra la población en Yemen. Nuevamente, si alguien quisiera tomar represalias por la venta de armas a Arabia Saudita, no sería este país ni el ISIS sino los opositores en Yemen, que sufren fruto de la lucha con Arabia Saudita, donde esta usa las armas que ha comprado a España. Como se puede apreciar, el escenario del terrorismo yihadista es mucho más complejo que las simplistas consignas, cegadas por la ideología, que intentan imponer los partidos del ala progresista.

[3] La referencia que se ha hecho desde líneas independentistas y anticapitalistas catalanas a la venta de armas del gobierno español a diversos países del mundo árabe resulta, como mínimo, muy imprecisa. Se ha utilizado estar idea para dar a entender, nuevamente, que parte de la responsabilidad de este drama reside “en el estado español” y no en la propia Cataluña. Sin embargo, Cataluña, es la segunda comunidad que más armas exporta al exterior, lo que supone un 25% de los envíos de armas al exterior que hace el Reino de España. Según el periódico El Español, que recoge datos oficiales de las Cámaras de Comercio y Aduanas, dependientes de la agencia tributaria española, se puede afirmar que “entre los clientes principales de Cataluña se encuentran Estados Unidos(18,1 millones de euros), Francia (2,7 millones), la República del Congo(1,8 millones) o, en cuarto lugar, Arabia Saudí (1,5 millones), que tras los atentados de Cataluña ha protagonizado los mensajes contra el Gobierno o el Rey por sus relaciones con este país.”

[4] Esta agrupación, que juega un rol clave en la actual gobernabilidad de Cataluña cuenta con tres concejales en el ayuntamiento de Barcelona.

[5] Otro aspecto macabro en todo esto es que también se trata de desvincular completamente la deriva violenta de los terroristas con el Islam y las enseñanzas del Coran. No importan lo rigurosos que puedan ser los estudios de auténticos expertos sobre el islam y las religiones, como es el caso de H. BouladR. Salam NaamanS. Khalil Samir SJ o R. Brague, o sobre cómo se forma el fanatismo, como es el caso del filósofo N. Grimaldi. No. El Islam no tiene ninguna autocontradicción y es una religión de paz. Punto. Quien ose mínimamente a cuestionar esto será incinerado en la pira adonde van los islamófobos, nueva etiqueta con que se tacha –junto con la de fascista– a todo aquel que pretenda contradecir el pensamiento único que se pretende imponer en este tema.

Mario Šilar

Senior Researcher del Instituto Acton Argentina Es Bachiller, Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino”. Hizo estudios de Posgrado en Organización y Gestión Educativa, en la Universidad Austral. Tiene un Máster en Derecho de la Integración Económica, por la Université Paris I Panthéon-Sorbonne y un Máster en Formación del Profesorado por la UNED (España). Es Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía por la Universidad de Navarra.

Fuente: institutoacton.org

terrorismo


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

Google+      LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

Evitan que familiares de los terroristas de San Bernardino cobren U$S 275,000 en seguros de vida

junio 3, 2016

Amigo latino de terrorista de San Bernardino, ¿también vinculado a Al-Qaeda?

Enrique Márquez Jr. fue identificado como el proveedor de armas de los terroristas de San Bernardino —hoy, mucha más información pesa en su contra.

Amigo latino de terrorista de San Bernardino, ¿también vinculado a Al-Qaeda?
Enrique Márquez (izq.) de 24 años, y Syed Rizwan Farook, de 28.
Foto: Archivo.

ISIS terroristas 01Cuando el gobierno de Estados Unidos entabló una demanda para evitar que la familia de la pareja terrorista de San Bernardino cobrara hasta $275,000 en seguros de vida, reveló más información sobre los nexos con el mundo extremista del islam —no solo de uno de los atacantes, sino de su proveedor de armas.

Enrique Márquez Jr., identificado como el hombre que compró los dos rifles de alto calibre que Syed Farook y su esposa, Tashfeen Malik, utilizaron para matar a 14 personas en San Bernardino, también estuvo involucrado con una banda de yihadistas que operaban en California.

La nueva información fue revelada en las más de 13 páginas de la querella que ahora pesa contra Minnesota Life Insurance y Supplemental Life Insurance.

Según la nueva información, en 2011 Márquez estuvo involucrado con el grupo “California jihadists”, una red de simpatizantes del yidahismo, quienes en 2012 fueron arrestados por intentar viajar a Afghanistan para integrarse a Al-Qaeda (una organización delictiva que practica el islam extremista). Más detalles sobre cómo colaboraba Márquez con este grupo no fueron difundidos.

alqaeda marquez

Aquí el documento completo: https://assets.documentcloud.org/documents/2850080/San-Bernardino-Life-Insurance-Case.pdf

La querella también indica que después de que Márquez se convirtió al islam en 2007, éste fue introducido a las ideologías radicales del yihadismo por su amigo Farook. Consecutivamente, ambos elaborarían planes para llevar a cabo atentados terroristas en el sur de California, específicamente en el condado de Riverside.

Los atentados jamás se ejecutaron, pero Márquez sí asistió a Farook y Malik en su atentado del pasado diciembre al proveerles las armas de fuego —dos fusiles de de asalto AR-15.

Márquez ahora se encuentra detenido. Son cinco los cargos por los que deberá responder: conspiración para suministrar apoyo material a terroristas, dos cargos por mentir sobre la compra de dos rifles (los que habrían utilizado los atacantes), fraude migratorio y dar falso testimonio en un supuesto matrimonio por conveniencia.

Farook, de nacionalidad estadounidense, y su esposa, Tashfeen Malik, pakistaní, presuntos seguidores del Estado Islámico (ISIS), fallecieron el 2 de diciembre, tras atacar un centro de asistencia para discapacitados en San Bernardino, donde mataron a 14 personas e hirieron a más de 20.

Fuente: laopinion.com, 02/06/16.

.

Brutal ataque terrorista de ISIS en Paris

noviembre 14, 2015

El Terrorismo es un crimen de lesa humanidad

atentado paris francia noviembre 2015

francia bandera luto

.

A 14 años del S-11

septiembre 21, 2015

S-11: a catorce años del ataque que cambió al mundo

     En la mañana del 11 de septiembre de 2001 el mundo entero vio como Estados Unidos sufría un catastrófico ataque en el corazón financiero de Wall Street. La caída de las “Torres Gemelas” del World Trade Center sorprendió a la población mundial, pero en ese momento pocos imaginaron que estaba naciendo un nuevo estilo de vida moderna, en el que tendría un lugar predominante un concepto poco popularizado hasta entonces: el financiamiento del terrorismo. Sep_11_thumb2.jpg

     Motivados por un patriotismo exacerbado y con la misión de aumentar sus defensas preventivas ante nuevos ataques, las autoridades de Estados Unidos desataron todo su poder militar, económico, diplomático, cultural y legal para crear nuevas estructuras normativas que les permitieran contar con más y mejores recursos contra los grupos terroristas de todo el globo.

patriot-act     Solo 45 días bastaron para que fuese promulgada la Ley Uniendo y Fortaleciendo a América con los Instrumentos Adecuados Necesarios para Interceptar y Obstruir el Terrorismo de 2001, mejor conocida como USA PATRIOT ACT (por sus iniciales del nombre en inglés). Este texto marcó las bases para el establecimiento de muchos procesos de control sobre la sociedad americana (e internacional) y el sector financiero no se escapó de tales medidas, por el contrario terminó convirtiéndose en una de las principales herramientas informativas de las autoridades.

     La banca de Estados Unidos tuvo que incorporar en su cumplimiento normativo diversos y complicados procesos para intentar identificar, reportar y congelar bienes asociados a grupos terroristas.

     Estas obligaciones fueron paulatinamente extendidas al mundo financiero global y posteriormente al resto de los sectores regulados, convirtiéndose no sólo en estándares internacionales, sino en el espíritu de cientos de leyes, decretos y regulaciones en decenas de naciones.

terrorismo 01     La detección del financiamiento de actividades terroristas pasó a ser una de las columnas vertebrales de la lucha contra los grupos considerados terroristas en todo el mundo… y en el centro de esa compleja estructura está el personal de los departamentos de cumplimiento de las empresas reguladas.

     Los desafíos que surgieron a partir del 11 de septiembre de 2001 son muchos y muy complejos. Todos aquellos que son responsables de luchar en contra del terrorismo -sea como investigadores, expertos en inteligencia trasnacional, reguladores o, simplemente, desde la trinchera lejana de un escritorio en una empresa regulada-, tienen la gran responsabilidad de estar trabajando por un mundo más seguro para todos.

     Lavadodinero.com y la Asociación de Especialistas Certificados en Gestión de Riesgos (AECGR) presentan este documento en el que se recopilan las opiniones de reconocidos expertos internacionales, quienes disertan y analizan el impacto generado por los ataques al World Trade Center de 2001 en Latinoamérica, partiendo de dos preguntas básicas:

– ¿Se está haciendo una lucha efectiva contra el financiamiento del terrorismo en Latinoamérica?

– ¿Qué falta en la región?

Lea el documento:

Documento_Especial_Septiembre-11-LavadoDinero-2015

Fuente: LavadoDinero.com, 15/09/15.

 

.

Un delito de lesa humanidad

febrero 15, 2015

Se trata de un delito de lesa humanidad

Por Andrés Gil Domínguez (*).

Alberto Nisman, el fiscal que investigaba la causa AMIA.

Alberto Nisman, el fiscal que investigaba la causa AMIA.

lesa humanidad
El requerimiento de instrucción promovido por el fiscal Pollicita imputando a un conjunto de personas, dentro de las cuales se destaca la figura de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por la elaboración, concreción y consumación del encubrimiento del atentado terrorista a la AMIA violando los deberes que tienen como funcionarios públicos implica una ratificación y solidificación de la denuncia que oportunamente presentara el fiscal Nisman antes de su muerte.

El atentado a la AMIA configura un delito de lesa humanidad. Esto implica que es un crimen que vulnera los sentimientos que la comunidad internacional ha construido respecto de aquello que se entiende por tutela de la dignidad humana y límite al mal absoluto. Encubrir un delito de lesa humanidad implica cometer un delito de lesa humanidad. De allí que la imputación realizada a la presidenta adquiera una dimensión en torno a su gravedad que trasciende las fronteras nacionales y se proyecta al mundo. De eso se trata la investigación penal de un delito de lesa humanidad: que no exista ningún territorio, institución o ley que posibilite las más mínima impunidad.

Ejerciendo potestades constitucionales y legales, ambos fiscales presentaron una denuncia con hechos objetivos sostenidos por elementos probatorios concretos. Quizás también debería ser tenida en cuenta la declaración de inconstitucionalidad del Memorando de Entendimiento con Irán realizada por la Cámara Federal de Apelación, por cuanto, en el contexto explicitado por las denuncias, aprobar una norma teniendo pleno conocimiento de su inconsistencia constitucional y convencional se vincula directamente con los delitos imputados.

A partir de este momento serán los jueces y el proceso penal quienes tendrán la última palabra en cuanto a la verdad y la justicia. Los funcionarios y legisladores imputados están encuadrados en las inmunidades establecidas por la Constitución y la ley 25.320 que impide cualquier detención salvo que se concrete la previa destitución de sus cargos. Sostener que la necesidad de investigar la existencia de un delito de lesa humanidad implica un “golpe de Estado judicial” configura un “fallido político” que denota una desesperada búsqueda de impunidad y desigualdad ante la ley. Si la democracia argentina siguió marchado sin problema alguno con un vicepresidente procesado, no existe ninguna clase de impedimento para que siga funcionando normalmente con una Presidenta penalmente imputada, quién podrá ejercer su derecho de defensa con abogados que no confundan el Estado con las personas.

Desde su muerte, el fiscal Nisman ha recibido muchos agravios institucionales y ningún cumplido. La presentación realizada por el fiscal Pollicita es, sin lugar a dudas, el mejor homenaje que desde la Constitución y el Ministerio Público le podrían haber hecho a su carrera, memoria, capacidad y valentía.

(*) Profesor Titular de Derecho Constitucional, UBA.

Fuente: La Nación, 15/02/15.
——————————————-

Crimen contra la humanidad

La definición de crimen contra la humanidad o crimen de lesa humanidad recogida en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional comprende las conductas tipificadas como asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, tortura, violación, prostitución forzada, esclavitud sexual, esterilización forzada y encarcelación o persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos, de orientación sexual u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.

Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad. «Leso» significa agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.

Evolución histórica

Resulta inescindible del delito de genocidio, siendo luego este segundo una especie del género de lesa humanidad.

El Acuerdo o Carta de Paris de 8 de agosto de 1945, que estableció el Estatuto del Tribunal de Núremberg, definió como «crímenes contra la humanidad» el «asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano contra la población civil, o persecución por motivos religiosos, raciales o políticos, cuando dichos actos o persecuciones se hacen en conexión con cualquier crimen contra la paz o en cualquier crimen de guerra».

En 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas confirmó los principios de Derecho internacional reconocidos por el Estatuto del Tribunal y proclamó la resolución 96 (I) sobre el crimen de genocidio, que define como «una negación del derecho de existencia a grupos humanos enteros», entre ellos los «raciales, religiosos o políticos», instando a tomar las medidas necesarias para la prevención y sanción de este crimen.

Esta resolución cristalizó en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 260 A (III), de 9 de diciembre de 1948, y que entró en vigor en 1951.

La definición de genocidio plasmada en la Convención de 1948 ha sido acogida en el artículo 4 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, de 1993, el artículo 2 del Estatuto del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, de 1994, y el artículo 6 del Estatuto de Roma de 1998, por el que se creó la Corte Penal Internacional.

Características de estos delitos

  • Sujeto activo: los crímenes pueden ser realizados por funcionarios estatales (con independencia de su jerarquía o cargo) o por miembros de una organización política. Ha fracasado todo intento por definir «organización política», pues podría resultar que gobiernos autoritarios lo utilicen para perseguir a opositores políticos.1 2
  • Sujeto pasivo: debe tratarse de un ataque contra la población civil.
  • Acción típica:
    • No sólo se refiere a ataques militares: puede producirse tanto en tiempo de guerra como en tiempo de paz.
    • El ataque tiene que ser generalizado o sistemático, por lo que los actos aislados o cometidos al azar no pueden ser considerados incluidos en esta tipificación.

La imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad

La prescripción en derecho penal es el instituto jurídico por medio del cual se produce la extinción de la persecución de los delincuentes en razón del transcurso del tiempo.

Los crímenes contra la humanidad tienen la especial característica de ser imprescriptibles, es decir que pueden ser perseguidos en todo tiempo.3

Tipos de delitos

Según el Estatuto de Roma, pueden constituir crímenes de lesa humanidad los 11 tipos de actos siguientes:

  • Asesinato: homicidio intencionado.
  • Exterminio: imposición intencional de condiciones de vida, entre otras la privación del acceso a alimentos o medicinas, encaminadas a causar la destrucción de parte de una población.
  • Esclavitud: ejercicio de derechos de propiedad sobre una persona, incluido el tráfico de personas, en particular de mujeres y niños;
  • Deportación o traslado forzoso de población: expulsión de personas de la zona donde están presentes legítimamente sin motivos autorizados por el derecho internacional, entendiéndose que la deportación supone cruzar fronteras nacionales, mientras que el traslado forzoso ocurre dentro de ellas.
  • Encarcelamiento u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional.
  • Tortura: dolor o sufrimientos graves, físicos o mentales, causados intencionadamente a una persona que el acusado tenía bajo su custodia o control.
  • Violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzosa u otros abusos sexuales de gravedad comparable. La violación y otros abusos sexuales también pueden constituirse en crímenes de competencia de la Corte como tortura, en tanto que éste es un crimen de lesa humanidad o un crimen de guerra.
  • Persecución de un grupo o colectividad con identidad propia por motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos o de género o por otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional, en conexión con cualquier crimen comprendido en el Estatuto. Por persecución se entiende la privación intencionada y grave de derechos fundamentales en violación del derecho internacional en razón de la identidad de un grupo o colectividad. Se castiga en relación con otro acto que constituya un crimen de lesa humanidad, un crimen de guerra o un genocidio.
  • Desaparición forzada de personas: detención o secuestro de personas por un Estado o una organización política, o con su autorización, consentimiento o aquiescencia, junto con la negativa a reconocer la privación de libertad o a proporcionar información sobre la suerte que han corrido los «desaparecidos» con la intención de privarlos de la protección de la ley durante un largo periodo.
  • Crimen de apartheid: actos inhumanos cometidos en el contexto de un régimen institucionalizado de opresión y dominación sistemáticas de un grupo racial por otro con la intención de mantener ese régimen.
  • Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionadamente grandes sufrimientos o atenten contra la integridad física o la salud mental o física: actos inhumanos de gravedad similar a otros crímenes contra la humanidad.

Referencias:

Bibliografía

Enlaces externos

——————————————-

Deja-tu-comentario-abajo 01

.

El vaciamiento del castigo al terrorismo

marzo 27, 2014

El vaciamiento del castigo al terrorismo.
Por Juan Félix Marteau.

La punición del terrorismo y de su financiación no encuentra un lugar preciso en el discurso de lo que podemos llamar, en el país, el penalismo garantista postdictatorial: esta cuestión se convierte en un objeto avieso, que enreda el lenguaje jurídico-penal y degrada la acción político-criminal.

La matriz utópica de esta ideología ochentista hasta hoy hegemónica, en general bien estructurada y seductora, es la que permite entender este síntoma complejo: el castigo estatal, denostado como cruel y perverso, debe ser contenido, recortado y, eventualmente, sustituido. La consecuencia directa de ello es que las insurgencias criminales más agresivas no son percibidas como controversias severas al orden concreto, sino más bien como tolerables contradicciones a un poder siempre excesivo.

En un país que ha sufrido la Dictadura se han hecho evidentes las consecuencias de lo que Zizek llamó “ tercer milenio postpaterno ”. En un proceso de profunda decadencia de la autoridad del padre prohibitivo (el Estado), estos discursos románticos pueden migrar libremente del campo académico al terreno devastado de la política, enquistándose en el núcleo de las decisiones de gobierno. En este pasaje, la ambivalencia de la cuestión de la represión al terrorismo deja de ser una aporía intelectual, tornándose una amenaza vital: cuando se logra que la ley penal sea impotente para identificar con precisión quién es el sujeto terrorista que se debe castigado, todo actor social resulta susceptible del ataque de fuerzas violentas incontenibles (y carentes de toda autoridad).

Hay hechos concretos para sostener lo dicho. En 2007, el Congreso sancionó por amplia mayoría la primera ley de la democracia sobre asociaciones ilícitas terroristas y su financiación. La norma encapsulaba racionalmente la actividad terrorista, estableciendo requisitos precisos para su aplicación a casos extremadamente graves. En 2011, esta lex horribilis, según el sentimiento del penalismo garantista, fue reemplazada por una fórmula técnicamente exótica que hacía desaparecer el tipo penal de terrorismo, convirtiéndolo en una agravante genérica de cualquier delito cometido con la “finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo”.

Advertimos oportunamente que las consecuencias prácticas de este vaciamiento normativo no tardarían en llegar. Los agentes estatales más comprometidos con la fantasmagórica lucha contra las fuerzas destituyentes utilizaron la nominación abierta de terrorismo para llevar a cabo el mayor programa de congelamiento de fondos terroristas de la región y, también, para amenazar sistemáticamente (real y simbólicamente) con la aplicación de contramedidas terroristas al supuesto consortium cívico-empresarial que habría financiado a la Dictadura.

La subversión absoluta del lenguaje jurídico quedaba consumada: terrorista de acuerdo a los agentes del régimen actual no es quien procura condicionar de manera decisiva la acción estatal futura para que haga o de deje de hacer algo contra su voluntad, sino quienes representaron directamente o indirectamente (en el pasado) ese Estado (¡ese padre!) violento.

En el anteproyecto de reformas al Código Penal que impulsa la Presidente, la punición al terrorismo adquiere una formulación cuasi holística que permite apreciar bien la paradoja autoritaria que enfrenta el progresismo cuando le entregan las herramientas de mando.

Ahora se propone una nueva derogación de la figura que había receptado el acto de terrorismo (la agravante genérica vigente), sin reemplazarla por ninguna otra, ni en la Parte General, ni en la Especial. Sin embargo, bajo un título surrealista se habilita el castigo, con penas de prisión y multa, del financiamiento de delitos de “sanción obligatoria” (¿existen delitos cuya sanción no es obligatoria?) entre los que se menciona aquellos que “la Nación se hallare obligada a penar en función de convenciones internacionales debidamente ratificadas” (¿cuáles son?). En esta hipótesis, el violentamiento al principio constitucional de legalidad y, en particular, al criterio de certeza, es de una magnitud que no puede explicarse científicamente, sobre todo si se tiene en cuenta la excelencia técnica de los miembros de la comisión de reforma. La única explicación es política y es la política la que debe resolver las derivas propias de una cultura que continúa desconfiando de la autoridad de la ley como instrumento capaz de establecer una configuración social que ordene, al decir de Hegel, las diferencias éticas, esto es, existenciales de quienes la componen (incluidas las más disruptivas).

El castigo del terrorismo encierra un malestar político que, bien analizado, deja comprender cuánto nos falta para llegar a una democracia madura.

Juan Félix Marteau es Profesor Titular de Criminología (UBA).

Fuente: Clarín, 27/03/14.

Juan Félix Marteau

Juan Félix Marteau

« Página anterior