Tres pasos para dominar su campo laboral
diciembre 2, 2017 · Imprimir este artículo
Tres pasos para dominar su campo laboral
Por Robert Greene.
La maestría es la mayor forma de poder. Cuando una persona ha llegado a dominar un campo, ha llegado a tal comprensión de la complejidad de ese saber que las oportunidades y tendencias que son invisibles para los demás son evidentes para el experto.
El poder que trae ese dominio no proviene de poseer un mayor coeficiente intelectual, un talento natural superior, o tener la suerte de tener padres ricos con la posibilidad de facilitar el acceso a las mejores universidades. En cambio, ese poder es el resultado de años de práctica, experiencia y experimentación.
Una persona que se convierte en experto sigue un curso que incluye la elección de la carrera que mejor encaja con sus intereses, completando un aprendizaje acelerado e intenso en ese campo, trabajando con los mentores adecuados, y aprendiendo a manejar los aspectos políticos de la colaboración con otros. Mi libro Mastery, está basado en mis años de investigación sobre los más grandes expertos de la historia, así como entrevistas con nueve expertos contemporáneos. En él describo en detalle el proceso que conduce a ese poder del dominio y la forma en que cualquiera puede conseguirlo, independientemente de su origen o el campo de conocimiento. Lo que sigue son los tres pasos claves de ese proceso, ilustrados con ejemplos tomados de la vida de varios expertos.
Perseguir lo que nos gusta
Thomas Alva Edison, el célebre inventor estadounidense, creció en la pobreza y la mayor parte de su enseñanza la recibió de su madre en su propia casa. Su madre reconoció que el pequeño Thomas se sentía naturalmente atraído por las ciencias y lo animó a perseguir sus intereses. Cuando era niño se sumergió en el estudio de la electricidad; realizó innumerables experimentos en su casa. Cuando era joven, mientras se ganaba la vida como operador telegráfico, prosiguió con sus obsesivos estudios por su cuenta, y pasó todas sus horas de ocio en bibliotecas o improvisando experimentos en sus apartamentos. Nunca vivió ese trabajo como algo tedioso, a pesar del tiempo y la atención sin límites que le demandaban. Amaba resolver problemas, aunque le tomara meses de trabajo. Años más tarde, cuando comenzó a trabajar en su mayor invención —la luz eléctrica a gran escala—, ya había desarrollado tanta paciencia y persistencia que ni se inmutó por las hercúleas tareas que requería tal proeza.
Amar lo que uno hace es el paso más importante en el camino hacia la maestría. Impulsa un intenso deseo por aprender, al igual que paciencia y disciplina. Todo el capital intelectual y del dinero del mundo no sirven de nada si no se tiene el estómago para soportar contratiempos, críticas o trabajo arduo. Al perseguir lo que uno ama va a desarrollar la capacidad de resistencia emocional necesaria.
Desarrollar la capacidad de atención
De niño, a Charles Darwin le encantaba pasear por la naturaleza, observar y recolectar plantas y especímenes animales. Su padre se desesperaba por el futuro de Charles, que era un estudiante mediocre. Pero a los 21 años, al joven Charles le ofrecieron un trabajo que cambiaría su vida: un empleo como naturalista ad honorem a bordo del HMS Beagle, un barco que daría la vuelta al mundo durante varios años. A pesar de las objeciones de su padre, tomó el trabajo. Lentamente, durante varios años en América del Sur, el joven Charles se transformó en un observador y colector altamente cualificado. Se entrenó a sí mismo para concentrarse intensamente en todo lo que veía, para luego pensar en profundidad en la forma de clasificarlo y contextualizarlo, y más tarde volver a estudiarlo en la naturaleza. De manera insistente y través de esos ciclos de profunda concentración, Charles acumuló tanto conocimiento que su mente dio lugar a una nueva y radical teoría de la evolución, a la que consagraría el resto de su vida para desarrollarla.
El cerebro humano es capaz de poderes casi ilimitados cuando aprendemos a concentrarnos por completo en un tema o problema. Lentamente, descubrimos los aspectos más ocultos de un fenómeno cuando prestamos suficiente atención. Esta habilidad para concentrarse es un músculo que uno debe desarrollar a una edad temprana, y es especialmente valiosa en una época con tantas distracciones peligrosas.
Pensar en pequeño y en grande
De niño, Steve Jobs tenía dos obsesiones: estudiar el interior de una pieza de electrónica, y observar la forma en que interactuaba con el usuario. A través de los años, eso se expandió lentamente hacia un mayor interés en el diseño de una pieza de tecnología y en cómo la tecnología encajaba en la cultura en general. Su mente se movía naturalmente en esas dos direcciones opuestas, el detalle minucioso y una gran visión de las tendencias. Eso se convirtió en su sello en su segunda etapa en Apple. Con el iPod o el iPhone, Jobs pensó profundamente sobre cómo esas piezas de tecnología podían transformar el panorama cultural de los siguientes años, pero también se aplicó él mismo a los más mínimos detalles de su diseño. Ello condujo a un mayor control en el resultado final del producto. Jobs estaba entonces en condiciones de lanzar productos que estuvieran tan bien hechos que nadie podría mejorarlos y que además estaban por encima del promedio.
El desarrollo de la habilidad de profunda concentración tanto en las pequeñas como en las grandes implicancias de su trabajo darán lugar a un control similar y a los poderes que vienen con tal maestría.
Fuente: The Wall Strett Journal, 11/12/12.
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