¿Warren Buffett está comprando bancos?
septiembre 6, 2011
¿Warren Buffett está comprando bancos? Cinco preguntas candentes
Por David Weidner
Cuando Warren Buffett empieza a cobrar los intereses de los préstamos de último recurso a los más aporreados de Wall Street, como hizo la semana pasada con una inversión de US$5.000 millones en Bank of America Corp., me pongo nervioso.
Usted también debería estarlo.
Al fin y al cabo, poco después de que Buffett y su empresa, Berkshire Hathaway Inc., salieran de enormes compras en el sector financiero en 2008, bancos y agentes de bolsa se pusieron a temblar al borde del colapso.
Fue necesario un rescate gubernamental sin precedentes para salvarlos, y muchos fieles de la legión de Buffett se quemaron cuando las acciones de General Electric Co. y Goldman Sachs Group Inc. se desplomaron. Quizás usted haya advertido que a la economía tampoco le fue muy bien.
Por eso, reguladores, legisladores, inversionistas e incluso el público necesitan empezar a exigir respuestas a Wall Street. Con un elevado desempleo y un crecimiento anémico, la economía nacional y global puede a duras penas permitirse otra crisis.
Estas son cinco de las preguntas más apremiantes:
1. ¿Tienen los bancos suficiente capital? Nadie parece saberlo, y eso está lastrando a los bancos, cuyas acciones siguen rezagadas del mercado general. El director ejecutivo de Bank of America, Brian Moynihan, asegura que los bancos no deberán hacer muchos esfuerzos para cumplir con los requisitos legales, pero luego vendió la mitad de sus participaciones en un banco chino para reunir US$3.300 millones. También dijo que la inversión de Buffett no era para conseguir más capital. Irónicamente, la capacidad de Bank of America de asegurar al mercado que está bien —algo que todavía no ha hecho— podría llevarlo a una nueva crisis. La inquietud no se limita a Bank of America o a los bancos estadounidenses. Las preocupaciones por la necesidad de un nuevo rescate están creciendo. Como escribió recientemente Simon Johnson, ex economista del Fondo Monetario Internacional, «las luces de alerta mundial deben de estar parpadeando en rojo».
2. ¿Por qué no están saliendo a la luz más datos? A pesar de todos los cambios en la ley Dodd‐Frank, de 2.000 páginas, los balances de los bancos y las firmas de corretaje siguen siendo opacos. Incluso las nuevas revelaciones son pocas, y llegan tarde. Por ejemplo, el público tardó dos años en saber cuánto dinero habían tomado prestado las instituciones de la Reserva Federal en 2008. Fueron US$1,2 billones (millones de millones). Estaría bien saber qué empresas están tomando préstamos ahora, o por lo menos las que lo han hecho recientemente, sin tener que esperar 24 meses.
3. ¿Cuál es el riesgo? Barclays Capital estimó en febrero que los bancos estadounidenses tienen US$176.000 millones de riesgo en países atribulados de la eurozona. Pero éste está mayoritariamente concentrado en los 10 mayores bancos. Todavía se sabe menos sobre las actividades bancarias no reguladas, los derivados y los riesgos de contrapartida. Y eso es sólo en Europa. En EE.UU., las pruebas de solvencia contemplaban la posibilidad de una segunda recesión, pero no una crisis de deuda gubernamental. Algunos economistas, entre ellos Johnson, opinan que los niveles de endeudamiento siguen siendo demasiado elevados. A finales de junio, el de Goldman era 13,5 a 1, y el de Morgan Stanley 14,3 a 1 (ambos aproximadamente la mitad de su endeudamiento antes de la crisis). Y ¿cuál es el riesgo de litigio proveniente de los juicios por préstamos de alto riesgo y por fraudes en embargos hipotecarios?
4. ¿Se han arreglado las calificaciones de solvencia financiera? Standard & Poor’s hizo temblar los mercados cuando bajó la calificación de la deuda de EE.UU. a doble A. Pero la institución anda repartiendo calificaciones de triple A a bonos que contienen hipotecas subprime, o de alto riesgo. S&P calificó 59% del Consorcio de Préstamo de Hipotecas Springleaf 2011‐1, un paquete de deuda garantizada de US$497 millones apoyada por préstamos a propietarios de hogares con poco crédito o patrimonio, con triple A. Las instituciones calificadoras han dado las más altas calificaciones a más de US$30.000 millones en deuda hipotecaria este año.
5. ¿Ha empeorado el «demasiado grande como para quebrar»? Considere que antes de la crisis financiera había una mayor pluralidad en la banca en relación a la concentración de activos. Hoy en día, tan sólo cuatro bancos —Bank of America, Citigroup Inc., J.P. Morgan Chase & Co. y Wells Fargo & Co.— controlan más de US$7 billones (millones de millones) de activos de EE.UU., o cerca del 60%. Con los tropiezos de Bank of America —ha perdido US$14.000 millones desde principios de 2009— ¿cómo podría el Consejo de Estabilidad y Control Financiero, la súper comisión de reguladores, hacer frente a la quiebra de una empresa tan grande? ¿Podría haber una «liquidación ordenada» de un banco nacional con US$2,26 billones (millones de millones) en activos y 288.000 empleados?
Quizás. Es posible que los reguladores, los presidentes ejecutivos de los bancos y los agentes de riesgo hayan contemplado todo esto, aplicado sus propios modelos y se hayan encontrado con que el sistema financiero de EE.UU. está más sano que nunca. Quizás los bien pagados equipos de gerencia de Wall Street hayan aprendido de sus errores. Buffett podría estar simplemente regresando a su antigua estrategia de invertir en valor: encontrar una empresa sana que ha sido injustamente maltratada por el mercado y comprarla a buen precio.
Por supuesto, si las respuestas fueran tan sencillas, deberían preguntarse por qué Bank of America aceptaría pagar a Buffett US$300 millones al año en dividendos y por qué éste optó por recibir acciones preferentes con rentabilidad garantizada en lugar de comprar acciones comunes en el mercado abierto.
Habría una gran ventaja si ustedes optaran por rentabilidades abiertas, ¿verdad? A no ser que tuviera preguntas.
Fuente: The Wall Street Journal, 05/09/11.
¿Es su billetera demasiado gorda?
septiembre 5, 2011
¿Es su billetera demasiado gorda?
Por Charles Passy
David Lat estimó que su billetera había llegado al punto de saturación cuando recientemente catalogó su contenido y se encontró con un recibo de un cajero automático de un banco de Bogotá, una tarjeta de regalo de una tienda de ropa a la que va sólo ocasionalmente y otra tarjeta de fidelización de un club que está casi seguro que le permitirá conseguir una entrada gratis para el megaplex local algunas noches durante la semana. ¡Oh!, y también había tarjetas de tránsito de no menos de cuatro ciudades de Estados Unidos. Y un pedazo de papel recordándole las dimensiones de una mesa de café que quiere para su apartamento en la ciudad de Nueva York. Y las curitas. Y un mapa en miniatura del metro. Y US$178 en efectivo, por si acaso se le ocurre ir a una tienda que no acepte una de las ocho tarjetas de crédito y débito escondidas en su protuberante billetera. El ex abogado de 36 años, ahora empresario de Internet, explica, «vivo con el miedo de estar sin lo necesario en el momento crucial».
Courtney Zbinden terminó haciendo un cálculo similar después de que esta profesional del sector editorial en Nueva York inspeccionara su cartera y descubriera tarjetas de crédito y débito para cuentas que había cerrado hacía años, por no mencionar la tarjeta de identificación de sus ya lejanos días de universidad. (Y sí, también una del instituto). ¿Su excusa? «Estoy acostumbrada a pensar que una tarjeta de plástico es algo permanente que es necesario llevar».
Más que darse cuenta, en el caso de Rob Holland el descubrimiento fue producto de una sensación física, específicamente de un dolor en su espalda. Cuando este promotor de entretenimiento de Boca Ratón, Florida, tuvo un pequeño accidente de coche hace un año, terminó cayendo con fuerza sobre su cadera, o más específicamente sobre una colección de plástico, efectivo y efectos personales efímeros de un grosor de casi 13 centímetros guardado en su bolsillo trasero. Un día después del accidente, un médico descubrió el origen de su dolor: «Tenía un moretón con la forma de mi billetera», dijo Holland.
Aquí, en la parte trasera de muchos profesionales estadounidenses, está uno de los más inesperados giros en la evolución de las finanzas personales. En un momento en el que la gente parece depender cada vez más de sus teléfonos inteligentes para todo tipo de interacciones con el mundo, la billetera —el más viejo de los artefactos de mano— se ha mantenido como un accesorio sorprendentemente imperecedero. De hecho, para muchas personas la billetera no sólo no está desapareciendo sino que está engordado, y muchos estadounidenses cargan tantas cosas en sus bolsillos que sus billeteras se han convertido en «archiveros andantes». Incluso los fabricantes de billeteras, que han estado lanzando modelos cada vez más finos durante años, parecen estar desconcertados por la tendencia. Esa billetera de dos caras gigante y gorda «es aún nuestra estrella de ventas», dice el vocero de Wilsons Leather, uno de los más antiguos especialistas de billeteras del país.
Es una historia que puede ser contada con números. Según un análisis hecho por Experian, la agencia de calificación de crédito personal, 11% de los estadounidenses tienen ocho tarjetas de crédito o más. E incluso la media de tarjetas que tiene una persona es de 3,5, según el Banco de la Reserva Federal de Boston. Además de este plástico más tradicional, ha habido una explosión de tarjetas de regalos, prepagos, débito y fidelización, algo que prácticamente no existía hace una década. El segmento de la fidelización por sí solo se ha disparado. Colectivamente los estadounidenses tienen 2.000 millones de membresías de los llamados programas de recompensas tanto de aerolíneas como de tiendas de helados de yogurt del vecindario. En 2007, había 1.300 millones de membresías. Y muchas de las tarjetas se llevan en billeteras y bolsos. «Les llamo las minicarteleras publicitarias de bolsillo», dice Kelly Hlavinka, socia gestora de Colloquy, un grupo de la industria de los programas de fidelización.
Y no olviden, por supuesto, todas las otras cosas que han estado siempre en nuestras billeteras y bolsos y parecen estar destinadas a permanecer en ellos. Concretamente, el permiso de conducir, la tarjeta del seguro, la de la biblioteca, la identificación de la oficina, la del metro y el autobús, e incluso la tarjeta de fianza («para salir gratis de la cárcel», en cierto modo) que AAA, el club para automovilistas de EE.UU., aún proporciona a millones de sus miembros por si acaso se encuentran con problemas con los agentes de tráfico. Todo eso tiene que caber junto con las tarjetas de presentación, los mensajes de las galletas de la fortuna y otras cosas que terminan en las pequeñas ranuras de la billetera y se quedan ahí para siempre. La situación ha llegado a un punto tan absurdo que incluso Charles Moran, presidente del Consejo de Estandarización de Planificación Financiera (sí, los mismos que aconsejan a los consumidores cómo gestionar su dinero, entre otras cosas), lleva una billetera a punto de explotar que incluye cosas «tan necesarias» como un informe cardíaco antiguo. «Puedo ir con la mitad de cosas que llevo en ella», admite.
Algunos estudiantes del comportamiento humano dicen que esta tendencia, por anacrónica que parezca, no es demasiado rara después de todo. La necesidad de transportar nuestras valiosas posesiones personales en nuestra parte trasera —o en nuestros bolsillos—, podría ser incluso parte del mecanismo de la naturaleza humana que se remonta a los tiempos nómadas cuando «la casa» era la sombra del árbol más cercano o una cueva. Y cuando los tiempos son económicamente más duros, —como en la reciente crisis financiera— la tendencia a embutir y llevar se hace más pronunciada, dice el doctor Simon Rego, director de capacitación psicológica en el Centro Médico Montefiore de Nueva York. Otros ofrecen una razón menos científica. Es sólo una costumbre (como comer en exceso en la mesa de un restaurante buffet) a la que es difícil renunciar. Chris Honeycutt, consultor de computación y pastor en Hartsville, Carolina del Sur, admite que no se anima a limpiar su billetera, que en este momento contiene más de 20 tarjetas. Entre ellas, una antigua de regalo de la tienda de electrónica de consumo Best Buy que él sabe que probablemente no use, especialmente porque sólo contiene 54 centavos. («¡Hey!», dice Honeycutt, «¡son 54 centavos!»).
Uno podría pensar que en un momento en el que todo, desde la compra de alimentos hasta ir al banco, tener una cita o incluso la movilización política global se hace a través de Internet, tendríamos alternativas sin hilos a lo que llevamos en el bolsillo. Y si creemos a las relaciones públicas de los fabricantes de teléfonos inteligentes y los gigantes de Internet como Google, el día de la billetera digital está cercano. (De hecho, los consumidores en Japón usan ya sus celulares para pagar por artículos diversos como boletos de aerolíneas o latas de gaseosa). Sin embargo, en este país, el comercio sin billetera sigue siendo más una promesa que una realidad en la que no se avanza por las disputas sobre todos los aspectos de esta, desde estándares tecnológicos hasta la cuestión de cómo dividir las comisiones de las transacciones. Ninguno de los jugadores de esta industria «quiere saltar a este campo hasta que lo hagan todos», dice Kenneth P. Weiss, pionero de seguridad informática que sigue de cerca el sector de las tarjetas.
Entonces, ¿qué deben hacer los estadounidenses si no pueden ir sin sus billeteras? Una respuesta directa, dice un experto en finanzas personales, es rebajar el peso de esta a la mitad. Acarrear toda esa basura no sólo anima a los consumidores a gastar más (y sin pensarlo), sino que también complica hacer un seguimiento del gasto. «Cuantas más tarjetas se tienen, más probable es que uno se olvide de pagar alguna», dice Peter J. D’Arruda, fundador de Capital Financial Advisory Group en Cary, Carolina del Norte, que enseña a sus clientes a ser más eficientes con sus finanzas. Otra preocupación: la posibilidad del robo de la identidad. Es una cuestión que refuerza un estudio reciente sobre datos de quejas hecho por Travelers. El gran asegurador encontró que 76% de todos los casos de fraude de identidad denunciados en 2009 fue el resultado del robo de algo físico, una billetera o una tarjeta de crédito. Como contraste, sólo 9% fue debido «a una quiebra en los servicios de data o Internet».
El mejor consejo, según los expertos financieros, es encontrar un momento libre un sábado por la tarde, vaciar el contenido entero de su billetera en la alfombra del salón y hacer una purga. Los profesionales de las finanzas dicen que la inmensa mayoría de los consumidores pueden vivir con dos o tres tarjetas de crédito, elegidas en parte según sus programas de recompensa (una tarjeta, por ejemplo, que ofrece mejores millas para conseguir vuelos, otra que devuelve mejores porcentajes sobre el total de la compra de gasolina, alimentos o lo que sea que usted compre semanalmente). En cuanto a las tarjetas de fidelización, tírelas. La mayoría de las tiendas pueden identificar a un cliente con otra información como su nombre y número de teléfono. Y si su auto se rompe en la mitad de la nada y ha dejado su tarjeta de AAA en casa, no se preocupe, esta organización le atenderá la llamada y su pedido de servicio en la carretera.
¿Qué no se debe tirar? Sorprendentemente, la tarjeta de fianza, tanto si es de la AAA como si es de otro proveedor. (No hay sustituto para eso, a no ser que se llame a un amigo o familiar para que se acerque a la cárcel del condado). ¡Oh! Y una cosa más. Según un estudio hecho en 2009 por psicólogos de Edimburgo, Escocia, hay más posibilidades que se devuelva una cartera perdida si hay una foto o dos dentro de ella. La tasa de devolución era mayor (88%) para carteras que incluían la foto de un bebé. (Una de cada dos billeteras con las fotos de un perrito fueron devueltas). Quienes no tengan niños, sin embargo, no deben preocuparse. Richard Wiseman, el autor del estudio de Edimburgo, dice que es conveniente conseguir la foto «de uno de los bebés más lindos que pueda» y asegurarse de que se expone de forma prominente.
Fuente: The Wall Street Journal, 29/08/11.
Caen las Bolsas europeas
septiembre 5, 2011
Los mercados europeos cierran con fuertes pérdidas por temores de recesión
Por Barbara Kollmeyer y Toby Anderson
Las acciones europeas se hundieron el lunes y el euro se desplomó, conforme los inversionistas acumularon activos de refugio en medio de los crecientes temores de sobre las crisis de deuda soberana de Europa y el crecimiento económico a ambos lados del Atlántico.
El índice Stoxx Europe 600 se desplomó 4,1% a cerca de 223,45 el lunes, un día en que los mercados de Estados Unidos estaban cerrados por el feriado del Día del Trabajo. El FTSE 100 de Londres cedió 3,58% a 5.102 puntos, mientras que el DAX de Francfort retrocedió 5,28% a 5.246 puntos y el CAC-40 de París bajó 4,73% a 2.999 puntos.
El rendimiento del bono gubernamental alemán referencial a 10 años se desplomó a menos de 2% (es decir subió el precio del bono, que funciona como activo-refugio), un nuevo récord, en tanto los rendimientos italianos a un nuevo récord, en tanto los rendimientos italianos subieron por los temores de que el compromiso del gobierno con la austeridad y la reforma se está debilitando.
El atribulado sector bancario de Europa fue vapuleado por inquietudes acerca del crecimiento como también demandas entabladas contra 17 prestamistas el viernes por el máximo regulador federal del sector residencial de EE.UU., diciendo que vendieron US$196.000 millones de hipotecas riesgosas durante cuatro años a Fannie Mae y Freddie Mac sin revelar adecuadamente los riesgos.
Los débiles datos de índices de gerentes de compra de Francia, Alemania y la eurozona se sumaron como prueba de la precariedad de la economía europea en su totalidad.
«El sector bancario sigue (estando) presionado», dijo Manoj Ladwa, negociador primero de ETX Capital, en comentarios enviados por correo electrónico. «Las probabilidades de una recuperación de cercano plazo siguen siendo exiguas mientras las inquietudes de deuda de la eurozona, la reforma estructural y una querella por venta inapropiada de deuda hipotecaria lastran grandemente al sector».
Las acciones de Royal Bank of Scotland Group, uno de los bancos nombrados en la demanda de EE.UU., se desplomaron 12%, en tanto las de Deutsche Bank, otro de los bancos, cedieron 8,9%. Entre otros, Societe Generale cayó 8,6%, Barclays bajó 6,7%, y HSBC Holdings descendió 3,8%.
Las cuestiones políticas y económicas también influyeron en Italia, donde el gobierno ha estado bajo creciente presión por intensificar la aprobación de su paquete de austeridad, que según algunos está siendo diluido. Los inversionistas están cada vez más preocupados acerca de las cuentas del país, una de las mayores economías en la eurozona de 17 miembros. El índice FTSE MIB de Italia se hundió 4,8% a 14333,91, en tanto las acciones de Intesa Sanpaolo cayeron 7%.
La atención en Italia viene después de que las negociaciones entre Grecia y prestamistas internacionales se estancaron el viernes en medio de desacuerdos sobre el progreso del país para la reducción de su déficit presupuestario. El director del banco central de Grecia instó al gobierno a intensificar las gestiones para cerrar la brecha presupuestaria en medio de crecientes preocupaciones en otras partes de Europa de que Atenas no puede salir de su espiral de deuda. El Índice General de Atenas cayó el lunes 3,1% a 863,90,a lo cual contribuyó también un descenso de 9,9% en EFG Eurobank Ergasias.
En Alemania, la Unión Demócrata Cristiana de la canciller Angela Merkel fue derrotada el domingo en elecciones estatales en Mecklenburg-Vorpommern, la más reciente en una serie de derrotas electorales. Algunos analistas creen que los resultados son señal de que los votantes están ventilando su frustración sobre cómo el gobierno ha manejado la crisis de deuda europea.
Fuente: The Wall Street Journal, 05/09/11.
Argentina: Rentabilidad Privada versus Clientelismo Público.
septiembre 5, 2011
Argentina: Rentabilidad Privada versus Clientelismo Público.
Por Enrique Szewach
Recuerdo aquélla vieja historia de los dos vendedores de zapatos enviados a explorar el mercado potencial en una zona de África.
El primero regresó diciendo “es inútil, andan todos descalzos”. El segundo, volvió entusiasmado: “Es buenísimo, andan todos descalzos”.
Muchos políticos de la oposición y muchas organizaciones de la sociedad civil, incluyendo la dirigencia empresaria, han coincidido con el resignado diagnóstico del primer vendedor. Para ellos, el resultado de las elecciones primarias puso de manifiesto que la sociedad está “a favor del modelo” y no hay nada más que hacer.
Pero si se trata de un criterio meramente cuantitativo, también podría decirse que la mitad de la sociedad está “en contra del modelo”. Que esta última mitad no tenga, por ahora, liderazgos que la aglutinen y entusiasmen, en torno a una propuesta mejor, no significa que no sea parte de la realidad argentina y que no haya que trabajar en consecuencia.
Mientras tanto, los dirigentes políticos opositores llaman a “cortar boleta” a favor de Cristina, es decir están armando sus propias listas colectoras en apoyo a la Presidenta, y los líderes de la sociedad civil, en especial los empresarios, han renunciado a ejercer su poder y su responsabilidad dirigencial independiente en defensa de los intereses de largo plazo del país.
En el caso de los políticos, su actitud resulta, ciertamente, inexplicable.
En el de los dirigentes empresarios, entendible y justificable, en defensa de sus patrimonios y de las fuentes de trabajo que representan, aunque estén sacrificando, insisto, el largo plazo.
Pero más allá de esta realidad, la otra surge del escenario económico internacional y regional.
En el escenario internacional, todas las estimaciones de crecimiento se están revisando a la baja.
Estados Unidos mantiene el riesgo de una nueva recesión; Europa, más que cómo evitar el default griego, tiene que resolver un problema político, institucional y de coordinación y liderazgo.
Mientras que el mundo emergente levanta el pie del acelerador para importar menos inflación por la devaluación del dólar, sacrificando algo de crecimiento.
En términos regionales, Brasil ha decidido anunciar un “ajuste fiscal”, mientras reduce las tasas de interés, con la esperanza que aumente la demanda de dólares y mejore el tipo de cambio nominal, sin aumento de la inflación (por el ajuste fiscal) y, por lo tanto, mejore el tipo de cambio real, con menos consumo.
Y esto me devuelve a la economía local.
Lo comentado del mundo, mantiene la buena noticia de dólar débil, mientras parece que el precio de la soja y derivados seguirá alto, no sólo por un dólar devaluado, sino por cuestiones propias de la oferta y la demanda específica.
Pero lo mencionado de Brasil, implica más problemas para el sector industrial argentino, por menos demanda de exportaciones y más competencia de importaciones.
Este año no hubo “puja sectorial”, buena soja y buen Brasil, permitieron, buen agro, buena industria y buen sector público que vive con lo que le saca, en términos netos, a todos.
Pero sucede que si la industria tiene problemas, la “puja sectorial” renacerá. Porque la puja no es agro vs. Industria. Sino Rentabilidad Privada, versus Clientelismo Público.
Y allí es dónde las “corrección de las distorsiones” y los pedidos de “moderación salarial” de la Presidenta, en su discurso por los festejos del día de la Industria entran en juego.
Porque corregir los precios de la energía, por ejemplo, mejora la situación fiscal, pero empeora la competitividad industrial, o el consumo. Y la moderación salarial, implica negociar mirando la inflación futura y no la pasada, resignando algunos puntos de salario real.
En síntesis, en el corto plazo, la economía global y regional, tienen pronóstico de desaceleración, y la local, también.
Un menor crecimiento pondrá de nuevo sobre la mesa, una puja sectorial importante entre privados que cobran del sector público y privados que pagan impuestos incluyendo la inflación.
Y de la resolución de esa puja dependerá, a su vez, cuánta desaceleración tendremos por delante.
Quizás eso explique que la salida de capitales se haya incrementado en las últimas semanas.
Parece que Cristina ya ganó. Pero pocos saben, desde el punto de vista económico, quién deberá “perder” para que la profundización del modelo sea posible.
Fuente: Perfil, 04/09/11.
El futuro del trabajo en Europa
septiembre 4, 2011
El futuro del trabajo en Europa
Por Christopher Pissarides
Las metas en materia de empleo fijadas por la Unión Europea en la cumbre de Lisboa del año 2000 aún no han sido cumplidas por todos los Estados miembros. Los países mediterráneos, en particular, están lejos del objetivo de lograr que el 70% de la población en edad laboral tenga empleo. Y el desempeño del empleo en Europa en su conjunto sigue rezagado respecto del de EE.UU.
Para entender el futuro del trabajo en Europa, es conveniente trazar una comparación entre los sectores que están creando puestos de trabajo allí y del otro lado del Atlántico. Estados Unidos es el país más avanzado desde el punto de vista tecnológico y un líder en el desarrollo de nuevos tipos de actividad económica –pensemos en Silicon Valley. Y si Europa hubiese tenido un desempeño más parejo con el de EE.UU. en los últimos 30 años, las ambiciones de los líderes europeos en materia de empleo se habrían concretado.
Pero desde comienzos de los años 70, el empleo en los dos continentes ha seguido caminos distintos. Consideremos el panorama laboral en ambos casos inmediatamente antes de la Gran Recesión de 2008. En los primeros ocho años de este siglo, más de tres cuartas partes de los estadounidenses de entre 15 y 64 años tenían trabajo; en Europa, sólo dos tercios.
Si analizamos más detenidamente la brecha ocupacional transatlántica, tres sectores concentran la mayoría de las diferencias. Primero, los servicios que se suministran directamente al público, como el comercio minorista. Segundo, los servicios entre empresas, como las finanzas, los seguros y las propiedades comerciales. Y Tercero, los servicios relacionados con la salud y la educación.
¿Por qué Europa no crea suficientes puestos de trabajo en estos sectores? Tomemos el comercio minorista. La mayoría de las personas que han hecho compras en EE.UU. saben que es mucho más fácil obtener asistencia allí que en las tiendas de Europa. Los economistas atribuyen estas diferencias tanto a los impuestos y las regulaciones que hacen que los asistentes de ventas sean más caros en Europa como a una alternativa que no consiste en emplear a más vendedores: la autoayuda.
El comercio minorista compensa: los clientes pueden comprar en tiendas con mucho personal, pero que suelen ser más caras porque sus costos son más altos. O pueden ir a tiendas más económicas donde van a tardar más en encontrar ellos mismos lo que buscan. Como los costos de emplear vendedores son más elevados que en EE.UU., las tiendas europeas mantienen sus costos bajos transfiriéndole al cliente la tarea del vendedor. IKEA, el retailer de productos para el hogar, no podría haber surgido en EE.UU.
Algo parecido sucede en los servicios comerciales. Las empresas estadounidenses están utilizando servicios de especialistas externos con mucha más frecuencia que las compañías europeas porque son más baratos y rápidos. Por el contrario, las firmas europeas llegan a prescindir de los servicios o a proveerlos internamente.
Pero el mayor crecimiento en la brecha entre EE.UU. y Europa es también el más polémico. El empleo en el sector de la salud ha crecido mucho más rápido en Estados Unidos, a pesar de que la población europea está envejeciendo más rápido que la estadounidense.
¿Por qué? Los puestos de trabajo en el área de salud de EE.UU. se concentran en los servicios médicos y en el cuidado de niños y ancianos. Pero el costo de estos servicios también ha crecido enormemente. ¿Acaso Europa no crea suficientes puestos de trabajo en los servicios de cuidado de la salud porque no se permite que los costos aumenten más rápido? Pienso que esta no es la razón.
Europa tiene un sistema social más humanitario sostenido por la política pública, y muchos de los costos en educación y salud están solventados por el Estado. La demanda de estos servicios, especialmente de salud, aumentará, en parte porque las poblaciones envejecen, pero también porque los niveles de vida más altos hacen que la gente espere un mejor cuidado de la salud.
¿Cómo pueden los gobiernos afrontar los costos de estos servicios? Estados Unidos ha mostrado un camino: permitir que los costos aumenten y dejar que el sector privado tome la iniciativa. Suecia y otros países escandinavos han planteado otro camino: aumentar los impuestos y usar los ingresos para subsidiar empleos en el área de la salud.
En Suecia, las horas de trabajo en empleos vinculados a la salud y la educación superan incluso a las de EE.UU., mientras que las horas trabajadas en los países de la eurozona son muchas menos que en estos dos países. Pero los impuestos necesarios para solventar estos empleos en Suecia son muy altos comparados con los de otros países de Europa.
En Suecia, la creación de empleos en otros sectores, como el comercio minorista o las reparaciones en el hogar, se ha visto afectada, lo que significa que, en conjunto, el país se ubica detrás de Estados Unidos. Así, aun dentro de Europa, no es casualidad que IKEA sea una empresa sueca. Tampoco es casualidad que comer afuera en Suecia sea mucho más caro y menos frecuente que, digamos, en Italia.
¿Es este el futuro del trabajo en Europa? ¿Los impuestos tendrán que subir para subsidiar los puestos de trabajo en el sector que sienta más presión para la creación de empleos? Los ciudadanos europeos tienen que tomar una decisión difícil, pero primero deben resolver sus problemas de deuda pública. En caso contrario, el sistema de asistencia social tan arraigado en la cultura europea resultará insostenible.
Christopher Pissarides ganó el Premio Nobel de Economía 2010.
Traducción: Susana Manghi.
Fuente: Clarín, 04/09/11.
Un nuevo orden mundial
septiembre 4, 2011
Se abre una nueva fase de acumulación en el capitalismo
Por Jorge Castro
La crisis global 2008/2009, que se desató en EE. UU. con el derrumbe de Lehman Brothers (15-09-08), no fue sólo una crisis financiera que se transmitió de inmediato al mundo y se transformó en recesión mundial –la más profunda desde la década del ‘30–, sino un punto de inflexión histórico , un nuevo comienzo, que dio origen a una fase históricamente novedosa del proceso de acumulación capitalista.
La recesión global de 2009 ofreció una doble particularidad: su brevedad (duró sólo 6 meses) y su carácter estructural, que modificó para siempre el proceso de acumulación, tanto en el mundo avanzado como en el emergente. Los países avanzados entraron en una etapa de bajo crecimiento económico, elevado desempleo y extrema volatilidad de los mercados (consecuencia de un salto cualitativo en la percepción del riesgo), también denominada “nueva normalidad”.
El mundo emergente, que representa 80% del crecimiento global en 2011, comenzó a crecer sobre la base de su demanda interna y el consumo de su población, lo que lo obliga a modificar, a través de un arduo proceso de reformas políticas y económicas, las estructuras que le permitieron crecer antes de la crisis.
El punto de partida de los países emergentes y de los avanzados para enfrentar las nuevas condiciones globales es completamente distinto.
En el período 2007/2011, el PBI chino se expandió 44,5%, mientras que los de EE.UU. y la Zona Euro crecieron 0,8% y 0,4%, respectivamente.
Además, el virtual freno de la economía norteamericana (creció 1% en el segundo trimestre y 0,8% en los primeros seis meses del año) es parte de una tendencia de largo plazo. La tasa de crecimiento anual ha declinado de 4,3% en 1969 a 3% en 1990, y alcanzaría 2,6% en 2011. Se estima que entre 2012 y 2020 se expandiría 1,5% / 1% por año por el retiro masivo de los “baby boomers”.
China no sólo creció 9,5% en los primeros seis meses del año, sino que comenzó a modificar su inserción internacional.
A partir de 2012, más de la mitad de sus exportaciones se destinarán a los países emergentes y dejará atrás al mundo avanzado, su principal mercado en los últimos 30 años.
La razón de este giro en la inserción internacional de la República Popular es que el comercio Sur-Sur (Asia/América del Sur) crece 4 veces por encima del promedio mundial (el vínculo bilateral China/ Brasil aumentó 54% en 2010).
El crecimiento desigual es el rasgo característico del mercado mundial contemporáneo y revela no una situación circunstancial o cíclica, sino la irrupción de un nuevo mecanismo de acumulación global, con eje en los países emergentes (China, India, Brasil), que crecen sobre la base de su demanda interna.
Este nuevo mecanismo se encuentra en plena transición y no se completará hasta que EE.UU. crezca sostenidamente sobre la base de sus exportaciones y el aumento de la inversión/productividad, y los emergentes lo hagan a través de la demanda interna y el consumo popular, en un contexto de integración e interconexión cualitativamente superior del sistema mundial.
Este cambio interno en todas partes al mismo tiempo tiene un significado tanto político como económico (reformas estructurales) y equivale a una nueva globalización – o reglobalización -, en las condiciones del sistema mundial posterior a la crisis 2008-2009. Este es el contenido de la crisis global de los primeros 6 meses de 2011. Por eso proliferan los riesgos y se exacerba la desconfianza, porque ha surgido un sistema mundial extraordinariamente interconectado, que experimenta sin excepciones una transformación estructural de fondo, económica y política.
El temor al riesgo y la extrema volatilidad de los mercados no es un fenómeno de debilidad psicológica, sino una manifestación de lucidez. Este es el carácter de la crisis del sistema global en 2011. Se identifica con una nueva época en la historia del mundo.
Fuente: Clarín, 04/09/11.
El Dr. Jorge Castro es analista internacional y presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.
Más información en: www.agendaestrategica.com.ar
Vivir más de Cien años
septiembre 4, 2011
Más allá de los 100 años
Por Sonia Arrison
Martin F. Ramin for The Wall Street Journal
En Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, Gulliver encuentra un grupo de inmortales, los struldbrugeses, que viven sin la carga y la depresión causadas por el temor a la muerte. Pero estos seres aún sufrían el envejecimiento y de enfermedades, por lo que para cuando tenían 80 años, eran «tercos, malhumorados, avaros, taciturnos, vanidosos y charlatanes», como también «incapaces de ser amistosos y desprovistos de todo afecto natural, que nunca iba más allá de sus nietos». A los 90 años, se les caían los dientes y el pelo, y ya no podían sostener una conversación.
Cada vez que el humano ha buscado la fuente de la juventud, también ha temido las consecuencias de una vida muy larga. Hoy estamos en la cúspide de una revolución que finalmente puede resolver esa tensión: los avances en la medicina y la biotecnología aumentarán radicalmente no sólo nuestros años de vida sino también, lo cual es de suma importancia, la calidad de nuestra salud.
Aunque las personas que viven hasta edades avanzadas aumentan, muchos científicos están trabajando con ahínco para posibilitar que los seres humanos logren una expectativa de vida como la de Matusalén. Están estudiando el proceso de envejecimiento y experimentando con maneras de retrasarlo mediante dietas, medicamentos y terapias genéticas. También están buscando nuevas maneras para reemplazar órganos gastados, e incluso ayudar al cuerpo a reconstruirse por sí mismo. El gerontólogo Aubrey de Grey aduce que los primeros humanos en vivir por 1.000 años ya podrían haber nacido.
La idea de «conquistar» el envejecimiento ha suscitado esperanzas, pero también ha atizado un debate sobre si la gente debería aspirar a vivir por tanto tiempo. ¿Qué significa una población que vive por más tiempo para las relaciones interpersonales? ¿Cómo podemos mantener a cantidades enormes de ancianos, y cómo puede cada persona sustentarse a sí misma? ¿No será una sociedad de centenarios desdichada y cansada?
Los científicos involucrados en el tema aseguran que su objetivo no sólo es extender la vida sino también mejorar su calidad. Una existencia de 1.000 años puede ser una meta optimista, dicen, pero un promedio de 150 años parece posible en el futuro cercano, con años en su mayoría vitales y productivos.
Un sector clave de la investigación es la terapia genética. Cynthia Kenyon de la Universidad de California descubrió que incapacitando parcialmente un solo gen, llamado daf-2, se duplicaba la vida de pequeños gusanos llamados Caenorhabditis elegans. Alterar el gen daf-16 y otras células logró que los gusanos vivieran saludables seis veces más que la duración normal de vida. En términos humanos, ello sería el equivalente de personas saludables y activas de 500 años.
Otros científicos buscan reparar y reemplazar partes gastadas del cuerpo. El Instituto Wake Forest de Medicina Regenerativa, encabezado por Anthony Atala, ha creado exitosamente en un laboratorio vejigas y las ha implantado en niños y adolescentes con defectos congénitos. La estructura básica de la vejiga se hizo con materiales biodegradables y luego se pobló con células madres de los pacientes, para que sus cuerpos no rechazaran el trasplante. Funcionó. Actualmente el instituto procura crear más de 30 órganos y tejidos diferentes, incluso hígados, huesos y corazones.
Otra nueva tecnología promisoria es la impresión de órganos, que es exactamente eso: se colocan células, en vez de tinta, en una compleja impresora en 3-D y luego se imprime en material biodegradable. La máquina imprime «páginas» de células una sobre la otra para darle forma tridimensional. En diciembre de 2010, una compañía llamada Organovo anunció que había impreso exitosamente vasos sanguíneos humanos, un elemento importante de todos los órganos.
Relaciones longevas
Suponiendo que llegue la tecnología necesaria, el gran interrogante es: ¿cómo será la vida si vivimos por más de 100 años?
Una de las áreas más importantes de cambio potencial son las relaciones interpersonales. Con una expectativa de vida promedio de 150 años, es posible que veamos diferencias de edades entre parejas de hasta 80 o 90 años. Sin embargo, las pruebas históricas sugieren que tales disparidades no serán comunes.
En el futuro, las mujeres mayores (y los hombres) seguro se verán más jóvenes. Volverse a casar por belleza o juventud seguro perderá fuerza. Vidas más largas podrían causar también un aumento en los divorcios o un mayor nivel de monogamia, sin importar si la relación termina en matrimonio. Las filas de padres mayores también podrían crecer, lo que aumenta las posibilidades de hermanos con diferencias de edades de décadas.
Las sociedades avanzadas finalmente están en posición de lanzar una verdadera ofensiva contra las condiciones aparentemente irresistibles impuestas en nuestras vidas por las enfermedades y la muerte. Eso es una buena noticia para la humanidad. Una vida saludable más prolongada llevará a una mayor riqueza y mayores perspectivas de felicidad. Pero realizar el potencial pleno de la revolución en longevidad no será fácil. Necesitaremos resolver cuestiones importantes y legítimas sobre los efectos de una mejor salud en el crecimiento de la población, la disponibilidad de recursos y el medio ambiente. Leon Kass, quien fue presidente del Consejo Presidencial de Bioética bajo George W. Bush, considera el esfuerzo científico por extender la vida como una instancia de nuestro orgullo, un ataque a la propia naturaleza humana. El autor especializado en medio ambiente Bill McKibben, por su parte, se opone con firmeza a lo que llama «tecnolongevidad», argumentando que «como todo antes de nosotros, nos descompondremos y volveremos a la tierra del planeta».
No me convencen. Los argumentos contra la extensión de la vida son con frecuencia una exhortación a mantener el status quo. Si los humanos vivieran más, dicen, el mundo, en cierta forma, no será el adecuado: ya no sería noble, bello o interesante.
¿Pero qué hay de noble, bello e interesante en el deterioro y la decadencia? ¿Qué es moralmente dudoso sobre hacer llevadero el sufrimiento humano?
La respuesta es nada. Todo lo que tenemos está basado en la riqueza de la vida. No puede haber una obligación más básica que ayudarnos a nosotros mismos y a generaciones futuras a gozar de vidas más largas y más saludables en la Tierra que compartimos.
—Extracto de ‘100 Plus: How the Coming Age de Longevity Will Change Everything’ (algo como 100 años y más: cómo la era de la longevidad lo cambiará todo), de Sonia Arrison.
Fuente: The Wall Street Journal, 04/09/11.
Centenarians
IT ISN’T THAT UNUSUAL TO BE 100 YEARS OLD ANYMORE. NEW TECHNOLOGY AND MEDICAL ADVANCEMENTS, COMBINED WITH HEALTHY LIVING, WILL SEE MORE AND MORE CENTENARIANS IN THE FUTURE. THE TIME HAS COME TO CELEBRATE LIFE. IT’S GOOD TO BE ALIVE!
Aging and Longevity
“If wrinkles must be written upon our brows, let them not be written upon the heart. The spirit should not grow old.” (James A. Garfield)
If we live our lives with vigor, passion and purpose, surrounded by our loved ones and have a large social circle of friends, there is a possibility we will reach 100 years and older. Let’s forget our age, and be young again. Let’s play, love, laugh and dream and watch the years melt away. Let’s bring our spirit back to life and thumb our nose at old-age. Here are some amazing people who have lived a long life and are still following their dreams and planning for tomorrow. They will inspire you and amaze you.
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Fuerte caída del mercado bursátil
septiembre 2, 2011
Las bolsas de EE.UU. cerraron con fuertes pérdidas por nuevos temores de recesión
Por Jonathan Cheng
Los inversionistas se deshicieron de las acciones en Estados Unidos y enviaron los rendimientos de los títulos del Tesoro a un mínimo récord el viernes, luego que un sombrío informe laboral renovara los temores sobre una recesión.
El Promedio Industrial Dow Jones cayó 253,31 puntos, o un 2,20%, a 11240,26, y registró una caída de tres dígitos por segundo día consecutivo. El índice Standard & Poor’s 500 perdió 30,45 puntos, o un 2,53%, a 1173,97, mientras que el Índice Compuesto Nasdaq perdió 65,71 puntos, o un 2,58%, a 2480,33.
Las acciones financieras encabezaron el retroceso. Bank of America cayó un 8,3% luego que The Wall Street Journal informara que las autoridades estadounidenses solicitaron al componente del Dow que mostrara las medidas que podría tomar si empeoran las condiciones del banco, que ha perdido un 46% este año.
J.P. Morgan Chase y Goldman Sachs Group declinaron un 4,6% cada uno tras informarse que la Agencia Federal de Financiamiento de Viviendas, o FHFA, que supervisa a Fannie Mae y Freddie Mac, está preparando demandas en contra de algunos de los mayores bancos del país sobre bonos hipotecarios en problemas, en un intento por recuperar miles de millones de dólares en pérdidas relacionadas con inversiones fallidas.
Hewlett-Packard cayó un 5,2% y ha perdido un 42% en el año a la fecha.
Los 10 sectores del S&P 500 y los 30 componentes del Dow terminaron en territorio negativo, y todas salvo siete de las acciones del S&P 500 registraron pérdidas.
La debilidad de la economía estadounidense acaparó la atención de los inversionistas. Estados Unidos no logró crear empleos en agosto por primera vez en casi un año, mientras que la tasa de desempleo permaneció en el 9,1%, lo que ejerce presión sobre las autoridades para que reactiven el debilitado mercado laboral.
«La cifra de empleo da peso a la noción de que hemos estado en recesión por cuatro a cinco meses», dice Jerry Harris, presidente y director de inversiones de Sterne Agee Asset Management. «Simplemente no veo a las instituciones financieras como una oportunidad. No creo que tendrán poder de ganancias por largo tiempo», añadió.
En tanto, el rendimiento de la nota a diez años del Departamento del Tesoro cayó al 2,000%, en nivel más bajo en la historia de las operaciones modernas de estos instrumentos (esto implica que dichos bonos subieron de precio por efecto de su gran demanda).
Entre las acciones destacadas, Netflix descendió un 8,6%luego que Starz Entertainment terminara las negociaciones de renovación de contrato con la compañía.
En tanto, Campbell Soup cayó un 1,3% después que los resultados financieros del cuarto trimestre fiscal superaran las expectativas, mientras que Finisar avanzaba un 17% tras anunciar resultados que también superaran las estimaciones del mercado.
Fuente: The Wall Street Journal, 02/09/11.
El euro pierde su posición privilegiada
septiembre 2, 2011
El euro pierde su posición privilegiada
Por Nicholas Hastings
LONDRES (EFE Dow Jones) — Este es el punto en el que el euro podría perder su rebote.
Después de pasar gran parte del verano esquivando el aluvión de malas noticias sobre la crisis de la deuda de la zona euro, la moneda única empieza a parecer más vulnerable.
Y hay tres buenas razones para ello: los problemas políticos de Angela Merkel en Alemania, el fracaso de Grecia para controlar su déficit y el aumento de los temores de contagio entre los bancos de la zona euro.
Los problemas de la canciller alemana, Angela Merkel, por sí solos deberían bastar para hacer que el euro pierda su reciente resistencia.
Es el respaldo de Berlín al euro lo que ha asegurado la supervivencia de la moneda única hasta el momento. Sin este factor, los inversores perderían la fe y el euro caería.
Y esto es exactamente lo que podría suceder incluso si Merkel sigue sacrificando su carrera política por la moneda.
El Gobierno alemán podría haber aprobado esta semana la nueva normativa para el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que es clave para resolver la crisis de deuda. Pero Merkel aún tiene que completar la tarea mucho más difícil de conseguir que el FEEF pase el trámite parlamentario, un proceso que llevará al menos hasta final de mes.
Mientras tanto, su posición política se enfrenta a más daños en las elecciones estatales del domingo en Mecklenburg-Vorpommern y la legalidad de su participación en el rescate griego podría ser cuestionada por una sentencia constitucional sobre el tema la próxima semana.
No es de extrañar que algunos sectores empiecen a debatir la posibilidad de unas elecciones generales anticipadas en Alemania, un hecho que podría poner en duda el futuro apoyo alemán al euro.
Con este tipo de dudas políticas empezando a crecer, los inversionistas se están volviendo más cautelosos y el Banco Central Europeo está teniendo que prestar apoyo a los mercados de bonos italianos y españoles para evitar que sus costes financieros les lleve a incurrir en un impago (default).
Sin embargo, es el problema casi insuperable de la deuda de Grecia, que ya ha recibido dos rescates, el que realmente está lastrando el respaldo al euro.
A pesar de los esfuerzos realizados por el Gobierno griego para frenar el gasto y aumentar los impuestos, las nuevas cifras revelan que el déficit público ha seguido aumentando en los primeros siete meses del año. Las autoridades reconocen que el déficit está en camino de superar el 8,5% del PIB este año.
En efecto, las deudas de Grecia siguen fuera de control a pesar de los recientes rescates. Sin duda, el país heleno necesitará más fondos para mantenerse a flote.
Sobre los temores de contagio entre los bancos más expuestos a Grecia de la zona euro no hay nada nuevo, pero un nuevo informe del Fondo Monetario Internacional que advierte de que su base de capital es mucho menor que la estimada ha centrado la atención del mercado aún más en los riesgos.
Los datos de la zona euro siguen deteriorándose y es probable que el BCE abandone su política de endurecimiento en su reunión de la próxima semana, por lo que hay pocas cosas que vayan a fortalecer la fe de los inversionistas en el futuro del euro.
Societe Generale ilustró el ánimo del mercado al mencionar la completa ausencia de bonos corporativos denominados en euros con grado de inversión en agosto.
Agosto normalmente puede ser tranquilo, pero esta emisión cero apunta a una menor confianza en el euro y a una ausencia de inversión empresarial de cara al futuro.
Fuente: The Wall Street Journal, 01/09/11.
Estados Unidos: Cómo reformar el sistema de calificación crediticia
septiembre 2, 2011
¿Cómo se puede reformar el sistema de calificación crediticia de EE.UU.?
Por Francisco Guerrera
En un mundo perfecto, Standard & Poor’s no habría rebajado la categoría de Estados Unidos a principios de este mes, atemorizando a los mercados bursátiles de todo el mundo en una semana de negociaciones descontroladas.
Pero en un mundo perfecto, S&P no existiría. Y tampoco existirían sus competidores, como Moody’s Investors Services y Fitch Ratings Ltd. Al menos no con sus funciones actuales como jueces y jurados mundiales de los bonos gubernamentales y corporativos.
La histórica decisión tomada el 5 de agosto por S&P es la culminación de 75 años de errores políticos que terminaron por delegar una función regulatoria clave a tres entidades con fines de lucro.
Por lo tanto, antes de que los políticos y reguladores cedan a actos reflejos –audiencias parlamentarias, amenazas de una mayor supervisión de las calificadoras– debería hacerse una pausa y mirar por el espejo retrovisor.
Los asuntos destacados por la acción de S&P y la nerviosa reacción de los mercados solo puede ser resuelta mediante la eliminación de las agencias calificadoras del corazón del sistema financiero y alentando a los compradores de bonos a asumir mayor responsabilidad a la hora de evaluar el riesgo de sus carteras.
En primer lugar, un poco de historia. A diferencia de la mayoría de los otros mercados, en los de renta fija, inversionistas y empresas han podido subcontratar sus cerebros.
Desde 1936, cuando los reguladores bancarios prohibieron a los prestamistas comprar «títulos valores de inversión especulativa», definidos en «reconocidos manuales de calificación», un puñado de calificadores han disfrutado de un cómodo oligopolio de la «verdad» sobre los bonos.
Su papel central se fortaleció en la arquitectura financiera cuando los reguladores de seguros, organismos de control de pensiones, la Comisión de Valores y Bolsa (SEC, por sus siglas en inglés) y, al cabo, las autoridades europeas, ordenaron a sus supervisados a depender de las opiniones de las agencias de calificación antes de la compra de bonos.
El resultado, como escribió el año pasado Lawrence J. White, profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, fue que los grupos financieros «podían satisfacer los requisitos de seguridad de sus reguladores con solo prestar atención a las calificaciones, en lugar de sus propias evaluaciones del riesgo de los bonos».
La razón por la cual este tipo de acuerdo obviamente imperfecto perduró es que beneficia a todas las partes involucradas.
Los compradores de bonos no tienen que hacer otra cosa que leer los informes de las «Tres Grandes» agencias calificadoras. Los reguladores pueden dormir tranquilos mientras sus súbditos acaten la letra de la ley, concretamente las A y las B, los sellos de calidad de «grado de inversión».
Los prestatarios gubernamentales y empresariales pueden contar con la demanda de títulos valores con ciertas calificaciones. Y las agencias calificadoras cosechan ganancias periódicas por ser una pieza indispensable de la máquina financiera.
Esta red de intereses creados se convirtió en el centro de atención luego de los desastrosos errores cometidos por las grandes calificadoras durante la burbuja de la titulización (¿alguien quiere obligaciones negociables garantizadas con un fondo de deuda triple A?) .
La Ley Dodd-Frank aprobada tras la crisis financiera pide eliminar las referencias a las calificaciones crediticias en regulaciones para grupos financieros y reemplazarlas con diferentes formas de medición del nivel de riesgo de los bonos.
En realidad, las firmas de calificación apoyan este enfoque. «No socavaría nuestro negocio», me comentó Paul Taylor, presidente de Fitch. «Si las referencias regulatorias tuvieran que desaparecer para nosotros como sector comercial, todavía habría una fuerte demanda de nuestro producto».
Sin embargo, en un giro surrealista, hay reguladores e instituciones financieras que se oponen al objetivo encomiable y lógico de la ley Dodd-Frank. Argumentan que las alternativas al control absoluto de las tres grandes agencias de calificación (S&P, Moody’s y Fitch) serían demasiado costosas y pondrían a las empresas estadounidenses en desventaja frente a sus rivales extranjeros.
David K. Wilson, examinador jefe de bancos nacionales de la Oficina de Contralor de la Moneda (OCC, por sus siglas en inglés) dijo en una reciente audiencia legislativa que la Ley Dodd-Frank «va más allá de lo estrictamente necesario».
Wilson señaló que cuando los reguladores consultaron a los grupos financieros, la respuesta general fue que «la creación de una alternativa adecuada a las calificaciones de crédito no sería posible sin la creación de un lastre regulatorio innecesario».
En ese sentido, cualquier cambio incrementaría los costos e impondría un «lastre regulatorio».
La pregunta es si valdría la pena.
Debe haber lugar para una mejora en un sistema que confiere tanto poder en tan pocas manos y que es fácilmente manipulado tanto por los vendedores de bonos, que cabildean para conseguir la mejor calificación posible, y los compradores, quienes salen de compra en busca de los bonos de mayor rendimiento dentro de una misma categoría (la razón principal por la que las obligaciones negociables garantizadas con un fondo de deuda triple A eran tan atractivas).
Puedo ver una manera de mejorar la configuración actual: los reguladores deberían obligar a los bancos y a los fondos certificar que sus carteras de bonos están sanos y salvos, precisamente como lo determina la Ley Sarbanes-Oxley, que requiere que los presidentes ejecutivos y directores financieros certifiquen las cuentas de la empresa.
Bajo este régimen, la amenaza de responsabilidad legal se centraría en lo que piensan los ejecutivos acerca de los riesgos que están tomando.
Los grupos financieros tendrían tres formas de llegar a las certificaciones: a través de las firmas de calificación; reclutando a actores externos; o, como ya lo hacen muchos grandes fondos, llevando a cabo análisis independientes.
Sea cual fuere la elección, tendrían que justificar sus conclusiones ante los reguladores, de la misma manera en que los bancos tienen que presentar a examinadores federales sus carteras de préstamos.
Entidades similares con menos recursos podrían aún usar firmas de calificación crediticia pero no sin primero preguntar sobre su juicio.
Por su parte, los grupos más grandes podrían utilizar mejores formas de medir el riesgo que la mera estimación de si un prestatario va a devolver un préstamo. Los bancos y los inversionistas utilizan habitualmente el análisis de flujo de caja y estimaciones de riesgos de mercado y de liquidez para hacer pruebas internas de resistencia. ¿Por qué no compartirlos con el mercado?
Con los años, las agencias de calificación de crédito pasarían de ser la herramienta de gestión de riesgo a ser una de muchas.
Por supuesto, los costos de conformidad aumentarían, y las empresas estadounidenses tendrían que trabajar más duro que sus competidores en el extranjero. Pero también podrían alegar que cuentan con los balances más seguros.
La carnicería que tuvo lugar en el mercado la semana pasada, al igual que otras debacles periódicas en las últimas ocho décadas, parece ser el precio que hay que pagar.
—Francesco Guerrera es el editor de la sección Money & Investing de The Wall Street Journal.
Fuente: The Wall Street Journal, 29/08/11.