¿Por qué tu caro coche de lujo no impresiona a las personas inteligentes?
Por A. Carlos González.
Es cierto que un gran segmento de la sociedad sigue presionando a las personas en este sentido, pues el coche que una persona conduce podría verse como una «carta de presentación», como un símbolo que refleja con precisión el nivel de éxito financiero de esa persona o lo que esa persona ha logrado en la vida.
Las personas inteligentes saben que eso no es así. Al menos no en la mayoría de los casos. Desde un punto de vista financiero, el coche es la peor inversión que puedes hacer en la vida, pues es el activo más devaluable que existe, un activo cuyo precio a futuro siempre tiende a cero.
El precio de lista de un vehículo no es un indicador fiable del éxito financiero en absoluto. Y los ejemplos los podemos ver por todas partes.
Jóvenes entre los 18 y los 25 años conduciendo un BMW y toda clase de vehículos de gama alta. No son conocidos por tener negocios de enorme éxito, y en muchos casos ni siquiera trabajos bien pagados (o trabajos a secas).
Por no hablar de que a menudo, muchos de estos jóvenes y no tan jóvenes tienen unos ingresos procedentes de actividades ilícitas, siendo lo menos inteligente el llamar la atención con un vehículo de alta gama.
Personas que trabajan de operarios en una fábrica o la construcción y que no llegan a los 18.000€ de ingresos anuales, pero tienen un biplaza bastante caro. ¿Se supone que eso nos debe impresionar?
Conozco a una pareja que estrenaron un Mercedes de 40.000€ (él) y un BMW Z4 (ella) en un momento en que su situación financiera parecía ir bastante bien si tenemos en cuenta la «inversión en movilidad» que realizaron. No volví a saber de ellos el día que el banco ejecutó la hipoteca de la casa en que vivían. Aunque desconozco la causa exacta que les llevó a perder su casa, probablemente, de haber conducido coches más modestos que no hubieran requerido pagos mensuales tan altos, quizás podrían seguir viviendo en su casa hoy día.
Así que claramente, no se puede determinar el nivel de éxito financiero o tamaño de la cuenta bancaria de una persona por el tipo de coche que tiene.
En muchos casos, lo que se puede medir desde un punto de vista psicológico es el nivel de inseguridad de una persona o lo influenciable que ésta pueda ser. No estoy diciendo que todo aquel que tenga un coche de alta gama sea una persona insegura e influenciable, pero sí puedo decir que si conduces un coche cuyo coste pone en peligro tu capacidad de ahorro o, en caso de perder tu trabajo mañana, no pudieras hacer frente a las letras del vehículo, has comprado algo que está por encima de tus posibilidades financieras. Y eso no es inteligente.
¿Por qué compramos coches que no nos podemos permitir?
Lo cierto es que la mayoría de nosotros podríamos comprar un vehículo de 30.000 ó 40.000 euros y pagarlo a plazos, pero personalmente, mi actual coche me costó 1.800€ de segunda mano, con 70.000 kilómetros y muy bien cuidado [Nota de EP: Obviamente estos son precios de Europa, en Argentina los autos usados son más caros y los 0 Km mucho más]. ¿Y sabéis qué es lo mejor? Me lleva del punto A al punto B en los recorridos que hoy día necesito hacer. Lo hace igual que esos coches de 40.000€.
Antes me preocupaba a la hora de aparcar en ciertas zonas de la ciudad por si me rayaban el coche. Acaba teniendo un gasto añadido en parking. Incluso me molestaba si alguien se sentaba en el capó del vehículo. Ahora no me importa tanto si me lo rayan ni que se siente alguien en el capó. No tengo ninguna relación sentimental con el coche.
Y si alguien está pensando en que un coche de segunda mano sale más caro en cuestión de averías que uno de primera mano, creo que desmontamos ese pensamiento desde un punto de vista financiero.
¿Puedes soportar que tus amigos y conocidos presuman de super-coche y lo comparen con el tuyo?¿Puedes soportar comentarios jocosos porque no conduces un BMW?
En mi caso me importa un carajo. Hay quien critica mi punto de vista basándose en que no me gustan los coches y por eso no aprecio la potencia de un buen coche. Y es cierto, la verdad es que no entiendo mucho de coches a pesar de alcanzar el millón de kilómetros en carretera antes de los 30 años.
Pero sí entiendo y disfruto, por ejemplo, de la compañía de una mujer, y no por ello tengo necesidad de contratar los servicios de prostitutas de lujo (tampoco de las de gama media y baja, ja, ja).
Finalmente, en un alto porcentaje de casos se usa el coche como herramienta para impresionar o por simple y costoso capricho, y en este caso no sé qué es más peligros desde un punto de vista de inteligencia financiera (o inteligencia a secas).
Mientras que muchos propietarios de automóviles de lujo continuarán cargando con los fuertes pagos mensuales del coche durante los próximos años para tener el privilegio de ir de la casa al trabajo con estilo y elegancia, el resto seguiremos conduciendo un vehículo por lo que es (una herramienta de desplazamiento) y usaremos el dinero que no gastamos para nuestros objetivos financieros y alcanzar así la libertad financiera.
Por tanto, lejos de sentirte impresionado por una persona que conduce un vehículo de gama alta, pregúntate: ¿Lo tendrá pagado ya? ¿Cuánto pagará de letra cada mes?¿Cuánto le quedará por pagar?
Y es que, aunque tengas un coche de segunda mano de 1.000€ de valor, en muchos casos acabas teniendo más coche que el propietario del vehículo de gama alta, el cual, lo único que tiene más que tú es 18.000 ó 25.000 euros más de deuda que tú.
Día de la Soberanía Nacional: por qué se recuerda hoy
En 1845, las tropas nacionales consiguieron una victoria inesperada y propulsada por el amor a la patria.
Hace exactamente 172 años, el 20 de noviembre de 1845, un grupo de soldados argentinos consiguió lo inesperable: pese a la desigualdad de condiciones, a favor del oponente claro, consiguieron hacerle frente a una invasión anglo-francesa que pretendía meterse en suelo argentino, adueñarse de sus tierras.
En total, los extranjeros habían dispuesto más de cien navíos para llevar a cabo la misión; cada uno de ellos estaba repleto de productos para ser colocados en la provincia de Corrientes y en Paraguay . Además, contaban con 300 camiones. No bastaron. El buque argentino, los 24 lanchones, los 40 cañones y las tres cadenas gruesas fueron más fuertes. Fueron muestra de que el pueblo no estaba dispuesto a renunciar una vez más a su capacidad de elegir. Los tiempos de la colonia habían quedado atrás.
Juan Manuel de Rosas, al frente del gobierno de Buenos Aires por entonces, no tuvo dudas. Se contactó con el libertador de América, el general José de San Martín, consiguió su respaldo y preparó así una resistencia que iba a hacer historia.
La Vuelta de Obligado, un estrecho recodo del río Paraná donde el cauce de las aguas se angosta y gira, fue la clave de la victoria. Los invasores querían entrar por ese río pero las tropas nacionales, al mando de Lucio Mansilla, consiguieron anticiparse gracias al conocimiento de ese espacio.
La batalla comenzó antes de que los enemigos lo planificaran. Y pese a que en número, en tecnología y en conocimientos eran superiores, los soldados argentinos dieron el batacazo, no se acobardaron y pelearon sin descanso durante siete horas. Así lograron que las tropas sajonas no ocuparan las costas y por consiguiente no lograran adentrarse en suelo argentino.
«Esta heroica resistencia, así como también el espíritu de lucha nacional se conoció en toda Europa y quedó inscripto en nuestra historia como un símbolo de independencia, libertad y unidad nacional», destaca en su web el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Desde 2010, esta fecha es feriado nacional. Sin embargo, este año el gobierno decidió pasar el asueto al lunes 28 de noviembre.
Desde que en 1971 el Gobierno de Richard Nixon cerrase la ventanilla del oro, aceptamos como dinero lo que simplemente es crédito.
Por Juan Manuel López-Zafra.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, en una rueda de prensa.
Gitana, que tú serás como la falsa monea, que de mano en mano va, y ninguno se la quea…
Ramón Perelló
Este martes, supimos que el equipo de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona está a punto de lanzar una moneda local (o social, como les gusta llamarla) qué será efectiva de forma piloto en los primeros días de 2017. Apoyándose en los habituales mensajes de “no es la primera ciudad”, “es una iniciativa social” o “permitirá estimular la economía local”, nuestros próceres se dedican a dirigir el peligroso juego de “si esto ya ha funcionado, por qué no voy a poder replicarlo yo”. ‘Esto’ es el dinero, que efectivamente lleva miles de años entre nosotros, desde que los seres humanos nos dimos cuenta de que la satisfacción de nuestras necesidades mediante el intercambio era más sencilla si abandonábamos el trueque y utilizábamos un patrón, una medida común del valor de las cosas. Surgió entonces el dinero, de forma espontánea, y con él la moneda, que no es sino una materialización del anterior.
Las características fundamentales del dinero han sido históricamente dos: medio de intercambio sencillo y reserva de valor. Precisamente por esas dos razones, el individuo, libremente, sin imposición de ninguna autoridad, escogió el oro como moneda, tal y como explico en mi libro ‘Retorno al patrón oro‘. Y cada vez que el Gobierno ha tratado de apropiarse de la idea, ha fracasado. Ocurrió muchas veces en la historia. A primeros de 1700 en Francia, cuando el escocés John Law se puso al frente de las finanzas de la regencia o pocos años después, tras la Revolución de 1789, con la sustitución de la moneda basada en oro por la respaldada por tierras (expropiadas a terratenientes e Iglesia), conocida como asignados. En ambos casos, el Gobierno trató de sustituir la moneda que libremente habían elegido los ciudadanos por otra impuesta. El efecto fue en ambos casos el mismo: la quiebra del Estado por la desconfianza de los ciudadanos en la moneda.
Usamos el dinero que nos coloca el Estado porque no podemos de otra forma pagar nuestra factura fiscal, esa que surge con el nacimiento del individuo
Durante la Guerra Civil española, el Consejo de Asturias y León lanzó los famosos ‘belarminos’ (en honor a su gobernador general, Belarmino Tomás), con monedas y billetes en distintos faciales; lo mismo ocurrió en el País Vasco, en Cataluña, en Menorca o Cantabria, Palencia y Burgos. Hubo más de 2.000 corporaciones u organismos locales que pusieron en circulación más de 7.000 billetes diferentes. Si en el caso francés había detrás de la sustitución una necesidad perentoria por parte de la Administración (que carecía del oro necesario para respaldar la moneda, exactamente igual que ocurrió con los ‘greenbacks’ de la guerra de secesión norteamericana), no puede decirse lo mismo de las corporaciones locales españoles durante la Guerra Civil, donde, además de la ausencia de oro para respaldar las emisiones, existía una auténtica imposibilidad de acceder a la moneda oficial debido a la situación. Acabada la guerra, se restableció con el tiempo la ‘normalidad’ fiduciaria.
La humanidad lleva el periodo más largo de su historia sin verdadero dinero, en un experimento que acabará como han acabado todos los anteriores. Desde que en 1971 el Gobierno de Richard Nixon cerrase la ventanilla del oro, aceptamos como dinero lo que simplemente es crédito. Los gobiernos (siendo correctos, los bancos centrales, órganos de planificación financiera que no son sino la extensión de la voluntad de los anteriores) emiten moneda sin respaldo físico desde hace 45 años y los ciudadanos lo hemos aceptado por la única razón de ser el único medio liberatorio de las deudas con la hacienda pública. Es decir, usamos el dinero que nos coloca el Estado porque no podemos de otra forma pagar nuestra factura fiscal, esa que surge con el nacimiento del individuo.
Porque, siempre que dos monedas han competido en el mercado (y ha sido así siempre en la historia), ha triunfado aquella que mayor aceptación ha tenido entre los individuos, sin imposiciones gubernamentales. Porque, como bien señaló Gresham, la moneda considerada como mala desplaza a la buena, que desaparece de la circulación. Esta ley es tan fuerte como la de la gravedad y causó miles de muertos durante la Revolución francesa, cuando se ejecutaba a todo aquel sospechoso de ‘especular’ (atesorar) moneda de oro.
Cuando dos monedas han competido en el mercado, ha triunfado la que mayor aceptación ha tenido entre los individuos, sin imposiciones gubernamentales
Lo que no recuerdan nuestros dirigentes, básicamente porque lo desconocen (éxito que comparten con el 99% de los alumnos de las escuelas de economía y administración de empresas, gracias a la tremenda labor de socavación de los fundamentos de la economía que ha llevado el ‘mainstream’ desde los años setenta), es que, como estableció Carl Menger en sus ‘Principios de economía’, “el dinero no es un invento del Estado. No es el resultado de un acto legislativo.”
Ahora que Barcelona lanza una moneda tan social como la que pretende, yo solo tengo un par de dudas que seguro que desde allí pueden aclararme quienes gobiernan el municipio. Una, si no sería quizá más social reducir los impuestosque soportan los individuos y que de esta forma pudiesen elegir libremente a qué destinar su excedente monetario (poco o mucho, pero mayor que el actual, sin duda). Otra, si aceptamos que la medida se ha tomado por el bien de los ciudadanos, por qué no aceptan la nueva moneda como medio de pago de los impuestos de la corporación municipal. Seguro que, en tal caso, será aclamada y aceptada por todos, pues nadie puede pensar que, como en la canción, vaya a ir de mano en mano sin que ninguno la quiera.
El triunfo de Trump el 8 de noviembre está directamente vinculado al hecho de que una fase de la globalización ha terminado, y la que viene – que tiene sólo dos protagonistas, Estados Unidos y China –, recién comienza a esbozar sus trazos fundamentales.
A partir de 1980, las tecnologías del procesamiento de la información (IT) modificaron radicalmente el costo de las transmisiones – cayeron 20% por año –; y al permitir tomar decisiones estratégicas en tiempo real a escala global, impulsaron el surgimiento de las cadenas globales de producción, núcleo estructural de la globalización capitalista del siglo XXI.
Esta vía abrió a los países asiáticos el proceso de industrialización, ante todo a China; y este desarrollo industrial, impulsado por la inversión de las empresas transnacionales (ETN), rápidamente tuvo un impacto exportador (producción fragmentada + alto porcentaje de insumos importados por unidad de producto).
La combinación de tecnología de punta y los costos laborales más bajos del sistema, otorgó a la producción asiática una competitividad excepcional, y los niveles de rentabilidad más elevados de la historia del capitalismo.
El resultado fue el traslado de la industria trabajo-intensiva de los países avanzados a los emergentes; y esto coincidió con la mudanza que las ETN realizaron a China de su conocimiento más avanzado (gerenciamiento, marketing, diseño, know-how).
Así comenzó a aumentar la escala del valor agregado y la complejidad tecnológica de las exportaciones chinas, mientras surgía una diferencia de productividad de 9 a 1 entre el sector exportador y la industria nacional.
El punto de inflexión en la industrialización asiática – salto cualitativo – se produjo al incorporarse China a la OMC (2001). La fórmula alta tecnología/fuerza de trabajo china adquirió un carácter explosivo. Las exportaciones de la República Popular se duplicaron en valor cada 4 años (+30% anual) y 40% de sus colocaciones en el exterior fueron equipos de capital intensivos en conocimiento.
De esta forma se desplegó la convergencia estructural (alza de la productividad + auge del ingreso per cápita) del capitalismo chino sobre el norteamericano. En este período (2001-2009), China creció 11% anual, el PBI per cápita trepó 9% por año y la productividad se incrementó a un ritmo de 9,2% anual.
El superávit de cuenta corriente chino se transformó en esta etapa en el primero del mundo (11% del PBI/U$S 380.000 millones en 2007), y las reservas treparon a U$S 3,4 billones, triplicando al siguiente en orden de importancia, que es Japón con U$S 1,2 billones.
La convergencia estructural de China se completó en 2009. Coincidió con la crisis financiera internacional de 2008. Allí se produjo el traslado definitivo del eje de la acumulación global del mundo avanzado al emergente (China a la cabeza constituida en categoría propia), y cambió la historia del mundo.
La contrapartida fue que EE. UU. se sumergió en un ruinoso proceso de desindustrialización, con la desaparición virtual de su industria trabajo-intensiva, sumada a la pérdida de 2,6 millones de puestos de trabajo manufactureros y a la emigración – fundamentalmente a México – de gran parte de la industria automovilística.
Ahora surge un nuevo sistema de producción global completamente horizontalizado, donde se compite sólo a través de la innovación y el capital es básicamente intelectual (inteligencia colectiva), mientras que los equipos de producción se vuelcan a la robotización.
Los únicos dos protagonistas – por ahora – del nuevo mecanismo de acumulación se han volcado en esta etapa de transición a una “fase nacional” para procesarlo. Uno lo hace con el liderazgo de Xi Jinping y el otro con Donald Trump.
El 8 de noviembre quizás tenga un significado histórico semejante al de China en la OMC, sólo que a una escala mayor, propia del gigante estadounidense.
El New Yorker definió al Presidente electo de los Estados Unidos como “un hombre hueco”.
En realidad, marcaba la frustración y, a su vez, el desprecio que los intelectuales y la elite política gobernante tienen no sólo por Trump, si no por quienes lo votaron.
Aun con el riesgo de simplificar demasiado, lo que está detrás del triunfo de Trump y no sólo del triunfo de Trump, es un severo cuestionamiento a la globalización, un desafío al “hombre de Davos”.
La elección de Trump retoma la alianza “conservadora-popular”, que había dejado el poder con las administraciones demócratas, que se habían aggiornado con predominio de las “clases medias tecnológicas y supereducadas” y los nuevos ricos del Sillicon Valley, financiados por Wall Street.
En otras palabras, Trump representa la idea de que la globalización es, básicamente, trabajo barato chino y de otras regiones, para desplazar mano de obra no calificada al resto del mundo.
Con manipulaciones de la moneda y artimañas comerciales para “abusarse” del mercado norteamericano (o los mercados internos occidentales).
La “nueva alianza”, entonces, en USA es la de los “ricos tradicionales” y la clase obrera que perdió el paraíso a manos de los nuevos ricos y de los trabajadores pobres del resto del mundo.
Lo que aparece cuestionado es el “programa” del Sillicon Valley: trabajo high tech y alto valor agregado en USA, y el trabajo “bruto” afuera.
Esto requería, en el corto plazo, compensar a los perdedores, con crédito, subsidios, etc.
La crisis financiera del 2008 puso una piedra en el camino en este programa, y la administración Obama pudo salir de la crisis, e imponer un programa de salud, pero fue incapaz de encontrarles, si lo hay, un lugar digno a los perdedores de la globalización. Reinsertarlos con educación y capacitación.
Esto divide a la sociedad norteamericana, como, dicho sea de paso, al resto de las sociedades del mundo occidental, entre los ganadores con la globalización, y los perdedores de corto plazo.
En general, casi por casualidad, esa división es “mitad y mitad”, por eso está resultando tan difícil predecir el resultado de cada elección y por eso las “grietas” se dan en todos lados, cada una a su manera.
Y por eso es más difícil «apostar» por un resultado electoral, en la Argentina, en España, en el Reino Unido, en Perú, o en Estados Unidos.
En muchos países, la “solución” ha sido subsidios y gasto público improductivo, crédito al consumo, y fiesta populista. Burócratas administrando una transición permanente. Pero esto no soluciona el problema, lo posterga, y cuando se agotan los recursos, viene la crisis.
Trump aglutina a los perdedores del modelo Davos.
Tanto desde el mundo del capital, como desde el mundo del trabajo.
Su objetivo es revertir la globalización así entendida.
Recuperar capitales y trabajo de baja calificación para los norteamericanos, protegiéndolos contra el trabajo barato chino o mexicano. Lanzar un ambicioso programa de infraestructura para devolverle competitividad a la economía norteamericana. Bajar alícuotas del impuesto a las ganancias. Denunciar los acuerdos comerciales que “entregan” el mercado interno estadounidense.
Atacar, en síntesis, el esquema de los tecnólogos del Sillicon Valley, y de los intelectuales “davosianos” newyorkinos que lo desprecian y lo consideran hueco.
Este nuevo escenario, más allá de lo que finalmente se implemente, o de sus dudosos resultados, es un gran desafío para la Argentina.
Justo ahora que íbamos hacia Davos, Davos se aleja.
Pero para la Argentina, no hay alternativa a la globalización.
Un país al que le “sobran” alimentos y, potencialmente, energía, con mano de obra de alto costo, y un mercado interno muy pequeño, sólo puede crecer abriéndose al mundo, atrayendo capital y tecnología de punta.
Ello implica que ahora habrá que hacer más rápido y más eficientemente, lo que se iba a hacer de todas maneras.
Inversión en infraestructura pro competitiva, y social. Reforma impositiva para bajar impuestos, y reforma del gasto para que esos impuestos alcancen y se baje el déficit más rápido. Y una reconversión inteligente de los perdedores.
Todo esto, antes que se recomponga la alianza proteccionista que nos mantiene estancados desde hace décadas e interrumpa el proceso.
Curiosamente, el triunfo de Trump ha puesto a la administración de Cambiemos en un lugar inesperado: La defensa de la globalización, desde un confín lejano, muy lejano a Davos.
La primera vez que escuché las palabras “contabilidad creativa” pensé que se trataba de un chiste. No es ningún chiste. Existe y se aplica: la aplica el Gobierno cuando quiere ocultar el aumento del déficit o la oposición cuando necesita forzar un financiamiento imposible.
-¿Usted qué quiere que le responda? Yo tengo papers para todo; a favor y en contra, me dijo, inmutable, un asesor presidencial kirchnerista, en la radio, durante la campaña.
Según Kamal Nasser, la contabilidad creativa es “la transformación de los números de la contabilidad financiera de lo que realmente son a lo que quien los prepara quiere que sean, aprovechando las reglas existentes y/o ignorando algunas o todas ellas”.
A la hora de dar ejemplos se cita el caso Enron, una empresa que tardó sólo 24 días en pasar de un valor de 70.000 millones de dólares a poco más de 100 millones.
En Argentina, señores, la matemática es subjetiva: dos más dos es “depende”, y no cuatro.
Ahora que Juan Manuel Abal Medina se despertó y encontró, sorprendido, un país lleno de pobres, el Senado dio por amplia mayoría media sanción a la “ley de emergencia”.
Se trata de aumentar un 15% las asignaciones por hijo y por embarazo y “crear” un millón de empleos formales mediante la reconversión de planes sociales, junto a un Consejo de la Economía Popular que deberá proponer en menos de 180 días un salario social complementario para los trabajadores en negro.
El proyecto es encantador y quizá le faltó pedir otro reno para Papá Noel, de modo que los regalos lleguen antes a los niños.
¿Quién podría estar en contra? Yo, sin ir más lejos, querría seis millones de puestos de trabajo y un 300% de aumento para la AUH. ¿Votamos?
Detrás de la escena todos secretean: Macri va a tener que vetarlo. En el fondo importa más eso que el proyecto en sí.
Hay también -cuándo no- intereses de parte: con ese dinero podría triplicarse la asignación, pero se elige “crear” puestos de trabajo a través de cooperativas: la asignación evita el clientelismo y ésta otra opción, quizá, lo fomente.
Por otro lado, en la medida en que la propuesta política se aleja de la realidad concreta, se vuelve reaccionaria: nada peor que deprimirse por algo que nunca va a pasar.
¿Cómo inventar un millón de puestos de trabajo sin invertir a la vez, para que los beneficiarios trabajen en algo?
A menos que se crea en la necesidad urgente de cortar el borde del pasto de las plazas, ¿en qué trabajarían sin inversión de capital con el que desarrollar los emprendimientos?
Como este ítem básico ni siquiera está contemplado, es imposible hablar del costo real del sueño culposo de Abal Medina. La contabilidad creativa surge a la hora de tener que explicar el financiamiento: aumentar impuestos. Uno de ellos es el impuesto a la renta financiera que funciona en el imaginario como funciona el aguinaldo en el caso individual: cuando llegue podré comprarme todo, cancelar las deudas y ser feliz.
Es del todo cierto: es injusto que ese impuesto no exista, pero su entidad en la recaudación es discutible.
Ya hay hoy un grupo de rentas financieras alcanzadas con el impuesto, pero es verdad que casi la totalidad de las rentas generadas en Argentina no están sujetas a impuesto cuando quien las gana es un individuo y no una empresa.
También tienen trato excepcional, por ejemplo, las remuneraciones de la actividad petrolera o el Poder Judicial cuando no paga Ganancias.
Según el economista Martín Tetaz, de nuestro equipo en Radio Mitre, algo que relativiza el impacto de la renta financiera es que el 58,1% de los títulos públicos y el 34,5% de los depósitos de plazo fijo en pesos pertenecen al ANSeS y al BCRA. Como probablemente se los exceptuaría del pago, la recaudación bajaría a la mitad. A la vez los fondos de jubilados están en un 64,4% en títulos públicos y obligaciones negociables, y también se verían afectados.
Los impuestos de las mineras también figuran en la lista de financiamiento: en este punto la discusión es esquizofrénica: hay quienes afirman que las mineras sólo pagan el 3% de lo que extraen, y las mineras sostienen que pagan más impuestos acá que en Chile o Perú: 30,4% en Argentina, 18,7% en Chile y 20,4 en Perú.
Es imposible que las dos cosas sean ciertas a la vez, pero lo es también desentrañarlo.
En el caso de los impuestos al juego todavía vuela como un pájaro negro la frustración de Vidal para imponerlo en la provincia de Buenos Aires: en su gabinete se ilusionaron con 1.200 millones extras elevando de 12 al 19% Ingresos Brutos de los bingos, pero el tándem Angelici-Mautone intervino para bajarlo.
En paralelo, el gobierno anunció el bono de $ 2.000 a $ 3.500 para los empleados estatales. El dinero que lo financia no fue aportado por Robin Hood: nos costará a todos nosotros entre 150 y 200 pesos por habitante.
De los 365 días del año, según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal, al menos 172 se destinan a trabajar para el Estado. Según el salario un trabajador formal, debe trabajar entre 172 y 217 días para cumplir con los impuestos municipales, provinciales y nacionales. El día del año en el que empezamos a trabajar para nosotros mismos esta entre el 21 de junio y el 5 de agosto.
Los impuestos progresivos están basados en una máxima marxista y destruyen los incentivos al progreso.
Hace cinco años que Juan trabaja en la empresa que admiraba desde chico. Al salir de la facultad, lo primero que hizo fue enviar allí su currículum y felizmente fue seleccionado. Gana un buen salario y siempre se esfuerza para que le vaya mejor. Pone mucho de sí mismo, es comprometido, y busca permanentemente cumplir y superar sus objetivos.
La semana pasada, el supervisor lo llamó a su oficina. Tenía una buena noticia para comunicarle. Luego de las evaluaciones de desempeño y en vistas a una ampliación de sus responsabilidades, le iban a dar un aumento de sueldo. Se trataba de un considerable 29% de suba.
Feliz como estaba y listo para enfrentar sus nuevos desafíos, le contó la novedad a su mujer, Florencia. Ambos festejaron. Justo estaban pensando en construir un nuevo cuarto en su casa de dos ambientes para la llegada de su bebé a mediados del año que viene. Salieron a cenar.
El problema apareció el día del pago. Cuando miró su cuenta bancaria, Juan vio algo que no cerraba. Le habían prometido un 29% de aumento, pero solo había recibido un monto que representaba una suba del 20%.
¿Quién se había quedado con su dinero?
Cuando planteó la situación en Recursos Humanos, comprendió lo que sucedía. Su sueldo bruto había aumentado efectivamente en un 29%, pero también había aumentado el monto de impuestos a pagar por ganancias. Y más que proporcionalmente. Las cuentas ahora no eran las mismas, y Juan y Florencia decidieron posponer la ampliación de su casa.
La situación que acabamos de describir es típica de los sistemas tributarios que se llaman “progresivos”. En dichos sistemas, inspirados en la máxima marxista de “a cada quien según su necesidad y de cada cual según su posibilidad”, el estado cobra más impuestos a quienes más ganan, mientras que a los que menos ganan les cobran tasas más reducidas.
Si se miran las tasas impositivas que se cobra a las personas físicas en Argentina, por ejemplo, veremos que una persona que tiene una ganancia neta anual sujeta a impuestos (es decir, menos los aportes a la seguridad social y las deducciones específicas) de hasta $ 10.000, deberá tributar el 9% más una suma fija. Si ese monto es de hasta $ 20.000, el estado le exigirá un 14% más una suma fija. Si la ganancia neta anual supera los $ 60.000, entonces el estado tomará una suma fija más el 27% del monto, y si el ingreso percibido es de más de $ 120.000 (una persona que cobra $33.000 de mano por mes, por ejemplo), entonces el gobierno se quedará con 35% más un monto fijo de $ 28.500.
.
Curiosamente, y a pesar de su nombre, el impuesto “progresivo” castiga el progreso.
Es que en una economía de mercado, los ingresos de cada individuo están determinados por el valor agregado que cada persona le aporta a la sociedad. En términos más concretos, un empresario exitoso es aquel que ofrece mejores productos y servicios a sus conciudadanos y es por eso que sus ingresos son mayores. En un proceso voluntario, la gente elige entregarle su dinero a cambio de los bienes y servicios que el empresario produce.
Dentro de una empresa, el sistema funciona de manera similar. Si un empleado agrega valor, será promovido y ganará un mayor salario. Ese mayor ingreso es el resultado de su buen desempeño laboral, que está en línea con el objetivo de la empresa, que en una economía de mercado es satisfacer las necesidades del consumidor.
Por este motivo, y en línea con lo explicado por Murray Rothbard, “imponer penalidades a los que han servido mejor a los consumidores daña no solo a los productores, sino también a los consumidores”.
El daño a los incentivos que genera el impuesto progresivo a las ganancias puede comprenderse mejor si llevamos el ejemplo al extremo. El extremo de la progresividad fiscal haría que frente a cada suba de los ingresos del individuo en términos brutos, nulo sea el aumento en términos netos.
Por ejemplo, si el impuesto cobrado a una persona que gana $ 10.000 es de 25%, pero cuando pasa a ganar $ 12.000 se le cobrara 37,5%, entonces en términos netos el individuo recibiría siempre $ 7.500.
En este caso, se ve claramente que el incentivo a ganar más dinero se destruirá por completo. Finalmente, nadie tendría ganas de trabajar más y la economía colapsaría.
Una propuesta alternativa es la de cobrar un impuesto de tasa fija, o “flat tax”, que para cada nivel de ingresos tenga una misma tasa. Esto haría que los aumentos del salario bruto sean exactamente iguales a los del salario en mano, mejorando el sistema de incentivos.
Claro que este flat tax debería ser bajo e igual al mínimo de la escala actual, ya que si estuviera por encima penalizaría a todos los que hoy pagan por debajo de ese nivel.
Con un impuesto de tasa fija, quienes más ingresos generen, también aportarán más a las arcas públicas, pero no se les castigará el mejoramiento de su situación personal.
El impuesto a las ganancias de personas físicas será debatido el año que viene en el congreso. Entre otras modificaciones, se debatirá incluir una nueva escala que grave los ingresos más altos con una tasa del 40%.
Esperemos que la iniciativa no prospere. Si hay algo que no necesita este país, ni ningún otro, es seguir castigando a los que quieren progresar. Desde este lugar, vaya el pedido para una refundación completa del concepto de la progresividad, y una profunda baja de la presión impositiva sobre los empresarios y trabajadores.
Microsoft lanza las videollamadas de Skype en la Web sin cuentas de usuario ni contraseñas
Esta nueva modalidad se podrá usar desde el sitio www.skype.com y utiliza un sistema de links que se pueden compartir por correo electrónico para establecer la comunicación sin tener la necesidad de descargar el software cliente.
.
.
Microsoft presentó ayer una nueva función que permite utilizar Skype desde cualquier navegador web y sin tener la necesidad de ingresar un nombre de usuario y contraseña. De esta forma, cualquier usuario interesado en iniciar una videollamada deberá acceder al sitio web www.skype.com.
Skype for Web fue lanzado en noviembre de 2014, y con el paso de los años Microsoft perfeccionó el sistema, que no requiere la instalación de software complementario para su funcionamiento. Bajo esta modalidad los usuarios no tendrán la necesidad de iniciar una sesión con su perfil.
Luego de visitar el sitio web de Skype, el usuario deberá iniciar una conversación, ingresar un nombre de usuario y obtener un enlace web. Cualquiera que ingrese a esta dirección podrá participar en una sala de chat de hasta 300 participantes o hasta 25 personas en una llamada de voz o video sin cargo.
Esta modalidad también permite intercambiar fotos, archivos y emoticones. Con estos cambios, Microsoft busca actualizar su plataforma de comunicaciones que supo ser la opción dominante entre los usuarios de computadoras personales, pero que ahora quedó relegada en un segundo plano en los dispositivos móviles por propuestas como Messenger de Facebook o las llamadas de voz y video de WhatsApp, entre muchas otras opciones disponibles en el mercado.
Por el costo argentino, las heladeras cuestan tres veces más que en Chile
Las empresas del sector se quejan del aumento de las importaciones y del retroceso del consumo, que ya perjudicó el empleo.
Por Francisco Jueguen.
Las heladeras no frost -las de mayor tecnología- cuestan en la Argentina casi el triple que en Chile (179% más) o el doble que en Brasil. Con las cíclicas -que todavía tienen 73% del market share local la diferencia es menor. En Chile tienen un precio 28% más económico que en cualquier comercio argentino. En comparación con Brasil, la heladera nacional es un 25% más cara.
La heladera, como toda la producción industrial nacional, sufre con los costos argentinos, pero también aparece hoy bajo la lupa del Gobierno, que exige a los empresarios más competitividad interna mientras -con algunas medidas que impulsan la transformación productiva- se bendice una mayor apertura de la economía.
La heladera, como toda la producción industrial nacional, sufre con los costos argentinos, pero también aparece hoy bajo la lupa del Gobierno.
«La pregunta no es sobre el precio final del producto, sino qué hace el Gobierno para bajar el costo argentino», cuestionó un ejecutivo de una de las firmas fabricantes de heladeras. «Nuestros costos son la mano de obra, los proveedores monopólicos, los impuestos y los fletes. Lo que gastás en fletes en la Argentina no lo gastás en ningún otro lugar», contó.
Por la caída del consumo y una entrada de más heladeras del exterior, los productores locales vieron afectado el empleo. Gafa/Electrolux redujo su plantilla en 80 empleados. Bambi tuvo suspensiones que afectaron hasta 800 trabajadores. Días atrás, el secretario de Industria, Martín Etchegoyen, estuvo reunido con fabricantes de heladeras en Santa Fe (Rosario es un gran polo) y relativizó el impacto de las importaciones. «Es cierto que aumentaron [las importaciones], pero no van a cubrir más del 15% de la demanda total. Y hablamos con ellos en forma permanente», contaron en el Ministerio de Producción. «El sector tiene posibilidades, sin dudas», dijo a LA NACION para responder sobre si será una de las actividades que deberá transformarse o tendrá posibilidades de competir. «Tendrán mercado en heladeras chicas y medianas. En las grandes, doble puerta, es más difícil porque necesitan más escala. Si la demanda levanta, van a andar muy bien. Y hay segmentos donde están trabajando bien, como en las heladeras comerciales», agregaron.
Hoy hay dos grandes multinacionales con producción propia en el mercado: Mabe y Electrolux. Según un análisis de Abeceb sobre el sector, tienen 51% delmarket share. Bricket, Bambi y Pilisar (con perfil pyme) representan el 38%, y Autosal, Saiar, y Calorex (más pequeñas) completan un 11%. Hace poco, Samsumg ingresó en este sector.
Entre 2003 y 2007 el mercado fue un 50% nacional y un 50% importado. Entre 2008 y 2011, casi el 80% fue fabricación nacional. Ese porcentaje se elevó a 93% entre 2013 y 2015. Este año y 2017 no sólo son de caída del consumo (muchos compraron en cuotas y antes de la devaluación), sino de más importaciones.
En el Gobierno proyectan un mercado de 850.000 unidades en 2016 (en el sector dicen que apenas superará los 650.000). En un año la participación de productos importados, según datos oficiales, pasó de 8 al 13%. Se espera que en 2017 sea del 12%. Este año entrarán 115.000 heladeras (20% por stock de DJAI y 31% por productores locales). El resto lo trajeron los retailers. Para Producción, éste no es el problema, sino la caída del consumo, algo que -dicen- se frenó en octubre. En la industria no comparten ese veredicto aún.
179%
Precios comparativos de las heladeras en la región
Es el mayor precio final de una heladera no frost producida en la Argentina en comparación con Chile. Si se mide contra Brasil, el valor promedio local es 100% mayor. El doble.
Un cuadro de Edvard Munch se vendió en Nueva York por 54,5 millones de dólares
‘Muchachas en el puente’ alcanzó la enorme suma en una subasta en la casa Sotheby’s. El récord para Munch lo tiene ‘El grito’, que en 2012 se vendió por 119,9 millones de dólares.
‘Muchachas en el puente’ fue pintado en 1902 por el artista noruego (Sotheby’s).
La pintura de Edvard Munch Muchachas en el puente fue vendida en 54,5 millones de dólares este lunes en Nueva York, el segundo mayor monto pagado en una subasta por una obra del pintor noruego, según la casa Sotheby’s.
El récord para un cuadro de Munch en subastas se remonta a mayo de 2012, con la venta de su célebre El grito, por 119,9 millones de dólares.
Las Muchachas en el puente, que data de 1902, fue adjudicado el lunes a la noche por un monto cercano a las estimaciones, puesto que había sido valorado por Sotheby’s en «más de 50 millones de dólares».
Esta obra no cesa de ganar valor: fue vendida por 7,7 millones de dólares en 1996 y por 30,8 millones en 2008.
El récord para una obra de Munch llegó en 2012 con los U$S 119,9 millones pagados por una de las cuatro versiones que el pintor hizo de su famoso ‘El grito’ (Sotheby’s)
El cuadro era una de las estrellas de las subastas de otoño este año en Nueva York. Una serie de remates, organizados por Sotheby’s y su archirrival Christie’s, se desarrollarán durante toda la semana.
Otra obra remarcable, un Picasso de la serie El pintor y su modelo, que salió por primera vez de la colección privada Oestreich después de su primera adquisición en 1968, fue vendido el lunes por 12,9 millones de dólares, dentro del margen estimado por Sotheby’s, de entre 12 y 18 millones.
Esta primera venta de la semana, en la que participaron personalmente o por teléfono más de 600 coleccionistas y comerciantes de arte de Rusia, Asia, Europa y los Estados Unidos, permitió adjudicar diversas obras por unos 151,9 millones de dólares.