San Martín
(…) En el peor momento de su vida, al general le cambió su destino. Postrados por el cólera, los San Martín era atendidos por Mariano Balcarce, un joven médico argentino e hijo de un estrecho colaborador del Libertador en la guerra de la Independencia. A pesar de la reticencia inicial de José, Mariano y Mercedes no tardaron en comprometerse y sellar la unión para poco después viajar a Buenos Aires. Allí lograron arreglar las desprolijas cuentas del general y acomodar un poco sus finanzas. Quizá por la acción de su yerno o bien por casualidades, en 1833 Braulio Costa liquidó el préstamo de 30.000 pesos por la estancia El Rincón de López, que San Martín había tomado cerca de diez años antes. Simultáneamente, el gobierno de Perú le comenzó a pagar con regularidad su pensión.
Pero aquel año otro hecho los rescató de la ruina. Su hermano Justo puso en contacto a José con un antiguo compañero de armas: Alejandro Aguado, ahora el banquero más importante de Francia y el preferido del rey de España Fernando VII. De personalidad excéntrica, era el coleccionista de arte más importante de Francia y mecenas de numerosos artistas, varios contemporáneos e historiadores posteriores afirmaron que la recuperación económica de San Martín se debió a la estrecha relación con Aguado, que se convirtió en su benefactor.
Como signo de su recuperada situación financiera, el 29 de julio de 1833 donó cincuenta cuadras de Los Barriales (su propiedad mendocina) al general don Tomás Guido, su colaborador en la campaña libertadora.
En 1834, José compró en las afueras de París, a orillas del Sena, la vivienda de Grand Bourg que utilizó como residencia de verano y por la que pagó 13.500 francos. Un año después, adquirió la propiedad en la exclusiva Rue Neuve Saint-Georges (cerca de la casa de Louis Adolphe Thiers, quien fue varias veces el primer ministro de Francia) donde pasaría los inviernos. Desembolsó por ella 140.200 francos.
En 1835 murió Alejandro Aguado y dejó 190 millones de francos. San Martín fue nombrado como su albacea testamentario y tutor de sus hijos, con un sueldo de 4000 francos mensuales y legado para compartir de 30.000 francos y joyas. Durante diez años, José administró parte de la fortuna de uno de los hombres más ricos de Europa. Además, recibió de Aguado 30.000 francos a título de recuerdo afectuoso.
En esos tiempos, vivió como un gran burgués, viajó por Europa e incluso visitó la corte del rey Luis Felipe de Orleans, a quien conoció personalmente.
En 1848 estalló en Francia una revolución en contra del rey. San Martín, ya mayor, huía de los disturbios y se trasladó a Boulogne-sur-Mer (puerto francés sobre el canal de la Mancha) con el objetivo de viajar a Inglaterra. El 4 de agosto de 1849, enfermo y ciego por las cataratas, vendió su finca de Grand Bourg. El 17 de agosto de 1850, a los 72 años, murió en Boulogne-sur-Mer a las tres de la tarde. Sin dudas, no era pobre (…)
Belgrano
«(…) Deteriorado físicamente, Belgrano regresó a Tucumán. Además de la sífilis que cargaba desde su juventud, tenía una cirrosis torturante y cáncer hepático. Pero en aquella provincia las cosas no andaban mejor y al poco tiempo el gobierno provincial leal a Buenos Aires fue derrocado. De un día para el otro, Manuel pasó a ser un general enemigo en la tierra que defendió con su vida. Cuando la tropa se dirigió a su casa para apresarlo, encontraron a Belgrano postrado en la cama y a Joseph Redhead (su médico y amigo personal) como única defensa. Se produjo una discusión álgida entre los soldados y el doctor, quien al final impidió que le pusieran grilletes a su paciente.
Debido al cambio político todos evitaban tener contacto con Manuel, salvo el comerciante José Celedonio Balbín, último benefactor del creador de la Bandera.
Según el testimonio de Balbín, una tarde el general le confesó que se encontraba en las más absoluta ruina económica. No solo estaba imposibilitado de solventar sus propios gastos, además se habían refugiado en su casa varios jefes que todavía le eran fieles y a los que tampoco podía mantener. Tan crítica era la situación que Belgrano no dudó en rebajarse y pedirle dinero al gobernador que lo había apresado, quien obviamente se negó a ayudarlo. Balbín se ofreció a darle lo que necesitase y al día siguiente le mandó 2000 pesos con su criado.
Un mes después, debido al clima político hostil que vivía en Tucumán, Manuel buscó volver a Buenos Aires, pero no contaba con el dinero para trasladarse. Triste y abatido, recurrió de nuevo a su amigo Balbín, quien en esta ocasión le prestó 2500 pesos para cubrir los gastos del viaje.
Antes de partir, dejó un documento donde expresaba: «La cuadra de terreno contenida en la donación que me hizo la Municipalidad y consta en los documentos antecedentes, con todo lo que en ella edificado por mí, pertenece por derecho de heredad a mi hija doña Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida en 4 de mayo de 1819 en esta capital y bautizada el 7. Para que conste lo firmo hoy 22 de enero de 1820 en la valerosa Tucumán, rogando a las juntas militares como a las civiles le dispensen toda justa protección».
Pocos días después, el general se puso en marcha acompañado del doctor Redhead, el padre Villegas y dos ayudantes. El viaje fue tortuoso. Al llegar a una posta lo bajaban cargado y lo conducían directamente a la cama. Ya sin poder alguno, hasta el último posadero perdido se animaba a faltarle el respeto.
Al arribar a Buenos Aires, Manuel se alojó en la casa familiar, aquella misma donde había nacido. Más tarde, en Tucumán Balbín recibía noticias de que Belgrano se encontraba moribundo y partía rápido a ver a su amigo. No hay dudas de que el tucumano tenía una alta estima por el general. Sin embargo, su veloz reacción se debió a otro asunto: el comerciante no contaba con ningún recibo ni documento que acreditase el dinero que le había prestado. Cuenta Balbín que al día siguiente de su llegada a Buenos Aires pasó a visitar a Belgrano, quien se hallaba en un estado crítico. Manuel se lamentó por carecer de medios para devolverle el dinero antes de su muerte.
No obstante, le señaló que el gobierno le debía algunos miles de pesos de sus sueldos y que no bien el país se tranquilizara y recibiera su deuda tenía órdenes estrictas de pagarle. Un año después del fallecimiento de Belgrano, Balbín recibió su dinero.
El 20 de junio de 1829, mientras Buenos Aires entraba en la anarquía y tres gobernadores reclamaban en simultáneo el Poder Ejecutivo de la provincia, Manuel Belgrano murió en la misma casa donde había nacido. Según se cuenta, como no tenía dinero le pagó a su médico personal Redhead con su reloj de oro y el carro con el que viajaron desde Tucumán (…)
Rivadavia
(…) Bernardino Rivadavia no fue solo el primer presidente de los argentinos, sino también uno de los primeros en aprovechar su cargo para su beneficio y el de un grupo de banqueros. Por momentos las historias de su patrimonio personal y los avatares políticos del país parecen tan vinculados que se hace arduo distinguir entre ellos.
Rivadavia fue un personaje controvertido. Ejercía como abogado, a pesar de no tener título. Más ambición que talento, lo acusaban de capitalizar los vínculos políticos de su padre. De generar la deuda externa nacional, de producir el primer default de la historia local y hasta de vender, ya fuera del gobierno, los muebles de su despacho presidencial.
Son los secretos y negocios del primer presidente de la Argentina, que acabó como granjero estudiando para invertir en gusanos de seda (…)
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—Mariano Otálara es licenciado en Administración de Empresas con especialización en Planificación Financiera Personal y Mercado de Capitales. Es director ejecutivo de la Escuela Argentina de Finanzas Personales y director periodístico de la revista Cultura Invest y de la web mundodinero.com.ar.
Fuente: cronista.com
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