Estados Unidos, Argentina, Trump y Macri

noviembre 10, 2016 · Imprimir este artículo

También en EE.UU. se cansaron un poco de los progres y el estatismo

Por Guillrmo Kohan.

USA banderaContra todos los pronósticos de los encuestadores. Contra el círculo rojo de la mayoría de los medios de comunicación. Contra la voluntad del Papa Francisco. Finalmente se dio el tremendo batacazo en Estados Unidos y ganó Donald Trump, el que no podía ganar. Por poco margen en la cantidad de votos, con el país dividido, muy parecido al triunfo de Mauricio Macri en la Argentina hace casi un año. Así como Cristina Kirchner resultó la madre de la derrota del oficialismo en 2015; también Barack Obama carga desde ayer con el mismo destino. En la última semana de la elección, llamó al electorado a votar por «mi tercer mandato».

Es obvio que las comparaciones son odiosas, y efectivamente hay enormes diferencias entre los colectivos sociales que acompañaron con el voto a Trump el martes en USA, y a Macri hace un año en Argentina. Sobre todo en los sectores de centro izquierda no peronistas, que no solo votaron por el ex presidente de Boca en las presidenciales, sino que también lo acompañaron en la ciudad de Buenos Aires en tanto la alternativa fuera el kirchnerismo. También Trump se beneficio del rechazo y cansancio de amplios sectores del electorado norteamericano a la figura de Barack Obama y lo que representaba: cada vez más impuestos, más regulaciones estatales en la economía, privilegios para las cúpulas sindicales y dirigentes sociales, un falso progresismo que terminó beneficiando con cargos y presupuesto estatal a los dirigentes más que a las minorías oprimidas que supuestamente representan. Y todo a cargo de las empresas y trabajadores del sector privado, que pagan la cuenta con impuestos cada vez más agobiantes.

Conviene apuntar que además de todas las barbaridades que se dijeron en los medios contra el ahora presidente electo, el que ganó el martes fue quien prometió bajar los impuestos a la clase media, a los trabajadores, y a las empresas que dan trabajo. Ganó el que prometió retirar al Estado de las regulaciones cada vez mayores contra la actividad económica.
Hasta Wall Street se comportó finalmente ayer al revés que los pronósticos más alarmistas: los mercados fueron una fiesta al final del día, con gran recuperación de los sectores económicos tradicionales de la economía norteamericana: bancos, laboratorios, construcción, armamentos, telecomunicaciones, entre otros, fueron los que más brillaron en los mercados.

Comenzaron a moderarse las expectativas tan negativas que se habían formulado durante la campaña electoral contra Trump en términos financieros. No parece lógico que un empresario que quiere recuperar el empleo y la actividad de las fábricas en Estados Unidos opte por fortalecer mucho al dólar con las tasas de interés en alza. Sería alentar con atraso cambiario las importaciones de todo el mundo a los Estados Unidos. El último republicano que pisó la Casa Blanca, George Bush Jr., asumió con el dólar a 0,80 contra el euro, y lo devaluó 100% hasta 1,60. La gran Duhalde, pero administrado de a poco.

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Más interesante resulta volver la mirada a una realidad que se mencionó hace meses en esta columna, que otra vez parece volver a confirmarse. A Donald Trump, por lo visto, le va mejor en la calle que en la TV. No lo quieren la mayoría de los periodistas y lo detestan la mayoría de los artistas y los intelectuales. No alcanzó el homenaje al progresismo norteamericano que se intentó con el Premio Nobel a Bob Dylan para tumbar a Trump. Igual ganó
Lección interesante para el gobierno de Mauricio Macri, en particular para quienes le recomiendan disfrazarse de progresista para asegurar el apoyo de la opinión pública y no enfrentar al establishment políticamente correcto de los medios y la dirigencia política local. Con ingredientes que colocan el caso más en tono de comedia que de tragedia.

En la carrera por medir quién es más progre y menos empresario en el Gabinete, quedó en falsa escuadra hasta la canciller Susana Malcorra, quien hasta ahora conducía con gran profesionalidad la gestión menos culposa de la era Macri. En política exterior, la gestión Macri no es gradual, es claramente opuesta a lo que venía de la era K. Aún así, y con el resultado puesto, igual la ministra argentina se manifestó en público apenada por la derrota de Hillary. Semejante gafe no se la hubieran perdonado en las Naciones Unidas.

Agenda cargada le toca también a otro de los representantes del ala progre del Gabinete, el ministro Prat Gay, quien también se jugó a fondo por los demócratas, sin medir que ahora tendrá que ir a pedirles su salvación a los republicanos. Necesita que se mantenga el crédito externo tan fluido para financiar el déficit. Y que la administración Trump colabore con la Argentina en las cuestiones de información financiera para garantizar el éxito del blanqueo. Recalculando el camino, actualizando de apuro el GPS.

Fuente: cronista.com, 10/11/16.


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