Las ciudades con rentas más altas tienen mayor esperanza de vida
Entre el municipio con más ingresos por habitante y el que tiene menos hay 4,7 años de diferencia en las perspectivas de longevidad
Por Cristina Delgado.
Un grupo de jubilados en Madrid Río.
Los ricos no se libran de padecer enfermedades pero la estadística muestra que los que viven en zonas más desahogadas, de media, pueden vivir más años. El Instituto Nacional de Estadística publicó ayer una abundante recopilación de datos urbanos que pertenecen a su aportación al proyecto europeo Urban Audit, un plan que coordina la UE para obtener datos comparables para conocer y medir la calidad de vida en las ciudades. Los indicadores son cientos, pero hay varios que, si se combinan, ofrecen un dibujo claro. Los municipios con mayor renta per cápita en España tienen las tasas de paro más bajas. Y salen en los puestos más altos de las tablas de esperanza de vida.
Seleccionando ciudades para las que el INE ofrecen ambas estadísticas y del mismo año (2015), a la ciudad con mayor renta por habitante de España (Pozuelo de Alarcón, 23.861,2 euros) y a la que tiene la menor (Sanlúcar de Barrameda, 6.753 euros), les separan 640 kilómetros y 4,7 años de esperanza de vida.
Tomando como referencia poblaciones de más de 20.000 habitantes, el municipio de Pozuelo de Alarcón, situado al noroeste de Madrid con sus urbanizaciones de chalés y adosados, repite de nuevo con la mayor renta media por persona (23.861 euros al año) y con menor tasa de paro (8,5%). La lista de las ciudades con las mayores rentas ha variado poco en los últimos años, peldaño arriba, peldaño abajo. A Pozuelo le siguen las Rozas (18.798 euros) y Majadahonda (18.627 euros), también en Madrid. Luego Sant Cugat del Vallès, en la provincia de Barcelona (18.325 euros) y Getxo, en Bizkaia (18.212 euros). En todos estos, la tasa de paro ronda el 10%, menos de la mitad que la media nacional en el momento del informe, del 22%.
Si se extraen los datos de esperanza de vida (entendida como el número medio de años que se espera que un individuo viva desde el momento de su nacimiento) la media nacional es de 82,7 años, una de las más elevadas del mundo. Y si se acude a los municipios grandes, entre los 20 primeros puestos de España aparecen todas las ciudades con rentas altas: Pozuelo es el segundo, con 85,48 años de media. Majadahonda el tercero, con 85,19 años. Las Rozas el quinto (84,68 años), Getxo el noveno (84,42 años) y San Cugat ocupa el puesto 11 (84,23 años).
Menos dinero, menos años
En el sentido contrario, también funciona la correlación. Los puestos más bajos de la tabla de esperanza de vida los ocupan La Línea de la Concepción (79,74 años), Melilla (80,31 años), Ceuta (80,46 años), Cádiz (80,57 años), Sanlúcar de Barrameda (80,7 años), El Puerto de Santamaría (80,79 años), Algeciras (80,84 años) y Torrevieja (80,88 años). Todos ellos tienen rentas por habitante bajas o medias-bajas: frente a la rica Pozuelo y sus 23.861 euros al año, en Sanlúcar de Barrameda la cifra por habitante es de 6.753 euros; en La Línea, de 7.777,23 euros; en Ceuta y Melilla se acercan a los 10.000 euros. En Torrevieja es de 7.108,5 euros por persona.
La excepción a la regla es Rivas-Vaciamadrid. Es, precisamente, el municipio con mayor esperanza de vida de España: 85,83 años. Y su renta está en medio de la tabla: 13.269 euros per capita.
Son muchos los estudios que han vinculado la renta a la esperanza y la calidad de vida y han hallado una correlación directa, incluso por barrios. Por ejemplo, según datos de la Universidad Carlos III (que elaboró una herramienta para hacer actuaciones según las necesidades de cada zona) en Madrid los vecinos del distrito de Chamartín tienen una esperanza de vida de 83,9 años. Allí está el barrio más rico de España, el Viso, con una renta de 36.250 euros por habitante, que multiplica por cinco la renta de barrios como San Cristóbal o San Diego, en el distrito de Puente de Vallecas, donde la esperanza de vida es de 81,7 años.
Los monetaristas han fracasado una vez más. La mayoría de los economistas de hoy en día, incluidos aquellos que se autodenominan falazmente liberales, desconocen el origen de la actual crisis económica (2008) y, por lo tanto, aún más su posible solución. El error radica en una teoría equivocada acerca de la auténtica relación existente entre el capital y la economía real.
El dinero no es neutral y, como consecuencia, su manipulación arbitraria por parte de los reguladores estatales (banca central) acaba mostrando sus terribles efectos tarde o temprano, tal y como acontece en la actualidad. Lo paradójico es que dicho problema ya fue diseccionado en profundidad a la luz del análisis teórico desarrollado por el principal valedor de la Escuela Austríaca de Economía, Ludwig von Mises. Sin embargo, pese al certero diagnóstico aplicado en este ámbito, la política monetaria vigente sigue bebiendo de los criterios dictados por la Escuela de Chicago, persistiendo en los mismos errores de base cometidos en el pasado.
De ahí precisamente la importancia de revivir las enseñanzas derivadas del debate teórico mantenido a lo largo de las últimas décadas por ambas corrientes acerca de la denominada «hipótesis de la neutralidad del dinero». Lo importante aquí es que un cambio en la comprensión de este fenómeno, es decir, que el dinero no es neutral a largo plazo, modificaría de forma sustancial los cimientos sobre los que se sustenta la política monetaria vigente a nivel mundial.
Los monetaristas construyen toda su teoría sobre hipotéticos modelos de equilibrio que nunca acontecen en la vida real. Su concepción cuantitativa del dinero afirma que un incremento de la oferta monetaria tan sólo se materializa en un incremento de los precios, de tal forma que sus posibles efectos adversos sobre la producción, el consumo o el empleo (variables de la economía real) siempre quedarán neutralizados a largo plazo.
Así, por ejemplo, David Hume asegura que no importa la cantidad de dinero en circulación que exista en un determinado país. Ya sea, mayor o menor, bastará para facilitar su función esencial, el intercambio de bienes. Así, si durante la noche se duplicara la cantidad de dinero que posee cada individuo, al día siguiente no habría ni más prestamistas ni variación alguna en el interés a aplicar. Es decir, a largo plazo, tal variación no modificaría en absoluto ni la actividad productiva ni la velocidad de la circulación monetaria. Según Hume, tan sólo se doblaría el nivel general de precios.
Es decir, la expansión monetaria traería como resultado una particular transición de un estado de equilibrio inicial (punto de partida) a otro estado de equilibrio a largo plazo, en donde el único efecto permanente sería un aumento correlativo de los precios.
Irving Fisher, por su parte, reconoce que puede provocar un incremento transitorio de los márgenes de ganancia de determinados productores, ya que ese dinero creado ex novo impulsa la demanda de determinados bienes y, como consecuencia, estimula una mayor oferta de esos productos. Sin embargo, la flexibilidad del mercado logra corregir a corto plazo los beneficios inflados, dando fin a la fase del boom.
De este modo, Fisher concluía que la causa de los ciclos debíamos buscarla en el aumento de la oferta monetaria no anticipada por los agentes económicos. Por ello, su diagnóstico consistía en aplicar una política monetaria que tuviera como principal objetivo mantener una inflación estable. Justifica, pues, la existencia de la banca central (planificación monetaria) y el seguimiento de un indicador que, en realidad, es muy incompleto (el índice de precios de consumo o cesta básica de la compra), para controlar los efectos de la expansión monetaria.
Por su parte, Milton Friedman, autor de referencia para los pseudoliberales del pasado siglo, llega a una conclusión similar. Los cambios monetarios afectan a la producción, pero a corto plazo (entre 5 y 10 años), mientras que dicha expansión fiduciaria se traduce en un aumento de precios a largo (décadas). De hecho, admite que las variaciones amplias en la cantidad de dinero disponible son desestabilizadoras y deben evitarse. Sin embargo, aboga por establecer una política monetaria automática: que la cantidad de dinero crezca a una tasa estable anual para impulsar el crecimiento económico. Es decir, nuevamente, intervención monetaria a través de los bancos centrales.
Todo este edificio teórico se ha derrumbado, y lo triste es que los monetaristas parecen no darse cuenta. Y eso que la solución fue explicada por Mises hace décadas en su obra Teoría del dinero y del crédito (1912). El dinero nunca puede ser neutral por definición y naturaleza. Existe y, por lo tanto, está sometido a la valoración subjetiva de los individuos. Es decir, no es algo objetivo y cuantificable.
Así, la variación en el volumen de dinero, por fuerza, distorsiona el precio relativo de los bienes. Y ello por la simple razón de que el precio de los productos nunca aumenta de forma homogénea y agregada, sino todo lo contrario. El dinero ex novo lo recibe en primer lugar un número limitado de agentes, que demandan ciertos bienes y que, por extensión, modifican la estructura de precios relativos.
Los precios nunca cambian por igual, al mismo tiempo y en la misma dirección, tal y como expone el análisis microeconómico e individualista de la economía frente a la teoría cuantitativa o agregada de la Escuela de Chicago. Y es que, los precios relativos determinan el volumen y la dirección de la producción, por lo que cualquier cambio en la cantidad de dinero acaba afectando de una u otra forma a la estructura productiva.
Esta cuestión se clarifica aún más al concluir que, aunque todo el mundo se levantara un día con x unidades más de dinero, cada individuo valorará de forma diferente (subjetiva) cada unidad adicional del mismo. De ahí que resulte falso que una duplicación del dinero en circulación reduzca a la mitad el poder adquisitivo del mismo. «Todo aumento de la oferta monetaria provocará efectos sobre la demanda y, por lo tanto, un aumento desigual en los precios de los bienes. No todas las mercancías serán demandadas en igual cantidad, ni las más intensamente demandadas serán afectadas en el mismo grado«.
La manipulación arbitraria de tipos efectuada por los bancos centrales es la principal responsable de los auges y depresiones de la actividad económica. ¿Por qué? El proceso de producción tiene lugar en un marco de tiempo, en donde los empresarios efectúan sus inversiones guiados por dos elementos clave (precios y tipo de interés) para asignar los recursos de la forma más eficiente posible en las distintas etapas del proceso.
La inyección fiduciaria o la expansión del crédito, por fuerza, distorsiona ambas señales, y conduce a los agentes económicos a efectuar malas inversiones. Y es que sin tal intervención pública sobre los tipos de interés algunos procesos nunca se habrían emprendido. Es decir, tan sólo resultan rentables con tipos de interés artificialmente bajos. Además, alargan artificialmente la estructura productiva, y los agentes tienden a sobreinvertir en la producción de bienes de capital en detrimento de bienes de consumo.
El problema es que, tarde o temprano, esta situación se hace insostenible cuando aparece el «riesgo inflacionario». Es entonces cuando la autoridad política no puede mantener por más tiempo el interés bajo, saltando a la luz el volumen de malas inversiones efectuadas. Como resultado, los efectos de la fase expansiva se invierten y surge la recesión, el desempleo, la deflación, la restricción del crédito y la caída del consumo, entre otros. La crisis es inevitable. Tan sólo cabe prevenirla impidiendo el aumento de la oferta de dinero.
Mises demuestra que el dinero no es neutral ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. El aumento de la oferta monetaria distorsiona por fuerza los precios relativos de los bienes y modifica la estructura productiva. ¿La solución? Abolir el sistema de banca central, abogar por la banca libre sujeta al patrón oro y aplicar un coeficiente de caja del 100%.
Como observarán, ninguna de estas medidas está encima de la mesa de los líderes gubernamentales, al menos, por el momento. Más bien, todo lo contrario. Asistimos a un nuevo auge del fracasado keynesianismo económico, lo que demuestra que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra (crack del 29). Y tres (crisis del petróleo de los 70) y cuatro (crisis de los 90 en EEUU) y cinco (la burbuja de las punto com) y seis (recesión tras los atentados del 11 de Septiembre)… ¿Y siete?
Cómo se originó el dinero y cómo posteriormente surgió el monopolio de la emisión del dinero a través de los bancos centrales.
En las economías primitivas donde las transacciones eran reducidas y el aislamiento con otras sociedades era grande debido a las dificultades en la comunicación y el transporte y también debido a estados beligerantes, los intercambios se llevaban a cabo a través del trueque, esto es el cambio directo. Esta modalidad tenía sus bemoles puesto que el que tenía la mercancía A y quería la B debía recorrer tres etapas ineludibles: primero encontrar alguien que necesitara A, luego que tuviera a su disposición B y por último que estuviera dispuesto a llevar a cabo el intercambio a cierta ratio, por ejemplo, de un A por un B y no diez A por un B. Esto a veces no solo se tornaba dificultoso sino que, a veces, resultaba imposible, como por ejemplo frente a un especialista en tocar el tambor que necesita pan es poco probable que el tenedor de pan aceptara recibir una lección de tambor a cambio de su pan y así sucesivamente.
A medida que las transacciones se fueron multiplicando se percibió que resultaba más expeditivo y más fluido el cambio indirecto, este es, el realizar los intercambios a través de una mercancía de valor generalizado y luego con ella adquirir lo que se requería. Así es que se recurrió como medio común de intercambio o dinero el cacao en Centroamérica, las sedas en Persia, el ganado en Grecia (de allí la expresión medios pecuniarios), el té en Turquía, el cobre en Egipto, el hierro en África, el azúcar en la India, el tabaco en la Virginia colonial, etc. Como queda dicho, se ofrecían bienes y servicios a cambio de dinero y, a su vez, con ese dinero se compraba lo que se deseaba.
A través del tiempo se fue produciendo naturalmente un proceso de selección y reselección de medios comunes de intercambio según su durabilidad, homogeneidad y fraccionabilidad. Cuando se percibían ventajas en la utilización de cierta moneda-mercancía simplemente se la remplazaba sin que a esa altura a nadie se le ocurriera esgrimir el argumento de la “soberanía monetaria”, un disfraz para que gobernantes pudieran explotar a sus súbditos a través del denominado curso forzoso.
En esta especie de competencia entre monedas surgieron como mejores para los propósitos monetarios el oro y la plata, el primero para transacciones de mayor valor y el segundo para intercambios de menor cuantía, por lo que era común la adopción del bimetalismo. Esto explica lo que después se bautizó como el teorema de la regresión monetaria con la intención de mostrar el fundamento no monetario (usos industriales, comestibles y otras aplicaciones) de los usos propiamente monetarios (hago un a digresión para apuntar que esto está hoy en entredicho debido a las denominadas monedas virtuales a través de las cuales se atribuye valor especulativo al efecto de concretar arbitrajes vía los cambios en las cotizaciones).
En todo caso, para seguir con esta línea argumental debe consignarse que la gente percibió que en lugar de tener que recurrir a pesas y balanzas para cada transacción y verse obligados a analizar la pureza del metal en cada oportunidad, resultaba mejor acuñar el oro y la plata y acreditar el peso y la pureza. Las monedas prestaron un servicio adicional en este proceso.
También por razones de seguridad se comprobó que resultaba un servicio adicional en ofrecer casas de depósito (generalmente provistas por los mismos orfebres) donde se emitía un recibo por el metálico depositado. Con el tiempo esas casas se denominaron bancos y los recibos billetes bancarios (el dólar deriva de la expresión thaler acuñada por el Conde Shlik en el siglo XVI). Muchas denominaciones aluden al peso metálico como el propio peso, la libra y otras, aun en la parla convencional se habla de “plata” para hacer referencia a la moneda.
En muchos casos los gobiernos monopolizaron primero la acuñación con lo que comenzaron los primeros fraudes al recortar la cantidad de metálico y otorgarle curso forzoso a la moneda y luego monopolizaron la convertibilidad con lo que se sucedían períodos de “cierres temporarios en la conversión” que más adelante fueron definitivos con la irrupción de la banca central.
A través de los Acuerdos de Génova de 1922 la resolución IX oficializó la liquidación del patrón oro clásico (abandonado dejure durante la Primera Guerra Mundial) y se decretó el mal llamado patrón cambio oro, es decir un sistema de pseudo patrón oro que se tradujo en que las reservas de los ya constituidos bancos centrales estarían formadas por dólares y libras (esta última divisa se dejó de lado a poco andar) y estas denominaciones a su vez estarían relacionadas con el oro a una razón fija concretada en la Reserva Federal estadounidense y en el Banco de Inglaterra a requerimiento de la banca central extranjera, con un acuerdo tácito de no producir esos reclamos (solo Jacques Rueff como ministro de De Gaulle pidieron el oro para mostrar la bancarrota del sistema), lo cual produjo emisiones sin respaldo del dólar que condujo al boom de los años veinte y al crack de los años treinta.
Finalmente para reseñar muy telegráficamente la columna vertebral de la moneda, tuvo lugar Bretton Woods en 1945, el doble precio del oro en 1968 y finalmente las medidas de agosto de 1971 con la consiguiente crisis de 1973 debido a los tipos de cambio fijos.
Reiteramos que la inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente al efecto de financiar sus propios desbordes.
Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.
La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.
Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a que tasa contraer, a que tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).
Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda, que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.
Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.
No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo, el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.
La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.
La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.
Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.
A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.
En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace cincuenta años sobre si es mejor el free-banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es infinitamente mejor que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.
Resultan tragicómicos los esfuerzos y las acaloradas discusiones sobre “metas de inflación” y las correspondientes manipulaciones monetarias y cambiarias que impone la banca central, en lugar de comprender que el problema estriba en esa institución (en el medio argentino creada por el golpe fascista de los años treinta).
Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar entonces que no transcurra mucho tiempo antes de que se perciban los inmensos daños de la banca central y el sistema bancario de reserva parcial con todas sus consecuentes políticas. Cual es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cual es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cual es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como “curso forzoso” a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos. La denominada “dolarización” puede eventualmente servir solo como uno de los caminos para cerrar la banca central y entregar las reservas al público pero en ningún caso para otorgarle a esa divisa el curso forzoso. Ningún aparato estatal debe arrogarse la facultad de imponer cual es el activo monetario a que debe recurrir la gente. Esa es la manera con bancos independientes en la que se incentivan nuevas propuestas de solidez monetaria en el contexto de auditorias cruzadas y en competencia al efecto de proporcionar seguridad a los clientes, todos con la posibilidad de contratar sistemas de seguros contra posibles desvíos de lo pactado.
El 31 de Octubre se celebra el Día Mundial del Ahorro.
Esta celebración surgió en el año 1924, cuando delegados y economistas de diversos países se reunieron en el Congreso Internacional del Ahorro, el cual se extendió por varias jornadas y finalizó el 31 de octubre, fecha en que se instituyó el Día Mundial del Ahorro, para destacar la importancia del ahorro para la economía personal y global.
El ahorro es la acción de guardar un bien en previsión de lo que pudiera suceder en un futuro, la Real Academia lo define como «reservar parte del gasto ordinario».
El saber ahorrar es fundamental para el desarrollo de la persona desde sus primeros años de vida, por esa razón los padres y los centros de educativos enseñan a los niños la importancia que tiene el ahorro, ya que al practicarlo, el día de mañana se pueden lograr metas y una buena calidad de vida.
¿Qué se hace?
Es un día en el que se fomenta aprender a ahorrar, no malgastar, no comprar todo aquello que no es necesario ni vital para el día a día, comprar en relación con la economía familiar, etc. Los niños también aprenden lo importante que es el ahorro para la familia y a no tirar o romper las cosas que tanto sacrificio les cuesta comprar a los padres. Es común que este día se regalen alcancías para que los pequeños guarden sus ahorros, de manera que aprendan y comprendan lo que es ahorrar.
Si algo es seguro es que nuestro bolsillo y el planeta no protestarán si celebramos el día mundial del ahorro.
Así que, ¡feliz día mundial a todas aquellas personas sensatas con gran capacidad de autocontrol y conciencia ecológica!
Y, ojo, porque hoy es el Día del ahorro, una actividad sana y respetable, no debemos confundir la celebración con tacañería.
Definición de Ahorro
[En Economía] El ahorro es la acción de separar una parte del ingreso mensual que obtiene una persona o empresa con el fin de guardarlo para un futuro, se puede utilizar para algún gasto importante que se tenga o algún imprevisto (emergencia). Existen diferentes formas de ahorrar así como diversos instrumentos financieros destinados para incrementar el ahorro que se pretende realizar.
La hucha (el chanchito) es un recipiente que sirve para almacenar monedas. Culturalmente ha pasado a simbolizar el ahorro.
El afán desmedido por ahorrar puede desembocar en avaricia.
Definición e historia
El ahorro es el excedente de cualquier bien económico al final de un periodo. Existen diferentes tipos de ahorro, así como diferentes instrumentos financieros para poder ahorrar e invertir al mismo tiempo. El ahorro lo pueden realizar tanto personas, familias, empresas e incluso un país entero.
Desde tiempos antiguos ya se manejaba esta actividad, aunque no con bienes económicos principalmente. En Egipto y China se guardaban frutos de las cosechas obtenidas en forma de ahorrar ese bien material a futuro. En 1462 se fundó la primera organización del ahorro, un monte de piedad, para cuidar a los integrantes del robo parcial o total. Por esa época también se comenzaron a crear los Bancos.
Clasificación
El ahorro se puede clasificar en ahorro privado y en ahorro público.
El ahorro privado es aquel que realizan las organizaciones privadas que no pertenecen al Estado (básicamente familias, instituciones sin ánimo de lucro y empresas).
El ahorro de una empresa privada autónoma, equivale a su beneficio, menos la parte de éste que es repartida a sus propietarios o accionistas en forma de dividendos o participación en beneficios.
El ahorro de las familias es igual a la renta disponible familiar menos el consumo privado y los impuestos.
El ahorro público lo realiza el Estado, el cual también recibe ingresos a través de impuestos y otras actividades, a la vez que gasta en inversión social, en infraestructura (carreteras, puentes, escuelas, hospitales, etc.), en justicia, en seguridad nacional, etc. Cuando el Estado ahorra quiere decir que sus ingresos son mayores que sus gastos y se presenta un superávit fiscal, el caso contrario conduciría a un déficit fiscal.
También se puede ahorrar invirtiendo en diversos activos como pueden ser, bienes inmuebles, instrumentos de inversión o fondos de retiro.
Otro tipo de ahorro es el ahorro para el retiro que consiste en que las personas inviertan de forma voluntaria una parte de sus ingresos a su Administradora de Fondos de Retiro y en conjunto con la aportación obligatoria y la aportación voluntaria se dé una cantidad de dinero mayor para el momento de la jubilación de la personas que realiza esto, es importante que las personas estén conscientes de las características que maneja su AFORE debido a que deben escoger la que les ofrezca mejores servicios puesto que es donde depositarán su confianza y su dinero durante sus años laborales. Además es importante que los usuarios de las AFORES conozcan los derechos que tienen y como deben solicitar la pensión al momento de retirarse o en su defecto, su liquidación.
Ahorro en macroeconomía
Ahorro nacional
El ahorro nacional es la suma del ahorro público y el privado. El ahorro nacional viene dado por la diferencia entre la renta nacional o valor del conjunto de bienes producidos y el consumo:
De hecho este ahorro puede relacionarse con el consumo nacional (C), la cantidad de bienes exportados (X), la cantidad de bienes importados (M) y la cantidad de inversión (I) en la identidad fundamental de la contabilidad nacional:
Esta igualdad se deduce de la propia definición del Producto Interno Bruto (PIB) evaluado a precios de mercado
Ahorro y política económica
El ahorro se encuentra influido y determinado por las políticas económicas que siga un Estado (éste puede afectar las tasas de interés y otras variables que afectan el ahorro). Los cambios en la tasa de interés, por ejemplo, pueden hacer que los ahorradores se sientan motivados o desmotivados a ahorrar. Un aumento en las tasas de interés puede hacer que los ahorradores tengan más razones para disminuir su consumo y ahorrar, o bien puede tener el efecto opuesto. A iguales niveles de ingreso, depende de dos efectos conocidos como efecto ingreso y efecto sustitución. Así como el aumento de las tasas de interés puede incentivar a los ahorristas a consumir menos para ahorrar más, puede suceder que, al ser mayor el rendimiento del ahorro, se pueda cumplir la meta de acumulación prevista destinando una porción mayor del ingreso al consumo presente. Esta alza en las tasas de interés se puede deber, por ejemplo, a las formas en que el gobierno obtiene los recursos para sus actividades. Si el gobierno decide pedir recursos prestados al sistema financiero en una cantidad importante, las tasas de interés subirán.
El ahorro es igualmente importante para el futuro y el presente económico de cualquier nación. La producción de una empresa, por ejemplo, involucra algunos recursos que son limitados, como la tierra. Si ésta quiere mejorar su producción y tiene problemas con recursos limitados, debe buscar cómo mejorar su producción basándose en inversiones (por ejemplo en tecnología o en máquinas). Si la empresa ahorra durante un periodo determinado, tendrá la posibilidad de acceder más fácilmente, a través de créditos, a esas maquinarias o a esa tecnología o a otros recursos económicos. Igualmente, si los bancos tienen más ahorros en las cuentas, tendrán más dinero para prestar y no será necesario que las personas, las empresas o el Estado pidan recursos en el exterior. Esto, en general, facilita e incentiva la actividad económica y el crecimiento en un país.
Política fiscal y ahorro
Toda inversión ha de financiarse con ahorro, que, en su mayoría, procede de la economía nacional, mientras que el ahorro externo se limita, normalmente, a complementar el ahorro interno.
Dentro de la economía nacional, el sector privado es, con mucho, la fuente principal de ahorro. Las transferencias a los hogares, incluidos los pagos de prestaciones sociales, son el cauce principal a través del cual el gasto público afecta a la acumulación de ahorro privado. En este contexto, hay que tener presente que las transferencias podrían tener un efecto negativo sobre el ahorro.
Por ahora, las pensiones constituyen la partida más importante de los sistemas públicos de prestaciones y, de mantenerse las políticas actuales, se prevé un considerable aumento del gasto para el futuro. El retraso de la jubilación efectiva y la introducción de nuevos planes de pensiones basados en mayor grado en el régimen de capitalización conllevarían un mayor nivel de ahorro en relación con el segmento de población de mayor edad, que podría tener un impacto positivo sobre el ahorro agregado.
Con todo, parece razonable llegar a la conclusión de que, a juzgar por la evidencia empírica, los elevados impuestos que financian sectores públicos de gran magnitud suelen afectar negativamente al ahorro y, en consecuencia, a la inversión y al crecimiento. Al igual que los impuestos sobre las rentas del trabajo desincentivan el empleo, los impuestos sobre el ahorro tienden a desincentivar éste y a estimular el consumo. Especialmente los impuestos sobre las sociedades, aunque también otros impuestos sobre las rentas del capital, son probablemente la causa de una disminución del ahorro privado en la medida en que reducen su rendimiento neto.
Ahorro en microeconomía
Propensión marginal al ahorro
La propensión marginal al ahorro (PMA) es el porcentaje que se destina al ahorro de cada unidad monetaria (euro, dólar, peso, etc.) adicional que se recibe. Cuando recibimos una unidad monetaria adicional de renta cuanto de ésta dedicamos al ahorro. Se puede decir que la propensión marginal al ahorro está íntimamente ligada a la propensión marginal al consumo (PMC).
Debe recordarse la renta obtenida puede tener dos destinos alternativos y únicos el consumo y el ahorro. Eso significa que cada nuevo euro de renta debe dividirse entre consumo adicional y ahorro adicional. Así, por ejemplo, si la PMC es 0,75, la PMA tendrá que ser 0,25. Comprobamos que la comparación confirma que en cualquier nivel de renta la PMC y la PMA siempre tienen que sumar exactamente 1, ni más ni menos. Así pues, sabemos que siempre y en todo lugar PMA = 1 – PMC.
¿Y si empezamos a tratar el dinero como una herramienta?
Por Carl Richards.
El dinero está hecho para utilizarse, para estar en movimiento. Circula de nosotros a otras personas y después de vuelta a nosotros.
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Casi todo lo que nos enseñan sobre el dinero se enfoca en gastarlo y ahorrarlo. Padres, profesores e incluso los libros de finanzas personales hablan de ahorrar dinero para conservarlo, aumentarlo y controlarlo. Ahorrar dinero implica buscar maneras de generar más para crear un colchón más grande. Se nos enseña que esa es la gran meta.
En contraste, gastar dinero se describe como presupuestar o hacer recortes. Incluso nos dicen que deberíamos crear hábitos para que gastar sea algo doloroso, como destrozar tarjetas de crédito y llevar solo efectivo. No deberíamos sentirnos bien al gastar dinero.
Desde que tengo memoria, así es como he definido esos dos conceptos: ahorrar es bueno y gastar es malo.
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Pero en determinado momento hice un cambio sutil en mi forma de pensar. ¿Y si empezamos a tratar el dinero como una herramienta? Las herramientas deben usarse. No están hechas para guardarse en un estante y llenarse de polvo. En vez de pensar en términos de ahorrar y gastar dinero, comencé a pensar en usarlo.
Digamos que hemos decidido, por ejemplo, que es hora de viajar en familia. Ahorramos dinero y el viaje encaja perfectamente con nuestros planes. Cuando llegue la hora de utilizar ese dinero, no hay necesidad de sentirse culpable. En vez de eso, estamos usando una herramienta que nos ayuda a obtener algo que valoramos: tiempo con nuestra familia.
Este cambio de mentalidad es sutil, pero sí transforma nuestros sentimientos acerca de ahorrar y gastar. Ya no necesitamos pensar en términos como bueno y malo, positivo o negativo. Nos enfocamos en el resultado de nuestras acciones.
El dinero está hecho para utilizarse, para estar en movimiento. Circula de nosotros a otras personas y después de vuelta a nosotros. Incluso cuando ahorramos dinero, simplemente estamos almacenándolo para utilizarlo después. Si usamos dinero hoy, no estamos gastándolo ni desperdiciándolo. Estamos utilizando la mejor herramienta disponible para obtener resultados.
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Mi experiencia sugiere que este pequeño cambio transforma nuestra forma de sentir y hablar de los gastos. Desde luego, el cambio no nos da permiso de tirar por la borda el presupuesto ni de ignorar nuestros planes. Sin embargo, delimita claramente las emociones negativas que nos han enseñado a sentir en torno a gastar dinero.
No nos sentimos mal cuando utilizamos un martillo para clavar un clavo. No debemos sentirnos mal cuando utilizamos dinero para cumplir nuestros planes y metas.
Sturzenegger apunta a una bancarización al estilo sueco
En ese país ya casi no usan monedas ni billetes; inquietud por la apreciación del peso.
Por Javier Blanco.
El presidente del BCRA, Federico Sturzenegger.
El presidente del Banco Central (BCRA), Federico Sturzenegger, se comprometió ayer a avanzar hacia una mayor bancarización y reveló estar manejando al respecto una agenda de «implementación gradual», que comenzó con la puesta en práctica de las cajas de ahorro gratuitas, pero será tan «ambiciosa» que abrevará en la experiencia sueca.
La definición sorprendió en una economía con casi un tercio de sus operaciones en negro, pero deja bien en claro su nivel de objetivos: Suecia es el país con menor nivel de uso de efectivo del mundo.
Comentario de EconomiaPersonal.com.ar: Es un enorme peligro eliminar el dinero en efectivo, podemos literalmente vernos inmersos en un mundo orwelliano donde los gobiernos puedan controlar literalmente cada compra, transacción, y movimiento económico, de cada persona.
Sturzenegger disertó ayer en un seminario del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de Buenos Aires. Allí ratificó que el objetivo principal de su mandato es lograr que la inflación «sucumba definitivamente».
Además, volvió a reiterar que no avanzará en el «reacomodamiento de su política monetaria», en el sentido de auspiciar una baja en las tasas, hasta no terminar de ponderar «cuán sostenido, definitivo y claro es el proceso de desaceleración» de la inflación que dice haber detectado durante abril. «Excluyendo los precios regulados», aclaró.
Pero las definiciones más novedosas las dio cuando se refirió a los problemas que enfrenta para evitar una apreciación cambiaria y cuando se atrevió a mirar más allá.
En el primer caso dijo estar lidiando con el problema que implica convivir con un «exceso de dólares». «Tratar evitar una apreciación del peso por la vía monetaria no es una opción, porque genera emisión y, a la postre, inflación», dijo, en relación a su resistencia a comprar reservas con ese fin. Pero admitió que tampoco es bueno que el tipo de cambio lo defina el flujo de capitales. «No quiero que pase porque dos tipos en una oficina en Wall Street decidan que ahora es momento de invertir en Argentina. Quiero que el peso se aprecie cuando tengamos un boom exportador», proclamó, aunque no dio pistas sobre las herramientas a que apelaría para lograrlo.
Más adelante, fue incluso más allá. Fue cuando comentó al auditorio que mantiene contacto fluído con Stefan Ingves, su par del Riksbank (Banco Central de Suecia). «Hoy estamos recibiendo su asesoramiento personal», dijo. La mención constituye toda una definición: Suecia ya es caso de estudio en el mundo como el país que ha desterrado el uso del efectivo.
Actualmente, los billetes y las monedas representan apenas un 2% del circulante total en esa economía, donde menos del 20% de las transacciones se cancelan con efectivo, frente a un promedio del 75% en el resto del mundo, según la agencia Euromonitor.
Y en los últimos años se ha multiplicado el número de suecos que ni siquiera usan tarjetas de crédito o débito para hacer los pagos más cotidianos, sino que ya los realizan por medio de aplicaciones móviles. Incluso la mitad de sus bancos ni siquiera manejan efectivo ni aceptan depósitos cash. Ese escenario se ve muy lejano para la Argentina, pero peor sería no proponérselo.
El uso de la tecnología para crear una moneda digital implica el enorme riesgo de que el Estado transforme el sistema tributario en violatorio de los derechos individuales, al exigir al contribuyente que le proporcione información privadísima para fiscalizarlo.
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La forma en la que paguemos por las cosas en el futuro impulsará una mayor igualdad y oportunidades.
Al cumplirse el quincuagésimo aniversario de The Wall Street Journal, la Feria Mundial tenía lugar en Nueva York y su tema dominante era «El mundo del mañana». El presidente de Estados Unidos Franklin Roosevelt habló de la necesidad de romper las barreras entre las naciones. El centenario de The Wall Street Journal se celebró en 1989, un año marcado por la caída del Muro de Berlín, uno de los acontecimientos más icónicos de la historia moderna.
Cabe preguntarse, ¿qué tiene esto que ver con el futuro del dinero?
El futuro del dinero no tendrá que ver con el efectivo o la forma que adopte. El futuro del dinero y del comercio estará ligado a romper las barreras y ampliar el acceso a cada vez más personas, tanto a nivel geográfico como de ingresos. La razón es que con el sistema de pago adecuado y nuevas innovaciones, la forma en que pagamos por lo que consumimos impulsará una mayor igualdad de oportunidades en la sociedad.
El futuro del dinero ayudará a hacer realidad una mayor inclusión financiera y a levantar a quienes han quedado al margen. Es un futuro donde la mitad de la población adulta del planeta, unos 2.500 millones de personas, ya no está excluida de los servicios financieros y donde más personas tendrán un documento de identidad y podrán hacer lo que muchos de nosotros damos por descontado, pagar una cuenta, ahorrar para un imprevisto, endeudarse bajo condiciones razonables. Esto ocurrirá no porque tengan más, sino porque podrán acceder a más.
Más igualitario
Ya estamos observando un declive del uso del dinero en la forma de efectivo y cheques y un alza del uso de los pagos electrónicos. No hay que olvidar que recién estamos al comienzo de este camino y que 85% de las transacciones minoristas del mundo se siguen haciendo en efectivo y cheques. Es una trayectoria que nos conduce a un mundo de mayor igualdad e inclusión financiera.
Entonces, ¿qué nos depara el futuro?
La seguridad se ubica en pleno centro de cualquier solución. Hay algunas realidades ineludibles acerca de las personas y el dinero que nunca cambiarán. La gente quiere saber que su dinero está en un lugar seguro y accesible. No importa si el dinero en cuestión adopta la forma de un billete, una tarjeta o una billetera digital.
Otro factor imprescindible es la confianza de los consumidores y los comerciantes en la tecnología. Esto ya involucra innovaciones como tarjetas con chips, billeteras móviles y digitales además del uso de la biometría como escáneres de huellas digitales y retinas para aumentar la seguridad y reducir el fraude.
Esa tecnología también debe beneficiar a los consumidores y las empresas, transformando el comercio y los pagos desde el intercambio de valor a la creación de valor. No sólo se trata de impulsar el valor monetario, sino también el valor social.
Y eso representa una oportunidad significativa que tenemos enfrente: superar el desafío de la exclusión en todo el mundo, en los países desarrollados y en desarrollo por igual.
El cambio se lleva a cabo gracias al tránsito desde un mundo dominado por el efectivo a uno que va más allá del efectivo y ofrece acceso sin considerar el nivel de ingresos, el género o la ubicación. Un estudio realizado por la Fundación de Bill y Melinda Gates y McKinsey & Co. halló que en los países donde más de 70% de las personas pueden pagar en forma digital, la inclusión financiera supera 85%.
Las semillas del cambio
El futuro se construye sobre el uso de las tecnologías correctas adaptadas para el mercado local. La inclusión financiera es impulsada por una red que conecta estas tecnologías y plataformas con el fin de ayudar a que la economía crezca de maneras más equitativa, sostenible e inclusiva. Expande la clase media, genera igualdad de oportunidades, aumenta la movilidad social y económica y reduce la desigualdad en los ingresos.
Esto no pasará de la noche a la mañana ni será una solución rápida. Se concretará gracias la robusta alianza entre el sector público y el privado. El sector público aportará la regulación y creará un entorno propicio para los negocios. El sector privado se encargará de la ejecución.
Hoy ya estamos viendo las semillas de esto. En países como Kenia y Egipto, los teléfonos celulares son herramientas financieras invaluables que conectan a las personas al comercio y les permiten enviar y recibir dinero. Millones de sudafricanos reciben sus prestaciones sociales en tarjetas de débito con tecnología biométrica incorporada.
Así es como una sociedad cumplirá las promesas de la economía global.
Dinero y propósito
¿Cómo luce el futuro del dinero? Habrá mayores oportunidades porque se han eliminado los límites de la moneda física. Los adelantos tecnológicos abrirán la puerta a un potencial sin precedentes para el crecimiento económico y la productividad. Tendremos una economía global más digna de ese nombre porque estaremos más conectados en forma digital y dependeremos menos del efectivo. Los consumidores contarán con el acceso y la capacidad de comprar lo que quieran y cuando lo quieran. Las cadenas minoristas y los comerciantes podrán personalizar sus bienes y servicios, mejorar sus relaciones con los clientes y expandir sus negocios.
El dramaturgo griego Sófocles escribió que «hay muchas maravillas en el mundo, pero nada es más admirable que el hombre». Lo que era válido entonces, lo sigue siendo hoy y lo seguirá siendo en los próximos 125 años. El futuro del dinero, sin importar su forma, debe tener un propósito humano, un propósito vinculado a un mayor acceso y menores barreras para más personas.
–Ajay Banga es el presidente ejecutivo de MasterCard.
Fuente: The Wall Street Journal, 08/07/14.
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¡ATENCIÓN! – Nota del Editor:
El uso de la tecnología para crear una moneda digital implica el enorme riesgo de que el Estado transforme el sistema tributario en violatorio de los derechos individuales, al exigir al contribuyente que le proporcione información privadísima para fiscalizarlo.
En la economía moderna no hay ateos. Puede que alguien no tenga a Dios o a Buda en su vida, pero sí tendrá mucha fe… en el dinero. No me refiero a la adoración del dinero en el sentido de que la codicia es algo bueno, sino a la fe en su valor. Su confianza en él depende de la de todos los demás, lo que significa que nuestra fe en el valor del dinero es finalmente sobre la confianza mutua, o por lo menos una alucinación compartida.
El dinero en efectivo, ya sea en billetes o monedas, nos ayuda a mantener ese pensamiento mágico. Es real en la medida que uno puede sostenerlo, olerlo y quiera lavarse las manos después de manipularlo. A través de su uso en forma de efectivo, llegamos a entender la poderosa tecnología de la civilización que representa el dinero.
Pero, ¿necesitamos todavía el efectivo? En una época en la que los libros, películas y música transmutan su forma de átomos a bits, los billetes y las cada vez más costosas monedas metálicas se ven como objetos de una historia análoga. Últimamente, pareciera que las únicas personas que llevan dinero en efectivo son los aspirantes a terroristas, funcionarios gubernamentales corruptos, narcotraficantes, ladrones de bancos, evasores de impuestos, falsificadores y jóvenes ricos que compran sus bolsitas de marihuana en la universidad.
A pesar de que las predicciones sobre el fin del efectivo son tan antiguas como las tarjetas de créditos, una serie de acontecimientos conspira contra el dinero físico como nunca antes: la desconfianza en las monedas nacionales, nuevas herramientas de pago, la ansiedad acerca de la deuda pública, el triunfo de los teléfonos celulares, monedas alternativas innovadoras, las preocupaciones medioambientales y una creciente evidencia de que el dinero en efectivo es más perjudicial para los miles de millones de personas que no lo tienen en abundancia.
Cuanto más pobre sea alguien, mayores se vuelven los costos y riesgos de tener dinero en efectivo. Cualquier conocido podría pedirle dinero prestado o robarle los ahorros duramente ganados. O también, un incendio o desastre natural podría terminar con sus escasas reservas de efectivo. Y puede que tenga que viajar horas o días a zonas rurales para entregar o recibir el dinero en efectivo de un pariente.
En las grandes ciudades, el dinero, en su mayor parte, ya se ha convertido en forma de unos y ceros en alguna computadora remota. Si por casualidad necesita dinero en efectivo, puede ir al cajero automático más cercano. De lo contrario, utiliza una tarjeta de crédito o débito, o tal vez alguna nueva tecnología, como Google Wallet o PayPal Mobile.
Mientras que nosotros podemos saltar del dinero en papel al electrónico a nuestro antojo, los pobres están atrapados con el efectivo. El problema es que nunca ha sido rentable poner sucursales bancarias en los barrios o los pueblos donde viven los pobres.
Teniendo en cuenta que los teléfonos están en todas partes, la tecnología móvil se está promocionando como una solución para ofrecer servicios financieros a los cerca de 1.000 millones de personas en el mundo que ya poseen un teléfono celular, pero no una cuenta bancaria. Los modelos varían, pero, en esencia, el dinero móvil es el almacenamiento electrónico o la transferencia de valores a través del teléfono. Para la banca móvil, la idea es hacer posible que casi cualquier persona abra y use una cuenta de ahorros de bajo costo y haga transacciones a través de una red de comerciantes asociados. Promotores como el Banco Mundial y la Fundación Gates ya están invirtiendo fuertemente en esta área.
Otra innovación prometedora es la que tiene que ver con la NFC (por Near Field Communication), una tecnología de comunicación inalámbrica. Con una pequeña antena dentro de un dispositivo digital, como un teléfono móvil, se puede transmitir la información de pago hacia un lector o el teléfono móvil de otra persona. Se espera que para 2014, las transacciones realizadas a través de conexiones inalámbricas de teléfonos alcancen un total de US$1,13 billones (millones de millones) en todo el mundo.
El golpe final podría venir también de innovadores de divisas. Las monedas alternativas son sorprendentemente comunes y van mucho más allá de los clásicos ejemplos como los billetes de Disney (utilizados en sus parques de diversiones) y las millas de aerolíneas. Hoy en día hay versiones locales en distintos lugares de EE.UU., como Ithaca, estado de Nueva York, y BerkShare, en Massachusetts, y otras en línea, como los créditos de Facebook.
¿Es posible que mañana, o en cinco años, tiremos el efectivo a la basura? No. La actividad económica que depende de él aún es significativa. El efectivo es útil si su niñera no acepta PayPal o si quiere comer en un pequeño restaurante que sólo acepta efectivo.
La idea no es hacer la vida más difícil para aquellos que dependen de transacciones modestas, es examinar el efectivo ya que ha pasado siglos sin ser ni siquiera blanco de críticas. Una mirada en detalle a la larga historia del dinero en efectivo, sus costos actuales y la inundación de las tecnologías emergentes sugiere que puede que estemos al borde de una revolución monetaria.
—David Wolman es autor del libro ‘The End of Money’, publicado la semana pasada en EE.UU. Fuente: The Wall Street Journal, 17/02/12.
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The End of Money
For ages, money has meant little metal disks and rectangular slips of paper. Yet the usefulness of physical money—to say nothing of its value—is coming under fire as never before. Intrigued by the distinct possibility that cash will soon disappear, author and Wired contributing editor David Wolman sets out to investigate the future of money…and how it will affect your wallet.
Wolman begins his journey by deciding to shun cash for an entire year—a surprisingly successful experiment (with a couple of notable exceptions). He then ventures forth to find people and technologies that illuminate the road ahead. In Honolulu, he drinks Mai Tais with Bernard von NotHaus, a convicted counterfeiter and alternative-currency evangelist whom government prosecutors have labeled a domestic terrorist. In Tokyo, he sneaks a peek at the latest anti-counterfeiting wizardry, while puzzling over the fact that banknote forgers depend on society’s addiction to cash. In a downtrodden Oregon town, he mingles with obsessive coin collectors—the people who are supposed to love cash the most, yet don’t. And in rural Georgia, he examines why some people feel the end of cash is Armageddon’s warm-up act. After stops at the Digital Money Forum in London and Iceland’s central bank, Wolman flies to Delhi, where he sees first-hand how cash penalizes the poor more than anyone—and how mobile technologies promise to change that.
Told with verve and wit, The End of Money explores an aspect of our daily lives so fundamental that we rarely stop to think about it. You’ll never look at a dollar bill the same again.
Advance Praise for The End of Money
“A world with different and new money will be a different and new world.We are headed there more rapidly than most suppose.The lives of citizens and central bankers alike will be profoundly altered.This book should be read by everyone who cares and that should be almost everyone.”
—Lawrence H. Summers, President Emeritus of Harvard University, former Secretary of the United States Department of the Treasury, and Charles W. Eliot University Professor at Harvard’s Kennedy School of Government.
“Cash is a mystifying artifact of a bygone era. It’s inefficient, inconvenient and downright dirty—yet we still have wallets full of it. But not for much longer. Over the next few years, money will change more than it has for centuries. David Wolman’s globetrotting exploration tells how, with riveting anecdotes and insights into the past and future of payment.”
—Chris Anderson, Editor in Chief of Wired magazine and author of The Long Tail and Free: The Future of a Radical Price
“Gather up your 25 rectangles of colored cotton fiber and assorted scrap metal plugs and put them down on the bookstore counter, my friends.This is the sharpest, most amazingly well-researched and fascinating book to come along in a very large while.Especially stunning chapter on counterfeiting, past (fake wampum!) and present (North Korean supernotes!). Read this book and you will understand how the world works and where it is headed, and why a culture perched on the brink of cashlessness is still minting pennies.”
—Mary Roach, author of Stiff and Packing for Mars
“Say what you will about sophisticated financial instruments like credit default swaps and collateralized mortgage obligations. Our biggest financial blind spot may be the cold, hard cash in our pockets. David Wolman uncovers the hidden costs of coins and currency in this entertaining and eye-opening book that will appeal to anyone with a pocketbook.”
—Daniel H. Pink, author of Drive and A Whole New Mind
“Alternating between in-depth reporting and personal rumination, Wired contributing editor Wolman tries to figure out what a cashless society would mean and whether it is an idea whose time has come…He has plenty of thoughts about what could replace physical money, but he is wise enough to understand that he cannot imagine all of the unexpected outcomes. An intriguing book on a topic that many readers have always taken for granted: the cash in their purses and wallets.”