Mentiras Estadísticas

mayo 12, 2015

Mentiras

Por Enrique Szewach.

argentina bandera con bananasComo decía Benedetto Croce “toda historia es historia contemporánea”.

A principios del 2007, el Presidente Kirchner y su, por entonces, todopoderoso Secretario de Comercio, llegaron a la conclusión que había sido un error entregar, como parte del canje de deuda del 2005, bonos en pesos ajustables por la evolución del Índice de Precios al Consumidor. (IPC).
El argumento que se sostenía era algo así como “¿Por qué va a aumentar nuestra deuda si sube el precio del tomate?”.

Más allá que esa cuestión se debía haber pensado antes de la oferta del canje, lo cierto es que, considerando el razonamiento aceptable, se podía haber hecho una oferta voluntaria de canje de esos bonos por otros con otro tipo de ajuste que pudiera interesarle al acreedor.

En cambio, el gobierno optó por destruir el prestigio del INDEC, falsear el IPC y, por lo tanto, defaultear parcialmente los bonos que el propio gobierno había emitido.
Ese fue “el principio del fin” de la colocación voluntaria de deuda en el mercado financiero global. El mundo llegó a la conclusión de que “los kirchneristas son capaces de cualquier cosa”.

A partir de allí, sólo tuvimos un acreedor internacional dispuesto a recibir, en cantidad, bonos emitidos por la Argentina, el amigo Chávez. El venezolano, a su vez, se daba vuelta y vendía rápidamente esos bonos, en un turbio negocio, con ciertos bancos.

Tan burda fue la maniobra que la tasa implícita de esta “bicicleta” llegó a casi el 15% en dólares y obligó al gobierno argentino a dejar de emitir deuda y a buscar alternativas de financiamiento, expropiando los fondos de pensión y tomando por asalto las reservas del Banco Central.
Paradójicamente, el kirchnerismo sólo logró volver al mercado voluntario de deuda, y por montos bajos y tasas muy altas, ahora que los acreedores suponen que se van y que quienes los sucedan serán más “civilizados” en su relación con el mundo.
Como subproducto de este default parcial de la deuda en pesos, los argentinos nos quedamos sin datos estadísticos oficiales confiables. No sólo en el IPC, si no en todos los índices que, de alguna manera, tienen a la variación de los precios como insumo. El Producto Bruto, los datos de pobreza, etc.

Por lo tanto, sin datos oficiales confiables, y con una tasa de inflación elevada, toda negociación en torno a contratos de largo plazo se dificulta. A no olvidar que el problema no es el IPC si no la elevada tasa de inflación. (Si la inflación fuera del 2% anual, no estaríamos discutiendo si es 1,5 o 2,2. Más allá de lo grave que resulta, de por sí, que un gobierno mienta en sus estadísticas).

Pero sucede que, como consecuencia de seguir pisando los precios regulados (tarifas públicas y algunos servicios privados), atrasando el tipo de cambio y con cierta moderación en la expansión monetaria durante los últimos meses del año pasado, la tasa de inflación se ha desacelerado, aunque no baja del 2% mensual.

Y aquí es dónde está ahora la discusión.

El Ministro pretende que los acuerdos salariales se hagan en base a la inflación proyectada, mientras que los sindicalistas pretenden recomponer los salarios reales que perdieron respecto de la más elevada inflación pasada.

Y aquí se presentan dos problemas.

El primero, es el que surge de “la historia contemporánea”. Un gobierno que mintió con la tasa de inflación, no puede influir positivamente sobre expectativas de inflación futura.

El segundo problema, es que la inflación proyectada se basa en que las condiciones de atraso cambiario, tarifario y de moderación de la tasa de emisión monetaria se mantengan. En otras palabras, la inflación proyectada no se fija “desde afuera” es consecuencia de lo que se haga.

Y el mismo gobierno que quiere convencernos que la tasa de inflación se reducirá, es el mismo que está, nuevamente, aumentando la tasa de emisión monetaria y que promete “aflojar” el racionamiento de dólares, para que haya una fiestita de consumo antes de las elecciones.

Fiestita que, si se produce, aumentará los precios de aquéllos que puedan o de los que tratarán de protegerse contra el aumento del tipo de cambio que se producirá, más temprano que tarde, para corregir el problema cambiario que está creando el propio gobierno.

En síntesis, un gobierno mentiroso, continuando con malas políticas, poco puede hacer, para torcer el rumbo de estancamiento actual.

Fuente: Perfil, 10/05/15.

 

 

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El Sistema de Precios en Argentina

mayo 4, 2015

Precios

Por Enrique Szewach.

En la Argentina, el gobierno no cree en el sistema de precios. Para ser justos, como, al decir de André Malreaux, “los pueblos tienen los gobiernos que se le parecen”, una mayoría de los argentinos no cree en la eficiencia del sistema de precios, para asignar recursos, decidir entre consumo y ahorro, o entre consumo e inversión. O para encontrar el equilibrio entre oferta y demanda.

Es cierto que, como en todos los países, el mercado tiene imperfecciones, y existen precios que deben ser regulados, pero para eso, en el mundo, se crearon eficientes sistemas de defensa de la competencia y del consumidor y entes reguladores, para aquéllos sectores que, por tecnología, conviene que sean atendidos por pocas empresas. (Básicamente, algunos segmentos de los Servicios Públicos).

Pero no es menos cierto que, con estas salvedades, el sistema de precios se ha probado como el mejor, o el menos malo, de los mecanismos para tomar decisiones económicas. Pero, insisto, los argentinos no creemos en las ventajas de asignar por precio, y preferimos “administrar” la escasez.

Escasez que, paradójicamente, sólo existe porque no dejamos funcionar al sistema de precios. Antes de seguir, no confundir los precios con la inflación. La inflación es la variación, mes a mes de los precios. Como le cuento siempre, una economía cerrada al comercio internacional, tiene un nivel de precios mayor que otros países, abiertos a la competencia.

Pero esto explica por qué un celular es más caro en la Argentina siempre, respecto de otros países. No explica por qué un mes el producto sube un 5% y otro mes un 20.

Augusto Costa, Secretario de Comercio

Augusto Costa, Secretario de Comercio

Como los precios en la Argentina responden, en su mayoría, a decisiones administrativas, y no a condiciones de mercado, los funcionarios, para favorecer la demanda y el consumo de corto plazo, y tener contentos a los votantes, fijaron los precios por debajo de lo que requería la oferta, creando faltantes.

Y dado el faltante, por sus propias políticas, después se dedican a administrar el faltante. Así nos pasó con la energía. Los funcionarios fijaron precios artificialmente bajos y, por lo tanto, se cayó la producción y la exploración de petróleo y gas.

Es decir, no falta petróleo y gas, porque se acabaron, más allá del agotamiento geológico de algunas áreas, faltan…a estos precios. Pero ahora, para que no falten más todavía, hay que pagar internamente más caro de lo que cuesta en el mundo.

Además, con precios artificialmente bajos, aumenta la demanda, y se despilfarra. Ni que hablar de los temas distributivos, porque, con este sistema, se favorece, en términos absolutos, a los que más consumen, en lugar de proteger a ciertos sectores, imposibilitados de pagar los verdaderos precios, mediante subsidios al ingreso.

Pasó lo mismo con algunos productos del agro. Prohibición de exportar carne o trigo, para tener bajo los precios. Más de cien frigoríficos cerrados, y fuerte caída en la producción de trigo. Al final del día, carne cara y productos panificados caros.

Pasó lo mismo con la electricidad, se administran los “cortes” porque falta energía…a estos precios. Y con el transporte público. Se “regaló” el boleto de tren, no se invirtió por una década, con el agravante, en este caso, que murió gente, como consecuencia de la desinversión. Y ahora, finalmente, se hace algo de inversión, más pensando en elecciones que en otra cosa.

Finalmente, como ya le comenté en varias columnas (perdón la insistencia), no quisimos reconocer el precio del dólar compatible con el descontrol fiscal y monetario que se creó, entre otras cosas, para financiar las importaciones de energía y el gasto en subsidios destinados a que la oferta no se caiga más, por los bajos precios.

Como el precio del dólar quedó bajo, respecto de los pesos emitidos, aumentó la demanda de dólares y se cayó la oferta, entonces, para administrar la escasez de dólares…a este precio, se creó el inexistente cepo que, ahora se dice, no se puede levantar.

Las consecuencias de este particular manejo de la economía es que estamos estancados en la producción (porque administramos los dólares escasos) y no se crea empleo privado, porque no aumenta la inversión…a estos precios.

En síntesis, hasta que no volvamos a tener precios determinados en los mercados y no por los funcionarios, ayudando sólo a quienes lo necesitan con subsidios al ingreso, seguiremos estancados y administrando una escasez artificial.

Fuente: Perfil, 03/05/15.

Más información: www.szewachnomics.com.ar


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El problema del cepo en Argentina

abril 27, 2015

Cepo

Por Enrique Szewach.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

Si alguna habilidad política tiene el actual gobierno, es que sus juglares principales han logrado llevar el debate de los temas importantes que hoy predominan en la sociedad argentina, al terreno que más les conviene, planteando las preguntas equivocadas, o falsos dilemas. Así ha pasado, por ejemplo, con la denuncia del fiscal Nisman o con su propia muerte.

En lugar de estar discutiendo lo que se infiere de las escuchas telefónicas conocidas, o de las investigaciones periodísticas internacionales, en torno a triangulaciones y movimientos de bienes y fondos entre la Argentina, Venezuela, e Irán, la denuncia fue “archivada” y ahora estamos discutiendo quienes han sido los supuestos autores intelectuales de la denuncia falsa contra el inocente gobierno argentino. (Cuando, por no investigarse, no se sabe aún, cuan falsa es la denuncia. La justicia ha determinado que “no hay delito”, no que los elementos presentados no sean ciertos). Lo mismo sucede con la propia muerte del fiscal.

La Presidenta dijo “no tener pruebas, pero no tener dudas” de que se trataba de un asesinato. Pero, desde ese momento, nunca más se expresaron las “dudas” y tampoco se han presentado las pruebas que ratifiquen o rectifiquen la hipótesis del suicidio o del asesinato. ¡Y hasta se ha llegado a sospechar de la madre del fiscal!

Salvando las distancias, y sobre un tema muy menor en comparación con lo arriba comentado, algo similar ha sucedido con el debate sobre la existencia o inexistencia del cepo cambiario o las consecuencias de su eliminación.

Resulta curioso, un día se lo acusa a Macri de “irresponsable” por querer levantar el cepo inmediatamente, si llega a la Presidencia. Al otro día, se dice que el cepo no existe. ¿Cómo puede alguien ser calificado de irresponsable por querer eliminar algo que no existe?

Lo cierto es que el Ministro de Economía ha logrado poner a todos “a la defensiva”, pidiendo explicaciones sobre cómo van a levantar el cepo, y administrar las reservas, si llegaran al poder.
Pero esa es la discusión que al Ministro y al oficialismo le conviene.

Como ya le conté, las restricciones existentes en el mercado de cambios, tanto para exportadores, importadores, empresas que quieren girar dividendos, o particulares o empresas que quieren ahorrar en moneda extranjera, viajar, etc. se introdujeron para no reconocer el verdadero precio del dólar, en un contexto de descontrol fiscal financiado por el Banco Central, con emisión de pesos.

Es decir, para evitar que la inundación de pesos, que se generaba y la huida del dinero que la alta inflación provoca, se reflejara en el precio del dólar oficial, en una pérdida de depósitos o en la desaparición de las reservas, hubo que recurrir a las restricciones, prohibiciones, limitaciones mencionadas. (100 pesos de octubre del 2011 equivalen, en poder de compra local, a 33 pesos de hoy, aproximadamente).

Pero la introducción del cepo, no evitó la pérdida de reservas, sólo la hizo más lenta. (Cayeron 16.000 millones de dólares).

Además, el mercado marginal que se crea al introducir las restricciones y la “brecha de precios” resultante, influye sobre la tasa de inflación, frena el ingreso de capitales para financiar inversiones y pagos, desploma las transacciones inmobiliarias.

Como hubo que racionar importaciones, se estancó la producción.

Con producción estancada se frenó la creación de empleo privado. Y el precio “artificial” del dólar oficial, en el contexto de descontrol fiscal y monetario inflacionario, generó atraso cambiario, desalentando las exportaciones en el marco de un escenario global, con baja de precios de los commodities y fortaleza del dólar.

Todas las economías de las regiones argentinas están destruidas y la economía ahora sí, vive la “paz de los cementerios”.

Por lo tanto, no son los economistas de la oposición los que tienen que explicar cómo levantarían el cepo. Son los economistas del oficialismo, los que tienen que explicar cómo, en este escenario internacional y regional, con la continuidad de estas políticas, descontrol fiscal financiado con emisión y deuda, estos precios de la energía, esta tasa de inversión y el cepo, van a poder lograr que la economía salga del estancamiento actual y vuelva a crecer.

Los irresponsables no son los que quieren levantar el cepo. Los irresponsables son los que lo impusieron, a costa de hipotecar el futuro.

Fuente: Perfil, 26/04/15.

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La Fed y el BCRA

abril 2, 2015

Balances

Por Enrique Szewach.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

El Banco Central norteamericano (FED) ha terminado la primera fase de su “vuelta a la normalidad”, frenando la expansión de su balance. (Compra de bonos y otros activos financieros).

La discusión, ahora, se centra en dos aspectos: 1. La suba de la tasa de interés que puede manejar la FED. (El piso del costo de los fondos de financiamiento de corto plazo). 2. El mecanismo que utilizará la FED para ir reduciendo su balance, es decir para ir bajando, simultáneamente, su activo y su pasivo.
Puesto en números, este segundo punto, volver a los valores previos a la expansión cuantitativa post 2009, implica retirar del mercado dolarizado global, el equivalente de 3 billones de dólares de los nuestros, vendiendo bonos y otros activos de largo plazo, para reducir las reservas de los Bancos comerciales depositadas en la FED por igual importe.
No está claro cuál será el valor al que la FED desea converger, pero, obviamente, cualquier cambio en el stock de liquidez de la moneda de reserva mundial tendrá influencia, en las tasas de interés de largo plazo, en el precio de los bonos, en los flujos de capitales al mundo emergente, en el precio de los commodities, etc.

El ritmo y la forma que este camino de normalización adquiera será clave para el futuro financiero mundial de los próximos años y así como el camino de ida fue “prueba y error”, así seguramente lo será el de regreso.
Stanley Fischer, el segundo al mando de la Reserva Federal, anticipó, en un discurso del 23 de marzo en New York, que la FED planea actuar sobre la tasa de interés, elevando la tasa que cobrará la FED sobre las reservas excedentes de los bancos.

Y respecto de la reducción de sus activos, la principal herramienta de la FED será no renovar sus inversiones al vencimiento.
En ese mismo discurso, mi gran amigo Stan, reconoce las incógnitas que todavía rodean a la forma que adoptará el camino de regreso. Sin embargo, da por seguro que la suba de tasas empieza este año.
Pasemos ahora a los problemas que enfrentarán las nuevas autoridades del Banco Central argentino a partir del 2016.
Más allá de a quién le toque la responsabilidad de manejar la política monetaria y cambiaria del nuevo gobierno, lo cierto es que, al igual que la FED, el Banco Central argentino tendrá que “normalizar” su balance.
Pero esa es la única semejanza.
Veamos las diferencias.
En primer lugar, la expansión del balance del Banco Central local se hizo incorporando en el activo “papelitos” sin valor (Deuda pública sin posibilidad de realizar y sin valor de mercado) y revaluando las reservas al ritmo de la devaluación del peso.

Mientras que el pasivo se expandió colocando deuda de corto plazo con el sistema financiero. (Recuerdo, dicho sea de paso, que la FED no puede financiar al gobierno comprando deuda en el mercado primario, sólo transfiere utilidades genuinas. Y que mientras la FED inyectó fondos para mejorar los balances privados, el BCRA retiró fondos para “moderar” la presión sobre precios y tipo de cambio y empeoró los balances privados).
Sólo para dar una idea, proyectando el déficit fiscal financiado con emisión monetaria, una expansión de la base monetaria al ritmo actual y un crecimiento de los depósitos también al ritmo actual, a fin de año, el stock de deuda de corto plazo (Lebacs) en el pasivo del Banco Central será equivalente al 70% de los depósitos a plazo fijo de los bancos y al 45% de los préstamos al sector privado.
Un sendero de “normalización” del balance del Banco Central debería, entonces, contemplar la reducción paulatina de la deuda de corto plazo, y el freno al financiamiento monetario del déficit fiscal.

Supongamos, sólo como ejercicio, que la expansión monetaria de los próximos años sea del 18% anual, necesaria para financiar un crecimiento real del 3% anual, y una tasa de inflación para los primeros años (luego del ajuste inicial de precios relativos) del 15% anual. Reducir a cero el stock de Lebacs que habrá a fin de año, y teniendo en cuenta que hay que emitir para pagar los intereses, llevará, ¡al menos cuatro años!, es decir todo el primer mandato del próximo gobierno.

Obviamente, este es sólo un ejercicio de “gradualismo”, y por el lado del pasivo. (Me guardo el ejercicio de “shock”).
Pero también hay que reconstruir el activo, básicamente el stock de reservas del Banco Central, lo que tendrá efectos monetarios (compra de dólares).
Podríamos plantear aquí, entonces, una segunda semejanza.
Así como la FED tendrá que volver de varios años de expansión cuantitativa, tasa cero e influencia directa en la liquidez dolarizada y el valor de los activos financieros del mundo, el Banco Central argentino tendrá que volver de varios años de una irresponsable política monetaria y cambiaria, con efectos sobre el valor de los activos financieros, la tasa de inflación, los balances de las entidades financieras, y el stock de crédito público y crédito privado.
En el caso argentino, para que esta normalización sea posible y creíble, habrá que independizar la política fiscal de la política monetaria, desafío no menor, aunque menos traumático que en el pasado, dado el monto de los subsidios económicos, no sociales, que predominan en el gasto público argentino.
En síntesis, un desafío mayúsculo para el Banco Central argentino, que será aún más complejo, dada la influencia que, sobre el mundo emergente, tendrá el desafío que enfrentan sus colegas en la FED.

Fuente: Ámbito Financiero, 02/04/15.

 

 

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El mundo cambió

marzo 9, 2015

Cambios

Por Enrique Szewach.

Uno de los temas clave de la política económica, y no sólo de la política económica, es poder distinguir entre cambios transitorios y cambios permanentes del contexto.
En efecto, el tipo de instrumentos o acciones que se deben realizar para enfrentar una situación, no es igual si estamos ante algo que vino “para quedarse” o ante un acontecimiento producto de una situación excepcional, que volverá a la normalidad rápidamente.

Un buen ejemplo, en ese sentido, es lo que ha ocurrido con los precios relativos de nuestros productos de exportación y con el valor de las monedas internacionales en los últimos años.

argentina-bandera-10La Argentina es, en términos técnicos, “un país pequeño”, salvo en la soja. Ser técnicamente un país pequeño, no ofende nuestro patriotismo, ni a nuestro ser nacional, sólo implica que somos “tomadores de los precios internacionales” en el sentido que no podemos influir en la evolución de dichos precios, tenemos que aceptarlos, son un dato. (Salvo en la soja en dónde la producción argentina sí importa).

China, por ejemplo, es casi el 50% de la demanda mundial de casi todo, de manera que, cuando cae la demanda china de algún producto, el precio de ese producto, todo lo demás igual, cae. Lo mismo pasa, del lado de la oferta, cuando, por ejemplo, un fuerte exportador de petróleo, modifica su producción.

Siendo tomador de los precios internacionales, resulta clave, para el diseño de las políticas, comprender si los eventuales cambios en dichos precios, obedecen a causas transitorias o si, por el contrario, responden a modificaciones llamadas a durar mucho tiempo.

A partir del 2002, y más intensamente entre el 2003 y el 2011, con la excepción del momento más duro de la crisis financiera (2008-2009) los precios de los commodities no dejaron de subir y el valor del dólar no dejó de debilitarse. (En parte son las dos caras de la misma moneda).

Obviamente, algo que duró entre el 2003 y el 2011, mal puede interpretarse como algo transitorio.

Sin embargo, el gobierno K. en un grave error histórico, que nos costó mucho en materia de crecimiento y progreso (basta con compararnos con la evolución de los países vecinos en el período relevante), actuó como si esos cambios favorables fueran transitorios y decidió, “defender la mesa de los argentinos”, aislando los precios locales de alimentos y de energía, de los internacionales, con distintos instrumentos. (Retenciones, restricciones para exportar, etc. etc.).

Pero en economía, se puede remar contra la corriente un ratito, después, los músculos se cansan, y lo que se quiso evitar, vuelve con más fuerza todavía.

Así se destruyó la oferta de muchos productos, anulando los mencionados beneficios del cambio de precios relativos del mundo y, al caer la producción, la “mesa de los argentinos” terminó pagando más caro, lo que hubiera sido más barato por aumento de las cantidades. Y lo que se sigue pagando “barato”, se hace a costa de grandes subsidios públicos financiados con emisión y con el uso de las reservas del Banco Central. Terminamos, entonces, estancados, con alta inflación y sin reservas.

En otras palabras, aprovechamos muy parcialmente, solo con la soja, los beneficios del mundo, y en lugar de ser mucho más ricos, produciendo alimentos de alto valor agregado o petróleo, gas, o minería, y usar esa mayor riqueza para modernizar la infraestructura, e insertar globalmente, en serio, a la industria y a los servicios de alta calidad, terminamos vendiéndole al mundo muy poco, importando energía, sin infraestructura, y despilfarrando la mayor riqueza en gasto público improductivo y corrupción, salvo honrosas excepciones.

Y, encima, desde el 2012 y más intensamente en el último año, el escenario externo está cambiando, también de manera estructural, y los precios de los commodities bajan, el dólar se fortalece en el mundo y en la región y nosotros, por definición, somos más pobres, porque lo poco que le vendemos al mundo vale menos y nuestros costos internos no han dejado de subir, por esa mezcla de presión impositiva récord, gasto público récord y déficit récord.

Paradójicamente, el equipo económico reconoce esta realidad de los nuevos precios relativos del mundo, y sin embargo, sigue actuando como si la soja valiera 600 dólares y en el Banco Central hubiera reservas de sobra.

El mundo ha cambiado, pero nuestro cambio quedará para el próximo gobierno.

Fuente: Perfil, 08/03/15.

 

 

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La cancha marcada

febrero 23, 2015

Marcas

Por Enrique Szewach.

Los acontecimientos del jueves pasado presentaron sintéticamente la contradicción que enfrenta hoy a la sociedad argentina.

cfk silencio 02Sobre la primera hora de la tarde, la Presidenta de la Nación, en su alocución por la re re re inauguración de Atucha II, explicitó su espíritu antidemocrático, al manifestar que a ella “nadie le marca la cancha”, mientras era vivada y aplaudida por sus seguidores.

A última hora de la tarde, en cambio, una parte de la sociedad argentina se manifestó para recordar que, en democracia, todos tenemos la cancha marcada.

La Presidenta intenta desconocer que a cualquier ciudadano de una República democrática, le marcan la cancha la Constitución y las leyes. Además de las implícitas reglas de convivencia que caracterizan a una sociedad civilizada.

Y en el caso del Poder Ejecutivo que ella representa, la cancha se la marca el Congreso, por un lado, y los jueces independientes, custodios naturales de las marcas de la cancha.
CFK no quiere que le marquen la cancha. El “modelo”, el “proyecto”, considera esos límites como imposiciones anacrónicas, y no como reglas a respetar.

De allí que, en los últimos años se dedicara sistemáticamente, a destruir el sistema de controles, equilibrios y balances de poder que marcan la cancha.

Al periodismo crítico, se le opuso un periodismo militante, financiado con publicidad oficial, y la compra por parte de “amigos” de medios de comunicación, violando su propia ley de medios.

Al poder de marcar la cancha inherente al Congreso de la Nación, se le impuso la disciplina partidaria (más cercana a la asociación ilícita), sin admisión de debates, enmiendas, o participación constructiva de otras fuerzas políticas.

A la marcada de cancha de los fiscales y jueces, se les intentó oponer la reforma judicial, las reformas a los códigos, la justicia militante, las persecuciones.

A las macadas de cancha del “mercado”, se le opuso un estatismo desproporcionado e ineficiente. Una maraña de regulaciones, controles y prohibiciones.

Todo esto, condimentado y “ayudado” por aprietes, carpetazos, y usos varios, de los sistemas de inteligencia.

Así, las marcas de la cancha argentina, se fueron desdibujando, borrando, diluyendo, al ritmo del ejercicio del poder K., mientras una parte importante de la sociedad, lo admitía, y hasta apoyaba, bajo el “soborno” de una mejora económica o una cuota impensada de poder.

Cuenta Karen Amstrong, en su extraordinario libro “La historia de Dios”, que las sociedades primitivas tenían una aproximación absolutamente pragmática a sus dioses. No había vocación filosófica o moral, sólo una cuestión práctica. “Haceme llover para que la cosecha sea buena”. “Haceme ganar la guerra” frente a los enemigos. “Que sople el viento frente al calor”. “Que se encienda el fuego, ante el frío”.

Análogamente, hace mucho que una buena parte de la sociedad argentina, se relaciona con ese mismo “primitivismo” con sus gobernantes.

Y este “primitivismo” no sólo ha sido patrimonio de los “necesitados”.

Hace algunos años, un industrial justificaba su oficialismo argumentando “nunca gané tanta plata”. Hoy está casi quebrado y protestando por el acuerdo con China.

Todo lo anterior, no desconoce que las “marcas de la cancha” no pueden permanecer estáticas, ni dejar de actualizarse, pero el propio sistema establece mecanismos eficientes para esos paulatinos e irremediables cambios.

Fuente: Perfil, 22/02/15.

 

 

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Carnaval

febrero 16, 2015

Carnaval

Por Enrique Szewach.

carnavalUna semana particular en la economía global.

Los griegos en medio de un dilema “argentino”. Y la Argentina eludiendo el dilema “venezolano”.
Veamos.

Venezuela ya está transitando el principio del fin de su ciclo populista.

La fuerte caída del precio del petróleo le pone fecha de vencimiento a una experiencia que combina el más rancio populismo económico, con el realismo mágico caribeño.

Simultáneamente, Grecia inicia su propio camino de populismo mediterráneo, tratando de aliviar su situación de insolvencia fiscal, negociando una reprogramación de los vencimientos de su deuda pública,y una menor severidad en los pedidos de reforma y austeridad de parte de sus acreedores, y tratando de mantenerse en el Euro, para salvar a su sistema financiero y no sacrificar, ante los dioses del Olimpo, el brutal ajuste ya hecho.

En otras palabras, mientras Venezuela anticipa a la Argentina de fines del 2015 o del 2016, Grecia trata de evitar ser la Argentina del 2001/2002, para lograr ser la Argentina del 2003/2004.

Me explico un poco más.

Venezuela pudo sostener su absurdo sistema económico, en el marco de un poder político centralizado y popular, frente a una oposición fragmentada y sin ideas, en la medida que su declinación económica, pudo ser disimulada por precios del petróleo extraordinariamente elevados.

Cuando la combinación precios internacionales del petróleo declinantes, y caída de la producción y productividad interna, en el marco de precios relativos absurdos e incentivos y regulaciones perversos, obligaba a reformular toda la política económica, reconociendo los nuevos precios internos, compatibles con la nueva realidad local y global, el gobierno de Venezuela decidió sostener su relato mágico, reemplazando, cada vez más, política económica por policía y controles. Pero todo tiene un límite, y ahora, inexorablemente,, tiene que admitir su fracaso y sustituir el relato por la realidad.

Grecia, por su parte, se vio forzada a un brutal ajuste de su economía, pero, en medio de su “propia convertibilidad”, dependía de la devaluación del Euro.

Ahora que la devaluación del Euro se produjo, y tiene los precios relativos más alineados, necesita aliviar su carga fiscal, cuya parte más fuerte es el peso de la deuda.

Si logra negociar una extensión de plazos de pago, aunque sin quitas, estará en la misma situación que los K. cuando asumieron, con el ajuste hecho, la moneda devaluada, y sin pagos de deuda en el corto plazo.

Sin embargo, este escenario, de un “populismo exitoso”, conspira contra el establishment político europeo mediterráneo, amenazado, electoralmente, por los partidos del extremo.

Y también contra la posición de la Europa nórdica, incluyendo, por supuesto, a Alemania, principal garante y financiador. Los acreedores les tienen que probar a sus votantes, que no usan la plata de “sus carpinteros y plomeros” para ayudar a pagar la fiesta de los deudores irresponsables.

Si, por otra parte, Grecia rompe con Europa y sale del Euro, necesitará de un supercorralito, para salvar a sus bancos, en medio de una crisis inflacionaria y devaluatoria de su “nueva moneda”.

Es decir, será más parecida a la Argentina del 2001/2002. Encontrar algún punto de encuentro entre los objetivos de los políticos griegos y los del resto de Europa, no será fácil. Sobre todo, porque el resto de Europa se supone libre de “contagio”. La amenaza griega de recurrir a la plata de Putin o de China o, incluso, de Estados Unidos, suena hoy, geopolíticamente, poco creíble.

¿Y por casa?

Por casa también hace falta dar por terminado el relato, y reemplazar la policía, los controles, el voluntarismo, y las planillas de cálculo, por una política económica que enfrente un fenomenal desequilibrio fiscal, un alarmante desorden monetario, y normalice un conjunto de precios relativos cuya distorsión actual, dada la situación global, impide la inversión, el aumento del empleo privado y el crecimiento.

Como en el viejo chiste, ya no estamos discutiendo si el relato se termina. Sólo nos debemos un debate serio, sobre cuándo, y cual será la mejor forma de terminarlo.

Y las conclusiones de ese debate, por ahora postergado por los dramáticos eventos institucionales, que vivimos estos días, y por consejo del marketing político, definirán la forma en que finalizará la experiencia populista local. La forma en que irán cayendo las máscaras de la mentira.

Seguramente, de una manera menos caribeña y más tanguera.

Fuente: Perfil, 15/02/15.

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Szewachnomics boxeador

febrero 9, 2015

Boxeo

Por Enrique Szewach.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

Resulta al menos curioso, que un gobierno que se caracteriza por pedirle a las empresas información de precios, planes de inversiones y producción. Declaraciones anticipadas de importaciones, detalle de flujos de liquidación de exportaciones. Que centraliza decisiones en muy pocos funcionarios. Que elabora planillas de cálculo y “matrices insumo-producto”, que tiene todo bajo control y estudiado, sorprenda al sector privado, dejando, de un día para el otro, y sin previo aviso, de vender dólares para importar.

¿Qué evento inesperado alteró la planificación centralizada y coordinada? ¿Se cayó el sistema?. ¿O los dólares de las reservas los cuenta el INDEC?.
Si para el gobierno valen tanto las expectativas para crear corridas o profecías autocumplidas, interrumpir, de pronto, el normal abastecimiento de divisas, es una pésima señal. ¿Será un complot de los propios funcionarios? ¿O la intervención del algún agente de Kaos? (perdón por el viejazo, y la koincidencia?).

Pero más allá de la curiosidad y las humoradas, lo cierto es que la llamada “restricción externa” de la economía argentina se muestra, en estos días, en toda su magnitud.

En efecto, a la economía argentina, bajo este marco regulatorio (cepo). Esta “flotación administrada” (en castellano, devaluación a un ritmo inferior a la tasa de inflación esperada). Y con esta política monetaria y financiera (emisión para financiar el déficit, colocación de deuda del Banco Central, para sacar parte de la liquidez, y tasa de interés pasiva, también por debajo de la tasa de inflación esperada), le faltan dólares, dados los pesos. A esta falta de dólares “endógena” hay que agregarle un mundo que demanda menos bienes argentinos y a menor precio.

Por supuesto, bajo otro régimen, fiscal, monetario y cambiario, aún en esta situación externa adversa, dólares no faltarían. Dado el stock de dólares que tenemos los argentinos y dada la capacidad que, insisto, bajo otra política económica, tendrían tanto el sector público o el sector privado de obtener fondos frescos a plazos y tasas razonables.

Por supuesto también, que esa otra política económica, implicaría reconocer los “verdaderos” precios de la Argentina.

No sólo el precio del dólar, sino también el precio de la energía, el precio del transporte, el precio de los bienes que se exportan e importan, y, en síntesis, el verdadero precio del salario y las jubilaciones medidos en dólares.

Pero ese reconocimiento arruinaría el relato. En vez de ello, el gobierno ha preferido ajustar con menor nivel de actividad (menos importaciones es menos producción), menor empleo privado, y serias dificultades en las economías regionales. Además de generar problemas sectoriales importantes, al introducir ruidos muy fuertes entre proveedores internacionales y clientes locales o entre proveedores locales y clientes internacionales.

Obviamente, las principales perjudicadas, en materia sectorial, son las pequeñas y medianas empresas (las pymes sobre las que los funcionarios públicos se llenan la boca en sus discursos), dado que tienen menor capacidad de maniobra en sus relaciones con el exterior, sea como exportadores que requieren insumos, para los bienes que exportan. Sea como importadores de insumos críticos para la producción local.

Pero bueno, queda claro que, siendo la prioridad el relato, la política económica del gobierno prefiere soportar menos nivel de actividad y empleo privado, y mantener el set de precios relativos de la Argentina artificialmente desenfocado.

Es probable que el gobierno especule con concentrar la oferta de dólares y un impulso a la actividad más cerca de las elecciones y el fin de mandato, como un boxeador que, sabiéndose en inferioridad de condiciones, administra sus fuerzas, intenta que pasen los rounds, y se guarda el último esfuerzo, para ver si, sobre el final, logra “meter una mano salvadora”.

Sin embargo, esta estrategia de priorizar el relato, aún a costa de actividad y empleo, y administrar las reservas con cuentagotas y swaps chinos, no sólo agrava el futuro sino que, dado que las decisiones de los ciudadanos y empresas, tratan de anticiparse, puede terminar perjudicando el presente, incrementando, entonces, aún más, la brecha entre el relato y la realidad.

En otras palabras, el boxeador se puede quedar sin aire y no llegar a pegar el golpe fortuito del último round.

Fuente: Perfil, 08/02/15.

Más información:

Argentina: El dólar oficial es ilegal

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La única devaluación que sirve es la última

octubre 14, 2014

Devaluación.

Por Enrique Szewach.

Empiezo por el final. En la macroeconomía argentina de hoy, la única devaluación que sirve es la última.
Me explico.

Una devaluación es “la última”, cuando, a partir de ella, las expectativas de devaluación en un horizonte de tiempo razonable bajan a cero.

A partir de allí, las “leyes de la economía” funcionan con cierta normalidad, los flujos financieros se regularizan, y el instrumento tasa de interés resulta operativo.

devaluacion argentinaPasado al castellano antiguo, la última devaluación es aquélla que genera ingreso de capitales a ese precio del dólar, es decir que hace que las empresas y los particulares tengan más ganas de “vender”, que de “comprar” dólares.
Toda otra devaluación, no sirve, porque si bien, por un rato, las expectativas de devaluación bajan a cero, no bajan por un lapso lo suficientemente extenso, como para crear reacciones positivas de magnitud en el ingreso de capitales a tasas de interés aceptables, para el desempeño de la economía y el crédito.
Dicho esto, la pregunta inmediata es ¿Qué hace falta, para que una devaluación sea percibida como la última?.

Básicamente, un programa que convenza a los ciudadanos y empresas, que el nuevo tipo de cambio es consistente con la tasa de inflación esperada, la que, a su vez, depende de las condiciones fiscales y monetarias.
Otra vez, traducido al castellano antiguo, para que una devaluación sea percibida como la última, hace falta que las expectativas de devaluación hacia adelante, sean compatibles con las expectativas de inflación, y las tasas de interés tienen que poder arbitrar entre ambas expectativas.
Obviamente, las minidevaluaciones del año pasado, el salto devaluatorio de enero, y las minidevaluaciones posteriores, no cumplen con las condiciones necesarias para ser percibidas como “la última”. Fueron/son devaluaciones sin programa.
En ese contexto, las expectativas de devaluación han crecido, de la mano de las expectativas de inflación y de tasas de interés que no arbitran. (La tasa de interés que “equilibra” las expectativas es tan alta que resultaría insostenible).
Y las expectativas de inflación siguen altas, porque el descontrol fiscal, financiado con emisión del Banco Central, se amplió en estos meses.
No es de extrañar, entonces, que la brecha entre los dólares “libres” y el dólar oficial, se haya ampliado a más del 70%.

Seguramente, esta es una brecha exagerada, al menos en el corto plazo. Pero con una tasa de inflación en torno al 35/40% anual, tasa de interés en pesos negativa, y la perspectiva de emisión monetaria futura y de menor oferta de dólares por la caída de los precios de exportación de la Argentina y la menor demanda brasileña, no es un número “descabellado” pensando en el mediano plazo, en particular si, después de enero, o antes, con intervención de un privado, no hay acuerdo para levantar el fallo adverso de la justicia norteamericana.
El gobierno no quiere devaluar, y hace bien.

Sin un programa monetario y fiscal creíble, (y no lo tiene), la devaluación no sería la última, duraría menos que la anterior, y sólo generaría más descontrol inflacionario.
Por lo tanto, y como anticipáramos, está tratando de bajar la brecha “a golpe de policía”, obligando a los que puede obligar a que vendan sus títulos en dólares y presionando a los que puede presionar, para que no haya operaciones o no aumenten los precios en el blue.
Mientras tanto, busca administrar las reservas, tratando de obtener “crédito comercial”.

Es decir, pidiendo a las exportadoras que adelanten fondos a la espera que los productores, finalmente, vendan su soja, y pidiéndole a los importadores que consigan crédito de sus casas matrices, o sus proveedores, y entregando reservas a cuenta gotas.

Es decir, está “pulseando” contra el mercado para convencerlo, que si bien la devaluación que pasó no fue la última, tiene dólares suficientes para “aguantar” sin devaluar.
El punto, entonces, es ¿Cuántos dólares son suficientes,dados los pesos que “sobran” (y cada vez sobran más, y hay que absorber más) y dados, como se dijo, la caída del precio internacional de la soja, y el menor crecimiento de Brasil, o el precio futuro del Real?
Obviamente, no tengo la respuesta. Y si bien hay algún margen de maniobra, renovando parte de la deuda que vence y siguiendo con este esquema de “forzar” oferta y postergar demanda, intuyo que, sin nueva deuda, la “próxima» será difícil de evitar.

Fuente: Perfil, 12/10/14.

Argentina: Un país sin Mercados

septiembre 29, 2014

Mercados.
Por Enrique Szewach.

Enrique Szewach

Enrique Szewach

En el marco de esta nota, permítanme llamar “mercado” a la existencia de oferentes y/o demandantes “voluntarios” de un bien o servicio, a un precio determinado.
Como ya lo saben, el problema central de la economía argentina de hoy, es la falta de dólares y el sobrante de pesos.

Y esto es el resultado de la intervención en los mercados que ha caracterizado la política económica argentina desde la salida de la crisis de principios de siglo, primero con la necesidad de la emergencia económica, y luego como una política deliberada de “redistribución”.

En efecto, lo que nació como una pesificación de tarifas y precios, en el caso de la energía y el transporte, para proteger a los consumidores más necesitados, se transformó en una política estructural y definitiva de forzar a los productores y prestadores de servicios a “subsidiar” a los consumidores, o a los productores que utilizan estos bienes y servicios como insumo, con precios lejanos a los “adecuados” (para usar la terminología de la ley de Abastecimiento), fijados por el Secretario de Comercio, de Energía, o de Transporte, en cada caso.

Claramente, estos no son mercados, como fue definido más arriba, dado que los oferentes fueron “obligados” a un precio inadecuado.

La respuesta fue la obvia, la oferta empezó a caer, y, en el caso de la energía, pasamos de exportadores netos a importadores netos.

Los servicios, por su parte, comenzaron a deteriorarse, ajustando por calidad, y a requerir fondos públicos, para compensar el aumento de costos que no cubrían los precios. Se estatizaron de hecho.

Mientras tanto, los demandantes aprovecharon este subsidio, para consumir más, no sólo de los bienes y servicios específicos, si no también del resto de los bienes, dado que tenían mayores ingresos disponibles, y que el resto de los precios de la economía, que usan como insumo energía y transporte estaban, indirectamente, subsidiados, por este mecanismo.

En síntesis, caída de la oferta y exceso de demanda, presión sobre las importaciones –para completar oferta- y sobre el gasto público, -para subsidiar los precios-.

Otro tanto sucedió en los mercados agropecuarios, en dónde se obligó a los productores de carne, leche, trigo, maíz, etc. a subsidiar a consumidores o a otros integrantes de la cadena productiva. En este caso, los productores eludieron el subsidio reemplazando, los que pudieron, sus productos por soja –cuyo precio subía fuerte en el mercado internacional, compensando, en parte, los impuestos a la exportación-. A su vez, los subsidios directos que se instrumentaron terminaron en un escándalo de corrupción aún no resuelto por la justicia y, finalmente, algunos precios subieron, y otros se mantienen artificialmente más bajos, con prohibiciones de exportar, cupos, etc.

En síntesis, “sojización”, caída de la producción y exportación de muchos productos y, finalmente, todo más caro, por menor oferta.

Sin financiamiento externo, el desaliento a la producción que llevó al estancamiento o caída de exportaciones y al incremento de las importaciones, derivó en una crisis externa.

Mientras que el crecimiento exponencial de los subsidios derivó en una crisis fiscal financiada por la emisión de pesos.

Como dijimos, sobran pesos y faltan dólares. Y allí surge la “última distorsión”.

La intervención en el mercado del dólar, racionando los dólares disponibles –control de cambios- y fijando un precio al cual no hay oferentes “voluntarios”. (Nadie está dispuesto a vender dólares al precio oficial, salvo que no tenga más remedio).

Por supuesto, la solución a todos estos problemas es “normalizar” los mercados, es decir, permitir los precios adecuados para que se retome la producción, y haya oferentes en dónde hoy no los hay, ni de bienes, ni de dólares.

Pero eliminar estas distorsiones, en el actual contexto de falta de credibilidad del equipo económico/político, puede generar un shock desordenado, descontrolado y generalizado de los precios, y no el cambio de precios relativos que se necesita.

Por eso, lo más probable es que, al menos en el corto plazo, el gobierno trate de conseguir más oferentes “obligados” en el mercado de dólares y más demandantes “obligados” en el mercado de pesos. Con crédito “obligado” de los importadores, y con desdolarización “obligada” de los exportadores.

En otras palabras, lo más probable es que se insista en tener mercados, dónde no los hay.
Fuente: Perfil, 28/09/14.

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