Brasil: El efecto Bolsonaro

octubre 8, 2018

El efecto Bolsonaro

Por Diego Hernández.  Viernes, 05/10/18 (antes de la elección).

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El miércoles pasado pedí un Uber para ir a un compromiso de trabajo. Durante el trayecto, entre diálogos ligeros, pasamos de lado de un grupo de jóvenes que enarbolaban banderas de Brasil y promovían el voto en Bolsonaro.

El conductor me dijo a quemarropa: “Tengo 65 años y nunca estuve tan esperanzado en un candidato a la presidencia, voy a votar en Bolsonaro”

Silencio. Sorprendido, le observé. El hombre parecía aliviado, como si se hubiera quitado un peso de encima. Me miró de reojo y esperó a que yo me manifestara. “Tudo bem”, le dije.

brasil bandera«Trabajé duro en la construcción durante toda mi vida, soy plomero, electricista y pintor, manejo ahora porque tengo dos años desempleado; voté en Lula y luego en Dilma, pero quedé muy herido por lo que le hicieron al país”, me explicó.

“Lo han saqueado y tienen la ‘cara de pau’ – poca vergüenza – de presentarse como si nada hubiera pasado, yo salí a las calles para sacar a Dilma del poder, el PT nunca más”, subraya Claudio, evidentemente molesto.

Le pregunto si votará en Bolsonaro fundamentalmente porque esta enojado con el Partido de los Trabajadores (PT). “No es solo eso”, me responde.

“Es verdad que no quiero que esos ladrones y depravados le hagan más daño a mi país, pero también es que al capitán le entiendo bien lo que dice, habla como nosotros y se atreve a decir lo que otros no, no concuerdo en todo con él pero estoy seguro que ayudará a Brasil a mejorar”.

¿Por qué se puso nervioso al decirme por quién va votar?, indago.

“Fue sin querer, perdone; ya me topé con gente muy agresiva que me ofendió y me dijo cosas horribles, sin conocerme, tan solo por apoyar a Bolsonaro”.

Este hecho real, es parte de lo que llamo aquí, el Efecto Bolsonaro.

Poco antes del atentado que sufrió hace un mes, al ser acuchillado en el abdomen en plena campaña en una ciudad de interior, se encontraba como líder de la intención de voto, pero con un índice muy bajo como para vencer en el primer turno electoral, el domingo 7 de octubre, 19%.

Este cuadro se reforzó, con el tiempo que pasó en el hospital, fuera de campaña, y la actuación desastroza de su equipo en este ínterin; en el que otros candidatos crecieron en la preferencia del elector.

En especial, aspirante del PT, Fernando Haddad. El exalcalde de São Paulo recibió una enorme transferencia “votantes» del expresidente Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, que se empeñó en ser el candidato de la sigla pese a estar preso por corrupción. Si, ese tipo de cosas pasan en Brasil.

La Justicia Electoral recahzó la extravagancia del postulante y Haddad fue ungido como ‘avatar’ del presidiario. La propaganda del petista se divulgó, toda, con la imagen del mentor y ‘Lula Libre’ se tornó su grito de guerra. Los petistas llegaron a declarar que si vencían se le otorgaria al exmandatario el indulto presencial.

En un mes Haddad pasó de 8 a 20% de intención de voto.

Como tela de fondo había una sistemática ofensiva para desacreditar a Bolsonaro en los grandes medios de comunicación, que llegó a usar de un conflicto con su ex esposa para golpearlo. Indignada, la mujer salió a defenderlo.

Vencer en primer turno con 50% de los votos más uno, se antojaba imposible, con certeza estaría en el balotaje, pero vencer ese segundo escrutinio se configuraba como extraordinariamente difícil. El establishment había dado pruebas contundentes de que había cerrado filas en su contra.

Posibilidades de vencer en Primer Turno

Pero en los últimos 15 días algo cambio. Retomó el crecimiento en la intención de voto, que parecía haber llegado a su tope, y el índice de rechazo comenzó a caer, poco a poco, especialmente entre las clases populares y las mujeres.

De acuerdo con el último estudio de opinión, publicado este jueves 4 de octubre, a tres días de los comicios, está con 39% de votos validos y Haddad con 25%.

Pero hay mucha gente que como Claudio, en protagonista de la anécdota que abre estas líneas, no declaraba tan facilmente su voto en Bolsonaro para no ser criticado por apoyar a un “imprestable”.

El voto avergonzado que aún esta presente en algunos sectores y el el voto útil de otros, para evitar un regreso de la cleptocracia petista al poder, pueden darle al “derechista” ese 12 por ciento que le falta para obtener el triunfo en el primer turno. Una hazaña que Lula deseó pero nunca consiguió.

El hecho pasaría a la historia, además, por vencer con una campaña sin coordinación, sin estructura partidista, sin un programa con propuestas concretas, sin prometer cargos a cambio de apoyo, pero sobre todo, y aquí radica un hecho inédito, sin dinero, sin tiempo en medios de comunicación, golpeada por el atentado y por un férreo y agresivo cerco impuesto por el sistema.

Desde el inicio su equipo de campaña fue exiguo. Tres de sus cinco hijos forman su círculo mas cercano, y aunque tienen experiencia en campañas legislativas o locales, un pleito presidencial es otra cosa. No hay una mente brillante ni un cuarto de guerra. Hay un entorno de amigos, como el senador evangélico Magno Malta, o el diputado católico Fernando Francischini, entre otros, que más que diseñar estrategias han buscado voto y aguantado junto a él los embates.

Su propuesta económica es un nombre: el reconocido economista Paulo Guedes. En sus manos estará la recuperación del país. Su programa de gobierno es más bien una declaración de buenas intenciones, pero todo mundo tiene claro que combatirá la inseguridad pública, el crimen organizado, la corrupción, el activismo ideológico del Poder Judicial, la adoctrinación en el sistema educativo, la hinchazón del aparato estatal, y el avance de la agenda abortista y de género.

Su sigla, el Partido Social Liberal, que carga sus contradicciones implicitas en el propio nombre, en realidad es una agremiación pequeña y hasta hace poco inexpresiva. Fue fundada en 1994 y difícilmente puede ser llamada de “partido”. Tiene menos de 250 mil afiliados, un significativo número de ellos, recientes.

Literalmente, la campaña es cargada por sus electores y simpatizantes. No hay funcionarios pagos para hacer campaña, sino un ejercito de voluntarios que poco a poco ha ido saliendo a la luz.

Campaña modesta

Su candidatura se encuentra entre una de las más modestas, en tanto escribo, el monto destinado a ella es de 1 millón 500 mil reales (menos de 400 mil dólares). El 76% de ese dinero se obtuvo a través de financiamento colectivo. O sea, miles de ciudadanos comunes la han pagado con donaciones que van desde los 20 reales. No hay ninguna aportación millonaria. El resto del dinero fue puesto por el Partido.

Su más cercano adversario, Fernando Haddad, cuenta con 29 millones de reales, 99.83% del valor tiene origen en el Fondo Especial para Campañas (FEC) irrigado por recursos públicos. Eso sin contar que, la fallida campaña de Lula, consiguió 20 millones de reales y gastó 19 millones pagados por los contribuyentes pues 97% lo obtuvo del FEC.

Como detalle: el candidato comunista Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), un satelite del PT, hizo una campaña “pobre” y “popular” con 9 millones de reales. El 99% de ese dinero viene del ya mencionado FEC, pagado por los ciudadanos y tiene menos de 1% de intención de voto.

La suya, es la cuarta candidatura más «pobre».

Sin medios, en redes

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El diputado posee, aunque usted no lo crea, solo 8 segundos en el programa electoral obligatorio divulgado en los medios de comunicación y no ha comprado espacio de propaganda en radio ni televisión. Además, solo participó de dos debates presidenciales, al verse imposibilitado físicamente.

Toda la divulgación de su candidatura se realizó a través de las redes sociales y los aplicativos de intercambio de mensajes. Escuchó bien, toda. Antes del atentado, evidentemente hubo actos masivos y cuerpo a cuerpo. Después, acabó. Estuvo confinado un mes en el hospital. Bordeó la muerte y fue dado de alta el pasado sábado 29 de septiembre, ochos días antes de los comicios.

Desde el lunes pasado inició una serie de mensajes en vivo a través de Facebook. Acompañado de sus hijos. armado de una cámara de un teléfono movil, una lámpara y unas notas en papel.

Si gana, pasará a la historia, porque nunca antes nadie lo habría hecho con tan exiguos recursos y en circunstancias tan limitadas.

Sus votantes y simpatizantes se han hecho cargo de la campaña. “Abraçaram suas dores”, como dicen en Brasil. Se tornaron su más eficaz «equipo de campaña», aunque, nótese, no concordaran totalmente con él.

Dos tiros en el pie

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Además, el establishment cometió dos graves errores. El primer tiro en el pie fue dado entre el 15 y el 19 de septiembre por Fernando Henrique Cardoso, el expresidente y gran gurú del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), supuesto adversario de PT, que declaró que para frenar a Bolsonaro se debería apoyar al PT.

A partir de allí todos los candidatos – excepción de un cabo evangélico con menos de 1% de votos – se lanzaron como canes rabiosos contra el diputado. No solo ellos, otras figuras significativas del mundo empresarial y toda la élite del mundo “intelectual” y “cultural”.

En seguida, el segundo tiro fue una iniciativa muy agresiva para desconstruir a Bolsonaro, que se torno el innombrable. La denominaron «Ele Não”. Supuestamente montada por mujeres de todos los segmentos sociales que le rechazaban por “misógino, homofóbico, racista, facista y violento” y una larga letanía de epítetos más.

La campaña “popular” tuvo amplio espacio en las grandes cadenas televisivas y fue encabezada por famosas artistas. El ápice fue una serie de manifestaciones en todo el país el pasado sábado 29 de septiembre. No hubo millones en las calles, como ellas esperaban, pero la militancia de izquierda y “progresista” mostró que aún tiene brazo.

Bolsonaro amenaza la democracia, era el mensaje. Sin embargo, un amplio sector del pueblo parece haber escuchado otro muy diferente: El capitán es el único candidato que el sistema no soporta. La amenaza a la paz son «ellos», no «él».

Ele Sim

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El domingo 30, en todas las capitales y en cientos de ciudades del país – grandes, medias y pequeñas – salieron miles vestidos de verde-amarelo a manifestar un apoyo masivo a Bolsonaro.

No fue un acto del partido ni de la coordinación de campaña. Fue una reacción del pueblo. El voto avergonzado comenzó a ceder, y, de repente, en las redes sociales una multitud manifestó su voto con un «Ele Sim».

Las pesquisas de opinión registraron la mudanza: pasó de 30 a 39 por ciento de apoyo y su tasa de rechazo cayó por lo menos 3 puntos, especialmente entre las mujeres. También creció su respaldo en el nordeste del país, reducto histórico del PT.

En contrapartida, Haddad paró de crecer y su rechazo aumento, hasta en 10 puntos porcentuales en las mujeres.

El banderazo en el que se desnudó Cardoso y el “Ele Não” supuestamente impulsado por las mujeres brasileñas fueron graves errores que, quizá, a la distancia se identifique como dos tiros en la cabeza al bloque de izquierda PSDB-PT que gobernó el país desde 1992.

El pueblo dedujo – de los hechos – lo que de forma más analítica declaró el 3 de octubre uno de los fundadores del PSDB y antiguo aliado de Cardoso, el economista Francisco Graziano: “Ninguna amenaza a la democracia es mayor que la vuelta del PT al poder, por eso, pasé a defender a Bolsonaro».

«Mi voto – dijo – será anti-PT. Ya sea que se guste o no de él, o de sus ideas, el capitán corre por fuera del sistema. Es el candidato viable para derrubar esa podredumbre que corroe a la República”.

No es el salvador de la Patria, sino el punto de inflexión

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Esta última semana, en todas las capitales y en centenas de ciudades del país se pueden ver pequeños o grandes grupos de ciudadanos comunes, no pagados, que luego del horario de trabajo, salen a las calles a promover el voto en Bolsonaro, un político improbable.

Exmilitar que se tornó diputado federal e hizo del trabajo parlamentario en pro del sector castrense una profesión. Hombre polémico, creador fecundo y contumaz de frases apelativas y desafortunadas, siempre en las antípodas de lo políticamente correcto. Un blanco fácil para sus adversarios.

Recibió y usó de todos los absurdos beneficios que la ley otorga a los hombres del Legislativo, pero no hay registro de ningún soborno. Algo excepcionalmente raro en ese pantanal que el el Congreso Nacional.

Lleno de contradicciones, con una vida personal accidentada, pasó de ser indiferente o hasta conivente con el aborto en los años noventa a ser un sólido aliado incondicional en la Cámara de Diputados del movimiento provida y profamilia en el país, que le ha plantado la cara a la agresiva investida de los gobiernos del PSDB y del PT.

Ese hombre, no por sus defectos, sino pese a ellos, es quien – hora tras hora – parece estar conquistando el voto provalores, antipetista y antisistema.

Muchos han entendido que la del domingo es una elección plebiscitaria y no es poco lo que hay en juego. a pesar de ser calificado como homofóbico, homosexuales le han declarado su apoyo. A pesar de ser llamado de misógino, miles de mujeres le han dado el «sí». A pesar de ser acusado de racista, negros le dan su respaldo.

Una ola va in crescendo y podría hacerle ganar ya en el primer turno. Ese es el efecto Bolsonaro.

La mayoría de los brasileños que he escuchado parecen haber creído cabalmente las palabras que pronunció el pasado lunes, 1 de octubre, al agradecer a quienes se manifestaron en las calles, un día antes, en su favor: “no soy el salvador de la Pátria, pero puedo ser un punto de inflexión”.

El domingo lo sabremos.

Fuente: dvox.co, 05/10/18.


Bolsonaro es el único candidato presidencial brasileño contrario al aborto y a la agenda de género

Por Diego Hernández.  03/10/18.

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Hay trece candidatos disputando la Presidencia de Brasil. De todos, solo la mitad tienen condiciones reales de pasar a un eventual segundo turno electoral; y de ellos, solo uno es abiertamente contrario al aborto y a la implementación de la agenda LGBT en el país: Jair Bolsonaro.

El diputado y excapitán del Ejercito es el único de los contendientes, con posibilidades de ganar, que rechaza sin medias tintas ni “peros” las banderas del feminismo radical y del lobby arcoíris. 

Buena parte de la campaña que se impulsa contra él desde los mayores medios de comunicación parte exactamente de criticar su firme posición en defensa del derecho a la vida de los bebés en gestación y de la constitución natural de la familia.

Es también quizá el único que ha llamado la atención para la necesidad de enfrentar el activismo ideológico del Poder Judicial. 

En 2013, Bolsonaro criticó la decisión del Consejo Nacional de Justicia de considerar “legal” el “matrimonio civil” entre personas del mismo sexo. Dijo que “el poder Judicial, especialmente a través del Supremo Tribunal, ha pasado por encima de la Constitución, está bien claro que la unión familiar es de un hombre y una mujer, eso es reconocido explícitamente por nuestro orden jurídico, estas decisiones judiciales vienen a dañar, cada vez más, la unión y los valores de la familia, y eso no se pueden tolerar”.

Con todo, no es un “provida” en sentido estricto: defiende la pena de muerte para algunos crímenes, como el narcotráfico; la “castración química” para violadores; y la vinculación de los aportes económicos que ofrece el gobierno a familias en situación de pobreza a la condición de que dejen de tener hijos.

Y no siempre fue contrario al aborto, en 1996 votó contra una iniciativa de reforma constitucional que garantizaba el respeto a la vida desde su concepción, y en 2003 reconoció una entrevista que llegó a pensar en el aborto con uno de sus hijos. Pero el contacto con el movimiento provida en el Congreso Nacional le cambió.

No se trata de ninguna forma de “el candidato de los sueños” del movimento provida y profamilia brasileño; sin embargo, es un hombre que siempre respaldó, con firmeza, durante sus casi treinta años de actividad en el Congreso Nacional la lucha contra el aborto y la agenda de género. Fue un aliado incondicional. 

Ese aliado esta hoy como puntero en todos los sondeos con 32 o 31% de la preferencia electoral, seguido a la distancia por Fernando Haddad, el “ungido” del expresidente Luiz Inácio “Lula” da Silva, preso por corrupción y lavado de dinero, con entre 20% y 21%.

A pesar de haber sido víctima de un atentado el pasado 6 de septiembre, donde casi pierde la vida, y de estar confinado en un hospital desde donde realiza una limitadísima campaña virtual, Bolsonaro crece frente a sus adversarios, poco a poco, en todas las encuestas de opinión.

¿Cuál es el cuadro de la elección?

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Considerando el espectro ideológico al que pertenecen, hay cuatro candidatos de derecha: Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal; João Amoêdo, del Parido Novo; Daciolo dos Santos, del Partido Patriota; y José Maria Eymael, de la Democracia Cristiana.

Tres son de centro: Geraldo Alckimin, aunque su sigla, el Partido de la Social Democracia Brasileña, es de izquierda; Henrique Meirelles, del Movimiento Democrático Brasileño; y Álvaro Dias, de Podemos.

Y seis son de izquierda: Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores; Ciro Gómes, del Partido Democrático Laborista; Marina Silva, de la Red Sustentabilidad; Guilherme Boulos, del Partido Socialismo y Libertad; João Goulart Filho, del Partido Patria Libre; y Vera Salgado, del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado.

De los “derechistas”, solo Bolsonaro y Daciolo, un bombero militar y evangélico, son contrarios totalmente al aborto y la agenda LGTBI. El democristiano Eymael es contrario al aborto pero “no tiene ninguna restricción a la legalización de las relaciones homoafectivas”, y Amoêdo, empresario y liberal, es a favor de un “modelo federalista” para el aborto y respalda el “matrimonio igualitario”.

De los “centristas”, Alckmin, gobernador del Estado de São Paulo, dice ser contrario al aborto, aunque respalda los casos ya previstos en la ley para la violación, el riesgo de muerte de la madre y los bebés con diagnóstico de anencefalia, además es favorable a lo que llama “derecho civil” al “matrimonio” entre personas del mismo sexo. Bajo su gestión como alcalde de la ciudad de São Paulo y como gobernador del estado homónimo continuó dando impulso a la radical agenda de género heredada de las administraciones petistas (del Partido de los Trabajadores, PT).

Meirelles, ministro de Hacienda del presidente Michel Temer y expresidente del Banco Central bajo el gobierno de Lula da Silva, es abiertamente favorable al aborto, pues lo considera un “derecho de la mujer”, y a las uniones entre personas del mismo sexo equiparadas al matrimonio.

El senador Álvaro Dias, es contrario al aborto, y ha sido un aliado del movimiento provida en el Congreso, pero es abiertamente favorable al “matrimonio gay”.

En el bloque izquierdista todos defienden el aborto y la agenda LGTBI. La única excepción es Marina Silva, quien dice que su postura, “personalmente, es contra el aborto”, por lo que sometería una ampliación de los casos actuales a plebiscito popular; y hace una distinción cosmética entre “matrimonio” y “unión civil”, el primero reservado solo para el vínculo entre un hombre y una mujer, el segundo puede contemplar parejas del mismo sexo.

La primera vuelta de la elección se realiza el próximo domingo 7 y un eventual segundo turno con los dos candidatos más votados acontecería el dia 28 del mismo mes.

De todos los mencionados, los únicos que podrían pasar al balotaje, son Bolsonaro que lidera la disputa actualmente con 32% de las intenciones de voto y Fernando Haddad, que tiene 21%.

Es prácticamente imposible que Ciro Gomes, que está con 11%, Geraldo Alckimin, con 9%, y Marina Silva, con 4% puedan remontar su rezago. Ninguno de los demás va más allá del 3% y hay entre 11 y 8% – según la encuesta – que no votarán o anularán su voto, y 5% de indecisos.

Todo se perfila a un segundo turno entre derechista Bolsonaro y el izquierdista Haddad.

Por tanto, el excapitán, que hace campaña virtual desde el hospital, es, guste o no, el único candidato que ofrece alguna garantía sólida de contención del aborto y de la agenda de género en el país. Y eso es algo que parece no haber pasado desapercibido para los provida y los profamilia brasileños.

Fuente: dvox.co, 03/10/18.


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