Historia de la Estrategia

octubre 22, 2014

Décalogo de los mejores estrategas

Por Jorge Castro.

Lawrence Freedman. El analista británico sostiene en su libro que gana una guerra quien puede crear poder y sobrevivir en una situación desfavorable.

Lawrence Freedman, el más grande estratega británico contemporáneo, señala en su libro Strategy. A history que la clave de la concepción estratégica y de la teoría de la guerra de Clausewitz es su visión de la tríada constitutiva del fenómeno bélico: la violencia primordial, representativa del actor-pueblo; la creatividad del jefe militar, dotado de un criterio probabilístico y capacidad de decisión; por último, el predominio de la racionalidad del Estado, que es la inteligencia encarnada en la guerra.

Para Freedman, cada Estado, como expresión de un pueblo, tiene su propia e intransferible historia y por lo tanto su particular trinidad en la guerra.

Lo fundamental de la concepción de Clausewitz no es la idea de que la guerra es una continuación de la política por otros medios, sino que plantea la subordinación completa de la estrategia respecto de la política. O mejor, que transforma a la estrategia en una rama de la política como inteligencia encarnada del Estado.

Ocurre que, para Clausewitz, la estrategia adquiere un carácter decisivo cuando la política ingresa en la fase de ejecución, tanto en la paz como en la guerra.

Freedman agrega que la política, en su fase estratégica, “pura ejecución”, tiene necesariamente una dimensión espacial, por eso denominada geopolítica.

Clausewitz señaló que para Napoleón la estrategia es el arte de usar el tiempo y el espacio para “golpear con una fuerza superior en el momento decisivo”.

Pero lo fundamental es el tiempo, no el espacio. “El espacio que se pierde se puede recuperar. Pero el tiempo que se pierde, no se recupera jamás”, advirtió Bonaparte.

ajedrezPor eso la estrategia es actividad y energía. “Mi primera regla estratégica es que yo combato y después veo.” La empresa napoleónica concluyó en Rusia (1812), derrotada por la superior estrategia del ejército del zar (Kutúzov), que cedió el espacio para ganar tiempo.

La única batalla de la campaña rusa (Borodino), la ganó Napoleón, pero al sumergirse en las inmensidades rusas, perdió fue la guerra.

La cuestión fundamental para Freedman es que la estrategia es una rama de la política. De ahí que elogie a Winston Churchill, cuya estrategia durante la Segunda Guerra Mundial era esencialmente política, no operativa-militar.

Para Churchill, la estrategia no era un plano trazado con precisión y de antemano hacia la victoria. Era sí, una visión holística e instantánea, con un principio y un final, dotada de una nítida visión del conjunto y de cada una de las partes. Una estructura básica, de grandes y elementales trazos, apta para enfrentar los acontecimientos y advertir las nuevas posibilidades.

En esa estructura fundamental, el elemento primero y decisivo era la participación de EE.UU. en la guerra.

En la noche del 8 al 9 de diciembre de 1941, Churchill es despertado en la madrugada en su búnker de Londres. Es un joven ayudante naval, que le entrega tembloroso un telegrama proveniente de Washington. Informaba que la flota estadounidense del Pacífico había sido hundida. Dice Churchill en las Memorias de guerra : “Cerré la puerta y lloré de alegría: la guerra está ganada. EE.UU. ha ingresado en ella. Después de todo, no hemos sido barridos. Nuestra historia no llegará a su fin.” La teoría de la guerra irregular o guerrilla fue creación, tanto en pensamiento como en acto, de Lawrence de Arabia (T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría ). Dice Lawrence: “La fuerza de la guerrilla reside en la profundidad, no en el enfrentamiento (…). Es una cosa intangible, invulnerable, sin frente ni retaguardia, evanescente como un gas”.

Por eso no hay nada más difícil que hacer frente a la guerra de guerrillas (contrainsurgencia). “Es una cosa sucia y lenta –señala Lawrence–, como comer sopa con un cuchillo.” La táctica de la guerrilla es golpear y correr. No debe tener nada que defender. Si tiene algo, está perdida. Para Lawrence, la estrategia es un ejercicio de inteligencia, sólo que difícil de realizar en el terreno de la acción.

Dice por eso: “La estrategia es el arte de descubrir la fuerza en la debilidad y la debilidad en la fuerza.” “En la guerrilla –agrega Lawrence–, los factores algebraicos son los decisivos: garantizar la movilidad y la seguridad, negando al enemigo blancos fijos; y disponer del tiempo, despreocupándose del espacio, con una doctrina común que asegure la unidad de acción. Frente a ellos, la potencia de los medios, e incluso el espíritu de lucha del adversario, resultan vanos e impotentes.” Para Mao Zedong, lo esencial fue comprender que el campesinado era la fuerza revolucionaria en China. “¿Cómo lo supo?”, le pregunta André Malraux. “Lo supe desde siempre”, contesta Mao, hijo de campesinos.

Luego advirtió que la guerra de guerrillas de base rural era el camino de sobrevivencia frente a las ofensivas de los ejércitos convencionales, tanto del Kuomintang como japoneses.

En tercer lugar, comprendió que el campo no sólo era la base desde donde atacar las ciudades, sino el espacio donde debía realizarse la misma revolución. La razón era que China, país agrario, estaba poblado en un 80% por campesinos.

Por último, el éxito de la quinta ofensiva convencional del Kuomintang (1934) lo obliga a realizar la evacuación en masa de las zonas rojas, denominada la “Larga Marcha”, en la que consolida su liderazgo (reunión del Comité Central en Zunyi, 1935) e impone definitivamente su visión estratégica.

Dos años después, tras la invasión japonesa de julio de 1937, pasa de la concepción de la guerra civil a la visión de la unidad nacional frente a la ofensiva nipona.

La guerra contra Japón tenía para Mao tres etapas: defensiva, empate estratégico y ofensiva. En el paso de la segunda a la tercera, intervenía el factor internacional, sobre todo a partir del ingreso de EE.UU. al conflicto (1941).

La premisa de la teoría de la guerra antijaponesa para Mao es que Japón no podía ganar. Carecía de los recursos y de los hombres necesarios para imponerse en el inmenso territorio de un pueblo gigantesco; y afirmaba que el tiempo estaba a favor de la débil, pero enorme China.

Por eso, la guerra antijaponesa era necesariamente prolongada, pero iba a terminar con la victoria china.

Guerras asimétricas
La regla en las guerras asimétricas (la última, Israel-Hamas, 2014) es que el poder militar más fuerte prefiere las batallas decisivas, y el más débil evita sistemáticamente las batallas y opta por provocar dolor en la sociedad civil del adversario, seguro de que el tiempo juega a su favor.

EE.UU. ganó todas las batallas convencionales en Vietnam. Pero eso careció de importancia, porque perdió la guerra; y el factor decisivo de su derrota fue el vuelco de la opinión pública estadounidense en contra de la participación en el conflicto. El principal error estratégico que cometió EE.UU. tras vencer a Saddam Hussein en Irak fue de orden político: disolvió el régimen del Bath (partido nacionalista secular), que era el Estado iraquí en los hechos, y desbandó el ejército, aduciendo que era el del líder derrotado.

Al hacerlo, creó un inmenso vacío político, pronto ocupado por la convergencia de la insurgencia sunnita (en gran parte constituida por antiguos oficiales del ejército iraquí) y Al Qaeda.

“La estrategia –dice Freedman– es el arte de crear poder. Es la diferencia que surge entre el resultado de una relación de fuerzas prevaleciente y la que aparecería tras la aplicación de la estrategia. Ese nuevo resultado, es un plus de poder, creado por el ejercicio de inteligencia que es la estrategia, rama de la política.” Los problemas de la estrategia en el mundo contemporáneo, ante todo su irrelevancia frente a los acontecimientos y su banalidad conceptual, surgen de su origen iluminista.

Nacida en el siglo XVIII (“el siglo de las luces”), a través de la obra de Jomini y Clausewitz, fue la manifestación del apogeo del “yo autosuficiente” propio de la Modernidad, seguro de que puede controlar el resultado de los acontecimientos, y ante todo de los conflictos.

Para el Iluminismo, el poder es sinónimo de control, y por lo tanto, su dimensión esencial se manifiesta en la capacidad para controlar el devenir del movimiento de la historia.

“Pero nadie puede dominar al mundo –dice Mao–. Y sólo se puede armonizar con sus tendencias fundamentales”; y todo intento de hacerlo pronto revela su impotencia. Nada funciona, sobre todo en la guerra, como los protagonistas creen que debería ocurrir. El terreno de la acción es el de la fricción en gran escala y de forma creciente.

“Los planes de nada sirven, pero es mejor tener uno que ninguno –dice Freedman–. Es el papel limitado, pero esencial, de la deliberación previa. (…) Los planes fijos son contraproducentes, pero si se les agrega un grano de sal de flexibilidad e imaginación, sirven para evaluar la situación.” Son el punto fijo que permite responder a la pregunta de Foch: “¿De qué se trata? ¿Cuál es el problema?”, y de esa forma, percibir riesgos y advertir oportunidades.

“En la estrategia –agrega Freedman–, carecen de importancia los objetivos que se pretenden alcanzar. Eso es irrelevante. Lo que importa es una situación de conflicto que se ha establecido, en la que se trata de ver cómo crear más poder a partir de una relación de fuerzas desfavorable. Por eso, el primer requerimiento de la estrategia no es imponerse, sino sobrevivir.” Por definición, la estrategia enfrenta situaciones inciertas, inestables e impredecibles. Por eso es esencial el “golpe de vista” del estratega o ejecutor: que es la capacidad de ver en un instante todas las posibilidades de una situación, y no sólo las negativas.

Se consigue con una intuición educada, producto de una formación exhaustiva. Es la aptitud para captar el carácter intransferible de una situación, que es una combinación única de individuos particulares y de fuerzas impersonales. Es la suma del instinto, la experiencia y la sabiduría.

“La estrategia –concluye Freedman– es el arte político central. Se refiere a lograr más de una situación determinada de lo que ofrecía la relación de fuerzas iniciales. Es el arte de crear poder.”

Fuente: Ñ (Clarín), 18/09/14.

Un futuro común

octubre 19, 2014

El nuevo libro de Jorge Castro

Presentación: Lunes 20 de Octubre, 18: 30 hs. Banco Ciudad. Sarmiento 611. Buenos Aires.

Un futuro comun

Más información:

El futuro de la Argentina

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Estados Unidos: Eje del sistema global

octubre 19, 2014

El sistema global, con eje en EE.UU.

Por Jorge Castro.

usa-bandera-02La crisis financiera internacional de 2008 (caída de Lehman Brothers) fue una crisis global, y como tal desató la primera recesión de la economía mundial desde la década del 30 y trasladó el eje del proceso de acumulación de los países avanzados a los emergentes: de Estados Unidos/Europa/Japón a China/Asia. Seis años después, ha emergido un nuevo sistema global cuyos principales protagonistas son también Estados Unidos y China.

La crisis de 2008 surgió del siguiente contexto: el superávit comercial chino ascendió a 44.000 millones de dólares en 2002 y llegó a US$250.000 millones en 2007. En 2002, representaba 2,4% del producto y cinco años después llegó a 11% (330.000 millones de dólares), que era 14% si se le adicionaba la inversión extranjera.

China se transformó así en la principal exportadora mundial de capitales y devino en responsable del financiamiento en el capitalismo avanzado, ante todo Estados Unidos.

En ese período (2002-2007), el déficit de cuenta corriente norteamericano alcanzó a -6,5% del producto (era -1% en 1990 y -4% en 2000); y la República Popular cubrió 70% de esa brecha financiera, que trepó a US$800.000 millones en 2007.

EE.UU. atrapó en esta etapa más de 75% del flujo global de capitales (aproximadamente US$2 billones por año). Esta inmensa masa de capitales fue atraída por la superior productividad estadounidense (el producto por hora trabajada creció 4% anual en los 5 años previos a la crisis), resultado de su conversión en una economía de la información.

De ahí que los activos norteamericanos comprados por extranjeros se multiplicaron por 5 a partir de 2000 (US$833.000 millones por año).

Este fenómeno de financiamiento global de EE.UU., ante todo proveniente de China, fue eufemísticamente denominado “macrodesequilibrios globales”, y se convirtió en la causa eficiente e inmediata de la crisis financiera de 2008, que modificó la historia del mundo.

En EE.UU. se desató en los últimos seis años una nueva revolución industrial, que obliga al resto del mundo –en primer lugar a China– a aceptar forzosamente los nuevos estándares de productividad.

Lo que ocurrió en EE.UU. se puede resumir en estos términos: la tasa de ganancia de las firmas estadounidenses aumentó 23% entre 2003 y 2007, y su capital líquido ( cash flow ) alcanzó a US$2,1 billones, más US$1,7 billones en el exterior, consecuencia de un arduo proceso de reestructuración que incluyó el recorte de 30% de la fuerza de trabajo.

La nueva revolución industrial que se ha desencadenado intensifica esta tendencia al impulsar un cambio sistémico, de tipo disruptivo y alcance global, que abre una nueva etapa en la historia del capitalismo.

En el sistema capitalista, el último y decisivo instrumento de primacía es el nivel de incremento de la productividad de sus protagonistas.

Por eso alumbra en el horizonte un nuevo eje de la acumulación global con epicentro en EE.UU. (y también en Alemania y Reino Unido), que inaugura una nueva división internacional del trabajo, con su distinción raigal entre núcleo central y periferia.

Todos los países del mundo, comenzando por los emergentes, deben reestructurarse ineludiblemente de acuerdo a las condiciones establecidas por el nuevo sistema de acumulación, históricamente más avanzado.

De ahí el nuevo ciclo de reformas lanzado por la República Popular (3° Plenario, 18 avo. CC, PCCh, noviembre 2013), con el objetivo de desatar los bolsones clausurados de productividad.

En primer lugar en el sistema financiero, que incluye la conversión de Shanghai en una zona de libre comercio, la aceleración de la libre convertibilidad del renminbi (RMB) y la plena integración del sistema productivo con el capitalismo más avanzado (principalmente a través del Acuerdo de Inversiones con Estados Unidos).

En el capitalismo, y en general en la modernidad, el futuro se vuelca al presente, y al hacerlo lo transforma. El presente ya se ha reconvertido en EE.UU. y ahora arrastra, por necesidad, al resto del mundo.

Fuente: Clarín, 19/10/14.

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El futuro de la Argentina

octubre 12, 2014

“Un futuro común: agro e industria en la Argentina”

Por Jorge Castro.

De exportación. Desde los 90, las transnacionales radicadas en el país empezaron a aumentar sus exportaciones industriales.

Desde los 90, las transnacionales radicadas en el país empezaron a aumentar sus exportaciones industriales.

En las condiciones de la nueva revolución industrial que ha surgido en el mundo avanzado en los últimos 10 años, no hay posibilidad de desarrollar la industria en la Argentina a través de una estrategia de sustitución de importaciones.

La alternativa para desarrollar la industria, y en general establecer una estrategia de desarrollo nacional sostenido y sustentable, es construir sobre los logros de la economía argentina en los últimos 20 años, que son básicamente dos: el surgimiento de un nuevo agro profundamente competitivo e integrado con el sistema industrial y de servicios; y el sector de la industria manufacturera que se ha volcado a las exportaciones, y que ya representa más de 30% del total. Este último grupo abarca tanto a empresas transnacionales radicadas en el país como a compañías de capital nacional.

Se ha desatado en el mundo avanzado una nueva revolución industrial, con eje en EE.UU. y Alemania, que fija nuevos estándares, cualitativamente superiores, de productividad y competitividad.

Este cambio tecnológico no tiene una naturaleza puramente cuantitativa en lo que se refiere al aumento de la productividad, sino que implica un momento disruptivo, de carácter sistémico, que modifica las condiciones de acumulación global.

Los rasgos del nuevo paradigma productivo son los siguientes: hay una extraordinaria capacidad de producción personalizada, propia de los requerimientos de un consumidor altamente sofisticado y poseedor de elevados niveles de ingresos, sumada a la aptitud para producir en masa y a escala global, característica de las anteriores fases de la revolución industrial.

La consecuencia es una caída vertical de la estructura de costos, que en el horizonte implica incluso la desaparición del factor laboral como elemento significativo del proceso de acumulación; y todo esto acompañado de un aumento excepcional de la productividad de todos los factores (PTF).

Por eso han surgido nuevas máquinas y herramientas de extraordinaria flexibilidad y precisión, cuyos costos son cada vez menores debido al cambio tecnológico acelerado, como es el caso de los equipos de impresión en tres dimensiones (3D) y del vuelco generalizado a la nanotecnología.

argentina-bandera-botonLa característica central del nuevo agro argentino surgido en los últimos 20 años es su extraordinario nivel de incremento de la productividad, que es la propia del capitalismo avanzado, en la que el tiempo le ha ganado la carrera al espacio y la producción ha adquirido un carácter global.

La productividad de las áreas agrícolas de la pampa húmeda argentina es equiparable a la del Medio Oeste norteamericano, y en lo que se refiere a la producción de soja ha sido superior en los últimos 10 años.

Este salto de productividad agrícola ha estado unido a una modificación de la naturaleza de la actividad: la producción agroalimentaria argentina se ha desterritorializado.

La renta agraria ha sido históricamente la renta del suelo, que es la que depende de la productividad de la superficie sembrada, por naturaleza desigual y estable. De ahí su denominación de “renta diferencial”.

A partir de 1991, en la Argentina ha surgido un nuevo modo de producción agrícola en que la productividad se incrementa por el juego de todos los factores de la producción, del cual el menos relevante es la propia actividad agraria, creadora de renta diferencial.

Ha surgido ahora un sistema interactivo, esencialmente urbano, que integra agro, industria y servicios; y en el que las empresas avanzadas se transforman de productores agrícolas en compañías de servicios.

Este sistema desterritorializado está profundamente vinculado, en términos estructurales, con la industria y los servicios; y constituye un conjunto integrado, en que el nuevo agro actúa como incentivador de la actividad y de la productividad de los otros sectores.

En la Argentina, el proceso de desarrollo industrial más allá del ámbito de la estrategia de sustitución de importaciones ya se ha desatado.

A partir de la década del 90, las empresas transnacionales (ETN) radicadas en el país han comenzado a aumentar significativamente sus exportaciones; y lo han hecho a través del sistema integrado transnacional de producción, núcleo estructural del capitalismo en el siglo XXI, que es el sector que experimenta en gran escala una nueva revolución industrial. Esta tendencia también es protagonizada por un grupo de grandes compañías de capital nacional.

Esta es una diferencia crucial con respecto a lo que ocurría en la etapa sustitutiva (1935-1976), en la que el objetivo de las trasnacionales era abastecer, prácticamente en forma exclusiva, el mercado doméstico.

Las ETN comenzaron a aumentar sus exportaciones 16,7% por año a partir de 1986/1991; y las especializadas en recursos naturales lo hicieron a un ritmo de 13,3% anual, en tanto que las sustitutivas alcanzaron una tasa todavía mayor (22,5% por año).

En este mismo período, las ETN aumentaron significativamente las compras de componentes importados, hasta alcanzar un nivel de más de 50% de sus insumos, lo que revela en forma nítida el proceso de transnacionalización de su producción y de integración en las cadenas globales de valor.

Por eso es que el saldo del comercio internacional de la industria manufacturera argentina ha sido, desde entonces y en forma creciente, ampliamente negativo, hasta llegar a un déficit en la balanza comercial industrial de US$32.000 millones en 2013 (2/3 de esa brecha negativa corresponde a la industria automotriz).

Un Estado activo, con una visión estratégica global de largo plazo, es la condición para desarrollar la industria argentina en las condiciones del siglo XXI.

Lo político y lo económico en el capitalismo son realidades internamente vinculadas por necesidad. La distinción entre lo económico y lo político es puramente analítica y, por lo tanto inexistente en el terreno de la experiencia histórica y de la acción política.

De ahí que la política, entendida en un sentido estratégico, sea cuestión de prioridades y no de ideologías y, sobre la base de distinguir entre lo esencial y lo accesorio, sea capaz de apostar todo a lo fundamental, mientras que descarta como irrelevante lo secundario.

Lo esencial en la Argentina hoy, en un contexto mundial excepcionalmente favorable, consiste en incentivar sus fortalezas tanto en el agro como en la industria, o mejor, en la unión indisoluble, estructural, entre ambos.

El objetivo es conseguir recursos y tiempo para reconvertir la totalidad de la estructura productiva, ante todo en la industria, y de esa forma enfrentar y resolver el problema social, en un mismo movimiento de transformación.

El desarrollo económico no tiene en el capitalismo un significado puramente cuantitativo. Es un fenómeno de naturaleza cualitativa, que consiste en el traslado de los factores (capital y trabajo) de las actividades de baja productividad a las de productividad más elevada (nuevas industrias).

Eso requiere un Estado activo, que incentive y resuelva las reformas estructurales, más allá del mantenimiento de las reglas de la estabilidad macroeconómica, que son una condición, pero no son una política.

Fuente: Clarín, 12/10/14.

Un futuro comun

El vacío geopolítico en Medio Oriente

octubre 5, 2014

Medio Oriente, en un gran vacío geopolítico

Por Jorge Castro.

Terror. Milicianos del Estado Islámico del Levante en acción/EFE

Terror. Milicianos del Estado Islámico del Levante en acción/EFE

Saqlawiyah, base militar iraquí situada a 28 km de Bagdad (3.000 soldados), fue sitiada durante 7 días en septiembre. De pronto, el domingo 21 al amanecer, se presentó una columna de Humvees con 300 milicianos del Estado Islámico (EI) que en tres horas arrasó el campo, provocando 500 muertos, además de 400 ejecutados en las 24 horas.

decapitaciones de ISISEl ejército iraquí no movió un dedo en defensa de sus camaradas, a pesar de que la División 26 (fuerza de elite) se encontraba a 10 km de la guarnición sitiada.

Abreviando: el ejército iraquí ha dejado de existir como fuerza combatiente, porque se ha desintegrado el Estado al que responde y esa relación de causalidad se despliega en todo el Levante árabe (Siria, Irak y Líbano). De ahí que ha surgido un inmenso vacío geopolítico en el corazón de la región más estratégica del planeta; y este gigantesco hoyo de absorción de energías es el que le otorga toda su extraordinaria letalidad a la ofensiva del islamismo militante.

EI es la expresión contemporánea del islamismo revolucionario, surgido de la explosión geopolítica de la revolución islámica de Irán (1979); y luego templado en el combate de Afganistán (1981-1989), los 10 años de ofensiva fundada en el terror contra EE.UU.(2001-2010) y los 3 años de guerra civil en Siria (2011-2014).

Por eso, esta guerra -la más relevante del sistema mundial- es de naturaleza esencialmente política y no militar; y en ella el Estado Islámico (EI) es un actor menor, de protagonismo secundario. La desintegración de las estructuras territoriales/estatales del Levante implica la culminación del proceso insurreccional del mundo árabe que comenzó en Túnez hace 4 años (17 de diciembre de 2010/“Primavera Árabe”), y que ha quebrado en forma irreversible el statu-quo en todas partes al mismo tiempo.

La “Primavera Árabe” encarnó en la región la aceleración del sistema mundial provocada por la nueva revolución tecnológica ( cloud computing ), que le ha otorgado un carácter superintensivo e hiperconectado, y convertido en un torrente horizontalizador que derrumba todas las estructuras políticas/estatales, y en el límite las arrasa.

La naturaleza del conflicto determina la estrategia capaz de enfrentarlo.

La cuestión clave es la contención de EI en sus límites actuales, quebrando su iniciativa. Allí, el punto central que todo lo decide, es impedir que se apodere de Bagdad, en cuya defensa pueden jugar un papel esencial las milicias chiítas y la Fuerza Quds (tropa de elite iraní).

La contención debe ser ofensiva, recuperando la libertad de acción, con ataques misilísticos, aéreos y de fuerzas especiales contra sus bases en Siria (Raqqap) e Irak (Mosul).

EE.UU. se ha comprometido en forma irreversible en su tercera guerra en Medio Oriente, y lo ha hecho en un conflicto carente de objetivos temporales. Es una guerra sin tiempo, que se desarrolla en un espacio reducido (la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates), sobre todo cuando desemboca en el Golfo Pérsico.

En esta región del planeta se ha desencadenado el más poderoso desafío desintegrador del sistema en esta parte del siglo, con la libertad de acción en manos de un islamismo militante de proyección global y praxis bélica de avanzada, de carácter técnico.

La irrupción de EE.UU. otorga al conflicto un carácter inmediatamente global; y revela inequívocamente el vacío de poder que ha surgido en el mundo tras la desaparición de la hegemonía unipolar estadounidense (1991-2009). El saldo de esta nueva situación histórica ha sido la ofensiva hasta ahora exitosa de los herederos de Osama Bin Laden, en un escalón históricamente superior de su desafío al sistema, que alcanzó su culminación en la etapa anterior con el derribo de las Torres Gemelas (11-09-2001). En Medio Oriente ha estallado un problema de gobernabilidad del sistema, no un desafío militar. Por eso su dimensión decisiva no está entre el Tigris y el Éufrates, sino en el espacio mundial.

Fuente: Clarín, 05/10/14.

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China se convierte en una economía digital

septiembre 28, 2014

China se convierte en una economía digital

Por Jorge Castro.

china-bandera-03China tiene 632 millones de usuarios de Internet, y son 700 millones los poseedores de Internet móvil (smartphones), que eran 380 millones en 2012. Esta cifra de smartphones muestra un grado de penetración inferior al norteamericano (54% vs. 69%), pero una rapidez en el incremento de la titularidad tres veces mayor.

El margen de crecimiento de Internet móvil es más de 50% anual.

El uso de Internet en China ha estado centrado hasta ahora en el consumo y los juegos (probablemente vinculado al hecho de que 80% de los usuarios tienen entre 18 y 29 años). En el Día de San Valentín (14 de febrero), las compras en Internet ascendieron a US$ 6.000 millones (RMB 36.000 millones), el doble que en igual fecha en EE.UU.

En los últimos 5 años, las empresas chinas han comenzado a volcar sus procesos y procedimientos en la red de redes; y 21% de ellas lo ha hecho directamente en la “nube” (cloud computing), la nueva plataforma de computación global.

Lo que importa en China no son las cifras, sino la tendencia que revelan. La economía digital abarcó 3,3% del PBI en 2010, trepó a 4,4% en 2013, sería 6% en 2015, para alcanzar luego a 22% en 2030. De esta manera, superó el año pasado a la de EE.UU., pero con un ritmo de expansión que la duplicaría en 2030. En la economía digital, el auge de la productividad tiene su correlato inverso en la caída de los costos laborales; y la estructura salarial tiende a disminuir, debido a que la principal forma de remuneración es crecientemente la participación en el paquete accionario.

El resultado implicaría un crecimiento del producto entre 7% y 22% en 2023 (McKinsey Global Institute). Lo decisivo no es el alza del PBI que acarrea la digitalización, sino la modificación de su naturaleza. Al menos la décima parte de las compañías que se han volcado la “nube”, está constituida por nuevos emprendedores de alta tecnología; y esta proporción se multiplicaría por 3, o quizá por 4, en 2030.

En ese caso, el auge de la productividad que provocaría sería mayor que el incremento del producto, en una proporción de 3 a 1.

Más de 75% de la población urbana tendría ingresos entre US$ 9.000 y US$ 34.000 anuales en 2022. Es la nueva clase media.

Esa franja era 4% de los habitantes de las ciudades en 2000 y trepó a 68% en 2012 (un alza de 160% en una década).

Esta es la base social de los 110 millones de turistas chinos que viajaron al exterior en 2013 (casi 50% lo hizo a Europa y EE.UU.), que serían 150 millones en 2018. Es el sustento sociológico del vuelco al emprendimiento de alta tecnología en Internet; y del paso de los juegos y el consumo a la creación de nichos productivos de alcance global.

Economía y política son fenómenos interna y necesariamente vinculados en el capitalismo. Este es, al mismo tiempo, un mecanismo de acumulación y un sistema de hegemonía.

Esto implica que la conversión de China en una sociedad de clase media, y sobre todo su transformación vía economía digital en una estructura de emprendimientos, acarrea inexorablemente la modificación de su sistema político. La lógica económica y política son distintas, pero su sentido es el mismo. Es imposible comprender a China si no se advierte la profunda legitimidad nacional y social de su sistema político y de su estructura de decisiones. Esta legitimidad surge de la capacidad del Partido Comunista chino, históricamente comprobada, de adelantarse a los acontecimientos y adaptarse a las nuevas realidades. Dice Deng Xiaoping: “Soy un aficionado en el campo económico; y he hecho algunas observaciones en ese terreno, pero todas desde el punto de vista político. Por ejemplo, propuse que China se abriera al mundo. En cuanto a los detalles y formas específicas, conozco muy poco”. Deng Xiaoping, el heredero de Mao, fue un ejemplo de capacidad de adaptación y de aptitud para adelantarse a los acontecimientos.

Fuente: Clarín, 28/09/14.

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El liderazgo de Estados Unidos

septiembre 21, 2014

EE.UU., a la cabeza de una nueva revolución

Por Jorge Castro.

Barack Obama. Líder de un país que espera tiempos aún mejores./EFE

Barack Obama

La economía norteamericana creció 4,2% anual en el segundo trimestre de 2014, con un producto industrial en que el índice de la actividad trepó a 59,6 (más de 50 es crecimiento), el mayor nivel en tres años, que equivale a una tasa de expansión anualizada de 6%.

Estos datos llevarían el crecimiento de EE.UU. a un nivel de 3,3% anual en 2014, que podría aumentar si los índices del tercer trimestre corroboran una tasa de 3,8% o quizás 4% anual. Lo sorprendente de la situación estadounidense es que estos datos excepcionales están encabezados por un aumento de la tasa de inversión de 8,4% anual, la mayor alza desde la crisis de 2008.

Los últimos 6 años han sido los de mayor rentabilidad de las compañías estadounidenses desde la década del ’30, como consecuencia del salto de productividad y de la constante reorganización empresaria, que ha implicado una reducción de la fuerza de trabajo de casi 30%.

Sólo entre 2007 y 2013, la tasa de ganancia de las firmas norteamericanas aumentó 23%; y el capital líquido inmediatamente disponible (cash flow) se elevó a U$S 2,1 billones en EE.UU., y a otros U$S 1,7 billones en el exterior.

Si los datos iniciales se confirman, la economía de EE.UU. crecería a partir de ahora a través del auge de la inversión en plantas y equipos, todos de alta tecnología, con el consiguiente aumento de la productividad. Lo propio de una expansión basada en el auge de la inversión y el alza de la productividad es que tenga como correlato una suba de la disparidad en los ingresos, de la desigualdad.

Entre 1989 y 2014, el porcentaje del ingreso del 3% de arriba de la población norteamericana ha aumentado 10 puntos (era 44,8% del total, y ahora es 54,4%), mientras que el 90% de abajo ha sufrido también una caída en sus ingresos de 10 puntos (33,2% vs. 24,7%); y esta tendencia doblemente divergente se ha profundizado en los últimos 6 años.

Lo notable de la expansión norteamericana es que la tasa de crecimiento potencial de largo plazo es ahora 1,6% anual, lo que implica una diferencia de 1,5/2,5 puntos con respecto a la tasa de crecimiento actual (4,2% anual); y esto sucede cuando la correlación entre el aumento del producto por hora trabajada (productividad) y el alza del PBI ha sido 0,78 en los últimos 50 años.

Caben dos posibilidades: o el alza potencial es mayor a la pautada, o la productividad real es muy superior a la registrada. En el segundo caso, habría en marcha un nuevo ciclo productivo, fundado en una nueva revolución tecnológica e industrial.

La regla en los mercados es que se adelantan a las tendencias que prevén. El Standard & Poor’s 500 superó la semana pasada su récord histórico de 2.000 puntos y Morgan Stanley estima que dejará atrás los 3.000 en los próximos cinco años.

El Nasdaq (índice de las empresas de alta tecnología) se apresta a superar los 5.000 puntos, un nivel mayor que el récord de la burbuja tecnológica de 2000, cuando alcanzó a 5.048,62, para luego caer en un foso de 1.114,11 puntos en octubre de 2002, tras su estallido.

Alibaba, la principal empresa de alta tecnología de China, cierra anticipadamente esta semana su oferta inicial de acciones (IPO) en Wall Street, porque ha recibido cuatro veces más capitales que los U$S 163.000 millones que ha puesto en juego.

Apple, la compañía fundada por Steve Jobs, acaba de lanzar hace 10 días el Iphone 6, y ha recibido ya 66 millones de compras anticipadas, la mitad en China.

A la cabeza del Nasdaq se encuentran Apple y Google, seguidos de Amazon y Facebook, con la continua presencia de Microsoft, Intel, Cisco, y Tesla (autos eléctricos), todas firmas norteamericanas.

El primer elemento de objetividad para comprender la economía estadounidense, y en general a EE.UU., consiste en guiarse por un alto nivel de admiración.

Fuente: The Wall Street Journal, 21/09/14.

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El impacto de la ‘nube’

septiembre 14, 2014

La producción mundial se vuelca a la “nube”.

Por Jorge Castro.

Se acelera la fragmentación del proceso productivo global como consecuencia directa de la emergencia de una nueva revolución industrial en el mundo avanzado, con epicentro en EE.UU. y Alemania. El sistema integrado transnacional de producción, constituido por 88.000 empresas transnacionales (ETN’s) y sus 600.000 asociadas o afiliadas en el mundo entero, es el núcleo estructural del capitalismo globalizado del siglo XXI; y también la línea fundamental de su desarrollo, el hilo rojo que atraviesa el proceso histórico más cargado de potencialidad y futuro.

Este mecanismo de acumulación global está siendo transformado en sus raíces por la incorporación acelerada de sus procesos y procedimientos a la revolución tecnológica de la “nube” (cloud computing), cuyo principal subproducto es la nueva revolución industrial. IBM Research calcula que prácticamente la totalidad de las grandes corporaciones transnacionales (con ingresos por más de US$ 20.000 millones anuales) han volcado sus procesos a la “nube”, y que 76% de las ubicadas entre US$ 1.000 millones y US$ 20.000 millones también lo han hecho. Por eso la producción industrial global que se procesa en la “nube” alcanzaría en 2020 un valor de US$ 241.000 millones, para duplicarse luego cada 5 años (+22% anual). De ahí que la fragmentación productiva se acelere cada vez más (+28% por año), con una caída de costos de 20% anual.

El intercambio dentro del sistema transnacional abarca 70% del comercio internacional; y los bienes intermedios (partes y componentes) representan 40% de la balanza mundial de manufacturas (60% en 2030). La consecuencia es que la relación comercio internacional/PBI global -que fija el grado de integración del sistema- ascendió a 62% en 2013 (era 39% en 1990); y el valor del comercio mundial supera ya US$ 22 billones.

La logística es la dimensión de las transacciones internacionales más transformada por la incorporación a la “nube” de la producción global. Davos estima que si las prácticas logísticas de Singapur -arquetipo de la productividad portuaria del planeta- son aplicadas en un 50% por el resto de los puertos del mundo, el PBI global daría un salto inmediato de 4,7%, 6 veces mayor que el que provocaría la eliminación de todas las tarifas de importación del sistema.

La nueva revolución industrial tiene un efecto paradójico en el sistema manufacturero transnacional, porque al mismo tiempo que multiplica la producción global, disminuye el flujo físico de los bienes transados.

La razón es que las técnicas de la nueva revolución industrial, ante todo la manufactura adictiva (3D), fabrica productos de extrema complejidad en la etapa final del mercado, lo que acarrea una caída más que proporcional del intercambio de bienes materiales, acompañada por una disminución todavía mayor de los costos de transacción.

La regla en el capitalismo es la eliminación de la distancia en el espacio, y ahora ese impulso es profundizado por el desplome vertical de la estructura de costos.

Los costos de la logística en América Latina representan 15%/30% del PBI; y en América del Sur implican entre 30% y 60% del precio final de los productos exportados.

Si el puerto de Santos adquiriera 30% de la eficacia logística de Singapur, el comercio internacional brasileño tendría una ganancia neta de US$ 1.400 millones por año. La mayor fuente de aumento de la productividad en el mundo contemporáneo deriva de la participación de las compañías en las cadenas globales de producción. En el caso de Estados Unidos -vanguardia del sistema- la productividad del sector transnacional representa 100% de la eficacia productiva estadounidense. Ese impacto transformador se intensifica ahora por el despliegue de la nueva revolución industrial, que recién se encuentra en su fase inicial.

Fuente: Clarín, 14/09/14.

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Estados Unidos lidera la nueva revolución industrial

junio 29, 2014

EE.UU. lidera la nueva revolución industrial.
Por Jorge Castro.

Jorge CastroLa nueva revolución industrial implica la digitalización completa de la manufactura; y se potencia en EE.UU. por la doble condición característica de la civilización estadounidense: es el núcleo de la innovación tecnológica del capitalismo -el país frontera del sistema, como lo ha sido en los últimos 150 años-; y es la cuna del sector decisivo de las empresas transnacionales (ETN’s), incluyendo la totalidad de las compañías de alta tecnología (Apple, Cisco, Microsoft, Amazon, entre otras). Así, 42% de las 88.000 ETN’s son norteamericanas; y éstas constituyen, junto con el 20% europeas, y el 25% de Asia y América Latina, el “sistema integrado transnacional de producción”, que es la estructura productiva del sistema capitalista en el siglo XXI.

Por eso, la economía norteamericana, y en especial el sector manufacturero, es inseparable de su proyección transnacional; y el crecimiento afuera de las ETN’s estadounidenses, es también su expansión adentro, sobre todo en la materia decisiva del incremento de la productividad.

Recíprocamente, el auge de la productividad doméstica, acelerada por la nueva revolución industrial, se manifiesta (es la causa efectiva) en la creciente presencia de las ETN’s norteamericanas en el mercado mundial.

Es lo que les permite mejorar su competitividad y ampliar las ganancias de mercado.

La primera regla de la transnacionalización productiva estadounidense es la siguiente: las ventas de las filiales de las ETN’s en el exterior son 4 veces superiores al nivel de las exportaciones realizadas desde territorio continental. Peterson Institute calcula que cada 10% de crecimiento de la producción de las ETN’s estadounidenses en el exterior, aumenta 6,2% el gasto doméstico en investigación y desarrollo (I&D), e incrementa la productividad de todos los factores (PTF) en un porcentaje superior.

La relación entre alza de la producción afuera y auge de la productividad adentro, abarca incluso el aumento de la fuerza laboral. Entre 1999 y 2009, el empleo de las ETN’s en el exterior aumentó 2,9 millones, mientras que disminuyó en 864.600 en el mercado doméstico.

Lo más importante de la nueva revolución industrial no es la disminución de la fuerza de trabajo, sino la creciente carencia de mano de obra suficientemente calificada que experimenta. Esta divergencia creciente implica que la disparidad será cada vez mayor a medida que se acelere la nueva revolución industrial. Aquí se encuentra la razón de fondo del aumento incesante de la desigualdad en los ingresos que experimenta hoy la sociedad estadounidense, y que pone en crisis el “sueño americano” de un mundo sin límites de oportunidades.

La manufactura ocupaba 28,4% de la fuerza de trabajo en 1960; y ha caído ahora a 8,8%. Entre 2000 y 2011, los empleos industriales declinaron de 17,3 millones a 11,6 millones (- 30%); y correlativamente, sólo que con sentido inverso, la productividad se expandió 4% por año (+ 1,6% anual en el conjunto de la economía). El canal que transforma lo imposible en posible en EE.UU. son las ETN’s, organizadas en el supercapitalismo del sistema integrado global de producción.

Su norma directiva es que las pautas de producción, innovación y calificación (reglas de competencia) son las mismas para todos los anillos de la cadena. Por eso, los sectores rezagados se ven forzados a converger hacia los más avanzados (convergencia estructural), o de lo contrario desaparecen del mercado.

En el marco de la nueva revolución industrial, el desarrollo capitalista es un gigantesco proceso de integración, cada vez más acelerado, en el que el punto hacia el que se orientan todos los actores es una frontera siempre móvil, en continua reinvención.

Esta tarea histórica (fijar una frontera en continuo movimiento) una vez más es un privilegio norteamericano, “(…) el país del mundo donde el futuro llega primero” (Tocqueville).

Fuente: Clarín, 29/06/14.

La industria china se vuelca a la robotización

junio 15, 2014

La industria china se vuelca a la robotización.
Por Jorge Castro.

Jorge CastroFoxconn, la mayor empresa manufacturera de alta tecnología de China, proveedora de Apple y Cisco, y en general del sector high-tech de EE.UU., emplea a 1,2 millones de trabajadores en 19 plantas, de las cuales 8 están establecidas en el exterior. Su nivel de ganancias promedio ha sido US$ 90.000 millones anuales en los últimos 10 años; y por eso resolvió en 2011 comprar un millón de robots a instalar en un plazo de tres años. La semana pasada, Foxconn informó que tras haber incorporado 300.000 robots en 2012 y una cifra similar en 2013, se apresta a concluir el objetivo previsto en el transcurso de 2014.

Los robots (equipos de producción automatizados) se instalan en nuevas plantas del interior del país, una de ellas con 192.000 trabajadores y otra con 100.000, todos ellos con un nivel superior de calificación. En los últimos 6 años, los salarios de los trabajadores de Foxconn han aumentado 30%/40% por año, y se prevé un alza similar en los próximos 5/10 años. La razón de este auge sistemático de los ingresos laborales es de orden demográfico. La fuerza de trabajo china deja de crecer en 2015, pero en el segmento de 14 a 29 años el retroceso ya ha comenzado, debido al efecto acumulado de la política de un solo hijo por pareja de los últimos 30 años.

El alza de los costos laborales tiene como contrapartida la caída vertical del precio de los equipos robotizados, y en general de los bienes de capital, que han disminuido 30/40% en los últimos 8 años, como consecuencia directa de la revolución tecnológica. El derrumbe de los precios de la industria robótica es de índole estructural. Revela su alejamiento de su origen mecánico y su vuelco a la instantaneidad electrónica. Esta modificación de la naturaleza de la industria robótica ha derivado en una flexibilidad extrema y en una tendencia a la reducción infinitesimal del tamaño (nanotecnología).

Por eso hoy en China el costo del capital es inferior al de la fuerza de trabajo y se acelera el proceso de sustitución, que adquiere carácter vertiginoso. La fuerza de trabajo china aumentó 82 millones en la década pasada (2000-2010) y 90 millones entre 1991 y 2000. En esta década (2010-2020) en cambio, el alza sería de 23 millones (una caída de -1,4% por año).

La industria es el sector más golpeado por esta disminución. Hoy ocupa a 225 millones de operarios, mientras que los servicios disponen de 290 millones de trabajadores. Foxconn adelanta la reconversión de la manufactura en la República Popular.

La utilización de robots por cada 10.000 trabajadores ha aumentado 210% entre 2008 y 2011. En EE.UU., la tasa de adopción ha sido 41% en este mismo período.

El gobierno chino practica la visión estratégica de Mao, que señaló que la única forma de conducir una tendencia es acelerarla. De ahí que prevea reducir en 50 millones la fuerza de trabajo manufacturera en los próximos 15 años, y otorgar al resto niveles de productividad convergentes con los norteamericanos.

Para entonces, esta reducción de la fuerza de trabajo industrial estaría acompañada por una población de más de 200 millones de graduados universitarios, cifra superior a la totalidad de la fuerza de trabajo estadounidense.

La acumulación de capital se realiza ahora en China a través del auge turboacelerado del conocimiento; y la parte orgánica de la acumulación (alza del capital constante sobre el variable) es sustituida por la “inteligencia colectiva”, imbuida en bienes de capital automatizados (robots). Foxconn lidera este cambio histórico-estructural. Esto no es un “progreso”, sino un punto de inflexión en la historia del capitalismo. La mayor empresa manufacturera del mundo adelanta el significado de la completa digitalización de la producción industrial y se convierte en el signo de una nueva época de la historia del mundo. Todo indica que el marco que separa lo posible de lo imposible se ha modificado en este año 2014.

Fuente: Clarín, 15/06/14.

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