La tasa de crecimiento potencial de los países avanzados ha caído más de la mitad, pasando de 2% anual en 2009/2010 al 1% por año, o menos.
Por Jorge Castro.
Estados Unidos y China, las dos superpotencias de la época, son a su vez las que encabezan la nueva revolución tecnológica. .
El principal resultado de los seis años de estancamiento experimentados por la economía mundial entre 2010 y 2016 ha sido que la tasa de crecimiento potencial de los países avanzados ha caído más de la mitad, pasando de 2% anual en 2009/2010 al 1% por año, o menos. Y en el caso de EE.UU. se orienta a caer todavía más, y sería 0.5% por año en 2025, inferior a la de Japón.
Esto se contrapone con el hecho de que la economía mundial volvió a crecer en los primeros 6 meses de 2017 (+4.3% anual en el segundo trimestre), lo que implica 3,5 puntos porcentuales por encima de la tendencia potencial de largo plazo.
La causa mayor de esta disminución ha sido el debilitamiento de la productividad de todos los factores (PTF), que se ha reducido a 0,5% anual en este período (en EE.UU. cayó a 0,2% por año en 2016).
El cálculo que hace la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) es que por cada 2 puntos de aceleración de la productividad de todos los factores (PTF) en los países avanzados – esencialmente EE.UU. – hay un crecimiento de 0,3 puntos porcentuales en el resto del sistema mundial que comercia con ellos.
La fuerza de trabajo declina en todo el mundo avanzado por el envejecimiento generalizado de la población y su disminución en términos absolutos. Por eso el aumento de la productividad depende ahora en forma prácticamente exclusiva del alza de la innovación (que es sólo PTF); y por lo tanto de lo que ocurra con el cambio tecnológico en los dos países centrales, que son EE.UU y China.
No hay cuestión más importante para el sistema capitalista en los primeros 20 años del siglo XXI que lo que ocurra en materia de cambio tecnológico en los 2 países más avanzados, y entre ellos. De esto depende la recuperación sostenida de la economía mundial o su fracaso.
El riesgo mayor que enfrenta la economía global en 2017 es que se produzca una ruptura entre las dos superpotencias de la época, que son a su vez las que encabezan la nueva revolución tecnológica, y que esto suceda bajo la forma de guerra comercial.
Esta ominosa eventualidad sumergiría a la economía mundial en un proceso de proteccionismo generalizado y de ruptura de los lazos internacionales, que hundiría sin alternativa la recuperación experimentada este año.
EE.UU. y China son las dos mayores economías del mundo. Entre ambas tienen un producto combinado de US$30 billones (EE.UU., US$18 billones y China, US$11,4 billones), que es la mitad del PBI mundial (US$67 billones).
Una guerra comercial entre EE.UU y la República Popular implicaría por necesidad la quiebra del proceso de integración mundial del capitalismo, que es el verdadero significado histórico de la globalización como fenómeno central de la época.
De ahí la importancia decisiva del pacto establecido por Donald Trump y Xi Jinping en Palm Beach, Florida (6 y 7 de abril de este año), en el que las dos superpotencias fijaron un acuerdo completo sobre comercio e inversiones, que se ha convertido en el nuevo punto fijo de los acontecimientos mundiales y la principal decisión política-estratégica de 2017.
La nueva revolución industrial (informatización completa de la manufactura y los servicios) implica el pleno despliegue de tres tecnologías fundamentales: Inteligencia artificial (AI), Internet de las Cosas (IoT), y robotización. EE.UU. tendría 5,2 robots por cada 1.000 trabajadores en 2025, lo que equivaldría a un aumento de la productividad de más del 30% en este período. Alemania prevé un porcentaje similar de incremento de la PTF por este mismo fenómeno (Industrie 4).
El mundo está en las vísperas de un extraordinario surplus de productividad. La única cuestión no es si va a acontecer, sino que se hace con él, como se lo redistribuye. La Reserva Federal de San Francisco señaló que la revolución tecnológica del procesamiento de la información (IT) fue responsable de un aumento de la productividad en la economía mundial de 3% anual entre 1990 y 2004.
Pero esta revolución tecnológica se agotó en 2004, y esto sumergió a la economía global en una fase depresiva que se acentuó a partir de la caída de Lehman Brothers en 2008.
Significa que la recuperación del crecimiento mundial en 2017 no tiene un carácter cíclico, sino estructural. Responde a una nueva revolución tecnológica (la “nube” o cloud computing), en la que convergen bajo la categoría de nueva revolución industrial las tres grandes tecnologías de la época (AI, IoT, robotización).
El crecimiento económico no es en el capitalismo un fenómeno agregado de tipo cuantitativo, sino una serie de saltos cualitativos que se despliegan a través de sucesivas revoluciones tecnológicas. El capitalismo es un sistema autoinducido de revolución permanente, altamente inestable por necesidad.
La recuperación de la economía mundial en 2017 es un fenómeno real, no monetario, de carácter cualitativo, que aumenta el producto potencial a través de un auge sostenido de la productividad de todos los factores.
El dólar registró ayer su mayor alza mundial diaria del año y la tasa de rendimiento de los bonos del Tesoro de EE.UU. trepó de 2,22 al 2,26% anual al difundirse cifras que muestran un sólido crecimiento del empleo en esa economía. Además, se filtraron datos sobre un plan impositivo de la administración Trump para bajarles cargas a las empresas.
El índice dólar, que lo compara con otras seis monedas, repuntó cerca de 1% (cerró en 93,774 unidades, máximo semanal) tras conocerse que los empleadores contrataron en julio a más trabajadores de lo estimado y elevaron 0,3% (2,5% en el año) sus salarios, dejando una señal que allanaría el camino para que la Reserva Federal se anime a comenzar a desarmar su enorme cartera de bonos, marcando el inicio del fin de la era de la hiperliquidez global. Los analistas esperaban que se creen 183.000 nuevos empleos el pasado mes. Pero se sumaron 209.000 nóminas no agrícolas y por mayor demanda en varios sectores. Además, el Departamento del Trabajo, que había reportado 222.000 nuevos empleos en junio, dijo ahora que habían sido 231.000. «La FED fijó una vara para arrancar con la normalización de su balance en septiembre. Las cifras de hoy la autorizan a avanzar con creces», juzgó Michael Feroli, de JPMorgan en Nueva York.
El mercado queda ahora a la expectativa de que ese organismo anuncie un plan para empezar a reducir su cartera de bonos y activos respaldados por hipotecas de US$ 4,2 billones en su próxima reunión.
Así se pondrá en marcha un período de cautela, aunque el 8° cierre récord consecutivo que marcó Wall Street ayer llame a engaño. Y cuidado: comienza a estar en peligro la demanda agregada que tanto impulsó a los mercados emergentes.
Lorena Canatarovici, dueña de la firma Denver, habló en PM sobre el furor de sus recetas, que le permitieron obtener ganancias por 2,5 millones de dólares a través de la venta de empanadas.
«Llegué con 300 dólares, una mochila y sin saber una palabra de inglés. Fui mesera por cuatro o cinco años, luego pasé a otro rubro y aprendí más del idioma pero extrañaba la dinámica de restaurante», contó Canatarovici.
«Empecé a hacer empanadas desde el 2008, me había quedado sin trabajo y comencé en casa. Las que más se venden son ‘la argentina’, con carne cortada a cuchillo; y la de choclo, muy cremosa, ésas son las dos más populares», explicó la emprendedora, que inició su negocio con una inversión de US$ 4000.
«Tengo dos locales bien ubicados, el tercero se abre en la próximas dos semanas y el cuarto el año que viene», remarcó la mujer, entusiasmada ante la respuesta de su creciente clientela.
Como estaba previsto, la Reserva Federal de los Estados Unidos decidió ayer subir la tasa de referencia por segunda vez en lo que va del año en 25 puntos básicos, quedando el corredor entre 1% y 1.25%. El mercado descontaba este evento con más de un 90% de probabilidades, a pesar de débiles datos de inflación que se habían dado a conocer por la mañana: la inflación headline fue de 1.9% durante el mes de mayo, quedando por debajo de las expectativas del mercado y del objetivo de la Fed, el cual se ubicaba en 2%. La inflación subyacente (excluye productos estacionales) marcó 1.7%, también por debajo de lo esperado.
Como muestra el gráfico, la tasa de inflación en los Estados Unidos había superado el 2% en los meses precedentes, aunque el último dato falló en alcanzar dicha meta. Este dato provocó marcadas caídas en el dólar contra las principales monedas del mundo.
La tasa de referencia de la Fed es una tasa de cortísimo plazo (un día), y tras el anuncio de Yellen generó un rebote en las tasas de corto plazo que habían colapsado tras los datos de inflación. Tal es el caso de la tasa de 2 años, que llegó a caer por debajo de 1.3%.
La tasa de 10 años continua colapsando: Opera actualmente en torno a 2.11%, y a medida que las tasa más cortan siguen al alza, se va reduciendo el spread entre los bonos de distintos tramos de la curva produciendo un flattening (o aplanamiento) de la curva, que preocupa a inversores respecto del riesgo de una contracción económica.
El spread entre la tasa de 10 y la de 2 años ha caído por debajo de 0.8%, quedando muy cerca de los mínimos de 2016. Se observa en el gráfico siguiente, la relación entre la tasa de 6 meses y la de 10 años, en un marco temporal mayor: Las últimas dos grandes caídas de los últimos 20 años (2000 y 2008), se dieron con tasas cortas convergiendo hacia las tasas largas, produciendo un aplanamiento casi total de la curva de rendimientos.
En las últimas tres subas de tasas de la Fed, la tasa de 10 años ha tenido un comportamiento distinto al actual: el mercado se anticipa al hike entre 10 y 20 ruedas previo a dicho evento, con un alza en las los rendimientos, y una vez que se daba a conocer la noticia, nuevamente las tasas a 10 años volvían a caer.
La tendencia al aplanamiento de la curva de rendimientos, como se puede divisar en los gráficos posteriores, coincidió con los últimos dos grandes picos: El cuadro de la izquierda muestra la forma de la curva, y el de la derecha, el S&P 500 (principal índice de acciones de los Estados Unidos).
En septiembre del año 2000 cuando comenzó a desinflarse la burbuja de las puntocom la curva de rendimientos se encontraba completamente aplanada (incluso invertida en algunos tramos) provocando ventas masivas en renta variable.
Algo similar sucedió en la última gran caída del S&P500, cuando también se encontraba aplanada, aunque desplazada algunos puntos más abajo.
Actualmente la curva todavía mantiene su pendiente positiva, aunque lentamente comienza a aplanarse: desde rendimientos del 1.3% a 2 años, 2.11% a 10 años y 2.78% a 30 años. Un potencial aplanamiento incrementaría el riesgo de recesión en la economía.
Mauro Mazza, Research en BullMarket Brokers, detalla esta lógica: “el hecho de que las curvas invertidas o aplanadas en los bonos del tesoro generen masivos sell-off, puede explicarse por dos motivos: el tradicional, vinculado al efecto que tiene la suba de las tasas de 3 a 5 años en la valuación de activos y documentos comerciales, que al aumentar las tasas de descuento debe bajar el valor actual, y uno operativo, (el más interesante), vinculado a como se estructuran los mercados del exterior: La mayor parte del volumen mundial consiste en un 70-30, sean fondos mutuales, hedge funds, carteras de fondos cerrados en paraísos fiscales, o sea perfil de riesgo ponderando renta fija y variable. La mayor parte de las tenencia de los fondos esta en bonos cortos. Si la tasa sube los bonos bajan de precio, si la renta variable no acompaña en la baja, las ponderaciones de riesgo cambian, y los fondos tienen un perfil de riesgo pre-determinado, eso genera en el mediano plazo una necesidad de adecuar el riesgo de la cartera vendiendo posiciones de riesgo y comprando más bonos. Por eso cuando comienza un desarme grande de renta variable la tasa de los bonos cortos y medios, de 3 meses a 5 años, comienza a bajar”.
Ford, la mayor empresa automotriz norteamericana después de General Motors (GM), tuvo una pérdida en sus ganancias (antes del pago de impuestos) de 43% en el primer trimestre de 2017.
A esto se suma el hecho de que el valor de su stock accionario ha experimentado una caída de más de 40% en los últimos 3 años; y esto ha ocurrido en el contexto de una disminución secular de su participación en el mercado estadounidense, que se ha reducido a la mitad desde el pico de 1970. Ha pasado de 30% a 15% del total en ese período, y lo mismo ha sucedido a escala global, donde su control del mercado internacional se ha reducido de 15% a 7%.
Hay que agregar que la tasa de inversiones en capital de Ford ha sufrido una caída de 20 puntos a contar de 2013, en comparación con la que obtuvo en igual etapa General Motors (GM), su principal rival y competidor.
Lo notable es que este debilitamiento estratégico ha tenido lugar cuando Ford ha logrado ganancias récord en 2015, y ha obtenido la segunda mejor performance de su historia en 2016, mientras experimentaba 3 años continuados de los mejores resultados financieros conseguidos desde la década del 30.
Ford enfrenta una marcada declinación de sus ventas en EE.UU. ante la creciente competencia de las automotrices asiáticas (japonesas y surcoreanas en primer lugar), y el desafío cada vez más vigoroso de los nuevos productores de unidades eléctricas y autónomas (sin conductor), sobre todo Tesla, cuyo valor de activos es ya superior en el mercado a los de la empresa fundada por Henry Ford hace 114 años.
Las automotrices asiáticas han ganado 14 puntos de participación en el mercado norteamericano en los últimos 15 años, y las europeas, primordialmente alemanas, algo menos (8 puntos).
Ford dispone de un fondo de inversiones de capitales líquidos por US$28.000 millones, que se apresta a lanzar, junto con una cifra similar a recaudar en el mercado, en el desarrollo de las nuevas tecnologías eléctricas y autónomas.
El desafío de Ford es múltiple, simultáneo, y convergente. Tiene que incrementar las ventas tradicionales y revertir la pérdida experimentada en el mercado estadounidense, mientras clausura o desactiva los sectores que ofrecen retornos negativos o declinantes, en tanto tiene que multiplicar las inversiones de capital en la industria del futuro, cuya rentabilidad es incierta; y todo esto debe hacerlo en un solo movimiento, caracterizado por la celeridad – la velocidad es esencial –, múltiple y coordinado.
El cierre de las actividades declinantes -por definición de baja productividad– que se ve forzada a realizar la gran empresa automotriz estadounidense tiene por objetivo liberar el capital necesario para realizar las nuevas y gigantescas inversiones en las actividades del futuro, que son ineludibles. Ford se apresta a lanzar inversiones por US$50.000 millones en los próximos 2 años.
La razón por la que la velocidad hace a la esencia de las decisiones que es necesario tomar de inmediato surge del hecho estructural del capitalismo de que EE.UU. y en general el mundo avanzado, incluyendo a China, se encuentra hoy en la fase inicial de una nueva revolución tecnológica y organizativa. Y el crecimiento económico no es en la acumulación capitalista un fenómeno cuantitativo de tipo agregado, sino que es el resultado de saltos cualitativos en el proceso de desarrollo capaces de aprovechar en todo su potencial las nuevas y profundamente disruptivas tecnologías.
Si Ford no lo hace, sus proveedores de robótica e inteligencia artificial (AI) lo harán por él, y se convertirá en una ensambladora rutinaria de componentes ajenos. En ese caso, pasaría de la vanguardia a la retaguardia del proceso de acumulación, y el siguiente paso sería la irrelevancia, la desaparición.
Tesla, el principal fabricante de unidades eléctricas en EE.UU., es la contracara de Ford. Su valor de mercado es US$5.000 millones superior al de Ford, y esto ocurre cuando vendió 100.000 unidades el año pasado, mientras que Ford colocó 12 veces más (1,34 millones). Tesla no tuvo ganancias en 2016 y Ford logró un récord histórico en 2015.
El caso Ford revela los desafíos que enfrentan las grandes empresas manufactureras norteamericanas ante la nueva revolución industrial, cuando el sistema productivo –originado en la segunda revolución industrial (1873/1940)– quedó definitivamente atrás, y los nuevos motores del crecimiento aún no han mostrado su rentabilidad.
Según Cisco, la nueva revolución industrial tiene en EE.UU. el siguiente significado: implica un incremento de valor de US$14 billones en 8 años (27% corresponde a la manufactura/US$3,88 billones), con una tasa de retorno de US$1,6 billones.
Por eso es que el gasto en capital se duplica en 10 años (pasaría de US$11 billones a US$24 billones en 2025), y cubriría entonces 25% de las actividades manufactureras (hoy es 10%).
Ford está en el medio de este vendaval económico y productivo.
Boom de la soja dispara exportaciones de EEUU y Brasil
Por Tatiana Freitas y Jeff Wilson.
The Washington Post.
.
Parece que al mundo nunca nunca le alcanza la soja.
Las exportaciones de Estados Unidos y Brasil, los mayores productores del mundo, están en su punto más alto en esta época del año, y a juzgar por la demanda también superarán los pronósticos oficiales para la temporada. Las abundantes cosechas dejaron los inventarios en sus máximos históricos, y los precios comenzaron a recuperarse después de que el mes pasado registrara el más más bajo en un año.
Esto se debe a que los suministros baratos satisfacen la demanda voraz de alimentos para ganado hechos de soja y aceite de soja para cocinar, especialmente en Asia.
(Bloomberg)
«La demanda es simplemente muy buena», dijo Dale Durchholz, analista de mercado de AgriVisor, con sede en Illinois. «La economía mundial está mejorando y, a medida que los salarios mejoran, los consumidores quieren más carne, lácteos y huevos. Los comerciantes (traders) subestimaron la demanda y se concentraron en la gran oferta».
En el primer trimestre, China, el mayor comprador, impulsó las importaciones de soja en un 20% más con respecto al año anterior, y el ritmo de producción es el doble de lo que era en 2010, según datos oficiales. El país tiene la mayor cantidad de cerdos del mundo y está utilizando más alimentos de soja después de que el gobierno impuso restricciones a las importaciones de una alternativa de maíz.
«China no quiere quedarse sin soja», dijo Pedro Dejneka, socio de MD Commodities, con sede en Chicago, que también tiene oficinas en Brasil. Dejneka dijo que las importaciones de China podrían llegar a 91 millones de toneladas métricas en el año fiscal que termina el 30 de septiembre, superando pronósticos del Departamento de Agricultura de EE.UU. que pronosticaban un récord de 88 millones. El año anterior las importaciones habían sido de 83,2 millones de toneladas métricas.
Las exportaciones de los EE.UU., el principal productor, han alcanzado el ritmo más alto en dos décadas, en una época del año en que los envíos suelen disminuir. La soja inspeccionada para exportación subió a 521.218 toneladas en la semana que terminó el 27 de abril, un 62% más que el año anterior y la mayor cantidad registrada en ese período desde 1997, según datos del gobierno.
Desde que comenzó la cosecha el 1º de septiembre, los envíos están 15% por encima del récord del año pasado, lo cual indica que el pronóstico del Departamento de Agricultura, de 55,1 millones de toneladas para la temporada completa, podría ser bajo. Pero China no es el único responsable. También aumentaron sus compras Indonesia, Tailandia, Pakistán, Corea del Sur, Bangladesh, Taiwán, Malasia, Vietnam, Egipto, los Países Bajos e incluso Canadá y México.
Este año se prevé que el mayor exportador sea Brasil. En los primeros cuatro meses de 2017, las exportaciones aumentaron a 27,7 millones de toneladas, un 17% más que el año anterior según el grupo de exportadores Anec. China representó 21,6 millones del total, un incremento de 18 por ciento.
«La demanda mundial de soja fue sorprendente en los últimos meses», y las expectativas para el año se están revisando porque «las importaciones chinas siguen siendo muy fuertes», dijo Vinicius Ito, analista de Ecom Trading en Nueva York.
Esto no significa que el superávit mundial esté por acabar. Los agricultores de Estados Unidos y Brasil, que juntos representan dos tercios de la producción mundial, tuvieron las cosechas más abundantes de su historia y el Departamento de Agricultura de EE.UU. pronosticó el mes pasado que las existencias mundiales subirán un 13% esta temporada: otro récord. Sólo en Estados Unidos, los inventarios se duplicarán para alcanzar su nivel más alto en 10 años.
El mes pasado la preocupación por el gran tamaño de las cosechas envió los precios de referencia a USD 9,2975 el bushel, el más bajo en un año. Pero todo ese suministro barato ha estimulado la compra, provocando una tendencia a la alza.
Sin embargo, muchos productores brasileños exportan menos debido a que los precios en reales son mucho más bajos que hace un año, lo que significa un aumento de los inventarios nacionales y menos competencia para los exportadores estadounidenses.
Hasta el 28 de abril, sólo el 51% de la cosecha brasileña había sido vendida, la menor cantidad en siete años y muy por debajo del promedio de cinco años (64%) para esa fecha, según Celeres, consultora de Uberlandia.
En Mato Grosso, el principal estado productor de Brasil, los agricultores están recibiendo unos 58 reales (USD 18,20) por un saco de 60 kilos cuyo costo de producción es de cerca de 55 reales, según Tarso Veloso, analista de Chicago AgResource Co.
«Tenemos una cosecha enorme, pero esta temporada definitivamente será menos lucrativa que la pasada», dijo Bartolomeu Pereira, un productor del estado de Goiás. «Los agricultores esperan precios gratificantes».
Los estadounidenses suelen cosechar de septiembre a noviembre y dominan el mercado de exportación hasta que comienzan a llegar los suministros brasileños más baratos, entre marzo y mayo. Pero este año los envíos estadounidenses han permanecido fuertes por un periodo mayor.
Cuesta más transportar soja desde Brasil hacia Asia y Europa que desde el Golfo de los Estados Unidos y los puertos del Noroeste. Un fortalecimiento del real frente al dólar también ha desalentado parte de las ventas brasileñas, y ha hecho más competitivas las reservas de Estados Unidos.
«Si nada cambia, es probable que los agricultores brasileños sigan acaparando la soja», dijo Lucas Brunetti, analista de Pine Research en San Paulo. Esto significaría menos exportaciones e inventarios más grandes de lo esperado, lo cual «bajaría los precios en Brasil la próxima temporada», dijo.
En un mundo cuyo nivel de deuda está en récord histórico, las tasas de interés se vuelven cada vez más relevantes. Y lo que viene pasando desde hace unos meses, es que todo indica que finalmente las tasas de interés han comenzado a subir. Esto, en el ámbito inmobiliario, tendrá consecuencias dramáticas porque se ha abusado desmedidamente del endeudamiento.
La deuda total global alcanzó el 325% del PBI mundial hacia fines de 2016. Esto incluye la deuda del sector hogares, de los estados soberanos, y también la deuda corporativa y la financiera. El total asciende a U$S 217 trillones de dólares (U$S 217.000.000.000.000). El aumento más pronunciado ha sido en la deuda de los estados soberanos que aumentó en U$S 5.3 trillones hasta llegar a los U$S 60 trillones.
En los Estados Unidos hay toda una industria cuyo motor para el funcionamiento es la deuda: la de los Real Estate Investment Trusts (REITs). ¿De qué se trata esta industria?
Un Real Estate Investment Trust (REIT) es una compañía que es dueña de activos inmobiliarios que producen renta. Un REIT se puede comprar y vender en la bolsa de los Estados Unidos al igual que cualquier acción.
Los REITs proveen todo tipo de flujos de fondos, diversificación y apreciación de capital de largo plazo. Típicamente distribuyen todo su ingreso gravable en forma de dividendos a sus accionistas, mientras que éstos pagan impuestos sobre los dividendos que reciben.
Los REITs permiten que una persona pueda invertir en grandes portafolios de diversas propiedades inmobiliarias. De la misma manera en que los accionistas de una compañía cobran dividendos, los accionistas de un REIT obtienen un dividendo proveniente de la renta que genera el portafolio de propiedades del REIT. Es una manera más práctica que tener que comprar las propiedades y encargarse de alquilarlas, y además permite tener una enorme diversificación.
¿Cómo funciona el endeudamiento para un REIT? Acá está la clave para entender por qué hay una burbuja en muchos de ellos. La mayoría de los REITs se han endeudado aprovechando tasas de financiamiento bajas, con el objetivo de comprar propiedades. Digamos que a lo largo de los últimos años los REITs se han vuelto muy inescrupulosos y compraron casi cualquier propiedad que ofreciera una renta anual al menos ALGO superior a la tasa de financiamiento.
¿En qué consistió “el truco”? Levantar nuevo capital cada seis meses, endeudarse para “apalancar” ese capital, comprar propiedades que tuvieran una renta algo superior al costo del financiamiento. El único objetivo de esto era engrosar los dividendos en efectivo ya que de esta manera el mercado iba aumentando la cotización de los REITs.
Luego de casi 35 años de bajas prácticamente ininterrumpidas, las tasas de interés están comenzando a subir lentamente:
El primer gráfico nos muestra que venimos de un ciclo de tasas de interés bajistas: desde 1980 a hasta mediados del 2016, las tasas cayeron consistentemente. Sin embargo, el segundo gráfico nos da la pauta de que esto puede estar cambiando: alcanza con ver que las tasas han subido de forma relevante en el último año.
Algo debe quedar claro: dado que el endeudamiento masivo de los REITs se tomó en general con muy poco margen (financiándose al 3% para invertir en algo que rendía el 4%), una pequeña suba en las tasas de interés puede ser demoledora para negocios que, en la arquitectura misma de su diseño, están fuertemente endeudados.
Hay un sector en especial cuyos precios han escalado hasta estar un 26,2% más caros que en el techo de la burbuja inmobiliaria.
Notemos que, desde el mínimo del 2009 (luego de haber caído un 40%), los precios subieron un 106% hasta el nivel de abril de este año.
China y EE.UU acuerdan equilibrar el comercio bilateral
Por Jorge Castro.
El encuentro Donald Trump / Xi Jinping en Palm Beach concluyó el 6/7 de abril con un acuerdo completo entre las dos superpotencias que fija el rumbo de los acontecimientos mundiales en los próximos 10 ó 15 años.
La posición norteamericana fue que el superávit comercial chino (US$340.000 millones, 2/3 del intercambio bilateral de US$ 560.000 millones en 2016), es “inaceptable”. La parte china coincidió con esta apreciación y agregó que ese desequilibrio le acarrea profundos trastornos macroeconómicos, sobre todo en la oferta monetaria y el alto nivel potencial de inflación. Frente a esto, Xi Jinping propuso un “Plan de 100 días” para reequilibrar el comercio bilateral.
El programa está centrado en el aumento de las exportaciones estadounidenses al mercado chino. Iría acompañado por una multiplicación de las inversiones de las transnacionales estadounidenses en sectores hasta ahora vedados de la República Popular (telecomunicaciones, mercados bursátiles, transporte, energía, finanzas).
También crecerían en forma inmediata las importaciones chinas de productos de EE.UU, y se intensificarían las inversiones de las compañías de la República Popular en el sector manufacturero estadounidense. China fue el año pasado el principal inversor extranjero en EE.UU (US$46.000 millones).
Reducir el superávit comercial chino implica disminuir su tasa de ahorro doméstico (48% del PBI) y aumentar el consumo individual.
Trump lanzaría este año un plan de infraestructura de US$1 billón hasta 2020, para actualizar la interconexión física norteamericana, que tiene un retraso de más de 20 años. Esto sucede cuando prácticamente no existen bienes públicos globales, salvo la “Ruta de la Seda”, cinturón de infraestructura de alta tecnología que conectaría a China con Europa Occidental a través de Asia Central y Rusia.
En la “Ruta de la Seda” se invirtieron más de US$60.000 millones en los últimos 3 años y completar el proyecto requeriría US$8 billones.
China se propone participar del plan de infraestructura norteamericano, con una inversión que abarcaría hasta 20% de lo presupuestado (aproximadamente US$200.000 millones). Lo puede hacer porque se ha convertido en la principal fuente de capitales del mundo. Las inversiones norteamericanas adquirirían un carácter cualitativo distinto si acceden, como ofreció Xi Jinping, a los mercados bursátiles chinos, que son los mayores del mundo y están todavía desconectados del sistema mundial.
El stock de capital de estos mercados asciende a 41% del PBI (US$4,6 billones), y el objetivo chino es que adquieran los niveles norteamericanos, donde alcanzan –Wall Street mediante– a 243% del producto.
Wilbur Ross, secretario de Comercio y mano derecha de Trump en esta negociación, dijo que la propuesta china constituye “… un cambio oceánico” en la relación entre los dos países.
El 6/7 de abril comenzó una nueva fase de la globalización, más inclusiva e innovadora que la de los últimos 40 años. Notoriamente, la iniciativa está en manos de China. Revela que es el nuevo eje del proceso de acumulación global y lidera el desarrollo capitalista del siglo XXI.
EE.UU ha sido el gran perdedor del proceso de globalización. En este período, especialmente a partir de 2001 (ingreso de China a la OMC) experimentó una ruinosa desindustrialización, con una alta pérdida de puestos de trabajo de baja calificación, una extrema acentuación de la desigualdad social y la quiebra material del “Sueño Americano”.
“La globalización es una espada de doble filo”, dijo Xi Jinping en Davos, que intensifica la integración del sistema, pero destruye a amplios sectores sociales. Atrás quedó la unipolaridad hegemónica de EE.UU, agotada con el colapso de Lehman Bross. en septiembre de 2008. Lo que viene se sustenta en el pleno despliegue de la nueva revolución industrial. “La política es el arte de conducir lo inevitable”, dice De Gaulle.
La Reserva Federal sube los tipos de interés por segunda vez en tres meses
FED, la Reserva Federal. .
Es la primera vez que ocurre desde que Trump asumió la presidencia el 20 de enero.
La Fed apuntó a otras dos subidas de tipos adicionales a lo largo de 2017 y remarcó que el ritmo de ajuste será «gradual».
La presidenta Janet Yellen apuntó que se debe a un estímulo fiscal de Trump.
La Reserva Federal (Fed) elevó este miércoles un 0,25% los tipos de interés en EE UU al rango de entre 0,75% y 1%, en un movimiento esperado por los mercados y que supone el segundo ajuste monetario en tres meses y el primero desde la llegada a la Casa Blanca del presidente Donald Trump el pasado 20 de enero.
En su comunicado tras la reunión de dos días sobre política monetaria, la Fed apuntó a otras dos subidas de tipos adicionales a lo largo de 2017 y remarcó que el ritmo de ajuste será «gradual».
El banco central dirigido por Janet Yellen había realizado un ajuste previo en diciembre, también de un cuarto de punto, cuando el precio del dinero se situó en el rango de entre el 0,50% y el 0,75%.
Tras el encuentro de esta semana, la Fed presentó sus nuevas previsiones macroeconómicas para Estados Unidos, que apenas muestran cambios respecto a las divulgadas en diciembre.
Un crecimiento de un 2,1% en 2017
Para este año, prevé un crecimiento económico del 2,1% en EE UU, la misma tasa que para 2018, mientras que el desempleo cerrará el año en el 4,5 %, apenas dos décimas menos que la cifra actual del 4,7%.
La inflación, por su lado, será del 1,9% en 2017 y el 2% en 2018, en sintonía con el objetivo inflacionario de la Fed. «El mercado laboral ha seguido fortaleciéndose y la actividad económica continúa expandiéndose a un ritmo moderado», señaló el comunicado del banco central de EE UU.
La decisión se tomó con nueve votos a favor y uno en contra, el de Neel Kashkari, presidente de la Fed de Mineápolis, que respaldó mantener los niveles de tipos previos.
Un estímulo fiscal
La presidenta de la Reserva, Janet Yellen, aseguró que la subida responde al fortalecimiento de la economía del país, a la vez que señaló que aún existe «gran incertidumbre» sobre la política fiscal del nuevo presidente estadounidense Trump.
Yellen rechazó que la decisión de la Fed suponga «una respuesta preventiva ante futuros movimientos en la política fiscal», y agregó que existe aún «una gran incertidumbre sobre la cadencia y volumen de estos cambios».
Trump tiene defectos que quizás acaben con él, pero en hipocresía le ganan sus enemigos.
Por Hermann Tertsch.
Paola Benefo.
.
El diario New York Times publicaba ayer en primera página un largo artículo sobre el drama de la deportación de los padres de una estudiante ghanesa llamada Paola Benefo. Se titulaba “Cómo se siente uno cuando sus padres son deportados”. No hace falta leer más que el título para saber la respuesta de cualquier lector decente y compasivo.
¿Cómo se va uno a sentir? Terriblemente mal. Había que empezar al menos el artículo para enterarse de que la madre de la estudiante fue deportada hace un año. Y que su padre ya había sido deportado un par de años antes, porque también había llegado con visado de turista a Estados Unidos que había caducado años atrás. Y ambos eran muy conscientes de que residían allí ilegalmente.
Lo cierto es que padre y madre fueron deportados bajo la administración de Barack Obama. Como otros 2.8 millones de residentes ilegales. Vienen a ser unos mil al día repartidos en los ocho años del presidente idolatrado por las ONG y los profesionales del humanitarismo mundial.
Es curioso que estos casi tres millones de deportados no generaran ni un solo titular escandaloso en la prensa norteamericana. Como también resulta bastante sorprendente que la estudiante Paola Benefo no se pusiera a escribir sobre el drama de la deportación cuando fue deportado su padre. Ni cuando corrió la suerte su madre, siempre bajo Obama. Sorprende tanto como que el NYT, que durante ocho años consideró que su deber periodístico no era fiscalizar al poder sino actuar como su socio y abogado defensor, creyera oportuno publicar en primera con gran relieve un artículo sobre el drama de la deportación ahora con Trump y no con Obama cuando sucedieron los hechos relatados.
La pobre estudiante tenía que hacer todo un regate argumentativo para explicar que ahora será peor, aunque sus padres fueran deportados antes. Porque en principio, escribe la buena de Paola, Obama solo deportaba a ilegales con graves delitos a sus espaldas. Aunque al menos con sus padres se equivocó la maquinaria del beatífico presidente negro.
Inocentes, fueron deportados de forma inapelable por Obama como otros 2.8 millones. Claro que afirmar que, salvo los padres de Paola, los 2.8 millones eran ilegales con graves crímenes a sus espaldas sería dar la razón a los peores halcones racistas, que, según el guión del buenismo internacional, han de militar en las filas de Trump. Menudo lío. Porque por otro lado negarlo sería reconocer que Obama también ha deportado a inmigrante ilegales por exactamente las mismas razones que lo empieza a hacer ahora Donald Trump. Y sería reconocer también que Trump ha de darse prisa para superar en deportaciones al piadoso y solidario Obama. A ese presidente que parecía pasar las tardes, no jugando al golf con multimillonarios en Martha’s Vineyard , sino con Michelle y las dos niñas, rezando para que Dios les permitiera dar cobijo a más hermanos mexicanos, centroamericanos y de todos los rincones de este mundo en el que ejercía de elocuente autoridad moral global.
Los medios ahora reprochan a Trump que no vaya a la Gala de Corresponsales. Donde le esperan quienes le insultan, quienes propugnan un golpe de Estado para derribarle, quienes llaman al desacato para sabotearlo, quienes le desean la muerte por derrame cerebral o por asesinato, quienes pasan el día injuriando y vertiendo vejaciones contra su mujer y agreden y ridiculizan a su hijo menor de edad.
Trump tiene una montaña de defectos. Y puede que algunos acaben finalmente con él. Pero no parece ser muy dado a la hipocresía. Eso se lo deja al New York Times, al periodismo de ambos lados del Atlántico y a la Gala de los Oscar.
Hermann Tertsch @hermanntertsch Periodista español. Columnista del ABC de España. Comentarista de Televisión.