La Fed proporciona una inesperada ayuda al dólar

agosto 12, 2011

La Fed proporciona una inesperada ayuda al dólar

Por Nicholas Hastings

 

LONDRES (Dow Jones) – Regreso al refugio conocido.

Eso es lo que los inversionistas harán ahora que las preocupaciones sobre la recuperación mundial se intesifican, y el riesgo, nuevamente, ya no está sobre la mesa.

El problema es que en esta oportunidad hay menos paraísos seguros para elegir.

Con las amenazas del Banco de Japón y el Banco Nacional de Suiza de más intervenciones para limitar la apreciación del yen y el franco, los inversionistas posiblemente asuman una actitud más cautelosa hacia esas monedas.

Pese a la rebaja en la calificación del crédito de Estados Unidos, pese al riesgo de un mayor expansionismo cuantitativo y pese a la decepción sobre la tasa de la recuperación económica de Estados Unidos, sólo queda una opción real para ellos: el dólar.

Sí, aún circulan rumores de que los grandes bancos centrales continuarán diversificándose en euros. Pero lo harán bajo su responsabilidad. El futuro de la moneda única aún está lejos de estar asegurado y con países como Francia cayendo ahora bajo el microscopio, la amenaza de una cesación de pagos no se ha eliminado.

La libra esterlina ha sido promovida al club de los paraísos seguros como consecuencia de la disciplina fiscal implementada por el gobierno. No obstante, las dudas sobre si esta disciplina fiscal puede ser preservada mientras la economía se desacelera, y las turbulencias sociales se convierten en centro de atención, bien pueden relegar a la libra a un segundo plano.

La evidencia de que los inversionistas no están preparados para descartar al dólar se produjo el martes, cuando la Reserva Federal admitió que las tasas de interés deberán permanecer bajas hasta el 2013, y que aún podrían adoptarse nuevas medidas expansionistas.

El impacto sobre el dólar debería haber sido negativo. Pero, dejando de lado un cortocircuito prematuro, este no fue el caso.

Los mercados de dinero de Estados Unidos han descontado hace tiempo un período prolongado de tasas de interés bajas, y las sugerencias de la necesidad de un mayor expansionismo cuantitativo difícilmente resulten novedosas.

Los mercados de acciones de todo el mundo posiblemente se hayan sentido más cómodos con las perspectivas de menores costos de endeudamiento pero, en cambio, los inversionistas parecieron quedarse con los comentarios de la Fed admitiendo que las perspectivas económicas se habían deteriorado.

Su reacción fue simple, hacer retroceder la embestida del riesgo y dedicarse a buscar paraísos incluso más seguros.

Los rendimientos de los bonos del Tesoro de Estados Unidos fueron impulsados a nuevos mínimos récord debido a que los mercados de bonos se vieron nuevamente favorecidos y, en monedas, las de mayores rendimientos cayeron bajo una renovada presión de venta.

En otras palabras, los temores sobre la recuperación mundial -o la ausencia de ella- están nuevamente rondando en los pasillos del mundo de las inversiones.

Y gran parte de ellos parecen justificados.

Además de la desaceleración que experimenta la mayoría de las grandes economías occidentales, también hay una desaceleración en China, de la cual ya no se puede esperar que saque al resto del mundo de la recesión.

Datos recientes muestran que una desafortunada combinación de mayor inflación y un menor crecimiento ponen en su camino una política monetaria más restrictiva, mientras China trata de frenar una inflación que se le está yendo de las manos.

Por lo que los inversionistas mundiales que antes probablemente estaban inclinados a buscar una alternativa en cualquier parte, ahora posiblemente regresen al dólar.

Esto debería ayudar al índice de la moneda, que se ha desplazado en un estrecho rango de operaciones desde mediados de mayo, a posiblemente saltar al alza y comenzar a revertir parte de sus pérdidas de más largo plazo en los próximos meses.
Fuente: The Wall Street Journal, 12/08/11.

El rico y su connotación negativa

agosto 12, 2011

El rico y su connotación negativa

Por Hugo N. Vera Ojeda

 

Increíblemente, uno de los aspectos más denostados del ser humano en toda su historia, no fue una conducta determinada, justa o injusta, sino una condición: el de ser rico. Muchos prejuicios se han construido en torno a él y parten hasta de religiones que de cierta forma, dotan al cuestionamiento de cierta autoridad.

Precisamente este fenómeno se denomina síndrome de Amós en referencia a uno de los 12 profetas menores de Israel de los tiempos del reinado de Jeroboam II (783 a.C – 743 a. C.) Amós escribiría uno de los libros de la biblia que lleva su nombre y su doctrina se basaba en que el lujo de los ricos, era un insulto para los pobres. El esplendor del culto encubría el rechazo a Dios y la opresión del prójimo. Pero Amós, solo es un icono en ese sentido, la religiosidad en sí, está minada de prejuicios en contra de la riqueza y por ende en contra del rico. Peor aún, básicamente posiciona a la pobreza como un valor, aunque muchos se apuraron en sostener que humildad no es sinónimo de pobreza. No obstante, por citar un ejemplo, es famosa la sentencia de que “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al Reino de los Cielos” del Nuevo Testamento, específicamente en el evangelio de Mateo. Mt 19, 24 Por más que existen algunos que sostienen que esas palabras han sido sacadas de contexto, la interpretación dada fue lo que literalmente se expresaba y fue así durante siglos.

Por su parte San Pablo afirmaba “la raíz de todos los males es el afán de dinero y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores» Tim 6, 9-10. A esto podemos sumarle también la connotación surgida por el nivel de condena que alcanzaron rango de pecados capitales, la avaricia y la codicia. Esta ha formado terribles confusiones a no pocas personas, que por el solo hecho de un deseo de progreso, no podían precisar si estaban ante un hecho de codicia, o en el caso de guardar su dinero en ahorros era un acto de avaricia. Pero no solo las religiones han construido una connotación negativa al hecho en sí, encasillándolo dentro de una clase. Muchos pensadores, filósofos, políticos y personas con cualquier titulo, contribuyeron y mucho a la condena de ser rico, lo que lo dotó de una profunda falacia de autoridad. Platón aportaba lo suyo sosteniendo que «Es imposible que un hombre extraordinariamente bueno sea a la vez extraordinariamente rico». François Fourier por su lado, sentenciaba que el comercio era la fuente de todos los males y el rico el producto más perverso de ese sistema

La consecuencia de esto, es que se ha llegado incluso más allá de una simple condena moral y lo que es peor, en muchos casos, se ha formado incluso un sentimiento de culpa en quien llega a cierto nivel de riqueza. La misma no es casualidad y todos los estudios partieron de una premisa común: la supuesta inmoralidad. El razonamiento sobre la inmoralidad de la riqueza, dio nacimiento a una persecución Dioclesiana en contra de quienes comenzaban a enriquecerse. De hecho la palabra “lucro” tiene una profunda connotación negativa, tanto que muchos tratan de no mencionarlo, sosteniendo que tal o cual actividad, lo hacen por altruismo o desinteresadamente para ocultar que buscan efectivamente una ganancia. Desde antigua data se ha sostenido erróneamente que el lucro determinaba una perdida para alguien. En ese sentido el conocido dogma de Montaigne, sostenía, que la riqueza de los ricos es causa de la pobreza de los pobres. Esta creencia consideraba a la riqueza solo en el aspecto monetario. Es decir si alguien compra un producto por 100 dólares, esa es la cantidad que se empobrece y quien lo recibe, se enriquece en detrimento de este. Este ataque inmisericorde hacia quienes lograban asir riquezas, dejaría una nefasta impronta aun hasta nuestros días, de que toda riqueza importa un crimen, tal cual como reza la famosa frase de Honore Balzac. De allí que el ser rico inmediatamente induce a muchos a pensar de que se trata de un delincuente. Es más, la falsa percepción ha encasillado literalmente como delito algunos aspectos del proceso de enriquecimiento, como el libre comercio entre personas de diferentes países, como el caso del contrabando. Es dable destacar que el hecho hizo merecer que quien se esfuerza por comerciar y obtener mayores beneficios sea descalificado como delincuente, que de hecho lo es, pero no por justicia, sino porque así lo determinan algunas políticas públicas sustentados en falsas creencias de que el comercio entre las personas, perjudica a los estados, lo que constituye la base del proteccionismo como principio.

Hoy se tiene todo tipo de legislaciones que, inspirados en esos terribles dogmas, penalizan el enriquecimiento, ya sea con impuestos, trabas, aranceles, extorsión y hasta con la mismísima legislación penal como el caso del llamado enriquecimiento ilícito, que adolece de terribles anomalías al principio de legalidad para ocupar un rango en la legislación penal, pues no juzga una determinada conducta sino un resultado, como el ser rico. Esto debido a la imposibilidad material de determinar las causas que llevaron a ese estado, haciéndola fácil y juzgar solo la consecuencia, siendo este el único caso en todo el ordenamiento penal. Además de otros aspectos como el nacimiento de la norma, que adolece de formalidad y la inversión de la prueba, pues es quien es encontrado rico, quien debe probar su fortuna y no quien lo acusa. Este constituye un solo grano de arena en todo el universo que se ha construido para llegar a la construcción de la idea de la inmoralidad de la condición de rico, cuando debería ser la conducta la que determine la inmoralidad o injusticia de algo. De hecho hasta adivinaría que pensó que un rico me ha pagado para escribir esto…. ojala!

Fuente: www.fundacionlibertad.org.py      Agosto 2011

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Información complementaria:

 

Amós era un pastor y productor de higos en Técoa, en el límite del desierto de Judá (Amos 1:1). Fue profeta en Israel, el Reino del Norte, durante el reinado de Jeroboam II (783 a.C743 a. C.). Escribió el libro de la Biblia que lleva su nombre. Se le considera uno de los Doce Profetas a quienes se denomina «profetas menores» por la brevedad de sus libros (mas no por su calidad).

Su país pasaba por un período de prosperidad y el reino se enriquecía y extendía, el culto religioso ganaba en esplendor, pero esto contrastaba con la miseria del pueblo. El lujo de los grandes era un insulto para miles de pobres. El esplendor del culto encubría el rechazo a Dios y la opresión del prójimo.

Amós, con la rudeza y estilo directo de un pastor e inspirado por la fidelidad a Yahveh, condenó la corrupción de las elites, la injusticia social y el ritualismo ajeno al compromiso de vida, anunciando el fin de Israel. Acusado por el sacerdote Amasías de conspirar contra el rey (Amós 7:10-11), fue expulsado del templo de Betel (Amós 7:12-13). Según el apócrifo Vida de los Profetas fue herido en la cabeza por un hijo de Amasías, a consecuencia de lo cual murió al llegar a su tierra.

 

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Creso (en griego Κροισσος, Kroissos), último rey de Lidia (entre el 560 y el 546 a. C.),[1] de la dinastía Mermnada, su reinado estuvo marcado por los placeres, la guerra y las artes.

Creso nació hacia el 595 a. C.. Al morir su padre Aliates de Lidia en el 560 a. C., Creso conquistó Panfilia, Misia y Frigia; en definitiva, sometió a todas las ciudades griegas de Anatolia hasta el río Halys (salvo Mileto), a las que hizo importantes donaciones para sus templos. Debido a la gran riqueza y prosperidad de su país, de él se decía que era el hombre más rico en su tiempo.

Ante el inquietante avance de Ciro II de Persia, Creso envió un mensajero al Oráculo de Delfos, que le respondió que si conducía un ejército hacia el Este y cruzaba el río Halys, destruiría un imperio. Alentado por el oráculo, Creso organizó una alianza con Nabónido de Babilonia, Amosis II de Egipto y la ciudad griega de Esparta. Sin embargo, las fuerzas persas derrotaron a la coalición en Capadocia, en la batalla del río Halys (547 a. C.). De esta manera se cumplió el vaticinio: por culpa de Creso y su creencia en los oráculos, se había destruido su propio imperio lidio.

 

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Argentina: El interminable fraude del INDEC

agosto 11, 2011

Según el INDEC, con la misma plata se compra el doble que hace 4 años

Surge de medir las ventas en shoppings y supermercados con la inflación oficial.

Por Ismael Bermúdez

 

Las cifras del INDEC produjeron un nuevo “milagro” económico: el poder de compra se duplicó respecto de hace 4 años. Según esa lógica, hoy es posible salir del supermercado con dos changuitos casi repletos de alimentos, bebidas, artículos de limpieza o de tocador pagando la misma plata que hace cuatro años se necesitaba para llenar uno. También sería posible comprar en los shopping centers el doble de productos que en aquel momento.

Así, según las cifras oficiales, entre junio de 2007 e igual mes de 2011, medidas en pesos corrientes, las ventas de los supermercados aumentaron un 153%: pasaron de $ 2.580 millones a $ 6.542 millones con apenas un 13% de nuevas bocas de expendio. Y como el INDEC calculó que en ese lapso los precios subieron solamente 30,8% , las cantidades vendidas crecieron más del 90%.

Uno de los sectores más beneficiados serían los asalariados, ya que en promedio, según el INDEC, los sueldos aumentaron 130% . Traducido a cantidades o pesos constantes, esto significa que los trabajadores -privados o estatales, en blanco o en negro- con sus salarios actuales compran un 75% más que 4 años atrás .

Más ventajosa sería la situación con las compras en los shoppings, que vendieron en junio pasado por $ 1.343 millones, cuando en igual mes de 2007 apenas sumaron $ 529 millones. En pesos corrientes, las ventas crecieron un 154% y los precios sólo el 22,5%. Resultado: en cantidades o pesos constantes, el incremento real habría sido del 107%, más del doble .

Lógicamente este “milagro” se da sólo con las estadísticas del INDEC. Las conclusiones son muy distintas si a las ventas en pesos nominales que informan los supermercados y shoppings se les deducen o deflactan los precios que registran las mediciones oficiales provinciales y que, en promedio, trepan al 135%.

En ese caso, los supermercados y centros comerciales habrían registrado las mismas cantidades vendidas o apenas un poco más . Y los asalariados estarían haciendo sus compras en el supermercado casi con el mismo changuito que 4 años atrás.

Sin tener todavía estas estadísticas a mano, casi inmediatamente después que fuera “intervenida” el área de precios del INDEC, Hugo Moyano acuñó la famosa frase de que los sindicatos discutirían las subas salariales en las paritarias no con el IPC del INDEC sino con el índice de precios “de las amas de casa en los supermercados” . Y estuvo en lo cierto porque de lo contrario, hoy el trabajador saldría del supermercado con un mini-changuito. Más aún, en muchos convenios salarios, homologados por el Ministerio de Trabajo, empresarios y sindicatos acordaron reajustar los sueldos en base al IPC de Graciela Bevacqua, la desplazada directora del INDEC, multada y querellada penalmente por la Secretaria de Comercio.

Los abultados porcentajes de cantidades vendidas en supermercados y shoppings se trasladan a otras estadísticas oficiales , como a cuentas nacionales, el cálculo del PBI real o la generación del ingreso. Y así el “milagro” del consumo se extiende a otros sectores.
Fuente: Clarín, 11/08/11.

Más información sobre el escandaloso fraude estadístico en Argentina:

https://www.economiapersonal.com.ar/2011/06/21/argentina-el-fraude-estadistico-del-indec/

https://www.economiapersonal.com.ar/2011/06/09/argentina-entrevista-a-javier-gonzalez-fraga/

https://www.economiapersonal.com.ar/2011/05/14/argentina-la-estafa-estadistica/

https://www.economiapersonal.com.ar/2011/05/06/%c2%bfde-que-se-rie-el-ministro-suizo/


Guillermo Moreno, artífice de la estafa del INDEC

Tratar de adivinar las fluctuaciones del mercado no es para todos

agosto 11, 2011

Tratar de adivinar las fluctuaciones del mercado no es para todos

Por Charles Passy y Alyssa Abkowitz

 

Hace una semana, Jody Young, un socio gerente de la firma de asesoramiento patrimonial Atlanta Capital Group, empezó a vender las acciones de sus clientes —primero títulos europeos, luego empresas nacionales de pequeña capitalización bursátil y, finalmente, fondos mutuos. El jueves, cuando el mercado empezó a desplomarse, Young había sacado fuera de la bolsa una considerable cantidad del total de US$650 millones que gestiona, reduciendo las posiciones de sus clientes en acciones de 60% a 25%. Según sus propias estimaciones, sus clientes se ahorraron al menos US$30 millones.

Por el momento, Young y otros asesores que vendieron correctamente en anticipación a la carnicería de los mercados parecen genios. Y sus movimientos contribuyen a afirmar la evidencia de que muchos inversionistas profesionales están alejándose de la tradicional escuela de inversión del esperar a que pase. «No creo que este sea un mercado de comprar y mantener», explica Joe Duran, presidente ejecutivo la firma de inversión United Capital Financial Advisers, que tiene US$15.000 millones en activos bajo su cuidado.

Para dejar las cosas claras, muchos asesores dicen que abandonar ahora es precisamente la estrategia equivocada, especialmente tras la caída de 634 puntos del índice Dow el lunes. Pero Duran, que dice que ha estado cambiando posiciones de clientes a efectivo, tiene como objetivo evitar un «reinicio» de lo ocurrido en 2008-09, cuando los clientes permanecieron en el mercado de acciones y pagaron un precio por ello. La jerga de la industria para la adopción de un enfoque más ajustado a las circunstancias del momento es «gestión táctica». En un sondeo hecho a principios de año por la aseguradora Jefferson National, alrededor de dos tercios de los asesores dijeron que planeaban usarla con más frecuencia.

Incluso los asesores que en el pasado se habían comprometido con la estrategia de comprar y mantener defendieron la necesidad de este movimiento, diciendo que en momentos extraordinarios son necesarias medidas extraordinarias.

Pero la táctica es arriesgada, especialmente para los inversionistas comunes, y muchas instituciones y asesores están aconsejando a sus clientes que no hagan grandes cambios en sus portafolios. «Si se tiene una estrategia de inversión buena a largo plazo, sobrerreaccionar a eventos de corto plazo puede descarrilarla», alertó T. Rowe Price en una nota que puso en su página web el lunes.

De hecho, hay una importante cantidad de análisis que muestra que los esfuerzos por ajustarse a las circunstancias del mercado tienden a acabar mal para la mayoría de los inversionistas.

No obstante, las grandes pérdidas en la última semana van a reavivar el debate sobre si, dada la extremada volatilidad, está justificado un enfoque más activo.

Desde luego, incluso los asesores que favorecen esta estrategia activa tienen que decidir cuándo volver a los mercados. Y algunos ven una oportunidad en la actual confusión. «Hay una gran oportunidad para reequilibrar», dice David Peterson, presidente de Peak Capital Investment Services en Highlands Ranch, estado de Colorado. Los bonos han aumentado, explica Peterson, por lo que los inversionistas pueden tomar algunas de esas ganancias y recolocarlas en acciones que ahora son baratas.
Fuente: The Wall Street Journal, 10/08/11.

Más información: El-mito-de-los-pronosticos

Esta crisis es diferente a la de 2008

agosto 10, 2011

Esta crisis es diferente a la de 2008

Por Francesco Guerrera

 

Es un paralelismo que está seduciendo a banqueros e inversionistas de Wall Street: 2011 es una repetición de 2008, la historia de la agitación financiera repitiéndose en un círculo interminable.

Como murmuró sombríamente el gestor de un gran fondo este fin de semana mientras iba a su oficina para prepararse para un lunes tumultuoso: «La sensación de deja vu casi hace que uno se sienta enfermo».

Aquellos que piensan en 2011 como «2008, la continuación» ahora tienen su propio «momento Lehman». Simplemente sustituya la histórica rebaja de la calificación de deuda estadounidense por parte de Standard & Poor’s el 5 de agosto por el colapso del banco de inversiones en septiembre de 2008, y, voilá, obtiene una copia al carbón de un hecho que hizo que sucediera lo impensable y que asustó a los mercados en todo el mundo.

En la segunda parte tienen razón. Los inversionistas se veían decididamente asustados este lunes cuando cayeron las bolsas asiáticas y europeas y el Dow Jones se desplomó 643,76 puntos, o más de 5%.

Pero la turbulencia del mercado por sí sola no es suficiente para probar que la historia se repite a sí misma.

Tomando prestada una frase que suele ser utilizada para explicar las burbujas de inversión, esta vez es diferente, y los banqueros, inversionistas y ejecutivos de las empresas que miran los problemas de hoy a través del prisma de 2008 se arriesgan a evaluar incorrectamente los asuntos que enfrenta la economía global.

Hay tres diferencias fundamentales entre la crisis financiera de hace tres años y los acontecimientos de hoy.

Comenzando por lo más obvio: las dos crisis tuvieron orígenes completamente distintos.

La primera comenzó abajo y fue subiendo. Comenzó entre los compradores de casas excesivamente optimistas, subió por la máquina de titularización de Wall Street, con algo más que una pequeña ayuda de las empresas de calificación de riesgo, y terminó infectando la economía global. Fue el quiebre del sector financiero lo que causó la recesión.

La situación actual, en cambio, es un asunto que va desde arriba hacia abajo. Gobiernos de todo el mundo, incapaces de estimular sus economías y poner sus casas en orden, han perdido gradualmente la confianza de las empresas y las comunidades financieras.

Eso, a su vez, ha causado una fuerte reducción en el gasto y la inversión del sector privado, lo que provoca un círculo vicioso que lleva a un desempleo alto y un crecimiento débil. Los mercados y los bancos, en este caso, son víctimas, no culpables.

La segunda diferencia es quizás la más importante: las compañías financieras y los hogares vivieron una fiesta con el crédito barato antes de la crisis de 2007-2008.

Cuando la burbuja reventó, la dieta de choque de desendeudamiento causó un enorme shock recesivo.

Esta vez, el problema es el opuesto. El estancamiento económico está llevando a empresas e individuos a guardar su dinero y no endeudarse, lo que resulta en un consumo y un crecimiento de la inversión anémicos.

La diferencia final es una consecuencia directa de las primeras dos. Dado su origen, la catástrofe financiera de 2008 tenía una solución simple, aunque dolorosa: los gobiernos debían intervenir para proveer una gran cantidad de liquidez a través de tasas de interés bajas, rescates a bancos e inyecciones de dinero en la economía.

Un funcionario de la Reserva Federal en su momento lo llamó «shock y asombro». Y otro lo resumió así: «Vamos a respaldar todo».

Esta política no resultó barata y los gobiernos de todo el mundo volcaron alrededor de US$1 billón (millones de millones) al sistema. Tampoco fue justa para los contribuyentes que tuvieron que hacerse cargo de la factura por los pecados de otras personas. Pero al final tuvo éxito en evitar una depresión global.

Hoy, una respuesta así no está en el menú. Los problemas actuales no son causados por una falta de liquidez —las empresas estadounidenses, por ejemplo, tienen acumulados montones de efectivo— o por demasiado apalancamiento. Tanto los balances de las empresas como los de los individuos ya no están inflados de deudas.

El problema real es una falta de confianza crónica de los actores financieros en sus pares y en la capacidad de sus gobiernos para impulsar el crecimiento económico.

Si necesita una prueba, simplemente observe los problemas en las «cañerías» del sistema financiero —desde el mercado de acuerdos de recompra a los préstamos entre bancos— o pregúntele a Standard & Poor’s o a los compradores de bonos italianos y españoles, cuánta confianza tienen en que los políticos solucionarán este lío.

La naturaleza peculiar de esta crisis implica que recurrir a las armas utilizadas en la anterior simplemente no dará resultado.

Considere el actual clamor en Wall Street para que las autoridades monetarias intervengan, ya sea en la forma de mayores inyecciones de liquidez (o «alivio cuantitativo 3») por parte de la Reserva Federal o del Banco Central Europeo.

Es algo tan de 2008.

Incluso si los bancos centrales se inclinaran a hacerlo, bombear más dinero a una economía ya repleta de efectivo no aliviará mucho. En estos días, las grandes empresas están yendo a los bancos, depositando su exceso de fondos en cuentas seguras pero ociosas, como queda demostrado por la decisión sin precedentes del Bank of New York de la semana pasada de cobrar a las empresas que dejen su dinero en sus bóvedas.

En cuanto a los inversionistas inquietos, no es probable que unos pocos miles de millones de dólares más que emita el Tío Sam o su primo de Frankfurt sean suficientes para persuadirlos de volver al mercado.

En 2011, el mundo financiero no puede ir con la gorra en la mano a las capitales políticas, esperando que les den algo. Para salir del actual impasse, los mercados deberán depender de su fortaleza interna o esperar que los políticos tomen medidas radicales para impulsar el crecimiento económico.

Una solución impulsada por el mercado no es imposible. En algún momento, los precios de los activos serán tan baratos que volverán a despertar los «instintos animales» tanto de inversionistas como de empresas.

Como Warren Buffett una vez les escribió a sus accionistas: «Usualmente hemos realizado nuestras mejores compras cuando la percepción de algún acontecimiento macroeconómico estaba en su nivel máximo».

La alternativa es esperar que los políticos en EE.UU. y Europa aprueben las reformas fiscales y laborales necesarias para volver a despertar la demanda y el crecimiento de la inversión. Pero eso va a llevar tiempo.

Como ocurre frecuentemente, el pasado se ve mucho más simple que el presente. Pero la realidad es que, a diferencia de 2008, el dinero de los gobiernos no sirve de nada en el ambiente estresado de hoy.

—Francesco Guerrera es el editor de la sección Money & Investing de The Wall Street Journal.
Fuente: The Wall Street Journal, 09/08/11.

En medio de la crisis, los bonos de EE.UU. siguen siendo seguros

agosto 9, 2011

En medio de la crisis, los bonos de EE.UU. siguen siendo seguros

Por E.S. Browning, Matt Phillips y Ming Zeng

 

La rebaja de la calificación de crédito de Estados Unidos desató el lunes una ola mundial de ventas que culminó en la mayor caída en una jornada del Promedio Industrial Dow Jones desde la crisis financiera en 2008.

En escenas que evocaron los sucesos de hace tres años, las ventas aumentaron conforme pasaban las horas y los inversionistas se vieron obligados a colocar más capital para respaldar sus apuestas. Las acciones de los bancos fueron las más castigadas y la de Bank of America cayó 20%.

El Dow Jones perdió 634,76 puntos, un 5,55%, a 10.809,85 unidades, su cierre más bajo desde octubre del año pasado y su sexto mayor descenso en puntos de la historia. El desplome fue parte de una caída generalizada de las bolsas, los bonos de empresas y las materias primas industriales.

El Bovespa, el índice de acciones líderes de la Bolsa de Sao Paulo, cayó casi 10% antes de un leve repunte. Cerró con un descenso de 8,1% que fue acompañado de una baja del real, que alcanzó su menor nivel en dos meses.

«Es probable que impere la mayor incertidumbre desde 2008», opinó Eric Pellicciaro, gestor de fondos de la división Fundamental Fixed Income, de BlackRock, que administra unos US$612.500 millones. «Hay una sensación general de que las opciones políticas son pocas… Hay una sensación de que la austeridad fiscal llega en el peor momento posible».

Los inversionistas huyeron hacia los refugios tradicionales: oro, las monedas de países aparentemente seguros como Suiza e, irónicamente, la deuda del Tesoro estadounidense cuya calificación Standard & Poor’s rebajó el viernes. Para la mayoría de los inversionistas, los bonos del Tesoro parecieron una opción mucho más segura que las acciones.

El rendimiento de los bonos del Tesoro alcanzó mínimos no vistos desde enero de 2009, uno de los meses más sombríos de la recesión estadounidense.

Los operadores dijeron que la inquietud sobre la economía y la crisis de la deuda europea superaron cualquier preocupación vinculada a la rebaja de Standard & Poor’s. «Los activos menos riesgosos disponibles siguen siendo los papeles del Tesoro estadounidense», señaló Ashish Shah, jefe de crédito global de la firma de inversión AllianceBernstein. «Aunque sea más riesgoso que antes, todavía es el activo de menor riesgo», opinó.

El alza en el precio del bono de referencia a 10 años hizo caer al rendimiento, que se mueve en la dirección opuesta, a 2,339%. Ante la demanda de inversionistas a largo plazo como aseguradoras y fondos de pensiones, el rendimiento del bono a 30 años bajó a 3,666%. Los rendimientos de las notas a dos años tocaron nuevos mínimos debido a que los inversionistas demandaron deuda pública a menor plazo.

El rendimiento a dos años llegó a estar por debajo del rango superior de la tasa de referencia de la Reserva Federal (Fed) de entre cero y 0,25%, lo que sugiere que los inversionistas esperan que el banco central no realice cambios al menos durante ese plazo. El rendimiento a dos años terminó el día en alrededor de 0,256%.

Los temores respecto a los titubeos de la economía de EE.UU. y la posibilidad de que la crisis de la deuda europea se salga de control han ahuyentado a los inversionistas. Muchos se preocupan ante la posibilidad de que la rebaja de Standard & Poor’s pueda socavar todavía más la confianza de los consumidores y empresas de EE.UU.

Los inversionistas especulan con que el deterioro de los mercados podría llevar a la Fed a tomar cartas en el asunto, tal vez en su reunión fijada para hoy.

Una opción, dicen, es que la el banco central cambie la composición de su portafolio, reinvirtiendo su dinero en los papeles públicos de mayor plazo.

Para algunos, eso explica porqué los bonos del Tesoro a 30 años han tenido un desempeño relativamente bueno. «El mercado está tratando de adelantarse a la Fed», dijo Alan Mittleman, del banco de inversión francés Société Générale.

Mientras algunos se sintieron tentados a comparar las últimas jornadas con los peores momentos de la crisis financiera, muchos inversionistas pusieron énfasis en las diferencias.

En 2008 y 2009, las ventas se concentraban en las acciones financieras y los bonos hipotecarios. En esta ocasión, los temores son mayores y tienen que ver con el riesgo de una recesión y e incumplimiento de los prestatarios europeos.
Fuente: The Wall Street Journal, 08/08/11.

La Fed planea mantener las tasas bajas hasta 2013

agosto 9, 2011

La Fed planea mantener las tasas bajas hasta 2013

Por Luca Di Leo Y Jeffrey Sparshott

 

WASHINGTON (Dow Jones) — La Reserva Federal de Estados Unidos señaló el martes que planea mantener su tasa de interés de referencia a corto plazo cerca de cero al menos durante otros dos años al tiempo que redujo significativamente sus perspectivas para la economía del país.

En un comunicado emitido tras una reunión de un día, los miembros del banco central dijeron que esperan que la débil economía justifique unos niveles excepcionalmente bajos de la tasa interbancaria federal «al menos hasta mediados de 2013». Siete miembros votaron a favor de la medida, y tres se manifestaron en contra.

El Comité de Mercados Abiertos de la Fed decidió mantener la Tasa Interbancaria Federal entre cero y el 0,25%.

Aunque la entidad no tomó la audaz medida de comprar más bonos que esperaban algunos participantes en el mercado, la decisión podría ayudar a mantener las tasas de interés en niveles bajos e incentivar a los inversionistas a buscar activos más riesgosos como las acciones.

Las autoridades también redujeron el martes su evaluación de la economía estadounidense por tercera vez en el año, y señaló que el crecimiento económico en lo que va del 2011 ha sido «considerablemente más lento de lo que esperaba el Comité».

Los miembros de la Fed discutieron varias herramientas para impulsar la economía, según el comunicado. Algunos analistas esperaban que el banco central señalara que esperaba que su balance se mantenga abultado durante un período prolongado de tiempo.

Desde el 2008, el banco central ha estado diciendo a los mercados que no aumentaría las tasas de corto plazo durante un «período prolongado», lo que significa al menos varios meses más. Una extensión de ese compromiso por al menos otros dos años podría ayudar a impulsar la economía.
Fuente: The Wall Street Journal, 09/08/11.

No entre en pánico por la caída de las bolsas

agosto 9, 2011

No entre en pánico por la caída de las bolsas

Por Burton G.Malkiel

 

«¡El cielo se está cayendo! ¡El cielo se está cayendo!» La advertencia de Chicken Little (La Gallinita Trula) podría parecerle a algunos observadores particularmente apta hoy. Discrepo. Esta es no es una repetición del colapso del mercado en 2008. Y la venta bajo el efecto del pánico de las acciones estadounidenses demostrará ser una respuesta muy inapropiada.

La pronunciada caída en los precios bursátiles de la semana pasada ha renovado los temores de que la economía se dirige a una recaída. El crecimiento se ha reducido a una velocidad casi nula, y el Producto Interno Bruto creció menos de 1% anual en el primer semestre. El gasto real de los consumidores ha sido negativo en los últimos dos trimestres. De la misma manera en que un ciclista arriesga caerse cuando su bicicleta pierde abruptamente el impulso, la economía está peligrosamente cerca de volver a caer en recesión incluso antes de que se haya consolidado una verdadera recuperación. Y ahora Standard & Poor’s rebajó la calificación de riesgo crediticio de Estados Unidos, citando un progreso inadecuado en Washington en la solución de problemas fiscales de larga data.

Los vientos en contra de la economía son muchos. Los consumidores todavía están excesivamente endeudados y las finanzas de los hogares están en un equilibrio precario. Los precios de las viviendas, luego de drásticas caídas, amenazan con bajar todavía más. El efecto ha sido un gran golpe al patrimonio neto de los hogares y ha impedido una recuperación en la construcción, que normalmente juega un papel estelar en las etapas iniciales de cualquier expansión económica. La tasa de desempleo está estancada por encima de 9% e incluso los analistas más optimistas divisan escasas posibilidades de un descenso significativo, aunque una tibia recuperación económica se reanude en la segunda mitad del año.

Por si esto fuera poco, Europa no ha solucionado realmente sus problemas económicos. Las perspectivas de crecimiento son sombrías. En EE.UU., las políticas del gobierno son disfuncionales e impotentes para ayudar a reducir el desempleo. Aunque cualquier restricción en el gasto producto del reciente acuerdo presupuestario tendrá efecto más adelante, se espera que la política fiscal sea significativamente menos estimulante en los próximos trimestres. La política monetaria, que ha empujado a las tasas de interés casi a cero y a las tasas de la deuda pública estadounidenses a 10 años a 2,5%, parece haberse quedado sin municiones. Y, por supuesto, la fuerte caída en los precios de las acciones tiene un efecto patrimonial negativo y consecuencias perniciosas para la confianza de los consumidores.

¿Es el momento de vender todas sus acciones, que todavía están muy por encima de sus mínimos de 2009?

Pienso que no. Nadie puede predecir la evolución de la bolsa en esta y en las próximas semanas. Las acciones pueden continuar su caída, pero creo que sería un grave error de los inversionistas entrar en pánico y vender. Hay varias razones para ser optimistas respecto a que en el largo plazo veremos valoraciones en el mercado más altas, no más bajas.

En primer lugar, creo que las acciones hoy en día son baratas. La relación precio- ganancia supera apenas 13 y el cálculo de esa relación a futuro, que utiliza las ganancias pronosticadas, ha caído a menos de 12. Esos múltiplos son bajos en relación a los antecedentes históricos y son especialmente bajos en comparación con el rendimiento del bono estadounidenses a 10 años que se ubica en 2,5%. Los rendimientos de dividendos de 2,5% también se comparan favorablemente con los valores a 10 años. Los múltiplos no parecen baratos en relación a las ganancias promedio a 10 años, pero las utilidades de hoy son tanto más altas que que un promedio de 10 años no es una buena estimación de la capacidad de ganar dinero de las empresas.

Asimismo, la estructura de las ganancias de las empresas estadounidenses refleja cada vez más la actividad económica en el extranjero— incluyendo a los mercados emergentes de crecimiento acelerado— más que la actividad en EE.UU. Esa es la razón por la que las ganancias corporativas han estado incrementándose tan rápidamente a pesar del tibio crecimiento en EE.UU. Para las grandes multinacionales estadounidenses, el crecimiento en los mercados emergentes será el factor determinante en el crecimiento de sus ganancias. Para muchas compañías, lo que pasa en China, India y Brasil es más importante que la incapacidad de Europa de poner su casa en orden o la parálisis de EE.UU. y Japón.

No cabe duda de que nuestra economía atraviesa por un serio problema. El enorme volumen de desendeudamiento que se necesita después de la burbuja inmobiliaria de comienzos de la década pasada solamente puede ser logrado con el tiempo. Afortunadamente, las cuentas de los hogares están mejorando. La relación entre deudas e ingresos ha mejorado considerablemente desde 2008, aunque todavía tienen mucho para mejorar. Los pagos por servicio de deuda de los hogares en relación a los ingresos han caído fuertemente a los niveles de los años 80 y 90. El reciente descenso en los precios del petróleo también ayuda a la situación financiera de los consumidores. Y los balances de las empresas están inusualmente saludables.

El sólo hecho de acabar con el exceso de viviendas en el mercado llevará un largo tiempo. Pero si hay un punto positivo en el panorama del mercado inmobiliario es que la accesibilidad de comprar una casa está en un nivel récord. Con alguna mejora real en el mercado laboral podríamos ver un alza sustancial en las ventas de viviendas.

Sí, tenemos problemas, pero la actual situación no guarda ningún parecido con la de 2008. Y para los que creen que la caída en la bolsa predice una nueva recesión, no hay que olvidar la frase del fallecido economista Paul Samuelson: «La bolsa predijo nueve de las últimas cinco recesiones».

Una fuerte dosis de modestia es claramente necesaria. Todos necesitamos ser conscientes de los límites de nuestra capacidad para predecir los precios de las acciones. Nadie le puede decir cuándo la bolsa terminará su caída, pero hay algunas cosas que sabemos. Los inversionistas que vendieron sus acciones en momentos en los que hubo caídas muy pronunciadas en el mercado invariablemente se equivocaron. Tenemos abundante evidencia de que el inversionista promedio tiende a poner dinero en el mercado cuando está en sus máximos o cerca de ellos y tiende a vender durante los períodos de caídas extremas y volatilidad. A lo largo de prolongados períodos, el mercado accionario de EE.UU. ha provisto retornos promedio generosos. Pero el inversionista promedio ha ganando sustancialmente menos que el retorno del mercado, en parte por haber tomado decisiones inoportunas.

Mi consejo a los inversionistas es que se mantengan firmes. Nadie nunca se volvió rico por ser un pesimista a largo plazo sobre la evolución de EE.UU. y dudo que alguien lo vaya a hacer en el futuro. Esta es todavía la economía más flexible e innovadora del mundo. De hecho, es en momentos como este cuando los inversionistas deberían considerar rebalancear sus portafolios.

Si las alzas en los precios de los bonos y las caídas en los de las acciones han producido una asignación de activos que sobrepondera a la renta fija de lo que es apropiado según su horizonte de tiempo y su tolerancia al riesgo, venda algunos bonos y compre acciones. De aquí algunos años va a estar contento de que lo hizo.

Burton G.Malkiel, profesor emérito de Economía en la Universidad de Princeton, es el autor de «A Random Walk Down Wall Street», traducido como «Un paseo aleatorio por Wall Street».
Fuente: The Wall Street Journal, 08/08/11.

 

Burton Malkiel, the Chemical Bank Chairman’s Professor of Economics at Princeton University, is the author of the widely read investment book A Random Walk Down Wall Street. He has long held professorships in economics at Princeton University, where he was also Chairman of the Economics Department. He was Dean of the Yale School of Management and William S. Beinecke Professor of Management Studies there from 1981 through 1987. He is a past appointee to the Council of Economic Advisors. In addition, he is a past president of the American Finance Association. He currently serves on the board of the Vanguard Group and serves on the investment committees of the American Philosophical Society and Active Investment Advisors. He is the author or co-editor of eight other books, the most recent of which are The Random Walk Guide to Investing: 10 Rules for Financial Success and Global Bargain Hunting: An Investor’s Guide to Profits in Emerging Markets, with J. P. Mei. He holds a BA and MBA degree from Harvard and a Ph.D. degree from Princeton University.

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La Crisis Financiera Global según Redrado

agosto 9, 2011

Ni pánico ni euforia: voluntad

Por Martín Redrado  

 

La tormenta en el mundo financiero no debe nublar nuestra capacidad de análisis. Primero los hechos: el costo del financiamiento de los Estados Unidos se redujo en este lunes negro. Frente a la crisis, los inversores de todo el mundo compraron más títulos de deuda de la primera economía mundial.

Esto significa que no estamos frente a un quiebre del sistema crediticio internacional. Más bien se percibe falta de claridad en la conducción política de los países industrializados para generar un marco de confianza que permita retomar un crecimiento sustentable.

Estos no son momentos para medias tintas, ya que el mundo está inmerso en un período de volatilidad e incertidumbre. Polos de poder como Estados Unidos, Europa y Japón poseen un elevado endeudamiento y falta de instrumentos fiscales y monetarios para hacer frente a esta situación.

No existen en el horizonte señales positivas que permitan anclar las expectativas. El descenso de la calificación norteamericana no significa una crisis semejante a la de 2008. Los bonos del Tesoro son, paradójicamente, el activo menos malo en un entorno donde los inversores huyen del riesgo.

Los bancos centrales del mundo tomarán todas las medidas necesarias para evitar que el pánico se extienda. La Reserva Federal proveerá liquidez a todo aquel que le haga falta, en particular a las entidades bancarias. En el corto plazo, las dudas se concentran en la capacidad europea de hacer frente a todos los compromisos de sus Estados miembros. Hasta ahora, las señales muestran una voluntad política de no dejar caer a nadie. Esto significa que, salvo alguna nueva sorpresa, proveniente en particular del Viejo Continente, los mercados tendrán que convivir con un mundo desarrollado que no emociona por sus perspectivas.

Desde un enfoque analítico de corte más estructural, resulta evidente que estamos asistiendo a una reconfiguración del orden global, donde las economías emergentes son las únicas capaces de brindar un impulso a la economía mundial, que aun con un incipiente sistema de multimonedas no logra destronar al dólar.

Campo fértil

Por defecto del resto de las regiones desarrolladas, más que por virtud propia, el dólar continuará siendo la principal moneda de reserva, y su debilidad, una certeza. Este quiebre encuentra en América latina el campo más fértil que alguna vez supimos presenciar. Hoy, Brasil, Colombia, México y Perú tienen una tasa de riesgo similar a la de Francia, siendo una prueba contundente de la baja percepción de riesgo de la región respecto de economías avanzadas.

Nuestro país sufrirá en el corto plazo una retracción en el ingreso de dólares comerciales debido a que caerán los precios internacionales de los productos que el país exporta. Esto estrechará aun más el margen de maniobra de la política cambiaria, en un marco de elevada dolarización.

En un horizonte más extenso, constituye otra renovada oportunidad para resolver nuestras inconsistencias y subirnos al apetito por América latina. No hay margen para improvisados. La Argentina necesita menos guitarra, menos rock and roll y más plan económico.
Fuente: La Nación, 09/08/11.

Una crisis de insolvencia por sobreendeudamiento

agosto 8, 2011

Deudas

Por Enrique Szewach

 

La crisis del mundo desarrollado es, básicamente, una crisis de insolvencia por sobreendeudamiento. En los “años felices” de los comienzos de este siglo, los flujos de comercio que iban hacia los países emergentes, para comprar materias primas, combustibles, servicios de informática, o bienes industriales baratos, retornaban al mercado financiero de los países desarrollados, en especial Estados Unidos, y se multiplicaban en “crédito para todos”, gracias a la ingeniería financiera, pero mucho más a la irresponsabilidad populista, de líderes políticos y tecnócratas, que se contagiaron de los populismos latinoamericanos, comprando la fantasía de que las soluciones mágicas, después de todo, existen.

Cuando el sistema explotó, como explota siempre todo sistema populista, el crédito para todos, se transformo en “deudas de todos”.

Las crisis de solvencia, es decir de pasivos superiores a los activos, se arreglan muy lentamente, mejorando el valor de los activos, y reduciendo el valor de los pasivos. Las salidas “a la argentina” que muchos sugieren, licuando drásticamente los pasivos, o defaulteandolos, para cambiar el problema de solvencia de un día para el otro, se pueden encarar, en mercados de capitales marginales, y en países cuya deuda resulta ínfima, en términos globales, como en nuestro caso, y pagando el costo brutal de corto plazo que padecieron los sectores más pobres de nuestro país, con drásticas caídas del salario real, de las jubilaciones reales y la duplicación de la tasa de desempleo. Y con costos de largo plazo, sobre la tasa de inversión, que todavía estamos padeciendo.

Pero esa solución no está disponible cuando se trata de mercados de capitales gigantescos e interrelacionados, que administran los ahorros de miles de millones de personas y con enormes stocks de deudas que respaldan fiduciariamente (por fe, por confianza), las tenencias de monedas locales.

Sin facilismos a la vista,  en Estados Unidos, se intentó recuperar el valor de los activos, reduciendo las tasas de interés a cero, devaluando el dólar, e induciendo a los ciudadanos norteamericanos a volver a gastar, y expandiendo el déficit fiscal para reemplazar con gasto público, la caída del gasto privado.

Del otro lado del atlántico, en Europa, el sobreendeudamiento era, además de privado, público. Los Estados periféricos, aprovecharon la garantía del Euro, para financiar su insostenible estado del bienestar, colocando deuda, captando los ahorros del público y de los futuros jubilados, a través de los bancos europeos.

Aquí, se busca la solución, haciendo que los Estados más ricos, el Banco Central Europeo, y el FMI, financien los próximos pagos de deuda de Grecia, y compren deuda del resto de los periféricos, mientras sus sociedades se despiertan de su propio sueño populista y enfrentan la nueva realidad. Pero, por ahora, lo aportado aparece como “amarrete” e insuficiente para evitar que lo de Grecia se contagie a otros países.

En un contexto creíble, con liderazgos e instituciones adaptadas a estas nuevas realidades y coordinación global, los costos de este ajuste, que se van a traducir en bajo crecimiento y siempre al borde de la recesión, para los países centrales, durante un tiempo, se podrían haber compensado con una fuerte reacción positiva del sector privado, que vería que, al final del camino, podría haber una economía más sana que la vivida en estos años.

Pero, lamentablemente, lo que puso de manifiesto la “solución” del Congreso y el Ejecutivo norteamericano, la política del Banco Central Europeo, y lo que acontece en la política europea en general, es que ese liderazgo, esa coordinación, esas instituciones, todavía no están, o no están lo suficientemente maduras.

El resultado fue un fuerte desencanto, y al sensación de que la solución está más lejos de lo que se creía.

¿Se justifica, que ese desencanto se haya traducido en pánico? A mi modesto juicio no. Pero ¿Cómo se hace para que un inversor se asuste sólo “un poquito”?.

Sin soluciones rápidas a la vista, lo más probable es que asistamos a volatilidades fuertes y, en la micro, a la necesidad de ser muy selectivos y rápidos. (Ya lo sabe, ese…es otro precio).

Las soluciones de «stocks» que se arreglan con «flujos» tardan en tener efecto. Más si esas soluciones no se encaminan al centro del problema, el endeudamiento, y no se coordinan lo suficiente. Con riesgo de un largo letargo.

Finalmente, ¿Nos afectará todo esto?

No se hagan los rulos, la Argentina no está aislada del mundo, ni por los flujos de comercio, ni por los flujos de capitales. (¿O dónde están los ahorros de los argentinos?).

Convivir con monedas de reserva débiles y un menor crecimiento global y regional, exigirá cambios de políticas internas (no profundización), más temprano que tarde.
Fuente: Perfil, 07/08/11.

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