Las dos caras: relato y realidad.
Por Joaquín Morales Solá.
Joaquín Morales Solá
La Argentina está desde ayer en default. La segunda cesación de pagos en 12 años y siete meses. ¿Será esta vez un default de días, de meses o de años? La respuesta está en el «acuerdo entre privados», de cuya posibilidad habló ayer el ministro de Economía, Axel Kicillof. Fue un relámpago dentro de su catarata verbal, durante la cual repitió muchas cosas y no anunció casi ninguna. Sin embargo, ese acuerdo entre privados, fundamentalmente bancos locales y holdouts, seguía siendo anoche la única y más seria perspectiva, aunque las palabras del propio ministro habían frenado en seco esas negociaciones.
El conflicto tiene claramente dos caras. Una es la que muestra el Gobierno. Intransigencia, dureza, pertinacia.
Su vocero fue Kicillof. En su conferencia de prensa en Nueva York, hizo un largo recorrido de las posiciones del gobierno argentino y de las pretensiones de los fondos buitre. Pero omitió introducir en su análisis un aspecto fundamental del conflicto: esos fondos tienen a su favor una sentencia del juez Thomas Griesa, confirmada por una Cámara de Apelaciones y respaldada indirectamente por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. Sólo mencionó esos fallos para criticarlos políticamente, pero les negó la importante participación jurídica que tienen en la conformación de la crisis.
En otras palabras, Kicillof recurrió al manual básico del kirchnerismo: ignoró lo que no le conviene. Hasta ese momento sucedía la habitual y previsible construcción de un relato épico. Cristina se quedaba con la patria y despreciaba a los buitres. En otro lugar de Nueva York, los bancos locales negociaban, empujados por el Gobierno, con los buitres. La negociación estaba muy avanzada. Ya no se trataba sólo de una garantía de 250 millones de dólares que los bancos argentinos depositarían en el juzgado de Griesa; también se negociaba la compra del total del juicio ganado en los tribunales neoyorquinos. Se estipuló, incluso, una primera entrega de 600 millones de dólares. El juicio ganado es por 1330 millones de dólares, aunque con los intereses acumulados llegará a fin de año a 1660 millones. Es una cifra importante para cualquier gobierno, empresario o grupo de empresarios.
En medio de su torrente verbal, cuando mostraba una intransigencia sin fin, Kicillof hizo mención de la ley 26.886 (aunque no la nombró específicamente), que les prohíbe a los funcionarios públicos argentinos pagar más que lo que el Gobierno concedió a los bonistas que refinanciaron sus deudas. Las conversaciones entre banqueros y holdouts se pararon de inmediato, quedaron congeladas en ese momento crucial. ¿Cómo? ¿Bancos y empresarios argentinos comprarían bonos al 100 por ciento de su valor para recibir luego sólo el 35 por ciento? Griesa ordenó que se les pagara a los holdouts el total del valor de los bonos en default más los intereses acumulados. Los fondos podían hacerles a los bancos una quita en los intereses a cambio de un pago en efectivo en plazos rápidos, pero no renunciarían al beneficio de una sentencia favorable.
Para peor, un borrador del acuerdo preveía que los bancos se harían cargo de los primeros pagos (600 millones de dólares) hasta diciembre y que luego el Gobierno saldaría el resto de la deuda. En caso de incumplirse los pagos posteriores, las entregas anteriores quedarían en manos de los fondos y el acuerdo se reduciría a nada. Kicillof los previno a los bancos, tal vez involuntariamente, que podrían quedar con 600 millones de dólares en el aire.
Aquella ley, la 26.886, es de octubre del año pasado. Plena era cristinista. Fue la ley que levantó la ley cerrojo, que prohibía al Gobierno hacer nuevas ofertas de canje de deuda. Levantó un cerrojo y puso otro. Esa ley puede cambiarse, como toda ley.
Su modificación requeriría, no obstante, un trámite parlamentario y su consiguiente costo político. Los banqueros podrían reclamar en el futuro el pago de esa deuda y pedir el cambio de la ley. ¿Qué diría el kirchnerismo en ese caso? ¿Aceptaría la deuda? ¿O se encerraría en que sólo hubo un «acuerdo entre privados»? Los representantes de las entidades financieras ya se imaginaban con el anatema de «vendepatrias», «cipayos» o «traidores a la patria». Los típicos insultos del cristinismo cuando carece de argumentos. Los banqueros prefirieron levantarse de la mesa, saludar y dar por concluidas las negociaciones.
Dar por concluidas las negociaciones tiene un sentido diferente para el mundo de las finanzas. Para cualquier otro mortal significa cerrar definitivamente una página, clausurar una etapa, olvidarse de que existió una contraparte en un conflicto específico. Para los banqueros, todas las cosas son más relativas. Significa que la negociación se cayó ayer, y tal vez hoy. Pero nadie descarta que pueda retomarse en los próximos días, sobre todo después de que han estado tan cerca de un acuerdo.
La actitud del Gobierno es inexplicable. Los banqueros estaban en Nueva York porque el Gobierno los espoleó. Una versión asegura, incluso, que el propio jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estuvo reunido en Puerto Madero con algunos dueños de bancos hasta la madrugada de ayer. Es imposible la versión de que existió sólo la posibilidad de «un acuerdo entre privados». ¿Acaso puede imaginarse a un grupo de banqueros ofreciendo cientos de millones de dólares sin la garantía de que les serían devueltos? Al revés, los banqueros retrocedieron cuando advirtieron que las promesas verbales podrían no cumplirse. «El dinero de los bancos no es nuestro, sino de los depositantes. No podemos ir hacia un quebranto garantizado», dijo ayer uno de ellos, después de escuchar a Kicillof.
El problema es que el Gobierno no es uno solo. Una línea une a Capitanich con el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. Fábrega fue el que negoció con los bancos. Otra línea fusiona a la Presidenta con Kicillof. También es inverosímil que Fábrega y Capitanich hayan llegado tan lejos sin el consentimiento de Cristina Kirchner. ¿Influyó más Kicillof, al final, que Fábrega y Capitanich? ¿O, quizás, a Kicillof se le escaparon palabras de más en la construcción de un discurso heroico? ¿Fue, en cambio, la propia Presidenta la que modificó su opinión sobre la marcha del proceso que ella misma instigó?
Todo puede ser, pero el primero que vio la condición inevitable del default fue Daniel Pollack, el facilitador nombrado por el juez Griesa. Lo dijo en párrafos claros y precisos. Era la única persona que contaba con toda la información, la que provenía del gobierno argentino, la que le suministraban los banqueros y la que recibía de los fondos buitre. El aparente fracaso no puede dejar las cosas como estaban. Fábrega tambaleaba anoche. Dicen que se quiere ir. Capitanich quedaba otra vez desautorizado. ¿Qué dirán los bancos desde una situación política ciertamente incómoda, a la que los condenó el Gobierno? Silencio. Nadie habla, por ahora.
El país ingresó en un territorio imposible de predecir. Un default es un default, aunque sólo durara pocos días. Será mucho peor mientras más dure. El argumento de Kicillof sobre que no habrá default porque la Argentina les paga a sus acreedores vuelve a ignorar la sentencia de Griesa. Ese fallo anticipó que embargaría los pagos a los bonistas que entraron a los canjes para saldar la deuda del juicio perdido por el gobierno argentino.
En los próximos días podría caer, además, toda la deuda reestructurada ante la falta de pago. Una cláusula de los canjes dice que un incumplimiento puede derrumbar toda la reestructuración. La Argentina volvería a las condiciones que vivió en 2002. La muy mala situación actual de la economía (recesión, inflación, déficit fiscal, creciente desempleo) podría empeorar. El recorrido del kirchnerismo se parecería, en tal caso, a un círculo perfecto: terminaría en el mismo lugar donde todo empezó..
Fuente: La Nación, 31/07/14.
Daniel Pollack: «No se logró un acuerdo y Argentina caerá en forma inminente en default»
El mediador designado por el juez Griesa fue claro sobre la falta de acuerdo ente el Gobierno y los fondos buitre
Daniel Pollack (ver foto), el abogado nombrado por el juez Thomas Griesa para mediar en la disputa entre Argentina y acreedores de deuda incumplida dijo hoy que no se alcanzó un acuerdo entre las partes y que «la República de Argentina inminentemente estará en default».
En un comunicado, Daniel Pollack aseguró que la cesación de pagos «no es una mera condición ‘técnica’, sino que es un evento real y doloroso que perjudicará a la gente», incluyendo a los ciudadanos argentinos, a los tenedores de bonos canjeados y a los inversores denominados «holdout».
«El ciudadano común argentino será la víctima real y última», afirmó Pollack en el comunicado. «Las consecuencias totales del default no son predecibles, pero ciertamente no son positivas», agregó.
Standard & Poor’s declaró a los bonos en default selectivo
La calificadora bajó la nota de la deuda del país.
Standard & Poor’s confirmó a que bajó la nota de la deuda argentina a ‘selective default’. Así, después de 2001, los títulos argentinos volvieron a calificarse en cesación de pagos. Esto sucede mientras el ministro de Economía, Axel Kicillof, negocia detalles de un acuerdo con los fondos buitres y el mediador que dispuso el juez Thomas Griesa. «El pago tiene que llegar a los tenedores de la deuda dentro del período de gracia y no llegará», confirmaron al diario en la agencia calificadora. «Cuando el pago se habilite, o la cautelar se imponga, y entonces los tenedores cobren, S&P volverá a subir la calificación».
Hoy vence el plazo para que Argentina pague a tenedores de bonos discount. Aquellos que están en el extranjero no cobraron porque Griesa bloqueó el pago. El Gobierno depositó US$ 539 millones en dos cuentas del BoNY en el Banco Central. Ese dinero no llegó a los tenedores. S&P calificó el default hoy. Fuente: Clarín, 30/07/14. 17:38 hs
Argentina enfrenta hoy miércoles 30/07/14 la fecha límite para realizar un pago de deuda de más de US$500 millones, pero parece poco probable que los bonistas reciban el dinero a tiempo. En el centro del caso está un fallo de una corte de distrito de Estados Unidos de 2012 que prohíbe a Argentina pagar a los bonistas que aceptaron canjes de deuda hasta que les pague también a los holdouts.
Pregunta: ¿Entrará Argentina en cesación de pagos?
Respuesta: Si un pago de deuda no es transmitido antes de la medianoche del miércoles, Argentina entrará en default de acuerdo con los documentos de los bonos, dicen expertos en leyes. El gobierno, sin embargo, podría continuar sosteniendo que no está en cesación de pagos. De ser necesario, una corte podría tener que decidir, aunque expertos legales dicen que el reclamo de Argentina sería débil.
P: ¿Cómo puede Argentina defender su postura de que no está en default?
R: Los funcionarios argentinos aseguran que han cumplido con sus obligaciones al transferir el dinero al fideicomisario. Argentina depositó el efectivo en Bank of New York Mellon Corp. para un pago de intereses que se vencía el 30 de junio sobre algunos de los bonos que emitió en las reestructuraciones.
No obstante, debido al fallo de 2012, el banco no puede distribuir el dinero a los inversionistas sin arriesgarse a desacatar la orden del tribunal. Expertos legales señalan que los documentos de los bonos indican que para que se realice el pago, el dinero debe ser entregado por el fideicomisario. Enviar el dinero al banco de fideicomiso «no es suficiente para su obligación de pago», dice Jonathan Zonis, abogado de Clifford Chance.
P: ¿Qué derechos tienen los bonistas?
R: Si no reciben el dinero, los inversionistas que poseen los bonos afectados podrían presentar una demanda para «acelerar» los pagos, con el fin de que Argentina pague de inmediato no sólo los intereses, sino también todo el principal de la deuda. Un inversionista, o un grupo de inversionistas, que posea 25% de una serie de bonos en circulación cumpliría con los requisitos para presentar la demanda de aceleración.
P: ¿Qué pasaría si los bonistas presentan una demanda para acelerar los pagos?
R: Una demanda de aceleración aumentaría la presión sobre Argentina y les daría más razones a los inversionistas para que demanden al gobierno, ya que su reclamo monetario sería mayor. Tal demanda también podría activar una estipulación de «cross default», lo que significa que los inversionistas que poseen otros bonos nuevos también podrían presentar una demanda de aceleración incluso si sus bonos no debían recibir un pago el 30 de junio.
P: ¿Por qué Argentina no les paga a los holdouts?
R: Los nuevos bonos tienen una cláusula de trato igualitario, llamada Rights Upon Future Offers, o RUFO (algo así como Derechos sobre ofertas futuras), que estipula que si los holdouts reciben una mejor oferta, la misma propuesta deber realizarse a los tenedores de bonos reestructurados. La cláusula expira al final de este año.
Analistas dicen que Argentina podría argumentar que cualquier oferta no sería «voluntaria» debido al litigio con los holdouts y que por lo tanto no debería activar la cláusula. Los nuevos bonistas podrían sostener lo contrario.
P: ¿Qué pasará con los precios de los bonos argentinos?
R: Los analistas dicen que la reacción inmediata el día del default podría derrumbar el precio de los bonos a 50 o 60 centavos por dólar frente a los más de 90 centavos en los que se cotiza hoy, ya que algunos inversionistas podrían verse forzados a vender si no se les permite tener bonos en default. No obstante, pocos creen que los precios caerán a niveles vistos durante la cesación de pagos de 2001. En aquel entonces, los bonos argentinos cayeron a cerca de 30 centavos por dólar.
P: ¿Qué sucederá con los seguros contra la cesación de pagos de los bonos argentinos?
R: Un comité de un grupo de cotización de derivados tendrá que decidir si Argentina se ha declarado en default para efectos del seguro.
P: ¿La calificación de deuda de Argentina se vería afectada?
R: Standard & Poor’s actualmente le da a Argentina una calificación a largo plazo de menos triple, lo cual ya se considera «chatarra». Si el país no hace su pago de intereses, S&P dijo que reduciría la calificación a «default selectivo«, lo que significa que el país cumple con sus obligaciones en algunos bonos y en otros no.
Fuente: The Wall Street Journal, 30/07/14. (Antes de la Noticia del No acuerdo con los Holdouts.)
La necesidad de preservar la magia del relato.
Por Joaquín Morales Solá.
|
Ayer, cuando caía la noche, el gobierno de Cristina Kirchner parecía haber encontrado una puerta para apartarse del abismo del default. La salida estaba, era visible y sencilla, pero la construcción de un discurso épico la evitó durante demasiado tiempo. El telón se abrió y sobre el escenario cayó también la impostura de un discurso engañoso. Cristina es, al final del día, una Kirchner: gira centímetros antes de estrellarse contra una pared.
La solución consistiría en entregarle al juez Thomas Griesa una garantía de 250 millones de dólares. Los fondos que ganaron el juicio deberían pedirle luego al magistrado que reinstale el stay (cautelar) y el país pueda pagar hoy el vencimiento de los bonos canjeados en 2005 y 2010.
Hoy es el último plazo antes del default. Si la solución se concreta, el país habrá eludido la cesación de pagos por lo menos hasta el 30 de septiembre, cuando habrá otro vencimiento de bonos argentinos.
La eventual solución llegó ayer de parte de ungrupo de bancos locales que se comprometieron a aportar el dinero para la caución. El Gobierno prefería hablar de un gesto voluntario de los bancos, que era su manera de seguir edificando una leyenda de intransigencias.
Sin embargo, fuentes oficiales señalaron que la iniciativa es comandada por el presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega , que presionó sobre las instituciones financieras. Algunas de ellas habrían señalado que su aporte está condicionado al contenido del acuerdo.
Todos habían encontrado un precedente en la gestión del presidente Carlos Pellegrini (1890-1892), que les reclamó a banqueros, estancieros y comerciantes de su tiempo un préstamo urgente para poder enfrentar la crisis de la deuda pública.
El país atravesaba un grave conflicto político y económico. Pellegrini consiguió el préstamo y logró luego una moratoria para el pago de los compromisos nacionales en los mercados financieros internacionales.
Anoche, el equipo económico (con Axel Kicillof a la cabeza) negociaba en Nueva York la letra chica del acuerdo con los holdouts. Los denostados fondos buitre pedían varias garantías adicionales a la caución que colocaban los bancos. No se conformaban sólo con el dinero. El propio juez Griesa habría deslizado que estaba dispuesto a firmar la reinstalación del stay, aunque, aclaró, lo haría por última vez. Desde ya, el juez firmaría la nueva cautelar sólo si se la pedían formalmente los fondos especulativos. El caso no estaba definitivamente cerrado, aunque en el mercado financiero local se estimaba que «existe un 80 por ciento de posibilidades de que las cosas terminen bien».
Terminar bien significa que el país no entraría hoy en default y que tendría un plazo de 60 días para negociar cómo pagará el juicio que ya perdió. El Gobierno buscaba despegarse de la solución: la plata la pondrán los bancos y el stay lo pedirán los holdouts. La apariencia (que es lo que realmente le importa al cristinismo) indicaría que el Gobierno ganó con sólo decir que no. La trama oculta de la verdad es muy distinta. La administración presionó a los bancos locales y los fondos buitre no pidieron la cautelar mientras no tuvieron una garantía en dinero contante y sonante.
Entregar una caución al juez, mientras se negocian las formas del pago definitivo, es la solución más habitual que existe en esta clase de juicios. Es lo que llevó hace varias semanas a Elisa Carrió a decir que «entraremos a un default por una cartera Louis Vuitton». Sin embargo, la administración de Cristina Kirchner pasó el último mes desafiando al juez, increpando a los fondos buitre y eludiendo el análisis de la solución más fácil. El único argumento que mostró señalaba que entregar una caución podía disparar la cláusula RUFO, que obliga al Gobierno a generalizar a todos los bonistas cualquier mejora parcial que hiciera voluntariamente a un grupo de acreedores.
Una caución no significa una mejora para nadie. Expresa sólo que el Gobierno decidió resolver el problema y que necesita tiempo para encontrar una solución. Una caución es dinero que queda en manos del juzgado de Griesa como una garantía. Es nada más que eso. Desde ya, el Gobierno, al revés de lo que le pasaba a Carlos Pellegrini, no necesita que le presten 250 millones de dólares. Están en las reservas del Banco Central. Sólo necesitaba conservar la estructura de un discurso que hasta había subestimado las consecuencias del segundo default en poco más de 12 años.
Ahí empiezan las contradicciones. Si a la administración no le importaba una cesación de pagos, ¿para qué presionó a los bancos para que juntaran esa cifra? ¿Es, acaso, una decisión voluntaria de los bancos? ¿No podía el Gobierno, en tal caso, negarse a recibir ese aporte, que tendrá que devolver más pronto que tarde? ¿Para qué viajó a Nueva York el ministro Kicillof si sólo se hubiera tratado de un acuerdo entre bancos locales y los fondos buitre?
El montaje del relato sucedió hasta última hora. La propia Presidenta usó ayer el ámbito del Mercosur para descalificar duramente a los holdouts y, lo que es peor, para maltratar al juez Griesa. O existió un acuerdo con el juez, para que éste recibiera semejante trato horas antes de firmar una resolución que podría salvar a Cristina Kirchner, o la Presidenta es más osada de lo que se supone. Nadie se enoja con el verdugo cuando éste está a punto de frenar la aplicación de la condena.
¿Qué les dirá Cristina, además, a los presidentes sudamericanos, a los que ayer mismo les pidió solidaridad sin condiciones frente a su guerra supuestamente firme y ciega, si hoy se firmara un acuerdo con los holdouts? No es sólo el Mercosur. El Gobierno recorrió el mundo anunciando esa guerra, declarando que no pagaría nunca y anticipando que estaba dispuesto a incinerarse en el fuego del default. A última hora, cuando ya todos creían que el abismo estaba en la próxima estación, el Gobierno tomó una galera y sacó un conejo con las formas de bancos generosos y de fondos buitre comprensivos. Era magia más que relato, aunque ni la magia ni el relato son los que gobiernan las finanzas internacionales y a la justicia norteamericana.
El precio que pagará la construcción del discurso no será menor. ¿Qué opinará el mundo, los inversionistas y los empresarios locales de un gobierno que caminó alegremente hacia un default? ¿Qué deducción harán los agentes económicos de una administración que priorizó la leyenda épica en medio de una economía en recesión, con altas tasas de inflación y con un creciente problema de empleo? ¿Confiarán en él?
Las opiniones sobre el juez Griesa y sobre su sentencia son libres. El hecho concreto es que el Gobierno no pudo ignorar que existió una sentencia firme en su contra, que llegó hasta la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos. Y que la jurisdicción norteamericana fue elegida por los gobiernos argentinos para pedir créditos en el exterior o para refinanciar sus deudas. Griesa no es una imposición del «imperio», sino una elección de los dirigentes argentinos, incluidos los Kirchner.
Otra vez, la suerte de la Presidenta se desliza entre las manos de Griesa, que tiene como último plazo el día de hoy para firmar la cautelar y permitir el pago de bonos ya refinanciados. Eso no ha sucedido todavía, pero puede suceder durante la jornada, si se cumplieran todos los requisitos previos. La Presidenta ha llevado al país, también otra vez, a un estrés innecesario, sólo para escribir una historia que nunca existió.
La medida fue votada por los socios de la Asociación de Bancos Argentinos (ADEBA), la entidad que presiden el banquero Jorge Brito, presidente del Banco Macro. La iniciativa pudo ser confirmada por una fuente del sector.
Aunque todavía se desconocen los términos puntuales de la propuesta, el dinero serviría para mostrar voluntad de pago y convencer al juez Griesa que reponga una medida cautelar hasta 2015, para que el país pueda negociar sin riesgo de ejecución de la cláusula RUFO.
Las autoridades del Banco Central clarificaron que formalmente no formaron parte de esta gestión.
Kicillof ya está reunido con el mediador de Griesa en Nueva York
Negociación con los fondos buitres
El ministro viajó desde Caracas donde había acompañado a Cristina Kirchner en la cita del Mercosur. La negociación con Pollack había pasado a un cuarto intermedio.
El ministro de Economía Axel Kicillof llega a las oficinas del mediador Daniel Pollack en Nueva York. (AFP / Don Emmert)
El ministro Kicillof llegó a Nueva York desde Venezuela y de inmediato se reunió con el mediador designado por el juez Thomas Griesa. Había seguido la reunión de la delegación argentina desde Caracas donde acompañó a la Presidenta a la cumbre del Mercosur.
Hoy a la mañana ya no había sido visto en la reunión regional.
En Nueva York tiene lugar la negociación con Dan Pollack, con parte del equipo económico, liderado por el secretario de Finanzas, Pablo López.
La reunión de esta mañana se había llamado a cuarto intermedio. Distintas versiones indicaron que estaban esperando la llegada del ministro para poder continuar. Quedan otras 24 horas antes de que el país pueda ser declarado en default.
El virus mortal del ébola se puede expandir como un «fuego forestal»
Epidemia en Africa: Asi lo indicaron las autoridades sanitarias de EE.UU., que aconsejaron a los viajeros a tomar precauciones. El actual brote, en tres países africanos, es el más grande la historia. Ya hay 672 muertos.
Asesino silencioso. Así es el virus del ébola en una imágen cedida por el centro de enfermedades infecciosas de EE.UU. (AP)
El virus mortal del ébola se puede expandir como un fuego forestal. Esa fue la metáfora que eligió el gobierno de Estados Unidos para calificar el peligroso avance de la enfermedad en África Occidental, en la mayor epidemia de este mal de la historia.
Desde marzo, el número de casos registrados de ébola ascendió a 1.201 casos, con 672 muertes en Guinea, Liberia y Sierra Leona.
Dos norteamericanos, un doctor y una misionera, contrajeron en virus en Monrovia, Liberia, con síntomas de fiebre, dolores en las articulaciones, diarrea, vómitos y hemorragias.
«La posibilidad de que esta epidemia se extienda más allá de África Occidental es muy baja, pero la situación cambia rápidamente y debemos estar preparados para la muy remota posibilidad» de que una persona infectada viaje y traiga la enfermedad a los Estados Unidos, admitió Stephan Monroe, vice director del Centro Nacional de Enfermedades Infeccionas y Emergentes del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC)
El CDC emitió una advertencia de grado dos (un punto por debajo del nivel de prohibición de viajar a una región), advirtiendo a los viajeros que eviten el contacto con sangre y fluidos corporales de gente enferma en países afectados.
La presidenta de Liberia Ellen Johnson Sirleaf cerró algunos cruces fronterizos del país, restringió los actos públicos y ordenó una cuarentena estricta de las comunidades afectadas por el brote de ébola, en un esfuerzo por contener el brote.
La mandataria hizo los anuncios luego de que la semana pasada un funcionario liberiano viajara a Nigeria vía Lomé, Togo, y muriera de la enfermedad en un hospital de Lagos. La enfermedad se contagia mediante el contacto con fluidos corporales. El hecho de que el funcionario, Patrick Sawyer, pudiera abordar un vuelo internacional pese a estar enfermo suscitó temores de que la dolencia pueda propagarse más allá de los tres países afectados, Liberia, Guinea y Sierra Leona.
La presidenta dijo que todos los puntos de entrada, con la excepción del aeropuerto internacional en las afueras de Monrovia, y los «cruces fronterizos clave» serán cerrados y se cumplirán inspecciones estrictas.
No se conoce cura para el ébola, que comienza con síntomas como fiebre e irritación de garganta, y se agrava con vómitos, diarrea y hemorragia interna. La enfermedad se transmite por medio de contacto directo con la sangre y otros fluidos corporales, como también por contacto indirecto con «ambientes contaminados con dichos fluidos», según la Organización Mundial de la Salud.
Los expertos creen que el brote se originó en Guinea en enero, aunque los primeros casos no fueron confirmados hasta marzo.