«El genocidio silencioso»: un documental imprescindible para la causa provida
Hazte Oír y Terra Ignota se han unido para explicar a través de testimonios de madres, doctores y voluntarios la tarea de los refugios provida frente a los abortorios
El documental «El genocidio silencioso», producido por Terra Ignota y Hazte Oír, llega como un grito de esperanza y reflexión en medio de una sociedad cada vez más anestesiada frente a la tragedia del aborto. A través de impactantes testimonios de madres, doctores y voluntarios, esta producción defiende con valentía la vida frente a la cultura de la muerte. Es, sin duda, un documental que no deja indiferente y que merece ser visto y difundido.
Historias que tocan el corazón
El relato de Karla es el primero que nos sumerge en esta realidad. En 2023, se encontraba en una situación económica precaria y había decidido abortar. Sin embargo, un encuentro fortuito con el Refugio Provida cambió su destino: «Algo en mi interior me hizo acercarme a pedir información«. Gracias al apoyo recibido, Karla decidió continuar con su embarazo y hoy celebra la vida de su hija.
Por otro lado, el testimonio de Julia, quien se sometió a un aborto en 2024, refleja el lado más oscuro de esta práctica: «Va a ser rápido, eficaz y ni te vas a acordar«, le dijeron en la clínica abortiva. Hoy, Julia lanza un mensaje de reflexión: «Que lo piensen bien. Una semana, tres días, lo que sea«.
Estas historias, junto a otras igualmente conmovedoras, construyen la narrativa del documental, que califica al aborto como «el mayor genocidio de la historia».
Impactantes cifras y la lucha de los profesionales objetores
El documental también expone cifras alarmantes. Solo en España, en 2023 se registraron 103.097 abortos, mientras que a nivel mundial la cifra alcanzó los 73 millones en 2021. Estas frías estadísticas adquieren una dimensión humana gracias a los testimonios de profesionales como la ginecóloga Sonsoles Alonso y la psicóloga Pilar Gutiérrez.
Sonsoles, con más de 20 años de experiencia, denuncia cómo el aborto se ha convertido en un «nuevo método anticonceptivo», mientras que Pilar, especialista en el tratamiento del síndrome postaborto, lanza un mensaje contundente: «Tras un aborto el niño se ha ido, pero la muerte se queda». Ambas critican la creación de listas negras de objetores de conciencia promovidas por la ministra de Sanidad, Mónica García, como un ataque directo a su libertad profesional y personal.
Frente a esta realidad, queda claro que la sociedad necesita un cambio de paradigma, uno que priorice la vida y el apoyo a las madres.
El papel del Refugio Provida
El Refugio Provida, liderado por Ana Ruiz, representa una luz en la oscuridad. Esta red de asociaciones, fundaciones y voluntarios ofrece información y acompañamiento a mujeres en situaciones difíciles, proporcionando alternativas al aborto que muchas veces no se consideran en los centros especializados.
Los voluntarios del Refugio ayudan a las madres a tomar decisiones informadas, mostrando ecografías y permitiendo que escuchen el latido del corazón de sus hijos antes de tomar una decisión definitiva. Este acto simple pero poderoso ha salvado innumerables vidas.
Un documental que todos debemos ver
Hazte Oír y Terra Ignota han logrado crear una obra que no solo informa, sino que también conmueve y moviliza. «El genocidio silencioso» es mucho más que un documental; es un llamado a la acción, una invitación a reflexionar y a tomar partido por la vida.
No basta con verlo; también debemos compartirlo y promoverlo para que su mensaje llegue lo más lejos posible. Porque cada vida cuenta, y porque este genocidio silencioso debe terminar.
Para el 2050 la población mundial empezará a decrecer y a envejecer peligrosamente
Por Steven W. Mosher.
El mundo se está quedando sin niños. Las tasas de natalidad caen en picada. Comenzó en la Europa de la posguerra y en las décadas posteriores se ha extendido a todos los rincones del planeta.
Muchas naciones ya están sintiendo esta espiral de muerte, y cada año se llenan más ataúdes que cunas.
Sólo el año pasado, Japón perdió casi un millón de personas, mientras que Polonia perdió 130.000.
Sin embargo, la historia más dramática es la de China, hogar de una sexta parte de la población mundial.
La devastación que ha causado durante décadas la política de un solo hijo ha llevado a una decadencia absoluta a esa nación que durante siglos fue la más poblada del mundo.
China finalmente admitió que su población estaba disminuyendo, pero muchos demógrafos creemos que en realidad las cifras han estado decreciendo durante casi una década.
La cifra oficial de población del gobierno chino de 1.440 millones también exagera enormemente las cifras reales: algunos analistas dicen que tienen una sobreestimación de 130 millones de personas.
India ya superó a China en población y sigue creciendo, pero no por mucho tiempo.
El gobierno de India informó en 2021 que cada mujer en ese país tiene un promedio de solo dos hijos en toda su edad reproductiva, muy por debajo de los 2,25 necesarios para sostener la población actual.
La misma historia se está repitiendo en todo el mundo: las tasas de natalidad en Iberoamérica, Oriente Medio e incluso África no sólo están cayendo, sino que se están desplomando.
El resultado de todos estos vientres vacíos es que la humanidad acaba de alcanzar un hito importante, pero ciertamente no es uno que debamos celebrar.
Por primera vez en los 60.000 años en que los seres humanos habitan el planeta, no estamos teniendo suficientes bebés para reemplazarnos. No es de extrañar que Donald Trump haya sugerido proporcionar FIV gratuita a todos los estadounidenses “porque necesitamos más bebés”, afirmó en Michigan.
La población seguirá creciendo hasta mediados de siglo debido a que la expectativa de vida es cada vez más larga. Pero cuando este impulso demográfico termine (y terminará), alcanzaremos un segundo hito sombrío en la trayectoria descendente de la humanidad:
Por primera vez desde la Peste Negra de la Edad Media, el número de personas en el mundo disminuirá.
La peste bubónica del siglo XIV fue la peor pandemia de la historia de la humanidad. Acabó con la mitad de la población de Europa y quizás con un tercio de la población de Oriente Medio.
Pero mientras esta plaga llenaba fosas comunes, los sobrevivientes seguían llenando cunas. Y como la tasa de natalidad se mantuvo alta, le tomó aproximadamente un siglo, pero la población mundial se recuperó.
Esta vez, puede que no seamos tan afortunados. Todos los factores que influyen en la fertilidad, desde las tasas de matrimonio hasta la urbanización y los niveles de educación, están haciendo que los nacimientos disminuyan.
Ahora bien, quizás no haya sabido hasta ahora acerca de la escasez de nacimientos actual.
Y esto es porque agencias internacionales poderosas como el Fondo de Población de las Naciones Unidas o el Banco Mundial han hecho todo lo posible para mantenerlo fuera del alcance de la opinión pública.
Es más, a estas agencias, creadas durante el auge de la histeria sobre la “superpoblación” en los años 1960, les gusta sobreestimar los nacimientos en un país y aumentar las cifras de población en otro.
Por ejemplo, la ONU, en su informe anual Perspectivas de Población Mundial, afirma que el año pasado nacieron 705.000 bebés en Colombia, cuando el propio gobierno del país estima la cifra en sólo 510.000.
Y esta diferencia no podría considerarse un error de redondeo.
Tampoco lo es la afirmación de la ONU de que las mujeres de India siguen teniendo un promedio de 2,25 hijos, lo que desafía las propias estadísticas publicadas del país, que muestran que ahora esa cifra está por debajo de los 2,0.
Toda esta manipulación de cifras permite a la ONU afirmar que la tasa de fertilidad total mundial el año pasado fue de 2,25, todavía por encima del nivel de reemplazo.
Incluso se equivoca respecto de la tasa de reemplazo de fertilidad, que dice que es de 2,1 hijos por mujer.
Esto es erróneo porque en muchos países el aborto por selección de sexo distorsiona fuertemente la proporción de sexos a favor de los niños.
Para compensar las decenas de millones de niñas no nacidas que faltan en China, India y otros países asiáticos, esos países necesitan entre 2,2 y 2,3 niños en promedio.
La ONU exagera las cifras humanas por la misma razón que la administración Biden-Harris exagera las cifras de empleo: para obtener ganancias financieras y supervivencia política.
Hay miles de millones de dólares en juego para esas agencias internacionales cuya financiación se alimenta del oscuro temor al aumento del número de seres humanos.
El movimiento de control de la población no tiene intención de irse en silencio a la tumba, aunque sigue cavando la de la humanidad, y por eso alimenta este miedo irracional e infundado.
No es cierto que la población mundial esté creciendo de forma explosiva. Lo cierto es que está a punto de colapsar. Por eso es hora de poner fin a la guerra contra la población.
Sí, como todos Vds. ya conocen, el parlamento europeo votó este jueves pasado (11/04/24) una resolución no vinculante para incluir el derecho al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. Lo aprobó una amplia mayoría, duplicando los apoyos a los rechazos. Con la práctica unanimidad de los partidos centristas e izquierdistas y la ruptura en los partidos conservadores. Junto a esto, la resolución se extiende a condenar las cláusulas de conciencia del personal sanitario, a la obligatoriedad de servicios anticonceptivos gratuitos, educación sexual, etc. en definitiva, todo el paquete habitual de esa visión enloquecida del hombre como un animal cuyo anhelo y derecho fundamental sería un sexo descontrolado y alejado de cualquier realidad biológica o racional, y que el Estado debe tutelar y facilitar dichas tendencias.
Como guinda del pastel, también reclamaron detener la financiación de todas esas “malvadas” organizaciones que luchan “contra la igualdad de género y los derechos de las mujeres”, especialmente los “reproductivos”, aunque deberían llamaros más bien derechos a no reproducirse.
Y esta resolución se ha presentado como algo normal y positivo por los medios de comunicación, pocos han osado plantearse siquiera por qué de repente el parlamento europeo aprueba tal propuesta en un tema que no le compete (se refieren a competencias nacionales). Y son mayoría, lamentablemente los que lo presentan como un paso razonable, cuando no fabuloso o defensor de una causa maravillosa y digna. De esta forma, Europa se hunde cada vez más en la decadencia ya no moral sino humana. Aunque probablemente no llegue a nada práctico, es gravísimo.
La Comunidad Europea se inició como un intento de superar los odios tras la segunda guerra mundial. Al inicio se basaba en unos principios de dignidad del hombre, fundada en el humanismo cristiano, que reconocía la común herencia de los distintos países europeos. Apenas 60 años después nos encontramos en una Unión Europea donde el aborto parece ser la principal bandera que se ondea orgullosamente y se quiere imponer, por encima de cualquier norma o acuerdo interno, como summum de los nuevos derechos humanos. Estos se basarían en una extraña dignidad donde el derecho a la muerte parece ser la mayor conquista humana, frente a los ahora considerados “bárbaros”, anclados en la «obsoleta» visión de que la persona humana es un ser digno por su propia constitución ontológica. Con esta dignidad humana reconocida, su vida se consideraba un bien intangible, que todos debían respetar y proteger, y donde se había avanzado hasta hacer innecesaria la pena de muerte como último recurso de defensa social. Por el contrario, los nuevos derechos, junto a una condena en cualquier situación de la pena de muerte impone el aborto y la eutanasia que se aplica crecientemente hasta multiplicar por miles esas antiguas penas de muerte, y no a criminales sino a inocentes fetos o a “prescindibles” personas mayores, enfermos o deprimidos con vidas “indignas “de ser vividas. Los más ardientes defensores de los “nuevos” tiempos ya proclaman en algunos países prescindibles a aquellos que son “rémoras sociales” porque consumen recursos, porque degradan el planeta, porque enturbian la economía o porque no son productivos.
Es tan grave esta toma de decisión del parlamento europeo, arropado por las élites de la mayoría de los países europeos, y culmina de tal forma el movimiento a una nueva sociedad (en consonancia con la aprobación masiva y entusiasta del aborto como derecho en la constitución francesa), que no deberíamos olvidarlo dentro de dos días como un simple paso más hacia el fin de nuestra civilización. No, este es un aldabonazo decisivo, que debe hacernos conscientes de este proceso cada vez más acelerado de cambio social. Un cambio teledirigido e impuesto, que supone que Europa ya no es la Europa que fue (basada en el derecho romano, la filosofía griega y el cristianismo) sino su reverso más espantoso y despiadado. Que bajo los mismos nombres y aspectos culturales, estamos en un mundo distinto, cuya degeneración es cada vez más rápida y acelerada. No podemos engañarnos más sobre seguir viviendo en la misma sociedad que nuestros padres o abuelos, con “pequeños” cambios, que pudieran no gustarnos mucho pero que no eran decisivos. No, el cambio es tan brutal y acelerado que vamos a asistir a muchos otros retrocesos y transformaciones trágicos nosotros, ya no nuestros hijos o nietos, como podríamos haber pensado hace años.
Sí, esa ficción piadosa, que nos permitía vivir de forma egoísta, pensando que, por lo menos nosotros, seguiríamos viviendo en una sociedad más o menos parecida a la que conocíamos, se está disolviendo a toda velocidad, por mucho que no queramos enterarnos. Podemos rendirnos, y vender lo poco que nos queda de corazón y dignidad ante estos nuevos tiempos y valores, para intentar comprar un poco de tranquilidad y poder seguir viviendo sin problemas, pero parafraseando a Churchill tras el acuerdo de Munich: «Habéis aceptado el deshonor y los contravalores para salvar vuestra tranquilidad; conservaréis el deshonor y esos contravalores, pero no tendréis tranquilidad.» Sí, el nuevo orden no nos va a permitir mantenernos tranquilos y al margen, nos obligarán cada vez más a implicarnos y a enfangarnos, y lo mismo harán (ya lo hacen) con nuestros hijos, sólo tenemos que ver lo que ya va pasando en los colegios.
En definitiva, la nueva Europa acelera y ya tiene una bandera y un símbolo de la nueva época, el aborto, el euroaborto. Y tal como en la Inglaterra de Enrique VIII se impuso un juramento de apoyo a las nuevas ideas, aquí cada vez más tendremos que aceptar y suscribir “jubilosamente” los nuevos valores o ser valientes y afrontar la persecución. Y si no sucumbimos nos irán imponiendo penalidades de todo orden además de los estigmas de “antidemócrata”, “odiador”, etc.
No, el aborto como derecho, el ‘euroaborto’, no es simplemente otro pasito, sino un paso simbólico y decisivo que buscan imponer de la forma más arrolladoramente posible los nuevos contravalores. Junto a otras imposiciones no nos va a dejar resquicio de “huida”, sino que nos obligará a “mojarnos” o rendirnos ya sumisos al nuevo orden, si no mundial todavía, al menos ya europeo. Y digo europeo, ya que supongo que mantendrán el nombre de “Europa” a esta triste amalgama neoglobalista de países unidos bajo el liderazgo de las élites iluminadas que ya nos gobiernan sin límites ni recato.
Abby Johnson (Ashley Bratcher) es una de las directoras más jóvenes de una de las clínicas «Planned Parenthood» que existen en la nación. Ejerciendo ese cargo ha estado involucrada hasta en 22.000 abortos y ha aconsejado a innumerables mujeres con respecto a la toma de decisiones relacionadas con la reproducción. Su pasión por la materia la llevaría a convertirse en la portavoz de la franquicia, luchando por establecer la legislación en que la ha que creído firmemente desde su adolescencia. Sin embargo, un día su perspectiva toma un inesperado rumbo tras presenciar algo que la marcará de por vida. (FILMAFFINITY)
Artículo publicado en Foro Patriótico el 05/12/2020.
La irracionalidad del aborto
Cualquiera que sea nuestra concepción de la política, cuando juzgamos justificadas las medidas de un gobernante apelamos a ideas como ajuste, oportunidad, conveniencia. Hablamos de medidas ajustadas, medidas oportunas, medidas convenientes. Los motivos de justificación de una acción determinada ponen de manifiesto, por lo tanto, la necesidad de someterla al tribunal de la razón, porque sólo la razón puede establecer en qué consiste lo ajustado, conveniente u oportuno de una acción humana. De allí la frase: “Un buen rey da órdenes razonables”.
Lo razonable en materia política es así sinónimo de prudente. Precisamente la prudencia, y no otra disposición, recurso o habilidad misteriosos es lo que permite al que gobierna señalar por antelación los medios requeridos para lograr los objetivos políticos; es decir prever. La capacidad de previsión, el sentido de la oportunidad, el discernimiento de lo conveniente, la prontitud en el pronunciamiento son aspectos de la sabiduría prudencial que le exigimos a quien manda para que sus órdenes sean razonables; si las posee será un buen gobernante y sus medidas resultarán siempre justificadas ante los gobernados; en una palabra, su autoridad quedará legitimada en el ejercicio del poder… Y si, además, las acciones emprendidas por el que manda tuviesen relevancia histórica (en tanto su contenido estuviese cargado de significación moral) dichas acciones ingresarían al patrimonio común de la tradición, trascendiendo las circunstancias concretas que le dieron origen.
Tenemos que tomar conciencia de la situación que atraviesa el país. Una conciencia abierta al debate en todos los ámbitos. Pero este conocimiento no puede ser moralmente indiferente o aséptico, en la medida en que estamos transitando hechos históricamente relevantes, sino que implica un discernimiento de lo bueno y de lo mal a la luz de la verdad, es decir, implica un juicio valorativo. No se trata de tomar conciencia “a secas” (que es una pura abstracción), sino la mejor conciencia moral respecto de los que está bien y está mal porque estamos ante un hecho y una verdad objetiva. De ahí que la tarea debe comenzar por modelar el juicio crítico del asunto y sembrar la inquietud por profundizar el tema porque está en juego una vida humana.
Las mujeres y hombres pro aborto insisten en su engañoso eufemismo llamando a dicho crimen como “Interrupción del embarazo”, encubrimiento del homicidio con lenguaje cortés, dado que los embarazos no se “interrumpen” porque la interrupción es el cese transitorio de una actividad para su posterior reanudación, pero el aborto es un acto de naturaleza definitiva e irreversible: precisamente porque la muerte es un hecho de naturaleza definitiva e irreversible: “ahorcar es interrumpir la respiración” decía con sorna Julián Marías.
El hecho de que en una determinada fase de su vida el hijo necesite el ambiente del vientre materno para subsistir, no implica que no sea una parte distinta de la madre. Como sostenemos, desde la fecundación el niño tiene ya su patrimonio genético y su propio sistema inmunológico diferente del de la madre con quien mantiene una relación que, para ejemplificar, diríamos que es asimilable a la que sustenta un astronauta respecto de su nave: si saliese de ella moriría, pero no por estar transitoriamente adentro forma parte de la misma.
Bajo el ropaje de “salud pública”, los “derechos de la mujer” y de la falsa dialéctica casi luciferina de “salvar la vida de la madre y no del niño” se encubre una gran farsa que merece ser denunciada con todas las letras; toda vez que está en juego nuestra identidad cultural y, en segundo lugar, nuestro destino como nación, constituyendo la aprobación de esta ley a favor del aborto la última y más grave de las amenazas contra el futuro de la población argentina dado que se presenta como una verdadera confederación filicida.
El aborto es la muerte del concebido. Esta muerte puede ocurrir por causas naturales o por interferencia externa; esto, la muerte del niño por nacer, el ser más inocente e indefenso del universo, es un crimen.
Es sabido que el inciso 2° del artículo 86 del Código Penal exime de pena a los abortos “si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”. Es decir, fue, es y sigue siendo delito, pero no punible para la mujer que aborta, nada más, o sea, funciona como una excusa absolutoria únicamente para la madre.
Si bien existen fundadas y motivadas razones médicas, científicas, religiosas en contra del aborto nosotros vamos a aportar un único argumento, pero sólo desde la lógica.
Dicho ello, supongamos ahora un suceso extremo para demostrar la irracionabilidad del asunto, del argumento. Imaginemos el peor de casos: la violación de una niña de 13 años con síndrome de Down por parte de un pariente intrafamiliar depravado, pero por el grado de avance de la gestación no se encuentra dentro del plazo límite de “interrupción del embarazo” que pregonan arbitrariamente quienes están a favor del aborto legal, seguro y gratuito según el antojadizo almanaque que manejan; no obstante, las autoridades públicas competentes autorizan igualmente la práctica del aborto eugenésico dada la excepcionalidad del caso bajo estudio.
¿Qué hacemos? ¿Matamos al bebé?
El bebé tiene la mejor defensa que un inocente pueda tener. Una defensa metafísica, más allá de lo físico: «cuando se cometió el delito el no existía». Al que hay que condenar es al violador no condenar a pena de muerte y asesinar al bebé. Salvo Dios, ¿quién se arroga el derecho divino de decidir quién debe morir y quién debe vivir?
¿Quién puede asegurar que detrás de esa vida truncada no se escondía un extraordinario científico o artista, un gran deportista o un excelente estratega?
¿De qué derechos humanos nos hablan? Si el primer derecho humano es la vida por nacer, que es el primer sujeto a defender o tutelar sus derechos y no solamente desde una situación de la madre. Aun cuando la práctica del aborto sea clandestina o un riesgo para la salud y la vida de la madre, pareciera ser que el niño no cuenta. Los derechos y valores de toda persona deben ser considerados desde su concepción para evaluar correctamente su dignidad como ser humano único e irrepetible. El respeto de la ley natural y de las leyes biológicas está por encima de los intereses, la voluntad y la libertad de las madres por más que se trate de un embarazo no deseado. Los principales derechos positivos se basan en el derecho natural.
Porque si se niega que el hombre tiene naturaleza corpórea/espiritual y sostenemos, a través de un consenso social (una ley del Congreso), que se reduce a pura materia no existiría razón alguna para prohibir la tortura ni razón que nos lleve a respetar su vida desde la concepción hasta la muerte natural.
Quedarían así justificadas y legalizadas todas las aberraciones que, lamentablemente, se dan de hecho en países con gobiernos supuestamente democráticos.
Esto es importante: lo que está en juego no es una simple lucha política o un derecho de salud pública sino «la pretensión destructiva del plan de la creación de Dios». Tomemos conciencia, ello es grave, el resultado y la finalidad son sumamente graves.
Por otra parte, decir que el homicidio voluntario se refiere sólo a la muerte del inocente es una arbitrariedad. Homicidio voluntario, objetivamente hablando, es la muerte de cualquier hombre o mujer, inocente o culpable, por decisión y a mano del propio ser humano. En un asunto tan grave que no podemos jugar con eufemismos lingüísticos o leguleyos y menos aún médicos, diplomáticos o económicos. Importa una concepción filosófica y humanística de la vida, del ser. En eso radica también la maldad objetiva de la pena capital que en nuestro país no se le aplica ni siquiera al peor violador y asesino serial, pero sí se le quiere imponer al ser más inocente e indefenso del planeta.
Análogamente, podemos decir que, si se pone tan gran atención al respeto de toda vida, incluida la del reo y la del agresor injusto, también le corresponde al feto humano, pues el mandamiento «no matarás» tiene un valor absoluto cuando se refiere a la persona inocente. Tanto más si se trata de un ser humano débil e indefenso, que sólo en la fuerza absoluta del mandamiento de Dios encuentra su defensa radical frente al arbitrio y a la prepotencia ajena.
Además, evitar nacimientos en Argentina implicará en un futuro un suicidio colectivo; toda vez que geopolítica, estratégica, demográfica y geográficamente tenemos un territorio deshabitado y una población insuficiente, nada más tentador para los grandes imperios del mañana.
Hay instituciones internacionales que trabajan en la difusión de esta “cultura de la muerte”. Los países pobres en los que la familia sigue siendo un punto de anclaje fundamental de la vida social son el blanco prioritario de las políticas eugenésicas y maltusianas. Grandes fundaciones manejadas por millonarios occidentales llevan a cabo programas de exterminio de niños no nacidos. Este combate por difundir la muerte a cualquier precio es una monstruosidad y supone un empleo descontrolado del poder económico para destruir a los débiles e indefensos. Estos hombres bailan sobre los cadáveres de cientos de miles de frágiles seres sacrificados para poder conservar su dominio; donde se califica de «amenaza» para la seguridad mundial la «explosión demográfica» en algunos países en desarrollo, como el nuestro, que, pese a irnos mal económicamente, tiene una sólida cultura arraigada en los verdaderos derechos humanos.
La masacre del nasciturus o niño por nacer está adherida a una corriente radical o extremista del feminismo que actúa desde organizaciones vinculadas a Naciones Unidas con abundantes recursos financieros y una red de apoyos políticos que componen una trama global.
Como ha dicho Ronald Reegan: “Tienen suerte los abortistas de que no se les haya aplicado las recetas que ellos patrocinan”.
Es una necesidad estratégica para nuestro país aumentar no disminuir considerablemente su población en las próximas décadas, de ahí la gravedad de comprender cabalmente la disminución de la tasa de natalidad, que se suma a la necesidad de fomentar la inmigración hacia nuestro despoblado territorio. Esta situación es la que señala con mayor énfasis la responsabilidad de gobernantes y dirigentes de todos los partidos políticos que, desde hace años permanecen impávidos ante este verdadero drama poblacional. Ni que hablar de la ceguera de quienes, no solo permanecen inactivos ante el bajo aumento de nuestra población, sino que en una actitud incomprensible e imperdonable pregonan la adopción de todos los métodos habidos y por haber que tienden a disminuir los nacimientos, actitud que es totalmente incompatible con los intereses nacionales.
No es casualidad que, en Argentina, cuando se negocia con el F.M.I., simultáneamente se debatiera la ley para aprobar el aborto. Eso ocurrió durante la gestión del ex presidente Mauricio Macri y también está sucediendo lo mismo ahora durante la administración del presidente Alberto Fernández.
¿Podrá un bebé en el vientre de su madre gritar la voz de ¡Alerta!?
No dejemos pasar esta fecha sin pensar en todas las personas que aún esperan el día de su cumpleaños, de su nacimiento.
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Si estás leyendo este artículo, significa que naciste y que alguno de los días del año es tu cumpleaños.
No festejarías tu cumpleaños si nunca hubieras nacido. Está en vos la posibilidad de ayudar a todos los bebés que esperan el día de su nacimiento para que ellos también puedan festejar el hecho de estar vivos.
Todo ciudadano puede y debe expresar su opinión frente a cualquier hecho que encuentre injusto, violento o denigrante para el ser humano.
Sin importar la edad, la religión o el estilo de vida que llevemos podemos gestar un cambio en nuestro país.
En el Preámbulo de la Constitución de la Nación Argentina prometemos promover la justicia, la paz y la libertad para que estos valores puedan ser disfrutados por todos los argentinos y extranjeros que vivan en nuestro país:
«Nos, los Representantes del pueblo de la nación Argentina, reunidos (…) con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino (…)»
Ofrezcámosle un futuro justo a todos los hombres y las mujeres del país. Ofrezcámosle un futuro justo a todos los niños y niñas que están creciendo en el seno materno. Ofrezcámosle la libertad a aquellos niños para poder tomar decisiones sobre cómo desean vivir. Pero, por sobre todas las cosas, defendamos el DERECHO A LA VIDA de TODA PERSONA. Así, partiendo de esta base, lograremos construir la libertad, la paz y la justicia que tanto anhelamos.
El futuro de nuestro país está en las manos de cada uno de los que vivimos en la Argentina. Los que ya hemos nacido debemos cuidar a los que aún esperan nacer.
Una vez más, como quien quiere tirar la moneda tantas veces hasta que salga «ceca», el Congreso debate sobre el aborto. Así de fácil, lo mismo que tirar una moneda al aire, se discute sobre la vida de otro, o, más bien, sobre la vida de miles de «otros».
Igual de disparatado, pero tal vez menos injusto, sería que debatieran sobre la vida de cualquiera de los que se disponen a aprobar el aborto, quienes, como mínimo, tendrían el derecho a hacer un alegato en su defensa, a diferencia de un bebé inocente y sin posibilidades de esquivar el instrumento o la droga que lo mata inesperadamente en su propio santuario. Sería un teatro del absurdo, claro, pero la Argentina es el país donde el absurdo aparece como algo normal a costa del incesante repiqueteo de la propaganda.
¿Qué tuvo que ocurrir, cuántas batallas debió perder el lenguaje, qué veneno debió haber trastornado a la lógica para que la muerte de un bebé sea algo políticamente correcto y, en cambio, la defensa de la vida sea una actitud fascista? ¿No era el culto a la muerte lo que caracterizaba precisamente al fascismo, como escribió Pablo Giussani? Un culto, efectivamente, no una opinión.
Una opinión es el argumento de alguien que se presenta en un programa de televisión o escribe en un periódico a fin de sostener su posición en favor del aborto. Pero no es una opinión la marea verde que se agita en las calles, que danza, que pintarrajea catedrales, que proclama estar librando una batalla, que pinta grafitis contra «los fetos» o que se jacta de maltratar en la vía pública a muñecos con forma de bebés.
¿No es esa, acaso, la confesión expresa de la existencia de una vida distinta a la de la madre? ¿No es ese el reconocimiento de que no es la compasión lo que mueve esa ola? También lo es la persecución a los médicos que convencen a la madre de no abortar y conducen el embarazo hasta el nacimiento. El ensañamiento con quienes salvan la vida es el revés mismo de la compasión.
El aborto, una bandera histórica de la izquierda, fue rechazado en su momento por el gobernador socialista de Santa Fe Hermes Binner, y por el entonces presidente de Uruguay, también de izquierda, Tabaré Vázquez. Médicos ambos, no quisieron violar el más puro de los juramentos, que es la defensa de la vida.
Al tiempo de enviar el proyecto, el presidente de la Nación sostuvo que, desde la recuperación de la democracia, se registraron más de 3.000 muertes por abortos clandestinos.
Si tan bien contabilizaron los casos ¿dónde están las denuncias? ¿Alguien lleva a los tribunales a los responsables de esas clínicas clandestinas, desde los gobiernos o desde la militancia proaborto?
La legalización de un crimen con el argumento de que se comete de peor manera en la clandestinidad sería equivalente a sostener que, como los violadores asesinan a sus víctimas para no ser descubiertos, habría que despenalizar la violación, de modo que ya esos depravados no tengan que asesinarlas. Absurdo y repugnante.
La noche posterior al ingreso del proyecto en el Congreso, el Cabildo de Buenos Aires y el Ministerio de Salud fueron iluminados con luces verdes por Amnesty International, una organización que, como casi todas las dedicadas a los derechos humanos, defiende la vida, la libertad y la integridad física de todo tipo de personas, incluyendo terroristas y narcotraficantes, a fin de que obtengan un juicio justo o que, una vez condenados, reciban un trato humano, lo cual está bien.
Lo que no está bien, lo paradójico, lo que repugna al sentido común es la contradicción de defender los derechos de los culpables y presionar en favor de la muerte de los inocentes.
No es una sorpresa. En 2018, cuando en la Argentina se debatió tristemente un proyecto similar, también Amnistía Internacional publicó un aviso de una página entera en la contratapa de The New York Times a fin de apoyar la iniciativa.
Ninguna propaganda apareció aquí, al menos recuadrada. ¿Debemos suponer que el aparato internacional que se mueve en pos del aborto invirtió cientos de miles de dólares a 8500 kilómetros de distancia y no desembolsó un peso donde se votaría el proyecto?
El silencio frente a esa pregunta es demasiado pesado y su peso sofoca el grito inaudible de los inocentes, que son las víctimas del aborto.
El caso de Amnistía Internacional es un ejemplo entre miles. Si lo que se desea es saber quiénes tienen en el mundo interés en promocionar el aborto, lo mejor es recordar el lema del FBI: «Siga al dinero«.
De acuerdo con una noticia del diario The Irish Times, en 2017, la Comisión The Standards in Public Office de Irlanda, un equivalente a la Oficina Anticorrupción de la Argentina, ordenó a Amnesty International devolver 137.000 euros que le había donado Open Society, la fundación de George Soros, para promover el aborto en ese país. La directiva se apoyó en la violación de la Constitución y de las reglas de ética electoral.
Como Amnistía Internacional, hay millares de organizaciones en el planeta que trabajan día y noche en favor del aborto. La gran mayoría de ellas reciben financiación, precisamente, de Open Society, que cuenta con decenas de miles de millones de dólares para fines filantrópicos. Y algunos lo son, realmente. Las mentiras únicamente se digieren cuando se combinan con unas cuantas verdades.
Pero la fundación Open Society, con la que el Ministerio de Educación de la Nación firmó en marzo un acuerdo, promueve, por otro lado, el aborto como política de Estado; la legalización de las drogas y, especialmente, la despenalización de su comercialización minorista; llama a poner fin a la guerra contra el narcotráfico; alienta acciones contra la represión policial a la venta de estupefacientes; financia a movimientos populistas; a través del BDS Movement impulsa el boicot contra Israel, un Estado aliado de los Estados Unidos y de los valores occidentales y democráticos en Oriente Medio; patrocina políticas abolicionistas en materia penal y apoya a movimientos indigenistas, como los de los mapuches radicalizados en el sur argentino. Una colección de acciones contra las democracias de Occidente, cuyas estructuras se propone transformar desde sus entrañas.
Soros destinó US$32.000 millones de su fortuna a Open Society. ¿Se comprende, entonces, de dónde salen los «verdes»?
La conocida periodista israelí Rachel Ehrenfeld, que preside el American Center for Democracy en Nueva York, a propósito de la campaña de Open Society en favor de la despenalización de la droga, escribió que «Soros usa su filantropía para cambiar -o más precisamente deconstruir- los valores y las actitudes morales del mundo occidental.»
Una cultura de la droga demanda una sociedad de la angustia, de la culpa, de la pobreza y de la desesperanza; el derrumbe de los pilares de la nación, de la familia y de la concordia social.
Al otro lado de la discusión, están los movimientos provida, algunos de carácter religioso, otros laicos y otros incluso feministas, como en la Argentina Feministas de la Nueva Ola o la organización Feminist for Life en Estados Unidos. Pero no alcanzan contra el dinero del aborto.
«No me preocupa -decía Martin Luther King- el grito de los violentos y los deshonestos. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos».
Estados Unidos y 31 países rechazan el aborto como derecho y declaran a la familia como base de la sociedad
El jueves 22 de octubre se llevó a cabo el Consenso de Ginebra, en el que participaron 32 países para promover la salud de la mujer y el fortalecimiento de la familia.
En un tiempo donde el aborto se impulsa como “derecho” y donde la familia es desvalorizada, se llevó a cabo un histórico consenso entre Estados Unidos y 31 países más.
Este jueves 22 de octubre se realizó el “Consenso de Ginebra”, en la cual 32 países de todo el mundo firmaron la Declaración de Ginebra, en la cual, se promueve la salud de la mujer y se declara a la familia como base de la sociedad.
Durante el consenso, el Secretario de Servicios Humanos y de Salud de Estados Unidos, Alex Azar, declaró que las agencias de la ONU ya no pueden malinterpretar lo acordado sin rendir cuentas.
“Sin disculpas, afirmamos que los gobiernos tienen el derecho soberano de hacer sus propias leyes para proteger la vida de inocentes y redactar sus regulaciones sobre el aborto”, dijo Azar. “La Declaración de Consenso de Ginebra es un documento histórico, que establece claramente nuestra posición como naciones sobre la salud de las mujeres, la familia, el honor a la vida y la defensa de la soberanía nacional”.
Azar señaló que, en parte, la declaración fue redactada en respuesta a una “tendencia inquietante” de las Naciones Unidas.
“Cada vez con mayor frecuencia, algunas naciones ricas y agencias de la ONU en deuda con ellas afirman erróneamente que el aborto es un derecho humano universal”, dijo al respecto.
“Declararemos inequívocamente que no existe el derecho internacional al aborto. Con orgullo, pondremos la salud de la mujer en primer lugar en cada etapa de la vida”, agregó.
Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos, aseguró que la declaración es un “compromiso profundo y personal para proteger la dignidad humana”.
También recalcó la “defensa sin precedentes de los no nacidos en el extranjero” del gobierno de Trump, y cómo su administración ha velado en todo momento por el derecho a la vida en cualquiera de sus etapas.
La declaración reafirma la igualdad ante la ley, y que los derechos humanos de las mujeres y las niñas son “parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y libertades fundamentales”.
Se reafirma también, que “el derecho a la vida es inherente a la persona humana” al igual que “la dignidad y el valor de la persona humana”.
En cuanto al aborto, enfatizan que “en ningún caso se debe promover el aborto como método de planificación de la familia” y que “cualesquiera medidas o cambios relacionados con el aborto que se introduzcan en el sistema de salud se pueden determinar únicamente a nivel nacional o local de conformidad con el proceso legislativo nacional” respetando la soberanía de los estados.
La declaración cita el compromiso a:
Reafirmar que no existe un derecho internacional al aborto, ni recae sobre los Estados una obligación internacional de financiar o facilitar los abortos, en consonancia con el consenso internacional de larga data de que cada nación tiene el derecho soberano de implementar programas y actividades coherentes con sus leyes y políticas…
Declaración de Ginebra
En cuanto a la familia, reafirma que “la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado” y se compromete a brindar apoyo a “la función de la familia como la base de la sociedad y como fuente de salud, apoyo y cuidado”.
Esta declaración llega en un momento sin precedentes, en el que las organizaciones mundiales impulsan y presionan a los países a adoptar el procedimiento del aborto como un “derecho reproductivo” y en el que cada vez más la familia es desvalorizada y catalogada como una institución anticuada y conservadora.
Sin duda alguna, esta declaración es una señal de esperanza para volver a reconocer a la familia como base primordial de la sociedad y del progreso humano en los valores y el respeto mutuo. Y es una gran noticia para las personas que han buscado defender la vida de los más vulnerables contra la deshumana práctica del aborto.
Aquí se puede encontrar la declaración completa en el idioma de su preferencia: Declaración de Ginebra
El aborto es un asesinato. Uno de los crímenes más viles y cobardes que pueda concebirse, pues atenta contra la vida de un ser totalmente indefenso sin ninguna capacidad de respuesta. Acaso después de esto no habría nada más que decir. Solo la pérdida completa del sentido común, en la que Hannah Arendt cifraba los orígenes del totalitarismo, puede explicar que hoy por hoy se discuta en nuestro país la legalización del aborto.
Poco importa que un gobierno que comete un desacierto tras otro —dicho de manera benevolente— haya abierto el debate sobre el tema cual cortina de humo para disimular sus dificultades; en primer lugar, el empobrecimiento manifiesto al que se ve sometida la inmensa mayoría de la población como efecto de las políticas implementadas. Sea como fuere, la bola se ha echado a rodar y no hay quien la detenga.
Examinemos algunos de los argumentos esgrimidos por los apólogos del aborto
La presión de los medios masivos de difusión, que no de comunicación, a favor de la dichosa legalización es sencillamente abrumadora. Periodistas de toda laya, actrices y actores consagrados, estrellitas efímeras de televisión, opinólogos del momento, «panelistas», prostitutas VIP —y no tan VIP—, agitan sin cesar sus pañuelitos verdes, con la expectativa de obtener réditos de su opinión políticamente correcta. Sueñan con aumentar su puntaje en los celulares interconectados, como muestra un episodio magnífico de la serie Black Mirror.
Ahora bien, examinemos algunos de los argumentos esgrimidos por los apólogos del aborto (perdón, de su legalización). Desde ya, no vale la pena detenerse un instante en las «estadísticas» que blasonan, pues se ha demostrado fehacientemente su falsedad. Vayamos a los argumentos. Uno de los más difundidos y recurrentes sostiene que la mujer es «dueña de su cuerpo». La pregunta es, ¿dónde se sitúa quien afirma esto? ¿Dónde radica su subjetividad? Obviamente, no en el cuerpo. El sujeto, el sí mismo, residiría exclusivamente en la mente, conforme al dualismo antropológico establecido en los albores de la modernidad por René Descartes. El yo se identifica con la mente, el cuerpo es un objeto sobre el cual la mente tendría «derecho» a disponer según su real antojo. Forma de pensar de 1650 a la que se añade la sagrada propiedad privada capitalista; de ahí el erigirse en «dueño» de ese objeto llamado «cuerpo». ¿No sería hora de que el individuo se pensase de una forma más integral, si se quiere como una totalidad indisoluble cuerpo-mente, sin relaciones de propiedad de una parte sobre otra?
La vida que amanece en el seno materno no forma parte de ese cuerpo, es una vida distinta
Por lo demás, cabe agregar que la vida que amanece en el seno materno no forma parte de ese cuerpo. Es un huésped que se aloja transitoriamente en él, un inquilino, una vida distinta que habita durante un tiempo en el vientre materno.
Otro argumento aduce que, en las primeras etapas de gestación, esa vida distinta que prospera desde el momento mismo de su concepción —algo ya incuestionable desde el punto de vista científico— no es todavía «persona». Pero pretender determinar cuándo un viviente humano comienza a ser persona es un disparate. Pues «persona» es una categoría metafísica que, como tal, no cabe situar en el tiempo, a no ser por una convención jurídica que, sea cual fuere, siempre pecará de arbitrariedad. Los conceptos metafísicos son de naturaleza extratemporal, procurar situarlos en el tiempo es ignorar la inconmensurabilidad entre lo temporal y lo extratemporal. Se trata de dos órdenes diferentes, inconmensurables, como acabamos de decir. Algo similar ocurre con los conceptos matemáticos: solo que a nadie se le ocurriría preguntar cuándo la suma de los ángulos interiores de un triángulo empezó a ser igual a 180 grados.
La legalización del aborto sería una cuestión de “salud pública”, ajena a toda “creencia”
En los últimos días es frecuente escuchar una novedosa sandez. La legalización del aborto —que nada tendría que ver con su promoción, se sostiene hipócritamente— sería una cuestión que atañe a la «salud pública», ajena a toda «creencia». ¡Como si la «salud pública» no fuese una creencia ligada a los presupuestos inherentes al Estado moderno! ¡Como si la «salud pública» fuese un tema ideológicamente neutro que se ubica más allá de toda creencia! ¡Un mínimo de conocimiento histórico, por favor!
Un capítulo aparte es el empeño de los abortistas por reducir la oposición a la legalización del aborto a la resistencia de las confesiones religiosas, en particular, la Iglesia Católica. Es decir, estereotipar al adversario. Quien me conozca o haya leído mis escritos sabrá cuán lejos estoy, como muchos otros opositores, de defender convicciones religiosas.
Bajo excusas piadosas se apunta la control de la natalidad
Pero en realidad no tiene demasiado sentido sumar más argumentos y contraargumentos. Según creo, las cosas pasan por otro lado en un «debate» signado por el cinismo y la hipocresía. Bajo la excusa piadosa de que las mujeres de condición humilde posean los mismos «derechos» que las de clase media o alta,cuyos asesinatos se llevan a cabo en un contexto más favorable, se apunta claramente al control de la natalidad, o sea, para decirlo con todas las letras, a limitar el nacimiento de «negritos». Las señoras de clase media o alta, a quienes se suman entusiastamente por otras razones organizaciones de mujeres fálicas, lesbianas, travestis, transexuales y un largo etcétera, confían en que, si reducimos el número de «negritos», destinados a convertirse en «negros de mierda», disminuirán a la larga los asaltos, los secuestros, los asesinatos a mansalva y otros males similares que aquejan actualmente a nuestra sociedad.
Por supuesto, a las mujeres humildes, que se empeñan en reproducirse «irracionalmente», nadie las ha consultado ni las consultará. Son bestias ignorantes sometidas por machistas irredentos y huérfanas de la consabida «educación sexual» (lo cual supone que la sexualidad es susceptible de educación, cosa que primero habría que empezar por preguntarse; desde Agustín de Hipona hasta Sigmund Freud, pasando por múltiples eslabones intermedios, se sabe que la tarea está condenada en última instancia al fracaso). «Educación sexual»: sexo seguro, políticamente correcto.
Quizá lo más triste es el cinismo de la “izquierda” y de los sectores “progresistas”, ayer en firme oposición al control de la natalidad preconizado por los poderes imperialistas y hoy a la vanguardia de la legalización del aborto
En resumen, es mucho más fácil eliminar de cuajo una vida naciente que mejorar las condiciones económicas y sociales de manera tal que cualquier mujer embarazada pueda parir en condiciones dignas y criar a sus hijos del mejor modo. Esto último, claro está, implica una transformación profunda que morigere radicalmente las desigualdades económicas y sociales, cada vez más agudas, que imperan en nuestra sociedad.
Pero quizá lo más triste es el cinismo de la «izquierda» y de los sectores «progresistas» en general, ayer en firme oposición al control de la natalidad preconizado por los poderes imperialistas hacia los pueblos del Tercer Mundo, y hoy a la vanguardia de la legalización del aborto como forma de proporcionar a las mujeres humildes condiciones análogas a las de las clases más favorecidas, según predican.
No sería la primera vez que diputados y senadores cedan ante el empuje de los medios y de los grupos activistas que pretenden imponer sus demandas autoritariamente al resto de la sociedad
Personalmente, no me hago ilusiones. Creo que la batalla está perdida. Ojalá me equivoque. Pero no sería la primera vez que, más allá de sus convicciones, diputados y senadores cedan ante el empuje de los medios y de los grupos activistas que pretenden imponer sus demandas autoritariamente al resto de la sociedad. Además, hace mucho tiempo que los argentinos no protagonizamos un baño de sangre. El terrorismo y la represión ilegal ya han quedado lejos en el pasado. Tal vez los argentinos necesitemos de tanto en tanto, debido a nuestra idiosincrasia, asesinatos en masa. Estamos ante las puertas de otro, incomparablemente más siniestro que cualquiera de los que tengamos memoria.
Así se están infiltrando en la ONU los lobbies del aborto y LGTB para imponer su agenda en el mundo
Los lobbies abortista y LGTB han logrado que en la ONU se diga que los no nacidos no tienen derecho a la vida y que se imponga el matrimonio homosexual. Lo cual contraviene los principios de la Carta de San Francisco y la Declaración de los Derechos Humanos de 1948. ¿A quién defiende la ONU si no defiende la vida y la familia?
Por Alfonso Basallo – 23/11/17
Naciones Unidas proclama ahora principios totalmente contrarios a lo que proclamó en 1945, cuando se firmó la Carta de San Francisco, acta fundacional; y en 1948, cuando se hizo la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los lobbies abortista y LGTB, con la complicidad de gobiernos (singulamente EEUU) [Esto parece comenzar a cambiar durante la Administración Donald Trump] y grandes multinacionales, libran una batalla desde hace décadas para infiltrarse en los distintos organismos de la ONU y alterar los Tratados a fin de imponer sus respectivas agendas.
Lo cual empaña la labor de la organización y desnaturaliza su función.
Aunque no evitó las llamadas “guerras calientes” (Vietnam, Oriente Medio etc.) Naciones Unidas evitó una Tercera Guerra Mundial. Sin duda, su mayor logro. Y tuvo un papel clave en la política disuasoria durante la Guerra Fría para evitar un choque nuclear entre los dos bloques.
También promovió los Derechos Humanos y apostó por la dignidad inviolable de la persona con la Declaración Universal de 1948. Ha reducido la pobreza, combatido las hambrunas y erradicado enfermedades, lo que ha supuesto una considerable rebaja de la mortalidad infantil y un aumento de la esperanza de vida.
Pero su actuación durante las últimas décadas contradice dos de sus banderas definitorias: la paz y los derechos humanos. Los dos ideales que son la razón de ser de Naciones Unidas.
La paz, por su promoción del aborto sin restricciones por todo el mundo, lo cual es la forma más sibilina de violencia (más de 1.000 millones de seres humanos masacrados en el vientre materno, una cifra muy superior a los 200 millones de muertos de las dos guerra mundiales).
“Los hombres y mujeres tienen derecho a casarse” dice el artículo 16 de la Declaración Universal… nada que ver con el matrimonio homosexual
Y los derechos humanos, porque pretende incluir entre ellos el mismo aborto –lo que contradice la Declaración Universal de 1948, que establece el derecho de “todos” a la vida (art. 3)-; y los derechos LGTB, un ataque directo a la familia, lo que también contradice la Declaración al señalar que es el «elemento natural y fundamental de la sociedad» (art. 16). La cual se basa en el matrimonio: “Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia” (art. 16).
Pero las Naciones Unidas del ghanés Kofi Annan (secretario general entre 1997 y 2006), el coreano Ban-ki moon (2006-2016) y del portugués Antonio Guterres (actual secretario general) han hecho suya la agenda LGTB y de la cultura de la muerte y tratan de imponerla al planeta, con una nueva forma de colonialismo.
Todo empezó en los años 70, cuando Naciones Unidas –entonces con el birmano U-Thant al frente- “compró” el mensaje de Paul Ehrlich que decía, en su libro La bomba demográfica (1968), que la superpoblación ponía en peligro el futuro del planeta, y que era preciso frenar la natalidad.
Era el viejo malthusiano, con ropajes ecologistas y un toque apocalíptico que pronto tuvo traducción en Hollywood, con películas sobre el exceso de gente y la falta de alimentos como Cuando el destino nos alcance (Soylent Green) (1974). [Ver: Soylent green]
La tesis de Ehrlich carecía de rigor científico, pero les vino muy bien a los fabricantes de preservativos y a otras industrias anticonceptivas para extender el negocio al Tercer Mundo.
El Fondo de Población de Naciones Unidas impuso desde entonces programas antinatalistas a los gobiernos de Asia, América del Sur y África a cambio de ayuda económicas.
El problema es que la mayor parte de los gobiernos occidentales estaban de acuerdo –había mucho dinero de las multinacionales farmacéuticas en juego-. Y el que más de acuerdo estaba era Estados Unidos, que pilotó aquella estrategia a escala mundial, con el informe Kissinger como guía.
Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de Nixon y amigo de la familia Rockefeller, elaboró en 1974 un Memorando de Estudio de Seguridad Nacional, estrictamente confidencial, titulado «Implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de los EE.UU. y sus intereses en el extranjero». [Ver: NSSM 200/74: El informe Kissinger]
El informe Kissinger presentaba el crecimiento de población en el Tercer Mundo como una amenaza para EEUU. Contó con el apoyo de Planned Parenthood
Venía a presentar el crecimiento de la población en los países subdesarrollados como una amenaza para la seguridad de Norteamérica.
Uno de los socios más importantes de la ONU para esta estrategia mundial fue Planned Parenthood, la multinacional del aborto.
Hoy en día la anticoncepción es un negocio redondo cuyos beneficios se reparten las farmacéuticas y la ONU. Estas fabrican a precios bajos en la India, se los venden a Naciones Unidas (por unos 10 centavos) y esta los comercializa triplicando el precio (a 30 centavos).
Lo mismo pasa con la píldora del día después: se adquiere a menos de un dólar y se vende entre 8 y 15 de promedio internacional.
Los DIU o las “espirales” se compran a un precio de entre 3 y 5 dólares; pero para poderlos usar, hay que pagar la consulta del médico y comprarlos a 15 o 20 dólares.
El negocio ha servido para lucrar los bolsillos de las multinacionales farmacéuticas y los funcionarios de Naciones Unidas, para frenar la natalidad en el Tercer Mundo, para multiplicar el aborto y para dañar la salud de la mujer. Durante décadas se ocultaron los efectos secundarios de los contraceptivos… hasta el asunto acabó en los tribunales y multinacionales como la alemana Bayer tiene varios frentes judiciales abiertos por distintas denuncias.
Pero en su origen nadie quería ver el problema: sólo se veía el signo del dólar.Excepto laIglesia católica, que defendía la dignidad de la persona frente a esa forma de explotación y manipulación que era el antinatalismo. La encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI, supuso un jarro de agua fría por su crítica a los anticonceptivos y a la política antinatalista.
Rockefeller III, fundador del Population Council, llegó a visitar a Pablo VI para evitar que proclamase la Humanae Vitae
Las cosas llegaron al extremo de que hasta el magnate John D. Rockefeller III, fundador del Population Council (Consejo de la Población), dedicada a investigar la anticoncepción, intentó disuadir al pontífice. Rockefeller llegó a buscarse aliados dentro de la Iglesia e incluso hizo una visita personal al Papa.
No lo consiguió, y la Humanae Vitae se publicó, siendo la única voz que defendió la dignidad humana frente a la doble ofensiva de gobiernos y multinacionales, bajo el paraguas de Naciones Unidas.
Esta se dedicó, por ejemplo, a imponer la esterilización. Un ejemplo: en cooperación con el dictador Alberto Fujimori, el Fondo de Población de la ONU esterilizó a 300.000 mujeres pobres en Perú sin su consentimiento y, a menudo, incluso sin su conocimiento. Y en China, fue la ONU la que contribuyó significativamente a la introducción de la brutal política de un solo hijo.
Y el club de las mayores fortunas del planeta (David Rockefeller, Bill Gates, Ted Turner, George Soros, Michael Bloomberg y Warren Buffett) decidió en 2009 que la mejor forma de acabar con el exceso de pobres era conseguir que no tuvieran descendencia.
Con un capital de 36.300 millones de dólares, la Fundación Bill y Melinda Gates financiaron la producción del sistema Sinoplant II, un medicamento que se implanta bajo la piel, y pueden mantener a una mujer estéril hasta cinco años.
Y cada vez que la Iglesia clamaba contra estos abusos, los grandes rotativos norteamericanos salían en defensa del antinatalismo retorciendo los argumentos. Como cuando se publicó lo siguiente sobre Benedicto XVI: «El Papa prohíbe los preservativos: millones mueren de SIDA».
El siguiente paso fue imponer el aborto. Y el organismo volvió a ser el impulsor. Primero vinieron las legislaciones despenalizadoras en Occidente, en los años 60 y 70; después la introducción del aborto en los países en vías de desarrollo -con resistencias de algunos Gobiernos-; y finalmente, a finales del siglo, el abortismo recibió un espaldarazo decisivo con la inclusión del aborto en los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
El Fondo de Población y ONU Mujeres han sido los dos grandes instrumentos de extensión del aborto en el mundo, al presentar cada nuevo embarazo como una amenaza para la integridad de la mujer y una forma de discriminación de género -y así consta en la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés)-.
Lo último en esta escalada de la cultura de la muerte ha sido declarar la restricción del aborto una violación de los derechos humanos, como ha afirmado este mismo año el Comité de Derechos Humanos… siniestra paradoja: porque la misma ONU que proclama tal cosa es la misma ONU que incluyó el derecho a la vida en la Declaración Universal
¿Por cuánto tiempo seguirá figurando ese derecho en la Declaración Universal? La pregunta no es ociosa porque ahora tratan de convertir el aborto en derecho humano, como consta en los Objetivos de Desarrollo para el Milenio.
Coinciden el Comité de Derechos Humanos y Hillary Clinton al afirmar: los no nacidos no tienen derecho a la vida
Una idea que coincide con la frase de Hillary Clinton al decir que el niño en el vientre materno carece de derechos constitucionales. Lo cual no debería extrañar demasiado porque la ex secretaria de Estado de Obama está financiada por el gigante del abortismo, Planned Parenthood.
El otro derecho de la Declaración Universal que Naciones Unidas parece abolir es del matrimonio de un hombre y una mujer y sustituirlo por el matrimonio homosexual, al haberse convertido en abanderada de la perspectiva de Género.
Ya en, 1995, la organización abrazó la ideología de género en la Conferencia de Pekín de la Mujer. Una conferencia controlada por el feminismo radical, tal como denuncia Dale O’Leary en su investigación The Gender Agenda.
Ahora, veinte años después, están consiguiendo que la mayoría de los gobiernos y parlamentos occidentales acepten esa ideología, y redefinan el matrimonio y la familia. La identidad de género es otro de los grandes objetivos de desarrollo del milenio.
Lo han conseguido con una paciente labor de infiltración en el seno de la ONU, con informes surrealistas como “El coste económico de la exclusión LGTB”, presentado en 2015 por Mogens Luykketoft que advertía, con tintes catastrofistas, que según el Banco Mundial, el lastre para el crecimiento económico de un país causado por la exclusión LGBT puede ascender a miles de millones de dólares en pérdida del PIB.
Y han conseguido que organismos de Naciones Unidas financien políticas de género, emanadas de los llamados principios de Yogyakarta (la biblia LGTB).
Los 29 principios de Yogyakarta carecen de base científica y jurídica: fueron elaborados por un grupo de activistas, sin autorización oficial ni legitimación
Estos 29 principios constituyen un manual detallado para la implantación de la ideología de género en el mundo. Carece de la menor base científica e incluso jurídica, porque fueron elaborados por un grupo de activistas, sin autorización oficial ni legitimación, que proclamaron una reformulación de los derechos humanos en la ciudad indonesia de Yogyakarta, en 2007. Los presentaron al público en la sede de la ONU en Ginebra para darles una aureola de autoridad.
Naciones Unidas “compró” el mensaje y está financiando su implantación. Millones y millones están yendo a parar desde hace diez años a la agenda LGTBI mediante suborganizaciones oficiales de la ONU (y también de la Unión Europea) así como de fundaciones privadas (Rockefeller, Ford, Bill & Melinda Gates, etc.). Lo cual queda encubierto como parte de sus presupuestos oficiales.
Es importante subrayar la labor de infiltración del lobby LGTB en organismos de Naciones Unidas y como éstos a su vez terminan influyendo en gobiernos y parlamentos.
Los Órganos de los Tratados de las Naciones Unidas desempeñan un papel especial para transmitir la agenda LGTBI. Los miembros no son elegidos democráticamente, sino que son delegados por los estados miembros, y no son responsables ante los gobiernos de sus países de origen.
Pero tienen la aureola moral de Naciones Unidas: representan en cierta forma la autoridad de la ONU y exigen que los gobiernos de los estados soberanos sean responsables de la aplicación de los derechos humanos como los delegados los interpretan y «desarrollan».
Ganados los partidos, se ganan los parlamentos, y ganados los parlamentos, es posible alterar las legislaciones
Es una forma sibilina de ejercer influencia sobre los partidos políticos de cada país, que tratan de captar el voto LGTB, una porción minoritaria del electorado pero inflada por los medios de comunicación. Ganados los partidos, se ganan los parlamentos, y ganados los parlamentos, es posible alterar las legislaciones.
Desde diciembre de 2016, la propia Asamblea General de Naciones Unidas votó por el establecimiento de un experto independiente en orientación sexual y en identidad de género, con un pequeño margen de 84 contra 77 votos. Se trata de un profesor tailandés de Derecho internacional, Vitit Muntarbhorn, una especie de comisario de Naciones Unidas para imponer la ideología de género.
El pretexto -como siempre- es luchar contra la discriminación por orientación sexual y acabar con la violencia contra las personas LGTB -lo que en teoría es un fin loable-, pero entre sus objetivos destaca:
– Despenalizar la sodomía.
– Impedir que profesionales de la salud mental traten la homosexualidad y la transexualidad como un trastorno psicológico.
– Asegurar que los documentos jurídicos reflejan la identidad de género subjetiva de los individuos.
– Imponer la aceptación social de la homosexualidad.
– Adoctrinar a los niños mediante la propaganda LGTB.
Dos botones de muestra. En el informe «Una Humanidad: Responsabilidad compartida», Ban ki-moon pedía a los gobiernos incluir el derecho al aborto y los derechos LGBT en sus esfuerzos para hacer frente a los objetivos humanitarios de desarrollo sostenible, un nuevo plan masivo 15 años, aprobado por la Asamblea General.
Y el mandatario aprovechó la Cumbre Humanitaria de la ONU (Estambul 2016) para obtener el consentimiento tácito a su acercamiento a los Objetivos de desarrollo sostenible en un entorno en el que las naciones que se oponen al aborto y los derechos LGBT queden en desventaja.
La cumbre fue convocada por el propio Ban Ki-moon y estaba controlada completamente por su personal, en particular la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, que elaboró el informe, y la Secretaría de la Cumbre Humanitaria Mundial.
Y finalizó su mandato al frente de la organización con dos tracas finales proLGTB. Por un lado, lanzó y defendió una emisión de sellos de correos sobre la homosexualidad, la transexualidad y la “crianza” homosexual; y por otro, pronunció un inequívoco discurso con el que se despidió de la Asamblea General, atacando a la religión y defendiendo el lobby LGTB .
La ONU estudia crear un comisario de los derechos LGTB para vigilar a los Gobiernos
Aunque ningún tratado de la ONU incluye los derechos LGBT y 76 países del mundo prohíben explícitamente la sodomía en sus leyes, el lobby ha logrado controlar los resortes de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad y ha conseguido impulsar la agenda LGTB, con imposiciones que vulneran la soberanía de las naciones.
Véase el intento de crear la figura de un comisario de los derechos LGTB que vigile el cumplimiento de esos supuestos derechos. Una especie de Policía LGTB. El año pasado se registró una resolución ante el Consejo de los Derechos Humanos de Ginebra, patrocinada por países latinoamericanos, y por Estados Unidos -entonces bajo el mandato del pro-LGTB Obama-.
La Casa Blanca había ensayado previamente la fórmula con un relator LGTB, nombrado por el Departamento de Estado. Se trataba de Randy Berry, diplomático homosexual, para que actuase como embajador del colectivo gay en todo el mundo y en nombre de la poderosa diplomacia estadounidense.