Convertir la verdad en algo vaporoso ya forma parte del ADN de las sociedades occidentales. El caso del impacto de la comunidad islámica en Europa es uno de los más descollantes. Ha vuelto a quedar patente con los atentados de Barcelona del diecisiete de agosto. Hace ya más de una década un antiguo compañero de profesión me decía al respecto “francamente no creo en la mezcolanza euro-musulmana que está teniendo lugar en Europa. Pero quienes hacen y deshacen sí han creído (al menos es lo que han propagado a los cuatro vientos).
Muchos años después Europa occidental es un auténtico campo de minas yihadista para sus ciudadanos y visitantes y quienes denuncian que es cosa del islam son anatemizados sin piedad, ¿porque están faltando a la verdad?,¿o porque la ponen en su boca y eso es peligroso?. Si la verdad cae por su propio peso y se impone con el paso del tiempo ¿por qué hay un intento continuo de disuasión masiva de las posiciones que señalan que el problema del terrorismo procede del Islam?.
Me pregunto (es una ironía) si no estará puesta en marcha toda una estrategia disolvente de la verdad; los medios hablan de terrorismo yihadista y al unísono repiten que no tiene que ver con el Islam, mal empezamos porque resulta que la yihad (o el yihad) procede del Islam. Claro!, no hay una yihad cristiana, ni hinduista, pero sí musulmana: la llamada a la yihad tiene lugar en mezquitas, webs, universidades, organizaciones, o campos de entrenamiento todo ello dentro de una civilización; la islámica.
Cierto que todo el islam no es el problema, pero todo el problema se circunscribe al islam. Bien, vayamos a la primer parte de esa afirmación: pues ésa es la que va a hacer de disolvente de la otra parte; de modo que el aparato oficial aferrándose a que no todo el Islam está involucrado vende el conflicto civilizacional como un drama con dos dimensiones: una humana (las ovejas descarriadas existentes en cualquier rebaño) y otra social (ovejas dejadas de la mano de Europa).
Podemos ocultar nuestras vergüenzas pero vayamos a donde vayamos seguirán presentes. La verdad se esconde ocultando a los culpables u ocultando las respuestas. En el primer caso apenas sirve para ganar un poco de tiempo, en el segundo caso se puede construir un relato paralelo que, aun siendo infame, tenga cierta verosimilitud (oficialismo).
La estrategia para disolver el cariz islámico del terrorismo pasa por una serie de fases o escenas, las cuales pasamos a explicar, permítanme pedirles que se sienten, se abre el telón:
Escena 1: Personificación de los hechos o cosas, que pasan a ser los primeros protagonistas: la difusión estándar del atentado menciona directamente un vehículo, una carga explosiva, o a lo sumo “un ataque”. El protagonista es el ataque o el arma. Pónganse cómodos, la función acaba de comenzar.
Escena 2: Impersonalización de quienes perpetran los atentados. Los titiriteros mediáticos comienzan con una vaga descripción que ha de ser lo más impersonal posible: sexo, edad, complexión etc. Sacando de la ecuación transitoriamente el “quién”, consiguen hacer desaparecer el “porqué” hasta que el resto de la estrategia se ponga en marcha.
Escena 3: Creación de una conciencia unívoca a través de un protocolo muy determinado (minutos de silencio, manifestaciones, velas y todo tipo de simbología y actos) que permita la exaltación de los sentimientos humanitarios por encima de todo. Hay que canalizar convenientemente la zozobra y desviarla hacia el folclore. Es en esta fase cuando empiezan a “conocerse” algunos datos significativos sobre la autoría del atentado, empieza a decirse que puede ser de corte yihadista y aparece algún nombre, pero el vodevil montado por el oficialismo se viste astutamente de drama.
Escena 4: De regreso al vodevil y una vez anestesiado el personal, gracias a un arduo trabajo de piscología de masas, llegó la hora de poner el disolvente sociocultural al problema civilizacional de corte religioso. Llegó el momento de la victimización de los autores y la comunidad (islámica) a la que pertenecen. La nebulosa solidaria de la sociedad, aprovechando la inercia de la ola de sentimentalismo propiciada en la escena tres, llega hasta ellos.
Las exigencias del guion para esta parte de la función son: la discriminación de la sociedad de acogida, la islamofobia, la marginalidad, la falta de ayudas económicas, la no integración en su propia comunidad, la falta de imanes que dominen los preceptos coránicos, la falta de un censo de imanes radicalizados y la necesidad de facilitar las universidades islámicas en el país de turno.
Escena 5: Propaganda antibelicista de la comunidad islámica (que es la que está bajo sospecha) dando prioridad mediática a exiguas minorías que disienten de lo ocurrido. Por ejemplo, llevan a cabo entrevistas a miembros de esa comunidad que respaldan el relato de que el Islam es paz y amor y solo eso.
Se conocen ya los datos más importantes sobre los autores pero en las escenas cuatro y cinco se ha creado un nivel de empatía hacia el enemigo suficiente para que el meollo de la cuestión no sea el meollo sino algo irrelevante (recuerden el abrazo del imán de Rubí con los familiares de una de las víctimas de los atentados de Barcelona).
Con todo tipo de gestos y palabras de fraternidad entre los títeres se acaba la función. Se cierra el telón. Es cierto que la función ha terminado pero déjenme hacer entre bastidores unas precisiones sobre las dos últimas escenas:
a) Se dice que el problema no es del islam pero se inventan soluciones que pasan por el protagonismo de la comunidad islámica, la cual ha de discriminar a los imanes radicales de los moderados. Menudo enredo.
b) La Europa que tiene entre sus prédicas un laicismo radical creciente , abandera la creación de universidades islámicas para un conocimiento mayor (¿alguien puede explicármelo?). Pero los líderes yihadistas no suelen ser analfabetos: Bin Laden fue licenciado con matrícula de honor en la Universidad Rey Abdul Aziz, su sucesor Al Zawahiri se licenció en medicina por la Universidad de El Cairo. Que ilusionismo más deficiente para pagar por esta función.
c) La falta de implicación del país receptor en la integración y el conocimiento del islam también se alega, ¿Qué necesidades de integración tienen otras comunidades religiosas para no emanar corrientes de terrorismo y toda clase de violencia?. Esta parte de la escena por muy ridícula que sea al menos es bufonesca, algo es algo.
d) Para terminar con la crítica de la obra, decir que el hecho de que una parte de los musulmanes no comulgue con el yihadismo no significa que no esté acreditado dentro del Islam, recordemos que no hay una doctrina y magisterio para todos pues el Islam no tiene “su propia Iglesia”, y por eso tenemos en Europa cerca de un 20% de musulmanes susceptibles de radicalizarse. Así que señores titiriteros repasen el argumento que no va a haber quien les compre la entrada para la próxima.
Conclusión de un servidor: transfigurar de manera tan falsaria un problema de índole civilizacional en un problema de índole social resulta patético hasta desde el punto de vista teatral. El disolvente es ideal para las manchas, pero la del Islam en Europa es ya demasiado grande.
—Eduardo Gomez es doctor en ciencias económicas, empresariales y jurídicas por la UPCT (Universidad Politécnica de Cartagena). Profesor de Economía en enseñanza secundaria y de nacionalidad española, natural de Cartagena (Murcia).
Le Pen-Melenchon, el posible ballottage de extremistas que aterra a toda la Unión Europea
Inquieta el rápido ascenso del candidato de ultraizquierda; es eurofóbico, como la líder del Frente Nacional; Hollande intervino en la campaña para lanzar una señal de alerta.
Por Luisa Corradini.
PARÍS — ¿Y si terminara por suceder lo impensable? ¿Si el 23 de abril Francia abandonara el perímetro de la razón y escogiera para la segunda vuelta un duelo entre la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen , y el de extrema izquierda, Jean-Luc Melenchon? Entre otros absurdos, dos eurofóbicos en un país donde el 75% de la gente quiere conservar el euro y permanecer en la Unión Europea (UE).
Ése es el escenario que provoca escalofríos a políticos y analistas ante el vertiginoso avance registrado en los últimos días por Melenchon, líder de La Francia Insumisa (LFI). Según un sondeo publicado anteayer por el instituto Ifop, si bien Le Pen y el social-liberal Emmanuel Macron siguen liderando las intenciones de voto, Melenchon (19%) consiguió relegar al cuarto puesto al conservador François Fillon (18%).
Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional, en un acto cerca de Troyes. .
Las encuestas también demuestran que la erosión continúa para los dos favoritos que perdieron medio punto en 48 horas: Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional (FN), conserva 23,5% de intenciones de voto y el líder de En Marcha, Emmanuel Macron, 22,5%. En las últimas semanas, ambos habían superado el 25%.
La situación parece lo suficientemente dramática como para que el presidente, François Hollande, haya decidido salir de su reserva para lanzar una señal de alarma: «Esta campaña huele mal. Ha despegado de la realidad», confiesa esta semana en una entrevista concedida al semanario Le Point.
El jefe de Estado deplora que «la emoción» y la dinámica electoral hayan reemplazado a «la razón» y los contenidos «de fondo»: frente a la «moda Melenchon» y al «populismo», «las simplificaciones que consiguen que uno mire el espectáculo del tribuno en vez del contenido de su texto representan un real peligro», precisó, en alusión a las remarcables dotes oratorias del líder de LFI. Y aunque se cuidó muy bien de llamar a los franceses a votar por Macron, en filigrana le otorgó sus preferencias: «Creo que la política necesita renovación», declaró.
A su juicio, también «puede existir en los electores la tentación de abatir al o a los favoritos», simplemente por frustración. Eso es lo que parece confirmar otro estudio publicado anteayer por el instituto Ipsos, en el cual 67% de los franceses reconocen que esta campaña les provoca frustración, repugnancia e indignación.
Una proporción apenas inferior (64%) afirma que la campaña electoral «no les aportó gran cosa sobre los programas y las personalidades» de los 11 candidatos.
Ese sentimiento generalizado de cólera permite comprender las razones de otro dato fundamental que agrega a la incógnita de la primera vuelta. A saber, el elevado abstencionismo previsto para el 23 de abril: sólo 66% de los franceses tienen intenciones de acudir a votar. Si se confirma esa tendencia, esa cifra pulverizaría el récord de 28% de ausentismo registrado en 2002.
Como siempre sucede, la franja más movilizada corresponde al electorado senior: 73% de los mayores de 65 años están decididos a votar. Los más abstencionistas, en cambio, son los jóvenes de 18-24 años. Solo 45% de ese grupo acudirá a las urnas.
Una encuesta diferente de Ipsos reveló otra tendencia inquietante. Los llamados «primo votantes», es decir, los jóvenes que acuden a las urnas por primera vez, parecen resueltos a votar en forma masiva por Marine Le Pen: 29% de esa franja, que representa 3,3 millones de electores, confiesa que votará por el FN para «patear la mesa» o «para ver si funcionan las ideas [de Le Pen] que nunca fueron aplicadas» en Francia.
Muchos de esos jóvenes reconocen que su actitud está inspirada en la exasperación y no les importa que Marine Le Pen represente un peligro para la democracia: «No me importa nada», declaró Rudy Le Blanc a la cadena de noticias BFM TV.
Melenchon convocó a una multitud ayer en Marsella. .
Más que en cualquiera de las elecciones anteriores, en las que siempre hubo un «candidato de la esperanza», esta vez «los electores parecen resignados a escoger el menos malo». Una gran parte de la población se considera «no representada» por la clase política y los candidatos a estas elecciones: «¿Votar? ¿Para qué? No creo en nada más […] Las cosas no cambian», es una de las respuestas más escuchadas por los encuestadores del Centro de la Vida Política Francesa (Cevipof).
En un país con 3 millones de desocupados, según las cifras oficiales, y otros 2 millones de desempleados de larga duración que salieron de las estadísticas, «existe una sensación generalizada de ser víctimas del abandono y el desprecio de la clase dirigente, que no hizo el menor esfuerzo para protegerlos de la crisis y de la erosión del nivel de vida», afirma el economista Michel Santi, autor del libro Miseria y opulencia.
De los 67,5 millones de habitantes de Francia, quinta potencia económica del planeta, 9,6 millones (14,3% de la población) viven bajo el umbral de pobreza, casi un millón de personas no tienen domicilio fijo, 3 millones carecen de vivienda digna y 4 millones pueden comer gracias a los alimentos distribuidos por las ONG y las asociaciones caritativas.
Ese dramático panorama permite comprender por qué razón, aunque la lógica y las encuestas confirmen las posibilidades de un duelo final entre Le Pen y Macron, es legítimo preguntarse si, esta vez, Francia no será capaz de abandonar el perímetro de la razón.
“Stay safe, and keep your powder dry, and don’t drive any faster than your guardian angel can fly.” John Wetton
Olvídense de Trump. El gran problema que amenaza a España y la Unión Europea es Francia.
Las elecciones francesas son mucho más importantes para nosotros y el futuro de la UE que cualquier otro evento geopolítico global.
El lunes analizaremos en detalle los programas económicos de los principales candidatos, pero desafortunadamente, podemos intuir que la mayoría de promesas vendrán por el lado de aumentar los desequilibrios y soluciones mágicas falsas. Anunciar reformas que luego no se cumplen y continuar con un modelo insostenible de estancamiento.
Por supuesto, Le Pen promete salir del euro ordenadamente, que es como decir que vas a acuchillarte amablemente. Una sandez. Los defensores del populismo siempre atribuyen la solución a los problemas estructurales hundiendo el país devaluando y destruyendo a las clases medias con inflación desorbitada (lean “La falacia de devaluar para exportar«)
Francia es, a la vez, el gran problema y la solución para Europa. Es nuestro primer socio comercial y nos debería preocupar mucho. No solo es nuestro principal mercado de exportaciones, sino que Francia es el segundo proveedor de España y su primer cliente. Las exportaciones a Francia superan los 31.400 millones de euros, más del 15,7% de nuestras exportaciones.
Es el gran problema porque es un modelo económico insostenible que el propio candidato Macron ha tildado de “esclerótico”.
Una enorme parte del problema es un sector público que supera el 22% de la fuerza laboral y supone casi el 48% del presupuesto, con uno de los mayores gastos públicos de la OCDE –el séptimo mayor del mundo–. Pero eso no sería un problema si el país creciera y mejorara su posición internacional. El grave error es que ese modelo de “economía dirigida”, socialista gane quien gane, lleva más de dos décadas en estancamiento, una deuda y déficit inaceptable para un país líder y que, además, ha ido perdiendo puestos con respecto a Alemania, con quien debe compararse, desde 2001.
La otra parte del problema es que, para financiar ese enorme gasto público, se acude a subidas de impuestos, con un esfuerzo fiscal que ya es uno de los más altos del mundo, y una presión fiscal que es la más elevada de la eurozona. Una rigidez y presión que afecta al crecimiento, la creación de empresas, empleo y la competitividad.
Esto ha llevado a que, a pesar de subidas de impuestos constantes, el objetivo de déficit no se cumpla, y la economía, tras breves trimestres esperanzadores, caiga una y otra vez de nuevo en el estancamiento.
Francia no solo ha visto sus exportaciones perder peso mundial, sino que su vecina Alemania se lanzaba a un récord histórico de superávit comercial mientras reducía el desempleo a niveles de la considerada “tasa natural”. Es decir, casi al pleno empleo.
Lo peor es que la enorme rigidez laboral no protege y el desempleo juvenil sigue siendo superior al 24%, la tasa de desempleo duplica a la de Alemania o Reino Unido, y crea menos empleo que cualquiera de sus economías comparables. El propio gobierno reconoce que entre 1998 y 2015 el coste laboral ha subido más de un 50% pero la productividad apenas ha crecido un 20%.
Es tan preocupante, y a la vez triste, que gran parte del arco parlamentario francés, en vez de analizar la pérdida de fuerza y poder económico con respecto a Alemania o los países líderes del mundo, ha pasado a justificarse comparándose con Italia.
El jueves estuve en una conferencia sobre el Brexit con los representantes de las principales ciudades candidatas a atraer capital de ese proceso, Fráncfort, París y Dublín. El representante de París, cuando le preguntaron por la rigidez laboral y altos impuestos, solo pudo responder, diplomáticamente, que Francia ofrecía “seguridad”. Y un miembro de la audiencia comentaba después “seguridad de que los suben”.
Pero Francia es también la solución de Europa. Tiene todos los ingredientes para llevar a cabo una revolución como la que llevó a cabo Schröder en Alemania, llevando al país de ser el “enfermo de Europa” al líder del continente. Puede poner en marcha una auténtica reforma que le lleve a compararse con las economías líderes, no a justificarse con los datos de los que tienen un peor desempeño.
Si Francia recupera su liderazgo económico, poniendo como pilares la competitividad, atracción de capital, fortalecer la renta disponible y eliminar los incentivos perversos de los conglomerados dinosáuricos, salvará a Europa.
Si Francia insiste en la política del avestruz, e ignorar los desequilibrios que la separan cada año más de las economías líderes, se llevará por delante a la Unión Europea. Porque, mientras tanto, los aristócratas del gasto público y los gobiernos de la periferia se comparan con Francia -como siempre- en gastar y subir impuestos con la cantinela de que “estamos por debajo de la media”. Una media que sube desproporcionadamente Francia, y que lleva a los demás a perpetuar, con el aplauso de todos, el gasto inútil, la deuda y el infierno fiscal, con la excusa de que Francia “gasta, sube impuestos y se endeuda más”… Y Francia perpetúa su estancamiento con la excusa de que los países de la periferia lo hacen peor. Vamos, parece un concurso de alumnos a ver quién suspende más, para echarle la culpa al profesor.
Fíjense en los debates en España… ¿Qué cosas se les ocurre copiar inmediatamente de Francia? ¿Su fortaleza tecnológica privada, su empresariado innovador? No, la idiotez de la renta básica que se le ocurre al desesperado que ya no sabe qué más prometer después de Pan y Circo para mantener a ese porcentaje de votantes apesebrados que, encima, se le escapa hacia el populismo más intervencionista.
Pensar que aguantando la respiración y negando la realidad pasará todo y los desequilibrios de Francia y la UE los solventarán las soluciones mágicas es simplemente suicida.
No, el problema de Europa y del euro no es Trump. Es Francia. El problema, y la solución.
Si no se hace nada, el euro puede desaparecer pronto
Si no se llevan a cabo cambios, el euro podría desaparecer en unos años. Palabras del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en la presentación de su nuevo libro El euro. Cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa.
Defiende que es necesario que los países miembros compartan instituciones como la garantía de depósitos, las prestaciones por desempleo o la emisión de deuda, para que la moneda común asegure su funcionamiento y no lastre el proyecto europeo.
El euro nació defectuoso desde el principio
De esta manera Stiglitz sentenciaba la idea que puede ser el punto de partida de su libro. El euro fue creado como instrumento para impulsar el proyecto común, pero no se dotó a Europa de las instituciones pertinentes en un momento en que reinaba la confianza en los mercados y se tenía la creencia de que la UE marcharía hacia adelante mientras los Gobiernos mantuvieran el déficit por debajo del 3% del PIB y la deuda por debajo del 60% (del PIB).
Dirigiendo el origen del problema a las estructuras y no tanto a las decisiones políticas, ha remarcado que se deben realizar reformas “no solo en las instituciones de cada Estado miembro, sino también en las de la propia Eurozona”, ya que ha quedado demostrado con la crisis que el sistema actual ha acrecentado las diferencias entre los “países ricos y pobres”.
“Si no se realizan las reformas, es posible que haya que abandonar la moneda para salvar el proyecto europeo”. Duras palabras que ha argumentado con el ejemplo del Brexit y el peligro de lo que una persona en una situación desesperada puede llegar a votar.
La candidata del Frente Nacional Marine Le Pen (Centro) en su sede política.
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El euro ha sobrevivido a la cesación de pagos de países, recesiones, crisis bancarias y rescates. Pero quizás no sobreviva al populismo.
En el próximo año, se llevarán a cabo al menos cinco elecciones o referendos en la zona euro que podrían llevar a un partido populista, euroescéptico al poder. Para efectos prácticos, la divisa común está a punto de jugar varias rondas de ruleta rusa.
La amenaza populista es cualitativamente diferente a la crisis financiera que se desató en Grecia en 2009 y que posteriormente atrapó a media región. En ese caso, lo que preocupaba a los inversionistas privados era que un país, o sus bancos, se declararan en cesación de pagos y se vieran forzados a dejar el euro. Los inversionistas emprendieron la desbandada, disparando las tasas de interés y arrastrando al continente a la recesión.
El Banco Central Europeo puso fin a ese pánico prometiendo que no dejaría que ningún país fuera obligado a salir del euro. En cambio, la amenaza actual es que un país elija dejar el euro. “Es difícil imaginar cómo el BCE podría combatir a un gobierno francés que decida convocar a un referendo sobre [la permanencia] en el euro”, dice Andrew Balls, quien supervisa la estrategia de bonos de Pacific Investment Management Co.
La primera prueba comienza el domingo, cuando los italianos votarán por una nueva constitución y los austriacos elegirán a un nuevo presidente. Dependiendo de los resultados, eso abriría el camino para nuevas elecciones que podrían llevar al partido inconformista Movimiento 5 Estrellas al poder en Italia o al ultraderechista Partido de la Libertad de Austria. El próximo año, Francia, Alemania y Holanda llevarán a cabo elecciones nacionales.
El mayor riesgo es que Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, que se opone al euro, sea elegida presidenta de Francia. No se cree que Le Pen supere en la segunda vuelta al candidato republicano François Fillon, e incluso si lo logra, su partido no controlaría el parlamento. De hecho, pocos de los partidos populistas de Europa Occidental son lo suficientemente fuertes como para gobernar por sí solos.
No obstante, el viento empieza a soplar a su favor. Los británicos votaron para salir de la Unión Europea y los estadounidenses eligieron presidente a Donald Trump, aunque por razones que quizás no resuenen en el continente. Sin embargo, el hecho de que los votantes británicos y estadounidenses hayan desafiado a los poderes tradicionales y no hayan pagado el precio económico que se predecía, reduce el estigma para los europeos que estén pensando en votar en contra de los partidos tradicionales. Además, estos están perdiendo un importante aliado: Barack Obama, quien ha sido un partidario de la Unión Europea y el euro. Trump y los partidos antieuro de Europa, en cambio, son más afines.
No se debe subestimar la durabilidad del euro. Pese a toda la miseria que ha generado, las encuestas muestran que mayorías sólidas en cada país miembro desean mantenerlo. De hecho, el euro es mucho más popular que los populistas que desean acabar con él. Alternativa para Alemania comenzó como un partido antieuro, pero se hundió en las encuestas hasta que un flujo de refugiados de Medio Oriente elevó su atractivo entre los que se oponen a la inmigración.
A sabiendas de esto, los populistas podrían suavizar su oposición a la moneda común a medida que se acerquen al poder. El Frente Nacional, por ejemplo, podría diluir su euro escepticismo cuando publique su plataforma para 2017.
Incluso si los populistas no logran tomar el control de la legislatura, la expansión de su presencia amenaza el futuro de la divisa común. Si Le Pen se acerca a la presidencia en la primera vuelta en abril, los inversionistas podrían salir en desbandada de la deuda francesa por temor a que se redenomine en francos.
En ese punto, las opciones del BCE son limitadas. Actualmente compra cerca de 14.000 millones de euros de deuda francesa al mes, como parte de un programa más amplio de compra de bonos para estimular el crecimiento. Eso es ligeramente menor que lo que Francia debe tomar prestado para financiar su déficit y refinanciar la deuda que se vence pronto. El BCE podría orientar más de sus compras de bonos a Francia, pero no puede comprar suficiente como para absorber una venta generalizada.
El BCE y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el fondo de rescate de la región, pueden apoyar explícitamente la deuda francesa sólo si el país acepta cambios de política dictados por la Comisión Europea. “Por supuesto, Le Pen nunca haría eso”, dice Mujtaba Rahman, de Eurasia Group, una firma consultora de riesgo político.
Por lo tanto, el siempre presente riesgo de un gobierno populista podría sacudir los mercados y socavar la aún frágil recuperación. Los partidos tradicionales, amenazados por la derecha euroescéptica, a su vez serán reacios a aceptar los cambios necesarios para resolver las fallas estructurales del euro, como un presupuesto común más amplio, seguro de depósitos o garantías de deuda. El euro podría sobrevivir al próximo año, pero la próxima década se ve mucho menos prometedora.
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, insiste en reclamar confianza en los partidos tradicionales, pero admite que la era de las certezas está llegando a su fin.
Por Jorge Elias.
Martin Schulz: “Las antiguas certezas están llegando a su fin”, así que “no nos hagamos ninguna ilusión”.
En la Revolución Francesa, en 1789, el nacionalismo comenzó a ser una certeza en Europa. Cayó en desgracia después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. La semilla de la Unión Europea (UE), germinada en los años cincuenta con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, resultó ser el mejor antídoto contra catástrofes de esa magnitud. El Brexit (la salida del Reino Unido del bloque) vigorizó ahora el instinto de defender el interés nacional. La avalancha de crisis ha recreado un fantasma y, como dijo presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, “las antiguas certezas están llegando a su fin”, así que “no nos hagamos ninguna ilusión”.
Este mundo, parecido en apariencia al anterior a los grandes acuerdos, dista del mundo del siglo XVIII, cuando no había conciencia del Estado nacional, y del mundo del siglo XX, marcado por los extremos entre el fascismo y el comunismo. Es un mundo supuestamente más pacífico, aunque lidie con los horrores del terrorismo y de conflictos inconclusos como los de Siria, Irak, Sudán del Sur, Afganistán, Yemen y la cuenca del lago Chad. Su saldo, además de muerte y destrucción, son legiones de migrantes en busca de alivio.
Los retos globales, enumerados por Schulz durante una reunión con periodistas en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), son el cambio climático, la inmigración, el comercio y el control del sector financiero en un contexto en el cual el fantasma del nacionalismo, embrión de las peores calamidades del siglo XX, ha vuelto con un aspecto remozado. Obra como un muro ante los excesos del establishment, pero también erige su propio muro frente a la amenaza del terrorismo y del islamismo radical, confundidos adrede con los refugiados.
El nacionalismo, de nueva traza y tono populista, desconfía de las instituciones supranacionales, como el Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Tribunal de Justicia Europeo. Debe su crecimiento, en parte, a la debacle de la socialdemocracia, incapaz de ofrecer seguridad económica y proteger la identidad. Su arma favorita son los referéndums sobre diversos temas: desde la pertenencia de los países a la UE al estilo del Reino Unido hasta asuntos más específicos, como las cuotas de acogida y relocalización de refugiados. Por eso, sus líderes aprecian a Suiza, donde la mayoría de los temas son sometidos a consultas populares.
En Europa, la elite política tradicional se ve amenazada por partidos pequeños, de derecha y de izquierda, que desempeñan alguna función en los gobiernos de ocho de los 28 Estados miembros por medio de alianzas con partidos tradicionales y ocupan 1.329 escaños parlamentarios en 25 de ellos. “La confianza de la gente en los políticos ha quedado muy tocada en espera de respuestas”, señaló Shulz, miembro de la dirección del partido socialista alemán. La falta de respuestas de los partidos tradicionales, enfrascados en pujas internas, ha estrechado el puente que deberían tender hacia las sociedades.
Entonces, frente a un discurso circunstancial o vacío sobre los problemas cotidianos, esas personas que no se sienten representadas por los partidos tradicionales encuentran contención en aquellos que prometen “devolverle el poder al pueblo” por medio de una “democracia directa”. El Consejo Europeo de las Relaciones Exteriores (ECFR) identificó a 45 formaciones de ese tipo, llamadas “insurgentes”. Son “ampliamente escépticos con la UE e incluso anti UE; detestan intervenir en el exterior, particularmente en Medio Oriente; no les entusiasman las relaciones con los Estados Unidos, y aprecian la gestión de Vladimir Putin en Rusia”.
united kingdom exit from europe relative image
Los partidos no convencionales están ganando de ese modo elecciones locales, regionales, nacionales y europeas. Poco antes del Brexit, Donald Tusk, ex primer ministro de Polonia y actual presidente del Consejo Europeo, dijo en una reunión con líderes de partidos de centro derecha en Luxemburgo que los ciudadanos comunes no compartían el entusiasmo de algunos políticos por “una utopía de Europa sin Estados nación, una utopía de Europa sin intereses y ambiciones en conflicto, una utopía de Europa que impone sus propios valores al mundo exterior, una utopía de unidad euroasiática”.
En el Brexit, la grieta se ensanchó: ricos frente a pobres, ganadores frente a perdedores del comercio y la globalización, cualificados frente a no cualificados, personas con alta educación formal frente a personas con menor educación formal, jóvenes frente a maduros, lo urbano frente a lo rural y comunidades diversas frente a comunidades homogéneas, según el economista turco Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York. “Las mismas líneas divisorias están apareciendo en otras economías avanzadas, incluyendo las de los Estados Unidos y Europa continental”, agregó.
El Brexit también encendió alarmas. En España creció la aprehensión ante la renovada expectativa de independencia en Escocia como fuente de inspiración de los separatistas de Cataluña. En Irlanda, el resultado de la votación en el Reino Unido provocó inquietud por la resiliencia del acuerdo de paz de Irlanda de Norte. En Alemania temen que el partido ultraderechista Alternativa para Alemania, antieuropeo y xenófobo, gane por primera vez escaños en el Bundestag (Cámara de Diputados) en las elecciones de 2017.
En Italia, donde partidos “insurgentes” como el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte nunca han sido tan fuertes, el primer ministro, Mateo Renzi, corre el riesgo de naufragar si pierde un referéndum en octubre sobre reformas constitucionales que convertirían al Parlamento en una legislatura unicameral. En Francia, donde la impopularidad del presidente socialista François Hollande bate récords, la vuelta del ex mandatario conservador Nicolas Sarkozy como precandidato presidencial despierta menos expectación que la propuesta del ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen de convocar a un Frexit (la salida de la UE).
En Europa central y oriental, a su vez, los gobiernos nacionalistas de Hungría y Polonia dejan entrever que la democracia, más que los políticos, está en tela de juicio. El primer ministro húngaro, Viktor Orban, convocó un referéndum sobre el rechazo de las cuotas fijadas por la UE para el asentamiento de los refugiados. Entre ellos prima una gran preocupación por la cooperación entre la UE y Turquía para solucionar la crisis. Veintidós de los 45 partidos rechazaron esa posibilidad, según el estudio de ECFR, así como una virtual ayuda a Turquía en el conflicto sirio.
El magro desempeño de partidos de la izquierda radical, como Podemos en España, o el descontento con el gobierno de Syriza en Grecia, así como el callejón sin salida del laborismo británico con la conducción de Jeremy Corbin, también son un síntoma del malestar. La derecha radical, más iracunda, no tiene empacho en amonestar el multiculturalismo y, como puede suceder en la repetición de las presidenciales de Austria, prevista para octubre, en celebrar la posibilidad de coronar a un presidente de ese extracto. “La democracia no sale del enchufe como la electricidad”, observó Schulz, intranquilo.
Los riesgos políticos de Europa desalientan a los inversionistas
A pesar de los buenos precios, no hay prisa por comprar acciones de la región.
Por Riva Gold y Georgi Kantchev.
Operadores en la bolsa de Fráncfort.
Las acciones europeas se ven bastante baratas. Pero esta vez los inversionistas no se están abalanzando sobre ellas.
En medio de ganancias corporativas deslucidas, un crecimiento económico tibio y un sistema bancario frágil, el mercado europeo es vulnerable a una serie de riesgos políticos que en los próximos meses podrían hacer descarrilar la débil recuperación de la región, dicen los inversionistas.
Los efectos de las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para reformular su relación probablemente pesarán durante cierto tiempo sobre los mercados. Italia, que está tratando de poner en orden sus altamente endeudados bancos, celebrará en el otoño boreal un referendo constitucional, y en 2017 Alemania y Francia celebrarán unas elecciones que podrían cambiar radicalmente la dirección de las dos mayores potencias del bloque.
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A la vista de la rapidez con la que los mercados se recuperaron después de la ola de ventas que siguió al referendo de junio en el Reino Unido en el que los votantes decidieron salir de la UE, los inversionistas podrían pasar fácilmente por alto estas fuentes de incertidumbre. La disposición del Banco Central Europeo a comprar bonos públicos en los países más atribulados de Europa ha ayudado a contener lo que de otra manera podría haberse convertido en un período de volatilidad más pronunciada, dicen los inversionistas.
Pero dadas las vulnerabilidades subyacentes del sector financiero del bloque y el débil crecimiento económico, algunos dicen que el mercado se contraería en caso que se materialicen los riesgos políticos.
“El mercado es demasiado optimista respecto de los riesgos políticos en Europa ya que los inversionistas están a la caza de ingresos”, dijo Stefan Scheurer, vicepresidente de Allianz Global Investors. Pero si la incertidumbre política se mantiene elevada, los precios de las acciones europeas podrían caer hasta 15%, de acuerdo con Allianz.
Algunos inversionistas ya han perdido interés. Los mercados bursátiles de la región han sufrido salidas de capital durante 28 semanas consecutivas, con reembolsos netos superiores a US$90.000 millones durante ese período, según la firma de seguimiento de fondos EPFR Global.
No obstante, el Stoxx Europe 600 ha subido más de 10% de sus puntos más bajos post-brexit, ayudado por las medidas tomadas por el Banco de Inglaterra para reducir las tasas de interés y comprar bonos. La brecha de rendimiento entre los bonos públicos alemanes y el de los países económicamente más débiles de Europa (una medida tradicional de las tensiones dentro de la eurozona) se han reducido significativamente.
Después del referendo del Reino Unido, “todo el mundo piensa: ‘Uf, estoy contento de que acabó’. Pero los vientos de frente del brexit seguirán soplando más despacio y por un período más largo de tiempo mientras las economías de la Unión Europea se adaptan a un nuevo marco estructural”, dijo Marie Schofield, gerente de portafolio y economista jefe de Columbia Threadneedle Investments.
El brexit ha dado bríos a los partidos de derecha europeos que quieren que sus países sigan al Reino Unido y abandonen la UE. La elección general en Holanda, prevista para principios del año próximo, será la primera prueba de fuego de las fuerzas nacionalistas del continente; las encuestas sugieren que los partidos populistas ganan terreno. En Francia, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, un partido anti-UE, ha aprovechado el brexit. Francia celebra elecciones presidenciales a comienzos del año que viene.
“Al final del día… si los países intiman su deseo de irse [de la UE], ninguna actividad de un banco central puede compensar eso”, dijo Brett Wander, jefe de inversiones de renta fija de Charles Schwab Investment Management.
Las tensiones entre Rusia y Ucrania también están en aumento, después de que el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, advirtiera el jueves pasado sobre una posible invasión rusa a su país.
La última vez que los riesgos políticos en Europa estuvieron tan altos fue a mediados de 2012, cuando la crisis de la deuda griega estaba en su apogeo, dijo Ajay Rajadhyaksha, jefe de investigación macro en Barclays.
“Pero eso se trató sólo de un país pequeño”, dijo. Ahora, “Europa se está convirtiendo una vez en el epicentro del riesgo político”.
Muchas de las preocupaciones se han trasladado a Italia. El primer ministro Matteo Renzi ha atado su futuro político al resultado del referendo de fines de este año, convocado para recortar el poder del Senado. Renzi ha indicado que si pierde la consulta, renunciará. El rechazo de su plan en las urnas podría alterar la confianza en la tercera mayor economía de la zona euro en momentos en que el sistema bancario italiano se tambalea.
“Una de las incógnitas clave es la salud del sistema bancario europeo”, dijo Mattias Sundling, estratega de acciones de Danske Bank. “Los más vulnerables son Italia y los bancos italianos”.
Las acciones de los bancos italianos han caído casi 50% este año, mientras que el índice Euro Stoxx de bancos ha caído aproximadamente 30%.
Las bolsas europeas tienden a estar muy ponderadas hacia el sector financiero, lo cual implica que es poco probable que pueda producirse una recuperación sostenida si los bancos de la región no se estabilizan.
Esto ocurre en un contexto débil para las ganancias europeas en general. El pronóstico a 12 meses de ganancias por acción del Stoxx Europe 600 es US$19,20, según FactSet, comparado con US$20,71 hace un año. El viernes, la relación precio-ganancias a futuro del Stoxx Europe 600 y del S&P 500 eran respectivamente 15,2 y 17,1, indicó FactSet.
Las empresas europeas han visto sus rendimientos de capital caer de nuevo a sus mínimos de 2009 y 2011, de acuerdo con Ankit Gheedia, estratega de BNP Paribas.
“El cambio de divisas ha sido el único motor significativo de las mejoras de ganancias en renta variable de la zona euro durante el pasado año [mientras el euro se debilitaba, pero ahora] este viento de cola se terminó”, dijo.
El dinero fácil abre paso a los bonos a 100 años en Europa
Por Christopher Whittall.
La sede del Banco Central Europeo, en Fráncfort.
Los europeos apuestan por el largo plazo.
Las empresas y los gobiernos están optando por emitir deuda en euros a plazos cada vez más largos a medida que las políticas expansivas del Banco Central Europeo les permiten conseguir financiamiento barato con un horizonte de vencimiento de hasta un siglo.
Es una buena noticia para los emisores de deuda, pero no tanto para los inversionistas.
El gobierno español vendió el miércoles 3.000 millones de euros (US$3.430 millones) en bonos a 50 años con un interés anual de 3,45%. No fue el único. El gigante estadounidense de salud e higiene Johnson & Johnson lanzó una emisión multimillonaria de cuatro tramos en euros, el mayor de los cuales vence en 2035.
Las colocaciones del miércoles culminan una serie de emisiones de plazos largos de parte de empresas y gobiernos en Europa.
La preferencia por deuda de plazos más largos se produce en un momento en que las medidas de estímulo del BCE han reducido los rendimientos de los bonos y los costos de endeudamiento en toda la zona euro. Ante el aumento de la deuda con un rendimiento negativo, los inversionistas han dado prioridad a los bonos de plazos más extendidos que ofrecen retornos positivos.
Los bonos de plazos más largos también son atractivos para inversionistas institucionales como los fondos de pensiones o las aseguradoras que tienen pasivos también de largo plazo.
Los vencimientos más largos, no obstante, acarrean riesgos. El valor de los bonos se vuelve más vulnerable a los cambios en las tasas de interés, comparado con los valores de plazos más breves, y el inversionista adquiere un compromiso de mayor plazo con el riesgo crediticio de un gobierno o una empresa.
“El impacto del BCE se refleja en el traslado de la demanda hacia el lado largo de (la curva) del bono”, dijo Fred Zorzi, director de deuda sindicada global de BNP Paribas SA .
En su campaña para impulsar la suba de la bajísima inflación de la zona euro, el BCE ha lanzado una serie de medidas de estímulo. Su programa de compra de deuda soberana, que será ampliado en junio para abarcar deuda corporativa, ha elevado el precio de los bonos y reducido su rendimiento, que se mueve en dirección opuesta. Los rendimientos también han caído conforme el BCE empezó a fijar tasas negativas para los bancos que querían depositar su exceso de efectivo en el banco central, lo que en la práctica los incentiva a invertir en bonos del gobierno.
La política del BCE contribuyó a aumentar el stock de deuda global con rendimientos negativos a US$9,4 billones al 5 de mayo, según los estrategas de Bank of America Corp. , equivalente al 23,6% del total de los activos de renta fija en el mundo. A comienzos de año, la cifra llegaba a sólo US$5,6 billones.
En este entorno, los bonos con vencimientos más largos y retornos más altos cobran popularidad. “Hay mejores formas de encontrar una mayor rentabilidad que limitarse a comprar bonos más riesgosos”, dijo Mitch Reznick, codirector de crédito de Hermes Investment Management. “Preferimos comprar bonos de mayor calidad con vencimientos más prolongados” en lugar de los bonos chatarra, es decir con una calificación por debajo de grado de inversión, observó.
Los gobiernos y las empresas están aprovechando la demanda.
El vencimiento promedio de las colocaciones de deuda sindicada de los gobiernos de la zona euro subió de cerca de 10 años en 2014 a alrededor de 15 años en 2015, según los cálculos de Goldman Sachs Group Inc. El banco de inversión estadounidense prevé que en 2016 el vencimiento promedio ascenderá a 25 años según los actuales niveles de emisión.
Cuando los rendimientos son tan escuálidos, pagan menos por la venta de bonos con vencimientos más prolongados.
Francia vendió en abril 9.000 millones de euros en deuda dividida en un tramo que vence en 2036 y otro que lo hace en 2066, pagando un interés de 1,25% y 1,75%, respectivamente. Cuando el gobierno emitió bonos a 50 años en 2005 y 2010, el interés fue de 4%.
Bélgica realizó en abril su primera emisión de bonos a 50 años.
Algunos gobiernos han ido más lejos. Irlanda y la propia Bélgica han vendido bonos de 100 millones de euros a 100 años en acuerdos privados este año.
Las colocaciones de Irlanda y de España —en la que los bancos a cargo de la venta recibieron órdenes de más de 10.000 millones de euros— demuestran que los inversionistas también están dispuestos a comprar deuda de largo plazo de países que hace algunos años nadie quería tocar. El gobierno italiano evalúa su primera oferta de bonos a 50 años, señaló una fuente cercana.
No se trata solamente de gobiernos europeos. México colocó el año pasado un bono a 100 años por 1.500 millones de euros con un cupón anual de 4%.
Las empresas también se han volcado a la deuda de mayor plazo. El tramo más grande de la emisión de 4.000 millones de euros de Johnson & Johnson fue la de vencimiento más largo: 1.500 millones de la divisa europea a nueve años. Royal Dutch Shell vendió el lunes 1.000 millones de euros a 12 años y 750 millones de euros a ocho años.
La mayoría de los inversionistas considera los bonos de empresas con vencimientos de más de 10 años como de mayor plazo.
En EE.UU., muchas compañías han emitido deuda a 30 años. Los bonos a 50 años, no obstante, siguen siendo una característica muy europea debido a las tasas más bajas de la región.
Cerca de la mitad de las ventas de bonos corporativos en euros tienen vencimientos de 10 años o más, según Joseph Faith, estratega de crédito de Citigroup Inc., un alza frente al 5% de comienzos del año.
Conforme se prolongan los vencimientos, aumentan los riesgos.
Jean Sayegh, gestor de portafolio sénior de Lyxor Asset Management, indicó que los bonos de plazos más largos son más apropiados para inversionistas como fondos de pensiones y aseguradoras que tienen que calzar activos y pasivos de largo plazo y no se preocupan por los movimientos diarios de los precios. Otros inversionistas, no obstante, se sentirán menos inclinados a comprar deuda a períodos tan largos “debido a la volatilidad”, aseveró.
Los fondos de pensiones y las compañías de seguros tienen que pagar anualidades fijas a los clientes durante varios años y han tenido problemas en un período caracterizado por los bajos rendimientos, por lo que los bonos de plazos más largos son una opción atractiva.
“Para inversionistas como aseguradoras y fondos de pensiones que necesitan rendimientos, esto puede ser una cobertura natural para sus pasivos de mayor plazo”, dijo Lee Cumbes, responsable de deuda del sector público de Barclays PLC.
Mundo al revés: en Europa, los bancos pagan por prestar dinero
Por Tommy Stubbington.
El Banco Nacional Suizo comenzó a aplicar tasas de interés negativas para amortiguar el impacto de la apreciación del franco frente al euro.
Antes, guardar dinero en el banco era algo positivo. Ahora, en cambio, las empresas danesas adelantan el pago de los impuestos para desprenderse de su dinero en efectivo. En el caso de un pequeño banco suizo, el dinero depositado por sus clientes se reducirá en 0,125% (un octavo de punto) al año.
No todo es malo. Algunos daneses que tienen créditos hipotecarios con tasas variables han notado que sus bancos les pagan todos los meses por estar endeudados, en lugar de cobrarles intereses por sus hipotecas.
Es la vida en el mundo al revés de las tasas de interés negativas, en el que los bancos les cobran a los clientes por guardar sus fondos, en lugar de pagarles intereses sobre sus depósitos.
La tasa de depósitos que el Banco Central Europeo tradicionalmente pagaba a los bancos por el dinero que inmovilizaban en la entidad pasó la semana anterior de -0,2 a -0,3 (ahora los bancos los que pagan al BCE por estacionar sus fondos allí). Tres de los vecinos más pequeños de la zona euro —Dinamarca, Suecia y Suiza— han llevado sus tasas de interés a territorio incluso más negativo ante los recortes de tasas del BCE, lo que ha producido una serie de desenlaces inusuales con ramificaciones que afectan a todos, desde las grandes empresas a los consumidores. Estos países ofrecen un panorama de lo que podría ocurrir si la zona euro se adentra más en el sendero de las tasas negativas.
“No creo que hayamos visto los último de esta tendencia”, afirma Jes Asmussen, economista jefe para Dinamarca del banco Handelsbanken. “Cuando me formaba como economista, las tasas negativas no aparecían en los libros de texto. Pero es el mundo en el que vivimos ahora y no ha dejado de dar vueltas”.
Las tasas negativas no estaban los planes de nadie. En economía, cero es el piso. No obstante, el estancamiento del continente ha sido tan prolongado y difícil de resolver que los bancos centrales de la región están recortando las tasas de interés para estimular la actividad. Si es beneficioso reducir las tasas de 1% a 0,5% y de ahí a 0%, ¿entonces por qué no probar con -0,5%?
La aventura europea con las tasas negativas recién empieza y el fin no está nada claro. La tasa de depósitos negativa del BCE ha ayudado a reducir el valor del euro, lo que beneficia a los exportadores de la región. La economía europea, sin embargo, crece a ritmo de tortuga y la inflación se ubica muy cerca de cero.
Además, una pregunta fundamental sigue sin resolverse: ¿pueden las tasas negativas rescatar a una economía? Si los bancos centrales se siguen adentrando en territorio negativo, ¿se reanudará el crecimiento? ¿O acaso la peculiar naturaleza de las tasas negativas es un preludio de consecuencias perversas, como el acaparamiento de efectivo, la formación de burbujas de activos en rubros como los bienes raíces y una inflación desbocada?
En teoría, las tasas negativas fijadas por el banco central se traspasan a las empresas y las personas al fomentar el crédito. El efectivo, en estas circunstancias, se parece a una papa caliente: todos quieren usarlo, no guardarlo.
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no caption Photo: Illustration by Dan Page
Hasta el momento, los resultados han sido dispares. El crédito bancario ha subido en forma modesta en la zona euro, contribuyendo su parte a una recuperación económica que ha marchado a paso lento pero seguro. La inflación, sin embargo, no ha repuntado. Los precios apenas aumentaron 0,1% en noviembre. Suecia ha registrado una inflación cercana a cero desde 2013, pese a que en febrero engrosó las filas de los países con tasas negativas. La meta de inflación del BCE es de poco menos de 2%.
En Suiza, el banco central trató durante mucho tiempo de impedir un alza excesiva de su divisa frente al euro mediante la creación de francos suizos que luego usaba para comprar la moneda común europea. A principios de este año, sin embargo, la entidad dejó de lado tal política, preocupada por la cantidad de activos extranjeros en su cartera.
Para amortiguar el impacto producido por el fortalecimiento del franco, el Banco Nacional Suizo recurrió a las tasas negativas, que disminuyen el atractivo de tener la divisa. El franco, de todos modos, se disparó contra el euro y, desde entonces, se ha estabilizado tras un alza de 11% frente a la moneda común.
Dinamarca, en cambio, ha tenido más éxito al emplear las tasas negativas como una herramienta para estabilizar la moneda. Las tasas negativas ayudaron a derrotar una serie de apuestas a una apreciación de la corona danesa. El crecimiento de la economía es robusto y se prevé una expansión de 1,6% este año.
De todas maneras, las tasas inferiores a cero en Dinamarca y Suiza han contribuido a un drástico incremento de los precios de las viviendas, lo que ha desatado temores de una burbuja en las principales zonas metropolitanas. El precio promedio de un apartamento en Dinamarca subió 8% interanual en el primer semestre, mientras que el costo de un departamento en Suecia es 16% mayor que hace un año.
No es lo único. Miles de propietarios daneses tienen que pagar hipotecas con tasas de interés negativas. En vez de pagar el principal más los intereses mensualmente, pagan el principal menos los intereses. “Espero que sea un fenómeno pasajero”, dice Soren Holm, director financiero de Nykredit, el mayor prestamista hipotecario de Dinamarca por volumen.
Las tasas negativas tienen un costo anual para los bancos daneses de más de 1.000 millones de coronas (unos US$145 millones), según la asociación que los agrupa.
“Son los bancos los que pagan por esto”, asevera Erik Gadeberg, director gerente de mercados de capitales de Jyske Bank. Si la situación empeora, el banco podría verse obligado a cobrarles a las empresas depositantes más pequeñas y, más adelante, tal vez a los consumidores. “De una u otra forma, lo tendríamos que traspasar al mercado”, manifiesta.
Un banco suizo ya lo ha hecho. Alternative Bank Schweiz, un prestamista muy pequeño, envió en octubre cartas a sus clientes que portaban malas noticias: les empezaría a cobrar por sus depósitos. El banco central cobraba una tasa de depósitos de -0,75 y Martin Rohner, presidente ejecutivo de ABS, consideró que ya era suficiente. Los costos estaban absorbiendo toda la ganancia de la empresa, cuenta. La entidad empezó a cobrar una tasa de -0,125% en todas sus cuentas.
Miles Kimball, economista de la Universidad de Michigan, ha predicado el evangelio de las tasas de interés fuertemente negativas a los bancos centrales. Cuando la demanda de dinero es baja, sostiene, los bancos centrales deberían facilitar el crédito todo lo que sea necesario, aunque implique pagarles a los bancos para otorgar préstamos.
No es un tema puramente académico. En momentos en que las tasas están en cero en la mayor parte de los países desarrollados, los bancos centrales podrían tener que combatir la próxima recesión sin mucho espacio para reducir las tasas.
“Es incorrecto decir que a los bancos centrales se les agotaron las municiones”, dice Kimball. “Las tasas negativas pueden estar a disposición antes de la próxima recesión. No hay un límite de hasta dónde se pueden bajar”.