En solo un mes la Argentina tuvo más inflación que la que tienen proyectada para todo 2021 la mitad de los países del mundo
En la estimación anual es superada por Venezuela y Sudán. Incluso en medio de la tensión inflacionaria global, según el FMI hay casi 100 países que proyectan para todo el año un a suba menor al 3,5% del mes pasado
Por Martín Kaneguiser.
La Argentina registró en octubre una inflación superior a la que se proyecta para casi la mitad de los países del mundo.
Sin dejar de batir récords negativos, el país tuvo una suba de los precios al consumidor del 3,5% el mes pasado y del 52,1% en el último año; de este modo, se ubicó entre los tres países con mayor inflación, según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para este año.https://eeb1ef1b028a2a9cf6780d79b26877dd.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-38/html/container.html
Argentina se ubica entre los cinco estados en los que el FMI no mide la inflación, sobre un total de 198 países. Durante el kirchnerismo, este “borrón”, se debía a la manipulación de las estadísticas públicas, luego fue por los problemas de empalme y ahora por las “negociaciones” para un nuevo programa de refinanciación de la deuda. Los otros son cuatro Afganistán, Etiopia, Líbano y Siria, territorios todos bajo conflictos armados de diferente naturaleza. Sin registros oficiales, Líbano y Siria sufrieron en 2020 subas del 155 y el 140 por ciento, respectivamente.
En el top ten de los que sí mide el FMI están Venezuela con una estimación del 2700% y un “exclusivo” primer lugar de hiperinflación crónica y luego, Sudán con 115,5%. Argentina, según las estimaciones de los analistas consultados por el relevamiento de expectativas del mercado (REM) del Banco Central, llegará al 50,3%, tras haber alcanzado el 41,8% desde enero último; detrás están Surinam con 48,6%; Yemen: 45%; Zimbabue: 41%; Irán: 30%; Zambia: 23,2%; Angola: 22%; y Libia: 21,1 por ciento.
En cambio, entre los países más poderosos, reunidos en el G7, pese al aumento global de la inflación, para Estados Unidos se proyectaba 5,1% (llegó al 6,2% en octubre); Alemania 4%, Canadá: 3,8%; Gran Bretaña: 3,5%; Francia 2,9%; Italia: 1,7%; y Japón: 0,7%.
La Argentina también ostenta el negativo registro de tener la segunda inflación más alta de América latina detrás de Venezuela. Para Brasil se proyectan un 7,9% anual; Uruguay tendría, 7,2%; México, 5,9%; Chile, 5,5%, Colombia, 4,3%; y Paraguay 4 por ciento.
El Gobierno había proyectado primero una suba del 29%, según el presupuesto 2021 que envió el ministro Martín Guzmán al Congreso en septiembre del 2020; un año después, corrigió esta cifra al 45%, pero los analistas prevén una inflación mayor; algo similar, aunque más profundo, ocurre con 2022: el Gobierno proyectó un 33% y los consultores -cuyas estimaciones fueron clave mientras se manipularon los datos del Indec entre 2007 y 2015- calcularon otro 50 por ciento.
Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), hay más de 100 países o territorios nacionales pertenecientes al organismo que concluirán este año con una inflación menor al 3,5% reflejado en octubre por el Indec.Argentina se ubica entre los cinco estados en los que el FMI no mide la inflación
En el primer escalón se ubican Guyana con el 3,4%, seguida por Bulgaria, República Central Africana y Filipinas con 3,3%; con el 3,2% le siguen Barbados, Guinea Ecuatorial, Irlanda, Kuwait, Perú y Tanzania:
Un peldaño más abajo están Portugal y Senegal con 3,1% y con el 3% se ubican Bélgica, Benín, Lituania, Nigeria y Omán. Con el 2,9% están Austria, Croacia, Francia, Maldivas y Montenegro; con 2,7% le siguen Burkina Faso; Camboya; Congo; república Checa; y Corea del Sur.
Luego, para Australia se estima un 2,6%, al igual que en Micronesia y Vietnam; le siguen con el 2,5% Barein, Bolivia, Granada, Israel, Jordania, Malasia, España y Tuvalu.
Con el 2,3% continúan Andorra, Chad y Noruega y, con el 2,2% siguen Finlandia y Saint Vicent; un escalón más abajo están Albania y Camerún con el 2,1%. En el 2% se estacionan Antigua y Barbuda, China, Chipre, Costa de Marfil, Djibouti, República Dominicana, Gabón, Guinea-Bissau, Indonesia, Panamá, Suecia, Timor y Emiratos Árabes.
Luego está Ecuador con 1,8%, al igual que Holanda y Uganda; con el 1,7% están Aruba e Italia; Bosnia, Costa Rica, Malta, Arabia Saudita, Taiwán y Togo tienen 1,6 por ciento.
Cabo Verde sigue con 1,5% y Dinamarca y Fiji con 1,4%; Grecia, Luxemburgo y Singapur 1,3 por ciento. Naurú, Trinidad Tobago y los territorios palestinos el 1,2%; Marruecos 1,1%.
En el 1% está la estimación de Palau y Tailandia y luego le sigue Suiza con 0,9%, San Marino con 0,8% y Brunéi e Italia con el 0,7 por ciento.
Finalmente, se prevé deflación para dos territorios: Macao (-0,3%) y Saint Kits -0,8 por ciento.
La mayoría de los países centrales y en desarrollo comenzó hace unos meses a utilizar la tasa de interés para contener la creciente inflación, producto de la fuerte emisión monetaria registrada durante la pandemia, pero la Argentina, como en otros casos, no hizo lo que hacen los demás.
Es hora de que las carteras estén a prueba de inflación
Por Edward Chancellor.
LONDRES, 21 de octubre (Reuters Breakingviews)
Los debates actuales sobre la inflación se centran principalmente en cuánto tiempo persistirá. ¿Será la inflación transitoria, como insisten los banqueros centrales? ¿O seguirán subiendo los precios al consumidor en los próximos años, como mantienen los osos de los bonos? Sin embargo, pocos analistas consideran cómo es probable que las economías modernas altamente financiarizadas respondan a un cambio en el régimen de inflación.
Cuanto más consideramos la inflación, menos parecemos saber, o al menos estar de acuerdo, sobre las causas del aumento de los precios. Los banqueros centrales se obsesionan con las expectativas de inflación. Creen que mientras las expectativas del público estén ancladas en torno a su objetivo de inflación del 2%, todo irá bien. Pero un artículo reciente del miembro del personal de la Reserva Federal, Jeremy Rudd, señala que no hay apoyo teórico ni empírico para la idea de que las expectativas influyen en la inflación.
En cambio, sugiere Rudd, cuando la inflación cruza un cierto umbral, entra en negociaciones salariales. Esto ayuda a explicar las “espirales” de precios y salarios de los años setenta. Es posible, aunque Rudd no lo dice, que el reciente aumento en el índice de precios al consumidor de EE. UU. Pronto se refleje en aumentos salariales. Otra espiral de precios y salarios puede estar a la vuelta de la esquina.
Los monetaristas también descartan las expectativas de inflación. En cambio, insisten, en palabras de su chamán Milton Friedman, que la inflación «es siempre y en todas partes un fenómeno monetario». En una nota reciente, el economista jefe de Invesco, John Greenwood, señala que la oferta monetaria estadounidense (M2) ha aumentado en más de un tercio en los últimos 18 meses. Greenwood cree que los precios al consumidor de EE. UU. Continuarán aumentando hasta que todo este exceso de dinero sea absorbido por la economía. La inflación será persistente, no transitoria, predice.
Sin embargo, los economistas del Banco de Pagos Internacionales han sugerido que la inflación en los últimos años ha estado más influenciada por factores globales que por las condiciones monetarias internas. Según este punto de vista, la entrada de China en la economía mundial debilitó las presiones salariales en Occidente (cuyos trabajos de fabricación podrían enviarse al extranjero) y ejerció una presión a la baja sobre los precios de los bienes comercializados.
Pero el papel de China como exportador de deflación puede estar llegando a su fin. El presidente Xi Jinping quiere priorizar el consumo interno sobre las exportaciones y las ganancias sobre la inversión, como parte de su proyecto de «prosperidad común». Como dijo Henry Maxey, director de inversiones de Ruffer, en una conferencia de Grant en Nueva York esta semana, China ahora puede alentar a los exportadores a subir los precios. La interrupción en curso de las cadenas de suministro sobreextendidas ejerce una mayor presión al alza sobre los precios. A pesar de lo que argumentan muchos analistas, es poco probable que se trate de un problema temporal: las cadenas de suministro en el futuro tendrán que volverse más sólidas a medida que los fabricantes cambien de producción «justo a tiempo» a «por si acaso», y eso significa que el los bienes que producen costarán más.
La teoría fiscal de la inflación sostiene que los países con grandes deudas inflan invariablemente sus pasivos. Esa es la idea detrás de la represión financiera, cuando las tasas de interés se mantienen por debajo del nivel de inflación durante años. El estratega de inversiones Russell Napier sostiene que los altos niveles de deuda en Occidente proporcionan un imperativo político para la inflación. Los gobiernos, dice, están reemplazando a los bancos centrales como árbitros del sistema crediticio. La pandemia ha acelerado este proceso: Estados Unidos tenía su «Programa de préstamos convencional», mientras que el gobierno británico suscribía los «Préstamos de recuperación» otorgados por los bancos comerciales. La estanflación a menudo asociada con la represión financiera ya ha llegado, dice Napier.
Lo que estas diferentes formas de ver la inflación no tienen en cuenta es cómo el sistema financiero se enfrentará a este cambio de régimen. La caída de la inflación ha ido acompañada de una caída de los tipos de interés. Las tasas ultrabajas se han metido «en todas las grietas», para usar una frase acuñada por Jeremy Stein de Harvard. Los inversores han asumido más riesgos para compensar su pérdida de ingresos. La deuda corporativa ha aumentado con las empresas pidiendo prestado para recomprar sus acciones y el capital privado organizando adquisiciones. El aumento de los precios de los activos ha sustituido a los ahorros genuinos. Las economías desarrolladas se han «hiperfinanciado», dice Maxey. En los Estados Unidos, la participación del sector financiero en el PIB aumentó de alrededor del 2% en la década de 1950 a más del 8% en la actualidad.
El látigo inflacionario provocará un verdadero dolor en Wall Street. El aumento de la inflación puede obligar a la Fed a reducir sus compras mensuales de valores más rápidamente de lo previsto. A medida que se succiona liquidez del mercado, podríamos enfrentarnos a otra “rabieta de la puesta a punto”. El mercado de repos, donde los títulos de deuda se utilizan como garantía para préstamos a un día, no funciona correctamente cuando la liquidez se evapora. Es probable que repunte la volatilidad en el mercado de bonos de EE. UU., Que sigue aproximadamente a la de los precios al consumidor. A medida que aumentan los rendimientos de los bonos del Tesoro, existe la posibilidad de que los rendimientos de los valores más riesgosos se disparen.
Durante el último cuarto de siglo, el rendimiento de los bonos y las acciones se ha relacionado inversamente: en momentos en que el mercado de valores ha caído, los bonos del gobierno generalmente arrojan rendimientos positivos. A las carteras convencionales, que asignan el 60% a acciones y el 40% a bonos, les ha ido bien. Pero a medida que regrese la inflación, es probable que los bonos y las acciones se correlacionen positivamente, subiendo y bajando juntos, como lo hicieron en la década de 1970. Esto significa que los inversores tendrán que repensar su asignación de activos.
En particular, deben considerar cómo reducir la sensibilidad de las carteras al aumento de las tasas de interés, lo que técnicamente se conoce como «riesgo de duración». El riesgo de duración del mercado de bonos corporativos de EE. UU. Se encuentra en un máximo histórico. Las acciones estadounidenses también tienen más duración que en cualquier otro momento desde la burbuja de las punto com. Los inversores pueden reducir este riesgo comprando acciones más baratas. Rob Arnott de Research Affiliates, quien también habló en la conferencia de Grant esta semana, señala que las acciones de valor en los mercados emergentes, Japón, Europa y el Reino Unido se cotizan actualmente a valoraciones muy atractivas.
Napier opina que los inversores no deberían poseer bonos de ningún tipo. Sin embargo, los bonos protegidos contra la inflación pueden seguir obteniendo buenos resultados a pesar de sus rendimientos reales negativos. (Su rendimiento negativo puede considerarse una prima de seguro contra una inflación imprevista). Sobre todo, dice Maxey, los inversores deben ser ágiles. Suena contrario a la intuición, pero también es útil tener más efectivo, el activo de menor duración, a medida que los mercados se vuelven más volátiles. El valor real del efectivo puede verse erosionado por la inflación, pero al menos proporciona a los inversores un medio para comprar activos cuando se vuelven baratos.
Este martes se llevó a cabo una reunión entre el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, el titular de Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Daniel Funes de Rioja y el director ejecutivo de la Asociación de Supermercados Unidos, Juan Vasco Martínez.
El encuentro, el segundo, tenía como objetivo llegar a un acuerdo para congelar precios de 1650 productos. Sin embargo, no se llegó a un pacto y el Gobierno anunció que la medida se hará efectiva mediante una resolución que será publicada este miércoles en el Boletín Oficial.
En tal sentido, surgieron una serie de preguntas tales como: ¿Una medida de estas características será eficiente? ¿Sirve? ¿Puede generar problemas, sobre todo teniendo en cuenta que no hubo un acuerdo entre las partes intervinientes?
Para contestar estas incógnitas, Tribuna de Periodistas se comunicó con aquellos que realmente saben del tema.
Según supo explicar el economista Sebastián Laza, “el gran problema (histórico) de los congelamientos es que los empresarios subabastecen las góndolas”, y, de esa forma, se está “induciendo a la gente a que compren marcas no congeladas en precio”.
Explicó asimismo que “en este caso, al no salir por acuerdo, sino por decreto, va a ser más grave aún”. Agregó además que “le hacen perder plata a los supermercados porque cada cm2 de góndola no abastecida tiene un costo de oportunidad muy grande para ellos. La góndola es su vidriera».
“Adicionalmente yo tengo un tercer temor”, añadió y explicó: “Que estos muchachos empiecen a usar los precios congelados ficticios para armar el índice de inflación como hacía Moreno, creando una idea de que la inflación está bajando. No digo que lo tercero va a pasar con seguridad, pero estaría atento”.
Esta última posibilidad fue destacada también por el consultor financiero y autor del Manual de Economía Personal, Gustavo Ibáñez Padilla.
“Hay más de 4 mil años de experiencia histórica de congelamiento de precios. Siempre fracasaron. Es imposible congelar precios por decreto y que esto funcione”, explicó.
En el mismo sentido, pormenorizó: “El Gobierno ya lo sabe, lo que pretende es manipular, vía el congelamiento de determinados precios, el resultado que dé el índice de inflación. Es lo mismo que hacia (el ex secretario de Comercio Interior, Guillermo) Moreno antes, empleando otro sistema. Por eso la lista es tan arbitraria y hay algunas cosas bastante curiosas en la lista de precios congelados que no tendrían sentido, pero como se usan para calcular el índice de inflación, el Gobierno al congelarlo garantiza que en los próximos meses el índice de inflación le dé bastante baja. Ese es el único objetivo, es pura cosmética para las elecciones”.
“Las empresas obviamente siempre buscan la forma de evitar el congelamiento, reducen la cantidad de mercadería que largan al mercado y empieza a haber desabastecimiento. Hay un montón de comercios que no entran en el congelamiento, por ejemplo almacenes y despensas, así que ahí no corre. Simplemente vas a ver que en las grandes superficies, o sea, en los hipermercados vas a tener poca cantidad de los productos que tengan precios congelados y van a cumplir más o menos según qué tanto esté por detrás el Gobierno controlando”, explicitó.
Por tanto, añadió: “Esto es una engaña pichanga. El Gobierno lo único que pretende es poder decir que la inflación está bajando y usar para eso las cifras del INDEC. Manipulando los números uno puede llegar a cualquier resultado”.
“Las empresas, las que puedan más o menos sostener un precio y le deje un margen de ganancia, cumplirán un poco más. Las que no puedan sostener los precios no van a cumplir y tendrán algún problema”, señaló.
Y explicó, además, los problemas relacionados a esta medida: “Mientras sigan emitiendo en la forma descontrolada como están haciendo, la inflación no puede hacer más que subir. La inflación es un fenómeno monetario y depende de la emisión sin respaldo. El otro factor que influye es la demanda de dinero, o sea, cuando la gente no quiere tener pesos, aunque no haya tanta emisión, la gente se deshace de los pesos y suben los precios”.
Los monetaristas han fracasado una vez más. La mayoría de los economistas de hoy en día, incluidos aquellos que se autodenominan falazmente liberales, desconocen el origen de la actual crisis económica (2008) y, por lo tanto, aún más su posible solución. El error radica en una teoría equivocada acerca de la auténtica relación existente entre el capital y la economía real.
El dinero no es neutral y, como consecuencia, su manipulación arbitraria por parte de los reguladores estatales (banca central) acaba mostrando sus terribles efectos tarde o temprano, tal y como acontece en la actualidad. Lo paradójico es que dicho problema ya fue diseccionado en profundidad a la luz del análisis teórico desarrollado por el principal valedor de la Escuela Austríaca de Economía, Ludwig von Mises. Sin embargo, pese al certero diagnóstico aplicado en este ámbito, la política monetaria vigente sigue bebiendo de los criterios dictados por la Escuela de Chicago, persistiendo en los mismos errores de base cometidos en el pasado.
De ahí precisamente la importancia de revivir las enseñanzas derivadas del debate teórico mantenido a lo largo de las últimas décadas por ambas corrientes acerca de la denominada «hipótesis de la neutralidad del dinero». Lo importante aquí es que un cambio en la comprensión de este fenómeno, es decir, que el dinero no es neutral a largo plazo, modificaría de forma sustancial los cimientos sobre los que se sustenta la política monetaria vigente a nivel mundial.
Los monetaristas construyen toda su teoría sobre hipotéticos modelos de equilibrio que nunca acontecen en la vida real. Su concepción cuantitativa del dinero afirma que un incremento de la oferta monetaria tan sólo se materializa en un incremento de los precios, de tal forma que sus posibles efectos adversos sobre la producción, el consumo o el empleo (variables de la economía real) siempre quedarán neutralizados a largo plazo.
Así, por ejemplo, David Hume asegura que no importa la cantidad de dinero en circulación que exista en un determinado país. Ya sea, mayor o menor, bastará para facilitar su función esencial, el intercambio de bienes. Así, si durante la noche se duplicara la cantidad de dinero que posee cada individuo, al día siguiente no habría ni más prestamistas ni variación alguna en el interés a aplicar. Es decir, a largo plazo, tal variación no modificaría en absoluto ni la actividad productiva ni la velocidad de la circulación monetaria. Según Hume, tan sólo se doblaría el nivel general de precios.
Es decir, la expansión monetaria traería como resultado una particular transición de un estado de equilibrio inicial (punto de partida) a otro estado de equilibrio a largo plazo, en donde el único efecto permanente sería un aumento correlativo de los precios.
Irving Fisher, por su parte, reconoce que puede provocar un incremento transitorio de los márgenes de ganancia de determinados productores, ya que ese dinero creado ex novo impulsa la demanda de determinados bienes y, como consecuencia, estimula una mayor oferta de esos productos. Sin embargo, la flexibilidad del mercado logra corregir a corto plazo los beneficios inflados, dando fin a la fase del boom.
De este modo, Fisher concluía que la causa de los ciclos debíamos buscarla en el aumento de la oferta monetaria no anticipada por los agentes económicos. Por ello, su diagnóstico consistía en aplicar una política monetaria que tuviera como principal objetivo mantener una inflación estable. Justifica, pues, la existencia de la banca central (planificación monetaria) y el seguimiento de un indicador que, en realidad, es muy incompleto (el índice de precios de consumo o cesta básica de la compra), para controlar los efectos de la expansión monetaria.
Por su parte, Milton Friedman, autor de referencia para los pseudoliberales del pasado siglo, llega a una conclusión similar. Los cambios monetarios afectan a la producción, pero a corto plazo (entre 5 y 10 años), mientras que dicha expansión fiduciaria se traduce en un aumento de precios a largo (décadas). De hecho, admite que las variaciones amplias en la cantidad de dinero disponible son desestabilizadoras y deben evitarse. Sin embargo, aboga por establecer una política monetaria automática: que la cantidad de dinero crezca a una tasa estable anual para impulsar el crecimiento económico. Es decir, nuevamente, intervención monetaria a través de los bancos centrales.
Todo este edificio teórico se ha derrumbado, y lo triste es que los monetaristas parecen no darse cuenta. Y eso que la solución fue explicada por Mises hace décadas en su obra Teoría del dinero y del crédito (1912). El dinero nunca puede ser neutral por definición y naturaleza. Existe y, por lo tanto, está sometido a la valoración subjetiva de los individuos. Es decir, no es algo objetivo y cuantificable.
Así, la variación en el volumen de dinero, por fuerza, distorsiona el precio relativo de los bienes. Y ello por la simple razón de que el precio de los productos nunca aumenta de forma homogénea y agregada, sino todo lo contrario. El dinero ex novo lo recibe en primer lugar un número limitado de agentes, que demandan ciertos bienes y que, por extensión, modifican la estructura de precios relativos.
Los precios nunca cambian por igual, al mismo tiempo y en la misma dirección, tal y como expone el análisis microeconómico e individualista de la economía frente a la teoría cuantitativa o agregada de la Escuela de Chicago. Y es que, los precios relativos determinan el volumen y la dirección de la producción, por lo que cualquier cambio en la cantidad de dinero acaba afectando de una u otra forma a la estructura productiva.
Esta cuestión se clarifica aún más al concluir que, aunque todo el mundo se levantara un día con x unidades más de dinero, cada individuo valorará de forma diferente (subjetiva) cada unidad adicional del mismo. De ahí que resulte falso que una duplicación del dinero en circulación reduzca a la mitad el poder adquisitivo del mismo. «Todo aumento de la oferta monetaria provocará efectos sobre la demanda y, por lo tanto, un aumento desigual en los precios de los bienes. No todas las mercancías serán demandadas en igual cantidad, ni las más intensamente demandadas serán afectadas en el mismo grado«.
La manipulación arbitraria de tipos efectuada por los bancos centrales es la principal responsable de los auges y depresiones de la actividad económica. ¿Por qué? El proceso de producción tiene lugar en un marco de tiempo, en donde los empresarios efectúan sus inversiones guiados por dos elementos clave (precios y tipo de interés) para asignar los recursos de la forma más eficiente posible en las distintas etapas del proceso.
La inyección fiduciaria o la expansión del crédito, por fuerza, distorsiona ambas señales, y conduce a los agentes económicos a efectuar malas inversiones. Y es que sin tal intervención pública sobre los tipos de interés algunos procesos nunca se habrían emprendido. Es decir, tan sólo resultan rentables con tipos de interés artificialmente bajos. Además, alargan artificialmente la estructura productiva, y los agentes tienden a sobreinvertir en la producción de bienes de capital en detrimento de bienes de consumo.
El problema es que, tarde o temprano, esta situación se hace insostenible cuando aparece el «riesgo inflacionario». Es entonces cuando la autoridad política no puede mantener por más tiempo el interés bajo, saltando a la luz el volumen de malas inversiones efectuadas. Como resultado, los efectos de la fase expansiva se invierten y surge la recesión, el desempleo, la deflación, la restricción del crédito y la caída del consumo, entre otros. La crisis es inevitable. Tan sólo cabe prevenirla impidiendo el aumento de la oferta de dinero.
Mises demuestra que el dinero no es neutral ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. El aumento de la oferta monetaria distorsiona por fuerza los precios relativos de los bienes y modifica la estructura productiva. ¿La solución? Abolir el sistema de banca central, abogar por la banca libre sujeta al patrón oro y aplicar un coeficiente de caja del 100%.
Como observarán, ninguna de estas medidas está encima de la mesa de los líderes gubernamentales, al menos, por el momento. Más bien, todo lo contrario. Asistimos a un nuevo auge del fracasado keynesianismo económico, lo que demuestra que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra (crack del 29). Y tres (crisis del petróleo de los 70) y cuatro (crisis de los 90 en EEUU) y cinco (la burbuja de las punto com) y seis (recesión tras los atentados del 11 de Septiembre)… ¿Y siete?
Argentina terminó 2019 tercera en el ranking de los países con mayor inflación: sólo la superaron Venezuela y Zimbabue
Con el 53,8%, el Índice de Precios al Consumidor sobresale en una región donde en la mayoría de los países no supera el dígito anual
Por Marcelo Bátiz.
En 2019, Venezuela volvió a ser el país con mayor inflación en el mundo, en una listado al que la Argentina ascendió al tercer lugar, desplazando a Sudán
La Argentina fue en 2019 el tercer país del planeta con mayor inflación, con un 53,8% que la dejó detrás de Venezuela y Zimbabwe y por arriba de Sudán, en un desempeño que desentona con el resto de América del Sur, donde el aumento de los precios minoristas fue solamente de un dígito en todo el año.
De acuerdo con el último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) con las proyecciones de inflación para todo el año, en las primeras 20 posiciones la mayoría de los países son de Asia y África, afectados por conflictos bélicos, hambrunas, adversidades climáticas o escasez de recursos naturales.
No obstante, la lista es liderada por un país sudamericano, Venezuela, con una inflación del 200.000% según la proyección del FMI. Los datos del organismo multilateral de crédito son muy superiores al 7.374,40% anunciado por la opositora Asamblea Nacional, pero aun en ese caso son más que suficientes para que el país sudamericano conserve el primer puesto global, con un amplia ventaja sobre el resto.
Entre Venezuela y la Argentina se ubica en el segundo lugar Zimbabwe, con el 161,8%, en medio de una sequía que ya lleva tres años y condena a una situación de hambre extremo a la mitad de su población.
Sudán, desplazada a la cuarta posición por el ascenso argentino, registra una inflación proyectada por el FMI de 50,4%, con uno de los más bajos niveles de desarrollo humano e ingreso por habitante del planeta, además de tratar de superar las secuelas de medio siglo de enfrentamientos étnicos que derivaron en 2005 en la separación como estado independiente de Sudán del Sur, sexto en la lista de los países con mayor inflación con el 24,5 por ciento.
Entre los países con más alta inflación en el mundo prevalecen los de África y Asia, afectados por conflictos bélicos, hambrunas, adversidades climáticas o escasez de recursos naturales
Entre esos dos países se ubicó en el quinto puesto Irán, al que la existencia de importantes recursos de hidrocarburos y un nivel de desarrollo económico relativo superior al de los otros países no le impidieron terminar 2019 con una inflación del 35,7%.
Inflación en América Latina: un fenómeno superado
De listado de países con alta inflación surge que, fuera de Venezuela, Argentina y Haití en el octavo puesto con el 17,6%, no se encuentran estados de América Latina y el Caribe, una región que en los últimos años consiguió desterrar a la inflación, con niveles que no superan el dígito.
El seguimiento de los datos de inflación de América del Sur muestra que detrás de Venezuela y Argentina se ubica Uruguay, que concluyó el año pasado con un nivel del 8,79% según el Instituto Nacional de Estadística (INE) que reportó para diciembre una deflación de 0,03%
Brasil, con el 4,48% en todo el año y 1,22% en diciembre, es el siguiente país en la lista del subcontinente, seguido por Colombia (3,8% anual y 0,26 en el último mes), Chile (3% y 0,1%), Paraguay (2,8% y 0,6%) y Perú (1,88% y 0,12%).
Los dos países sudamericanos con menor inflación en 2019 fueron Bolivia, que cerró el año con 1,47% y una deflación del 1,54% en diciembre, y Ecuador, con dos deflaciones: 0,07% en el año y 0,01% en diciembre.
La inflación en Brasil se redujo a un dígito anual, cuando en 1990 llegaba a los cuatro dígitos
Los datos dejan en evidencia que, a diferencia de lo que sucedía en las décadas de 1970 y 1980, cuando el alza de precios al consumidor era una constante en la mayoría de los países de la región, la inflación argentina en 2019 es un fenómeno aislado en América del Sur si se excluye el caso extremo de Venezuela.
En 1990, por ejemplo, la Argentina tuvo una inflación del 1.334%, la segunda consecutiva de cuatro dígitos, en el contexto de una región marcada por alzas de precios como el 27,4% de Chile, el 36,50% de Venezuela, el 129% de Uruguay, el 1.621% de Brasil o el 7.650% de Perú.
Tres décadas después, la situación es diferente y si bien la inflación argentina está lejos de los niveles previos a 1991, la brecha respecto del resto de los países se amplió.
Al respecto, en relación con sus perseguidores más inmediatos, la inflación argentina es seis veces superior a la uruguaya, 12 más que la brasileña, 14 más que la de Colombia y 18 más que la chilena.
Cómo se originó el dinero y cómo posteriormente surgió el monopolio de la emisión del dinero a través de los bancos centrales.
En las economías primitivas donde las transacciones eran reducidas y el aislamiento con otras sociedades era grande debido a las dificultades en la comunicación y el transporte y también debido a estados beligerantes, los intercambios se llevaban a cabo a través del trueque, esto es el cambio directo. Esta modalidad tenía sus bemoles puesto que el que tenía la mercancía A y quería la B debía recorrer tres etapas ineludibles: primero encontrar alguien que necesitara A, luego que tuviera a su disposición B y por último que estuviera dispuesto a llevar a cabo el intercambio a cierta ratio, por ejemplo, de un A por un B y no diez A por un B. Esto a veces no solo se tornaba dificultoso sino que, a veces, resultaba imposible, como por ejemplo frente a un especialista en tocar el tambor que necesita pan es poco probable que el tenedor de pan aceptara recibir una lección de tambor a cambio de su pan y así sucesivamente.
A medida que las transacciones se fueron multiplicando se percibió que resultaba más expeditivo y más fluido el cambio indirecto, este es, el realizar los intercambios a través de una mercancía de valor generalizado y luego con ella adquirir lo que se requería. Así es que se recurrió como medio común de intercambio o dinero el cacao en Centroamérica, las sedas en Persia, el ganado en Grecia (de allí la expresión medios pecuniarios), el té en Turquía, el cobre en Egipto, el hierro en África, el azúcar en la India, el tabaco en la Virginia colonial, etc. Como queda dicho, se ofrecían bienes y servicios a cambio de dinero y, a su vez, con ese dinero se compraba lo que se deseaba.
A través del tiempo se fue produciendo naturalmente un proceso de selección y reselección de medios comunes de intercambio según su durabilidad, homogeneidad y fraccionabilidad. Cuando se percibían ventajas en la utilización de cierta moneda-mercancía simplemente se la remplazaba sin que a esa altura a nadie se le ocurriera esgrimir el argumento de la “soberanía monetaria”, un disfraz para que gobernantes pudieran explotar a sus súbditos a través del denominado curso forzoso.
En esta especie de competencia entre monedas surgieron como mejores para los propósitos monetarios el oro y la plata, el primero para transacciones de mayor valor y el segundo para intercambios de menor cuantía, por lo que era común la adopción del bimetalismo. Esto explica lo que después se bautizó como el teorema de la regresión monetaria con la intención de mostrar el fundamento no monetario (usos industriales, comestibles y otras aplicaciones) de los usos propiamente monetarios (hago un a digresión para apuntar que esto está hoy en entredicho debido a las denominadas monedas virtuales a través de las cuales se atribuye valor especulativo al efecto de concretar arbitrajes vía los cambios en las cotizaciones).
En todo caso, para seguir con esta línea argumental debe consignarse que la gente percibió que en lugar de tener que recurrir a pesas y balanzas para cada transacción y verse obligados a analizar la pureza del metal en cada oportunidad, resultaba mejor acuñar el oro y la plata y acreditar el peso y la pureza. Las monedas prestaron un servicio adicional en este proceso.
También por razones de seguridad se comprobó que resultaba un servicio adicional en ofrecer casas de depósito (generalmente provistas por los mismos orfebres) donde se emitía un recibo por el metálico depositado. Con el tiempo esas casas se denominaron bancos y los recibos billetes bancarios (el dólar deriva de la expresión thaler acuñada por el Conde Shlik en el siglo XVI). Muchas denominaciones aluden al peso metálico como el propio peso, la libra y otras, aun en la parla convencional se habla de “plata” para hacer referencia a la moneda.
En muchos casos los gobiernos monopolizaron primero la acuñación con lo que comenzaron los primeros fraudes al recortar la cantidad de metálico y otorgarle curso forzoso a la moneda y luego monopolizaron la convertibilidad con lo que se sucedían períodos de “cierres temporarios en la conversión” que más adelante fueron definitivos con la irrupción de la banca central.
A través de los Acuerdos de Génova de 1922 la resolución IX oficializó la liquidación del patrón oro clásico (abandonado dejure durante la Primera Guerra Mundial) y se decretó el mal llamado patrón cambio oro, es decir un sistema de pseudo patrón oro que se tradujo en que las reservas de los ya constituidos bancos centrales estarían formadas por dólares y libras (esta última divisa se dejó de lado a poco andar) y estas denominaciones a su vez estarían relacionadas con el oro a una razón fija concretada en la Reserva Federal estadounidense y en el Banco de Inglaterra a requerimiento de la banca central extranjera, con un acuerdo tácito de no producir esos reclamos (solo Jacques Rueff como ministro de De Gaulle pidieron el oro para mostrar la bancarrota del sistema), lo cual produjo emisiones sin respaldo del dólar que condujo al boom de los años veinte y al crack de los años treinta.
Finalmente para reseñar muy telegráficamente la columna vertebral de la moneda, tuvo lugar Bretton Woods en 1945, el doble precio del oro en 1968 y finalmente las medidas de agosto de 1971 con la consiguiente crisis de 1973 debido a los tipos de cambio fijos.
Reiteramos que la inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente al efecto de financiar sus propios desbordes.
Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.
La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.
Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a que tasa contraer, a que tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).
Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda, que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.
Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones una vez liquidada la banca central, no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.
No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo, el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.
La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.
La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.
Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.
A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.
En este último sentido, hay un jugoso debate que viene de hace cincuenta años sobre si es mejor el free-banking (y no digo “banca libre” porque tiene otro significado ya que alude a la entrada y salida libre al sistema bancario) o la reserva total, pero en todo caso cualquiera de los dos es infinitamente mejor que la reserva fraccional que genera inflaciones y deflaciones con el apoyo de la banca central.
Resultan tragicómicos los esfuerzos y las acaloradas discusiones sobre “metas de inflación” y las correspondientes manipulaciones monetarias y cambiarias que impone la banca central, en lugar de comprender que el problema estriba en esa institución (en el medio argentino creada por el golpe fascista de los años treinta).
Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar entonces que no transcurra mucho tiempo antes de que se perciban los inmensos daños de la banca central y el sistema bancario de reserva parcial con todas sus consecuentes políticas. Cual es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cual es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cual es la cantidad de cualquier otro bien en el mercado. No debe imponerse tal cosa como “curso forzoso” a ninguna divisa y, en esta instancia del proceso de evolución cultural, los gobiernos seleccionarán la moneda o monedas en las que cobrarán impuestos al efecto de proteger derechos. La denominada “dolarización” puede eventualmente servir solo como uno de los caminos para cerrar la banca central y entregar las reservas al público pero en ningún caso para otorgarle a esa divisa el curso forzoso. Ningún aparato estatal debe arrogarse la facultad de imponer cual es el activo monetario a que debe recurrir la gente. Esa es la manera con bancos independientes en la que se incentivan nuevas propuestas de solidez monetaria en el contexto de auditorias cruzadas y en competencia al efecto de proporcionar seguridad a los clientes, todos con la posibilidad de contratar sistemas de seguros contra posibles desvíos de lo pactado.
Las cinco razones por las que la inflación no cede
Dólar, tarifas, emisión, falta de inversiones y expectativas en alza forman el cóctel inflacionario argentino.
Por Annabella Quiroga.
La evolución de la inflación, según el IPC Congreso de diciembre 2017. .
El ministro Hacienda, Nicolás Dujovne, acaba de reconocer que la inflación no baja al ritmo que el Gobierno quiere. Tras la «recalibración» de las metas para este año que la plana mayor del equipo económico anunció el 28 de diciembre pasado -cuando llevó el techo de 2018 al 15% anual-, los precios retomaron la escalada y para algunos economistas existe riesgo de que la inflación de este año iguale o incluso supere la de 2017.
En enero, los analistas estiman que el índice llegó a 2,4% y para febrero prevén una suba de 2%. Así, el primer trimestre acumularía un alza de al menos 6%, lo que consumiría el 40% de la nueva meta inflacionaria prevista para todo el año. Detrás de la escalada anidan las expectativas de los agentes económicos, los aumentos de los servicios regulados, la suba del dólar, la emisión monetaria a gusto del fisco y la falta de inversión para ampliar la matriz productiva.
Expectativas: el viernes pasado, el Banco Central difundió el primer Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del año, con una inflación anual de 19,4%, casi cinco puntos arriba de la meta oficial y dos puntos por encima de lo que se estimaba hace 40 días atrás. El incumplimiento de la meta del año pasado -era de 17% y la inflación fue del 24,8%- y la recalibración, golpearon la credibilidad del Banco Central y empujaron hacia arriba las previsiones futuras. Para la consultora Economía & Regiones, «el Banco Central tiene menos credibilidad y reputación que a comienzos de 2017, con lo cual su capacidad para influenciar (a la baja) sobre las expectativas de inflación es menor. Si la política monetaria no cambia, lo más probable es que la inflación de este año sea similar a la del año pasado; o incluso puede subir un poco».
Servicios regulados: el Gobierno decidió arrancar el año con una escalada tarifaria, que no por anunciada tuvo menos impacto en los bolsillos y en las expectativas. Las subas de transporte, luz, gas y prepagas generaron malhumor y quejas y a la vez, le fijaron un piso alto a la inflación del primer trimestre. Según la consultora LCG, a partir de estos aumentos el piso de enero quedó en 1,5%, el de febrero en 1,8%, el de marzo en 1,7% y el de abril en 1,9%.
Repunte del dólar: la divisa estadounidense subió 15% entre diciembre y enero. Sólo en el primer mes del año aumentó 5%. Si bien venía de varias meses planchada y en 2017 perdió por varios cuerpos contra la inflación, el repunte de enero hizo que muchas empresas remarcaran los precios, con el argumento de que dependen de insumos o de los precios internacionales de loscommodities. C&T Consultores detectó una suba del 3,1% en los alimentos en el primer mes del año, con una inflación general de 2,4%. Así, el pass throught meterá la cuchara en la inflación 2018. Pero para todo el año, el REM prevé que la devaluación será del 17%, por lo que la divisa volvería a perder la carrera contra la inflación.
Emisión monetaria: con un déficit fiscal del 4%, la emisión de pesos está condicionada por las necesidades del fisco. Un informe del economista Ramiro Castiñeira puntualiza que en 2016 y 2017 el Banco Central «emitió para financiar al fisco $300.000 millones, y para duplicar las reservas -de US$25.000 a 55.000 millones- emitió otros $475.000 millones». Para «esterilizar» estos pesos, en dos años emitió Lebac por $400.000 millones y expandió la base monetaria por $377.000 millones. Así, la mayor cantidad de pesos en la calle presiona sobre los precios. «Desde 1944 ,salvo contados períodos, tenemos inflación de dos dígitos. Todos los programas antiinflacionarios fracasaron porque ninguno reconoce el origen del problema: el déficit fiscal,» dice Castiñeira. [Nota de EconomiaPersonal: Esta es la verdadera causa de la inflación, la emisión sin respaldo para pagar el déficit fiscal]
Falta de inversión: “Afuera nos dicen que cuanto más rápido baje la inflación, más van a invertir”, dijo el presidente Mauricio Macri durante su última gira por Europa. Mientras para unos la inflación es un freno sobre las inversiones, para otros es una causa directa: la falta de inversiones impide aumentar la matriz productiva y esto limita la oferta. Cuando el consuma repunta y la demanda aumenta, la oferta escasa juega a favor de la suba de precios.
Aranguren: «Estamos bajando la inflación de una manera sustentable»
Por Santiago Dapelo.
En una entrevista con LA NACION en Moscú, el ministro de Energía dijo que el país necesita «varias décadas de continua insistencia en mantener los principios y la regulación» Fuente: Archivo.
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MOSCÚ — Juan José Aranguren es determinante sobre lo que aún se le demanda a la Argentina desde el exterior. Todo tiene que ver con un valor que la Argentina viene desgastando desde hace décadas: la confianza. Para el ministro de Energía , los inversores aún le demandan más credibilidad a nuestro país.
Horas antes de partir hacia Davos , Suiza, en una entrevista con LA NACION, Aranguren destacó que en los dos primeros años del gobierno de Mauricio Macri»se han hecho muchas cosas», el país necesita «varias décadas de continua insistencia en mantener los principios y la regulación». Y defendió la suba de tarifas para aliviar el déficit.
-¿Qué esperan los inversores de la Argentina?
-La economía argentina, como es una economía chica o mediana, necesita tener mucha más competencia. En un momento determinado, cuando la economía de escala te hace restrictivos los sistemas financieros, es mejor tener más atomizado el desarrollo.
-¿Cuáles son las preocupaciones que le manifiestan en el exterior?
-La confianza. Nosotros necesitamos varias décadas de continua insistencia en mantener los principios y la regulación. Un ejemplo es haber salido de la emergencia pública. Tuvimos durante 15 años, desde el 6 de enero del 2002 hasta el 22 de diciembre del 2017, sometidos a una ley que le daba al Poder Ejecutivo facultades por encima de lo que el Congreso había desarrollado. Nosotros no la renovamos, no vimos necesidad de hacerlo.
-El Gobierno desplegó en estos años varias reformas que le reclamaban desde el exterior para venir a la Argentina. ¿Alcanza con eso?
-Cuando hablamos de inversiones, nosotros hemos adjudicado en el sector energético solamente en producción de energía eléctrica 27.500 millones de dólares. También adjudicamos 5000 megawats en energía térmica y 5000 megawats en energía renovable. Todo eso suma 7500 millones de dólares. Hay inversores que confían.
-¿Y qué falta para que lleguen en un número mayor?
-Lo que necesitamos es mantener las leyes y respetar los marcos. El proceso licitatorio es muy importante, que los procesos sean transparentes, que sean públicos, que sean abiertos y que se respeten. Además, que haya multas cuando no se cumplen. Nosotros hemos adjudicado 144 contratos renovables, 59 ya se han firmado, más 10 que heredamos de la anterior administración que se firmaron en enero. Tenemos la obligación que cuando uno incumple con el período de construcción sea multado no importa quién sea. Esto es lo que da certeza y confianza.
-¿Alcanzan las medidas que tomó el Gobierno para recuperar la confianza?
-Sí, sin duda. La confianza, así como se pierde muy rápido, reconstituirla toma un tiempo. En los dos primeros años se han hecho muchas cosas para lograrlo y cada paso se va logrando restablecer. Es un proceso.
-Se viene un nuevo aumento de las tarifas públicas de servicios.
-Sí, el 1 de febrero es la audiencia pública para Edenor y Edesur , y la última de tres etapas de valor agregado de distribución para esas empresas porque en marzo del año pasado, cuando hicimos la primera revisión tarifaria integral , para poder alcanzar los niveles de tarifas que corresponde para una inversión próxima, daba un aumento exagerado. Por eso lo partimos en tres etapas. Y esta tercera etapa es la que se termina en febrero. Después, el 1 de abril, es el correspondiente al gas natural conforme a lo que presentamos en la audiencia pública del 2016. Es eso gradual, para ir recomponiendo el precio, pero siempre con exclusión de la tarifa social. Seguimos reformulando los subsidios para que en lugar de que vayan para todos y para todas, que vayan para aquellos que lo necesitan. Si hacemos las cosas bien, el éxito de nuestra administración va a resultar en que cada vez sean menos los que necesitan la tarifa social.
-¿La nueva meta inflacionaria no modificó el cronograma?
-No, no porque las metas inflacionarias son la consecuencia de algo. Hay una política de precios para los regulados y precios para los no regulados. Cuando el mercado pretende regular esos precios la consecuencia es la inflación. Estamos bajando la inflación de una manera sustentable. La inflación va a ir bajando. Ese es el camino, es como la confianza.
Zimbabue: los billetes de 100 billones que valen US$5
Por Patrick McGroarty y Farai Mutsaka – 13/05/2011.
En Zimbabue, un billete de 100 billones (millones de millones) de dólares locales vale unos US$5. (año 2011)
Esa es la tasa de cambio para el billete de más alta denominación del país africano, el mayor jamás producido para una moneda de circulación legal, y símbolo nacional de una política monetaria descontrolada. En determinado momento de 2009, un billete de 100 billones no alcanzaba para comprar un pasaje de autobús en Harare, la capital del país.
Desde entonces, el valor del dólar de Zimbabue ha subido. No en el país, donde la moneda ha sido abandonada, sino en eBay.
Los billetes son codiciados entre coleccionistas de monedas y compradores de novedades, y se venden hasta a 15 veces el valor oficial en circulación. En la década pasada, el presidente Robert Mugabe y sus aliados intentaron apuntalar la economía —y su gobierno— imprimiendo rampantemente dinero. El resultado fue una hiperinflación alimentada con billetes con más ceros.
El billete de 100 billones de dólares zimbabuenses, que circuló por apenas unos meses antes de que la moneda fuera oficialmente abandonada en el país en 2009, representaba el límite diario que se permitía a la gente retirar de sus cuentas bancarias. Los precios subieron, causando caos.
La inflación desenfrenada obligó a los zimbabuenses a hacer fila para comprar pan, pasta dental y otros productos básicos. Con frecuencia, llevaban bolsas más grandes para su dinero que para los pocos artículos que estaban en condiciones de comprar.
Hoy, todas las transacciones son en monedas extranjeras, principalmente en el dólar estadounidense y el rand sudafricano. Pero los billetes sin valor de Zimbabue son valiosos, al menos fuera del país.
«La gente los muestra y hace chistes acerca de cuándo ocurrirá eso aquí», dice David Laties, dueño de Educational Coin Company, un vendedor mayorista de monedas en Nueva York.
Los comerciantes lo suficientemente inteligentes como para comprar los billetes de mayor denominación de Zimbabue mientras estaban en circulación están ahora disfrutando de su inversión. Laties gastó US$150.000 comprando billetes de gente en Sudáfrica y Tanzania con experiencia en sacar el dinero y otro cargamento clandestino de Zimbabue. Al intuir que los últimos dólares del país africano «serían los mejores billetes hasta la fecha» en el mercado de coleccionistas, pagó por adelantado US$5.000 a alguien que se comunicó con él por Internet. «Funcionó», dice. «Recibí mis billetes».
El presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Representantes de EE.UU., Paul Ryan, y John B. Taylor, economista de Stanford, están entre los nuevos dueños de dólares de Zimbabue. Ambos guardan un billete, mostrándolo en momentos oportunos como prueba de las ramificaciones más extremas de la inflación. «Ningún economista monetario que se respete sale sin un billete de 100 billones de dólares», dice Taylor con una sonrisa.
En un centro comercial de Harare que es popular entre turistas, una visitante alemana no logró encontrar entre vendedores callejeros el codiciado billete de 100 billones de dólares, pero quedó conforme cuando encontró uno de 1.000 millones, por el que pagó US$5. «De todas formas es enorme» dijo. Fuente: The Wall Street Journal, 13/05/11.
Billete de Cien Billones (en denominación inglesa 100 trillones)
Los terribles efectos de la hiperinflación:
100.000.000.000.000=US$ 5
Información complementaria:
Zimbabue (o Zimbabwe) es un país situado al sur del continente africano, entre el río Zambeze, las cataratas Victoria y el río Limpopo. Carece de costas oceánicas y limita al oeste con Botsuana, al norte con Zambia, al sur con Sudáfrica y al este con Mozambique. Sus territorios se corresponden con la antigua Rodhesia del Sur. El idioma oficial es el inglés.
Su Índice de Desarrollo Humano (IDH) es el más bajo de todo el mundo.
El partido del actual Presidente Robert Mugabe, Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), ha dominado la vida política del país desde su independencia ganando siempre las elecciones.6 En 1987 el entonces primer ministro Robert Mugabe reformó la Constitución y se nombró Presidente[cita requerida]. El ZANU ha vencido en todas las elecciones desde la independencia. Las elecciones de 1990 fueron nacional e internacionalmente criticadas por sospecharse que habían sido manipuladas, ya que el Zimbabwe Unity Movement, el segundo partido en la oposición de Edgar Tekere, solo obtuvo el 16% de los votos.7 Las elecciones de 2002 se celebraron entre denuncias de manipulación de votos, intimidación y fraude.8 Las siguientes elecciones se celebraron el 20 de marzo de 2008.9
Tanto la Unión Europea como Estados Unidos han decretado sanciones contra el gobierno del actual presidente, Robert Mugabe por la violación de los derechos humanos.
Billetes de gran denominación y Presidente Robert Mugabe
Estudio privado descarta que pueda cumplirse la meta de inflación en 2017
Para la consultora Economía & Regiones la inflación de agosto se ubicó en el 1,4%. Proyectó que cerraría el año «en torno al 23%».
La inflación núcleo en agosto fue más alta que la general.
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La inflación de agosto se ubicó en el 1,4%, con una desaceleración frente al 2% de julio, estimó Economía & Regiones (E&R), y proyectó que cerraría el año «en torno al 23 por ciento», con lo cual se incumpliría la meta anual oficial que prevé un techo de 17 por ciento.
Asimismo, la consultora calculó que la inflación núcleo (no toma en cuenta bienes y servicios con precios regulados, o que tienen alto componente impositivo) fue en agosto de1,8%, «el mismo valor» que en julio, y advirtió que «sigue siendo elevada y se encuentra ‘clavada’ hace 13 meses» en ese guarismo.
«Es decir, hay inflación porque hay inflación, no porque suben las tarifas. Esto es sinónimo de que el proceso desinflacionario continúa abortado, descartándose la posibilidad de cumplir la meta de 2017″, evaluó.
De acuerdo a sus estimaciones, el Índice de Precios al Consumidor en términos interanuales llegó en agosto a 23,4%, mientras que la tasa de la inflación núcleo en la variación anual fue de 23,1 por ciento.
El análisis planteó que «la inflación de agosto se explica más por aumentos de no regulados que por regulados». Según el relevamiento de E&R, el aumento de precios en rubros no regulados en agosto fue: Mantenimiento del hogar (+2,5%), Esparcimiento (+2,12%); Indumentaria (+1,50%), y Educación (+1,11%), que «aportaron al índice +0,10; +0,06; +0,12; y +0,02 puntos porcentuales, respectivamente».
Además, señaló que Alimentos y Bebidas (+1,2%) «se aceleró» en agosto frente a julio (+0,9%) «siendo los fiambres, panificados, huevos y lácteos los que más se incrementaron», contribuyendo al índice general «+0,45 puntos porcentuales».
El informe indicó que los únicos rubros regulados que se incrementaron fueron Medicina (+4,43%), y Comunicaciones (+4,56%) «aportando al índice conjuntamente +0,54 puntos porcentuales».
«En paralelo, no hubo aumentos de Combustibles ni de Servicios Públicos«, puntualizó.
En contrapartida, remarcó que «los peajes sufrieron una baja en relación al mes anterior (-13,1%)» y explicó que en ese sentido la caída del rubro transporte «tira para abajo la inflación general de agosto», que se desaceleró según la medición 0,6 puntos porcentuales contra el 2 por ciento de julio.
La consultora auguró que «los meses siguientes no serían fáciles en materia de precios» porque se prevé una suba «de la Medicina Prepaga en septiembre (+5%)», no descarta «otro aumento» en los combustibles, y «se espera un incremento del 19% en la luz para noviembre». Para E&R, «la inflación promedio mensual difícilmente rompa el piso de 1,3% promedio mensual» en lo que resta del año, con lo cual «la inflación cerraría el año en torno a 23% interanual en diciembre 2017, y se incumpliría el techo de la meta(17%)».
«El BCRA pretende terminar el año con una inflación en torno al 0,8 y 0,9 por ciento mensual, de manera que esta inflación en términos anualizados se ubique en línea con la meta de 2018 (8/12 por ciento). Según nuestro análisis, no es sencillo alcanzar este objetivo de corto plazo con la actual política monetaria», concluyó.