México, la gran fábrica de autos de los EE.UU.

noviembre 24, 2013

México, la gran fábrica de autos de los EE.UU.
Por Jorge Castro

Más de 60% de la producción automotriz norteamericana se realiza este año en México. En el corredor de 600 kilómetros situado entre Puebla y Aguascalientes se han creado más empleos automotores en los últimos 5 años que en todos los Estados del Medio-Oeste sumados, con epicentro en Detroit. En este gigantesco cluster industrial ubicado en el centro de la Federación Mexicana, las grandes transnacionales automotrices –General Motors, Ford, Chrysler, Honda, Mazda, Nissan, Audi, Volkswagen– han anunciado inversiones por US$ 10.000 millones o más, para ampliar sus plantas de producción y capacidad exportadora.

El área que recibe más inversiones está centrada en Guanajuato, en una de las regiones más pobres de México, poseedora del récord de inmigración ilegal a EE.UU.

El núcleo del comercio bilateral entre México y EE.UU. es de tipo industrial (80% del total) y 40% corresponde a la producción manufacturera compartida (o transnacional).

Esta producción (sharing production) tiene el siguiente significado global: en el primer lazo comercial del mundo (EE.UU.-China /US$ 640.000 millones en 2012), la producción compartida ascendió a 4% del total; en las segundas por su importancia global (EE.UU.-Canadá/US$ 616.476 millones en 2012), ese segmento productivo representó 25%; y en el tercero, que es el que han establecido México y EE.UU., superó 40% (US$ 493.000 millones en 2012). Probablemente por eso, el comercio bilateral mexicano-norteamericano treparía en 2015 a US$ 650.000 millones/US$ 700.000 millones y sería así el primero del mundo. La transnacionalización estructural de la industria mexicana no sólo se manifiesta en el sector automotor.

México se ha convertido en el eje de atracción de la inversión transnacional de la industria aeroespacial, incluyendo la fabricación de equipos satelitales. El cluster aeroespacial –centrado en Querétaro- está constituido por 238 empresas transnacionales de alta tecnología (Boeing, Bombardier, Airbus, entre otras) organizadas en red, en lo que constituye el principal centro de especialización de las industrias espaciales del mundo. El otro es Seattle, en el Estado de Washington.

La inversión transnacional en México no sólo se caracteriza por su condición manufacturera. Lo esencial es el tipo “vertical” de esta inversión, que es la que incorpora las actividades productivas a las cadenas globales de producción, integradas a escala mundial en el sistema transnacional de producción, núcleo estructural del capitalismo. O mejor, es el capitalismo como “modo de producción” propio del siglo XXI. El crecimiento industrial mexicano es la expresión más acabada de esta convergencia estructural con el capitalismo avanzado del mundo emergente. Significa que el desarrollo económico (sinónimo de convergencia estructural) es inseparable de la inversión directa de tipo “vertical” de las empresas transnacionales en la segunda década del siglo XXI.

El punto crítico del desarrollo mexicano –en realidad del destino del país– es la vinculación entre el sector transnacional y el resto de la economía, orientada al mercado interno. El problema de la economía doméstica mexicana es el nulo o negativo nivel de incremento de la productividad: era 1,1% anual en 1950, y alcanzó a 1,1% en 2010 (+ 1,2% promedio por año a lo largo de seis décadas y media). Este es el atraso mexicano. México puede ser – lo es ya – el socio estructural de EE.UU. en la “nueva revolución industrial” y parte de un salto tecnológico exponencial, pero al mismo tiempo 2/3 de su población se mantiene sumergida en una situación de estancamiento secular del ingreso real per cápita. Esta paradoja confirma el carácter desigual y combinado, hondamente desequilibrado y contradictorio, del sistema capitalista, pero equivale para México a un gran fracaso nacional.

Fuente: Clarín, 24/11/13.

Jorge Castro

China promueve su shock de productividad

noviembre 10, 2013

China promueve su shock de productividad
Por Jorge Castro

El problema de fondo de la economía china, cuando se realiza este fin de semana el 3° Plenario del 18° Comité Central del Partido Comunista (PCch) – el más importante cónclave de decisión de la alta conducción del Partido y el Estado de los últimos 32 años – es que la estructura de costos, ante todo laborales, ha crecido por encima del nivel de incremento de la productividad; y esta nueva fase de la acumulación ha adquirido un carácter cualitativo a partir de 2008, cuando el saldo neto del comercio exterior se tornó nulo o negativo como contribución a la expansión del producto bruto interno.

La única respuesta significativa a esta situación es aumentar la productividad por encima del nivel alcanzado por el alza de costos. Los salarios reales crecen 20% por año desde 2009. La cuestión central en China consiste en desatar los bolsones clausurados de productividad, que frenan la expansión de su estructura productiva y el pleno despliegue de su potencial.

Esos núcleos son tres: la represión del sistema financiero, que mantiene inertes más de US$ 40.000 millones de depósitos pasivos y obstaculiza la capacidad de consumo de la nueva clase media; el monopolio de las grandes empresas estatales (SOE’s) en los sectores protegidos de la economía; y por último (decisivo en términos políticos y demográficos), la condición de 279 millones de migrantes campesinos (hukou) que trabajan en las ciudades pero sin derecho a comprar o vender viviendas y automotores, lo que los excluye de la demanda doméstica.

Esta encrucijada se presenta en una fase de la historia china en la que se ha agotado la posibilidad de crecer sobre la base de la incorporación de tecnologías originadas en los países avanzados; y es preciso ahora desatar una aptitud propia de innovación, como único sustento de un auge significativo de la productividad. Este desafío ocurre cuando EE.UU – la frontera del sistema – ha vuelto a desatar una nueva revolución tecnológica (cloud computing).

La represión de las tasas de interés por debajo del nivel de inflación ha implicado un subsidio para las SOE’s –bajo la forma de crédito barato– de 6% del PBI, que se ha restado a la capacidad de consumo de la clase media, y ha reducido en forma proporcional la demanda. Este fin de semana sería anunciada la participación de empresas privadas en todos los sectores protegidos de la industria, forzando a competir a las SOE’s y a convertirse, sin excepción y en un plazo de 3 años, en corporaciones globales.

Este mandamiento alcanza de pleno a las 112 mayores SOE’s, que representan 1/3 del PBI y han recibido más de 90% del crédito subsidiado. Su exceso de capacidad asciende a casi 3 puntos del PBI. Por el mismo motivo se eliminan todos los requisitos de entrada para constituir nuevas empresas privadas, con el objetivo de transformar a China en el país más amigable para el capitalismo emprendedor.

A partir de ahora, crecer en China sobre la base de la demanda doméstica es sinónimo de expandirse a través de las ganancias de productividad y el incremento del consumo es una consecuencia de la elevación sistemática del PBI per cápita. La modificación del status de los hukou es la decisión fundamental de la nueva conducción del Partido y el Estado, y se trata de comenzar por el punto de partida, la condición rural de los migrantes.

Hay que reconocer a los labradores una plena capacidad para comprar y vender sus derechos sobre la tierra rural, otorgándoles un “derecho de propiedad” como el que tienen sus congéneres urbanos desde la década del ’90, y que ha sido el gran impulso de expansión de la demanda doméstica. Este formidable experimento provocaría una elevación de la demanda de 20% o más, al convertirse los migrantes en consumidores plenos. Este es el nudo esencial de la disparidad campo-ciudad en la actual China, y coloca el acento en el apotegma de Mao: “todo en China depende del campesinado”.

Fuente: Clarín, 10/11/13.

Jorge Castro

Londres, eje mundial de las finanzas chinas

octubre 27, 2013

Londres, eje mundial de las finanzas chinas
Por Jorge Castro

Es evidente que el gobierno de David Cameron ha tomado la decisión estratégica fundamental sobre la inserción internacional de Gran Bretaña en el siglo XXI y optó por China, a través de la conversión de Londres en el centro mundial de la internacionalización del renminbi (RMB) y en el eje de la inversión directa de la República Popular en el exterior.

Los bancos chinos recibieron la semana pasada una amplia autorización para abrir todo tipo de sucursales en la City de Londres, utilizando sin mediaciones los recursos de sus casas matrices para cubrir todas las exigencias de capitalización y encaje.

También el intercambio entre la libra esterlina y el renminbi se torna directo, con el objetivo de multiplicar las transacciones por 3 o 4 en los próximos 5 años, a partir del piso actual de US$ 5.000 millones diarios. Si esto ocurriera, Londres se transformaría en un centro financiero de mayor relevancia, en relación a la moneda china, que Hong Kong. Por último, el gobierno de Cameron anunció la participación de una firma de la República Popular en la construcción y control de una usina nuclear en territorio británico, dejando de lado, por anacrónicas, las preocupaciones de la geopolítica tradicional sobre las “industrias estratégicas”.

La prioridad del Reino Unido no está ahora en Europa ni en EE.UU., sino en Asia; y por encima de los acuerdos de libre comercio, apuesta a la integración financiera con China, en el momento en que ésta ha lanzado el proceso de internacionalización de su moneda, que implica abrir la cuenta capital y terminar con la represión financiera.

La respuesta china ha sido inmediata. La semana pasada, uno de sus cuatro grandes bancos, integrante de la lista de los 10 primeros del mundo (ICBC), lanzó en Londres el primer bono en renminbi fuera del territorio continental (60% se colocaría en Europa y el resto en el sistema mundial). La City de Londres estima que 28% del comercio internacional de China se realizaría en renminbi al concluir la década (ascendería a US$S 3 billones anuales). Es la respuesta a un intercambio que representa hoy 10,4% de las exportaciones mundiales y 9,4% de las importaciones (las norteamericanas alcanzan a 8% y 12,3%, respectivamente).

En ese marco, el mercado de deuda off-shore en renminbi crecería 30% por año, hasta alcanzar a US$ 3.700 millones anuales (60% en Londres) en 2020. La prioridad estratégica conferida a China es parte de una reestructuración general de la economía británica, encabezada por la industria manufacturera. La manufactura representa en el Reino Unido 10% del PBI, pero implica más de 30% de crecimiento del producto en los últimos 5 años. Las exportaciones manufactureras ascienden a 50% del total, crecen 8% por año y disponen de un nivel de incremento de la productividad de 3,6% anual (dos veces y medio mayor que el promedio nacional).

Las firmas de alta tecnología se encuentran a la cabeza del PBI industrial y han convertido a Londres en una nueva Silicon Valley.

Londres se ha convertido en el principal centro mundial de creación de empresas de alta tecnología (start-ups) y de agencias especializadas en su financiamiento (venture capitalist), fuera de EE.UU. Son 15.720 las start-ups que han surgido en los últimos 5 años. Gran Bretaña se ha transformado así en uno de los dos ejes globales de la “nueva revolución industrial”, que es la digitalización completa de la manufactura dentro de un sistema hiperconectado de nichos especializados a escala global.

Lo esencial en el capitalismo no es el auge de la demanda agregada, sino la emergencia de nuevas industrias y la adopción de tecnologías novedosas. Ahora Gran Bretaña ha vuelto a las fuentes, en las condiciones del siglo XXI, al redescubrir el significado estratégico y productivo de la Revolución Industrial.

Fuente: Clarín, 27/10/13.

Jorge Castro

La economía china va al ritmo de la demografía

octubre 13, 2013

La economía china va al ritmo de la demografía
Por Jorge Castro

China crece ahora en condiciones de pleno empleo urbano, con salarios reales que aumentan 20% por año y un incremento del PBI per cápita (+8% anual) superior a la expansión del PBI nominal (+7,5% anual en 2013).

El resultado es que una tasa de crecimiento de 7,5% anual (dos puntos y medio inferior al nivel de expansión posterior a 1978) es mayor, en términos económicos, que el 10,1% del producto que aumentó en 2000, sobre todo en lo que se refiere al nivel de ingreso (U$S 7.800 per cápita, medido en capacidad de compra doméstica / PPP); y cuando 1/3 de la población (435 millones) dispone ya de ingresos reales tres veces superiores a los del promedio (U$S 22.000 anuales).

De ahí que, mientras la economía se desacelera, aumentan en forma más que proporcional los capitales que ingresan del exterior.

En enero de este año, los capitales líquidos que se incorporaron a la República Popular ascendieron a RMB 684.000 millones (U$S 85.500 millones), revirtiendo la disminución experimentada en 2012, en que surgió un déficit en la cuenta capital de U$S 117.000 millones.

Más importante que el alza del PBI per cápita, y su contrapartida necesaria, el aumento de la productividad de todos los factores es la evidencia de que, mientras la economía china se desacelera, se profundiza la convergencia estructural (aumento del PBI per cápita + auge de la productividad por encima de los niveles norteamericanos).

El cambio de fondo de la economía china es de orden demográfico: la fuerza de trabajo ha dejado de expandirse, y tiende a declinar. Por lo tanto, el principal factor del aumento extraordinario de su capacidad de crecimiento potencial de largo plazo (10% anual) de los últimos 30 años, se debilita y en el horizonte amenaza contraerse hasta 50%, o quizás 2/3 de los niveles posteriores a 1978. El Banco Mundial y el Consejo de Estado estiman que la fuerza de trabajo se reduciría en 200 millones de personas entre 2020 y 2050 (20% del total).

Esta es la razón por la que los salarios reales aumentaron 18,3% anual desde 2004 y 20% por año a partir de 2009. También es la causa que obliga a la industria manufacturera a escalar en la cadena del valor agregado y la complejidad tecnológica, como respuesta al aumento de los costos laborales, o por el contrario salir del país.

Por eso el gobierno chino prevé que la fuerza de trabajo industrial disminuirá en 80 millones de trabajadores en 2030 y que los restantes 50 millones adquirirán niveles de productividad semejantes a los de sus congéneres estadounidenses, los más productivos del mundo.

Este cambio estructural es la causa fundamental del aumento del consumo en los últimos 5 años, por encima de los niveles de expansión del PBI nominal (9% anual vs. 7,5% por año). También es la razón por la que se ha desatado un éxodo de las actividades industriales trabajo-intensivas hacia las provincias del interior, o a otros países con menores costos laborales.

Los dos frenos fundamentales del auge de la productividad en China son la represión financiera (control de las tasas de interés) y el predominio de las empresas estatales en sectores protegidos de la economía (acero, carbón, telecomunicaciones). En estos dos sectores está el eje del ciclo de reformas que se anunciaría en noviembre.

La particularidad del crecimiento chino hace que el impacto de su desaceleración afecte en forma dispar al mercado mundial de commodities: perjudica a los exportadores de minerales, cuyos precios han caído 30% / 40% en el último año; y favorece extraordinariamente a los productores de commodities agroalimentarios, cuyos precios han trepado a niveles récord, con importaciones al mercado chino que crecerían 40% en los próximos 10 años.

La segunda década del siglo XXI promete ser mejor para la Argentina que los primeros 10 años del siglo, gracias a China.

Fuente: Clarín, 13/10/13.

Jorge Castro

El triunfo de Merkel profundiza los cambios

septiembre 29, 2013

El triunfo de Merkel profundiza los cambios
Por Jorge Castro

El triunfo de Angela Merkel y de la coalición social-cristiana (UDC/USC) consolida el proceso de reestructuración de los países europeos, con epicentro en España e Italia; y abre una nueva etapa de reformas e integración al sistema mundial, vinculada a uno de los acontecimientos más decisivos de la segunda década del siglo XXI, que es el Tratado de libre comercio que negocian desde julio Europa y EE.UU., a concluir en un plazo máximo de 24 meses. En los últimos tres años se han incorporado a la fuerza de trabajo alemana más de 600.000 trabajadores de Europa Oriental; y son 150.000 los profesionales y técnicos provenientes de la Eurozona en crisis que se desempeñan en la República Federal.

La industria automotriz alemana – la primera del mundo por su capacidad exportadora- se ha volcado a la innovación y la alta tecnología, encabezando la producción de vehículos eléctricos y modelos híbridos, con la expectativa de devenir en líder mundial de la movilidad eléctrica en los próximos tres años.

El cálculo es que 3 de cada 10 automotores vendidos en los próximos 10 años serán eléctricos o híbridos, y esa proporción se duplicará en la siguiente década. Esta previsión vale no sólo para Europa, sino también en Asia, donde las firmas alemanas despliegan ya la mayor parte de su producción (Volkswagen vende en China el doble de vehículos que en Alemania).

Las automotrices son la avanzada de la transformación que experimenta la industria manufacturera alemana. Ésta encabeza -con la de EE.UU.- la “nueva revolución industrial”, la cuarta en la historia del capitalismo. Se caracteriza por convertir la producción especializada de partes y componentes (incluyendo motores) en nichos específicos de alcance mundial, que se integran en cadenas globales de ensamblaje virtual. En ellas, la fragmentación extrema de la producción se funde con un proceso igualmente intensivo, pero de signo inverso, de integración.

A través de la “nueva revolución industrial”, Alemania ratifica su condición de mayor potencia exportadora del mundo avanzado, por encima de EE.UU., sobre todo en bienes y equipos de capital. Lo previsible es que sus ventas externas aumenten 80% en los próximos 10 años y que el PBI industrial se eleve 18 puntos (50% del PBI en 2012/ 68% en 2025). Correlativamente, el superávit de cuenta corriente – el primero del mundo – se expandiría 30%, hasta alcanzar, quizás, US$ 325.000 millones (246.000 millones de euros).

El fenómeno alemán no es cultural, ni resultado de disponer de un código genético especialmente dotado para la actividad manufacturera.

Responde al cambio de las condiciones mundiales (traslado del eje del proceso de acumulación a China/Asia), sumado a las drásticas reformas realizadas por el socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005), en especial a partir de 2003.

Alemania amplió en US$ 18.000 millones el gasto público en investigación y desarrollo (I&D) científico y tecnológico, hasta alcanzar 2,8% del PBI. Esto ocurrió mientras se profundizaba el ajuste fiscal, con un recorte de US$ 88.000 millones, realizado a contracorriente del aumento del producto (2,8% anual) y el desplome de la desocupación (5,8%), que hace que hoy, virtualmente, haya pleno empleo.

La Eurozona en crisis muestra una disminución a la mitad del déficit fiscal y una reducción de 30%/40% en los costos laborales (ante todo en España); y su competitividad/ productividad converge con los valores alemanes. Probablemente como consecuencia de lo anterior, la recesión en la Zona Euro cesó en el segundo trimestre de 2013.

“No hay nada particular fuera de lo general” en el capitalismo globalizado; y hoy lo general está fuera de Europa. Son las reglas de productividad que imponen las industrias ultra-competitivas de China y EE.UU. Sumadas, ellas constituyen el momento de la verdad en el crecimiento económico del siglo XXI.

Fuente: Clarín, 29/09/13.

Jorge Castro

El impacto de China en Australia

septiembre 12, 2013

El freno chino empuja un cambio en Australia
Por Jorge Castro

Australia enfrenta un punto de inflexión en su historia, al disputar ayer elecciones generales en las que se enfrentaron el primer ministro laborista Kevin Rudd y su contendiente liberal-nacional, Tony Abbott. La ex colonia británica es el país del mundo avanzado más profundamente transformado por el desarrollo de la economía china de los últimos 30 años.

Este impacto transformador se ha realizado a través de una doble vía: los mejores términos de intercambio de su historia (precios relativos de sus exportaciones vs precios relativos de sus importaciones), que ascendieron a 160 puntos en 2010, frente a 100 promedio que tuvo entre 1900 y 2000; y en segundo lugar el aumento incesante de sus exportaciones a China, sobre todo carbón y mineral de hierro, que representan 35% del total (5,7% del PBI).

El resultado han sido 22 años de crecimiento consecutivo -el período más largo de expansión del mundo capitalista avanzado- y un fenomenal boom de inversión, que supera los US$ 260.000 millones en el sector minero, y trepa a US$ 860.000 millones al abarcar las inversiones comprometidas en el área energética (gas) en los próximos 10 años. Por eso, con 22,3 millones de habitantes, tiene uno de los 3 mayores niveles de ingreso per cápita del mundo (US$ 67.000 anuales). Ahora China -contracara y fuente estructural del auge australiano- ha consolidado la desaceleración de su economía, y crecería 7,6% este año (2 puntos y medio por debajo del promedio de las últimas tres décadas: 9,9% anual).

De ahí que haya caído la demanda de minerales/metales en el mercado mundial, en una proporción de 15%/ 20% en los últimos dos años, sobre todo mineral de hierro y cobre.

Australia es el mayor vendedor mundial del primero, y el primer exportador de materias primas del mundo.

La desaceleración de la economía china es un aspecto subordinado de su actual mecanismo de acumulación, en que crece arrastrada por la demanda doméstica, guiada por el aumento del consumo individual. Este fenómeno de expansión doméstica acentúa su integración con el resto de la región, a través de la más gigantesca red de cadenas de producción y ensamblaje. Son sinónimos el auge de la demanda china y la expansión de Asia, salvo Japón.

Esta tendencia central tiene la siguiente cuantificación: China triplicó su participación en el PBI global en los últimos 20 años, y volvería a hacerlo en 2030. Para entonces, Asia-Pacífico sería responsable de 50% del producto mundial; y sus 4.000 millones de habitantes adquirirían un ingreso per cápita promedio de US$ 15.000 anuales.

La conversión de China/Asia en el eje del proceso de acumulación global responde a un doble impulso, demográfico y urbanístico.

La nueva clase media abarcará a 2.500 millones de personas en 2030 y 44 millones de campesinos se transforman todos los años en pobladores urbanos.

Esto ha ocasionado que el precio del mineral de hierro haya aumentado 13 veces en los últimos 10 años y 5 el del cobre. La disminución de la demanda de materias primas en China es una subespecie accesoria dentro de una tendencia central abrumadoramente dominante de urbanización y expansión de la clase media.

El punto de inflexión de Australia no es una metáfora literaria. Entre 2000 y 2010 creció sobre la base de los mejores términos de intercambio de los últimos 140 años, mientras que su productividad declinó sistemáticamente (era 1,6% por año hasta 1999 y cayó luego a 0,6% anual, mientras que el PBI per cápita era 88% del norteamericano y disminuyó ahora a 83%.

La ecuación del éxito australiano se ha revertido 180 grados.

No puede crecer ahora sino sobre la base del aumento de la productividad de todos los factores. Los acontecimientos han limitado drásticamente las opciones del país más exitoso del capitalismo avanzado. Si no cambia, no podrá ser un protagonista significativo del “Siglo de Asia”, su región.

Fuente: Clarín, 08/09/13

Jorge Castro

Estados Unidos: La revolución de lo intangible

agosto 11, 2013

La innovación arrastra a EE.UU. fuera de la crisis
Por Jorge Castro

La recuperación de la economía norteamericana supera las previsiones más optimistas, y tras dejar atrás la crisis desatada en septiembre de 2008 (caída de Lehman Brothers) y sus consecuencias -nueve meses de recesión y tres años posteriores de bajo crecimiento económico-, ha comenzado a crecer acercándose a su promedio histórico de expansión potencial de largo plazo (3% por año).

La industria manufacturera, que encabeza este restablecimiento de la economía estadounidense, creció en julio a la tasa más elevada de los últimos dos años, con un índice del sector (ISM) que trepó a 55,4, el mayor desde junio de 2011, tras superar en 5 puntos (50,9) el nivel del mes anterior, y orientarse a alcanzar en la segunda parte del año el récord histórico de la actividad.

Lo actual se acercaría a lo posible en el tercer trimestre de este año, con una expansión que alcanzaría a 2,5% anual, después de haber logrado, en los 3 meses previos, un nivel de 1,7% en el año.

No solo la manufactura ha adquirido niveles récord. Las exportaciones (bienes de equipo y de capital en sus 3/4 partes) aumentaron 2,2% en junio con respecto a mayo (22% anual) y alcanzaron un pico histórico de US$ 191.200 millones.

La expansión industrial se sustenta en un factor disruptivo de extraordinaria intensidad, y es que la revolución del shale gas ha adquirido un carácter explosivo.

La agencia de energía estadounidense (USEIA)  ha duplicado el stock de reservas de gas del campo de Marcellus (Pennsylvania, Dakota del Norte),  el mayor reservorio de shale (gas/petróleo) de EE.UU., al tiempo que comunicó que su producción aumentó 45% este año. Por eso, el precio del gas cayó 30% en lo que va del año y las tasas de retorno de las firmas que explotan Marcellus superaron 120%. Lo que sucede en EE.UU. anuncia uno de los grandes cambios estructurales de su historia, superior en intensidad a los 30 años posteriores a la Guerra Civil (1861-1865), o a la formidable explosión de productividad de la Segunda Guerra Mundial.

El gobierno norteamericano informó que ha incluido al gasto en investigación y desarrollo (I&D) como parte integrante de la tasa de inversión, y ha descartado su condición de costo de la producción. El resultado es que el PBI ha aumentado 3%, proveniente de una inversión en I&D (capital intangible) de US$ 550.000 millones en 2012 (2/3 obra del sector privado y 1/3 del Estado).

Más de la mitad de la tasa de inversión en EE.UU. se realiza en capital intangible (innovación tecnológica, científica y organizativa); y en la etapa de crisis, en que la inversión en capital fijo (tangible) cayó 30%, el gasto en I&D aumentó más de 40%.

De ahí que ese período haya sido al mismo tiempo una etapa de extraordinario auge de la productividad de todos los factores (PTF), que revela una de las más gigantescas olas de innovación de la historia de EE.UU.

Así, la productividad, tras crecer 3,57% anual entre 1997 y 2003, y caer luego a 1,62% de 2004 a 2009, aumentó — PTF mediante — a 3,8% anual en el período 2009-2012, con un pico de 6,1% en el primer trimestre de 2010.

El predominio de la inversión en capital intangible revela que el capitalismo se ha transformado en un proceso de acumulación que se confunde con el conocimiento; y donde el actor relevante ya no es la fuerza de trabajo, ni siquiera el capital, sino la “inteligencia colectiva” (stock de conocimiento acumulado, intensificado por la multiplicación incesante de los protagonistas).

El capitalismo avanzado se torna cada vez más un sistema “liviano”, en el que “todo lo que es sólido se desvanece en el aire”, que se aleja de la inversión en toneladas, metros cúbicos y maquinarias pesadas (capital tangible) y se vuelca al dominio de lo cualitativo, de lo nuevo y de lo sorprendente, que se reencuentra con la magia (capital intangible). El dominio del capitalismo no es más el de las pesas y las medidas.

Fuente: Clarín, 11/08/13.

Jorge Castro

El mundo emergente crece en otra dirección

agosto 4, 2013

El mundo emergente crece en otra dirección
Por Jorge Castro

La desaceleración de los países emergentes es un hecho. China creció 14,2% en 2007, y se expandiría 7,8% este año. India, 10,1% en 2007, y 5,6% en 2013; y Brasil, tras crecer 7,8% hace 5 años, ahora lo hace a una tasa de 2% anual o menos. La importancia global de este fenómeno se advierte al comprobar que entre 1992 y 2012, la economía mundial se duplicó y 3/4 partes de su crecimiento fue obra de los países emergentes.

El mundo emergente no solo se está desacelerando. Algo más importante está ocurriendo, y es que la naturaleza de su crecimiento se está modificando en sus raíces.

En China -eje del sistema emergente-  la convergencia estructural (aumento de la productividad por encima de los niveles norteamericanos), que caracterizó su expansión en los últimos 33 años, ha culminado; y ahora se ve obligada a pasar, a través de un proceso históricamente comprimido en los próximos 5/10 años, de la convergencia (catch up) a la innovación. Su punto de referencia ya no es el promedio de productividad de la economía norteamericana, sino la explosión de creatividad de Silicon Valley.

El capitalismo es un proceso de desarrollo combinado y desigual, donde lo decisivo es lo que sucede con su segmento más avanzado (ahora, el vínculo EE.UU.-China). Por eso, EE.UU., y sobre todo su vanguardia científica y tecnológica,  se convierte en el espejo que revela el futuro del mundo (en productividad e innovación), y en especial el de los países emergentes, sobre todo China.

La globalización, en un sentido espacial, comenzó en 1991, cuando el colapso de la Unión Soviética y la unificación del sistema duplicó la fuerza de trabajo del mercado mundial (pasó de 1.500 millones de trabajadores a 3.000 millones en 5 años). Esto ocurrió en el momento en el que las empresas transnacionales (ETN’s), convertidas en firmas globales por la revolución tecnológica, pudieron aprovechar de inmediato y en gran escala -a través de la inversión directa/IED- las enormes cantidades de fuerza de trabajo prácticamente sin costo que hasta ese momento habían permanecido ajenas a la demanda capitalista.

El catch up de los países emergentes, sobre todo en China,  es obra directa de la inversión de las ETN’s, que desató un proceso de incremento de la productividad, en especial en el sector exportador, de nivel global y no meramente doméstico. La clave de la IED en China, sobre todo a partir de 2001 (ingreso en la OMC) es su condición “vertical”, que integra su economía a las cadenas globales de producción, responsables de 2/3 del comercio internacional.

La presencia de la IED en China se puede resumir en los siguientes términos: representa 28% del PBI industrial y 60% de sus exportaciones, que trepan a 70%/80%/90% del total, a medida que aumentan en la escala del valor agregado y la complejidad tecnológica; y más de 80% de la IED se ha dirigido a la industria manufacturera, y un porcentaje superior es de tipo “vertical”.

El eje de la globalización es el sistema integrado transnacional de producción, constituido por 88.000 firmas globales (42% norteamericanas/20% europeas). Frente a este fenómeno central de la época, el mérito histórico de los países emergentes, y en primer lugar el de China, ha consistido en abrir sus mercados y su fuerza de trabajo a la inversión de las empresas transnacionales.

¿Qué viene después del catch up?

La necesidad de innovar; y esto en China significa dar un salto cualitativo en su relación con EE.UU., a través de la drástica reforma del sistema financiero (convertibilidad del renminbi); y como en el capitalismo todo cambio estructural se manifiesta en términos espaciales, llegar a un acuerdo de integración con la potencia norteamericana en la región Asia-Pacífico. La globalización es la integración mundial del capitalismo, y la desaceleración de los países emergentes es una fase decisiva de este proceso de convergencia y unidad del sistema.

Fuente: Clarín, 04/08/13.

Jorge Castro

China y Estados Unidos, hacia una nueva bipolaridad

julio 15, 2013

China y EE.UU., hacia una nueva bipolaridad
Por Jorge Castro

El secretario general del Partido Comunista chino, Xi Jinping, dejó atrás la admonición de Deng XiaoPing en 1978: “oculta tu brillantez y espera tu tiempo”, al comenzar 30 años de crecimiento a la tasa más alta –9,9% anual promedio– y durante el período más prolongado de la historia del capitalismo desde la Revolución Industrial (1780-1840); y ahora, a través de un acuerdo estratégico con EE.UU., coloca a China en el primer plano de la política mundial.

La reformulación de Xi Jinping implica que el tiempo ha llegado para esbozar, junto con EE.UU., los trazos fundamentales del orden global, que aseguren la gobernabilidad del sistema y establezcan las bases de un Estado mundial.

La estructura del poder global ofrece los siguientes rasgos: terminó la unipolaridad hegemónica de EE.UU. y no hay signos de multipolaridad, porque Europa y Japón retroceden, y se orientan hacia un destino de irrelevancia, mientras el mundo, hondamente integrado y unificado, se despliega en una configuración notoriamente bipolar, con solo dos protagonistas: China y EE.UU.

Xi Jinping ha definido ahora el objetivo estratégico para los próximos diez años como la realización del “sueño del pueblo chino”. Hay solo otro país en el mundo que define su identidad nacional con similar referencia onírica. Es Estados Unidos, la civilización americana. La característica primordial de la civilización estadounidense es un extraordinario nivel de autoestima.

Para ella, el “sueño americano” no es solo una promesa de ascenso social, sino también la certidumbre de una legitimidad excepcional de su orden político, de raíces trascendentes y vocación global.

Esta confianza en su excepcionalidad es constitutiva de EE.UU.: “Los norteamericanos no tienen una ideología, son una ideología”, dice Chesterton; y esta certidumbre está directamente vinculada – es una de sus raíces – a un rasgo estructural decisivo: EE.UU. dispone desde su origen del más alto nivel de productividad del mundo moderno, y así ha sido desde los viajeros del Mayflower a Steve Jobs.

China decidió ahora abreviar los plazos de la internacionalización del renminbi /yuan y asegurar su convertibilidad plena en los próximos 3/5 años, o quizás antes. Para eso comenzó a liberar sus tasas de interés y terminar con la represión de su sistema financiero, asegurando al mismo tiempo la completa transnacionalización de sus mercados bursátiles, fundiéndolos, a través de reglas comunes de funcionamiento, con Wall Street, Frankfurt y Londres.

La reforma financiera es absolutamente central en la agenda de la quinta generación que lidera Xi Jinping, e implica la integración plena de China con el capitalismo avanzado, con lo que culmina -y se realiza históricamente- la globalización del sistema capitalista iniciada en la década del ‘70. El sustento de esta aceleración es que desapareció la depreciación del yuan como ventaja competitiva. Su sobrevaloración frente a las divisas de todos sus competidores sería más de 30%, resultado directo de la apertura de la cuenta capital realizada por el gobierno chino; y esto sucede cuando el superávit comercial ha caído a 2,1% del PBI, el nivel más bajo en los últimos 30 años, y tiende a declinar cada vez más.

El yuan cerró a 6,12/U$S el 27 de mayo, 35% por arriba, en términos nominales, del nivel de junio de 2003; y ese mes se apreció más respecto al dólar que en el resto del año sumado. Si se cruza con el alza de los costos laborales (+20% anual desde 2008), la valorización es 50% mayor respecto a la de 10 años atrás.

Un mundo como el del siglo XXI solo se puede conducir, no dominar. Es un sistema de flujos, donde la regla es la instantaneidad y en el que las crisis se transforman en fenómenos constantes. Un sistema así solo se puede conducir a través de los sueños. La cultura estratégica china no se caracteriza por su sentimentalismo, sino por su lucidez.

Fuente: Clarín, 14/07/13.

Jorge Castro

China y Estados Unidos, socios e interdependientes

junio 9, 2013

China y EE.UU., socios e interdependientes
Por Jorge Castro

EE.UU. y China tienen en sus manos la gobernabilidad del sistema mundial en la segunda década del siglo XXI.

El comercio bilateral ascendió a US$ 493.000 millones en 2011 y este año superaría los US$ 600.000 millones. Desde el ingreso de China en la OMC (2001), las exportaciones norteamericanas aumentaron 542% (en este mismo período, las colocaciones estadounidenses en el resto del mundo crecieron 80%) y las ventas de las firmas estadounidenses radicadas en China ascendieron el año pasado a US$ 169.000 millones.

EE.UU. no sólo exporta bienes de equipo y de capital de alta tecnología. Las ventas de carnes de cerdo aumentaron 600% anual en los últimos 5 años y los farmers se han convertido en proveedores esenciales de proteínas cárnicas de la población china.

El déficit norteamericano en la balanza bilateral (US$ 301.600 millones en 2011) es un fenómeno de restricción óptica. El saldo negativo de EE.UU. con Asia, incluyendo China, es el mismo que hace 10 años. También desapareció la subvaluación del renminbi (RMB), que se ha apreciado 30% desde 2005, y a medida que se valorizaba, el comercio bilateral aumentaba cada vez más.

China es el principal acreedor externo de EE.UU., y el segundo interno, después de la Reserva Federal. No hay país en el mundo más interesado en el éxito económico de EE.UU. que la República Popular.

El Banco Mundial estima que el consumo chino se incrementaría 6 veces hasta 2027 (US$ 10 billones por año) y la clase media ascendería a 575 millones de personas en 2020, el doble que la población estadounidense. Por eso, las firmas manufactureras norteamericanas instaladas en China multiplicarían por 3/4 sus ventas en el territorio continental.

La necesidad histórica –globalización/revolución tecnológica– impone la cooperación estratégica entre EE.UU. y China.

Es el hecho geopolítico que obliga a colaborar estratégicamente a los dos principales países del mundo actual, así como la amenaza soviética selló el mutuo respaldo entre Richard Nixon y Mao Tse Tung en 1972, con la mediación de Henry Kissinger.

El siguiente paso, probablemente discutido en la reunión californiana, es la elaboración de una visión estratégica común de alcance global, que perciba en forma compartida el sentido –dirección, significado– de los acontecimientos mundiales.

La cooperación estratégica basada en una visión común entre ambos países es el escudo que protege su integración estructural, así como la unipolaridad hegemónica estadounidense permitió el despliegue de la globalización entre 1991 y 2008. L a prioridad estratégica de EE.UU. está ahora en Asia, no más en Medio Oriente, Europa o América del Sur (salvo Brasil). La conversión del continente asiático en el punto principal de la agenda norteamericana tiene un significado esencialmente político, antes que económico o comercial, porque EE.UU.

no ejerce más la unipolaridad hegemónica del sistema mundial.

China crece sobre la base de su demanda doméstica y el consumo individual y a medida que lo hace, profundiza su integración en Asia, a través de las cadenas trasnacionales de producción, y en este camino se convierte en el eje de la demanda global.

Mao dijo que en el diagnóstico estratégico lo esencial es “descubrir la dirección de los acontecimientos (…), su energía potencial”. Su visión estratégica tiene un significado holístico, que integra en toda situación pasado y futuro, fuerza y debilidad, lejanía y cercanía. Presume que “el mundo nunca puede ser dominado, y que sólo se puede armonizar con sus tendencias centrales”. En esta escuela se ha formado Xi Jinping, el interlocutor de Obama esta semana.

Fuente: Clarín, 09/06/13.

Jorge Castro

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