La guerra civil molecular según Enzensberger

junio 7, 2021

La guerra civil molecular

Por Ricardo Marconi.

El poeta, ensayista sobre cuestiones teóricas, dramaturgo y traductor Hans Magnus Enzensberger –al que hemos convocado como fuente en otras columnas- a principios de 1992 señaló que “toda comunidad, incluso la más opulenta y pacífica produce desigualdades, injusticias y frustraciones de distinto tenor”, y las mismas, a la vez, incrementan la igualdad y la libertad formal de los ciudadanos.

Paralelamente, suman reivindicaciones y luchas de dicha población y si no se cumplen, “los agravios renacen en la misma”.

Enzensberger define a esa situación emergente como “una guerra civil molecular, esto es un conflicto en las metrópolis”.

Es más, el alemán que nos ocupa, nacido en Baviera, en 1929, en su ensayo Perspectiva de Guerra Civil (1994); planteó la teoría a escala planetaria vinculada a subculturas marginales.

Estamos, de esta manera, ante un conflicto sin objetivos políticos claros, con un alto grado de violencia y el autor indica en su trabajo que “cualquier vagón de subterráneo puede convertirse en una Bosnia en miniatura”.

Subte de Buenos Aires. Diciembre de 2019

Este tipo de guerra es incruento e imperceptible en su inicio, ya que no necesita movilizar fuerzas, “pero ya está presente en las sociedades occidentales, cuyos focos comienzan por formar parte cotidiana de muchas grandes ciudades”, apunta Enzensberger en sus estudios.

«Las nuevas guerras no serán hijas de la Primera Guerra del Golfo, sino hijastras de Chechenia y Somalia.» 

Teniente General Martin R. Steel, ex comandante de la Infantería de Marina de USA, Veterano de Vietnam y de Tormenta del Desierto.

“Poco a poco, lentamente, en la calle se va a ir acumulando basura y en los parques el número de jeringas y de botellas de cerveza destrozadas. Por doquier las paredes se van cubriendo de graffitis, cuyo único mensaje es el autismo: evocan un yo que ya no existe. Los colegios aparecen con el mobiliario destrozado. Nos hallamos ante una declaración de guerra, aunque pequeña, muda, y el urbanista experimentado sabe interpretarlo”, subrayó el ensayista.

Ciudad de Corrientes, Argentina, 2019

Enzensberger ha sembrado el criterio, verdaderamente grave de que este tipo de conflictos no están regulado por el derecho internacional, ya que se produce, se genera, en el seno de los Estados, “motivo por el cual –opina el dramaturgo- la aplicación del derecho humanitario se hace impracticable, y lo que es peor: el agresor no reconoce leyes regulatorias ni le interesa lo antijurídico de sus actos”.

La guerra molecular –vale aclararlo- es un fenómeno de vandalismo y violencia urbana, en el cual quienes se enfrentan, con conductas cercanas al autismo, desconocen el entorno o la realidad que los rodea. Los especialistas hablan de protagonistas como “jóvenes vanguardistas guiados por el deseo de agredir sin contenido” y ello se presenta como algo casi habitual en zonas de villas, barrios desprotegidos estructuralmente y en regiones donde la pobreza es dueña y señora”.

Disturbios en Chile, 2019.

Es en esos lugares donde el control estatal se nota por su casi inexistencia. La consecuencia de ello es que el Estado deja de ejercer el monopolio del poder y la población sólo pretende huir o protegerse, generando nuevos hechos de violencia.

En definitiva Enzensberger estima que “La guerra civil molecular es un grado de fragmentación social que pone en riesgo el ejercicio del monopolio de la violencia por parte del Estado como resultante de la culminación de fases de desarrollo y posterior evolución”.

Es un fenómeno que comienza a notarse en Argentina, según surge del comentario de analistas políticos y de los propios políticos, quienes seguramente admitirán que como toda construcción teórica, los aspectos indicados en las fases enunciadas no son estancos y sí admiten combinaciones.

Colegas le han comentado a quien esto escribe que viven los sucesos violentos que se suceden en Argentina como “un caos dinámico, con avances y retrocesos en función de las respuestas a la violencia por parte del Estado”.

Enzensberger acota en sus análisis que “a lo señalado se suma la percepción de la relación caos-orden que percibe el conjunto social”.

Fases

Los habitantes de una población X no caen de improviso en una situación de guerra civil molecular. Se inicia con un estado de paz, no carente de conflictos ni de acciones delictivas y violentas que escapan al control estatal.

Situaciones de crisis, debilitamiento de capacidades políticas, burocráticas y administrativas transitorias, son elementos que se suceden y que devienen en una crisis crónica y una vez que esta última se instala, se torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad y la confianza comienza a caer.

Luego disminuye el grado de adhesión a las normas vigentes y se genera una progresiva cultura antijurídica basada en los que califica el autor de la teoría como “el remedio excepcional”.

El proceso evolutivo degenera en un deterioro del Estado y en su repliegue y es entonces que “la guerra molecular comienza a cimentarse de manera sutil”.

La próxima fase se sumerge en la crisis de la seguridad y evitar su crecimiento depende del liderazgo. Lamentablemente, al desencadenarse el tipo de guerra que tratamos, las responsabilidades institucionales relacionadas con la seguridad no se ejercen, sea por omisión o tolerancia pasiva, a cambio de beneficios y luego los funcionarios se involucran directamente en delitos.

El resultado no es otro que la población deja de confiar en las fuerzas del orden y en la justicia.

La tercera fase no es otra que la pre-guerra civil molecular. En ese estadio la indolencia es seguida de omisión y comisión y ello desemboca, indefectiblemente, en la pérdida de manejo de la seguridad interior.

La cuarta fase es la del estado de guerra civil molecular. Enzensberger habla del “inicio de entrecruzamientos de acciones; proliferan los enfrentamientos de bandas, mafias, patotas, grupos estudiantiles…”

“…la naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de avasallar al otro ignorando completamente la autoridad del Estado”.

La fase final es la anarquía que se inicia con el colapso del Estado. Sin embargo, la misma no es permanente y retrocede hacia la regeneración del Estado. O estalla en la constitución de uno nuevo o de varios de ellos.

“Lo esencial es la recomposición de las facultades del Estado, que debe ser el único en poseer el legítimo uso de la violencia”, concluye el ensayista sobre el que hemos volcado su teoría.

En función de los recientes acontecimientos -que se producen en Argentina-, dejo al lector, como lo hizo Enzensberger en su trabajo, extraer sus propias conclusiones.

Fuente: cunadelanoticia.com, 09/12/14.


Hans Magnus Enzensberger, el gran profeta de la anomia política latinoamericana

Por Ricardo Bloch.

En 1989 en simultáneo a la caída del Muro de Berlín y al final de la Unión Soviética tal como se la había conocido hasta entonces, un historiador norteamericano egresado de la universidad de Princeton llamado William Lind hizo pública la teoría de la Guerra de Cuarta Generación (Fourth Generation Warfare – 4GW), en la que se incluía a las contiendas asimétricas y a los conflictos de baja intensidad.

Por esos mismos días Francis Fukuyama, doctor en Ciencia Política de la universidad de Harvard y alto académico de la Rand Corporation, publicaba un pequeño ensayo titulado ¿El fin de la historia? en el que decretaba, equivocadamente, la muerte de las ideologías y el triunfo definitivo de la democracia liberal como sistema de gobierno.

Durante esas jornadas históricas estos autores norteamericanos eran observados y analizados desde Alemania con cierto aire escéptico por un escritor multifacético de sesenta años que había nacido el 11 de noviembre de 1929, pocos días después del derrumbe de Wall Street. Su nombre, Hans Magnus Enzensberger, un prolífico autor egresado en Literatura Germánica de la universidad de Friburgo y doctorado en La Sorbona en 1955.

Hoy a los 90 años este lúcido intelectual de Baviera que se jacta de no haber conocido personalmente a Angela Merkel, aunque la aprueba políticamente por su gestión de gobierno, continúa abordando con sutil ironía el rol de los intelectuales en la escena política.

En los años ´60 tras radicarse varios meses en Cuba para analizar el experimento socialista de Fidel Castro, Enzensberger expresó no entender el deslumbramiento de importantes pensadores con el Che Guevara. “Pobre Che, él firmaba los billetes del Banco Nacional de Cuba sin tener conciencia de que ese peso no valía nada. En ese sentido también fue un ignorante”.

Billete de un peso con la firma del Che Guevara

Su visión pragmática sobre las ideologías económicas en pugna durante el siglo XX es contundente. “El capitalismo es proteico porque es más capaz de adaptarse a circunstancias cambiantes que el socialismo. El socialismo no conoce modificaciones, aunque haya diferencias, por ejemplo entre Corea del Norte y Cuba. El capitalismo puede coexistir con un partido comunista unitario en China y también tranquilamente con el fascismo italiano o con el nazismo en Alemania”.

En 2015 Enzensberger publica Tumulto, una novela de tinte autobiográfico, aunque por esos días confiesa públicamente que “no hace falta ser criminólogo ni epistemólogo para saber que los testimonios sobre uno mismo carecen de base fidedigna”.

En este campo la opinión del escritor alemán se asimila a la de su par inglés, Julian Barnes, quien en su novela “El sentido de un final” se preguntaba: “¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contada a otros, pero sobre todo a nosotros mismos”.

Guerra civil molecular

En 1993 Enzensberger publica un texto titulado Ensayos sobre las discordias, en el que reniega del paraíso de bienestar y progreso económico que traería el fracaso del experimento del socialismo soviético.

Conceptualiza en la obra la guerra civil molecular afirmando: “El signo más visible de que dicho orden bipolar del mundo ha quedado finiquitado lo constituyen esta treintena o cuarentena de guerras civiles que hoy azotan al mundo. En las guerras civiles de hoy ya no existe la necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de la ideología”.

Y continúa expresando a principios de los ´90 como si desplegara una cartografía política en la América Latina de hoy: “Contemplamos el mapamundi. Localizamos las guerras en regiones distantes, preferiblemente en el Tercer Mundo. Hablamos de subdesarrollo, crecimiento a dos velocidades, fundamentalismo. Creemos que los para nosotros inexplicables combates se desarrollan en las antípodas. He aquí el error, el autoengaño. Porque, de hecho, la guerra civil ya está presente en las metrópolis. Sus metástasis forman parte de la vida ·cotidiana de las grandes urbes”.

Fase 0: Paz.
Fase 1: Crisis crónica o Falsa normalidad.
Fase 2: Crisis de la Seguridad.
Fase 3: Pre Guerra civil molecular.
Fase 4: Guerra civil molecular.
Fase 5: Anarquía o Guerra civil.

Chile, octubre 2019

En otro parte de su ensayo Enzensberger pareciera estar mirando por televisión lo que por estas horas ocurre en Chile: “Las guerras civiles, ya sean moleculares o a gran escala, son contagiosas. Mientras el número de quienes no tienen participación alguna en ellas disminuye -sea porque mueren o huyen o se unen a uno de los bandos-, los contendientes se van pareciendo cada vez más. La semejanza afecta tanto a su comportamiento como a su moralidad. En las zonas conflictivas de las ciudades la policía y el ejército actúan como si fueran una banda más. Las unidades antiterroristas practican la pena de muerte preventiva; los drogadictos y los pequeños delincuentes son víctimas de los escuadrones de la muerte, fiel reflejo de aquellos a quienes combaten».

Fuerzas antidisturbios, Santiago de Chile 2019

Las tesis de Enzensberger se entrelazan con las críticas que el politólogo australiano John Keane despliega contra los vicios de las democracias occidentales: “El populismo es una enfermedad autoinmune de la democracia; requiere condiciones democráticas para florecer (libertad de expresión, de reunión, multipartidismo), pero su lógica es profundamente antidemocrática, destruye los órganos de control y margina a sectores importantes de la sociedad”.

Por su parte Hannah Arendt, la notable pensadora que despierta importantes adhesiones políticas transversales en Argentina, conceptualizó con agudeza los grandes riesgos de confundir el poder con la violencia. Así lo escribió: “El dominio por medio de la violencia pura entra en juego cuando se está perdiendo el poder. Por lo demás la violencia siempre puede destruir el poder; del cañón del fusil nace el orden más eficaz que tiene como resultado la obediencia más inmediata y perfecta. Lo que no puede salir jamás del cañón de un fusil es el poder».

Fuente: infobae.com, 15/11/19.


18 de octubre: El inicio de una Revolución Molecular

Presenciamos múltiples, pequeñas, y acéfalas ebulliciones disipadas en la sociedad, que se alejan de aquellas del siglo pasado, en las que se podía determinar quién es el enemigo. Hoy no sabemos quién articula, ni cómo lo hace.

Por Daniela Carrasco.

Desde el viernes 18 de octubre (de 2019) Chile ha entrado en un grave conflicto político-social. Destacan los incendios a las 20 estaciones de metro -9 de ellas quedaron inutilizables-, junto a innumerables destrozos, saqueos e incendios a propiedad pública y privada, en paralelo a las movilizaciones ciudadanas. Pero este ánimo destructivo se viene germinando hace años en nuestro país, pues la ausencia de verdad ha permeado profundamente las distintas capas de nuestra sociedad y afecta por ende a la representación de lo que las cosas son, pero también de la representación política. Este escenario nos ha llevado a presenciar una Revolución molecular (múltiples,  pequeñas, y acéfalas  ebulliciones disipadas en la sociedad) que se aleja de aquellas del siglo pasado, en las que se podía determinar quién es el enemigo. Hoy no sabemos quién articula, ni cómo lo hace.

En esta insurgencia podemos encontrar tres fuerzas que generan profundos antagonismos y polarización en la sociedad:

1) Los movimientos sociales (destaca la horizontalidad como un elemental componente);

2) Los movimientos populares (agregan un componente de clase, como el FPMR, el PC (AP), o los troskos); y

3) Las fuerzas anarquistas (movimientos insurreccionales).

Todas estas fuerzas estaban alertas en nuestro país antes de este estallido, pero ya están activas (por inorgánicas que puedan considerarse) en las calles de las diferentes  regiones.  ¿Cómo se tejió este escenario? La literatura tiene mucho que ofrecernos para poder aproximarnos certeramente a la realidad.

No es temerario afirmar que hace ya tiempo el marxismo heterodoxo y el anarquismo han venido abriendo nuevas teorizaciones con el objeto de desplazar al marxismo en su concepción más clásica. Si en el siglo pasado creíamos en que las instituciones funcionaban, entre otras formas, caracterizándose por articular una comunicación vertical para las demandas ciudadanas (considera la presencia de instituciones como partidos políticos, la que puede ser hacia arriba-abajo o viceversa), con la irrupción de los movimientos sociales este paradigma se quiebra, dando paso a una comunicación horizontal (no considera ninguna institucionalidad), desplazando a la política formal. La irrupción e influencia de los partidos en Chile y el mundo este último tiempo operan como una señal de esto.

Esa horizontalidad se radicalizó en una molecularización del cómo hacer política. Quienes han teorizado este nuevo modus operandi (Gilles Deleuze y Felix Guattari, o el colectivo francés Tiqqun, entre otros) abogan por un modelo de de-construcción para aplicar una “Revolución Molecular Disipada”, que, lejos de una política presencial, tal como se ha desarrollado (en espacios e instituciones) pretende organizarse a través de la acción nómade y sin lugares (cibernéticamente). Esto se traduce en una prescindencia de la jerarquía, o de un líder visible, o un vocero como sucede en la vertical.

En Chile, esto es dable observarlo a través de los movimientos estudiantiles, que patrocinaban una horizontalidad a través de las asambleas estudiantiles. Recordemos que entre el 2001 y el 2011 resaltaron algunos rostros, y varios de ellos son hoy parlamentarios o personajes públicos, quienes aún están en la lógica de política formal. Con el estallido del movimiento feminista en 2018, evidenciamos que ya no es posible identificar líderes, sino colectivos. La autonomía acéfala que caracteriza a estos movimientos (molecularización) planteada estaba aplicándose. La violencia en liceos emblemáticos ha sido una constante problemática difícil de solucionar porque no hay líderes visibles que la articulen, al igual como pasó en el llamado a evadir el metro. Ocurrió espontánea, acéfala y (otra vez) molecularmente, gracias al uso de Redes sociales.

Lo acontecido estos días no debe sorprendernos. Asistimos a un conato por declarar interdicta a la política tal como la hemos conocido. Si hasta ahora los partidos venían oficiando de príncipe, ahora es dable afirmar que algunos apuestan a generar las condiciones de posibilidad para imaginarios nihilistas con el objeto de abrir nuevas y desconocidas posibilidades. Toda crisis y conflicto, si bien es una oportunidad, también obliga a reconocer una pérdida. Es hora de volver a pensar en un camino firme a largo plazo, y eso amerita a volver a las ideas unificadoras que nos deben sostener, junto con buscar los mecanismos que re unifiquen el sentido unitario de la vida en sociedad.

Fuente: ellibero.cl, 06/11/19.


Fases de la Guerra civil molecular

FASE 0: LA PAZ

Los habitantes del Estado viven normalmente. Proyectan sus vidas sin mayores sobresaltos. Adhieren sus conductas a las normas vigentes. Existe un evidente imperio del orden. No carente de conflictos ni de hechos violentos que escapen al control del Estado. Puede darse una situación de crisis, que es la pérdida o debilitamiento de las capacidades políticas, burocráticas y administrativas para realizar normalmente las funciones básicas del Estado (v.g.: desastre climatológico, traspié financiero, epidemia, ataque exterior, un caso de corrupción puntual en algún poder del Estado). Pero este tipo de crisis son transitorias y por eso refuerzan la confianza en las instituciones públicas.

FASE 1: LA CRISIS CRÓNICA O FALSA NORMALIDAD

Los problemas que no se solucionan generan más problemas.

Una vez que la crisis se instala (política, económica o social), esta se torna crónica. Esta crisis genera una sensación de falsa normalidad, alimentada por el deseo y expectativa de encontrar una salida. La gente percibe que el Estado no puede dar una respuesta inmediata y decae la confianza.

Podemos decir que en esta fase la crisis es de índole cultural, ya que comienza a disminuir el grado de adhesión a la normativa vigente y se genera una cultura antijurídica progresiva basada en la transgresión y el remedio excepcional. El Estado entra en crisis por el deterioro de sus basamentos morales y se repliega. Aunque la crisis pueda escalar hacia formas de resolución violentas, la guerra civil molecular comienza a echar su cimiento en forma sutil.

FASE 2: LA CRISIS DE LA SEGURIDAD

La degradación del aparato estatal provoca el deterioro de los parámetros de seguridad interior. La indolencia, desinterés, falta de estímulos, accionar cansino y falto de vocación comienzan a manifestarse en las instituciones estatales que deben velar por la seguridad. Evitar que se extienda depende del liderazgo que se tenga.

Las responsabilidades institucionales de seguridad no se ejercen, sea por omisión o tolerancia pasiva a cambio de beneficios. Los funcionarios estatales se involucran de manera directa y protagónica en operaciones delictivas. Se deja de confiar en las fuerzas del orden y en la justicia.

FASE 3: PRE GUERRA CIVIL MOLECULAR

En esta fase se multiplican los espacios “off limits”. La indolencia, seguida de omisión y comisión, desemboca inevitablemente en la pérdida de manejo de la seguridad interior por parte del aparato estatal. Se generalizan: medidas de autodefensa (posesión de armas, rejas, candados, puertas, autos y chalecos blindados); conformación de barrios cerrados por sectores de alto nivel socioeconómico y la seguridad privada se torna usual.

FASE 4: ESTADO DE GUERRA CIVIL MOLECULAR

Desde el momento en que una organización o masa delictiva se apropia de un territorio, todas sus acciones deben entenderse como acciones de guerra civil molecular, incluso aquellas que representan enfrentamientos entre bandas. Comienzan los entrecruzamientos de acciones; proliferan los combates entre organizaciones (bandas, mafias, carteles, hinchadas, grupos estudiantiles, patotas juveniles). La naturaleza del arma empleada no es relevante, sí lo es la voluntad de avasallar al otro ignorando completamente a la autoridad estatal.

FASE 5: ANARQUÍA y/o GUERRA CIVIL

El colapso del Estado significa el fin de la guerra civil molecular y el comienzo de la anarquía. Sin embargo la anarquía extrema es transitoria, no subsiste por si misma, retrocede hacia la regeneración del viejo Estado o se transforma en una guerra civil macroscópica con vistas a la constitución de uno o varios Estados.

Fuente: elnacionalista.mforos.com, 14/12/10.


Vincúlese a nuestras Redes Sociales:

LinkedIn      YouTube      Facebook      Twitter


.

.

¿Quién está quemando iglesias en Europa?

agosto 4, 2020

¿Por qué arden las catedrales?

Por Sertorio.

Catedral de Nantes

El incendio de la catedral de Nantes, que surgió en tres focos distintos y que fue, sin duda, provocado, es el más espectacular de los ataques contra iglesias católicas en Francia, pero sólo uno entre los muchos que no conocemos porque, por lo general, la prensa los calla. Cosa que no sucedería si se tratase de una pintada en la fachada de una mezquita o de la quema de una “bandera” arcoiris. No sabemos todavía quién ha sido el incendiario [1] y no es este caso particular de Nantes sobre el que nos queremos centrar. En Francia, sólo en el año 2018, se produjeron 877 profanaciones de iglesias (ABC, 15/04/2019). En España el número es mucho menor: 47 en el mismo año, frente a los 8 del 2014 (La Vanguardia, 08/06/2020). Ante estos ataques, la respuesta de los organismos del Estado en España es el silencio y el nulo interés por resolver los casos y castigar a los culpables. ¿Cómo va a mostrar la menor intención de hacer justicia un Gobierno que ha protagonizado la mayor profanación de un templo en nuestra época, como fue la del Valle de los Caídos?

Las iglesias y las catedrales arden y son profanadas a diario en toda Europa. Tan sorprendente fenómeno no es producto de una oleada de gamberrismo juvenil, de una moda. Las iglesias arden porque todo un sistema de propaganda y adoctrinamiento progresista ha inculcado en los jóvenes el odio a la Tradición cristiana, objeto hoy día de todo tipo de deconstrucciones por parte de las élites universitarias y políticas. El cristianismo, para la izquierda, es la religión del hombre blanco y el cimiento espiritual de dos instituciones que deben ser abolidas a toda costa: la familia y el matrimonio. [N. de EP: Apoyados por los que impulsan la Agenda Globalista] Además, en muchísimos casos, el cristianismo crea un fuerte sentido identitario que une a los pueblos con sus iglesias, especialmente intenso en Polonia y Lituania con el catolicismo o en Rusia y Serbia con la ortodoxia. De ahí la ferocidad con que la Unión “Europea” se opone a que se reconozcan las raíces cristianas de nuestro continente, que si se define por algo ante las otras civilizaciones es por ser la tierra de los cristianos o “francos”. Pero es precisamente esa genuina identidad europea, esa evidente, real e histórica Tradición, la única operativa durante un milenio, la que se quiere aniquilar desde Bruselas. El borrado de identidad es una condición básica del llamado proyecto “europeo”, cuyo fin es hacer de todo el continente un Hong Kong, un Singapur, un Gibraltar, un espacio que se vacía de todo aquello que no sea mercado.  

Si el lector tiene la paciencia de soportar algunas de las series de televisión más populares con las que se envenena a las masas en España, se dará cuenta de que los personajes religiosos, conservadores y tradicionales siempre son los malos. Es curioso que en estos tiempos, en los que tanto se reniega de los estereotipos, a los católicos y a la gente con valores tradicionales se les cargue con el sambenito de la maldad y sean objeto de una burla inmisericorde y hasta sacrílega, mientras que los progres (incluyendo los curas rojos, claro) son invariablemente buenos y luchan con las luces de la razón contra la barbarie de las tradiciones y costumbres patrias. El católico, el cazador, el taurino, el heterosexual, el padre, la madre, al ama de casa, el militar, el sacerdote, y toda aquella persona que no comparta los valores de los guionistas de extrema izquierda, puede ser estereotipado y escarnecido con tópicos que aplicados a la nueva aristocracia de las minorías protegidas resultarían intolerables. Fijémonos cómo se estigmatiza a la gente del campo, a los que viven de la tierra y sus criaturas, por los ecologistas, animalistas y demás endriagos del bestiario progre. No es sorprendente: el campesino, estamento a extinguir en los designios de los eurócratas, es el depositario de la religiosidad popular (la única verdadera), de las tradiciones de la estirpe y de un sentido comunitario de la existencia. Despoblar el campo y escarnecer a sus habitantes forma parte esencial del proyecto “europeo”, urbano por naturaleza.

Son ya cincuenta años de permanente desprestigio y de indisimulado odio contra la Tradición cristiana, favorecido por las incesantes capitulaciones de la Iglesia postconciliar, siempre callada, siempre cobarde, siempre sumisa, siempre dispuesta a aspirar el humo de Satán en vaharadas cada vez más amplias. Las profanaciones y la iconoclastia irán en aumento mientras no se levante una reacción de defensa de nuestra historia y de nuestra identidad frente a los ataques coordinados y muy bien estructurados de la plutocracia mundial. Las ofensivas realizadas por los mastines del Sistema en los últimos años en Chile o en Estados Unidos o en la propia Europa, han acabado con la destrucción de los símbolos de nuestra memoria, como las estatuas de Colón o las de los héroes de la América Confederada, pero también de Cervantes, de Isabel la Católica o de San Junípero Serra. Todo esto ante las protestas tímidas y con la boquita pequeña de gobiernos como el español, que en realidad apoyan toda esta barbarie. Bueno, pues tanto en Chile, como en Estados Unidos, como en Europa, también cruces e iglesias fueron el blanco de los ataques de los racistas eurófobos. Y con toda la razón del mundo, la misma que hace que todos los radicales negros se conviertan al Islam: el cristianismo, aunque universal por naturaleza, es históricamente europeo, está ligado a nuestras raíces, lo hemos hecho nosotros. No tardaremos en ver movimientos similares en la izquierda postmarxista y antiblanca: Roger Garaudy fue sólo un precursor. La islamización del continente forma parte del proyecto de aniquilación de nuestra identidad. Recordemos: uno de los factores de la formación de la Europa medieval fue la resistencia de sus pueblos a ser islamizados, algo que se demostró con una oposición activa y militante, incluso bélica, como se ve en las Cruzadas, pero también en aquellos mártires cordobeses del siglo IX, que se sacrificaron ante el todopoderoso emirato omeya para afirmar su identidad cristiana y para combatir la arabización de su pueblo: ¿Pero quién se acuerda de Eulogio, de Paulo Álvaro y de los Mártires de Córdoba? Bergoglio, sin duda, los excomulgaría hoy.

¿Por qué, pues, arden las catedrales? Porque es el resultado inevitable de nuestro sistema educativo y de los antivalores que se instilan en las masas por el poder. No tenemos tan corta memoria como para ignorar la devastación que causaron los rojos durante nuestra guerra del 36: las iglesias destruidas, las obras de arte quemadas y el martirio de miles de fieles. Ellos son los mismos, no ha cambiado en nada su odio a la Cruz. Y lo mismo pasa en toda Europa. Lo que Azaña y Giral toleraban en su tiempo, ahora lo permiten Sánchez y sus cómplices.

Todos los países europeos que defienden su identidad, el no acabar anegados en el amnésico y bestializante melting pot mundialista, acaban por luchar por los símbolos y la herencia inmaterial, algo mucho más importante que la economía y la política. Y algo, además, que se sabe por instinto, que no necesita de grandes discursos porque corre en nuestra sangre. Por ejemplo, en Rusia, un mes antes de las elecciones presidenciales de 2012, las gamberras del grupo Pussy Riot profanaron el templo de Cristo Salvador en Moscú. Todo el mundialismo salió en defensa de las delincuentes, de las profanaciones y de las blasfemias, pero a Putin no le tembló el pulso y las indeseables niñatas fueron procesadas con benévolo rigor por las autoridades. La estimación de voto para Putin estaba en un 59% antes de este suceso. En las urnas subió a un 63%. Es decir, un pueblo sano reacciona de forma sana. Por cierto, todos estos movimientos y grupúsculos antieuropeos tienen una nota común: cantan, escriben y hablan en inglés, la lengua de los apátridas. Trump ha afirmado que se aplicará la ley a los cafres que han destruido las propiedades públicas en los motines mundialistas de estas semanas. Seguro que tampoco baja en estimación de voto. Sólo los pueblos muy degenerados pueden sufrir estas ofensas sin chistar. El camino está marcado. O defendemos nosotros nuestros templos y nuestra memoria o todo arderá con la complicidad de las autoridades. No serán los gobiernos “europeos” ni las jerarquías religiosas los que hagan algo por defender el legado de la Tradición cristiana.

Fuente: prensarepublicana.com, 2020

Más información:

Un mundo que cambia. César Vidal

Manipulación mediática

.

.