La increíble vida de José Salas Subirat

septiembre 2, 2016

Salas Subirat: el ignoto traductor que logró lo imposible con el Ulises de Joyce

En 1945 un agente de seguros que sabía un inglés básico tradujo una de las obras más emblemáticas del siglo XX. Cómo un autodidacta pudo interpretar la que, para muchos, es la novela más difícil de todos los tiempos.

Por Juan Brodersen.

Salas Subirat, durante un viaje a Montevideo, en enero de 1926, con propósitos de “vinculación artística” entre los jóvenes escritores de Boedo y sus pares uruguayos | Foto: Gentileza Penguin Random House

Salas Subirat, durante un viaje a Montevideo, en enero de 1926, con propósitos de “vinculación artística” entre los jóvenes escritores de Boedo y sus pares uruguayos | Foto: Gentileza Penguin Random House.

UlisesEl Ulises de Joyce es un libro largo y complejo. Al día de hoy, no son pocos los críticos que recomiendan leerlo acompañado de una guía. Lleno de personajes y con una intrincada trama, se trata para muchos de la obra cumbre de la lengua inglesa. Lo que pocos saben es que quien lo tradujo por primera vez al castellano fue un empleado de una compañía de seguros que, con un dominio básico del inglés, realizó una tarea ante la cual Borges mismo retrocedió: traducir al español las 267 mil palabras contenidas en 18 capítulos y más de mil páginas de la emblemática novela del siglo XX. La vida de José Salas Subirat fue uno de los grandes misterios de la Argentina, y, por qué no, del habla hispana. Hasta ahora.

El traductor del Ulises (Sudamericana, 400 páginas), de Lucas Petersen, cuenta cómo Subirat llegó a realizar la titánica tarea. Un extraño personaje que llegó a escribir libros de autoayuda, sobre seguros y a montar una fábrica de juguetes. “Salas Subirat fue un ‘hombre hecho a sí mismo’, un self made man, como se dice en inglés. El desafío de superar los condicionamientos de origen y enfrentar los obstáculos (materiales e intelectuales) da coherencia a todas sus acciones”, cuenta Petersen, quien logró conseguir fotos inéditas que le brindó su familia. A la vez, el libro termina siendo un ensayo sociológico sobre la argentina de la primera mitad del siglo pasado.

Las fuentes para trabajar el tema eran un desafío. “La mujer de Salas Subirat no era una persona con inclinaciones intelectuales o literarias, por lo que al morir no conservó nada de él”, cuenta a Clarín Petersen. Por eso, los testimonios fueron la clave para reconstruir esta historia. “Me puse a buscar a sus familiares. Aunque con baches en el medio, estuve más de un año intentando encontrarlos. Me había puesto ese objetivo: si no los encontraba, no iba a empezar a reconstruir su vida desde otras fuentes”, explica el autor de la investigación. Otra cuestión ayudó, y es que Subirat era fanático de la tecnología: “Hay fotos desde muy temprano en su vida. Incluso hay algunas filmaciones de la década del 30 y el 40, pero casi no me sirvieron: retratan exclusivamente escenas familiares y en la gran mayoría Salas estuvo detrás de cámara”, cuenta Petersen.

Con un estilo que oscila entre la novela y el ensayo, el rompecabezas se va armando en el libro a medida que la Argentina camina las décadas de hace ya un siglo. La historia estaba allí, desordenada, con pocos registros escritos y el desafío de recomponer a un personaje que murió hace ya 40 años. Rodeado de indiferencia por el ámbito intelectual y casi sin necrológicas en los diarios, su vida y obra viven en lectores y escritores de hoy. Aunque no lo sepan.

– El Ulises es, como se menciona en el libro, “la epopeya de un hombre corriente”. ¿Por qué es tan importante esta obra de James Joyce?

– Aunque tiene sus detractores, hay muchos argumentos con los que puede defender ese lugar de mejor obra del siglo XX en habla inglesa. Su valor podría resumirse en dos aspectos. Primero, su capacidad de mirar tan profundamente la vida de un hombre, Leopold Bloom, para poner en evidencia que en toda vida, por pequeña que parezca, se esconde algún tipo de épica. Segundo, el increíble virtuosismo que muestra Joyce en la técnica narrativa: literalmente, Joyce inventa o preanuncia en Ulises casi toda la literatura de lo que queda del siglo XX.

Al terminar la histórica edición de Ulises, Salas Subirat, Rueda y Dickmann se dedicaron mutuamente tres ejemplares. Aquí, el ejemplar de Dickmann | Gentileza Enrique Rueda y Dickman hijo

Al terminar la histórica edición de Ulises, Salas Subirat, Rueda y Dickmann se dedicaron mutuamente tres ejemplares. Aquí, el ejemplar de Dickmann | Gentileza Enrique Rueda y Dickman hijo

– ¿Cuán conocida es la historia de Salas Subirat en el ambiente literario?

– Del traductor se conservaban algunos datos dispersos (algunos errados, incluso), que lo retrataban como un ser curioso y enigmático, casi mítico. Su empleo como agente de seguros en La Continental, la academia de inglés y taquigrafía que fundó en los años 20, su variopinta producción (literatura, libros de seguros, libros de autoayuda), su fallecimiento en Florida. Pero eran un puñado de datos, pasados de boca en boca, sin mayores precisiones o ampliaciones.

– ¿Por qué se da este fenómeno de que sea tan desconocido a pesar de realizar una tarea titánica?

– Salas no sólo era una figura muy periférica del mundo literario al momento de traducir Ulises. Lo más notable es que, después de hacerlo, él no mostró ningún interés particular en usufructuar ese título de “traductor de Joyce” en términos de su posicionamiento personal en el mundo literario. Después de la segunda versión, revisada, de 1952, prácticamente se retira de la escena. Cuando muere, en 1975, era un hombre casi olvidado. La posibilidad de que se perdiera para siempre esa historia fue lo que movilizó a buscar, casi de manera detectivesca, a sus descendientes.

– ¿Cómo se entremezcla su historia con el período de la Argentina en el cual vive?

– Salas es un típico hijo de la inmigración, al menos de aquella fracción que antes del peronismo pudo ascender socialmente a la clase media. Políticamente, por ejemplo, combina algún izquierdismo (más radical o más moderado, según la época), tan difundido en la cultura de la clase trabajadora inmigrante, con el individualismo meritocrático de inspiración liberal que se promovía desde el Estado y otras instituciones. Por otro lado, su vínculo con la lengua literaria es también el típico de los hijos de inmigrantes. Es un vínculo incómodo por la falta de referencias familiares, por haberse formado de manera autodidacta, que se expresa en una mezcla de pudor por escribir bien con un desenfado muy propio por ser esa generación el laboratorio donde se está formando algo nuevo, el español rioplatense. Ese proceso –que tiene en la ficción a Roberto Arlt como exponente fundamental— se plasma de manera bastante evidente en su traducción de Ulises.

Parte de la numerosa familia Salas Subirat en una excursión campestre. De pie, segundo desde la izquierda, está José Salas Subirat. Junto a él, de negro, su madre, Florentina Subirat. José padre está sentado, en la izquierda de la imagen | Foto: Gentileza Penguin Random House

Parte de la numerosa familia Salas Subirat en una excursión campestre. De pie, segundo desde la izquierda, está José Salas Subirat. Junto a él, de negro, su madre, Florentina Subirat. José padre está sentado, en la izquierda de la imagen | Foto: Gentileza Penguin Random House.

– En el libro se cuenta que Salas Subirat quería ser un mediador entre las minorías excluidas y los saberes culturales. ¿Lo logró?

– Creo que sí lo logró. Lo logró porque, pese a que su figura pasó al olvido en el mundo literario, su traducción formó a varias generaciones de lectores. Su tarea de mediación fue efectiva. Lo logró también en el campo de los seguros (de la venta de seguros, en particular), ya que enriqueció esa disciplina con saberes que «importaba» de la cultura erudita. En el campo de los seguros no fue tan olvidado entre los que se formaron con sus textos, aunque no supieran tanto de su vida (allí, como en todo texto técnico-motivacional, la biografía del autor no resulta tan relevante como en el campo de la literatura). Como el nombre de mediador lo indica, se proponía como intermediario, lo cual no queda invalidado por el «borramiento» de su figura.

– ¿Por qué hasta ahora no se le conocía el rostro?

– Uno de las cuestiones que más me sorprendió (y uno de los motivos que me llevó a iniciar la investigación) fue que si se lo googleaba no se encontraba una sola foto de su rostro. No podía entender cómo podía pasar eso, sobre todo porque había vivido 75 años y había muerto no hacía tanto tiempo. Recuerdo la excitación cuando vi por primera vez su rostro, en una de las pocas necrológicas que se publicaron en 1975. Lo correcto sería decir: “se olvidó su rostro” o “su rostro ya no era conocido al iniciar la investigación”. Pero si, parafraseando a Platón, conocer es recordar, no se conocía su rostro. Las fotos del libro son inéditas.

– ¿Cómo hizo para traducirlo con un conocimiento limitado del inglés?

– Como cabe imaginar, con un esfuerzo y un tesón casi sobrehumanos. Solo esa pasión por superar desafíos explica semejante dedicación. Además, tenía una curiosidad descomunal. Quería conocer el Ulises. Si su inglés no alcanzaba y no había traducción, era cuestión de traducirlo por su cuenta. A veces el texto le presentó dificultades que no pudo resolver. Hay que considerar que por entonces prácticamente no había material de referencia, algo que hoy se considera absolutamente imprescindible para traducir e incluso leer Ulises.

“Juan Enrique Menton”. La traducción de algunos nombres al castellano acarreará no pocos inconvenientes | Foto: Gentileza Penguin Random House

“Juan Enrique Menton”. La traducción de algunos nombres al castellano acarreará no pocos inconvenientes | Foto: Gentileza Penguin Random House

– ¿Cómo fue ese proceso de traducción? ¿Cuánto demoró? ¿Lo hacía mientras trabajaba de otras cosas?

– Según consigna la primera edición de Santiago Rueda, la traducción se realizó entre 1940 y 1945. Por entonces, como lo hizo durante largos años, Salas Subirat trabajaba en la compañía de seguros La Continental. Todos los días viajaba desde Florida hasta las oficinas, que estaban en la calle Corrientes, casi Maipú. Por eso, para no tener que trasladar el tomo, lo desarmó en cuadernillos. Se supone que leía esos cuadernillos en el tren y avanzaba en la traducción allí, en el escritorio de su hogar e incluso en las oficinas de la empresa. Antes de iniciar su carrera musical, Mario Clavell fue secretario de Salas Subirat en La Continental. Allí, según recordó, pasó a máquina algunas páginas de Ulises. Luego, Salas Subirat afrontó una revisión durante algunos meses de 1950, pero sólo avanzó un puñado de capítulos.

Autodidacta y emprendedor: en pleno auge de la sustitución de importaciones, Salas Subirat montó una fábrica de juguetes, los Chaminú | Foto: Gentileza Penguin Random House

Autodidacta y emprendedor: en pleno auge de la sustitución de importaciones, Salas Subirat montó una fábrica de juguetes, los Chaminú | Foto: Gentileza Penguin Random House.

– ¿Cuán buena fue la traducción para ese momento y cuán buena es hoy? ¿Se sigue usando?

– La traducción fue muy discutida desde un primer momento. Algunos comentarios se detienen en exceso en sus errores. Para mí, hay ahí cierto resquemor con el hecho de que Salas Subirat se haya colado en la historia de la literatura en castellano de esa forma, sin tener ningún antecedente como traductor. Igualmente, la aparición de su Ulises parece haber sido en general bien recibida en todo el mundo hispano, aunque más no sea porque era la primera. Tanto la versión de 1945 como la revisión de 1952 contienen varios errores, efectivamente. Algunos importantes, otros no tanto. De todas formas, es notable cómo mantiene su vigencia y su frescura. Su traducción fue ganando prestigio con el correr de los años, cuando varias generaciones que se formaron con ella empezaron a poner en evidencia que en varios pasajes es un traductor muy afinado, por momentos incluso brillante. Excepto por la traducción de los nombres (“Esteban” por “Stephen”, por ejemplo), hoy se puede seguir leyendo perfectamente. De hecho, aunque hay nuevas versiones, sigue siendo leída y utilizada como referencia.

En su escritorio de La Continental, en tiempos en que traducía Ulises | Foto: Gentileza Penguim Random House

En su escritorio de La Continental, en tiempos en que traducía Ulises | Foto: Gentileza Penguim Random House.

Fuente: Clarín, 02/09/16.


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Agatha Christie, la reina del misterio

julio 2, 2016

Agatha Christie, la eterna reina del misterio, ataca de nuevo

La TVy el cine preparan nuevas versiones de los clásicos relatos de la escritora británica a cuarenta años de su muerte.

Por Natalia Trzenko.

Alicia Vikander será Agatha Christie
Alicia Vikander será Agatha Christie.

«El tiempo es el mejor asesino». Lo decía Agatha Christie cada vez que le preguntaban por el favorito de sus criminales literarios, algunos de esos villanos que pueblan sus ochenta novelas y cientos de relatos que los lectores de todo el mundo disfrutan desde los años 20, cuando la novelista comenzó una obra que la llevaría a vender más de 2000 millones de ejemplares y a permanecer vigente, aun a cuarenta años de su muerte, en 1976. Para ella y sus historias está claro que el tiempo no fue el asesino.

Aunque a los productores no les resulta fácil obtener el permiso del heredero de Christie -su nieto- para la adaptaciones de sus relatos más famosos, lo cierto es que gracias a que una nueva productora compró parte de esos derechos se están preparando cuatro films y una miniserie que recrearán a la brevedad sus entretenidos misterios.

Emma Stone
Emma Stone.
Emma Stone
Emma Stone.

Por un lado, dos estudios de Hollywood (Sony y Paramount) tienen proyectos para retratar diferentes momentos de la vida de la escritora, nacida como Agatha Mary Clarissa Miller, en 1890. El film que prepara Sony y que podría protagonizar la ganadora del Oscar Alicia Vikander, transcurrirá durante los primeros años de Christie como escritora, mostrando su desprecio por la convenciones de la época y su amistad con Arthur Conan Doyle y Winston Churchill. El otro film en preproducción tendrá un aire de intriga que coincide con los mejores libros de la autora: Emma Stone podría interpretarla en una historia que imagine lo qué puede haber sucedido en 1926, cuando Christie desapareció durante 11 días al cabo de los cuales fue hallada con un aparente cuadro de amnesia, alojada en un hotel reservado a nombre de una amante de su marido. Este hecho que ya había inspirado el guión del film El misterio deAgatha Christie (1979), protagonizado por Dustin Hoffman y Vanessa Redgrave, en el papel de Christie.

Además de las dos biopics que vienen, Fox ya está preparando una remake de Asesinato en el Expreso de Oriente, el film de 1974 basado en uno de los relatos más famosos de la escritora, que dirigirá y protagonizará Kenneth Branagh (quien además será el famoso detective Hércules Poirot) mientras que Angelina Jolie estaría cerca de aceptar interpretar un personaje fundamental de la película. Y, gracias al éxito de la miniserie de la BBC And Then There Were None (2015) se estaría preparando una nueva versión cinematográfica de esta novela (conocida en castellano como Diez negritos, e inspirada por una macabra canción infantil), que dirigirá Morten Tyldum (El código Enigma), que ya se había llevado a la gran pantalla en 1945 y 1974.

Para completar el renovado interés por la obra de la gran autora, fallecida en 1976 a los 85 años, la BBC anunció la semana última que producirá Testigo de cargo, un telefilm en dos episodios basada en la historia publicada en 1925, que Billy Wilder ya había adaptado para el cine en 1957 con Charles Laughton, Tyrone Power y Marlene Dietrich como los protagonistas.

Fuente: La Nación, 30/06/16.


Agatha Christie

Agatha Mary Clarissa Miller, DBE (Torquay, 15 de septiembre de 1890 – Wallingford, 12 de enero de 1976), más conocida como Agatha Christie, fue una escritora británica especializada en el género policial, por cuyo trabajo tuvo reconocimiento a nivel internacional. Además de 66 novelas policiales, también publicó seis novelas rosas y 14 historias cortas bajo el seudónimo de Mary Westmacott , e incursionó exitosamente como autora teatral, con obras como La ratonera o Testigo de cargo.

Agatha ChristieNacida en una familia de clase media alta, recibió una educación privada hasta su adolescencia y estudió en diversos institutos de París. Mientras se desempeñaba como enfermera durante la Primera Guerra Mundial, publicó su primera novela, El misterioso caso de Styles (1920), donde introdujo por primera vez el personaje del detective Hércules Poirot. Su aparición fue continuada por la de Miss Marple, y Tommy y Tuppence Beresford.

En 1914, contrajo matrimonio con Archibald Christie, de quien se divorció en 1928. Sumida en una larga depresión, en 1926 desapareció misteriosamente luego de que su coche apareciera abandonado cerca de la carretera. Once días más tarde fue hallada con un posible cuadro de amnesia en un hotel bajo el nombre de una amante de su marido. En 1930 se casó con el arqueólogo Max Mallowan, a quien acompañó en todos sus viajes a Irak y Siria, donde pasó largas temporadas. Sus estadías ahí inspiraron varias de sus novelas posteriores como Asesinato en Mesopotamia (1930), Muerte en el Nilo (1936) y Cita con la muerte (1938). Muchas de sus obras fueron adaptadas al teatro y al cine con gran aceptación.1 Fue designada Comendadora de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II en 1971. El Libro Guinness de los Récords calificó a Christie como la novelista más vendida de todos los tiempos, por lo que es reconocida mundialmente y resulta solo comparable con William Shakespeare y la Biblia. Según el Index Translationum, Christie es la autora individual más traducida con ediciones en al menos 103 idiomas. En 2013, su obra El asesinato de Roger Ackroyd fue votada como la mejor novela de crimen de todos los tiempos por 600 pares de la Asociación de Escritores de Crimen.

Fuente: Wikipedia, 2016.


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Alicia y Matilda

agosto 16, 2015

Alicia y Matilda, las creadoras de otra infancia

Los célebres personajes de Lewis Carroll y Roald Dahl comparten la audacia con la que intentan subvertir su mundo.

Por Carolina Esses.

Una es la niña que, aburrida, decide seguir la carrera loca de un conejo. La otra es hija de unos padres consumistas que se olvidan de anotarla en la escuela y le niegan el acceso a los libros. La primera, Alicia -creación del diácono Charles Lutwidge Dodgson bajo el seudónimo de Lewis Carroll-, cumplió 150 años el pasado mayo y, durante todo 2015, se multiplican los homenajes en su nombre. La segunda, Matilda -publicada por primera vez en 1988-, plantea, toda la obra del británico Roald Dahl, un grado de desprejuicio creativo tal que marca un antes y un después en la literatura infantil.

Alicia en el país de las maravillasAmbas, Matilda y Alicia, deciden diferenciarse de la coyuntura que les toca en suerte; si hasta es posible imaginarlas juntas, la mayor contándole a la pequeña el juego de criquet con flamencos y Matilda relatándole alguna anécdota de la horrible señorita Trunchbull. Lo cierto es que a través del camino que estas niñas abren se puede reflexionar no sólo en torno a la literatura, sino también en las maneras en las que se pensó -y se piensa- la niñez. Porque, como explica Carolina Tosi, escritora e investigadora del Conicet, «la infancia no puede ser entendida mediante parámetros biológicos, sino que se trata de una construcción social que varía a lo largo de la historia».

Alicia es, en apariencia, una típica niña de clase alta en la Inglaterra victoriana; una privilegiada, si pensamos en la cantidad de niños que colmaban las fábricas y vagaban por las ciudades industrializadas en ese momento. Niñas y niños -los de las clases altas- que tenían que ser vistos pero no oídos; por eso se contrataba personal que los pudiera mantener a una prudente distancia de los padres. Como describe Tosi, predominaba la concepción de que los niños eran adultos en miniatura, es decir que no eran considerados un grupo que necesitara de cuidados especiales y de la atención de los grandes. Los libros que se les ofrecían tenían un objetivo moralizante y aleccionador.

En este punto es donde Alicia empieza a diferenciarse de los supuestos en torno a la niñez de la época. Basta con repasar la primera escena de Alicia en el país de las maravillas, en la que espía el libro que lee su hermana. Lo mira, sí, pero automáticamente lo descarta. Porque ¿qué puede haber de entretenido -dice- en un libro que no tenga ilustraciones ni diálogos? La negativa de Alicia le abre un mundo. Lo que viene después es conocido: el Gato de Cheshire, los acertijos imposibles, la Reina de Corazones. Y, entre todos estos personajes, una niña dispuesta a cuestionar incluso -o sobre todo- su propia identidad.

Cualquiera diría que la sociedad que alberga a Matilda está en las antípodas del siglo XIX. Y sin embargo el descontento de Matilda parece ser similar: lo que el mundo adulto ha preparado para ella no tiene nada que ver con lo que desea. Sigue Tosi: «En los años 50, a partir de la Convención sobre los Derechos del Niño, emerge la representación del niño como sujeto social con derechos. Esto supone que debe recibir la protección necesaria que satisfaga su bienestar integral». A partir de la segunda mitad del siglo XX, el mercado también le abre las puertas a este nuevo sujeto: los niños ahora son consumidores.

Y éste es el mar que le toca navegar a Matilda. Una niña de clase media inglesa, cuyo hogar está repleto de objetos pero donde no hay ni un solo libro. Frente a esta limitación, Dahl le otorga un don: Matilda es excepcionalmente inteligente, incluso desarrolla poderes telequinéticos. De manera que se las ingenia para llegar a la biblioteca pública y leer todo lo que encuentra a su paso: Dickens, Hemingway, Austen. Al igual que Jane Eyre, aquella niña de la novela de Charlotte Brönte -otro de los libros que lee la pequeña- que se escondía detrás de las cortinas para leer, Matilda se encierra en su cuarto con los ejemplares que trae de la biblioteca. Su padre, imitando el gesto del hermanastro de Jane, le arroja un libro por la cabeza. Han pasado 150 años, pero los administradores del saber siguen siendo los hombres. Porque la actitud que tiene el padre de Matilda con su hermano Mike es decididamente otra: le enseña los secretos de su oficio, lo inscribe en la escuela.

Que esto sea parte del grotesco que ha hecho célebre la obra de Dahl -Mike, para colmo, es un chico muchísimo menos listo que Alicia- no le quita fuerza de verdad. Cuando logra que la manden a la escuela, Matilda se encuentra con una directora tan cruel que es capaz de arrojar niños por la ventana. Pero también una forma más sutil del maltrato. A pesar de que su maestra considera que debe estar en un grupo más adelantado, la directora se niega. Sólo entiende un sistema educativo organizado en grupos etarios definidos, sin excepciones. Matilda es capaz de resolver ecuaciones imposibles pero qué importa: la escolaridad, dice con ironía Dahl, consiste en ocupar la casilla que se nos ha asignado.

«Son libros que no señalan una realidad ideal, sino por el contrario, ponen el foco en la subversión del orden», señala Tosi. Hacia fuera del campo literario, evidenciando la manera en que la sociedad piensa la niñez y las maneras que encuentran los niños de resistir. Dentro de la literatura, desbaratando supuestos: lo que se supone que deben leer los niños. Porque, hasta hace poco, la literatura infantil era pensada a través de la pedagogía. Se leía para aprender algo. Ricardo Mariño, creador entre otros de los relatos que tienen a Cinthia Scotch como protagonista -otra niña en un mundo de absurdos y juegos de lenguaje-, cuenta: «La lectura de Alicia tuvo para mí un efecto de «autorización»: la poca literatura infantil que yo conocía, con excepción de la de María Elena Walsh, era grave y moralizante. Alicia, entonces, me confirmaba que esa zona del absurdo, el humor, el juego de palabras y el dar vuelta los saberes era un campo fecundo y divertido».

Del lado del lector

Ser aleccionadores o moralizantes: nada más alejado de la propuesta de estos autores. De éstos y de muchos de los que vinieron después. Porque una tendencia poderosa hoy en la literatura infantil es la de explorar la potencia del lenguaje y de la imagen sin prejuicios ni estigmatizaciones, sin miedo a adentrarse en zonas más conflictivas o angustiantes y con un profundo respeto por el lector. «En el mundo de Carroll hay algo relativo a ponerse del lado del chico haciéndolo jugar placenteramente con «materiales» que en la infancia tienen cierta carga de angustia», explica Mariño. «La infancia es una etapa de entrada al lenguaje, de adquisición de saberes, de asimilación de reglas, es decir, de sometimiento a la ley, de modo que jugar con el lenguaje, poner patas arriba los saberes, reírse de la autoridad y burlar las reglas es una especie de recreo respecto de las obligaciones y del lugar de debilidad y obediencia que le toca al chico.»

Es indudable que la importancia que tiene el personaje de Matilda en la literatura infantil es diferente de la que tuvo y tiene Alicia. Sin embargo, la temática de Matilda quizá sea más cercana a la realidad de los niños. A través de la lente deformante del humor, Dahl retrata el maltrato en la escuela, la complicidad de los niños para resistir al mundo adulto, el desamor familiar.

Natalia Méndez, editora de Edelvives Argentina, lo explica: «Dahl abrió muchas puertas para los lectores y las siguientes generaciones de autores. Sin ser una experta en su obra, pienso que su éxito no es fácil de repetir. Matilda, creo, tiene el balance exacto entre el humor y las verdades tremendas. Esa sensación me produjo al leerlo: una incomodidad que me hacía gracia y, a la vez, ajustaba cuentas con el mundo».

Según describe María Fernanda Maquieira, gerente de Literatura Infantil y Juvenil de Santillana, que publica aquí la obra de Dahl, Matilda es uno de los libros más vendidos del catálogo. En la Argentina tiene más de quince reimpresiones y lleva vendidos más de 110.000 ejemplares. Además de la versión cinematográfica, en 2010 se estrenó en Londres Matilda, The Musical de la mano de la Royal Shakespeare Company y, desde entonces, la historia de la niña que se salva gracias al poder de su mente no ha dejado de representarse.

Tosi señala algo curioso: no hay referencias explícitas a Carroll en el libro de Dahl. Y es imposible que la biblioteca local que visita la pequeña no tuviera una copia de Alicia en el país de las maravillas, uno de los libros más importantes y más vendidos en lengua inglesa. Tal vez se pueda pensar que la omisión es síntoma de su presencia. No es necesario nombrarla: ella está en cada juego de palabras, en cada situación desopilante o absurda. Porque aquel túnel oscuro que en 1865 se anima a recorrer le abre una puerta no sólo a ella, sino también al personaje de Matilda y a las niñas por venir. Es la llave hacia una literatura -y una infancia- más rica en juegos, en metáforas; más oscura, sí, pero también más valiente, más verdadera. ¿Hay final feliz? A medias. Los niños, después de todo, siguen estando a merced de los adultos y, eso es sabido, no siempre es garantía de bienestar.

Fuente: La Nación, 16/08/15.

 

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