¿Ibansk o Argentina?

febrero 1, 2022

Por Gustavo Ibáñez Padilla.

El escritor Aleksandr Zinóviev, en su obra Gähnende Höhen, describe un lugar mítico llamado Ibansk. En él, cuando las autoridades dictaban una norma «el objeto de la medida era encontrar a todos aquellos que no estaban de acuerdo con la aplicación de la misma.»

En Ibansk «según las reglas de cómo hacer carrera, aquí el más capacitado para ello resulta justamente aquel que desde el punto de vista de cómo hacer carrera posee menos talento», así los ciudadanos se llevan «la impresión de que se hubiera colisionado con un poder indescriptiblemente banal y por eso inexpugnable».

La costumbre era: en lugar de buscar una solución efectiva para los problemas reales, se procuraba encontrar un problema que corresponda a las soluciones deseadas.

El derecho de Ibansk se basa en la confusión entre no-obligación y prohibición, «la ausencia de una obligación normalmente incluye la existencia de una prohibición, salvo que se mencione expresamente lo contrario. A veces, tampoco eso es suficiente y se requiere una prohibición adicional para impedir la ejecución de actos permitidos o no prohibidos». «

El poder estatal es en Ibansk todopoderoso y al mismo tiempo impotente. Es negativamente todopoderoso, es decir, en vista de sus posibilidades de hacer cosas malas sin castigo alguno. Es positivamente impotente, es decir, en vista de sus posibilidades de hacer cosas buenas gratuitamente. Tiene aterradoras fuerzas destructivas e ínfimas fuerzas creadoras».

En Ibansk rige «la regla general según la cual aquel que se propone cambiar no cambia nada y sólo cambia aquel que al principio no se proponía hacerlo».

«El poder se adjudica el mérito de todo lo positivo y calcula su accionar de manera que nunca es responsable de fracasos y deficiencias».

En Ibansk «la historia no deja huellas; sólo deja consecuencias, las que no tienen parecido alguno con las circunstancias que las provocaron».

Sinoviev se inspiró en la Unión Soviética para crear este mundo ficticio, descripto hasta en sus más mínimos detalles, donde los dientes postizos provocan dolor y las flores artificiales pueden secarse.

Como Zinóviev destaca: «Una farsa que se repite regularmente también es una tragedia.» Cualquier similitud con la Argentina es mera coincidencia.

Publicado originalmente en el Boletín Economía # 279, 18/04/2008.

Aleksandr Zinóviev (1922-2006)

No te detengas, un poema de Walt Whitman

septiembre 17, 2021

Por Andrea Núñez-Torrón.

Walt Whitman (1819-1892) ha sido bautizado como el padre del verso libre, polémico y con una intensa vida a sus espaldas en la que trabajó como poeta, enfermero voluntario, ensayista, periodista y humanista estadounidense. La obra de este maestro de la lítica está inscrita en la transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, incorporando ambos movimientos a su prolífica producción poética. Además de ser considerado uno de los escritores más influyentes del canon estadounidense, el autor sufrió censura y fue criticado en su tiempo por la abierta sexualidad que desprendían los contenidos de su libro Hojas de hierba, calificado como obsceno y pornográfico dentro de su época por contener referencias explícitas a la homosexualidad o bisexualidad del escritor. Hoy es el protagonista de nuestra sección Poetizando.

¿Cómo es la poesía de Whitman? Este escritor tiene una poderosa fe en si mismo, encarnando un espíritu vigoroso y agresivo y considerando los elementos cotidianos como una expresión de lo eterno. Entre sus versos se cuelan temas recurrentes como el hombre, el cuerpo, el sexo, la religión, los animales o la geografía. La actitud predominante en su obra es de euforia y alegría, emociones que traslucen sus poemas. Su vida y obra chocaron con la moral burguesa imperante en su tiempo, impregnada de puritanismo y censura, opresora hacia el diferente y el rebelde. Walt Whitman creía en la gente de la calle, le cantaba al populacho y a la democracia con versos libres cargados de energía, experimentación y elementos innovadores como las reiteraciones, la enumeración, los términos vulgares o las palabras extranjeras.  Su objetivo era dar dignidad a todas las cosas, por lo que se opuso firmemente a medidas como la pena de muerte y problemas como la esclavitud. Sin él, la poesía moderna estaría huérfana y carente de vivacidad. Por eso os dejamos con No te detengas, una bellísima obra para que os aproximéis un poquito a este genio.

Un poema de Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
«Emito mis alaridos por los techos de este mundo»,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros «poetas muertos»,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los «poetas vivos».
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

Walt Whitman

Fuente: literaturbia.com

Walt Whitman

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De virus y memes

julio 14, 2020

El Covid, la gran metáfora del siglo XXI: adelanto del nuevo libro de Jorge Carrión

En “Lo viral”, el crítico y escritor español narra, en el género del diario personal, los primeros meses de la pandemia. Y traza paralelos con los algoritmos que nos colonizan.

Entre dos globalizaciones, la del coronavirus y la de la híper conexión virtual

“He escrito este libro en mi piso del barrio de Poblenou de Barcelona, entre el 10 de marzo y el 25 de mayo de 2020, durante las pocas horas al día que no tenía que dedicar a la familia, las tareas de la casa o el teletrabajo” explica en el epílogo el escritor y crítico cultural Jorge Carrión. Columnista en diarios internacionales de prestigio y autor de una quincena de libros -el ensayo Contra Amazon o la novela Los turistas, entre ellos-, Carrión vuelve ahora con Lo viral, unas 180 páginas en las que reflexiona sobre los primeros seis meses del coronavirus, en el género del diario personal. Allí, en busca de entender este presente, traza paralelos entre la enfermedad que nos encierra y los modos de vida que, para bien o para mal, venían transformando las vidas desde antes.

El ensayo, según adelantó en una entrevista, toca varios temas. Que este es el primer virus que alcanza una velocidad similar al de la tecnología humana, porque “el sida y el ébola también fueron muy mediáticos», pero no existían todavía las autopistas híper aceleradas de la información. El Covid circula tan fuerte por los cuerpos como por Twitter. Que Netflix, Zoom o Amazon son plataformas multinacionales que incluyen en su funcionamiento el espíritu de lo pandémico, porque “al igual que el ultravirus, son contagiosas, son globales y son peligrosas. Por supuesto, el peligro es de otro tipo y está contrapesado por el placer, emocional o intelectual, que también pueden proporcionar. Pero nos espían, tratan de homogeneizar nuestro gusto, nos alienan, subordinan a sus empleados a los algoritmos que realmente las dirigen y alimentan la soledad, esa otra pandemia, que ahora es mucho más grave de lo que era hace seis meses”, según analizó.

Retrato de Carrión, autor de "Barcelona. Libro de los pasajes", entre otros títulos. / Archivo

Retrato de Carrión, autor de «Barcelona. Libro de los pasajes», entre otros títulos

¿Cómo se transforma la cultura y cuál es su lugar en lo que viene? ¿Cuánto influye en la propagación del virus el mundo que avanza sobre la naturaleza y acelera el viaje de los cuerpos de un lugar a otro? Esas son algunas de las preguntas que el autor español explora, entre referencias a la literatura.  

Fragmento: adelanto exclusivo de Lo viral

17 de noviembre de 2019

Por la mañana un virus desconocido entra en el cuerpo de un hombre de 55 años cuyo nombre también desconocemos. Por la tarde empieza el siglo XXI.

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21 de noviembre de 2019

Así comienza El mundo de ayer, en la traducción directa del alemán que hizo Alfredo Cahn para la primera edición de la Editorial Claridad, Buenos Aires, 1942, y que a mí me regaló hace muchos años Juan Hernández, el editor en Costa Rica de mi libro Teleshakespeare: «Si me propusiera encontrar una fórmula cómoda para la época anterior a la Primera Guerra Mundial, a la época en la que me eduqué, creería expresarme del modo más conciso diciendo que fue la dorada edad de la seguridad».

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La edición de Galaxia Gutenberg. El miércoles 22 llega a las librerías.

La edición de Galaxia Gutenberg. El miércoles 22 llega a las librerías.

22 de noviembre de 2019 

En 1976 Richard Dawkins publicó El gen egoísta, donde introdujo el concepto de meme. El meme es el gemelo cultural del gen y, según el biólogo evolutivo, es igual de ególatra. Si los genes son biología y se reproducen a través de la sexualidad, los memes son cultura y se propagan mediante la imitación, la copia. El meme, por tanto, es una unidad mimética. Está más allá de la estética, la moral, el bien y el mal. Los memes no son buenos ni malos, bellos ni feos, inteligentes ni tontos, verdad ni mentira, útiles ni inútiles: son emoción, fe, intuición, las líneas maestras de las macroestructuras que nos amparan y a las que nos agarramos, para no sentir el vértigo del vacío, del sinsentido.

Lo que cada uno de nosotros llama su religión, su ética, su poética o su política se puede ver como un memeplex, un complejo de memes. El estudio de los memes y sus articulaciones en forma de redes lo realiza la ciencia de la memética. Se trata de una tendencia académica que se confunde con tantas otras: la historia de la religión y de las ideas, la sociología política o de las emociones. Hasta los años noventa los memes no se podían identificar en una única forma: eras ideas multiformes. Pero entonces llegaron internet y las estrategias de viralidad y empezaron a configurarse los memes virtuales, con su intrínseca ambición de propagarse por las pantallas y las conciencias. Como cualquier otro artefacto narrativo o estético, el meme parte de materiales reconocibles y establece una variación. Es autorreferencial: apela a memes antiguos, clásicos, de carácter sexual, religioso, violento o alimentario, y los actualiza en un contexto muy determinado. La viralidad de la mayoría no supera la potencia. Pero los que se realizan, los que son acto, se expanden como el mal o como el amor o como la pólvora.

Los virus son los memes.

(…)

24 de noviembre de 2019

El concepto viralidad, tal como lo entendemos hoy, surgió en los años noventa en el ámbito del marketing. De la biología pasó entonces a la retórica corporativa: a partir de ese momento el objetivo de un anuncio, de una campaña de publicidad, de un videoclip o de un nuevo producto es propagarse, contagiarse, infectar las conciencias del máximo número posible de compradores, sobre todo a través de las redes de telefonía. Aunque los anuncios y las campañas fueran emitidas a través de diarios, televisión o radio, la viralidad dependió hasta mediados de la primera década del siglo XXI de la transmisión oral, de la transmisión boca oreja. YouTube, Facebook y el resto de redes sociales comenzaron después a generar un nuevo sentido de lo viral, como aquello que puede comentarse, evaluarse y, sobre todo, compartirse masivamente.

Ser epidemia o pandemia o enajenación colectiva (casi nunca compramos un producto en lugar de otro por un motivo completamente racional).

Aunque desde la guerra de Troya encontremos flechas envenenadas; aunque los virus y las bacterias sean armas desde siempre; aunque la guerra biológica sea tan antigua como el ser humano, la viralidad digital ha situado en otro nivel de conflicto las estrategias informativas y propagandísticas modernas. El de la atención en disputa constante. Vivimos en la época de mayor alfabetización de la historia de la humanidad y, sin embargo, en la que menos tiempo y concentración dedicamos a discernir lo verdadero de lo falso, lo conveniente de lo reprochable. La viralidad como ecosistema. La viralidad como guerra de bajísima intensidad: constante. ¿Será la viralidad la categoría que mejor define los mecanismos sociales, culturales, políticos y económicos de nuestra época?

EV

Fuente: clarin.com, 13/07/20


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Biografía de Sherlock Holmes

julio 7, 2020

Valdemar y su Canon; elemental, querido Holmes

Por María José Solano.

Sherlock Holmes

«Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes
es una de las buenas costumbres que nos quedan.»

Jorge Luis Borges, Los conjurados.

Sherlock Holmes de entre los muertos

Nieto de August Dupin, hijo del Dr. Joseph Belle e hijastro de Doyle, Sherlock Holmes nunca existió. Sin embargo Holmes entra en la exclusiva nómina de los personajes de carne y hueso más allá de la literatura. Se hace real porque el genio, el talento, la oportunidad y la grandeza confluyen en el tiempo y el espacio llenándolo de vida, como si nunca hubiese sido un mero producto de la imaginación de un médico escocés fracasado. Pero nada es casual. A Doyle, como a tantos de nosotros, lo salva la literatura. Hijo de padre borracho y depresivo, aprende a soportar el dolor gracias al refugio que su madre le inculca: la religión católica y los libros. De lo primero se termina curando sustituyendo a Dios por la Razón y la Ciencia. De lo segundo, afortunadamente nunca se repondría, muy al contrario, sus experiencias como cirujano en un ballenero y en un buque de la armada respectivamente, lo sentaron al otro lado de los libros no ya como lector sino como autor, escribiendo con tan solo 20 años sus primeros relatos.

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Y así comenzó a forjarse el escritor en paralelo a su personaje: su gusto por la práctica del boxeo; sus estudios sobre venenos, su amistad con el médico forense Joseph Bell, y una fe cada vez más asentada en la inteligencia, la observación y la ciencia de la deducción, fueron dejando al azar, pieza bastante común en las novelas policiales de la época, fuera de la ecuación conandoyliana.

Todo esto, en fin, conduce a Sir Arthur frente su personaje, a la vez consagración universal y personal maldición: Sherlock Holmes, que es amado y odiado a partes iguales por su autor termina adueñándose del mismo al más puro estilo de novela gótica: la criatura fagocita al creador, lo supera y lo domina, y llega a ser tan poderoso que lo obliga incluso a bajar al inframundo y hacerlo regresar de entre los muertos.

Por eso no podía ser más que la Editorial Valdemar la que rescatara esta vez a los dos juntos, Sherlock Holmes y Doyle, de las turbulentas aguas del tiempo y tal vez, del olvido literario. Tantos apócrifos, guionistas, directores de cine, actores, aficionados y consagrados de las letras recurriendo una y otra vez a sus aventuras, terminaron por crear un universo a veces demasiado confuso, enredado y sucio de replicantes sherlockianos.

El Canon Sherlockiano de Valdemar con el impecable trabajo de Juan Antonio Molina Foix, revisa y ordena el conjunto de escritos (novelas y colecciones de relatos) de la autoría exclusiva de Arthur Conan Doyle, que componen la bibliografía del famoso detective.

Sherlock Holmes

Historia del Canon de Valdemar

En el año 2000 Valdemar se embarcó en lo que para alguno de nosotros es la aventura definitiva; única; imprescindible: la publicación de los 60 relatos (4 largos y 56 cortos) sherlockianos de Arthur Conan Doyle.
Esta colección de Sherlock Holmes/El Canon, con traducción, introducción y estudio a cargo de Juan Antonio Molina Foix, está compuesta por 9 volúmenes que son los que integran la narraciones completas originales del detective londinense siguiendo la prestigiosa edición de Oxford University Press, “The Oxford Sherlock Holmes” (1993).

Sherlock Holmes.

Este mes de abril de 2016 acaba de ver la luz el último volumen del Canon: El Archivo de Sherlock Holmes como sus antecesores, encuadernado en cartoné al cromo con las estupendas ilustraciones de portada de Cristina Belmonte Paccini, junto con numerosas notas y material gráfico. Y como no podía ser de otra manera, este último volumen nos reserva inquietantes sorpresas y giros narrativos inesperados. En los relatos que lo integran se aprecia un tono más duro y violento, cercano a la novela negra americana, como en Los tres Garrideb; aunque en otros podemos encontrar componentes de horror gótico (Shoscombe Old Place), elementos sobrenaturales (El vampiro de Sussex), o incluso de ciencia ficción (El hombre que reptaba), además de una novedad: en El soldado de la piel descolorida y La melena de león el narrador es el propio Holmes.

Con este objeto de 22×15 cm de felicidad absoluta, quizás el mejor libro del famoso detective, raro y difícil de encontrar en librerías hasta hoy, Valdemar cierra lo que sin duda es la edición definitiva de las aventuras completas de Sherlock Holmes en español.

Valdemar y sus hacedores

Constantes hasta la patología, frikis de lo imposible, perfeccionistas del terror, Rafael Díaz Santander y Juan Luis González componen una especie de monstruo bicéfalo cuyo cuerpo poderoso se llama Valdemar.

La editorial Valdemar nace hace 27 años de la idea de dos chicos sin trabajo que se lanzan a la aventura de dedicarse a su pasión sin apenas medir las consecuencias de su osadía cambiando, como cualquier científico malévolo con su experimento, la vida de miles de personas; lectores a la caza de historias terroríficas contadas por los mejores autores cuyos nombres-una lista interminable-, quedarán ya para siempre ligados al de la editorial Valdemar: Poe, Maturin, Maupassant, De Quincey, Mary Shelley, E.T.A.Hoffmann, Bram Stoker, Gaston Leroux… .Los lectores españoles nos acostumbramos a buscar en las librerías aquellos libros bellamente encuadernados en tapa dura con sus portadas oscuras; sus títulos tentadores y sus sugerentes ilustraciones y a identificarlos como el portal de entrada hacia lugares insospechados y absolutamente deseables.

Porque al principio Valdemar era el misterio; lo prohibido; la literatura fantástica de adjetivos imposibles; de terribles desenlaces; de apocalípticos paisajes acogedores de donde nunca querías marchar; imposible abandonar sus páginas olorosas de buena tinta, de cuidada encuadernación y vibrantes ilustraciones pobladas de eruditos y de locos.

Los libros editados por Valdemar han tenido desde sus comienzos la capacidad de transformarse en objetos de singular belleza y calidad, reconocibles en los estantes de librerías y bibliotecas donde señorean sus lomos con dignidad de bibliófilo, orgullosos de su ya larga vida de más de un cuarto de siglo.

Con el tiempo y el entusiasmo suicida de Rafael y Juan Luis, Valdemar se descompone como un cadáver hermoso en fragmentos de inquietud literaria y así, la sombra inconfundible de la testa del macho cabrío se alarga para acoger a sus numerosas criaturas: el Club Diógenes; Clásicos; Avatares; Gran Difusión; Intempestivas; Planeta Maldito, Frontera, Grangaznate, Insomnia… Se trata de las colecciones que componen el catálogo de Valdemar, cada una con su especialidad y sus características singulares y reconocibles en continente y contenido; con sus títulos y autores cuidadosamente elegidos por estos editores para seguir alimentando la sed insaciable y vampírica de los diferentes lectores, aunque siempre con la intención común de abarcar un territorio literario a modo de Jano Bifronte, al rescate del autor histórico clásico u olvidado, tanto como al del escritor contemporáneo maldito y desconocido.

Ocho razones literarias para leer y releer a Sherlock Holmes

1) Fernando Savater confesó con fervor en su Infancia recuperada que “quizá no he amado a ningún personaje de ficción como a Sherlock Holmes”.

2) Borges no sólo reconoce su agrado por el héroe, sino que incluso le dedicó un bello poema donde registra, entre otras evocaciones, que “en Baker Street vive solo y aparte. Le es ajeno también ese otro arte, el olvido”.

3) Cuando T.S. Eliot murió, su viuda confesó a algunos amigos y biógrafos que su esposo solía leerle en voz alta las aventuras de Sherlock Holmes mientras ella le zurcía sus medias.

Sir Arthur Conan Doyle murió el 07/07/1930

4) Umberto Eco y Thomas Sebeok editaron un grueso volumen, El signo de los tres, donde concitaron a un conjunto de especialistas para analizar y evaluar las derivaciones literarias, semióticas, sociológicas, psicológicas, entre otras ramificaciones reflexivas, de la obra policíaca de Arthur Conan Doyle.

5)  Pérez- Reverte recuperó al personaje de Irene Adler (La Mujer, querido Watson), envolviéndola en una personalidad diabólica y misteriosa, demostrando en la que sin duda es una de sus más perfectas novelas, El Club Dumas, que es posible la interpretación posmoderna del mito sherlockiano.

6)  Además de Dickens, nadie había logrado comunicar la atmósfera victoriana con tanto realismo.

7)  Richard Lancelyn Green se ocupó de la titánica tarea de seleccionar, de entre cientos de miles de cartas, una muestra representativa (Letters to Sherlock Holmes), ordenada en diez gruesas categorías, de aquellas misivas dirigidas a Sherlock Holmes en donde lo felicitan por su labor, solicitan su consejo o su presencia para resolver un problema o, sencillamente, lo requerían para conversar como si de una persona de carne y hueso se tratase.

8)  Quizá uno de los homenajes modernos más entrañables es el que logró Eco con su novela El nombre de la rosa, donde apenas se disfraza la traslación de Holmes por Baskerville, tanto el detective londinense como el fraile de Oxford exhiben cualidades y rasgos prácticamente indistinguibles.

Fuente: hzendalibros.com


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Pandemias y Ciencia-Ficción

mayo 2, 2020

Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Ray Bradbury, Isaac Asimov, J. G. Ballard, Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick y Stanislaw Lem imaginaron un futuro de pandemias, distancia social y redefinición del ser humano. Seis expertos analizan sus predicciones

Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

¿Qué escritor de ciencia-ficción adivinó mejor el futuro? Seis especialistas explican los pronósticos realizados por seis grandes maestros. Sus respectivas obras demuestran que la literatura se adelantó a fenómenos como la pandemia mundial, la distancia social, la preocupación ecológica, el sexo no binario, la robotización, la inteligencia artificial, la civilización de la pantalla, la realidad aumentada, la aspiración a la inmortalidad, los viajes espaciales, el control del Estado o la disidencia política en el siglo XXI. Como era de esperar, casi ninguno se consideraba a sí mismo autor de género, pero de su imaginación salieron futuros que se parecen mucho a nuestro presente.


Ursula K. Le Guin

Abriéndonos la puerta del universo
Por Rosa Montero

Ursula K. Le Guin.
Ursula K. Le Guin
Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Cuando hablamos de escritores de ciencia-ficción que adivinaron el futuro, solemos estar refiriéndonos a individuos que intuyeron adelantos técnicos e innovaciones científicas. Ursula K. Le Guin no forma parte de ese colectivo; ella nunca fue muy tecnológica en su obra, sino monumental y mítica. Es uno de esos pocos autores capaces de atrapar en sus libros tanto las más pequeñas sutilezas del individuo como los más vastos anhelos de la humanidad. Y desde esa mirada de águila sí que ha sido capaz de ­anticipar grandes movimientos sociales e incluso viajes que apenas estamos comenzando.

Por ejemplo, su novela El nombre del mundo es Bosque, publicada en 1972, ofrece una profunda reflexión ecologista, un tema que por entonces no le parecía importante a casi nadie, así que podemos decir que Le Guin formó parte de la avanzadilla contra la crisis climática (por cierto que la película Avatar se inspiró en este libro, eso sí, sin decirlo). Del mismo modo, La mano izquierda de la oscuridad (1969), que habla de un mundo en donde los humanos son hermafroditas, neutros durante tres semanas y en la cuarta machos o hembras dependiendo de la pareja que tengan en ese momento, predice la manera en que los géneros están siendo dinamitados actualmente. Me refiero a la sexualidad líquida y mudable de los pansexuales, demisexuales o queer; de los trans y los bi; de los andróginos y los no binarios, todo este glorioso y resbaladizo lío, en fin.

Por último, la serie narrativa más ambiciosa de Le Guin son las novelas del Ekumen, una federación de mundos habitados por humanos que salieron de la Tierra hace milenios y que han ido conformando civilizaciones muy distintas. Y justamente ahora nos encontramos en el inicio de ese salto colosal hacia otros planetas. Hay un frenesí exploratorio en búsqueda de exoplanetas habitables y existen diversos proyectos para colonizar Marte, el más llamativo el de Elon Musk, que pretende transportar hasta el planeta rojo a un millón de colonos para 2050. Es decir (qué vértigo), estamos en el comienzo del Ekumen. Le Guin nos abrió la puerta del universo.

UN LIBRO. Los desposeídos, por ser la mejor novela del Ekumen, que nos enseña que los humanos tendremos que colonizar otros planetas.


Isaac Asimov

Los marcianos éramos nosotros
Por Javier Sampedro

Isaac Asimov.
Isaac Asimov
Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Isaac Asimov (1920-1992) es conocido sobre todo por dos colecciones de novelas, una sobre robots y otra, llamada Fundación, acerca de una civilización galáctica. Ahora que la robótica ha despegado con fuerza impulsada por los avances en inteligencia artificial, las predicciones de Asimov se están empezando a discutir no ya en los foros coloridos de los aficionados al género, sino incluso bajo la luz tenue de los laboratorios de investigación. Los científicos y los ingenieros discuten, por ejemplo, si sus “tres leyes de la robótica” (un robot no dañará a un humano; obedecerá a un humano siempre que esto no contradiga la primera ley, y se protegerá a sí mismo siempre que esto no contradiga las dos primeras leyes) pueden ser de aplicación como una especie de código moral para máquinas autónomas. El futuro lo dirá.

Cuando sus editores le estimularon a escribir una ópera galáctica, pensando en un conflicto entre la especie humana y los seres alienígenas más extraños que el autor pudiera imaginar, Asimov razonó que la humanidad no tenía la menor oportunidad de salir victoriosa. Nuestra civilización tecnológica es apenas una recién nacida y lo más probable es que se quede muy corta respecto a cualquier otra civilización tecnológica de la galaxia. Así que el autor renunció por completo a cualquier guerra de los mundos e imaginó más bien un futuro en el que los humanos nos hemos propagado por toda la galaxia.

En la serie Fundación, los marcianos somos nosotros. Esa serie, que empezó siendo una trilogía y acabó creciendo tanto que no es fácil decir exactamente cuántos libros comprende, es también una predicción sobre las predicciones. Prevé el desarrollo de una nueva ciencia llamada “psicohistoria” capaz de augurar las grandes corrientes históricas del futuro. Una metapredicción. En un relato sin relación con las series anteriores, la humanidad está a punto de perecer junto al propio universo que la alberga, por la simple degeneración termodinámica que pondrá fin a todo. Los científicos le preguntan al mejor supercomputador del momento: ¿cómo se puede revertir la entropía del cosmos? El ordenador trabaja durante miles de millones de años y al final, con la humanidad ya extinta y olvidada, responde: “Hágase la luz”.

UN LIBRO. Anochecer, por inventar un mundo con siete soles donde nadie ve las estrellas, lo que impide despegar a la ciencia.


Philip K. Dick

Deshumanización tecnológica
Por Laura Fernández

Philip K. Dick.
Philip K. Dick.
Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Philip K. Dick inventó el deshumanizado mundo de pequeñas y engañosas píldoras en el que vivimos. No, no se trata de píldoras reales, sino de píldoras de realidad. No es solo que escribiese sobre el exceso de información, descontextualizado, atomizado y ametrallador con el que convivimos, sino que lo utilizó para profundizar en su efecto sobre la psique implosiva del que la recibía. Sí, el mundo como un espejo roto en millones de pedazos en los que el individuo se refleja de una forma confusa y distinta y, por lo tanto, enloquecedora.

Tendía Dick a la paranoia —estaba convencido, desde niño, de que todo el mundo quería matarle— y eso le hizo desconfiar de todo y de todos. En especial, de cualquier ente autoritario existente, es decir, los Estados, pero también las empresas todopoderosas —hay al menos una de ellas en cada una de sus novelas— y, cómo no, de la cambiante historia. Esto es, el pasado como algo con lo que se juega en virtud de los intereses de quien puede jugar con él (por ejemplo, hacer creer al protagonista que sigue viviendo en la década de los cincuenta para utilizarlo como arma en la guerra que se libra en el futuro en el que vive sin saberlo).

Es decir, por un lado la confusión, que nunca es colectiva sino individual, y por otro, cientos de pequeñas cosas, como el aspecto cada vez más lúdico de la sociedad (pensemos en la guerra con una sociedad extraterrestre convertida en partidas de una especie de Monopoly en Los jugadores de Titán), la dependencia de las nuevas tecnologías (en Dick hasta los coches cuidan de nosotros y nos dan conversación de vuelta a casa porque no hay nadie más ahí, estamos rodeados de gente pero seguimos inquietantemente solos) y la precariedad (en The Crack in Space se ofrece dormir a aquellos que no van a poder pagarse una vida en el presente), que culminan con la dolorosa y desesperante deshumanización que explica hasta el cada vez más pujante negocio de las mascotas en nuestros días (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? anticipa la imperiosa necesidad del ser humano de volver a sentirse humano cuidando de algo vivo e inocente). No, Dick no era partidario de las catástrofes inexplicables, sino de todo aquello que hacía mal (y por maldad) el ser humano.

UN LIBRO. Ubik, por convertir la realidad en un espejismo que nos conduce hacia un pasado que no existió como lo imaginamos.


 J. G. Ballard

La enfermedad del futuro (y viceversa)
Por Jordi Costa

J. G. Ballard.
J. G. Ballard 
Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Como si ya hubiera estado allí, J. G. Ballard escribió sobre el futuro con el desapasionamiento notarial de un forense que estuviese realizando la meticulosa autopsia de un nuevo milenio que ya había nacido cadáver. El llamado oráculo de Shepperton (1930-2009) podría haber declarado ayer mismo que “la enfermedad nos ha proporcionado una suerte de apuntalamiento a todos los procesos de alienación que han tenido lugar en nuestra cultura en los últimos 10 años”. En realidad, lo dijo en los ochenta, en el contexto de esa crisis del sida que infectaría uno de sus relatos, El amor en un clima más frío, miniatura distópica que imaginaba una sociedad donde el sexo sería práctica obligatoria legislada por los Gobiernos y gestionada por las Iglesias.

Con las herencias del surrealismo y el psicoanálisis definiendo una mirada única, capaz de detectar las lógicas perversas que subyacen bajo el tejido de lo cotidiano, la literatura de Ballard marcó un radical punto de inflexión en la ciencia-ficción de los sesenta al desplazar el foco del espacio exterior —el territorio de la space-opera— al espacio interior — esa subjetividad pulsional, bombardeada y al mismo tiempo activada por desastres apocalípticos, mutaciones del paisaje mediático o inquietantes derivaciones de la ingeniería social—. Su obra siguió un trazado riguroso desde el desbordamiento imaginativo —esas heterodoxas novelas de catástrofes (El mundo sumergido, La sequía, El mundo de cristal), cuyos personajes no se regían por el instinto de supervivencia, sino por la pulsión de muerte— hasta el aséptico hiperrealismo de sus últimos trabajos —de Furia feroz a Bienvenidos a Metrocenter—, que certificaron que ya llevábamos largo tiempo habitando un presente distópico. Entre uno y otro extremo, las obras que permitirían entender el poso autobiográfico del conjunto —El imperio del sol, La bondad de las mujeres— y, sobre todo, la ruptura abierta por las revolucionarias La exhibición de atrocidades y Crash, las piezas más violentamente transgresoras de su carrera, ambientadas en un universo, regido por la fusión de lo sadeano y lo tecnológico, que funcionaba como espejo, cromado y deformante, de una sociedad iluminada por el sol negro de la muerte del afecto.

UN LIBRO. Rascacielos, por abismarse en la barbarie potencial que yace bajo los frágiles cimientos de la sociedad del bienestar


Ray Bradbury

Nos vemos en Marte en 2026
Por Jacinto Antón

Ray Bradbury.
Ray Bradbury
Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

Tener que defender a Ray Brad­bury (1920-2012) en una competición sobre quién adivinó mejor el futuro puede parecer una faena. Porque Bradbury no es ni se consideró él nunca un escritor de ciencia-ficción. Al menos no de ciencia-ficción al uso. Su terreno creativo fue la fantasía, una fantasía llena de metáforas, teñida de un profundo lirismo con conmovedoras notas melancólicas, feéricas y con una propensión también, en muchas de sus creaciones, a lo tenebroso y hasta lo macabro. De hecho, obras como los estremecedores relatos de El país de octubre —con esas cúspides del escalofrío que son ‘La guadaña’, ‘La multitud’, ‘El viento’ o ‘El pequeño asesino’— lo convierten en un maestro del terror, con influencia en el género reconocida por el propio Stephen King. Dos de sus grandes novelas, las bellísimas y nostálgicas El vino del estío y La feria de las tinieblas, tampoco tienen que ver con la ciencia-ficción, sino con las experiencias y sueños de su infancia en su pueblo natal de Illinois, esa Arcadia rebautizada como Green Town.

Los dos libros más de ciencia-ficción, Crónicas marcianas y sobre todo Fahrenheit 451, tampoco es que se ciñan al canon estricto del género, aunque en la una narre la conquista de Marte por los terrícolas y la otra sea una distopía en la que una unidad de bomberos especializados se dedica a quemar libros. Ciertamente en la primera hay cohetes y marcianos, y en la segunda se podría considerar que se anticipan (es de 1951) algunos artefactos como la televisión plana y los airpods (“caracolitos”, “radios de dedal” que se meten en las orejas y te sumergen en “un océano electrónico de sonido”). Pero siempre está todo subordinado a una dimensión poética y maravillosa: la aventura del bombero Montag es por encima de todo un canto de amor a la lectura (las bibliotecas eran el paraíso de Bradbury) y las crónicas otro, una elegía al planeta rojo de las revistas pulp, Edgar Rice Burroughs y H. G. Welles.

¿Quiere decir todo esto que Bradbury no puede ganar la competición? En absoluto: él nos ha animado como nadie a pensar lo impensable, ha predicho que viajar al espacio nos hará inmortales y ha anticipado que un día de 2026 en Marte nos reconoceremos como los verdaderos marcianos.

UN LIBRO. Crónicas marcianas, por vaticinar que ir a otro planeta no nos librará de nuestros miedos ni de nuestros pecados.


Stanisław Lem

Un mundo de exclusiones
Por Patricio Pron

Cuando la realidad supera a la ciencia-ficción

No hay mucha ciencia en la obra de Stanisław Lem, pero sí muy buena ficción, así como la ruptura conceptual y el “extrañamiento cognitivo” que son los rasgos más salientes del género. Lem (1921-2006) reprochaba a una ciencia-ficción en cuyo marco prefería no ser leído su fijación con la tecnología y su incapacidad de anticipar el futuro: en particular, de admitir que nada cambia nunca porque la naturaleza humana condiciona las respuestas individuales y colectivas a toda situación de peligro y estas tienden a parecerse.

Stanislaw Lem.
Stanislaw Lem

Es lo que sucede en Solaris (1972), quizás su obra más conocida. Cuando Kris Kelvin llega a la estación de observación en torno a ese planeta descubre que uno de sus tripulantes se ha suicidado y que los otros dos no son los únicos ocupantes del módulo: un día ve caminando por el pasillo a una mujer negra desnuda; otro se encuentra con su esposa. Pero ésta también se ha quitado la vida, años antes.

Naturalmente, el problema aquí es el de cómo saber que lo que creemos observar es real. Lem confronta a sus personajes con sus miedos y sus anhelos más profundos al tiempo que critica el proyecto de comprender el universo mediante métodos supuestamente objetivos. Para alguien que como él escribía bajo un régimen totalitario que se amparaba en un cierto “socialismo científico”, el problema no era menor, por supuesto. Pero tampoco lo es para nosotros. Según el filósofo alemán Markus Gabriel, no existe una gran diferencia entre la negación de la ciencia de los extremismos religiosos y políticos y su transformación reciente en herramienta de control por parte de Gobiernos solo en apariencia menos radicales: ambas son respuestas “moralmente reprochables” a una situación de excepción instrumentalizada para reforzar el control ya sea mediante “pasaportes de inmunidad”, geolocalización, “distancia social” o confinamiento forzoso. Vivimos en un presente “construido con exclusiones, negaciones y diversas suposiciones, cada una más opaca que la anterior”, observa Lem en Máscara (1976), y en realidad no podemos saber, excepto, tal vez, que la “luz al final del túnel” será otra opacidad, quizás incluso más oscura que la anterior.

UN LIBRO. La investigación, porque habla, con molde policiaco, sobre la inutilidad de la prueba en un mundo absurdo y falaz.

Fuente: elpais.com, 22/04/20.

coronavirus covid 19

40 novelas sobre pandemias

En la literatura, como en el cine, las pandemias y epidemias han sido siempre una fórmula de éxito. Sin ir más lejos, en el Antiguo Testamento (Libro de Samuel II-24), Dios le da al rey David la elección entre tres castigos: siete años de hambruna, tres meses de guerra o tres días de peste. Boccaccio (1313-1375) también utilizó el drama de la peste negra en sus Cuentos del Decamerón, donde un grupo de diez jóvenes -siete mujeres y tres hombres refugiados en una villa a las afueras de Florencia para huir de la epidemia- narran cien historias durante 10 días. Edgar Allan Poe también utilizó este recurso en su relato La máscara de la muerte roja. Veamos otras novelas cuya trama se basa en las epidemias:

Novelas sobre epidemias y enfermedades contagiosas

La peste, Albert Camus

La peste narra las consecuencias del aislamiento de toda una ciudad, lo cual pone de manifiesto lo mejor y lo peor que cada uno de sus ciudadanos lleva dentro: sus miedos, traiciones, individualismo, pero también la solidaridad, la compasión, el espíritu de colaboración con el prójimo en tareas comunes… Novela apasionante, de gran densidad de pensamiento y de profunda comprensión del ser humano, se ha convertido en uno de los clásicos más indiscutibles de la literatura francesa de todos los tiempos y en uno de los más leídos.

Epidemia, Robin Cook

Ambientada en diversas ciudades de Estados Unidos, esta electrizante novela recrea la peripecia de un grupo de médicos y biólogos que emprenden una desesperada carrera contra el tiempo para evitar la propagación de una epidemia mortal.
Todo empieza cuando Melissa Blumenthal, doctora del Centro para el Control de Enfermedades, organismo gubernamental dedicado a la prevención de epidemias, es enviada a una clínica de Los Ángeles, donde un médico y varios pacientes se hallan en estado crítico a consecuencia de un virus misterioso.

Apocalipsis, Stephen King

Esta narración cuenta cómo un virus gripal, creado artificialmente como posible arma bacteriológica, se extiende por Estados Unidos y provoca la muerte de millones de personas. Los supervivientes tienen sueños comunes, en los que aparece una anciana y un hombre joven. La mujer anciana los incita a viajar a Nebraska para combatir a Randall Flagg, un abominable personaje que encarna las fuerzas del mal y posee un arsenal nuclear.

Pandemia, Wayne Simmons

Dos agentes de policía se abren paso a través de una multitud tan enfurecida como temerosa. Su destino es un bloque de viviendas de Belfast. Han recibido un aviso sobre un nuevo brote de gripe. Cuando alcanzan su objetivo, topan con los ojos inyectados en sangre de una niña lituana de seis años. Presenta todos los síntomas de la pandemia y hay que ponerla en cuarentena. Pero el virus no deja de mutar y otro suceso sacude con violencia a los supervivientes de Belfast: los cadáveres de los infectados se están alzando. Bajo los rayos de un sol implacable, la ciudad es el escenario de una batalla sangrienta e implacable entre los muertos y los vivos. La única esperanza de Belfast reside en la capacidad de los supervivientes de comportarse como lo que se suponen que son: seres humanos.

La peste escarlata, Jack London

La Peste Escarlata (1912) es un clásico memorable sobre la fragilidad de la civilización que inauguró el género de novela catástrofe. Su acción se desarrolla en 2072, sesenta años después de que una implacable epidemia, llamada Muerte Roja, diezmara la raza humana reduciendo a los sobrevivientes a un nuevo primitivismo salvaje y violento. Un viejo maestro sobreviviente de la pandemia intentará desesperadamente recuperar e inculcar los valores perdidos a sus nietos en un largo y difícil camino hacia el conocimiento.

Pandemia, Daniel Kalla

Novela basada en el tristemente famoso virus de la gripe aviar. Perfectamente documentado -el autor es médico de profesión-, el resultado es un thriller altamente realista que nos muestra un escenario no sólo posible, sino terroríficamente probable. Ambientada en China, el doctor Noah Haldane de la Organización Mundial de la Salud y experto en este tipo de enfermedades da la voz de alarma ante la existencia de un posible virus que trasciende las barreras existentes entre humanos y animales, exigiendo mayores y mejores medidas de prevención. Sin embargo, el doctor no sólo tendrá que enfrentarse a las horribles muertes. En el hospital del distrito entran dos personas, supuestamente oficiales gubernamentales, para sacar muestras de sangre de las víctimas. No les ha enviado ningún organismo oficial. Se trata de un desalmado grupo de terroristas que amenaza con hacer uso del virus en algún concurrido lugar del planeta. Pandemia es una apasionante y contemporánea visión de la sociedad actual que engancha desde la primera página y que hace de Kalla uno de los escritores más interesantes del panorama literario actual.

El libro del día del Juicio Final, Connie Willis

A mediados del siglo XXI, la joven estudiante Kirvin Engle se prepara para hacer un viaje en el tiempo. Junto con otros científicos, pretende recabar información de primera mano sobre una de las épocas más oscuras de la historia de la Humanidad: la Edad Media. Aparentemente, todo ha salido bien. Kirvin se encuentra en una nevada campiña inglesa en pleno siglo XVI. Lo que no sabe es que, en 2045, el técnico que marcó las coordenadas de su viaje ha caído fulminado, presa de una extraña plaga que parece asolar la población de ambos tiempos. La historiadora está atrapada en plena época de la Peste Negra, y su venida es interpretada como un acto de Dios; creen que es un ángel protector llegado del Cielo para evitar el Juicio Final.

Diario del año de la peste, Daniel Defoe

Un escalofriante relato novelado en el que se describen con crudeza los horribles acontecimientos que coincidieron con la epidemia de peste que asoló Londres y sus alrededores entre 1664 y 1666. Daniel Defoe, con precisión de cirujano, se convierte en testigo de los comportamientos humanos más heroicos pero también de los más mezquinos: siervos que cuidan abnegadamente de sus amos, padres que abandonan a sus hijos infectados, casas tapiadas con los enfermos dentro, ricos huyendo a sus casas de campo y extendiendo la epidemia allende las murallas de la ciudad. El Diario del año de la peste es una narración dramática y sobrecogedora, con episodios que van de lo emotivo a lo terrorífico, un relato preciso y sin concesiones de una altura literaria que todavía hoy es capaz de conmovernos hasta las lágrimas.

La amenaza Andromeda, Michael Crichton

Cuatro científicos estadounidenses, escogidos por sus logros en microbiología, patología, epidemiología y química electrolítica han sido convocados sin saber por qué y con la máxima urgencia a un laboratorio secreto que el Proyecto Wildfire esconde bajo tierra en el desierto de Nevada. Allí, rodeados por los más sofisticados equipos informáticos y sin poder comunicarse con el exterior, excepto por una línea directa con la oficina de Seguridad Nacional, trabajan para combatir la amenaza de una epidemia mundial. Han de encontrar un antídoto contra un microorganismo desconocido que, inexplicablemente, ha matado a todos los habitantes, excepto a un anciano y un bebé, en un pequeño pueblo de Arizona donde un satélite ha sido recuperado. Pocas piezas les faltan ya para completar el puzzle cuando una rotura en el sello que aísla el laboratorio ha permitido que su adversario microbacteriano salga al exterior. Entonces, su ya desesperada búsqueda de una respuesta médica se unirá a una frenética carrera para impedir el fin del mundo. Con su fuerza narrativa, el suspense y los conocimientos científicos que atesora, La amenaza de Andrómeda coloca al lector ante una trama que une la investigación espacial a los más altos secretos de estado.

El sueño de la aldea Ding, Yan Lianke

La muerte recorre las calles de la otrora próspera aldea Ding. Sus habitantes desaparecen igual que las hojas de los árboles en otoño. Una extraña fiebre se lleva sus vidas. Es la enfermedad de quienes hace ocho años vendieron su sangre por unas pocas monedas. Narrada por el pequeño Xiao Qiang, esta novela, de una sobrecogedora belleza, nos adentra en la historia de la aldea Ding, una de tantas afectadas por el escándalo de la sangre contaminada de la provincia china de Henan. Los aldeanos, incitados a vender grandes cantidades de su propia sangre, con la que se enriquecieron unos pocos, son ahora víctimas de la mayor epidemia conocida en el país. Abandonados e ignorados por las autoridades, solo pueden esperar la llegada de la muerte.

El último hombre, Mary Shelley

El último hombre es una novela apocalíptica, publicada por primera vez en 1826. El libro narra la historia de un mundo futurista (2073) que ha sido arrasado por una extraña epidemia. La novela fue criticada duramente en su época, y permaneció prácticamente en el anonimato hasta que los historiadores la resucitaron en la década de 1960.

Némesis, Philip Roth

Bajo el calor sofocante de la “Newark ecuatorial” hace estragos una espantosa epidemia de polio amenaza con dejar a los niños de la ciudad de Nueva Jersey mutilados, paralizados o minusválidos, e incluso con matarlos. El protagonista de Némesis es el joven de veintitrés años Bucky Cantor, responsable de las actividades al aire libre de los alumnos de una escuela. Cuando la polio empieza a asolar el patio de recreo, Roth se concentra en los dilemas de Cantor y en las realidades cotidianas a las que este se enfrenta, y nos conduce a través de todas las emociones que una plaga semejante puede engendrar: el miedo, el pánico, la cólera, el desconcierto, el sufrimiento y el dolor.

El año de la peste, Geraldine Brooks

Narrada en la voz de su protagonista, una joven viuda y madre de dos hijos, esta es la sobrecogedora historia de un pequeño pueblo inglés que en 1966 se vio asolado por la peste bucónica y, liderado por un carismático vicario, decidió aislarse del mundo.

Pandemia, Lewis Perdue

La existencia de la humanidad está en juego. Los creadores de armas biológicas están desarrollando formas de vida mortales, modificadas genéticamente que se activan con los genes relacionados con la raza y etnia. Los análisis de ADN muestran que la raza humana estuvo a punto de extinguirse en el pasado. Cuando Lara Blackwood, brillante ingeniero genética, recibe una llamada pidiéndole ayuda para combatir una espantosa epidemia, está dispuesta a hacer todo lo que está en su mano. Se horroriza al descubrir que el trabajo de su vida ha sido pervertido para producir una nueva arma genética revolucionaria, que mata al hacer que los cromosomas de las personas relacionados con la etnia afectada se vuelvan contra ellos mismos. ¡El reloj de la humanidad corre mientras Lara lucha contra sorprendentes inconvenientes para dejar al descubierto la conspiración que se oculta detrás del virus mortal, antes de que un complot terrorista amenace con extinguir a toda la raza humana!

Nivel 5, Douglas Preston y Lincoln Child

En un remoto lugar del desierto de Nuevo México, un enigmático centro de investigación lleva a cabo un ambicioso proyecto científico: un tratamiento definitivo para una enfermedad común pero molesta, y grave en algunos casos. El espectacular hallazgo representará sin duda sustanciosos beneficios para la empresa, y el Premio Nobel para el equipo de investigadores. Por todo ello, cuando un joven científico recibe la oferta de colaborar en el proyecto, no se lo piensa dos veces. Sabe que se halla ante la ocasión de su vida: trabajar con las más destacadas figuras de la medicina y la ingeniería genética y participar en el descubrimiento del siglo. No sospecha, sin embargo, que tras la aséptica y rutilante apariencia de la más avanzada tecnología se oculta un siniestro secreto.

España: guerra zombie, Jaime Noguera

Alejandro Noriega, un mediocre escritor español, es requerido desde su refugio en un archipiélago noruego para redactar un informe de la ONU sobre la Guerra Zombi en España. Sus reticencias iniciales para viajar a la Penísula Ibérica, ocupada en su mayor parte por las hordas de muertos vivientes, desaparecen cuando, junto a una jugosa cantidad económica, se le ofrece conocer el paradero de su familia, desaparecida durante la fase inicial de la pandemia. Lo que comienza como una tarea de recopilación de vivencias personales sobre la hecatombe zombi se convierte en un viaje pesadillesco, del Gibraltar ampliado a la fortaleza de Toledo, del País Vasco Independiente a la Barcelona nuclearizada, en la que Noriega se ve atrapado entre dos frentes que luchan por hacerse con el misterioso Profesor Saviola y su vacuna contra el virus.

La peste negra, Luis Miguel Guerra

En el año 1347, los mongoles someten a un duro sitio la ciudad portuaria de Caffa, que se defiende con uñas y dientes. Sin embargo, acabar con la resistencia de los italianos se convierte en un problema menos cuando surge entre las filas de los atacantes una enfermedad fulminante que se extiende como la pólvora: la peste negra.
Con este estremecedor episodio arranca una sorprendente novela, que a continuación conduce al lector a un apasionante recorrido por una Europa asolada y atemorizada por la enfermedad y en la que conocerá las correrías de tres médicos empeñados en encontrar remedio a lo que parece el Apocalipsis. Pero también hay quien ve en la propagación del mal una fuente de poder, y su búsqueda se convertirá en una aventura muy arriesgada.

El misterioso caso de la peste negra, Eduardo Mira

El célebre escritor inglés Godofredo Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, deberá investigar el origen de la peste negra que acabó con más de treinta millones de personas.Godofredo Chaucer, además de un escritor inmortal, fue un espía británico testigo de la Guerra de los Cien Años, de la revolución campesina de Londres, del Cisma de Occidente, del asalto a las juderías española y de la peste negra: la epidemia que asoló Europa y acabó con treinta millones de personas. Eduard Mira utiliza como narradora a Isabel de Loris, biznieta de Corbino, que narra las memorias de este desde un prostíbulo valenciano.

La leyenda del rey de la peste, Lars Andersson

El rey Magnus Eriksson reinó en Suecia en la Edad Media, hacia la mitad del siglo XII. Gobernó un reino inmenso, con súbditos godos, visigodos, suecos, fineses y noruegos. La peste despobló su reino de campesinos, el hambre lo persiguió como un fantasma. Exiliado en su propio país, huyendo de la guerra que lo había enfrentado a su propio hijo, el rey recorrió Värmland completamente solo, como un vagabundo. Lars Andersson, uno de los escritores más notables que ha dado la literatura sueca contemporánea, ha recogido su leyenda y la ha transformado en una epopeya íntima, carente de héroes. El encuentro del rey solitario con un cazador furtivo, enterrador de las víctimas de la peste, es el encuentro de dos almas, de dos voluntades. El rey se confía a Göpa, que no lo traiciona. Ambos comparten miserias y dolores, y huyen juntos de la peste y del hambre. La leyenda del rey de la peste se mueve entre la magia y el sueño, en un mundo desolado, en el que sólo la muerte y la peste son verdaderas reinas.

Epidemia, Frank Slaughter

Nueva York, 1965. La ciudad se ve asolada por una terrible epidemia originada por una plaga de ratas africanas llegadas en las bodegas de un barco mercante. El pánico cunde y los científicos libran una carrera contra el tiempo para encontrar una vacuna y evitar una catástrofe sin precedentes, al tiempo que la delincuencia s e multiplica salvajemente por las calles de la Gran Manzana…

El húsar en el tejado, Jean Giono

Europa, siglo XIX. Angelo Pardi, joven aristócrata piamontés y coronel de húsares comprometido con el movimiento carbonario, que ha tenido que exiliarse en Francia a causa de un duelo, emprende el viaje de retorno a su patria para cumplir una misteriosa misión. Para ello debe atravesar la Provenza, pero la región está siendo azotada por una epidemia de cólera y los viajeros son inmovilizados y puestos en cuarentena. El joven oficial, acusado de envenenar las fuentes, se refugia en los tejados de la ciudad, desde donde contempla la tragedia de la muerte que asola esos bellísimos parajes, hasta que, en compañía de una enigmática mujer, emprende la huida.

En el blanco, Ken Follett

Escocia, unos días antes de Navidad. Toni, jefa de seguridad de unos laboratorios de investigación farmacéutica, detecta el robo de una droga antiviral en fase de experimentación: es muy peligrosa, un virus letal. Rápidamente hace saltar las alarmas, logra encontrar al ladrón (un empleado, que ha muerto por el virus) y aislar su casa contaminada. Cuando la noticia llega a los periodistas, la situación ya está controlada, como les informan en rueda de prensa ella y Stanley, el propietario del laboratorio. Algo así no volverá a ocurrir. Pero unos días después… Toda la familia de Stanley se ha reunido en casa de él para celebrar la Navidad y les cuenta su relación con Toni. Stanley es viudo y tiene tres hijos adultos. No aceptan a Toni; es una amenaza para ellos y no tardan en comenzar a discutir. A la reunión también ha venido Kit, el hijo problemático. Todos creen que quiere hacer las paces con su padre (que se vio obligado a pagarle todas su deudas hace un tiempo). En realidad, Kit vuelve a tener problemas. Debe millones a unos gángsters y estos han decidido cobrárselos de otra manera: quieren el virus.

El factor Hades, Robert Ludlum

Un vagabundo en Boston, un mayor del ejército en California y una adolescente en Atlanta mueren en forma súbita y dolorosa, a causa de un desconocido virus fatal que sorprende por elegir sus víctimas en forma precisa.
Durante días un equipo de científicos que trabaja en un laboratorio del gobierno de los Estados Unidos se dedica desesperadamente a la tarea de develar el secreto del mortal virus. Cuando el principal investigador, el teniente coronel Jonathan Smith, regresa de Europa, sobrevive casi por milagro a una serie de ataques muy bien organizados cuyo fin era acabar con su vida.
Después de eludir a sus perseguidores y regresar a su casa, descubre que el virus se ha cobrado una cuarta víctima, la doctora Sophia Russell, con quien Smith estaba por casarse. Devastado por la pena, pero impulsado por la furia, Smith no tarda en descubrir que la muerte de su prometida no fue casualidad, que alguien tiene en su poder el virus y que la pandemia que amenaza a millones de vidas tampoco es accidente.
Sin saber en quién confiar, Smith reúne un equipo privado para alcanzar la verdad oculta tras el virus letal. Y a medida que la lista de víctimas aumenta, su búsqueda llega a los niveles más altos del poder y a los rincones más oscuros de la tierra. Su capacidad de investigador se enfrenta con un genio decidido a todo, y el destino del mundo depende de ella.

El síndrome Pinocho, David Zeman

En el mundo tras el 11 de septiembre, todavía convulsionado por terribles ataques terroristas, un senador millonario y megalómano pretende derrocar al presidente de EEUU acusándole de ser demasiado débil contra los terroristas y avivando el odio de la opinión pública. Por otro lado, el brote de una extrañísima enfermedad acaba de crear al caos. Nadie sabe cómo surge, cómo actúa ni cómo se detiene, pero resulta mortal. Karen Embry, una joven periodista especializada en temas médicos pretende desvelar el misterio del síndrome, sin saber que su investigación acabará siendo una cuestión de alta política.

Gripe mortal, Pablo Caralps

¿Quién se beneficia de una epidemia de gripe? ¿Sabemos cómo funcionan las empresas farmacéuticas? Gripe mortal es un thriller científico que aporta material real suficiente y bien documentado; es una historia verosímil de ficción a ritmo de bestseller. Una novela que, de manera extraordinaria y sorprendente, nos lleva a conocer el funcionamiento de un oscuro negocio. El dueño de una importante empresa farmacéutica se encuentra atravesando una situación complicada: las ventas están descendiendo de manera abismal. Su colaborador estrella y mejor amigo, Luis, le presenta un perfecto plan de acción: robar la cepa llamada “gripe española”, un virulento virus que causó la pandemia de gripe más mortífera de la historia: murieron entre 20 y 50 millones de personas durante 1918. Con esta cepa podrían expandir la enfermedad en varios lugares del mundo, creando antes una vacuna y dos antigripales específicos. El único problema sería la OMS (Organización Mundial de la Salud), que es la que autoriza y programa las vacunas de cada año para cada continente. Pero si apareciera una gripe desconocida que rápidamente se convirtiera en pandemia, el laboratorio podría tener disponible la vacuna. Con esta operación no sólo podrían salvar su situación financiera, sino hacerse inmensamente ricos… ¿Realidad o ficción?

¿Alerta pandémica?, José Manuel Echevarría

En Guatemala, las autoridades sanitarias alertan de un nuevo virus de gripe que ha causado algunas muertes inesperadas. Ante la propagación del virus, que pronto alcanza a otros países americanos e incluso a otros continentes, la Organización Sanitaria Internacional (OSI) declara en Lausana el estado de alerta pandémica a escala global.
Las autoridades sanitarias gubernamentales cierran filas en torno a la OSI para hacer frente a lo que ya se presenta como una seria amenaza para la humanidad: una epidemia global con previsión de millones de muertos en todo el mundo.
Sin embargo, algunos profesionales, tras analizar los datos que se van generando, poco a poco comienzan a hacerse la misma pregunta:¿existen realmente razones para una alerta pandémica?
La terrible duda que provoca esta pregunta nos llevará hasta una ignominiosa trama de manipulación de la opinión pública, de pingües intereses económicos y de ansia de poder que, en realidad, había comenzado a urdirse siete años antes de la detección del brote epidémico… en un exótico mercado de un apartado rincón del Lejano Oriente.

Siempre en capilla, Luisa Forrellad

Tres jóvenes médicos, Leonard, Jasper y Alexander, se enfrentan a una epidemia de difteria que se extiende sin control por una barriada pobre de los alrededores de Londres. Estamos a finales del siglo XIX y no hay tratamiento médico para la enfermedad, por esto Jasper, siguiendo los métodos científicos de Pasteur, está desarrollando una vacuna, aun cuando no osa probarla en humanos. Un asesinato misterioso precipitará de forma sorprendente los acontecimientos y pondrá en riesgo la vida de los protagonistas.

La plaga, Ann Benson

¿Qué ocurre cuando la peste bubónica, ausente durante tanto tiempo del mundo moderno, reaparece en la sociedad del siglo XXI? La plaga urde con brillantez dos relatos paralelos. En el siglo XIV, el médico Alejandro Canches se salva de ser ejecutado por realizar una autopsia y en su huida recorre la Europa de la Peste Negra. Finalmente es enviado, contra su voluntad, a la corte de Eduardo III de Inglaterra para combatir la epidemia. En dramático contrapunto, la arqueóloga y médica Janie Crowe llega a la Inglaterra del siglo XXI e involuntariamente, provoca la difusión de una mortífera bacteria en un mundo que no está preparado para combatirla. En un futuro en que los antibióticos han perdido toda eficacia y un pasado dominado por el terror, estos dos héroes, muy a su pesar, se ven unidos por la historia.

Cibertormenta, Matthew Mather

Mike Mitchell es un hombre corriente, con una vida corriente, que hace todo lo posible por mantener a su familia unida, cuando de pronto se encuentra luchando solo para mantenerla con vida cuando una extraña cadena de desastres empieza a destruir el mundo que los rodea. Internet se cae. La comunicación se desmorona. Una epidemia comienza a atacar a la población de manera embravecida. Hay rumores que apuntan a que todo forma parte de un plan de ataque coordinado que llevará al mundo a una guerra tecnológica. Mike y su familia se afanan por sobrevivir en medio de una metrópoli en la que millones de personas ya están condenadas.

Ensayo sobre la ceguera, José Saramago

Un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una “ceguera blanca” que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”.

La plaga, Jeff Carlson

¿Puede una vacuna causar el fin de la humanidad? Un laboratorio diseña un producto de nanotecnología para combatir el cáncer. Durante el proceso, un fallo de seguridad permite la fuga de estos mecanismos microscópicos cuando aún están en fase de pruebas y lo que debía ser un método curativo se convierte en una plaga tecnológica. El nanorobot creado para para combatir el cáncer se convierte en una plaga tecnológica que acaba con la vida de cinco mil millones de personas, cambiando la vida en la Tierra para siempre. Pero el mecanismo nanotecnológico se autodestruye a altitudes superiores a los tres mil metros. Aquellos pocos que han conseguido escapar luchan por sobrevivir en las montañas más altas. La última esperanza de la humanidad son una científica que se encuentra a bordo de la estación espacial internacional y un pequeño grupo de supervivientes en California.

Apocalípsis Z: el principio del fin, Manuel Loureiro

Un grupo de rebeldes caucásicos asalta unas instalaciones militares liberando una enfermedad que se expande sin freno por todo el planeta. La enfermedad mata a la persona que la padece pero el afectado resucita, sigue caminando y su único objetivo es saciar su hambre mordiendo a los no infectados. Las autoridades toman medidas creando Puestos Seguros donde agrupar a la población. Pero esto es insuficiente. Los No Muertos son demasiados y poco a poco terminan con la sociedad que conocemos.

Peste & Cólera, Patrick Deville

En 1887, mientras Francia prepara los festejos del centenario de la Revolución Francesa, Louis Pasteur funda una escuela de biología y descubre la vacuna contra la rabia. Con veintidós años, el suizo Alexandre Yersin llega a París y se enrola en la aventura pasteuriana. Investiga sobre la tuberculosis y la difteria, y todo lo encamina a convertirse en uno de los sucesores privilegiados de Pasteur. Pero a Yersin lo mueve un espíritu aventurero, como el de su admirado Livingstone, héroe de su infancia y adolescencia. Entonces, el joven se enrola como médico en un barco, se hace a la mar e inicia sus travesías por Extremo Oriente, explora la jungla, y viaja a China, Adén y Madagascar. Y durante la gran epidemia de Hong Kong, en 1894, descubre el bacilo de la peste.
Éstas son sólo algunas de las hazañas de un científico y explorador al que Patrick Deville consagra esta emocionante epopeya de tintes conradianos, donde el brillante ejercicio literario se combina con un preciso trabajo de documentación que llevará al escritor a sumergirse en el fascinante universo de la correspondencia mantenida por la «banda de los pasteurianos».

El puente de los suspiros, Elena Peroni

Una impresionante novela que cuenta la historia de amor entre un leproso y una mujer sana a comienzos del siglo XX y los sucesos históricos que han rodeado a la enfermedad en Colombia y el mundo. La novela narra cómo fue la suerte de los leprosos en Colombia. Su persecución, el estigma de ser rechazados, sus amores, sus anhelos, la solidaridad de algunas personas con su martirio, y el descubrimiento de que no era una enfermedad contagiosa.

El velo pintado, William Somerset Maugham

Kitty Garstin, joven y bella londinense, cumple sus veinticinco años sin haber alcanzado el objetivo para el que fue educada por su madre: hacer una buena boda. Por temor a que su hermana menor se case antes que ella, contrae matrimonio con un bacteriólogo, un hombre inteligente, educado y moralmente intachable, que la ador a pero de quien no está enamorada. Después de la boda, se trasladan a Hong Kong, donde Kitty se enamora de Charlie Towsend, un inglés apuesto y frívolo de la colonia extranjera, con quien será infiel a su marido. Descubiertas sus relaciones adúlteras, y traicionada por Charlie, se verá obligada a seguir a su marido a una zona del interior de China afectada por el cólera. Kitty, incapaz de obtener el perdón de su marido, se entrega a labores humanitarias. El contacto con la muerte y con una realidad dura y penosa harán de ella una persona nueva.

El año del tifus, Edorta Jiménez

El año del tifus es un trepidante thriller histórico ambientado en los mares belicosos del siglo XVI. La novela se desarrolla en una de las naves que conforman la Armada rumbo a Inglaterra, donde las diferentes razones e intenciones de los tripulantes se irán desentramando a lo largo del viaje. Marineros en busca de fortuna, o tal vez de aventura, galeotes obligados a remar sin descanso, personajes oscuros, enamorados y huidizos, para quienes la supervivencia en el barco se convertirá en una batalla a muerte… Todos permanecen encerrados durante meses, compartiendo confesiones y miserias, haciendo frente a tempestades, epidemias y a la peor y más corrosiva de todas las pestes: la envidia.

Partials: La Conexión, Dan Wells

En 2076, en un mundo devastado por la guerra, los seres humanos están al borde de la extinción y la clave de la supervivencia está en manos de una chica de 16 años. La humanidad está a punto de desaparecer tras haber perdido la guerra con los Parciales (seres creados con tecnología genética, idénticos a nosotros). Los humanos sobrevivientes fueron reducidos a unos pocos miles por el RM, un virus letal utilizado como arma biológica, al cual solo parte de la población es inmune. Los habitantes se concentraron en Long Island y, aunque los Parciales se han retirado misteriosamente, su amenaza persiste. Pero lo peor de todo es que en 11 años no ha habido un solo bebé que haya sobrevivido al RM.

Trilogía de Argel, Yasmina Khadra

Trilogía integrada por las novelas policiacas Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras, protagonizadas por el comisario Llob.
El incorruptible comisario Brahim Llob (también escritor de novelas policiacas) está dispuesto a todo para acabar con los depredadores integristas que asuelan su país y desvelar sus ocultas conexiones con la mafia político-financiera. Con sus peripecias entrega al lector la implacable radiografía de una tragedia vivida a escasas brazas de Europa, mientras el mundo descubre, perplejo, el advenimiento de una plaga que habrá de propagarse como un reguero de pólvora.

La Tierra permanece, George R. Stewart

Un devastador y desconocido virus asola la civilización; inexplicablemente, Isherwood Williams sobrevive a la plaga. A la deriva, ha de afrontar un mundo sin humanidad, de paisajes degradados y hordas de insectos y roedores. Finalmente, dará con una superviviente, con la que fundará una nueva sociedad semejante a la de los antiguos nativos norteamericanos. Único testigo del pasado, Ish nos recuerda que “los hombres van y vienen, pero la Tierra permanece”.

El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez

La historia de amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza, en el escenario de un pueblecito portuario del Caribe y a lo largo de más de sesenta años, podría parecer un melodrama de amantes contrariados que al final vencen por la gracia del tiempo y la fuerza de sus propios sentimientos, ya que García Márquez se complace en utilizar los más clásicos recursos de los folletines tradicionales. Pero este tiempo —por una vez sucesivo, y no circular—, este escenario y estos personajes son como una mezcla tropical de plantas y arcillas que la mano del maestro modela y fantasea a su placer, para al final ir a desembocar en los territorios del mito y la leyenda. Los zumos, olores y sabores del trópico alimentan una prosa alucinatoria que en esta ocasión llega al puerto oscilante del final feliz.

Fuente: eraseunavezqueseera.com, 2014.

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El Detective en la Literatura policial

abril 16, 2020

LA EVOLUCIÓN DEL DETECTIVE EN EL GÉNERO POLICÍACO

Por Iván Martín Cerezo. (Universidad Autónoma de Madrid)

sherlock holmes
Sherlock Holmes

Todos los textos de la literatura policíaca, ya sean cuentos o novelas, ofrecen un punto de partida común: la ruptura del orden existente, la quiebra de las relaciones sociales aceptadas, merced a la irrupción del crimen en una escena social. En otras palabras y en un plano más concreto: el nacimiento de toda narración policíaca implica la desaparición o puesta en duda del sistema de seguridad que la vida social presupone. La narración, en este sentido, supone la investigación de ese hecho criminal que lleva a cabo el detective, sin lugar a dudas, el elemento clave del género policíaco. Sin crimen y sin criminal puede haber novela policíaca, pensemos en más de una novela en la que al final el detective descubre que no ha habido crimen y, por consiguiente, tampoco criminal.

         El detective, como decimos, es el ingrediente primario de toda narración policíaca por su relación directa con el factor característico de este tipo de literatura: la investigación. Este género relaciona estrechamente ambos elementos: la narración policíaca es la narración de una investigación y el detective es aquel que la conduce. Por lo tanto, policíaca es toda aquella narración en la que se da un proceso de investigación de un hecho criminal, sea real o aparente, y que, por consiguiente, hay una persona encargada de llevar a cabo esa investigación, ya sea un policía, un detective privado, un periodista, un abogado, un forense, etc. La literatura policíaca agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce un hecho criminal, es decir, una ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, lo que da lugar a una investigación sobre ese hecho.

         El detective cura la herida social que el crimen simboliza. Recompone el desorden que el crimen ha desencadenado. Su objetivo es el retorno del orden, del orden mental por medio de la verdad, y del orden social por medio de la justicia. El detective distingue perfectamente entre la justicia de los hombres, codificada en leyes, y la idea de justicia, que atiende a una noción ideológico-moral[1], por eso en algunos casos no entregará al culpable a las autoridades, en otros se tomará la justicia por su mano a sabiendas de que las leyes protegerán al culpable y saldrá impune y en los menos se negará a investigar el caso, por lo que tendremos un relato de aventuras policiales y no una narración policíaca.

Como decíamos, en la literatura policíaca ambos desórdenes, el mental y el social, suelen estar entrelazados. El caso más representativo de narraciones de este tipo serían aquellas que corresponden al subtipo “recinto cerrado[2], pero en ocasiones su función será tan sólo recuperar, hacer retornar el orden mental: nos encontramos entonces con una literatura policíaca blanca, sin crimen, ni criminal, originada por un desorden no criminal y que, sin embargo, por su carácter deductivo, relacionamos sin duda con lo policíaco: es el caso de relatos tan magistrales como La aventura de las monedas del presidente de Ellery Queen o El problema de la celda número 13 de Jacques Futrelle; y, al contrario, otras veces la función del detective es el retorno del orden social sin más. Es lo que sucede en aquellas ocasiones en las que tal desorden no ha coexistido con el mental; en estos casos la función del detective no es tanto conocer, deducir, como acorralar, perseguir, capturar, castigar.

         Sacerdote, místico, sagrado. Siempre, o casi siempre, genial. El detective se erige en representante de la sociedad, y ésta y el lector hacen de él delegación de sus poderes. Es siempre percibido como un individuo excepcional, cuyos poderes le han sido otorgados por las víctimas de una sociedad que está en guerra con sus enemigos. Es un héroe, es el depositario de los valores sociales, morales y jurídicos de una colectividad. Y, por tanto, dice Auden, debe ser el representante oficial de lo ético o el individuo excepcional que está en estado de gracia[3]. En el primer caso será un profesional, en el segundo, un amateur. En cualquier caso, el detective debe ser completamente extraño, ya que no debe verse envuelto en el crimen. Viene de fuera. Será distante, excéntrico, maniático, extraño. Su rival, aquel que ha sido capaz de matar, también lo es. Su excepcionalidad es su culpabilidad. Ambos han de estar a la misma altura. Evidentemente estamos hablando de un tipo concreto de detective: el que hace el género, el mito que crea el género, el que se constituye en el primer modelo. También investigan otros detectives, menos héroes o incluso antihéroes, perdedores, menos excepcionales aunque también casi siempre solitarios, o acompañados de algún amigo, a veces realmente excepcional, como el Mouse de Walter Mosley, uno de los autores más originales de los últimos años. Cuando se produzca este cambio veremos que los valores morales son menores, o menos explicitados en la narración, y que trabajan por motivos diferentes, principalmente por dinero, y que hablan ellos mismos, que nos cuentan sus propios casos[4]. Su condición de antihéroe se lo permite, a un tipo como Holmes o como Poirot no seríamos capaces de soportarles…

         Analicemos ahora las características más señaladas sobre esta figura del detective, muchas de ellas aportadas o apuntadas desde los primeros textos de Poe:

  • El detective pertenece a una familia ilustre. Es el caso de Dupin, de Philo Vance, de Sherlock Holmes, de Peter Wimsey.
  • No pertenecen normalmente, y especialmente en el origen del género, a la policía u otro cuerpo de funcionarios al servicio del estado. Aquí la unanimidad es mucho menor; frente a Dupin (Poe), Sherlock Holmes (Conan Doyle), Philo Vance (Van Dine), Peter Winsey (Dorothy L. Sayers), Nero Wolfe (Rex Stout), El Santo (Leslie Charteris), Poirot y Mrs. Marple (Agatha Christie), el Dr. Thorndyke (Austin Freeman), Ellery Queen (Ellery Queen), el Dr. Gideon Fell (John Dickson Carr), Sam Spade (Dashiel Hammett), Philip Marlowe (Raymond Chandler) o Pepe Carvalho (Vázquez Montalbán) podemos citar grandes detectives de la historia de la literatura que pertenecen a la policía o cuerpo semejante, desde el famoso Vidocq al inspector Maigret (George Simenon) pasando por el sargento Cuff (Wilkie Collins), ali nspector French de Freeman Wills Crofts, Mattäi de Durrenmatt, Lloyd Hopkins de Elrroy, el humilde Plinio de Francisco García Pavón, Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva, Kurt Wallander de Henning Mankell o Montalbano de Andrea Camilleri.
  • El detective tiene muchos gustos exquisitos, refinados, que ayudan a caracterizarlo como extravagante, poco convencional, diferenciándose así de la masa común. Puede ser esta rareza el amor a los libros raros (Dupin), amar las rosas (el sargento Cuff, Poirot), tocar el violín (Sherlock Holmes), interesarse por la arqueología (Philo Vance), la gastronomía (Nero Wolfe, Pepe Carvalho), los vinos (Peter Wimsey)…Vemos, sin embargo, que todos estos gustos, por muy variados que sean entre sí, como denominador común, dan una nota de exquisitez, de distinción, que es precisamente lo que se pretende, distinguirlo de los demás personajes y situarlo en una esfera superior.
  • Torpeza física y sentimentalismo es otra cualidad o característica que se percibe en la mayoría de los detectives. En este sentido, muchos son, desde el punto de vista de su actividad física, francamente torpes: bajos, débiles, desmesuradamente gordos, viejos… En la historia del género abundan los detectives que ni siquiera se mueven de un lugar para resolver el caso. Así Dupin en El misterio de Marie RogêtEl viejo de la esquina de la baronesa de Orczy, John Ashwin de Anthony Boucher, Nero Wolfe de Rex Stout, el príncipe Zaleski de Shiel o Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares. Existen ejemplos de detectives ciegos: Max Carrados, creado por Ernest Bramah en el libro del mismo nombre o Duncan Mac Lian del escritor B. H. Kendrick.
  • El detective suele ser varón. Explicable por las razones socioeconómicas que determinaban y determinan el distinto rol que la sociedad adjudicaba y adjudica a cada sexo. El primer detective femenino de la historia de la novela policíaca fue Violet Strange, que aparece en la novela The golden slippers (1915) de la norteamericana  Anna Katharine Green, aunque quizá la más famosa sea Mrs. Marple, la encantadora solterona creada por Agatha Christie. Junto a estas investigadoras también podemos encontrar al ama de casa Charlotte Pitt de Anne Perry, la abogada Victoria Ifigenia Warshawski de Sara Paretsky, la inspectora de policía Petra Delicado de Alicia Giménez-Bartlett, la detective privada Cordelia Gray de P. D. James, la médico-farmacéutica Kathryn Swinbrooke de C. L. Grace, la investigadora privada Kinsey Milhone de Sue Grafton, la forense Kay Skarpetta de Patricia Cornwell, la policía rusa Anastasia P. Kamenskaya de Alexandra Marínina o la guardia civil Virginia Chamorro de Lorenzo Silva.
  • Raza. La mayoría de los detectives al principo son blancos, en cualquier caso occidentales u occidentalizados, como ocurre con los exóticos Charlie Chan, el detective chino de Ed Piggers, o el inspector Max de raza negra del francés Pierre Véry. No obstante el paso del tiempo, las nuevas circunstancias sociales, cambia esto también, y nos encontraremos con magníficos detectives negros, especialmente en la obra de Chester Himes y Walter Mosley, sin duda los mejores escritores de raza negra.
  • Religión. No es un factor importante, salvo en el caso nada corriente del padre Brown de Gilbert Keith Chesterton. Su forma de investigar tiene connotaciones teológicas y cristianas y en ese sentido puede hablarse del padre Brown como de un detective metafísico.
padre brown
  • Los detectives poseen altísimas capacidades intelectuales. El detective posee estas cualidades en grado extremo, entre ellas: capacidad de observación, capacidad de análisis, capacidad deductiva, inductiva, analógica, imaginación, conocimientos casi enciclopédicos, capacidad de abstracción, percepción psicológica, agilidad mental, etc. 

Podría decirse que la actividad del detective es rigurosamente intelectual, su poder y su placer proviene de este tipo de facultades. “El analista goza con esa actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar”, escribe Poe en Los crímenes de la calle Morgue; Sherlock Holmes, sin ninguna modestia, cualidad que escasea entre todos los detectives, nos contará que “el encadenamiento de mis ideas se efectúa tan rápidamente en mi cerebro que llego a la conclusión hasta sin darme cuenta de los anillos que componen la cadena; y, no obstante, existen[5] y expone que tres son las facultades que debe tener el detective ideal: capacidad de observación, capacidad de deducción y los conocimientos adecuados, por absurdos que parezcan, que le puedan llevar a la solución final[6]Hércules Poirot recordará, novela tras novela, la excelencia de sus pequeñas células grises; Philo Vance será el dueño de un sutil poder psicológico al que no pueden resistir ni las naturalezas más fuertes. El héroe encarna los deseos frustrados u ocultos de la colectividad que representa. Es un superhombre: inteligente, astuto y honrado.

Hércules Poirot

Las causas de que el detective que predomina en la literatura policíaca no sea un profesional, es decir, un policía, son muchas y complejas. El género policíaco queda fijado en el siglo XIX con Edgar Allan Poe como principal responsable y con un fondo en el que el racionalismo, el positivismo y cientificismo forman la ideología imperante en esta época. Una de las diferencias fundamentales entre las novelas de aventuras criminales decimonónicas y la novela problema es el cambio de protagonista y de ideología: con la novela problema triunfa la ley y el orden, esto es, el policía. Y todo porque están dirigidas a un público diferente: la clase alta que necesita sentirse segura, no como en el caso de las novelas de Maurice Leblanc protagonizadas por Arsenio Lupin, donde los ladrones, héroes románticos, son los favoritos del público… “evidentemente” también de condición social más baja. Sherlock Holmes es el mejor garante de la sociedad victoriana, por eso le permiten hasta actuar a veces al margen de la ley. Este tipo de novelas policíacas pretende tranquilizar, por eso no hay violencia real, no hay crimen ni criminales, están “idealizados”, “desrealizados”. Asociado con esto último, los investigadores son fundamentalmente aficionados, no profesionales porque los profesionales, los policías, pertenecen a la clase baja. El recién creado cuerpo de policía está compuesto por humildes hombres que por tanto no pueden ser más que lerdos y que serán ridiculizados por Sherlock Holmes.

Por otro lado, la excepcionalidad con que se perfila la figura del detective evidencia la necesidad de no encuadrarlo dentro de un servicio público ni en una organización, que, como todas, limita las posibilidades de actuación de cualquiera de sus miembros. El detective debe actuar con libertad e independencia, a fin de poder desplegar todo su equipaje de genialidades. En la novela o narración policíaca el crimen es sentido como algo anormal, imprevisto, excepcional y a ese estado de cosas le conviene que la solución y, por tanto, aquel que la encuentra, sea también extraordinario, no encuadrable, imprevisto. El carácter romántico, heroico, con que nace el personaje, determina además su distanciamiento con respecto a la realidad cotidiana. El detective es, a la vez, un intruso, alguien que al igual que el criminal irrumpe lo ordinario, y un patrimonio de la sociedad, su salvaguardia.

El detective es, por tanto, sabio, sólo él es capaz de descifrar los signos; héroe, portador de valores colectivos; superior, está por encima de todos; distinto, padre que consuela y castiga; médico que cura y opera; juez que castiga y premia. Georges Simenon calificó en alguna ocasión a su héroe, en este caso un policía singular, como “recomponedor de destinos”. Para Julian Symons, el detective “es también el médico brujo sagrado, capaz de detectar el mal que corrompe a la sociedad”[7], por eso será el único personaje al que se permita poseer dotes intelectuales. Con apariencia y aureola de excéntrico, pintoresco y de aspecto casi estúpido o pedante, pero con unos conocimientos en realidad amplios y vastos, que, en la práctica, le harán casi omnisciente. Para Symons la causa de que con frecuencia sea  un aficionado, reside en que “así el lector podía colocarse con mayor facilidad en el lugar del detective, y era el único que de vez en cuando podía burlar la ley y hacer cosas que para otro, menos privilegiado, hubieran sido punibles”[8].

Relevante, superior, es su rol dentro del mundo de personajes que pueblan el relato policíaco, no menos destacado en su posición si lo consideramos desde un punto de vista más literario o textual. Además, el héroe es protagonista, es decir, el personaje principal y decisivo de la trama. Sobre él de forma explícita girará la acción. De forma implícita la trama también descansa sobre el oculto o desconocido culpable, pero globalmente es el detective el que aporta el rasgo pertinente de lo policíaco: la investigación. A partir de él, la narración se mueve, se despliega, desarrolla, avanza, retrocede, aclara o confunde, se lía o se resuelve. Es además el personaje narrativo, aquel que tras sus pasos nos lleva de una secuencia a otra de la narración. Literariamente es el testaferro del autor y el intermediario entre el autor y el lector. El detective persigue al culpable; el lector persigue al detective. Es un perseguidor perseguido. El detective ha de descubrir al culpable y al tiempo despistar al lector. Ha de encontrar las claves y ocultarlas; encontrar y diseminar. Su trabajo no es nada fácil. Demasiado muchas veces para un solo personaje. No es bueno, podríamos decir, que el detective esté solo. Poe, como de tantas otras cosas, se dio cuenta y encontró la solución: era necesario darle un compañero.

Auguste Dupin, el detective del autor de La carta robada, se acompaña en sus correrías de un personaje cuyo nombre nunca nos será dado. Sherlock Holmes siempre tendrá a su lado al fiel Dr. Watson; Hercules Poirot contará con la presencia del capitán Hastings; Philo Vance con Van Dine; Nero Wolfe con Archie Goodwin. El arquetipo de detective conlleva la figura de un compañero. La constancia de este acompañante tiene una explicación técnica literaria, largamente estudiada, estrechamente relacionada con la eficacia literaria. Cuatro ojos ven más que dos. Por tanto, y en un principio, la presencia de una pareja amplía la información. Si además cada miembro de esa pareja ve de distinta forma, la información será todavía más amplia, permitiéndose, dado el doble punto de vista que ello conlleva, que ambas informaciones puedan ser contrastadas. El resultado estético de dos visiones diferentes de hechos semejantes, el perspectivismo, es siempre positivo sobre todo si ambas visiones son absolutamente dispares, y su efecto estético es altísimo. La presencia de lo cómico en lo trágico, resuelto en el teatro clásico a través de la figura del “gracioso”, que frecuentemente recaía en el criado o paje del protagonista, es un ejemplo de que la literatura ha recurrido con abundancia a este recurso, que también puede ser utilizado con una intención distinta: realzar por contraste las cualidades de uno de los miembros de la pareja. Aunque los otros efectos que el recurso proporciona se producen también al ser utilizado por el género policial, será esta última intención la más clara dentro de la literatura detectivesca. Los acompañantes del héroe, del detective, los Watson o Hastings, corresponden al tipo de personajes cuya función sería resaltar las prendas del otro personaje. La función del acompañante de Dupin será caracterizar con mayor intensidad la idiosincrasia del héroe. Al contrario que éste estará siempre conforme con el público en general, no verá nada particular.

En el género policíaco los seres y objetos situados en el espacio literario están puestos con algún fin concreto, nada es aleatorio, porque todo va dirigido a un fin determinado que es la resolución del enigma presentado, y, además, todos son signos que deben ser interpretados por el detective y, en el caso de los relatos clásicos, también por el lector. En este sentido, los espacios se presentan en la novela por medio de las sensaciones y consiguientes interpretaciones de los mismos por parte de la mirada subjetiva del narrador —ya sea el acompañante del detective, que se limitará a hablar del caso y de lo relacionado con éste a través de las interpretaciones que el detective comparte con él y de las suyas propias, ya el propio detective, que a través de su mirada nos sumergirá en el mundo narrativo, o bien un narrador heterodiegético omnisciente— y de los personajes. En este sentido, la disposición del espacio en el relato y las relaciones que se establecen entre éste y los personajes da lugar a la percepción subjetiva que se expresa a través de la mirada, que constituirá la sensación más trascendente en la interpretación de la realidad narrativa y de los signos que dan coherencia a la historia. El detective será un privilegiado en este sentido:

—[…] Terry, todo lo que necesito de ti es un día a lo sumo. Incluso una noche. Te sientas, lees el expediente, miras la cinta y me llamas por la mañana para contarme lo que has visto. A lo mejor no es nada o al menos nada nuevo. Pero a lo mejor ves algo que se nos ha pasado o se te ocurre una idea que a nosotros aún no se nos había ocurrido[9].

Como es de esperar, el privilegio del detective es ver de forma distinta. Es por ello por lo que la mirada del detective es fundamental en el género policíaco, ya que dará la coherencia y el significado necesarios a los distintos signos que aparecen repartidos en el discurso para dar sentido a la historia y conducirlo a la elucidación de los interrogantes planteados. Así, la mirada del detective será uno de los rasgos que lo defina metonímicamente frente al resto de los otros personajes al poder presentar diferentes lecturas de los distintos signos propuestos.

Como decíamos, el acompañante del detective no tendrá el privilegio de ver así, y, en este sentido, el Dr. Watson cumplirá un papel semejante. La típica frase de Holmes más cinematográfica que literaria: “Elemental, querido Watson”, define la situación. Otro tanto ocurre con Poirot y Hastings. En la novela El asesinato de Lord Edware, Poirot le expone al capitán su triste condición:

“Cuando el criminal acaba de cometer un delito, su primera preocupación es la de engañar. ¿A quién? Naturalmente a las personas normales. Tanto en los momentos de lucidez como (te ruego que me perdones) en los de mayor torpeza, siempre eras maravillosamente normal. Eh bien, ahora me preguntarás que cómo aprovecho yo tu normalidad. Pues sencillamente, viendo reflejado en tu pensamiento lo que el criminal desea hacer creer a los seres normales. Como verás, me eres de gran ayuda”.

         En otros casos veremos que la presencia de un acompañante se debe a la exigencia realista de que el referente intensionalizado en el texto sea verosímil, siempre que la acción se sitúe en el tiempo actual. Es decir, es sabido que las personas pertenecientes a los cuerpos de seguridad actúan en parejas y en equipo, de ahí la necesaria presencia de un acompañante o un equipo de policía, como podemos observar en las narraciones de Lorenzo Silva protagonizadas por Bevilacqua y Chamorro o las de Henning Mankell protagonizadas por Kurt Wallander entre otras.

Pero, y esto es quizá lo más importante, la presencia de un acompañante va a facilitar a los escritores la resolución de un problema técnico de enorme importancia como es la elección del punto de vista narrativo. Watson y Hastings, y demás personajes de semejante entidad, serán los narradores, los cronistas de los hechos a los que, desde su proximidad al héroe, asistirán. Cumplirán el sagrado y privilegiado papel de ser el Homero de su Aquiles. Esa presencia de un narrador interpuesto entre el detective y el lector que le persigue resolverá el problema de controlar, orientar o desorientar la lectura, para lograr que el lector no se adelante al descubrimiento final, cuya gloria nadie debe arrebatar al héroe detective.

         El criminal se comporta, teóricamente, como un escritor, es decir, proponiendo una lectura del crimen. El criminal, de alguna forma, es el único que conoce, junto con el autor, el final de la historia. Es más, por su necesidad de impedir ser descubierto debe adelantarse, desde antes de cometer su criminal acción, a la lectura. Mentalmente debe leer antes lo que luego leerá el lector y su guía, el detective. Tiene la necesidad vital de intentar dirigir esa lectura hacia el fin que le interesa: su ocultamiento. En realidad, en toda narración literaria coexisten teóricamente dos textos, el texto que leemos y el texto que el criminal intentó que leyésemos. El momento clave de una obra policíaca es cuando la lectura que el criminal ha propuesto no tiene la suficiente calidad como para atrapar la atención total del detective, quien por su cuenta empieza a leer de otra forma, separándose de la teórica escritura que el criminal ha construido.

Por otro lado, si en el período clásico primaba la investigación sobre la acción, ahora hay un cambio de papeles y lo que vamos a encontrar es que la acción se superpone a la investigación, y el crimen, pieza fundamental del juego, deja de ser un elemento estático para ser un elemento dinámico, deja de ser el rey para ser la reina[10]. Cambia también el detective, el criminal, el referente social, pero en esta evolución no se pierde la esencia del género: el crimen, el detective y la investigación. Como dice Andreu martin:

…Si bien es verdad que, en las novelas de Raymond Chandler o de Dashiell Hammett, prima el realismo, la brutalidad y la denuncia de unas determinadas lacras sociales por encima del simple juego de «adivine usted quién es el culpable», también es verdad que los señores Chandler o Hammett, planteaban enigmas en sus novelas y hacían que sus detectives se movieran preocupados por resolverlos, y se empeñaban en mantener una intriga muy similar a las de sus colegas de tendencia «policíaca».

Al proponer un misterio por resolver, el autor está contrayendo un compromiso con el lector. El autor es consciente de que el planteamiento de un problema le garantiza una mayor expectación, las preguntas sin respuesta hacen que el lector avance con avidez en la lectura y conservan el interés a lo largo de capítulos que, por sí solos, podrían no tener ningún atractivo. Es perfectamente plausible que el autor defienda que le interesa mucho más la tesis contenida en su novela que el enigma que planteó en el capítulo primero, pero eso no le dispensa de terminar bien lo que comenzó. Tiene la obligación de dar respuesta a las preguntas que hizo, y tiene la obligación de darlas satisfaciendo las expectativas del lector. Porque esas son las reglas del juego.

Y éste es el momento de recordar que, desde sus inicios, la literatura policíaca es una propuesta de juego. Y esta propuesta no se perdió en su evolución hacia lo «negro»[11].

         Esta evolución se produce porque una nueva oleada de autores quiere hacer una novela policíaca más real, más dinámica, menos intelectual, es decir, menos “racional”. Y esto es porque esta evolución se encuentra inmersa en una sociedad determinada y surge como el testimonio de una época[12], la estadounidense, en la que los delincuentes controlan ciudades, en las que hay muchísima delincuencia urbana, una sociedad en la que se produce el crack de la Bolsa, en la que se pone en funcionamiento la ley seca, donde hay grupos de gansters tremendamente poderosos. Como dice Raymond Chandler:

[…]El realista de esta rama literaria escribe sobre un mundo en que los pistoleros pueden gobernar naciones y casi gobernar ciudades, en el que los hoteles, casas de apartamentos y célebres restaurantes son propiedad de hombres que hicieron su dinero regentando burdeles; en el que un astro cinematográfico puede ser el jefe de una pandilla, y en el que ese hombre simpático que vive dos puertas más allá, en el mismo piso, es el jefe de una banda de controladores de apuestas; un mundo en el que un juez con una bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la cárcel a un hombre por tener una botella de un litro en el bolsillo; en que el alto cargo municipal puede haber tolerado el asesinato como instrumento para ganar dinero, en el que ninguno puede caminar tranquilo por una calle oscura, porque la ley y el orden son cosas sobre las cuales hablamos, pero que nos abstenemos de practicar; un mundo en el que uno puede presenciar un atraco a plena luz del día, y ver quién lo comete, pero retroceder rápidamente a un segundo plano, entre la gente, en lugar de decírselo a nadie, porque los atracadores pueden tener amigos de pistolas largas, o a la policía no gustarle las declaraciones de uno, y de cualquier manera el picapleitos de la defensa podrá insultarle y zarandearle a uno ante el tribunal, en público, frente a un jurado de retrasados mentales, sin que un juez político haga algo más que un ademán superficial para impedirlo[13]

La novela policíaca ya no pretende tranquilizar ni satisfacer juegos racionales para aristócratas ociosos sino que trata de satisfacer necesidades emocionales y de reflejar —y denunciar en algunos casos— la deprimente realidad. Desgraciadamente, la realidad de los años cuarenta es mucho menos tranquilizadora que la de principios de siglo y la figura del detective pasa de un aficionado a un profesional, de un ganador a un perdedor, de la razón a la acción. Es decir, si antes el investigador se caracterizaba por usar la razón para resolver los crímenes, ahora, además de la razón, también va a utilizar la fuerza. A partir de la puesta en escena de las novelas de Hammett y Chandler, se producen una serie de cambios en este personaje. Pasa de ser un semidiós a un ser mortal. Raymond Chandler lo analiza así:

En todo lo que se puede llamar arte hay algo de redentor. Puede que sea tragedia pura, si se trata de una tragedia elevada, y puede que sea piedad e ironía, y puede ser la ronca carcajada de un hombre fuerte. Pero por estas calles bajas tiene que caminar el hombre que no es bajo él mismo, que no está comprometido ni asustado. El detective de esa clase de relatos tiene que ser un hombre así. Es el protagonista, lo es todo. Debe ser un hombre completo y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase más bien trajinada, un hombre de honor por instinto, por inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin decirlo. Debe ser el mejor hombre del mundo, y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creo que podría seducir a una duquesa, y estoy muy seguro de que no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las cosas.

Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería detective. Es un hombre común, porque si no no viviría entre gente común. Tiene un cierto conocimiento del carácter ajeno, o no conocería su trabajo. No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente o desapasionada venganza. Es un hombre solitario, y su orgullo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir, con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fingimientos y con desprecio por la mezquindad.

El relato es la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y no sería una aventura si no le ocurriera a un hombre adecuado para las aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno, pero que le pertenece por derecho propio, porque pertenece al mundo en que vive. Si hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él”[14].

         Chandler nos habla sobre la necesidad en el género de que haya un detective más realista, que sea más parecido a la gente corriente y no un ser a caballo entre el Olimpo y la tierra. Es por ello por lo que, como ya señalan Valles Calatrava y Jean Tourteau[15] entre otros, nos vamos a encontrar con una diferencia fundamental entre estos dos tipos de detectives, entre los Holmes o Poirot y los Marlowe o Spade, que hace referencia a cómo resuelven los crímenes, es decir, al método. Los primeros resolverán por un procedimiento lógico y racional, es decir, por la inteligencia; los segundos resolverán por medio de la fuerza, es decir, llegan al culpable del crimen a través de una búsqueda dinámica y no intelectual.

Investigar es buscar los datos necesarios para poder responder a las preguntas que en una narración policíaca suscita la evidencia de un crimen: quién lo hizo, cómo, por qué… Todo tiene causa, fundamento, intención, nada ocurre porque sí. Fijémonos en que las tres preguntas, a las que la investigación debe dar respuesta son anteriores al momento en que se inicia “in strictu senso” la acción narrativa policial. En la literatura de este género lo que pasa es lo que pasó. En otras palabras, la investigación tendrá como objetivo reconstruir el camino que desembocó en crimen. La novela policíaca sigue el orden inverso al de la novela de aventuras, ésta sigue el orden cronológico de los hechos mientras que la policíaca invierte este orden ya que la situación inicial que la policíaca plantea es el desenlace de la novela de aventuras[16]. En este sentido, Todorov dice que el discurso policíaco superpone dos series temporales: los días de la investigación que comienzan con el crimen y los días del drama que llevan a él. Esto es, el comienzo de la investigación se inicia con la comisión del crimen y su final debe situarnos al comienzo de la historia del crimen. Es decir, la narración policíaca contiene dos historias: la del crimen y la de la investigación[17]. La historia de la investigación puede contarse de diversos modos dependiendo del tipo de narrador. La historia del crimen es la historia de una ausencia y su mayor característica es que no puede presentarse directamente, sino que la vamos conociendo a medida que transcurre la historia de la investigación. Es por ello por lo que la historia del crimen hace referencia al orden artificial, que implica dos procesos literarios fundamentales: las inversiones temporales y los puntos de vista; y la historia de la investigación implica un lugar en el que se pueden justificar todos los procedimientos y hacerlos parecer “naturales”[18].

Ahora bien, la investigación como ingrediente central, básico de lo policíaco, no sólo debe de dar cuenta de las preguntas señaladas, cuyas respuestas proporcionan el castigo al culpable, sino que debe al mismo tiempo servir para recomponer la confianza que, a través del enigma y la sospecha, inauguró el crimen. Será, por tanto, un medio para descubrir al criminal y también un fin en sí mismo, puesto que la investigación será un proceso cuya andadura reconstruye paso a paso los valores sociales que el crimen, mientras permanezca sin esclarecer, ha puesto en solfa. Mientras el enigma permanece, la investigación está obligada a continuar. La investigación tiene que explicar todo lo inexplicable, esclarecer todo lo confuso.

Según Juan del Rosal, la novela policíaca nace siendo un problema matemático y la explicación del crimen y del criminal es especulativa, después pasa a ser un problema de deducción en el que se siguen una serie de datos empíricos y la explicación del crimen se hace por medio de la experimentación, y luego se convierte en un problema psicológico que explica el crimen a través de esta ciencia[19]. En la primera fase la figura del criminal queda empequeñecida hasta tal punto que el único motivo por el que aparece es para cometer el delito. En la segunda fase encontramos algo parecido, y la figura del criminal aparece como un elemento más de la probeta y el detective, casi de la misma forma que en la primera fase, apenas se encontrará directamente con él. En la tercera fase lo que ocurre es que el criminal es presentado como un ser vivo y real, no como una simple marioneta. Estas tres etapas en la evolución del género policíaco bien se podrían corresponder con la evolución que sufre el método de investigación llevado a cabo por el detective[20], aunque hay que añadir una cuarta, que es la que aparece con la irrupción del realismo:

  1. Primera fase o fase racional: prima por encima de todo la razón, y es a través de un proceso racional por el que llegará el detective a la solución del enigma planteado, de tal forma que “la cuestión del crimen en sí y de su descubrimiento en Poe no es más que un problema matemático. Si el hombre —en este caso el criminal— ha razonado el proyecto delictivo, nada más fácil para el detective que plantearse el descubrimiento del mismo, colocándose en un plano de pura abstracción. Tal hecho no se pudo cometer más que de esta forma; luego su pesquisa tendrá que ser orientada de esta manera. Para nada cuenta ni la infinita variedad de la vida real en que aparece inscrito el crimen; pero ni mucho menos el sujeto delincuente pesa en esta visión. Basta con sólo razonar inteligentemente, pues, la realidad es concebida conforme al esquema mental que el investigador se ha formado en su caletre. La vida no desmiente la mansa opinión de este fabuloso personaje que se llama C. Augusto Dupin, inclinado siempre a la abstracción, siempre seducido por la poderosa herramienta de la deducción”[21]. En esta primera fase se procede por medio de la lógica para enlazar las distintas piezas del puzzle y por eso la observación exhaustiva de los hechos no cobra una importancia notable, ya que a través de la lógica y del método deductivo el detective llegará a la solución, ya que puede predecir qué pasará sabiendo únicamente unos pocos datos. Aunque bien es cierto que el método de Dupin no es exactamente deductivo, no va de lo general a lo particular, del principio a la consecuencia, ni inductivo, de lo particular a lo general, sino que su método va lo particular, de los hechos esparcidos, a lo particular, las causas que los originan[22].
  2. Segunda fase o fase experimental: el método irá de la práctica a la teoría, es decir, entrará en juego la experimentación y, por consiguiente, la inducción. Holmes posee un saber enciclopédico que será lo que le ayude a resolver sus casos. Holmes “reduce los fondos inescrutables del comportamiento criminal a cálculo experimental y traduce las reacciones del criminal a un mínimo de posibilidades… Es un analista de la investigación criminal”[23]. Holmes es pura abstracción. Es por ello por lo que Holmes une a sus conocimientos su gran capacidad de observación y dice en un momento que “es un grave error formular una conclusión antes de haber reunido todos los datos necesarios; eso sólo conduce a errores”[24]. Su método se basa en el empirismo, en la observación, en la experimentación, en la inducción, para a través de ahí poder deducir la solución del enigma presentado[25]. Es el método que, por ejemplo, posteriormente utiliza Muñoz para resolver la partida de ajedrez, que lleva a la solución de los crímenes, en La tabla de Flandes: “Hay, además, otro método para averiguarlo, en realidad vamos a trabajar con él. Se llama análisis retrospectivo… Partiendo de una posición determinada en el tablero, reconstruir la partida hacia atrás para comprobar cómo se llegó a esa situación… Una especie de ajedrez al revés, para que me entiendan. Por inducción: se empieza por los resultados y se llega a las causas”[26]

En relación con el método de Holmes también se ha señalado, acertadamente, el uso del tercer tipo de razonamiento: la abducción. Si el método deductivo “depende de nuestra confianza en la habilidad de analizar el significado de los signos con los que, o por medio de los que, pensamos” y el inductivo “depende de nuestra confianza en que el curso de un tipo de experiencia no se modifique o cese”, el abductivo “depende de nuestra esperanza de adivinar, tarde o temprano, las condiciones bajo las cuales aparecerá un tipo determinado de fenómeno” y, por lo tanto, la abducción “nos permite formular una predicción general, pero sin garantía alguna de éxito en el resultado”[27]. En el tipo de razonamiento abductivo que aparece en la investigación criminal se parte de uno o más hechos sorprendentes y se termina postulando la hipótesis de algún  hecho particular que se cree que es la causa del primero[28]. Holmes en algunos casos inventa, ya que como dice Eco: “Etimológicamente, «invención» es el acto de descubrir alguna cosa que ya existía en alguna parte, y Holmes inventaba en el sentido que le da Miguel Ángel cuando dice que el escultor descubre en la piedra la estatua que ya está circunscrita por la materia y oculta bajo el mármol sobrante”[29].

  1. Tercera fase o fase psicológica: el método es psicológico. Poirot utiliza su experiencia de la propia vida para resolver los casos. Capacidad crítica, onda reflexiva y comportamiento inteligente. Mientras que en las otras dos fases lo que se pretendía era explicar, ahora se trata de aprehender. Lo que hace Poirot es introducirse en la mente del criminal para así comprender y dar respuesta al cómo y al porqué del crimen. Ahora ya no hace falta la observación directa del lugar del crimen para encontrar pistas que puedan apuntar en una u otra dirección, sino que la intuición lo cubre todo y será la relación directa con los testigos, entre los que se puede encontrar el criminal, la que lleve al detective a desentrañar el enigma.
  2. Cuarta fase o fase dinámica: es la que utilizan, por ejemplo, Spade o Marlowe. El detective ya no recurre a procesos intelectuales para resolver el caso que se le presenta, sino que principalmente debe moverse por el espacio novelesco para dar con la solución del caso. En este sentido, no tendrá ningún inconveniente en utilizar cualquier método para recopilar información, es decir, si es necesario recurrirá a la violencia. Junto a este dinamismo, se unirán las características de las otras fases, aunque aparecerán muy diluidas. El detective resolverá investigando, atando cabos sueltos, aunque ya no sea ni tan racional ni tan psicológico como los otros.

Los distintos métodos de investigación utilizados por los detectives y, por lo tanto, la distinta concepción del protagonista se debe a una evolución en el género que se produce por causas principalmente sociales y geográficas, y en ningún caso por una ruptura dentro del mismo. Al establecerse que el método para averiguar el crimen es diferente supone una distinta organización de los elementos de la trama y de las características del propio protagonista. Son significativas las palabras de Marlowe en El sueño eterno en relación a los detectives anteriores, al igual que hizo Holmes con Dupin: “No soy Sherlock Holmes ni Philo Vance. No es lo mío repetir investigaciones que la policía ha hecho ya, ni encontrar una plumilla rota y construir una caso a partir de ahí. Si cree usted que hay alguien trabajando como detective que se gana la vida haciendo eso, no sabe mucho de la policía”[30]. Aunque también, al igual que hacían los Holmes, su burla de los policías: “No hay más. Le he contado lo que pasó y le he entregado la prueba. Si no es usted capaz de llegar a algún sitio a partir de aquí, nada de lo que yo diga le ayudará”.[31]

Si en la novela policíaca tradicional o problema nos encontramos que el detective es un ganador, un personaje extraño capaz de seducir y asombrar a las personas que le rodean con sus dotes intelectuales, con la evolución realista el detective pasará a ser un perdedor, no se puede decir que su trabajo le haya permitido triunfar en la vida, a pesar de que siempre acabará resolviendo los casos que se le presentan, y su vida personal es un desastre, sobre todo en sus relaciones amorosas, donde la mujer aparece destinada a ser perdida como símbolo del fracaso personal del investigador. Este nuevo tipo de detective, tipo Spade, Marlowe, Hammer, Archer, Hopkins, etc., es un personaje solitario, aunque muchas veces aparezca rodeado de gente, aficionado al alcohol, sobre todo al whisky, y al sexo, que son sus vías de escape de un mundo que le maltrata[32]. Es un personaje duro tanto física como psicológicamente, sus puños son temidos, es capaz de encajar un golpe que mataría a un caballo y, en cuanto a su carácter, su cinismo e ironía son magníficos. La siguiente definición parece sacada de un retrato realista de cualquiera de ellos:

—Eres tan maravilloso —dijo—. Tan valiente, tan decidido, y trabajas por tan poco dinero. Todo el mundo te golpea en la cabeza y te estrangula y te machaca la mandíbula y te atiborra de morfina, pero tú sigues adelante con la cabeza baja hasta que los destrozas a todos. ¿Qué es lo que te hace ser tan maravilloso?[33]

Tanto un tipo de detective como otro atraen por un rasgo único que lo caracteriza y lo define frente al resto, a pesar de tener características comunes. En un magnífico artículo, Fernando Savater expone que no entiende “por qué ha de ser acatado como más verosímil el baqueteado detective de agencia envuelto en su vieja gabardina, agobiado por la sociedad corrompida pero conservando aún cierto fondo de nobleza y una enternecedora afición al bourbon o la chanfaina, que el sofisticado sabueso clásico, con batín y cachimba de espuma de mar, que entorna los ojos mientras murmura entre dientes «curioso… realmente curioso…»”[34]. No se trata de decir quién es mejor o más realista, quién es más inteligente o más violento, ya que todo se reduce a una cuestión: la verosimilitud. Una vez que aceptamos que ese detective podría existir entra en juego el subjetivismo del lector, ya que, en muchos casos, se decantará por un tipo de narración u otra en función de quién la protagonice, ya que en el proceso de la lectura se siente más identificado con un tipo de detective. Pero esto no quiere decir que las preferencias se encaminen hacia un detective racional o un detective realista, podemos perfectamente preferir a Holmes antes que a Rouletabille o Philo Vance, a Marlowe o a Carvalho antes que a Poirot. Elegimos un tipo de personaje que cuanto más se acerque a una condición mítica más grande será su poder de seducción, a pesar de que todavía no sepamos definir qué es eso que lo hace tan maravilloso y que nos atrae tanto de él. En todo caso, el ingenio y el arte del escritor siempre estarán presentes. Por lo tanto, y como dijo Savater, no hay que hablar en términos de elección entre un Holmes, Poirot, Guillermo de Baskerville o un Spade, Marlowe, Archer, sino en leer una buena historia bien contada sin tener que renunciar a ninguno de ellos.

Joseph Rouletabille

Fuente: um.es

Notas:

[1] Reproducimos a continuación la carta completa que Raymond Chandler envió a James Sandoe el 12 de mayo de 1949 donde deja expresada claramente su opinión al respecto:

“Admito que si no se puede crear un detective lo bastante dominante, se puede compensar en cierta medida implicándolo en los peligros y emociones de la historia, pero eso no representa un paso adelante, sino que es un paso atrás. Lo importante es que el detective exista completo y entero y que no lo modifique nada de lo que sucede; en tanto detective, está fuera de la historia y por encima de ella, y siempre lo estará. Es por eso que nunca se queda con la chica, nunca se casa, nunca tiene vida privada salvo en la medida en que debe comer y dormir y tener un lugar donde guardar la ropa. Su fuerza moral e intelectual es que no recibe nada más que su paga, a cambio de la cual protegerá al inocente y destruirá al malvado, y el hecho de que debe hacerlo mientras gana un magro salario en un mundo corrupto es lo que lo mantiene aparte. Un rico ocioso no tiene nada que perder salvo su dignidad; el profesional está sujeto a todas las presiones de una civilización urbana y debe elevarse por encima de ellas para hacer su trabajo. En ocasiones quebrantará la ley, porque él representa a la justicia y no a la ley. Puede ser herido o engañado, porque es humano; en una extrema necesidad puede llegar a matar. Pero no hace nada por sí mismo. Obviamente, esta clase de detective no existe en la vida real. El detective privado de la vida real es un mezquino juez de la Agencia Burns, o un pistolero sin más personalidad que una cachiporra, o bien un picapleitos o un embaucador de éxito. Tiene más o menos tanta estatura moral como un cartel de tráfico.

La novela policiaca no es y nunca será una «novela sobre un detective». El detective entra sólo como catalizador. Y sale exactamente como era antes de entrar”, en Raymond Chandler, El simple arte de escribir, Barcelona, Emecé, 2004, pp. 146-47.

[2] En relación con esta cuestión del espacio señalamos la predilección de la literatura policíaca hacia los lugares o espacios cerrados, que proviene según tratamos de expresar de una íntima exigencia del género al querer romper los espacios de seguridad del individuo a través del crimen, y al añadir lo cerrado como materialidad a lo cerrado en cuanto espacio social ha dado lugar a una especie de subgénero temático dentro de lo policial: los casos de “recinto cerrado”. Estos casos aportan un problema de enorme atracción al interés propio de toda novela o relato policíaco, pues al ¿quién lo hizo? que la narración debe contestar, se añade imperiosamente el ¿cómo pudo hacerlo? y hasta tal punto pasa así, que la primera de las preguntas, lo que podemos llamar cuestión primordial de lo policíaco, se difumina y pierde relieve ante el enigma que plantea la segunda.

[3] Véase Wystan Hugh Auden, “La vicaría de la culpa”, en La mano del teñidor, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 1999.

[4] “Lo importante con Marlowe es recordar que es un personaje en primera persona, lo muestre o no en un guión radial. Un personaje en primera persona tiene la desventaja de que debe ser mejor persona para el lector que lo es para sí mismo. Demasiados personajes en primera persona dan una impresión ofensivamente engreída. Eso está mal. Para evitarlo, no siempre deben darle a él la réplica de impacto o la réplica final. Ni siquiera con frecuencia. Que otros personajes se lleven los aplausos. Que él se quede sin chistes, en la medida de lo posible… uno de los trucos más eficaces de Marlowe era simplemente darle al otro la oportunidad de lucirse, y no decir nada. Eso pone al otro bajo los reflectores. Una ironía devastadora pierde gran parte de su fuerza cuando no provoca ninguna respuesta, cuando el otro se va en silencio. Entonces el mismo que habló debe responderse, o rendirse.

No haga que Marlowe diga nada sólo para ganarles a los otros personajes. Cuando sale con una broma o una ironía, debería serle arrancada emocionalmente, de modo que esté descargando un sentimiento y no pensando siquiera en ganarle a nadie. Si usan símiles, traten de hacerlos a la vez extravagantes y originales. Y está la cuestión de cómo se pronunciará la frase descortés. Cuando más dura la ironía, menos enérgico tendrá que ser el modo en que se lo diga. No debe haber ningún efecto de regodeo”, en Raymond Chandler, “Carta a Ray Stark”, en El simple arte de escribir, cit., pp. 122-23.

[5] Arthur Conan Doyle, El signo de los cuatro, en Todo Sherlock Holmes, Barcelona, Cátedra, 2004, p. 577.

[6] Ibídem.

[7] Julian Symons, Historia del relato policial, Barcelona, Bruguera, 1982, p. 21.

[8] Ibídem, p. 20

[9] Michael Connelly, Más oscuro que la noche, Barcelona, Ediciones B, 2004, p. 18.

[10] Guillermo Cabrera Infante, “La ficción es el crimen que paga Poe”, en Novela criminalLos Cuadernos del Norte, 19, 1983, pp. 2-7.

[11] Andreu martin, “La novela policíaca / negra como hecho lúdico”, en Juan Paredes Núñez (ed.), La novela policíaca española, Granada, Universidad de Granada, 1989, pp. 28-9.

[12] Javier Rodríguez Pequeño, Cómo leer a Umberto Eco: El nombre de la rosa, Madrid-Gijón, Júcar, 1994, p. 35.

[13] Raymond Chandler, El simple arte de matar, Barcelona, Bruguera, 1980, p. 326.

[14] Ibídem, pp. 326-327.

[15] José R. Valles Calatrava, La novela criminal española, cit. p. 75; Jean Jacques Tourteau, D’Arsène Lupin à Sanantonio: le roman policier français de 1900-1970, Tours, Mame, 1970, p. 193.

[16] Josée Dupuy, Le roman policier, París, Larousse, 1974, p. 64.

[17] Tzvetan Todorov, “Typologie du roman policier”, en Tzvetan Todorov, Poétique de la prose, París, Seuil, 1971, pp. 55-65.

[18] Ibídem.

[19] Juan del Rosal, Crimen y criminal en la novela policíaca, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1947, p. 85.

[20] Ibídem, pp. 52-96.

[21] Ibídem, p. 58.

[22] Josée Dupuy, Le roman policier, cit., p. 18.

[23] Ibídem, p. 70.

[24] Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata, en Todo Sherlock Holmes, cit., p. 62.

[25] En este sentido Josée Dupuy, en Josée Dupuy, Le roman policier, cit., p. 31, dice que el método de Holmes no tiene nada de científico ni de riguroso y que la rapidez de su lógica es la condición necesaria para su éxito. Por ello, en un momento Watson dice que “no existía para mí mayor placer que seguir a Holmes en todas sus investigaciones y admirar las rápidas deducciones, tan veloces como si fueran intuiciones, pero siempre fundadas en una base lógica, con las que desentrañaba los problemas que se le planteaban”, en Arthur Conan Doyle, La banda de los lunares, en Todo Sherlock Holmes, cit., p. 186.

[26] Arturo Pérez Reverte, La tabla de Flandes, Barcelona, El Mundo, 2001, p. 84.

[27] Thomas A. Sebeok, “One, two, three… uberty”, en Umberto Eco y Thomas A. Sebeok (eds.), El signo de los tres, Barcelona, Lumen, 1989, p. 29.

[28] Este tipo de abducción se ocupa de la naturaleza de los textos. Hay otro tipo que hace referencia a los descubrimientos científicos y, por lo tanto, se ocupa de la naturaleza de los universos: se parte de uno o más hechos sorprendentes y se concluye con la hipótesis de una ley general. Sin embargo, la diferencia entre estos dos tipos de abducción desaparece “si asumimos que tratamos de con universos como si fueran textos, y con textos como si fueran universos”. Uniendo entonces estas dos formas de abducción, lo que hace Eco es mostrar los diferentes tipos de abducción: la hipótesis o abducción codificada, la abducción hipocodificada, la abducción creativa y la meta-abducción. Umberto Eco, “Cuernos, cascos, zapatos: algunas hipótesis sobre tres tipos de abducción”, en Umberto Eco y Thomas A. Sebeok (eds.), El signo de los tres, cit., pp. 265-294.

[29] Ibídem, p. 288.

[30] Raymond Chandler, El sueño eterno, Madrid, Alianza, 2001, p. 219.

[31] Raymond Chandler, Adiós, muñeca, Madrid, El País, 2004, p. 41.

[32] Raymond Chandler escribía lo siguiente: “¿por qué trabaja por un mendrugo? La respuesta a esa pregunta es toda la historia, la historia que siempre se está escribiendo de modo indirecto y nunca completa, ni siquiera clara. Es el combate de todos los hombres fundamentalmente honestos por ganarse la vida con decencia en una sociedad corrupta. Es un combate imposible; no puede ganar. Puede ser pobre y amargado y desahogarse en bromas y en amoríos casuales, o puede ser corrupto y amistoso y rudo como un productor de Hollywood”, en Raymond Chandler, “Carta a John Houseman”, en El simple arte de escribir, cit., pp. 159-60. Y más adelante dice que “si rebelarse contra una sociedad corrupta equivale a ser inmaduro, entonces Philip Marlowe lo es en extremo. Si ver la basura donde hay basura constituye una señal de inadaptación social, entonces Philip Marlowe es un inadaptado. Por supuesto, Marlowe es un fracasado, y lo sabe. Es un fracasado porque no tiene dinero”, en Raymond Chandler, “Carta al señor Inglis”, en El simple arte de escribir, cit., p. 211.

[33] Raymond Chandler, Adiós, muñeca, cit., p. 281.

[34] Fernando Savater, “Novela detectivesca y conciencia moral”, en Sobre vivir, Barcelona, Ariel, 1985, p. 112.


Sherlock Holmes

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La amante cartesiana, una historia matemática

noviembre 20, 2019

La amante cartesiana

MATEMOCIÓN

No es la primera vez que escribo en la sección Matemoción del Cuaderno de Cultura Científica sobre matemáticas y cómics. He dedicado una serie de entradas a las matemáticas de la novela gráfica Habibi (Astiberri, 2011), de Craig Thompson (véase Habibi y los cuadrados mágicosparte 1parte 2 y parte 3), y otra a las matemáticas del cómic Ken Games (Diábolo, 2009-10), de José Robledo (guionista) y Marcial Toledano (dibujante) (véase la entrada Las matemáticas en el cómic Ken Games).

En la entrada de hoy vamos a centrar nuestra atención en la novela gráfica La amante cartesiana (Egales, 2016), escrita por Paloma Ruiz Román y dibujada por Juan Alarcón.

Portada de la novela gráfica La amante cartesiana, de Paloma Ruiz Román (guión) y Juan Alarcón (dibujo), publicada en 2016 por la editorial Egales

La historia de esta novela gráfica está inspirada en un artículo del matemático José Manuel Rey, de la Universidad Complutense de Madrid, titulado A Mathematical Model of Sentimental Dynamics Accounting for Marital Dissolution (algo así como Un modelo matemático sobre la dinámica sentimental para explicar los divorcios), publicado en 2010, en la revista científica PLOS ONE (esta revista está publicada por la Public Library of Science, que es una organización editorial estadounidense sin ánimo de lucro que tiene como objetivo la publicación de una serie de revistas científicas de contenido abierto).

Este artículo, por su temática, tuvo cierta repercusión en los medios de comunicación. Por ejemplo, en ABC Ciencia se publicó un artículo con el título “El amor para siempre está destinado al fracaso, según una fórmula matemática”. O en el periódico Público apareció otro artículo con un título más destinado a llamar la atención que a describir la realidad de la investigación matemática explicada en el mismo, “El amor no existe, según las matemáticas”, con la volanta más descriptiva, aunque aún un poco exagerada “Un científico español elabora un modelo teórico que sugiere que las relaciones sentimentales duraderas y satisfactorias son prácticamente imposibles”. Y este artículo, con toda probabilidad, fue leído por la autora de La amante cartesiana.

La novela gráfica empieza presentando, en las primeras páginas, la relación sentimental entre la protagonista, una profesora de matemáticas de un instituto de enseñanza secundaria, a la cual se va a ver dando clase en varias páginas de la novela gráfica, y su pareja, una fotógrafa, que más adelante en la historia viajará a Islandia para realizar un reportaje fotográfico durante seis meses.

Página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que se ve a la protagonista, una profesora de matemáticas de enseñanza secundaria, dando clase de matemáticas. En concreto, explicando algunas propiedades del número dos

Presentada la relación sentimental de esta pareja, se muestra un dibujo, de página completa, que ofrece a la persona que lee el cómic la primera pista sobre cuál va a ser el tema de la novela gráfica. En la misma se ve al matemático ruso Lev Poltryagin escribiendo fórmulas matemáticas en una pizarra, además del texto “El matemático ruso Lev Poltryagin elaboró en la década de los cincuenta la teoría de control óptimo, alumbrada para solucionar un contratiempo con un avión de combate soviético. Pero nunca imaginó que unos años más tarde se emplearía para explicar por qué hay un divorcio aproximadamente cada 80 segundos”. Por lo tanto, uno de los puntos de partida de la novela gráfica es el fracaso de las relaciones de pareja.

Página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que se ve al matemático ruso Lev Poltryagin frente a una pizarra

La historia continúa hasta que la fotógrafa debe emprender su viaje a Reikiavik, dejando a la matemática sola, sumida en una cierta tristeza. Y entonces llega la segunda información relevante, relacionada con el artículo del matemático madrileño José Manuel Rey, sobre la historia que nos están contando. Un dibujo a página completa de la protagonista, acompañada de imágenes de su pareja, de un avión, de una ciudad y de fórmulas matemáticas. Todo ello acompañado de dos textos explicativos.

El primero: “En 2010, fue el matemático José Manuel Rey quien, combinando la segunda ley de la termodinámica con las ecuaciones de control óptimo, sacó a la luz una fórmula de conclusiones poco esperanzadoras: el amor no perdura”.

Y el segundo “Las matemáticas, disciplina capaz de explicar cualquier suceso que se repita, toman como punto de partida en la fórmula lo que se puede considerar un hecho común: las relaciones por sí solas, es decir, la sustancia que las mantiene vivas, tienden a extinguirse”.

Página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que se hace hincapié en el artículo del matemático José Manuel Rey, en el que se modeliza las relaciones de pareja

El tema para la novela gráfica está servido, la fragilidad de las relaciones de pareja, y su fuente de inspiración es el artículo A Mathematical Model of Sentimental Dynamics Accounting for Marital Dissolution en el que se obtiene un modelo matemático para describir la dinámica de las relaciones sentimentales.

Como se cita en la introducción del artículo publicado por PLOS ONE, la mayoría de las personas mencionan el amor y las relaciones de pareja cuando se les pregunta por los elementos importantes para tener una vida feliz. Además, cuando las personas inician una relación amorosa a largo plazo, lo hacen bajo la premisa de vivir juntas y felices para siempre. Sin embargo, las altas tasas de divorcios, por ejemplo, en Estados Unidos y Europa, donde prácticamente una de cada dos parejas acaba en divorcio, ponen de manifiesto cierto fracaso de las relaciones sentimentales. Es lo que el matemático de la Universidad Complutense de Madrid llama la “paradoja del fracaso”, es decir, aunque en la base de las relaciones sentimentales está el que duren para siempre, muy probablemente fracasarán.

El sicólogo estadounidense John Gottman, que se ha hecho famoso por su trabajo sobre la predicción del divorcio y la estabilidad en las relaciones sentimentales, fue uno de los primeros en utilizar las matemáticas para estudiar las relaciones de pareja, en concreto, utilizó una ecuación diferencial basada en lo que llama la “segunda ley de la termodinámica para las relaciones sentimentales”, es decir, al igual que un recipiente caliente se enfriará si no se le suministra calor, las relaciones sentimentales se deteriorarán si no reciben un aporte de “energía” que compense esa tendencia al enfriamiento. Aunque, como pone de manifiesto el sociólogo estadounidense, sería interesante poder contar con un modelo matemático que describa la dinámica de las relaciones de pareja y esto es lo que hizo el matemático de la Universidad Complutense de Madrid.

Parte de una página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que se aparece la protagonista dando clase de matemáticas, en concreto, hablando del número uno

Todo modelo matemático intenta describir el “objeto de interés”, en este caso la dinámica de las relaciones sentimentales, simplificando el problema, intentando quedarse con las partes esenciales del mismo. Uno de los ejemplos más ilustrativos de esta situación es el grafo del problema de los puentes de Königsberg, que está en el origen de la teoría de grafos (véase el libro Del ajedrez a los grafos (RBA, 2015) o la entrada El problema de los tres caballeros y los tres criados). Cuanto más se simplifique, más manejable será el modelo, más claras y útiles serán las conclusiones, aunque también puede ocurrir que perdamos parte de la información en el proceso de abstracción; pero si no se simplifica lo suficiente el problema, el modelo puede ser demasiado complejo para tratarlo y las conclusiones serán menos útiles. Algo así como ocurre con los mapas. En los mapas siempre se pierde parte de la información, pero son muy útiles. Por ejemplo, entre los mapas más importantes para su uso en la navegación están los que preservan los rumbos, los ángulos, sin embargo, estos no preservan las áreas, los caminos más cortos, ni las distancias; o los que son buenos para la divulgación o la comunicación de información porque preservan las áreas, fallan con los rumbos, los caminos más cortos o las distancias; y lo mismo ocurre con otros mapas (véase El sueño del mapa perfecto (RBA, 2011) o las entradas Imago Mundi, 7 retratos del mundoImago Mundi, otros 6 retratos del mundoImago Mundi, finalmente 9 retratos más del mundo). Por otra parte, el mapa de escala 1:1 que es (o sobre) la Tierra misma, como en el texto de Borges Del rigor de la ciencia, es el más exacto de todos, pero inútil e inservible.

Del rigor de la ciencia

…En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

SUÁREZ MIRANDA: Viajes de varones prudentes, libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658.

La historia elabora un concepto encontrado en Silvia y Bruno de Lewis Carroll: un mapa ficticio que tenía una escala de «una milla por milla». Uno de los personajes en la historia de Carroll hace notar varias de las dificultades prácticas con el mapa y asegura que «ahora usamos el país mismo como su propio mapa, y [le] aseguro que funciona casi igual de bien».

El matemático José Manuel Rey, para realizar su modelo matemático de la dinámica de las relaciones sentimentales, asume que las parejas estarán formadas por individuos más o menos similares, que se da la “segunda ley de la termodinámica para las relaciones sentimentales” y que dos elementos fundamentales en las relaciones de pareja son el sentimiento de bienestar que se siente dentro de la pareja y el esfuerzo que se va realizando desde que empieza la relación. Entonces, utilizando teoría de control óptimo (que es la que desarrolló el matemático ruso Lev Pontryagin), obtuvo la fórmula que describe la dinámica de las relaciones de pareja, que se incluye también en la novela gráfica.

La fórmula matemática obtenida por el matemático José Manuel Rey para describir la dinámica de las relaciones sentimentales. La imagen pertenece al artículo del periódico Público

Esta fórmula está incluida en el cómic, cuando se está produciendo la separación emocional de la pareja protagonista. De nuevo, en un dibujo de página completa, donde se muestra a la fotógrafa trabajando en Islandia, se incluye y se explica la fórmula, que en el texto se denomina “la fórmula matemática del desamor”.

Parte de una página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que se aparece la protagonista dando clase de matemáticas, en concreto, hablando del número uno

La información que proporciona la fórmula, la variable W, es la “felicidad del matrimonio” (entendiendo matrimonio en un sentido amplio). La fórmula consta de una integral, que como dice el texto “la integral suma las sensaciones cotidianas”. Y dentro de la integral hay dos partes, una positiva, que como dice en el comic “este grupo de variables es el bienestar que se siente dentro de la pareja”, y otra negativa, descrita como “este otro conjunto mide el coste del esfuerzo desde el inicio de la relación”.

Más adelante, cuando la relación entre la protagonista y su pareja ya se ha roto, se incluye otro dibujo con una metáfora sobre el significado del estudio, que seguramente fue fruto de las conversaciones entre la escritora y el matemático. En concreto se añade el texto “Tal y como explica Rey, la manera más sencilla de entender por qué se repite el hecho de que las relaciones no funcionen es a través de la metáfora del jardín”. Y nos la explica: “Para que las plantas se mantengan frondosas durante toda la vida, hay que aportar abono, agua y cuidados. Todo en su justa medida”. Y concluye: “Pero este esfuerzo continuo no es gratuito. Tiene un coste que suele ser excesivo, apocando antes o después a las plantas a un estado marchito”.

Parte de una página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que la protagonista reflexiona sobre las conclusiones del modelo matemático de la dinámica de las relaciones sentimentales

En otra página, que vemos en la anterior imagen, la protagonista reflexiona sobre las conclusiones que nos ofrece el modelo matemático de la dinámica de las relaciones de pareja. Recogiendo las palabras del autor del estudio: “el esfuerzo que es necesario para que una relación funcione siempre será mayor que el esfuerzo que esperamos tener que realizar para ello”.

Y se continúa afirmando en La amante cartesiana “o lo que es lo mismo, hagamos lo que hagamos para que una relación salga bien, siempre será insuficiente, ya que la tendencia natural conduce a la dejadez y, con ella, al fracaso”.

Como reacción a este pensamiento negativo que domina a la protagonista, fruto de su ruptura sentimental, la última parte de la novela es un alegato a favor del amor y las relaciones sentimentales.

Aunque el estudio matemático sobre la dinámica de las relaciones de pareja es la parte matemática central de esa novela gráfica de Paloma Ruiz Román y Juan Alarcón, lo cierto es que la ciencia de Pitágoras impregna toda la historia. Veamos algún ejemplo.

La protagonista de La amante cartesiana, que como hemos comentado es profesora de matemáticas en un instituto de enseñanza secundaria, explicará a sus estudiantes propiedades de ciertos números particulares en paralelo a su historia sentimental. Así, explica en clase algunas propiedades del número 2, cuando se presenta a la pareja en las primeras páginas, como que el 2 es el único número primo par y que es el único número tal que la suma consigo mismo es igual al producto consigo mismo, es decir, 2 + 2 = 2 x 2. Por otra parte, cuando la protagonista se queda sola, por el viaje de su pareja, habla a la clase del número 1, mientras que cuando su relación se rompe lo hace sobre el 0.

Por otra parte, cuando una tercera persona entra en escena, la profesora hablará del número pi, que no es 3, pero está muy cerca (3,14159…), y lo hace en relación con la poesía. En concreto, la bailarina a la que conoce la protagonista le lee una poesía con sabor matemático, el poema Escrito con tiza del poeta chileno Oscar Hahn, que incluimos a continuación.

ESCRITO CON TIZA

Uno le dice a Cero que la nada existe
Cero replica que Uno tampoco existe
porque el amor nos da la misma naturaleza

Cero más Uno somos Dos le dice
y se van por el pizarrón tomados de la mano

Dos se besan debajo de los pupitres
Dos son Uno cerca del borrador agazapado
y Uno es Cero mi vida.

Detrás de todo gran amor la nada acecha.

La protagonista tras escuchar el poema, le contesta que “tiene la estructura de una ecuación, de un problema matemático” y realiza un análisis matemático de la misma. Este es el estudio que realizó el chileno Camilo Herrera y que podéis leer aquí.

Parte de la página de la novela gráfica La amante cartesiana, en la que la protagonista explica a su clase el poema irracional relacionado con el número pi del ajedrecista Manuel Golmayo

Tras esa relación entre matemáticas y poesía, en la siguiente escena de la novela gráfica, se ve a la protagonista hablando a sus estudiantes de un poema del ajedrecista español Manuel Golmayo (1883-1973) relacionado con el número pi. En concreto, uno de esos poemas, que en ocasiones son denominados irracionales, en los que cada palabra del poema tiene tantas letras como indican los dígitos del número pi (o también podría ser otro número irracional, como la razón aurea phi o el número e). El poema es el siguiente.

Soy y seré a todos definible, [3,14159]

mi nombre tengo que daros, [26535]

cociente diametral siempre inmedible [8979]

soy de los redondos aros [32384]

Pero en la novela gráfica hay más matemáticas. Descartes, Kepler, la música de las esferas, el azar o la probabilidad son algunas de las cuestiones matemáticas que también encontraréis en esta historia, pero eso lo descubriréis cuando disfrutéis de su lectura. Para terminar, os dejo con el problema de ingenio (relacionado con el problema amoroso de la protagonista) planteado por la profesora de matemáticas en el cómic.

Problema: Supóngase que los dos enunciados siguientes son verdaderos:

(1) Quiero a Elena o quiero a Adriana.

(2) Si quiero a Elena entonces quiero a Adriana.

¿Se sigue necesariamente que quiero a Elena? ¿Se sigue necesariamente que quiero a Adriana?

Bibliografía

1.- Paloma Ruiz Román, Juan Alarcón, La amante cartesiana, Egales, 2016.

2.- José Manuel Rey, A Mathematical Model of Sentimental Dynamics Accounting for Marital Dissolution, PLOS ONE, vol. 5, 2010.

3.- Periódico ABC: El amor para siempre está destinado al fracaso, según una fórmula matemática, Judith de Jorge, 13 de mayo de 2010.

4.- Periódico Público: El amor no existe según las matemáticas, Manuel Ansede, 25 de abril de 2010.

5.- Raúl Ibáñez, Del ajedrez a los grafos, la seriedad matemática de los juegos, El mundo es matemático, RBA, 2015.

6.- Raúl Ibáñez, El sueño del mapa perfecto, cartografía y matemáticas, El mundo es matemático, RBA, 2010.

7.- Camilo Herrera, La solución de la ecuación poética

Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaborador de la Cátedra de Cultura Científica

Fuente: culturacientifica.com, 20/11/19.

Paloma Ruiz Román

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Los libros que leía Arthur Conan Doyle

abril 20, 2019

¿Qué libros leía Arthur Conan Doyle?
Por Ruben H. Ríos

La Biblioteca Nacional expone libros que pertenecieron al creador de Sherlock Holmes, con joyas del coleccionista Bill Zachs que nunca antes habían sido ofrecidas al público.

El martes 23 de abril, en la Biblioteca Nacional, se inaugura la exposición Los libros de sir Arthur Conan Doyle en las salas Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. La muestra se basa en la colección del escritor y coleccionista británico William Zachs, que adquirió gran parte de la biblioteca personal del creador de Sherlock Holmes, y en material del patrimonio de la Biblioteca. Además de consagrar dos salas a sus dos personajes más conocidos, Sherlock Holmes y el profesor Challenger (el zoólogo de la novela El mundo perdido, publicada en 1912 y otros relatos), la exhibición incluye también aspectos menos conocidos de Doyle, quien fue autor de novelas históricas y de ciencia ficción, ensayos, poemas, obras de teatro, libros de historia bélica, criminología y sobre fenómenos paranormales. Doyle escribió cuatro novelas y 56 relatos sobre el detective privado Sherlock Holmes, el héroe literario que más ha sido llevado al cine, con más de 250 películas.   

La exposición recrea la mítica Baker Street londinense (Sherlock Holmes vivía en la dirección ficticia 221B Baker Street) y se organiza en varios ejes. En el espacio dedicado a Holmes se exponen libros originales, adaptaciones y anotados, pero también las versiones y parodias del paradigmático detective y sus antecedentes literarios, como Edgar Allan Poe, Emile Gaboriau, Henry Cauvain (su primera novela, Maximilien Heller, publicada en 1871,  protagonizada por el detective del mismo nombre, influyó en gran medida en Conan Doyle para crear a Holmes) y Raúl Waleis (seudónimo del escritor y jurista argentino Luis V. Varela, uno de los  miembros destacados de la generación del 80 e iniciador de la novela policial en español). En la otra sala, dedicada al profesor Challenger, se exhiben libros, escenografía, ilustraciones, mapas, adaptaciones y fotos de películas. En otro sector se muestra un retrato de la relación de Conan Doyle con el espiritismo con escritos e imágenes acerca del tema y su amistad trunca con el ilusionista Harry Houdini.

De familia irlandesa católica y médico, Doyle adhirió al espiritismo cuando todavía no era un escritor famoso, luego de leer las obras de John Worth Edmonds, presidente del Senado y luego juez de la Corte Suprema de Nueva York, y del célebre naturalista inglés Alfred Russel Wallace, ambos espiritistas. Cuando se publicó Estudio en escarlata (1888), la primera novela de Sherlock Holmes, el arquetipo del detective racional e infalible, su autor practicaba sesiones mediúmnicas e investigaba fenómenos extraños y paranormales como integrante de la Sociedad para la Investigación Psíquica (SPR), fundada en Londres en 1882, la primera organización parapsicológica del mundo.

Se exhiben también obras que otros escritores le dedicaron a Doyle, como J.M. Barrie (el creador de Peter Pan) o H.G. Wells, libros que usaba como inspiración y en los cuales realizaba anotaciones, y ejemplares de sus escritos corregidos de puño y letra, y se proyectan películas, series y animaciones en televisión de diferentes épocas y países. En la Plaza del Lector Rayuela se exhiben afiches de películas y series televisivas de Sherlock Holmes.

La muestra Los libros de sir Arthur Conan Doyle es de entrada libre y gratuita.

Fuente: perfil.com, 20/04/19.

Sherlock Holmes 02 los bailarines
Inauguración 23/04/19. Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Julio Verne, un gran visionario

febrero 8, 2019

Jules Verne es uno de los escritores más importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en la literatura vanguardista y el surrealismo,​ y desde 1979 es el segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie.​ Se le considera, junto con H. G. Wells, el «padre de la ciencia ficción».

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Aprende a encriptar mensajes como lo hacía Julio Verne

Por Azucena Martín – 08/02/19

Julio Verne fue un gran amante de la criptografía, por lo que dejó un gran número de mensajes ocultos en buena parte de sus novelas. Nombres que esconden fórmulas matemáticas, misteriosos anagramas y, sobre todo, mensajes encriptados por transposición, eran sus recursos favoritos para hacer al lector partícipe de su obra.

Aprende a encriptar mensajes como lo hacía Julio Verne

Tal día como hoy, en 1828, nacía en Nantes el escritor y visionario de la ciencia Julio Verne. Lo hacía en el seno de una familia en la que predominaban las personas dedicadas a las leyes y al ejército. Este fue el motivo que le llevó a seguir la estela de su padre, licenciándose en derecho, a pesar de que la ciencia y la literatura eran sus dos grandes pasiones.

Pero no dejó de lado ninguna de las dos, sino todo lo contrario. Supo unirlas hasta el punto de convertirse en uno de los mejores escritores de ciencia ficción de la historia. Aunque sus obras tenían más ciencia que ficción, pues en muchas de ellas se describían grandes avances de la ciencia y la ingeniería, incluso antes de que vieran la luz en la vida real.

Además, también destacó por su afición a la criptografía, que le llevó a incluir todo tipo de códigos secretos en sus novelas, de modo que el lector pudiese participar en su resolución, junto a los protagonistas de la historia. Uno de sus métodos favoritos era el cifrado por transposición, una técnica que aparece en clásicos como Viaje al Centro de la Tierra y en títulos menos conocidos, pero igualmente interesantes, como La Jangada.

Cuando el lector se transforma en detective

No todas las obras de Julio Verne albergan un mensaje oculto en su argumento. Sin embargo, sí que podría decirse que la inmensa mayoría de ellas esconden algún pequeño detalle, como algún anagrama que pasa desapercibido o alguna inscripción con descripciones ingeniosas. Pero, sin duda, lo que más le gustaba era ocultar mensajes en los nombres de sus personajes. Tanto, que hay incluso quien lo acusó de pertenecer a la masonería. Fuera cierto o no, le encantaba jugar con sus lectores, con nombres como el del protagonista El Secreto de MatsonAlcides Pierdeux. En realidad, el nombre está compuesto por la unión de pi-r-deux (pi-r-dos), que respondería a la fórmula del área de la circunferencia: pi por erre al cuadrado. Otro de sus personajes más emblemáticos, Héctor Servadac, también cuenta con un truculento mensaje en su nombre, pues al darle la vuelta se puede leer: “cadavers”, que significa cadáveres en francés.El nombre de uno de sus personajes esconde la fórmula del área de la circunferencia

Pero más allá de esto se encuentran los mensajes cifrados que traen de cabeza a lectores y protagonistas durante toda la trama. Por lo general suele recurrir a la transposición, un método que ya era usado en la antigüedad por los espartanos, quienes utilizaban un pergamino enrollado sobre una estaca para ordenar las letras que se habían desordenado para dar lugar al mensaje oculto. ¿Pero en qué consiste exactamente este método?

Un ejemplo práctico

Para comprenderlo, lo mejor es recurrir a un ejemplo práctico. Imaginemos que queremos cifrar este mensaje: Feliz cumpleaños, Julio Verne.

Para encriptar el mensaje es necesaria una clave, bien numérica o bien en forma de palabra. Normalmente se suele usar una palabra. En este caso vamos a utilizar la palabra JULIO. A continuación es necesario escribir debajo de cada letra un número que indique el orden que ocupa en el alfabeto. Si hay alguna repetida, se ordenan de izquierda a derecha. En este caso quedaría de esta forma, pues la primera que aparece en el abecedario es la I, después la J, a continuación la L, luego la O y finalmente la U:

JULIO
25314

El siguiente paso es escribir todo el mensaje, cada letra debajo de una de las letras de la palabra clave.

Finalmente, las columnas resultantes se desordenan siguiendo el orden pautado por los números que hemos escrito debajo de la palabra. Se escribe primero la columna que quedó debajo del 1, después la que se situó bajo el 2 y así sucesivamente.

El mensaje resultante, por lo tanto, sería este: ipolr/Fce,oe/lmñue/zlsin/euaJV

En el caso contrario, la persona que recibe el mensaje, sabiendo la palabra clave, solo tendrá que colocar las columnas en el lugar que les corresponda, empezando por poner la primera palabra del mensaje debajo del 1.

Finalmente, colocadas todas las columnas, solo queda leer el mensaje definitivo: Feliz cumpleaños, Julio Verne.

Uno de estos mensajes ocultos aparece al inicio de la novela La Jangada, aunque en este caso no se trata de una frase tan simple, sino de la narración que servirá para resolver un crimen. Por eso es una novela para leer sin perder de vista un papel y un lápiz.

Fuente: hipertextual.com, 08/02/19

Otros artículos sobre criptografía:

Sherlock Holmes y la criptogafía

Más información:

Una joya recuperada de Julio Verne

El Conde de Chanteleine, la novela censurada de Julio Verne

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Las 5 mejores novelas de Julio Verne, el hombre que nos hizo soñar con viajes extraordinarios

Por Javier Lacort. 

Las 5 mejores novelas de Julio Verne, el hombre que nos hizo soñar con viajes extraordinarios
Julio Verne

Julio Verne (Nantes, 1808) es uno de los escritores más importantes de la historia a nivel mundial, con especial influencia en Europa. Desde 1979 es el segundo autor más traducido del mundo, después de Agatha Christie. Se le considera junto a Welles como el padre del genéro ciencia-ficción, y es que su influencia en este género es profundísima. Su obra más famosa es el conjunto de novelas «Viajes extraordinarios», que agrupa todos los relatos de aventuras que escribió entre 1863 (Cinco semanas en globo) y 1918 (La impresionante aventura de la misión Barsac). Estas son sus cinco mejores novelas. Por supuesto, es una lista subjetiva y nada excluyente. Si consideras que el orden ha de ser otro o incluso las novelas escogidas no son las correctas, no pasa nada. Primero, porque por supuesto es subjetivo. Segundo, porque jamás discutiré por dejar más abajo que otras a las obras de Verne. Disfruten, que para eso está su legado.

1. Viaje al centro de la Tierra

Narrada por el protagonista Axel, sobrino del profesor Otto Lidenbrock y novio de su ahijada Graüben. Dicho profesor descubre un pergamino con un texto cifrado, realizado por Arne Saknussemm, un sabio islandés del siglo XVI que afirma que llegó al centro de la Tierra.

El profesor está dispuesto a lograr el mismo hito, llegar al centro de la Tierra, y se lanza a la aventura acompañado por Axel y Hans, un guía islandés que hasta entonces se dedicaba a cazar aves de Islandia llamadas «eíderes». El viaje comienza adentrándose en un volcán. A partir de ahí, el grupo vive todo tipo de aventuras y realiza multitud de descubrimientos. Desde un mundo mesozoico enterrado en lo más profundo del subsuelo volcánico hasta iluminación eléctrica o un mar interior.

Se suele atribuir a Verne la «invención» de la lámpara de minero en esta novela, que más adelanta sería inventada en el mundo real. No es cierto, ya que fue creada por Dumas y Benoit, dos físicos franceses, a partir de la bobina de Ruhmkorff y el tubo de Geissler. No obstante, sí hay una larga y sorprendente lista de inventos que Julio Verne predijo en sus obras.

2. Vuelta al mundo en 80 días

Aunque no os hayáis leído el libro, seguro que conocéis a Phileas Fogg, el protagonista de esta novela. Fue el hombre recio y ante todo recto que arriesgó la mitad de su fortuna para cumplir con una apuesta realizada en el Club Reformista: dar la vuelta al mundo en ochenta días. Teniendo en cuenta los medios disponibles en la segunda mitad del siglo XIX.

El trayecto a seguir lo marcó el Morning Chronicle, su periódico de cabecera. Para este viaje, Fogg sale con su mayordomo francés. En un viaje contrarreloj se enfrente a dos principales obstáculos recurrentes: los retrasos en los medios de transporte de la época, y la persecución de Fix, un detective que le persigue por todo el viaje con la creencia de que Fogg había robado el Banco de Inglaterra antes de partir.

Trayectos y medios de transporte empleados

  • Londres → París → Turín → Brindisi: tren y barco.
  • Brindisi → Suez → Bombay: barco de vapor.
  • Bombay → Kholby: tren.
  • Kholby → Allahabad: elefante.
  • Allahabad → Benarés → Calcuta: tren.
  • Calcuta → Hong Kong: barco.
  • Hong Kong → Shanghái: goleta.
  • Shanghái → Yokohama: buque.
  • Yokohama → San Francisco: paquebote.
  • San Francisco → Kearney: tren.
  • Kearney → Omaha: trineo.
  • Omaha → Chicago → Nueva York: tren.
  • Nueva York → Cobh (antigua Queenstown): barco mercantil.
  • Cobh → Dublín: tren.
  • Dublín → Liverpool: barco pequeño.
  • Liverpool → Londres: tren.

3. 20.000 leguas de viaje submarino

20000 leguas julio verne

Esta vez quien narra la obra es Pierre Aronnax, un profesor y biólogo francés que es capturado por el Capitán Nemo. Para apresarlo, lo lleva bajo el océano en el submarino Nautilus junto a un criado y un arponero canadiense. Muy habitual en las novelas de Verne ver descripciones elaboradas y minuciosas del contexto de los personajes secundarios.

Hay un misterioso animal cetáceo, con un cuerno en su hocico, que está haciendo desaparecer embarcaciones en el océano. Un buque de la marina de Estados Unidos comienza una expedición para capturarlo, y en dicho barco es donde está el protagonista de la obra, Pierre Aronnax, un profesor y biólogo francés. Junto a él también están un criado y Ned Land, un arponero canadiense. En un punto de la obra, el animal (que se descubre que es un narval) embiste la embaración, y los tres protagonistas salen despedidos por la borda. Los tres comienzan a nadar hasta llegar a tierra, pero… realmente no se trataba de la isla que imaginaban.

En realidad han llegado a una superficie metálica flotante, que se trata de un submarino. Unos enmascarados los conducen hacia el interior a través de una compuerta, y es allí donde conocen al Capitán Nemo, un hombre oscuro y misterioso pero tremendamente inteligente. Tan inteligente que había construido ese submarino, el Nautilus. Una vez allí, les da varias explicaciones sobre la ingeniería empleada en él, y le informa de que si ya conocen su existencia, nunca podrá permitirles volver a la superficie.

A partir de ahí comienza un viaje en el que descubren todo tipo de secretos. Pero quizás lo más glorioso de esta obra llega ahora: por un lado, la minuciosa descripción de los paisajes submarinos que recorría el Nautilus. Un verdadero homenaje a la imaginación. Se hacen varias menciones a lugares reales como el Mar Rojo, las costas del Lejano Oriente, el Mar Mediterráneo, la Atlántida, las islas de la Polinesia, etc.

Por otro lado, Julio Verne comienza a sugerir varios posibles inventos que no se habían realizado todavía y que terminaron haciéndose realidad: escafandras de buceo autónomas, máquinas que produjesen aire respirable, fusiles de balas eléctricas, etc.

4. La isla misteriosa

En esta novela, Verne deja llevar su pasión por la ciencia aplicado a través del protagonista, Cyrus Smith, un ingeniero estadounidense. La obra trata de cinco hombres y un perro, Top, que huyen de la guerra que asola Richmond. Salen en un globo aerostático, otro elemento muy presente en la obra de Verne. A causa de un huracán, quedan suspendidos en el aire durante cinco días hasta que pueden regresar a tierra. Aparecen en la playa de un islote cercano a la Isla de Lincoln.

En dicha isla comienzan a ocurrir sucesos misteriosos: la desaparición y sorprendente encuentro de Cyrus, la salvación de un grave peligro para Top, la aparición de una cueva enorme que toman como hogar, y sobre todo, cuando descubren una bala en el cuerpo herido de un lechón, lo que definitivamente les da pie a pensar que no están solos en la isla.

Posteriormente, en la búsqueda de este habitante misterioso, aparecen de nuevo multitud de sucesos extraños. Continuar por aquí ya sería entrar en peligro de spoilers, ya que ocurren acontecimientos bastante sorprendentes que trascienden a esta obra.

5. Cinco semanas en globo

Esta fue la primera novela de Verne, y es una buena señal de todo lo que llegará después: mezcla aventuras, historia, geografía, ciencia, ingeniería… Antes ya había escrito algunas publicaciones breves, pero tras su matrimonio y la trayectoria de su trabajo en la bolsa, necesitaba aumentar sus ingresos, así que se metió en el formato novela. Y le fue increíblemente bien. Con ella obtuvo la tranquilidad económica y un contrato con la editorial Pierre-Jules Hetzel, que publicó su obra durante más de cuarenta años.

En esta novela el protagonista es el Dr. Samuel Ferguson, inglés de nacimiento, que decide viajar por el continente africano acompañado de su criado, Joe, y un amigo, Dick Kennedy. En esta época, África era un continente conocido de modo fragmentario, no completo. Para este viaje deciden usar un globo de hidrógeno completamente dirigible, ya que no funciona del modo tradicional con gas.

Durante las cinco semanas de viaje en globo, los tres protagonistas viajan desde Zanzíbar hasta los Montes de la Luna, el Lago Victoria, el río Nilo, los montes Auríferos, el lago Chad, el río Niger… hasta llegar a las cataratas de Güina en el río Senegal. Tras finalizar, regresan a Inglaterra, donde reciben una medalla de oro por haber realizado la mejor aventura del año (1862).

Bonus

Si no te convencen estos cinco o ya te los has leído y te gustaría leer algunos más del autor, puedo recomendar principalmente cinco obras más:

  • De la Tierra a la Luna
  • París en el siglo XX
  • Una ciudad flotante
  • Miguel Strogof
  • El faro del fin del mundo

Larga vida al maestro Julio Verne. El hombre que nos hizo soñar con viajes extraordinarios.

Fuente: hipertextual.com, 06/11/14.

Recomendación de Economía Personal:

Los quinientos millones de la Begún

julio verne

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Borges y las Matemáticas

noviembre 9, 2018

Las Matemáticas y los enigmas secretos en la obra de Jorge Luis Borges

marcus du sautoy _ matemático

Que uno sea ‘’de letras’’ y otro ‘’de números’’ puede considerarse como dos mundos totalmente distintos. Sin embargo, para el matemático británico Marcus du Sautoy, la diferencia no es tan inmensa desde que ha relacionado la obra del famoso escritor argentino Jorge Luis Borges y las matemáticas estrechando el vínculo de los números y las letras.

marcus du sautoy _ matematicoMarcus du Santoy es escritor, periodista y profesor de matemáticas en la prestigiosa Universidad de Oxford. En el año 2001 fue premiado con el Premio Berwick de la Sociedad Matemática de Londres por la mejor investigación al matemático menor de 40 años de edad y es, sin ninguna duda, uno de los profesionales más involucrados en su ámbito.

Además, y aunque su pasión sean las matemáticas, du Santoy es también un gran periodista y escribe en famosos diarios como The Times y The Guardian.

Jorge Luis BorgesRecientemente du Sautoy desvelaba su gran pasión por la obra literaria del escritor argentino Jorge Luis Borges. El matemático no se había imaginado nunca este vínculo entre las matemáticas y el famoso escritor, hasta que un día, según cuenta él mismo, trataba de explicarle su trabajo de clasificar fórmulas geométricas a una amiga, hasta que ella le dijo que era igual que el cuento de Borges que hablaba sobre la enciclopedia. Enseguida, du Sautoy prestó total atención y se interesó por tratar el tema leyendo obras y cuentos del argentino escritor.

“Me dije a mi mismo, aquí hay un autor que realmente aprecia ideas como finito, infinito, formas, espacio, el poder de la paradoja” – afirmaba du Sautoy.

Desde entonces, el matemático se sintió apasionado por la forma en que Borges hablaba en forma narrativa sobre las matemáticas y, claramente, era un indicio de los propios intereses del autor, cuya biblioteca original albergaba libros del matemático francés Henri Poincaré. du Sautoy trató de investigar y conocer a biógrafos de Borges para comprobar de dónde provenían todas estas ideas en su literatura.

El AlephTras leer varios cuentos, pudo encontrar conceptos matemáticos como ‘El Aleph’ donde se trata lo finito y lo infinito al igual que en las matemáticas.

Pero la obra favorita del matemático es, sin duda, ‘La Biblioteca de Babel’, donde el propio Borges relaciona otra figura matemática: ‘toroo toroide’, que se refiere a la forma de objetos como un donut o una rosquilla. La teoría que saca Borges respecto a este concepto se encuentra en el ámbito literario, en ‘la Biblioteca’ como forma de rosquilla. Con esta premisa, el hecho de caminar dentro de ella sería un concepto ‘finito’ pero a la vez ‘ilimitado’ porque el caminante no se sale de la figura y puede dar la vuelta un número infinito de veces.

“Al igual que el bibliotecario, los científicos estamos dentro de nuestra biblioteca que llamamos Universo y usamos por ejemplo telescopios o herramientas de nuestra mente para investigar la forma de ese Universo” afirmaba Marcus du Sautoy.

Sin embargo, el enigma de la rosquilla es tan solo una parte del mundo de Borges puesto que ‘la biblioteca’ tiene varios pisos y el enigma de la rosquilla se encuentra en el primero.

Mientras Borges explicaba que al mirar hacia arriba vemos pisos que ascienden y al mirar hacia abajo pisos que descienden“, según du Sautoy sólo podemos imaginar estas formas en un espacio de cuatro dimensiones“.

Tras conocer estos enigmas, y unos cuantos más, en la obra Jorge Luis Borges, el matemático británico ha calificado al escritor como un ‘matemático secreto’ y no deja de recomendar su obra a todos los amantes de la literatura y de las matemáticas.

Fuente: enpositivo.com

Más información:

El Mapa de las Matemáticas

El gran misterio de las Matemáticas

Tiempo y matemáticas

Veinte matemáticos célebres

Los números en la naturaleza

Donald en el mundo de las Matemágicas

La importancia de las Matemáticas

Aquiles y la Tortuga

Matemáticas y juegos de azar

El arte matemático de Escher

La hipótesis de Riemann, ¿resuelta?

Euclides, Piet Mondrian y la matemática victoriana

El legado de Pitágoras, parte I – Los Triángulos de Samos

El Legado de Pitágoras, parte II – Pitágoras y otros

El Legado de Pitágoras, parte III – Retar a Pitágoras


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