Argentina: Repercusiones del 9N
noviembre 12, 2012
9N
Por Enrique Szewach
En las democracias republicanas, no existen gobiernos hegemónicos, por definición. En esas sociedades, la independencia judicial, le pone límites explícitos y rigurosos, al intento de un gobierno, cualquiera fuera, de «hacer lo que se le canta».
Cuando, en un marco supuestamente republicano, un gobierno hace lo que se le canta, es que algo, institucionalmente, está fallando.
Después de la elección del 2011, la Presidenta interpretó que el caudal de votos recibidos y la distancia con el resto, la habilitaban a hacer lo que quisiera, en particular, llevar al poder a una facción de su entorno, caracterizado por posiciones estatistas y fuertemente intervencionistas, en materia económica y por despreciar el marco institucional republicano, visto como un obstáculo para “profundizar” el modelo, desde lo político.
Si se me permite la analogía, quizás algo forzada, con el segundo mandato de la Presidenta, llegó al poder una especie de “tea party” interno del Frente para la Victoria. Es decir, un grupo extremista, relativamente minoritario, dentro de un partido mayoritario, pero con capacidad de acción e influencia.
Ahora bien, sin independencia judicial, sólo existen hoy tres límites para este gobierno.
Primero, el que le plantea la realidad de una economía globalizada y altamente interdependiente.
Segundo, el que le genera el propio frente interno del partido, incluyendo al sindicalismo, y otros partidos políticos que, si bien comparten, casi mayoritariamente las ideas estatistas e intervencionistas, como muchos argentinos, les molesta el “estilo” y algunas consecuencias de las políticas instrumentadas (viendo, falsamente, como “efectos secundarios” de una mala práxis, lo que es, en realidad, un mal modelo).
El tercer y último límite, es el que surge de una parte de la sociedad, movilizada, a través de las redes sociales, también, contra las “formas” y las consecuencias del modelo populista extremo (aunque algunos de los que se movilizan – como sus representantes en los partidos políticos- no alcanzan a deducir la relación entre el populismo “light” que apoyaron con el voto en el 2011, y su actual evolución hacia el populismo “hard”, cuyas consecuencias, los lleva a protestar).
Es en ese sentido, que lo sucedido con la multitudinaria manifestación del 8N, resulta un límite activo a la expansión del “extremismo”, que se suma a la de los legisladores que firmaron un compromiso contra la reforma constitucional y la habilitación de la reelección.
La reacción de esta facción que encabeza la Presidenta, frente a estos tres límites ha sido clara.
Ante el límite de la globalización, la respuesta ha sido la autarquía, el aislamiento y el cierre de la economía.
Como se ha explicado, “los dólares son para financiar la reindustrialización”. Eufemismo para decir, financiar los pagos mínimos que requiere “vivir con lo nuestro”.
Sumado a la pesificación forzosa, que permite usar la emisión del Banco Central y el impuesto inflacionario, para financiar el derroche estatista, sin temor a que ello se transforme en pérdida de reservas.
En otras palabras, lo que es hoy visto por parte de la sociedad como un “problema” es lo que el gobierno ofrece como “solución”, escudado en un mundo que se nos cayó encima.
Para el segundo límite, el de su partido, incluído el sindicalismo, el “tea party” tiene previsto una combinación de presión desde el manejo de la caja a gobernadores, obras sociales, etc. Y la cooptación de cargos electivos, para las listas del año próximo.
Finalmente, para el tercer límite, el que, como se mencionara, marcó ayer una parte de la sociedad, el gobierno espera ansioso el 7D, dado que su diagnóstico es que las movilizaciones que surgieron tanto en el 2008 con la crisis del campo, como ahora, no son producto de la genuina espontaneidad de redes sociales, si no del “lavado de cerebro” que ejercen medios de prensa monopólicos, sobre una población que “ya entenderá”.
Dicho todo esto, mi diagnóstico, espero equivocarme, es que lejos de moderarse, frente a lo sucedido el 8N, la facción gobernante seguirá redoblando apuestas, hasta que la sociedad argentina, a través del voto, logre instalar liderazgos que reconstruyan las instituciones de la República.
Finalmente, en economía, eso es más de lo mismo, con un escenario realtivamente mediocre, y dependiendo, paradójicamente, del campo y de la Reserva Federal.
Fuente: Perfil, 11/111/12
Argentina: El país que falsea su historia
octubre 29, 2012
Pulseada
Por Enrique Szewach
La opinión generalizada es que la economía argentina parece estar rebotando contra el piso de actividad que se dio promediando el año.
Como la caída no fue demasiado fuerte –aunque si lo fue la desaceleración del ritmo de crecimiento- la recuperación tampoco mostrará demasiado. Es decir, la situación no empeora, pero tampoco mejora mucho.
Este ciclo coyuntural, que puede ser determinante para las aspiraciones electorales de oficialismo y oposición (no es lo mismo estar votando el próximo año, con la economía cayendo al 2-3% anual, que creciendo al 2-3% anual), convive con el agravamiento de los problemas estructurales que ya se manifiestan con toda su crudeza.
Estas cuestiones estructurales surgen, por un lado, de la “larga marcha populista” iniciada hace décadas, pero profundizada, con recursos abundantes, en los últimos años, (le recuerdo siempre que el populismo es una enfermedad “por acumulación”, como el tabaquismo o el alcoholismo) y, por el otro, a partir del giro de política económica protagonizado por el gobierno en este último año.
Dentro de los primeros –problemas estructurales consecuencia de la acumulación de populismo- aparecen los vinculados a la quiebra del sector energético, al deterioro generalizado de la infraestructura de transporte y comunicaciones, y a su reflejo más directo, (además de las muertes, el aspecto más dramático y grave) la maraña de subsidios, fondos públicos, intervenciones, etc. que se propagan, a su vez, hacia la situación fiscal y la coyuntura.
Dado que el desorden fiscal, pese al récord de ingresos que se bate mes a mes, termina en el desorden monetario que obliga al abuso del impuesto inflacionario y a las restricciones a la compra de dólares para evitar que los tenedores de pesos lo eludan.
Se contabiliza también, en este rubro, la distorsión de otros mercados, relacionados con la agroindustria o la producción de bienes en general. Por ejemplo, hoy México exporta más carne vacuna que nosotros.
En el otro conjunto, el relacionado con el giro dado a la política económica, se destaca el fin del “capitalismo de amigos”, para avanzar con un estatismo que convierte a todos, amigos y no tan amigos, en “empleados” al servicio del interés general.
Obviamente, esto último puede sonar a exageración, porque todavía estamos en un marco relativamente híbrido, en dónde persisten “islas” del antiguo régimen, pero exagerado o no, lo cierto es que el entorno regulatorio, en general, se está modificando sustancialmente y no se trata de retoques menores, si no de verdaderos cambios de fondo que, desde la perspectiva del gobierno, pintan para irreversibles.
Es por ello que los pronósticos sobre el futuro cercano y no tanto, no pueden basarse, exclusivamente, en el ciclo coyuntural descripto al inicio de estas líneas.
El ciclo de corto plazo se mueve en torno a una tendencia de largo.
Paradójicamente, dicha tendencia luce objetivamente positiva. La Argentina puede ser, sin dudas, un eficiente proveedor de bienes agroindustriales, servicios sofisticados, recursos mineros, y energéticos, en un mundo con demanda creciente de estos bienes y servicios, inserto en una región que se ha convertido en un “buen vecindario”.
Y aquéllos sectores con mayor atraso relativo, o que requieren extremada protección, podrían, con incentivos adecuados, en su mayor parte, adaptarse o cambiar sin demasiados traumas y con un balance general de más ganadores que perdedores.
Sin embargo, para concretar esta tendencia positiva, los problemas estructurales arriba señalados, tanto los que responden a la acumulación de malas políticas, como los derivados del giro militante impuesto desde el comienzo del segundo período presidencial, deberían ser enfrentados con cambios drásticos, en algunos casos de ciento ochenta grados.
Como difícilmente esto pase, al menos en el corto plazo, la “pulseada” entre una coyuntura relativamente mejor, Dios soja, mediante, y esperando que la pesificación forzada no “explote”, y los crecientes problemas estructurales definirá el escenario futuro.
Pero a la larga, como lo demuestra la historia local e internacional, lo estructural siempre se impone Y le pone un techo a la tasa de crecimiento.
Se dice que los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla.
Pero no se sabe qué les pasa a los pueblos que, en lugar de ignorarla, la reescriben, la reinventan o la falsean.
Fuente: Perfil, 28/10/12.
El default del Chaco
octubre 22, 2012
Chaco
Por Enrique Szewach
La Provincia del Chaco emitió, en su momento, un bono de deuda, bajo legislación argentina, pagadero en dólares. (Por lo tanto, recibió dólares al momento de colocar dicha deuda).
La Provincia “especuló” con que sería más fácil y más barato para el Tesoro provincial, pagar el resultante de la devaluación del peso, más la tasa de interés en dólares, que pagar directamente la tasa que regía, para operaciones en pesos, al momento de la colocación, para un plazo y riesgo similar. Mientras, la especulación de quién compró los bonos, habrá sido la inversa.
Es decir, la Provincia se endeudó en dólares para hacer frente a sus necesidades, y quién prestó, evaluó el riesgo de que la Provincia pudiera pagar las cuotas del bono, y supuso que ese riesgo estaba bien compensado con la suma de la tasa de interés y la tasa de devaluación esperada del peso contra el dólar.
Pero sucede que ahora, al vencimiento de una de las cuotas del bono, la Provincia del Chaco ha decidido no pagar en dólares, como establecía el contrato, sino pagar en pesos al tipo de cambio oficial.
En circunstancias normales, ambos pagos, salvo por el costo de transacción de comprar dólares, hubieran sido equivalentes.
El acreedor hubiese tomado los pesos, y hubiera ido a comprar los dólares, para recuperar los billetes verdes que puso.
Pero la compra de dólares para atesorar, aún cuando los fondos provengan de cobrar un servicio de deuda, está prohibida por una resolución del Banco Central.
De manera que el acreedor de ese bono que prestó dólares, se encuentra ahora con pesos que no puede convertir en dólares. O que sólo puede convertir en dólares a través de una operación que le cuesta el 30% de los dólares que pensaba recuperar.
El gobernador del Chaco aduce que no puede hacer frente a la obligación en dólares porque el Banco Central no se los vende y la Provincia no tiene dólares ahorrados para pagar.
Por lo tanto, en lugar de accionar contra el Banco Central y la arbitrariedad de una resolución que le niega dólares al Chaco para pagar su deuda, bajo la excusa que ésta se emitió, “bajo ley argentina”, pero que no se los niega al Estado Nacional, en las mismas condiciones, porque los dólares de las reservas son “del Estado Nacional”, decidió pesificar la deuda e “invitó” a otras provincias deudoras a hacer lo mismo.
Es decir, el Gobernador de la Provincia del Chaco, en lugar de defender a los tenedores de sus bonos, actuando contra el Banco Central y sus arbitrariedades, de dudosa legalidad y constitucionalidad (ni que hablar de la ofensa al federalismo), prefirió estafarlos, no sólo por la pesificación, sino por la caída del precio de lo que todavía falta cobrar.
En lugar de pedir al menos disculpas, a sus acreedores, les sugirió a sus colegas gobernadores que hicieran lo mismo que él, que los estafaran.
Pero al no defender la reputación crediticia de la Provincia, el Gobernador Capitanich acaba de condenar a los ciudadanos y ciudadanas chaqueños, a sus votantes, y a los que no lo votaron, a tener “deudas” en lugar de “crédito”.
De manera que, si eventualmente, la Provincia del Chaco necesitara financiarse en el futuro, la tasa de interés que deberá pagar por esa deuda será superior a la que hubiera pagado si hubiera tenido crédito.
Y esa mayor tasa, equivale a un impuesto que pagarán los chaqueños porque ni su gobernador, ni sus representantes en el Congreso, tuvieron el cuidado de intentar, al menos, cumplir con las obligaciones, en la forma en que la Provincia tenía pactadas.
A su vez, tanto el accionar de la Provincia, como el del Banco Central –supongo que a instancias del Gobierno Central- ha encarecido toda la deuda que se coloque bajo ley argentina, independientemente de la moneda de emisión. Otro impuesto que recae sobre nosotros. Se ha puesto en marcha, implícitamente, la pesificación de los compromisos en moneda extranjera, que surge de la reforma al Código que se está tratando en el Congreso.
Todo esto marca claramente que la relación causal resulta la inversa a la sugerida por el Viceministro de Economía de la Nación, en su defensa de las restricciones cambiarias.
Las restricciones cambiarias no son la consecuencia de la falta de dólares.
Al contrario, faltan dólares, por las políticas que se instrumentaron para desalentar la pesificación voluntaria, en un país y en un mundo, en dónde dólares sobran.
Fuente: Perfil, 21/10/12.
Soluciones Argentinas
octubre 13, 2012
Soluciones
Por Enrique Szewach
Ya le comenté, la semana pasada, que no existe “indexación para todos y todas” de los ingresos de los argentinos.
Los que más se aproximan a ese “argentine dream” son los trabajadores sindicalizados del sector privado que, habiendo logrado un fuerte incremento del salario real, desde el dramático piso del 2002, ahora pierden sólo unos puntitos anuales derivados del rezago con que se negocian las paritarias.
Algo similar ocurre con los jubilados, que reciben ajustes automáticos semestrales. Aunque en este caso no es lo mismo el que gana la mínima, que tuvo, anteriormente, un aumento real, que aquéllos que recibían jubilaciones superiores, licuadas, en estos años, por falta de ajuste, o mal cálculo de la base, y cuyo nivel de ingresos depende de fallos judiciales y del cupo anual que establece ANSES, para cumplir con dichos fallos.
Para el resto de los trabajadores, empresarios, profesionales, etc. sus ingresos reales están en función del particular mercado en que actúan, no sólo por cuestiones de índole micro, local o global, como debería ser, sino también por la multiplicidad de tipos de cambio, retenciones a la exportación, impuestos y restricciones a la importación, subsidios, controles de precios, tasas de interés negativas, prohibiciones de atesorar dólares, etc. etc.
Obviamente, no hay que olvidar la variable empleo, cuya recuperación, también desde el dramático piso del 2002, resulta innegable y la clave del voto oficialista. (Si no tenía trabajo y ahora lo tengo, la ganancia en términos reales, a pesar de la inflación, es cuasi infinita). Aunque a medida que se aleja el recuerdo del desempleo, el deterioro salarial cobra más importancia.
Pero volviendo al tema inflación, cuando el impuesto inflacionario es relativamente bajo, la dispersión en la evolución de los ingresos de estos diferentes grupos, más allá de las otras intervenciones estatales, es baja. Pero cuando la tasa de inflación es alta, los precios e ingresos relativos se descalabran, y la dispersión entre ingresos, dado todo lo demás, es muy elevada.
Dispersiones elevadas e “injustas” dan lugar a situaciones sociales cada vez más complejas que generan, claramente, conflictos crecientes.
Y estos conflictos, esta semana, han sacado a la luz, viejos problemas.
En efecto, cuando la Argentina tiene crisis fiscales, se inventa la “solución” de pagar, en el sector público, aumentos salariales que no se computan como salario –en el caso presente de las fuerzas armadas y de seguridad, para eludir las leyes que obligan a pagar a los retirados, cierta proporción fija del salario de quienes están en actividad-.
Lo mismo ocurre en el sector privado, cuando en contextos inflacionarios, pero simultáneamente recesivos, y con problemas de competitividad derivados, justamente de la alta inflación y de la caída del tipo de cambio real, se inventa pagar “montos no remunerativos”.
El sector público, para no subir el gasto, elude la ley y, a su vez, para que se puedan aumentar los salarios privados, pero sin incrementar aún más los costos laborales, le permite al sector privado también eludir la ley.
Pero esta solución dura poco.
En el caso del sector público, lentamente los damnificados, empiezan a presentar acciones judiciales para que sus salarios o jubilaciones se ajusten a las leyes y, en el caso del sector privado, se aprovecha alguna mejora de la economía o una explosión inflacionaria/ devaluatoria, para reacomodar los conceptos salariales, en el momento en que no implican un aumento de costos intolerable.
Los gobiernos de turno pagan ilegalmente, hasta que los jueces los limitan institucionalmente. (De allí, entre otros motivos, la vocación de algunos gobiernos por destruir la independencia de los jueces).
Y los privados, tanto dirigentes empresarios como sindicales, pagan/ cobran ilegalmente, sabiendo que, en algún momento, tendrán que “blanquear” la situación.
Por supuesto, con tasas bajas de inflación y entornos menos “dispersos” en materia de ingresos estas “soluciones” duran más tiempo.
En alta inflación, en cambio, con la injusta y aleatoria dispersión de los ingresos, aquéllas soluciones de ayer, se transforman en los problemas de hoy.
Por lo tanto, mientras no se ataquen los temas de fondo vinculados con la alta inflación, el zafarrancho fiscal y monetario y la baja competitividad, habrá cada vez más problemas y menos soluciones.
Fuente: Perfil, 07/10/12.
La farsa del presupuesto en Argentina
septiembre 24, 2012
Dibujo
Por Enrique Szewach
A estas alturas, decir que el Presupuesto Nacional hace mucho que dejó de ser “la ley de leyes”, resulta una perogrullada.
Para ser sinceros, en entornos de alta inflación, como tuvimos también en otros momentos de la historia argentina, todo presupuesto anual dista mucho de reflejar la verdadera asignación de gastos y cálculo de recursos.
Sin embargo, el agravante presente es que, mientras antes las discrepancias entre la realidad y lo presupuestado obligaba a una discusión con el Congreso, para buscar nuevos fondos, autorizar incrementos de gastos o modificar partidas, en el presente esquema, toda subestimación de recursos puede ser gastada y toda partida puede ser reasignada a su antojo por el Poder Ejecutivo, mientras no se altere el déficit/superávit original, sin muchas explicaciones ante los responsables de votar impuestos o fijar prioridades del gasto.
Es en ese sentido, que la institución presupuestaria ha dejado de funcionar, como otras instituciones en nuestro país.
Sin embargo, así como los garabatos que se hacen en un test psicológico permiten inferir los rasgos de conducta del dibujante, así los “dibujos” del presupuesto permiten inferir los problemas reales y las “soluciones” que propone el Ejecutivo.
El gobierno inventa el presupuesto sujeto a dos restricciones: tiene que mostrar crecimiento de gastos y superávit fiscal. (Una baja del gasto sería un “ajuste” y un déficit fiscal sería “mala administración”).
Por lo tanto, también debe mostrar aumento de ingresos.
Mientras los gastos crecían con cierta “moderación”, la ingeniería del presupuesto consistía en subestimar mucho los ingresos, para, pese a mostrar superávit, esconder el verdadero aumento de ingresos, lo que permitía luego, asignar el “sobrante” a gastos, con total discrecionalidad.
Así, por ejemplo, en el 2010, los ingresos verificados superaron en más del 15% a los presupuestados, lo que permitió gastar más de 50000 millones de pesos, por encima de lo autorizado.
Pero a partir del 2011, y sobre todo este año, como los gastos “explotan” ya desde lo presupuestado y hay que mostrar superávit fiscal, antes de pagos de deuda, no se pueden subestimar demasiado los ingresos (porque de lo contrario, dado el aumento del gasto presupuestado, se reflejaría un déficit).
De allí que la subestimación de ingresos resultó muy baja en el 2011, en torno a un 5%, y será casi nula este año, por el menor nivel de actividad y la mala cosecha.
Sin embargo, eso no impidió, ni impedirá el año próximo, gastar otra vez unos 60000 millones de pesos más de lo previsto.
Y es aquí dónde entra la figura estelar de la realidad fiscal actual, este exceso de gasto es financiado con endeudamiento “disfrazado”, principalmente con el Banco Central, que estuvo incorporando en su activo “papelitos” de la deuda pública, en lugar de dólares, y en su pasivo, cada vez más emisión monetaria para pagar esos mayores gastos.
Y aquí esta el centro del “problema/solución” fiscal.
El gasto crece bien por encima de los ingresos genuinos. Una parte se financia con el Banco Central, con emisión de moneda y uso de reservas.
Y otra parte es impuesto inflacionario “implícito” incluido en el resto de los impuestos, por aumento nominal de la base imponible. (Sobre todo el IVA que se cobra sobre precios muy superiores a los del año anterior. O el no ajuste por inflación en la base del impuesto a las ganancias que pagan empresas y personas).
Pero existe además un ajuste fiscal “real”, cuando ciertas partidas de gasto no se actualizan al ritmo de la inflación, en especial, transferencias discrecionales a provincias, o subsidios varios.
Lo que refleja el dibujo presupuestario es que la situación fiscal, incluyendo pagos de deuda, presenta serios problemas y que sólo el Banco Central y el impuesto inflacionario implícito, permiten financiar un agujero que este año, entre Nación y Provincias, superará los 100.000 millones de pesos, aunque el año entrante puede ser algo menos, por compromisos de deuda más bajos y mayores ingresos genuinos (Si la soja ayuda lo suficiente).
En síntesis, lo que sí dice el presupuesto es que 2013 será otro año de alta inflación, pérdida de competitividad cambiaria, restricciones a la compra de dólares, y ajustes conseguidos por caída en términos reales de ciertos subsidios y gastos.
Como se ve, a veces los dibujos valen más que las palabras.
Fuente: Perfil, 23/09/12.
Szewach opina sobre el Cacerolazo
septiembre 17, 2012
Marcha
Por Enrique Szewach
Mucho se ha dicho ya sobre la importante marcha del jueves pasado y mucho se dirá. No creo que pueda agregar demasiado.
Sólo permítanme incorporar algo de aritmética y algo de economía.
La elección presidencial del 2011 dejó dividido al electorado en casi dos mitades, ligeramente a favor del oficialismo.
La diferencia central es que, mientras una mitad, y algo más, quedó concentrada en torno de la Presidenta Cristina y sus circunstanciales socios, la otra, se presenta atomizada en varios candidatos opositores.
No debería extrañar, entonces, que, cuando surgen convocatorias que unen a los opositores, ya sea porque no las impulsa ninguno en particular, o porque los impulsan todos, dichas convocatorias sean relativamente exitosas.
Ahora bien, desde octubre de 2011 para aquí, el contexto económico social del país empeoró.
Primero, por cuestiones que el gobierno no controla, la sequía y la consecuente menor producción de soja, o Brasil.
Segundo, porque el populismo, que es una enfermedad “por acumulación”, parecida al tabaquismo, o al alcoholismo, empezó a desplegar, ya sin disimulo, sus síntomas más negativos.
Comenzaron a notarse las consecuencias sobre el ahorro y la inversión de la fuerte salida de capitales de los últimos años, impulsada por la combinación de rentabilidades en pesos decreciente o negativa, y el clima antinegocios local.
También se manifestaron plenamente, los costos de impulsar al máximo el consumo mediante la destrucción de los mercados de la energía y los agropecuarios “no soja”, afectando también la inversión y el saldo comercial externo, por las menores exportaciones y la necesidad de importar combustibles y energía.
Se vieron más claramente (influidas por la devaluación de las monedas de la región y la crisis europea, es cierto), los problemas de rentabilidad empresaria industrial y de las economías regionales, por el intento de sostener artificialmente la variación del tipo de cambio por encima de la tasa de aumento de los costos internos.
Mientras que la presión tributaria tanto formal, vía mayores alícuotas impositivas, de Nación y Provincias, y persecución directa de la AFIP, como informal, vía impuesto inflacionario cobrado por el Banco Central, explotó, intentando financiar un gasto público récord, ineficiente y manejado en forma opaca y centralizada.
Como ya comentara la semana pasada, esta “mala praxis” populista, obligó a más mala praxis.
Racionando importaciones, para cuidar los dólares, (lo que implicó caída de nivel de actividad y desplome de la poca inversión que quedaba); y pesificando forzadamente las transacciones y el ahorro, para que la emisión de pesos del Banco Central, no se tradujera en mayor demanda de divisas. (Lo que dio lugar a brecha cambiaria, mercados informales, intentos por limitar consumos en moneda extranjera con tarjetas de crédito, reducción drástica de transacciones inmobiliarias, etc.).
El “agregado” de todo lo expuesto, fue una economía frenada, trabada, con caída de los ingresos reales, y del empleo informal.
Volviendo a la aritmética previa, y teniendo en cuenta que tampoco mejoraron los otros temas que preocupan: inseguridad, servicios de transporte, educación, salud, etc., no sería de extrañar que esas “cuasi mitades” en que se dividió el electorado hacia finales del 2011, hoy esté ligeramente inclinada hacia la oposición.
Con este panorama, a mi juicio, el gobierno “da por perdida” a la mitad que no lo votó en el 2011 y, en todo caso, se concentrará en conservar a los que sí la votaron.
Por lo tanto, tiene apostadas las fichas a que los extraordinarios precios de la soja (por la sequía en el hemisferio norte), sean acompañados por una buena cosecha (si el clima local ayuda), de manera permitir más importaciones y mayor nivel de actividad. (Manteniendo y/o profundizando las restricciones actuales a la dolarización) y a que Brasil crezca más.
En ese sentido, el anuncio de la Reserva Federal de emitir dólares comprando deuda hipotecaria, con un horizonte de tasas bajas for ever, va en el sentido de hacer más probable ese escenario de “algo mejor” –siempre dependiendo del clima-.
¿Es ese “algo mejor”, suficiente para conservar los votos del 2011 o parecido?.
Por ahora, no lo sabemos.
Pero el gobierno no va a cambiar, porque considera “perdida” a la mitad que no lo vota y un cambio podría poner en riesgo los votos que ya tiene.
Mensaje para los opositores, ojo que Facebook y Twitter no pueden ser candidatos.
Fuente: Perfil, 16/09/12.
————————————————-
Más información en: www.szewachnomics.com.ar
El cepo Kambiario
septiembre 12, 2012
Racionamiento
Por Enrique Szewach
El gobierno sigue incrementando las restricciones a la compra de divisas en el mercado “oficial” y limitando “policialmente” las transacciones en el mercado “privado”. (Para entendernos, llamo mercado “oficial” a aquél en que el gobierno debe vender reservas del Banco Central y llamo mercado “privado” a aquél que, siendo una mera transacción entre privados, no se afectan las reservas del Banco Central).
Al mercado oficial de divisas, sólo se puede acceder para realizar una importación de bienes o servicios, mediante una autorización previa. Para pagar una deuda, una regalía, o algún otro compromiso con el exterior, también mediante una autorización previa.
Se puede acceder asimismo, a un cupo arbitrario, sujeto a la intervención ilegal de la AFIP, si se viaja al exterior.
Finalmente, se pueden hacer transacciones al precio oficial, comprando o gastando en el exterior, mediante tarjetas de crédito o débito y, en ese caso, dependiendo del monto, y del tipo de bien de que se trate, se abona, además, un anticipo de impuesto a las ganancias o bienes personales, del 15% y se pagan los recargos aduaneros correspondientes.
Este mercado oficial es “alimentado” por la oferta de los exportadores, obligados a vender sus dólares a plazos que varían, dependiendo del producto de que se trate, y a un precio “neto” que también varía, dado que para muchas mercaderías existen derechos de exportación (retenciones) o reembolsos y reintegros.
En síntesis, el mercado “oficial” recibe el producido de las exportaciones y, eventuales créditos externos, y limita la venta a los particulares para “cuidar” las reservas del Banco Central.
¿Por qué, de pronto, resulta necesario cuidar las reservas del Banco Central?.
Porque en los últimos años, la política económica desalentó la producción de “exportables” en general, dando preferencia al mercado interno. En ese marco, se obligó a los productores de petróleo, gas, trigo, carne, maíz, etc. a vender por debajo del precio internacional –subsidiando al resto de los productores/consumidores, según el caso-.
Se siguió una política cambiaria monetaria que generó una caída del tipo de cambio real –tasa de devaluación, comparada con la tasa de inflación verdadera- que se compensó, hasta el año pasado, por la “revaluación” de las monedas regionales, en particular el Real, pero que ahora se nota más, porque, en el último año, Brasil devaluó un 25%.
Porque esa caída del tipo de cambio real, sumada al “desprecio” por el “clima de negocios” y la tasa de interés negativa en pesos, llevó a los ahorristas a dolarizar sus portafolios, comprando dólares, mientras se pudo.
Y, finalmente, porque la sequía disminuyó la oferta de dólares provenientes de la soja y subproductos, en un año con vencimientos importantes de deuda externa.
Como el gobierno no quiere solucionar este faltante de dólares con una devaluación, para no reducir el salario medido en dólares, decidió, entonces, compensar este faltante, “racionando”. (En lugar del salario, se afecta el empleo privado, que disminuye).
El acceso al mercado oficial sólo podrá aliviarse, parcialmente, en la medida que el agro –clima y situación internacional mediante- provea más dólares el año que viene, con menos deuda externa a pagar.
¿Por qué, además, el gobierno interviene en el mercado “privado”, si allí no pierde reservas?.
Porque necesita emitir pesos a un ritmo del 40% anual, para financiar el gasto público –pese al récord de presión tributaria formal- y esos pesos, si se volcaran a comprar dólares en el mercado privado, aumentarían su precio, incrementando aún más la brecha con el precio oficial, y, más temprano que tarde, eso presionaría sobre el resto de los precios de la economía, y sobre la tasa de interés en pesos.
De allí, la persecución policial, y las restricciones en un mercado en dónde no se pierden dólares de las reservas.
En síntesis, las restricciones a la compra de dólares oficiales, dependen de lo que pase con la soja el año que viene –quizás se alivien algo para importaciones, en alguna fiestita consumista preelectoral-. En cambio, las restricciones en el mercado privado, responden a la necesidad de emitir muchos pesos, para financiar el gasto, y tener un “coto de caza”, para cobrar el impuesto inflacionario, sin una explosión.
Nuestros pesos siguen perdiendo valor. Pero ahora la imprenta es “Nac & Pop”.
Fuente: Perfil, 09/09/12.
El retroceso de la Argentina
agosto 28, 2012
El verdadero «milagro» argentino
Por Enrique Szewach
Los seres humanos somos individuos altamente complejos; sin embargo, las instrucciones básicas para nuestro desarrollo y evolución están contenidas en una molécula de ADN.
Si se me permite una analogía, las economías del siglo XXI son ciertamente complejas; sin embargo, los países exitosos tienen una molécula común de ADN basada en instituciones y conceptos extremadamente simples, algunos surgidos casi en el «origen» del universo económico, otros perfeccionados con la evolución.
Primero, permítanme utilizar como indicador de «éxito» el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora anualmente el PNUD de las Naciones Unidas. Un índice que refleja mejor la calidad de vida y el bienestar que el producto per cápita u otro indicador monetario.
Hace rato que países como Noruega, Australia, Holanda, Estados Unidos, Nueva Zelanda y Canadá son los ganadores de los juegos olímpicos de la calidad de vida.
Los conceptos institucionales macroeconómicos comunes que, a mi juicio, explican el ADN de estos países podrían resumirse -acepto que toda selección es caprichosa- en cinco: 1) independencia judicial; 2) el principio de que «no hay imposición sin representación»; 3) un Banco Central profesional e independiente; 4) un mercado de capitales con buenas normas prudenciales y capacidad para analizar riesgo, y 5) economías relativamente abiertas al movimiento de bienes, servicios y capitales.
Y conviene ampliar los argumentos que están detrás de estos principios:
1. Sólo jueces independientes y seleccionados meritocráticamente pueden garantizarles a los ciudadanos sus derechos individuales elementales, entre ellos el derecho de propiedad en sentido amplio.
2. El principio de que los impuestos son determinados por los representantes de la gente, en una discusión pública y por consenso, garantiza que los pagadores de impuestos no estarán a merced de la discrecionalidad de un dictador, rey o lo que fuere, o de grupos de presión extremadamente fuertes, sino de políticos seleccionados con algún criterio de representatividad que pueden ser «castigados» tanto por el voto como por los jueces si incurren en medidas impositivas confiscatorias o expropiatorias sin la debida indemnización.
3. Un Banco Central profesional e independiente implica un Banco Central en condiciones de defender el valor de un bien público esencial -como la moneda de curso legal- y además impedir que entre por la ventana del señoreaje y el impuesto inflacionario, la discrecionalidad y arbitrariedad que se cerró con la puerta de impedir impuestos no sancionados por representantes votados por los ciudadanos. Esto no refiere a un Banco Central desentendido del resto de la política económica y del contexto de cada momento, sólo indica la capacidad de una autoridad monetaria de hacer política monetaria y no tener que brindar financiamiento ilimitado a los gobiernos de turno.
4. Un mercado de capitales bajo estrictas regulaciones prudenciales y capacidad de analizar adecuadamente los riesgos permite, por un lado, darles financiamiento a las actividades productivas más eficientes sin poner en riesgo la estabilidad financiera del sistema ni los patrimonios de ahorristas e inversores y, por el otro, impide también que, otra vez, por la ventana del crédito ilimitado, los gobiernos eludan la responsabilidad de gastar en función del presupuesto que votan los representantes. Dicho sea de paso, si se me permite una digresión, los problemas que hoy presenta la Europa mediterránea (debajo del puesto 20 en el mencionado IDH) son el resultado de la «falla genética» de dos de los elementos aquí enumerados: la representación política -algo relativamente general hoy en el mundo- y la regulación prudencial del mercado de capitales. Esto último, junto a una débil capacidad de medir riesgos en un marco de rápida innovación financiera, fue también el origen de la crisis de 2008 en EE.UU. y de todas las crisis emergentes de los 80/ 90.
5. Finalmente, las economías más abiertas al intercambio de bienes y servicios y al movimiento de capitales son economías más proclives al desarrollo de la innovación tecnológica y cultural, y de mejoras continuas de productividad, en marcos más competitivos.
Terminada esta larga explicación, estamos ya en condiciones de explicar el título de esta nota. El verdadero milagro argentino es que en ausencia en mayor o menor medida de los cinco principios genéticos del éxito ya enumerados, nuestro país sea un país del primer cuarto de la tabla de IDH (puesto 45 sobre 187 países) y no se haya ido ya al descenso.
Primero, por si quedan dudas, ratifiquemos la hipótesis de malformación genética de nuestra sociedad, arriba marcada.
Pese a una jerarquización de la Corte Suprema de Justicia, lo cierto es que no puede sostenerse la idea general de que predominan jueces probos e independientes, capaces de aplicar imparcialmente las normas o de lograr que se cumplan sus fallos. La ley, en la Argentina, es optativa, en particular si una de las partes es el Gobierno. Y la mayoría de los jueces son claramente influenciables desde el poder.
Tampoco tenemos un esquema impositivo que respete preferencias de la sociedad a través de sus representantes. El sistema político argentino hace rato que presenta serios problemas de legitimidad en su proceso de selección. El ejemplo paradigmático es el de senadores que votan contra los intereses de sus provincias o diputados que votan en contra de los intereses de sus supuestos representados, en el marco de una «fidelidad» a quien o quienes los colocan en sus cargos o en las listas partidarias. No es necesario abundar sobre la ausencia de un Banco Central independiente. Una tasa de inflación que oficialmente duplica o triplica la que predomina en el mundo y que, extraoficialmente, la multiplica por cinco, o seis, y la reciente reforma a la Carta Orgánica, para subir exponencialmente el límite para el financiamiento al gobierno, alcanzan para probar el punto. La Argentina destruyó hace rato su mercado de capitales de largo plazo, por falta de protección y respeto al ahorrista y al inversor. (Al punto de que cumplir con el pago de una deuda es motivo de festejo, por excepcional.) Finalmente, la economía argentina se ha vuelto a cerrar, limitando la innovación tecnológica, el progreso competitivo y el ingreso de capitales tanto de inversores externos como de locales.
Por todo lo expuesto, nuestro país resulta un buen contraejemplo, una rareza de la historia y una prueba extraordinaria de que, como sostienen algunos funcionarios, «todo ese verso infame de las instituciones capitalistas» carece de sentido.
Sin embargo, antes de cerrar estas líneas y pedirle al Vaticano económico mundial que confirme el milagro argentino, permítanme una mirada intertemporal al IDH. En 1990, la Argentina ocupaba el puesto 99 de la tabla y, como se mencionó, en la actualidad, ocupa el puesto 45, lo que muestra nuestro claro e indiscutible progreso. Sin embargo, en 2004 la Argentina había llegado al puesto 34 del ranking, siendo, en ese momento, el primer país sudamericano. De manera que, tras ocho años de crecimiento a tasas chinas, fuerte suba del salario real, caída extraordinaria del desempleo, récord de producción industrial, etcétera, hemos retrocedido 11 puestos y ya no somos los primeros de la región (un puesto arriba de nosotros está Chile, que ocupaba el lugar 107 en 1990).
Ahora sí, ya puedo concluir este «relato». La foto nos muestra una Argentina que, desafiando la genética básica de los países exitosos, presenta indicadores de desarrollo humano superiores a otros 142 países de la muestra.
La película, en cambio, indica que si no producimos rápido un trasplante para modificar nuestro ADN, y afortunadamente la buena noticia es que hoy existe la «tecnología» para hacerlo, seguiremos descendiendo sin prisa, pero sin pausa, en el medallero de los juegos olímpicos de la calidad de vida.
Fuente: La Nación, 28/08/12.
El colapso del sistema de transporte argentino
agosto 13, 2012
Testaferros
Por Enrique Szewach
El sistema de transporte por tren y subterráneos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires está en crisis.
En realidad, lo que está en crisis terminal es el particular “modelo” que impuso el ciclo kirchnerista, en reemplazo del esquema de asociación público-privado que predominó hasta que la explosión del 2001/2002 borró todo el marco contractual de las concesiones.
En lugar de readaptar los contratos a las nuevas condiciones macroeconómicas, adecuando compromisos de inversión, calidad del servicio y precio del viaje, corrigiendo fallas regulatorias y de control, y estableciendo un esquema de subsidio a la demanda, para los sectores de menores ingresos, el gobierno prefirió convertir los contratos de concesión, en meros marcos formales y, en la práctica, instrumentó una “estatización con testaferro”.
Congeló precios, y los reemplazó por subsidios a la operación, mantenimiento e inversión y dejó que esos fondos públicos, los administraran los operadores privados, en complicidad con los sindicatos, sin control y, en algunos casos, con mucha corrupción.
Obviamente, al diluirse las responsabilidades y destruir el marco de incentivos adecuados, el resultado está a la vista.
En un escenario macro de aceleración de la inflación, y aumento de costos, y “libre albedrío” para sindicatos y concesionarios, los subsidios se multiplicaron por 30 en 8 años y, pese a ello, el sistema se amplió muy poco, y la calidad del servicio se deterioró, al punto de tener que lamentar muertos y heridos.
La situación resulta más escandalosa en trenes que en subtes, pero sólo por un problema básicamente de “tamaño” y sistema.
No es de extrañar que, aún con una política de subsidios, también escandalosa, y ahora “rediseñada” para peor, el único servicio que sigue funcionando aceptablemente, y con cierta renovación de unidades, al menos en la Capital Federal, es el “privado” de colectivos.
Este panorama se agrava si se tiene en cuenta que los fondos para los subsidios, al originarse en impuestos federales, generan una fuerte inequidad, dado que todos los pagadores de impuestos del país, financian servicios utilizados, mayoritariamente, por ciudadanos de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Ante todo esto, queda claro que se impone un drástico cambio.
El primero, desde el punto de vista fiscal y redistributivo, hay que pasar la jurisdicción del transporte de la Capital y el Gran Buenos Aires, a un organismo de transporte de la región metropolitana. Para eso, se necesita determinar el “patrimonio” que cambia de jurisdicción, y terminar con todos los contratos de concesión que tienen como contraparte a la Nación, estableciendo claramente las responsabilidades, junto a un inventario de lo que no se hizo en estos años.
Segundo, hay que definir el modelo a seguir, tanto en términos institucionales como del manejo de precios y subsidios.
Una alternativa, es licitar nuevamente el servicio armando contratos de concesión adaptados a la nueva realidad. Pero, reconozco que, con la inestabilidad macro y jurídica actual y con sindicatos que se creen “dueños” del servicio, cuando los verdaderos dueños son los clientes, no parece fácil, salvo que se esté dispuesto a regular de otra manera el poder sindical de los servicios públicos.
Otro esquema es el que proponen los sindicalistas. Ellos tratan de imponer la “solución Aerolíneas”, tomar explícitamente el manejo de la Empresa, con fondos públicos ilimitados.
La tercera variante es un estatismo “racional” si tal cosa pudiera existir en la Argentina. Aunque allí también hay que enfrentar al sindicalismo.
Cualquiera que sea la alternativa que se elija, hay que pasar lo más rápido posible de subsidios, a precios plenos y sólo subsidiar a los sectores de menores recursos y a la inversión de largo plazo, y hay que fijar un plan integrado y ordenador que incluya todos los servicios de transporte.
Determinar la inversión de emergencia de corto plazo, la de mediano y la de largo, y establecer cómo y quién financia.
Luego explicitar objetivos de calidad del servicio, a lo largo del tiempo, darle publicidad plena y permitir que las asociaciones de consumidores controlen en paralelo a los reguladores estatales.
La peor alternativa es mantener la situación actual, emparchando, y poniendo plata sin saber para qué, y convirtiendo un viaje diario en una odisea demasiado peligrosa.
Fuente: Perfil, 12/08/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar
El Euro del futuro
agosto 8, 2012
Euros
Por Enrique Szewach
La política europea está entrando, después de muchas idas y vueltas, en la discusión final que determinará los próximos años del Viejo Continente.
Lo que se está delineando no es el futuro del Euro, si no el Euro del futuro.
En su momento, los alemanes “donaron” una moneda y un Banco Central prestigioso, a una Europa Mediterránea con monedas inflacionarias y Bancos Centrales dominados por la política doméstica.
De esta manera, los integrantes del Club Med, accedieron a crédito barato e ilimitado, mientras Alemania se aseguraba un gran mercado de demanda para sus bienes y servicios de alto valor agregado.
Una especie de proveedor que se asegura el “control” de su cliente dándole crédito ilimitado, con tal de que le compre mayoritariamente a él.
Pero las graves fallas de diseño, regulatorias y de normas prudenciales hicieron que entrara por la ventana del endeudamiento, y de burbujas varias, lo que se quería evitar, al cerrar la puerta de la emisión y la devaluación sistemática.
Se pensaba que el efecto “disciplinador” del mercado de capitales, bastaba para obligar a los países mediterráneos, al ajuste fiscal y a las reformas estructurales de sus inviables Estados del Bienestar.
En otras palabras, una política monetaria dura, un Euro fuerte, y un mercado de capitales con buen análisis de riesgo, obligarían a realizar los cambios que hacían falta, a costos más bajos.
Pero la capacidad disciplinadora del mercado de capitales depende de las normas prudenciales y las regulaciones vigentes.
Normas y regulaciones impuestas por la propia política, en complicidad con muchos actores que hacían su negocio de corto plazo.
El resultado está a la vista. Fracasaron los incentivos para las reformas, de la mano de políticos narcotizados por bajas tasas de interés y crédito ilimitado, entes reguladores que no se animaron a frenar la fiesta a tiempo, y actores privados que maximizaron el corto plazo.
El dilema, ahora, después de meses de discusiones, cumbres, reuniones, análisis, etc. Y sobre todo de explosión del riesgo, y corridas bancarias, ha quedado claro: O la Europa Mediterránea se pone “a la altura” de una moneda fuerte y un Banco Central que sólo defiende la estabilidad financiera y de precios como buen heredero del Bundesbank, o los donantes aceptan que su criatura, la gran moneda, que aspiraba a ser competidora del Dólar –como alguna vez intentó ser el Yen, o alguna vez intentará ser el Yuan- sea una moneda más débil respaldada por un Banco Central más flexible y menos pretencioso.
Es probable que la solución de compromiso a la que se llegue sea la de una moneda que “retrocede para tomar impulso”, para permitirle al BCE financiar, en el corto plazo, la deuda de España e Italia, mientras esos países hacen las reformas y el ajuste fiscal necesario, en un plazo políticamente más tolerable o vendible.
En otras palabras, los alemanes aceptando que el Euro no sólo sea el implacable Marco Alemán, sino que también tenga algunos rasgos de la peseta, o la Lira, o el Franco Francés, sujeto a estrictas condiciones fiscales y de reforma estructural supervisadas y controladas por ellos.
Mientras se corrigen los problemas de diseño y regulatorios, y se modifican normas prudenciales y de riesgo.
Permitiendo al BCE comprar deuda de corto plazo, emitiendo euros, resignándose, por lo tanto, a un Euro débil, por un tiempo, hasta que se pueda reabsorber el exceso de moneda a crear y se consiga el marco institucional fiscal y normativo, ahora sí, “ a la altura” de un Euro y un BCE como alguna vez lo soñaron los alemanes.
Los riesgos de esta operación son varios.
Primero, no está claro si los alemanes aceptarán que también circule por las venas del “nuevo” Euro, sangre griega.
Segundo, tampoco está ya definida la magnitud de los condicionamientos que se impondrán a España e Italia, para que Alemania acepte, transitoriamente, este Euro de menor calidad y un BCE con menos “reputación” de inflexible.
Tercero, tampoco se conoce cuánto durará esa “transitoriedad”.
Cuarto, cómo será la convivencia de un Euro débil, con un dólar débil, un Yen débil, y un Yuan inconvertible.
Los mercados parecen apostar y anticiparse a un final feliz, pero, dado que, como siempre, el diablo está en los detalles, habría que esperar todavía mucha volatilidad y cierta dosis de morbo, antes de cantar victoria.
Fuente: Ámbito Financiero, 08/08/12.
Más información: www.szewachnomics.com.ar