Detienen a padre e hijo acusados de estafar a ancianos con el «Cuento de Donald Trump»
En al menos nueve hechos habrían robado 270.000 dólares, 250.000 pesos y 10.000 euros, además de gran cantidad de joyas.
Detuvieron a padre e hijo gitanos acusados de estafar a ancianos con «el cuento de Donald Trump». .
BUENOS AIRES — Un padre y su hijo, de la comunidad gitana, fueron detenidos hoy en Capital Federal acusados de cometer al menos nueve hechos de robos y estafas a ancianos de la localidad bonaerense de San Isidro con el «Cuento de Donald Trump», un engaño para que las víctimas le entreguen sus dólares.
Las detenciones se dieron esta madrugada por personal de la comisaría 1° de San Isidro y Prefectura Naval Argentina, en el marco de una investigación del fiscal Claudio Scapolán, del Área Ejecutiva de Investigaciones Criminales de San Isidro.
Los imputados fueron identificados como Marcelo Hugo (43) y Alan Fabián Grancha (21), padre e hijo respectivamente, quienes fueron arrestados en un allanamiento en calle Tres Arroyos al 2000, del barrio porteño de Villa General Mitre, por orden de la jueza de Garantías 3 de San Isidro, Andrea Rodríguez Mentasty.
El fiscal Scapolán le imputa a los Grancha 9 hechos entre marzo y mayo de este año en los que fueron víctimas ancianos de San Isidro.
«Tenían varias modalidades del tipo ‘cuento del tío’ que siempre se iniciaban con un llamado telefónico. La más usual era el engaño del cambio de dólares. Llamaban haciéndose pasar por los hijos o los nietos de las víctimas y les decían que en Estados Unidos el presidente Donald Trump había ordenado emitir nuevos dólares y que había que cambiar los billetes», dijo a Télam una fuente de la investigación.
Con ese invento, le decían a la víctima que por su casa iba a pasar un amigo de confianza a quien debía entregarle todos los dólares que tuvieran de ahorros en la casa para ir al banco a cambiarlos por los supuestos nuevos billetes, y así lograban concretar la estafa.
Según las fuentes, la banda realizaba en Internet alguna tarea de inteligencia buscando en sitios de guías telefónicas el nombre de la potencial víctima y su dirección.
Además del «Cuento de Donald Trump», la organización también hacía secuestros virtuales con la modalidad del «llorón», un hombre que se hacía pasar por familiar de los ancianos, les decía que estaba secuestrado y que iban a pasar por la casa a cobrar el rescate de lo que en realidad era una farsa.
«En uno de los casos, los delincuentes pasaron a buscar a un anciano por su casa para llevarlo al banco y en el camino recibió la llamada del verdadero pariente que supuestamente había hablado antes con él, y al quedar al descubierto, los asaltantes golpearon al hombre y lo abandonaron lastimado en la calle», dijo una fuente judicial.
Desde la fiscalía de Scapolán, los investigadores estimaron que la banda se apoderó en diversos hechos de alrededor de 270.000 dólares, 250.000 pesos y 10.000 euros, además de gran cantidad de joyas.
En el allanamiento en la casa de los Grancha, la policía secuestró varios teléfonos celulares y tarjetas SIM (chips de líneas telefónicas) y de memoria.Los voceros explicaron que padre e hijo fueron identificados en la causa cuando el auto que utilizaban para movilizarse y pasar por las casas de las víctimas, un Ford Fiesta Kinetic, quedó grabado por las cámaras de seguridad del municipio de San Isidro.
Además, la fiscalía realizó meses de escuchas telefónicas que comprometen a los imputados, en las que tienen grabados algunos de los engaños que concretaban.Por esas escuchas, los investigadores también saben que la misma banda actuaba en el barrio porteño de Belgrano y la localidad bonaerense de Ramos Mejía.
La fiscalía indagará a Grancha padre e hijo por los delitos de «asociación ilícita, estafas, robos y privación ilegal de la libertad».
Cinco avances tecnológicos que ayudarán a envejecer
Uno de los propósitos de la tecnología es mejorar la calidad de vida de las personas. Entre sus promesas de innovación, varias son destinadas a la gente mayor. Desde parches para monitoreo portátil y asistentes virtuales hasta robots y vehículos autónomos, cuáles son las más novedosas.
Tecnología es un conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico, según la RAE. Tecnología podrá ser en un lenguaje familiar y, según una de sus acepciones, un mecanismo que resuelva problemas cotidianos. O que, incluso, ayude a las personas a envejecer mejor. Un propósito noble y orgánico de un concepto multidisciplinario. Pocos espacios han sido atravesados por el tamiz de la tecnología.
La reciente feria futurista CES de Las Vegas fue el escaparate para el despliegue de toda la comunidad techie. Innovaciones del orden práctico, hipotéticas soluciones, supuestas herramientas que mejorarán la calidad de vida de las personas y su tránsito hacia la vejez. Antes o después, las predicciones de la tecnología llegarán. Para desasosiego de los escépticos, sus anuncios grandilocuentes terminarán confluyendo en la dinámica social. Cinco innovaciones ambiciosas y funcionales que la tecnología ofrece para hacer que la vida sea más fácil.
Parches para monitorear los signos vitales
Una calcomanía adherida a la piel fue el instrumento que presentó una compañía independiente china en el último CES de Las Vegas. Este parche funcionaba como un sensor que controla los signos vitales, que a su vez puede realizar informes de salud para enviar a médicos o familiares. El monitoreo portátil reviste calidad de tendencia en la órbita de las innovaciones tecnológicas.
Conducción autónoma
El Faraday Futures FF91 fue uno de las presentaciones más espectaculares del último CES
Quizá una de las apuestas más agresivas de la tecnología: convertir al auto en un instrumento de movilidad inteligente, autónomo. Las compañías automotrices han invertido millones y desplegado departamentos idóneos para el desarrollo de una tecnología disruptiva. Una innovación que además que trasladar a las personas gracias a la inteligencia artificial de cada vehículo romperá un paradigma en la dinámica cultural de las ciudades. Las estimaciones de la llegada de los vehículos autónomos apuntan a mediados de la próxima década.
Dispositivos para la pérdida del oído
Envejecer es también perder capacidad auditiva. Según las estadísticas médicas, una persona demora siete años para iniciar tratamientos respecto a su pérdida de audición. Los audífonos son instrumentos que recuperan el sentido. Aunque, muchas veces, toscos, incómodos, deficientes y percibidos casi como un estigma social, una declaración de vejez. La tecnología de los próximos años permitirá que la pérdida del oído sea un problema de índole menor: aparatos más eficientes, prácticos y económicos y la posibilidad de utilizarlo sin tener que realizar una consulta médica.
Robots
En todas las ferias tecnológicas, los robots emprenden una evolución constante
La reinvención de los legendarios robots. En todas las ferias tecnológicas, los robots emprenden una evolución constante. Presentados como cuidadores o asistentes personales, podrían servir tanto para niños como para ancianos. Su desarrollo, su eficiencia y su aplicación aún es una cuenta pendiente para la industria de la tecnología. Pero la tendencia indica que estos androides podrán acompañar a las personas en sus hogares en algún futuro.
Asistentes virtuales
El software de reconocimiento de voz fue evolucionando. Su debut en los primeros dispositivos que lo incorporaron no fue tan satisfactorio. La tecnología promete empatar la calidad de interpretación de sus «máquinas» con la capacidad de interpretación de los humanos. En el futuro inmediato, habrá una explosión de objetos y aplicaciones que podrán ser ejecutadas gracias al reconocimiento de voz: enviar un correo electrónico, manipular las luces y la calefacción del hogar, hacer un pedido de comida. En la búsqueda por hacerlos más agradables y sensibles, muchas compañía incluso han bautizado con simpáticos nombres a los asistentes virtuales de sus productos.
La mitad de la gente mayor siente que no se la valora
Lo indica un estudio de la UCA en todo el país en mayores de 60 años. Perciben que no se los tiene en cuenta para tomar decisiones familiares y reclaman más afecto y comprensión.
Por Valeria Román.
Un Jubilado en el Parque Lezama.
Que están viejos, que no pueden manejar ni dinero ni sus vidas, que ya no tienen capacidad para aprender nada. Son algunos de los prejuiciosque aún subsisten y hacen que 5 de cada 10 personas mayores sientan que no son valoradas por sus palabras, sus opiniones, sus conocimientos, o por su experiencia. El dato surge de una encuesta realizada a 6.000 adultos mayores de 60 años por el Observatorio de la Deuda Social Argentina.
Los adultos mayores son el grupo que más creció durante las últimas 7 décadas: esa población se sextuplicó desde 1947, mientras que la población total se multiplicó por 2,5. Sin embargo, persisten mitos y prejuicios. “A partir de la Revolución Industrial, las personas pasaron a ser más consideradas por su rendimiento laboral, y la vejez pasó a considerarse como un estado improductivo. Se presupone que las personas mayores están desactualizadas y que sufren deterioro cognitivo, y eso lleva a su aislamiento”, dijo a Clarín Graciela Zarebski, directora de la carrera de gerontología de la Universidad Maimónides, que no participó en la encuesta y valoró su realización.
Dentro del total de 6.000 encuestados, el 20% de las personas mayores viven solas, el 30% lo hace en hogares con otras personas mayores, y el 50% convive con personas menores de 60 años. No se entrevistó a personas que viven en geriátricos, según aclaró a Clarín Enrique Amadasi, coordinador del grupo que hizo la encuesta del Observatorio de la UCA, con apoyo de la Fundación Navarro Viola.
La mayoría de esas personas están lejos de ser “pasivas”: 9 de cada 10 se hacen cargo de tareas o cumplen algún rol en el hogar. Hay diferencias según su estrato socioeconómico. Las personas mayores más pobres lavan, planchan, hacen la limpieza, cocinan y cuidan a otros miembros del hogar, mientras que las más ricas realizan compras o arreglos en el hogar. Sin embargo, 2 de cada 10 personas mayores siente que su familia no la deja participar en la toma de decisiones individuales o familiares ni en la atención de su salud. Mientras que 3 de cada 10 personas mayores expresan que no le dan la comprensión afectiva y emocional que merecen. “Los déficits hallados son bastante mayores entre las personas de 60 años y más respecto de la población que tiene entre 18 y 59 años, pero menos elevados de lo que suele esperarse, considerando que constituyen patrones del entorno familiar de la estructura social argentina que se agudizan bastante en el caso de las personas mayores”, resalta el informe, en el que se considera la falta de valoración familiar que manifiestan los mayores puede afectar su autonomía y la calidad de vida. También se identificó que 1 de cada 3 personas mayores siente que no tiene sus necesidades de recreación satisfechas, y que sólo 1 de cada 10 participa en clubes sociales o deportivos y centros de jubilados.
“La encuesta nos señala que aún un sector de los adultos mayores no la pasa bien. Los más jóvenes deberían aprender que después de los 60 años se puede seguir aprendiendo porque el cerebro tiene plasticidad. Que los mayores pueden aportar experiencia y opiniones. También es recomendable que cada persona mayor tenga una diversidad de amigos y que desarrolle sus deseos postergados”, sostuvo la doctora Zarebski. Por su parte, Gonzalo Abramovich, psicólogo y coordinador general del área Adultos Mayores de la AMIA, sugirió medidas para cambiar la percepción negativa de la vejez: “La educación tiene un rol fundamental para desterrar los mitos y prejuicios sobre la vejez. Es una etapa más de la vida, casi tanto o más larga que las anteriores. Convendría que se incorpore la temática desde la escuela primaria”, afirmó.
El psicólogo Abramovich sugirió que hay que “tender puentes entre las generaciones: cuando recibimos visitas de niños y jóvenes en los clubes de adultos mayores se sorprenden al ver cómo disfrutan y se divierten. Las clases de bailes compartidas son las preferidas de los chicos y los grandes. Difícilmente esos niños olviden esa vivencia y así pueden desaparecer los miedos o temores sobre la vejez”. Se debería aumentar la oferta de actividades de ocio y actividad física, generar entornos y transportes amigables con los mayores, y permitir la jubilación progresiva u optativa para quienes quieren seguir en actividad.
Hace tres años, Rose Marie Meece planeaba retirarse de su trabajo como guía turística en Honolulú, pero la mujer de 78 años decidió permanecer en su empleo después de perder casi la mitad de los US$300.000 que tenía en su cuenta de jubilación durante la crisis financiera.
Desde entonces, ha trasladado lo que queda de sus ahorros a bonos y otras inversiones seguras pero de bajo rendimiento. Las pensiones del Seguro Social y de la Marina, donde trabajó su fallecido esposo, a duras penas cubren su arriendo de US$1.300, así que tiene que seguir trabajando.
Meece forma parte de un creciente número de ancianos estadounidenses que siguen activos en la fuerza laboral o buscan empleo con la esperanza de seguir produciendo hasta cuando puedan. Algunos no planearon bien su jubilación o ganaron sueldos muy bajos que resultaron en pensiones escuálidas. Otros han sufrido pérdidas financieras, mientras que algunos están viviendo más tiempo de lo que imaginaban, por lo que sus ahorros no han sido suficientes parar cubrir gastos cotidianos y médicos.
La tasa de desempleo entre estadounidenses de 75 años o más (que mide la cantidad de gente que está buscando trabajo) es relativamente baja pero el doble de lo que era hace cinco años. Según datos oficiales, la desocupación se ubica actualmente en 5,6%, frente a 2,5% en 2006. En contraste, la tasa de desempleo en Estados Unidos para todas las edades cayó a 8,5% en diciembre, el nivel más bajo en 34 meses, comparado con 4,4% en diciembre de 2006.
Hasta el mes pasado, 1,3 millones de estadounidenses de 75 años o más estaban trabajando, un alza de 25% frente al millón que lo hacía en 2005, según la Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. Ahora, 7,3% de los ciudadanos de la tercera edad tiene empleo, frente a 5,3% hace una década, el nivel más alto desde 1966, según el Centro para la Investigación de la Jubilación de Boston College.
El gobierno estima que para 2018, cerca de 10% de los estadounidenses de 75 años o más estará trabajando o buscando empleo, unos dos millones de personas.
Meece dirige recorridos de diez días por Hawai que incluyen vista de ballenas en Maui y esnórkel en Kona. La guía turística dice que adora el lugar, donde ha vivido por dos décadas.
No todas las personas de la tercera edad que trabajan lo hacen para mantenerse. Una de cada cuatro de 75 años o más que están trabajando tienen un ingreso anual mayor a US$100.000, según Michael Busch, un estudiante de economía de la Universidad Estatal de Míchigan, que usó datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.
Muchas de estas personas que ganan bien son profesionales y propietarios de negocios «que están trabajando porque lo disfrutan», dijo Steven Haider, economista de la Universidad Estatal de Míchigan.
Otros no son tan felices y encuentran que su regreso a la fuerza laboral es agotador. Algunos se quejan de jefes jóvenes exasperantes. Un hombre de 80 años que trabaja en una empresa de telemarketing en Nueva Jersey y que tiene 30 años de experiencia, expresó su frustración con un jefe que está encima todo el tiempo pidiéndole que se «limite al guión».
La nueva tecnología puede ser también desconcertante. El software de oficina ha avanzado de forma significativa, lo que fue una gran sorpresa para una secretaria de Tennessee que se había retirado cuando los faxes eran los reyes de la oficina.
La remuneración de aquellos que regresan al campo laboral no es más alta que el salario mínimo, especialmente para los trabajos abiertos para personas de la tercera edad. Walter Thompson, de 79 años, es cocinero de un programa de distribución de alimentos dirigido a personas que no pueden salir de sus casas en Jewett, Nueva York. Thompson empieza a trabajar a las siete de la mañana y usa un caminador para aliviar el dolor de su espalda. Su jornada se extiende por cinco horas.
Sus hermanos piensan que debería retirarse, pero Thompson dice que no tiene planes de renunciar. Su empleo le representa US$10 la hora, por 25 horas a la semana. Su sueldo y la pensión del Seguro Social lo mantienen a él y a su esposa de 70 años, María, una conductora de bus escolar retirada. La pareja lleva 42 años de casados y no tiene hijos.
Thompson ganó por casi 40 años el salario mínimo como mesero. La pareja pagó la hipoteca de su casa en Windham, Nueva York, pero nunca pudieron ahorrar mucho.
La crisis financiera ejerció presión sobre muchos estadounidenses. Las tasas de interés en las cuentas bancarias se desplomaron por debajo de la inflación, mientras que el derrumbe del mercado inmobiliario borró el capital acumulado y las acciones cayeron.
De 2007 a 2009, el patrimonio de un hogar estadounidense encabezado por alguien de al menos 70 años se redujo 27% a US$529.000, incluyendo el capital hipotecario, calcula Dirk Krueger, economista de la Universidad de Pensilvania. El patrimonio promedio para todos los grupos de edades se redujo 32% a US$378.000 en el mismo período. Para fines de 2010, los patrimonios recuperaron algo del terreno perdido.
Algunos trabajadores que regresan al campo laboral pensaron que el Seguro Social iba a financiar una mayor parte de su jubilación. En 1981, el Seguro pagaba 52% del sueldo que ganaba una persona antes de retirarse. Ese porcentaje se redujo a 39% en 2001 y se espera que siga cayendo.
Costos médicos inesperados descarrilaron la jubilación de Ralph Casado, un ex ejecutivo publicitario de 76 años de Nueva York. Hace ocho años agotó su cuenta de retiro de US$180.000 para cubrir un tratamiento contra el cáncer de próstata, así como cirugías de riñón, rodilla y corazón.
Casado trabaja ahora como profesor adjunto en City University of New York. Gana US$18.000 al año por dos clases, lo que complementa con US$18.000 que recibe del Seguro Social.
«Me preocupa perder mi apartamento o no tener suficiente cobertura médica. Esos son los temores que me mantienen motivado», dijo. «Sólo factores de salud me obligarían a retirarme».
Algunos empleados mayores reciben pago sólo por comisión, como Wayne Polay, de 77 años, que regresó a su trabajo como agente de ventas que busca compradores para pequeños negocios. Le pagan comisión sólo cuando cierra un acuerdo. Fuente: The Wall Street Journal, 29/01/12.