NUEVA DELHI — Una mañana, Ashok Kumar se cargó sobre la espalda una enorme mochila de 50 kilos llena de libros, teléfonos celulares, jeans y otros artículos.

e commerce 03Luego se puso el casco, se subió a su motocicleta y, en precario equilibrio, salió a las calles congestionadas de la capital india para hacer su recorrido cotidiano.

Cada día, Kumar y miles de hombres como él se abren paso por las atestadas calles de la capital de la segunda nación más poblada de la Tierra. Son la vanguardia de un ejército creado por la revolución del comercio electrónico en India.

Este ejército de sherpas urbanos lleva mochilas cargadas con productos comprados en línea por callejones estrechos y tramos de escaleras, desde impresoras láser y electrodomésticos hasta latas de Coca-Cola, para entregarlos a la creciente clase consumidora de su país.

“Es un trabajo arriesgado”, dijo Kumar, que tiene que esquivar baches, conductores erráticos y alguna que otra vaca, llevando a su espalda una carga a menudo más pesada que él. “A veces la gente compra pesas, y entonces la mochila se vuelve muy pesada”, contó.

Kumar y otros como él son el músculo detrás de los miles de millones de dólares que inversionistas globales están volcando en firmas locales de ventas en línea, como Flipkart Internet Pvt., Snapdeal.com y la división india de Amazon.com Inc., en su apuesta al creciente poder adquisitivo de un sector de la sociedad en esta todavía empobrecida nación del sur asiático.

Actualmente, los pedidos por Internet se duplican cada pocos meses. Morgan Stanley estima que las ventas en línea anuales de India alcanzarán los US$100.000 millones en 2020, frente a US$3.000 millones en 2013.

Yogesh Sharma (der.), con su amigo y colega Ranjan Sharma, entregan paquetes en motocicleta. Karan Deep Singh para The Wall Street Journal

Estos hombres de mochilas enormes son literalmente furgonetas humanas; sin ellos, el crecimiento de la industria se detendría. Los camiones tienen dificultades para transitar las calles congestionadas del país y el servicio postal, si bien es barato, es lento.

“Las cosas tienen que llegar a la gente. Si las cosas no llegaran a la gente, el comercio electrónico no habría crecido como lo ha hecho”, explica Rohit Bansal, director de operaciones de Snapdeal.

Hace tres meses que Kumar, de 30 años, tiene este trabajo. Hace poco, cuando salió de un depósito para hacer su reparto, la mochila parecía tres veces más ancha que su cuerpo.

Vestido con una camiseta azul y naranja, pantalones caqui y calzado deportivo blanco gastado, Kumar —quien dice pesar 68 kilos— caminaba muy inclinado hacia delante por el peso de la mochila sobre su espalda. Además, llevaba una vitrina de exhibición bajo el brazo.

Su primera parada fue en un laberinto de pequeñas calles en el sur de Nueva Delhi. Se abrió paso por un camino estrecho hasta la farmacia de Kashif Jauhar para entregar la vitrina. El farmacéutico dijo que la usaría para guardar su creciente colección de relojes. En la muñeca llevaba una réplica de un Tag Heuer que según él compró por unos US$20. “Este es mi reloj de trabajo”, dijo.

Mientras tanto, Kumar, que gana 8.500 rupias (alrededor de US$136) por mes, vigilaba celosamente su mochila. Aunque tenga que subir hasta cinco tramos de escaleras, debe llevarla siempre consigo, para evitar robos. “No se puede confiar en nadie en esta ciudad”.

“Este trabajo nos da muchos dolores de cabeza”, afirmó Kumar, ya que los repartidores viven estresados por el miedo de perder algo o romper objetos de valor, “y en nuestras espaldas”.

Los peligros del camino son otra fuente de agobio.

Nueva Delhi es una ciudad de terribles conductores: las líneas del carril se ignoran, las luces de giro son aparentemente consideradas como advertencias de avances poco aconsejables, y la bocina es el modo preferido de comunicación entre los autos.

“Nunca se sabe cuándo ni dónde se detendrá un vehículo”, expresa Yogesh Sharma, un delgado joven de 25 años que desde hace cinco meses entrega paquetes para la unidad de Amazon en India.

Hace poco, Sharma, cargando un bolso de más de 20 kilos con memorias flash, un manual de yoga y otros paquetes, fue varias veces atravesado por carritos motorizados y tuvo que frenar en seco.

La condición de las calles es otro problema. Hay bocas de alcantarilla sin tapa o caminos inundados en la temporada de lluvias, sin olvidar la plétora de animales que viven a la intemperie.

“Hay que tener cuidado con las vacas”, dijo Sharma.

Amazon suele usar carritos motorizados para entregar paquetes y una vez, en el estado sureño de Kerala, hasta hizo una entrega por canoa. “La única manera de llegar allí era en una canoa”, afirmó una portavoz de Amazon en India, quien agregó que la compañía ofrece regularmente capacitación en seguridad a su personal de distribución.

Motociclistas con grandes mochilas fueron una forma rápida y barata de satisfacer la creciente demanda de entregas rápidas en las ciudades congestionadas de India. Sin embargo, algunos dicen que esto debería cambiar.

“No somos muy aficionados a la moto, desde el punto de vista de la seguridad”, reconoce Surjeet Kumar, jefe de cadena de suministro de Flipkart, la mayor empresa de comercio electrónico de India por ventas. La empresa limita el peso de las cargas a entre 18 y 23 kilos por razones de seguridad, explica.

El ejecutivo señala que Flipkart está tratando de distribuir más paquetes en furgonetas, pero alrededor de 40% de las entregas es todavía realizado por motociclistas con grandes mochilas.

Un gran problema para éstos es encontrar a sus clientes. En Nueva Delhi, una ciudad de 16,7 millones de habitantes, una dirección puede ser a veces inescrutable. Los repartidores pasan mucho tiempo preguntando cómo llegar a un lugar.

“Una vez alguien escribió como su dirección ‘115A, campana de la izquierda’. ¿Cómo encuentro eso?”, dijo Kumar.

Incluso cuando se escriben en forma completa, las direcciones en Nueva Delhi son una complicada combinación del nombre de una vecindad, un número de cuadra y otro de casa. Dentro de cada distrito, además, los números no siempre están dispuestos secuencialmente.

Hace poco, cada una de las entregas de Sharma implicó al menos cuatro paradas para preguntar por la dirección a conductores de bicitaxis, guardias de seguridad o barberos callejeros.

En cada caso, la respuesta fue la misma: un dedo extendido y la palabra “derecho”.

La ruta de Sharma incluye mansiones elegantes en el enclave diplomático de la ciudad, que es la parte de su trabajo que más le gusta. “Puedo conocer a un montón de gente diferente y ver cómo viven”, contó.

Su recorrido también incluye calles de tierra en las aldeas del límite occidental de Nueva Delhi. Encontrar allí a los clientes es más difícil.

“Cuando pregunto si ésta es la dirección de una persona, me preguntan si sé el nombre del padre o el abuelo de esa persona. Así es como reconocen las direcciones”, dijo Sharma.

“¿Cómo se supone que voy a saber el nombre de su padre?”

—Karan Singh contribuyó a este artículo.

Fuente: The Wall Street Journal, 12/04/15.


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