Lehman Brothers Holdings Inc. fue una compañía global de servicios financieros de Estados Unidos fundada en 1850. Destacaba en banca de inversión, gestión de activos financieros e inversiones en renta fija, banca comercial, gestión de inversiones y servicios bancarios en general. Antes de declarar la quiebra el 14 de septiembre de 2008, Lehman Brothers era el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos (tras Goldman Sachs, Morgan Stanley y Merrill Lynch) y tenía 680 mil millones de dólares estadounidenses en activos.
Sus principales empresas dependientes del grupo fueron Lehman Brothers Inc., Neuberger Berman Inc., Aurora Loan Services Inc., SIB Mortgage Corporation, Lehman Brothers Bank, FSB, y el Grupo Crossroads. El holding tenía su sede social en la ciudad de Nueva York, con sedes regionales en Londres y Tokio, así como oficinas ubicadas en todo el mundo.
El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra tras el éxodo de la mayoría de sus clientes, pérdidas drásticas en el mercado de valores y la devaluación de sus activos por las principales agencias de calificación de riesgos. Estos fenómenos se produjeron principalmente por la involucración de Lehman en la crisis de las hipotecas subprime, asumiendo riesgos excesivos. Posteriormente, se presentaron alegaciones de negligencia que incluso llegaron a acusaciones criminales. La quiebra de Lehman Brothers es la mayor quiebra en la historia de Estados Unidos y está fuertemente asociada a la crisis financiera global de 2008. Además, la quiebra de Lehman impulsó la doctrina del too big to fail. El 16 de septiembre, Barclays anunció un acuerdo para adquirir las divisiones de banca de inversión y compraventa de Lehman Brothers además de su sede social en Nueva York. El 20 de septiembre, el acuerdo fue revisado y aprobado por el juez de bancarrota estadounidense James M. Peck. Una semana después, Nomura Holdings anunció su intención de adquirir las franquicias de Lehman Brothers en la región de Asia-Pacífico, incluyendo las divisiones en Japón, Hong Kong y Australia, y las divisiones de banca de inversión y negocios patrimoniales en Europa y Oriente Medio. Este acuerdo se hizo efectivo el 13 de octubre de 2008.
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Historia
Fundación
En 1844, Henry Lehman, el hijo de un comerciante de ganado, emigró a Estados Unidos desde Baviera (Alemania) y se instaló en Montgomery (Alabama), abriendo un comercio. En 1847, tras la llegada a EE.UU. de su hermano Emanuel Lehman, la empresa se convirtió en «H. Lehman and Bro.» y con la llegada del hermano menor, Mayer Lehman, en 1850, la firma pasó a llamarse «Lehman Brothers».
Aprovechando el alto valor de mercado del algodón, la empresa comenzó a aceptar como pago cantidades de algodón en bruto, con lo que estableció un negocio de algodón tratado, creciendo hasta convertirse en una de las más importantes de Alabama. Cuando el negocio de la comercialización de algodón se trasladó hasta Nueva York, Lehman Brothers también cambió de ubicación en 1858.
Expansión
La empresa superó la guerra civil de Estados Unidos sin muchas dificultades y colaboró decisivamente en la fundación del mercado financiero del algodón en Nueva York como mercado de materias primas (1884). Al mismo tiempo, diversificó su negocio entrando en los del café y los ferrocarriles. A principios del siglo XX, empezó a participar en el mercado del tabaco, creándose las primeras compañías subsidiarias del holding. La empresa también consiguió superar sin dificultades significativas la Gran Depresión de 1929. En la década de 1930 se integró en el mercado de la radio y la televisión a través de una asociación con Radio Corporation of America.
En la década de 1970, la empresa adquirió la entidad financiera Abraham & Co, y después se fusionó con Kuhn, Loeb & Co, para formar Lehman Brothers, Kuhn, Loeb Inc, el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos, detrás de Salomon Brothers, Goldman Sachs y First Boston.
Dificultades financieras hicieron que en la década de 1980 debiera asociarse con American Express y subdividirse en varias entidades agrupadas con otras empresas. Finalmente, se estructuró en Shearson Lehman / American Express y EF Hutton & Co, unidas más tarde como Shearson Lehman Hutton Inc. En la década de 2000 se separó de American Express y comenzó a dotarse de autonomía económica de nuevo, creándose formalmente Lehman Brothers Holding Inc.
Quiebra
En 2007 se vio gravemente afectada por la crisis financiera provocada por los créditos subprime. Acumuló enormes pérdidas por títulos respaldados por las hipotecas a lo largo de 2008. En el segundo trimestre fiscal, Josh McGregor declaró pérdidas por 2800 millones de dólares y la empresa se vio obligada a vender 6.000 millones de dólares en activos. En el primer semestre de 2008, Lehman había perdido el 73% de su valor en bolsa. En agosto de 2008, Lehman informó que tenía la intención de despedir al 6% de su plantilla, unas 1500 personas.
El 13 de septiembre de 2008, Timothy F. Geithner, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, convocó una reunión sobre el futuro de Lehman en la que se incluía la posibilidad de liquidación de sus activos para sanear la empresa. Lehman informó que estaba en conversaciones con Bank of América y Barclays para una posible venta de la empresa. Finalmente, el 15 de septiembre de 2008, dos días después, Lehman Brothers anunció la presentación de su quiebra en el Juzgado al haber renunciado a la operación sus posibles compradores.
Lehman Brothers sobrevivió a una guerra civil, a la crisis bancaria de 1907, similar a la originada en 2008, a la crisis económica mundial conocida como el crac de 1929, a escándalos en su papel de intermediador de bonos y a colapsos en hedge funds, pero no consiguió superar la crisis subprime de 2008 que constituye, con un pasivo de $613.000 millones, la mayor quiebra de la historia hasta el momento.
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Venta parcial
El 17 de septiembre de 2008 Barclays anunció la compra de la división bancaria del grupo por 1.750 millones de dólares, con un activo de 72.000 millones y un pasivo de 68.000 millones. La compra incluía la sede central de Lehman Brothers en Nueva York. La compra se canceló debido a que la decisión de comprar esta entidad a última hora requería que todos los accionistas de Barclays con derecho a voto tenían que estar de acuerdo en realizar dicha compra, lo cual no ocurrió y los gerentes de Lehman se vieron obligados a anunciar su declaración de bancarrota.
Liquidación de sus activos
El 6 de marzo de 2012 abandona la protección del Capítulo 11 de la ley de quiebras. Comenzará a pagar a sus acreedores 22.000 millones de dólares como parte del proceso de total liquidación de sus activos. El plan estima la distribución de 65.000 millones de dólares de activos recuperados para los acreedores que reclamaban 450.000 millones de dólares. Deberían recibir menos de un séptimo de sus demandas iniciales.
Estados Unidos quiere ponerle fin al aborto legal, instaurado en 1973
El vicepresidente Pence dijo que es hora de restituir «la santidad de la vida» y que Trump es el presidente más pro-vida de la historia.
Mientras en Argentina se abre el debate por la legalización del aborto, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, auguró hoy el fin de la práctica legal del aborto «en nuestro tiempo», consagrada en el país norteamericano desde 1973.
«Si todos hacemos todo lo que está en nuestras manos, podemos restituir, otra vez y en nuestro tiempo, la santidad de la vida en la ley estadounidense», dijo Pence durante un acto de una organización antiabortista en Nashville, en el estado de Tennessee.
«En lo mas profundo de mi corazón, sé que esta será la generación que restaurará la vida en Estados Unidos», afirmó.
El Tribunal Supremo de Estados Unidos legalizó el aborto en 1973 al declarar inconstitucional cualquier interferencia del Estado en la decisión de la mujer sobre el embarazo.
No obstante, en los últimos años, varios estados obstaculizaron el acceso al aborto al promulgar restricciones amparadas en los derechos religiosos.
El presidente Donald Trump también creó un grupo dentro de su gobierno destinado a defender a los doctores que, alegando motivos religiosos, se niegan a practicar abortos y prohibió el uso de fondos públicos para financiar a organizaciones que practican el aborto en el extranjero. Todo esto llevó a Pence a definiro como el «presidente más pro-vida» de la historia.
Donald Trump habló durante la marcha de los opositores al aborto y prometió que defenderá el «derecho a la vida»
Es la primera vez que un presidente habla en esta movilización que se celebra hace 45 años en Washington. El vicepresidente Mike Pence lo definió como el mandatario «más pro-vida de la historia» de los EEUU.
El presidente estadounidense Donald Trump participó el viernes de la manifestación que se hace cada año en Washington contra del derecho al aborto en el país. Es la primera vez que un primer mandatario da un discurso durante una de estas protestas.
En su alocución criticó la decisión de la Corte Suprema de 1973 ante el caso Roe versus Wade -que habilitó el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en el país-, y prometió que defendería el que es el primer derecho consagrado en la Declaración de Independencia: el derecho a la vida.
«El fallo Roe versus Wade ha resultado en una de las leyes de aborto más permisivas del mundo», dijo Trump ante miles de personas reunidas en el National Mall. «Está mal, tiene que cambiar», afirmó también sobre los abortos tardíos habilitados en algunos estados.
Donald Trump es el primer presidente en hablar en la marcha que se celebra hace 45 años, a través de una pantalla en vivo vía Skype. El año pasado, apenas una semana después de asumir el cargo, había participado del evento el vicepresidente Mike Pence.
Durante su discurso de este año, Pence -quien es un conocido activista por esta causa con fuertes lazos con los conservadores- dijo que Trump «ha hecho una diferencia en favor de la vida» durante su primer año de mandato y que «es el presidente más pro-vida de la historia de los Estados Unidos».
Mientras tanto, el gobierno develó el viernes una serie de normas con las que busca proteger a entidades médicas que se nieguen a practicar abortos por motivos religiosos, una posibilidad conocida como «objeción de conciencia».
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS por sus siglas en inglés) delineó la normativa a seguir para proteger a toda entidad que se niegue a aplicar procedimientos, como el aborto, por motivos religiosos.
Además anuló una directriz aprobada bajo la presidencia de Barack Obama que le dificultaba a los estados negarles el programa asistencial Medicaid a entidades de planificación familiar como Planned Parenthood.
La nueva norma busca «garantizar que se cumplan leyes que hasta ahora no se han aplicado a cabalidad», dijo Roger Severino, un abogado conservador que será director del nuevo departamento. «Estas normas son aspectos estándar cuando se trata de hacer cumplir leyes de protección de derechos civiles».
Bajo esa ley, los hospitales, universidades, clínicas y otras entidades que reciben fondos de programas del departamento federal como Medicare y Medicaid tendrán que certificar que están obedeciendo unas 25 leyes federales de protección de conciencia y de religión. La mayoría de estas leyes se refieren a procedimientos como aborto, esterilización y suicidio asistido. Cualquier infracción podría acarrear la pérdida de fondos federales.
¿Curva de Laffer en EEUU? Los ingresos fiscales suben un 12% tras la rebaja de Trump
La rebaja de impuestos impulsada por Trump el año pasado empieza a dar sus frutos.
Por Diego Sánchez de la Cruz.
La histórica rebaja de impuestos impulsada por Donald Trump y aprobada a finales de 2017 por la Cámara y el Senado de Estados Unidos empieza a dar sus frutos. Según los datos del primer trimestre del año, la economía está creciendo a una tasa del 2,3%, por encima del promedio del 1,9% registrado en los años de gobierno de Barack Obama. Además, la tasa de paro se está reduciendo a buen ritmo, de modo que ya ha caído al 3,9% y marzo ha registrado el nivel más bajo desde el año 2000.
Pero la aprobación de la rebaja impositiva no ha sido aplaudida de forma unánime. Buena parte de la izquierda estadounidense la ha denostado por «neoliberal», pero también hay ciertas voces en el espectro de la derecha que han cargado contra la medida por «agravar el déficit». Esta última crítica ha sido matizada recientemente por dos voces autorizadas del espectro liberal-conservador americano.
En primer lugar, vale la pena conocer la reflexión que ha planteado Stephen Moore, todo un gurú en materia de políticas de oferta. Según explica el analista económico, «Trump no ha creado los déficits de un billón de dólares con los que va a tener que lidiar, sino que los ha heredado del gran maestro del endeudamiento, su antecesor Barack Obama. En su primera legislatura, el ex presidente llegó a aumentar ladeuda en 1,5 billones de dólares, un récord olímpico de irresponsabilidad fiscal que no parecía preocupar a los progresistas».
Como apunta Moore, «la deuda alcanzaba 11 billones de dólares cuando Obama llegó al poder, pero hoy se mueve en el entorno de los 20 billones. No tiene sentido que muchas voces que permanecieron calladas o incluso aplaudieron las políticas de Obama se muestren ahora alarmadas por lo que ocurre con el déficit».
El analista económico señala que «un billón del aumento de la deuda proyectado por la Oficina Presupuestaria del Congreso para 2018-2028 proviene, en teoría, de la rebaja de impuestos. Pero, si ponemos esta cifra en perspectiva, encontramos que supone un 2,5% de los ingresos esperados para la próxima década. De modo que no hablamos de una hemorragia de ingresos fiscales, ni mucho menos».
Sin embargo, el columnista recalca que «en la práctica, lo que arrojan las primeras cifras disponibles es que los ingresos del fisco están creciendo. Si nos fijamos en abril, el primer mes en el que las nuevas reglas tributarias están plenamente en vigor, encontramos que los ingresos de Hacienda han roto todos los récords, con un repunte del 12% frente a los niveles observados en abril del pasado año».
Lynn explica también que el mes de abril no solo no se cerró con números rojos, sino que arrojó el superávit presupuestario mensual más grande desde abril de 2011: «los ingresos fueron de 510.000 millones de dólares, frente a unos gastos de 296.000 millones. Esto supone un superávit de 214.000 millones, por encima del anterior récord histórico de 180.000 millones, observado en abril de 2001. Nada mal para una economía que aún no crece al 3%».
La economía de EE.UU. arrastra el crecimiento global
En los últimos 2 años hubo un crecimiento generalizado en todos los países.
Por Jorge Castro.
El dólar se aprecia cada vez más, producto de la expansión excepcional de EE.UU. .
Los títulos del Tesoro a 10 años ofrecieron rendimientos de 3%/3,05% anual la semana pasada, y el precio del petróleo trepó a US$75 por barril (Brent), un alza de más de 10% en 30 días. El dólar estadounidense se aprecia cada vez más (+3%/3,5% anual), en una tendencia que lo lleva a un récord de +4%/+4,5% en 2018/2019.
La razón es la expansión excepcional de EE.UU., que creció 4,1% en el segundo trimestre del año (Reserva Federal de Atlanta), con una inflación de 2% anual y una desocupación de 3,9%, la menor en 17 años.
La trayectoria estadounidense ha sido la siguiente: creció 1,5% anual en los 4 trimestres de 2016 (1,2% en los últimos 3 meses) y se expandió 2,5% por año en 2017, con un desempleo de 4,1%.
Donald Trump. .
La perspectiva de largo plazo de EE.UU. (próximos 10 años) asciende a sólo 2,2% anual, si no se toma en cuenta el recorte de impuestos de Donald Trump, que desató un boom de inversiones de 2 puntos del PBI (pasó de 14% a 16%), con efectos hondamente disruptivos.
El PBI norteamericano se expande 2,5 puntos por encima del promedio que experimentó entre 2009 y 2016 en este momento; y lo hace con un alza del gasto en bienes de capital que ascendió a 8,9% anual a partir del último trimestre de 2017, que implica +34% en 2018/2019 (Goldman Sachs).
Hay que agregar la desregulación generalizada realizada en los últimos dos años, con un valor estimado de US$2 billones, y el alza de la participación laboral, con la incorporación de más de 2 millones de trabajadores que estaban fuera del mercado hasta 2017.
Lo previsible ahora es un aumento del PBI de 1,3%/1,6% por año en la próxima década, que agregaría US$4.7 billones/US$7.4 billones en ese periodo; y una fuerza de trabajo que se incrementaría en 8.7 millones de trabajadores para entonces (Citi Research).
El contexto mundial se modificó profundamente en los últimos dos años, con un crecimiento generalizado de todos los países, tanto avanzados como emergentes, que alcanzaron una expansión coordinada de 5% anual en 2018, medido en capacidad de compra doméstica (PPP).
El mérito fundamental del gobierno de Macri consiste en haber colocado nuevamente a la Argentina en el sistema mundial cuando experimenta el mayor nivel de auge desde la crisis financiera internacional 2008/2009; y el mérito es doble porque ocurrió tras 12 años de aislamiento y conflicto con el mundo entre 2003 y 2015. Este es el punto decisivo para juzgar históricamente a la Argentina en los últimos dos años.
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Conviene advertir que hay ahora una visión de largo plazo del crecimiento argentino, que puede considerarse racional y positiva, acorde a la época, que cuenta con el respaldo —como se ha mostrado en la reciente crisis cambiaria—de los principales líderes del mundo, ante todo Trump, Xi Jinping, y Angela Merkel.
Esta visión ha permitido desarrollar proyectos significativos de inversión, como la explotación de shale gas/shale oil en Vaca Muerta que atrajo más de US$15.000 millones en 2018, así como el programa de infraestructura denominado “público/privada” (PPP) que recibió ofertas por US$38.000 millones.
La decisión estratégica más relevante de los últimos dos años ha sido el acuerdo con los acreedores hold outs (“fondos buitre”), que permitió recuperar el financiamiento internacional tras 18 años de aislamiento, cuando experimenta una extrema hiperliquidez con las tasas de interés más bajas de la historia.
El acuerdo con los holdouts (abril 2016) fue la expresión de un nuevo consenso argentino, y contó con el respaldo de las dos Cámaras del Congreso por más de dos tercios de los votos.
La historia argentina indica que el problema no ha sido nunca el económico, sino el estrictamente político, la ausencia o carencia de consenso nacional en los grandes cambios de la economía mundial.
Esta es la “excepcionalidad argentina”, que hizo que el extraordinario éxito histórico que tuvo a partir de 1880 —fue el país que más creció durante 30 años (+5,5% anual) después de EE.UU.— se derrumbara hasta adquirir el menor nivel de expansión de América Latina en términos de ingreso per cápita (1973 en adelante).
La Argentina reunió en 1880 las tres condiciones que posibilitan su éxito histórico: un consenso nacional sobre su ubicación en el mundo; un instrumento eficaz para realizarlo, ya sea Estado o sistema político; y una economía mundial en expansión sostenida.
El éxito de la “Generación del 80” no respondió a una constelación astral favorable sino a una política deliberada, que mostró que el país era capaz de transformarse en 30 años de un desierto vacío en una Nación que construyó su identidad nacional con 6 millones de inmigrantes europeos sobre 1 millón de argentinos originarios.
La Argentina es un país deslumbrante, no cabe duda; y esto también es parte de la “excepcionalidad argentina”.
Bajo la denominación de la Generación del 80 se conoce a la élite gobernante de la República Argentina durante el crucial período de la República Conservadora que se extendió entre 1880 y 1916.
Procedente de familias aristocráticas de las provincias y de la capital, se nucleó primero en la Liga de Gobernadores y luego en el Partido Autonomista Nacional, fusión de las fuerzas dominantes en el período precedente, el Partido Autonomista de Adolfo Alsina y el Partido Nacional de Nicolás Avellaneda, que junto al Partido Nacionalista de Mitre eran las tres ramas en las que se había dividido el Partido Unitario. En 1880, lanzó la candidatura a la presidencia del general Julio Argentino Roca, que había dirigido la Conquista del Desierto un año antes, y que fue el artífice de la generación y del modelo de país que ésta representó.
Tuvo a su cargo las más importantes funciones políticas, económicas, militares y religiosas, manteniéndose en el poder mediante el fraude electoral. Pese a la creciente oposición, nucleada en lo político en torno a la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista y las corrientes sindicales anarquistas, socialistas y sindicalistas revolucionarias, ejerció el gobierno durante más de tres décadas a través del Partido Autonomista Nacional, hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña, de sufragio secreto y obligatorio para varones, impulsada a instancia de sus propios representantes como respuesta a la presión de las revoluciones radicales, que marcó la transición a la Argentina contemporánea.
China se abre a la inversión de las multinacionales de los Estados Unidos
Por Jorge Castro.
Un operario chino revisa la impresión de circuitos para computadorras en una fábrica de Hangzhou . Para China, la alta tecnología es una prioridad y apuesta a la inversión de empresas estadounidenses. .
Lo esencial del acuerdo comercial entre EE.UU. y China es que establece un marco estructural para el comercio y las inversiones entre los dos países, centrado en la República Popular; y esto sucede cuando China se ha lanzado a un proceso de apertura de su economía y de fijación de reglas de juego favorables a la inversión extranjera (IED), básicamente norteamericana, que es el más sistemático y radicalizado de su historia, a contar de 1978 (Deng Xiaoping).
El objetivo de la República Popular es multiplicar por 2 o 3 el flujo de IED que recibió en 2017 (US$ 145.000 millones+US$100.000 millones vía Hong Kong), y hacerlo en 3 a 5 años.
Lo accesorio son las medidas tendientes a reducir/eliminar el superávit comercial con EE.UU., que ascendió a US$375.000 millones en 2017, en un intercambio bilateral de US$505.000 millones, el mayor del mundo.
Pero lo accesorio entre EE.UU. y China tiene por necesidad dimensiones mundiales, ante todo en materia de agroalimentos. China importó US$135.000 millones de productos agrícolas estadounidenses en 2017 (+12% respecto a 2016).
Este año, debido al acuerdo, China compraría 30%/40% más de productos agrícolas de EE.UU., lo que representa US$168.000 millones/US$178.000 millones en 2018. Sólo la compra de productos frescos, todos ellos de marca, importados vía online, se multiplicarían 4 veces o más en 2018, y alcanzarían a US$15.000 millones/US$ 20.000 millones; adquiridos a través de las plataformas de Alibaba, transformadas en el principal canal de crecimiento del comercio internacional de los últimos 5 años, con un alza de 12% en 2017.
Las compras de gas líquido (LNG) alcanzarían a US$50.000 millones / US$60.000 millones, al combinarse la explosión de shale gas en EE.UU. con la decisión estratégica de sustituir el carbón por el gas natural como principal fuente energética de la República Popular (el carbón provee 60% de la energía y es el mayor responsable de la polución).
La demanda energética china crecería más de 30% en 2040, y la de gas natural se expandiría 45% en igual periodo. La Agencia Internacional de Energía (AIE) prevé que las compras de gas líquido norteamericanas alcanzarían a 280.000 millones de m3 en 2040, en tanto que las de petróleo superarían los 13 millones de barriles diarios.
El año pasado, las importaciones petroleras alcanzaron a 420 millones de toneladas (2.2 veces más que la producción doméstica) con un auge de 10,1% respecto a 2016; las compras de gas líquido (LNG) treparon a 95.3 millones de m3 en 2017 (+26,9% anual). El intercambio gasífero entre EE.UU. y China se ha convertido en la corriente energética central del siglo XXI.
El marco estructural de la relación entre las 2 superpotencias se establece sobre la realidad de China hoy, que es el cruce de 2 tendencias: por un lado, el boom de consumo, que alcanzó a US$6.9 billones en 2017, arrastrado por la enorme capacidad de compra de la clase media de 440 millones de personas con ingresos comparables a los norteamericanos (US$35.000/US$45.000 anuales), que crecen 14,5% por año.
Por otro, el despliegue de la economía digital (34% del PBI / +18% por año), en la que se desarrolla la nueva revolución industrial, donde China disputa la primacía con EE.UU. La economía digital ascendió a US$4.3 billones en 2017.
El sistema integrado transnacional de producción (constituido por 88.000 empresas transnacionales con 600.000 asociadas o afiliadas) es prioridad absoluta para la República Popular; y es un mecanismo en que 42% de las compañías globales, incluyendo las de alta tecnología, son norteamericanas.
China apuesta a atraer en gran escala la inversión de las transnacionales estadounidenses en los próximos 3/5 años, como respuesta a la drástica apertura de su economía y a la creación de un ambiente altamente favorable para la inversión extranjera, sin límites ni de sectores ni de propiedad.
La República Popular busca deliberadamente profundizar la integración del sistema, ante todo con la mayor y más competitiva economía del mundo, que es EE.UU.; y esta apuesta estratégica tiene lugar en el momento en que el capitalismo experimenta una nueva revolución industrial fundada en el conocimiento, en la “propiedad intelectual”.
A partir de la crisis desatada por el gobierno de Donald Trump –metafórica y erradamente denominada “guerra comercial”– EE.UU. y China han profundizado y consolidado un camino sistemático de cooperación y resolución de diferencias. La “guerra comercial” que nunca existió ha quedado atrás.
Responde a la tendencia central de la época, en la era de la integración completa del capitalismo, y también fija el rumbo estratégico del sistema global en los próximos 10/15 años.
Es de esperar que la próxima crisis, que necesariamente va a llegar, ahonde todavía más esta perspectiva de cooperación y crecimiento mundial.
Macri celebra en Tucumán el primer embarque de limones a EE.UU. desde 2001
La empresa Argenti Lemon despachará 30 toneladas de limones frescos de alta calidad. Así, se cerrará una dura batalla para vencer el lobby de los productores californianos.
El presidente Mauricio Macri viajará hoy a Tucumán para encabezar el primer embarque de limones a los Estados Unidos desde 2001. La empresa Argenti Lemon despachará 30 toneladas de limones frescos de alta calidad y con esa exportación se cierra una dura batalla de Argentina para lograr vencer el lobby de los productores californianos.
En cuanto asumió, Macri tomó como bandera ese reclamo a tal punto que cuando el nuevo embajador argentino en Washington, Carlos Oris de Roa, presentó sus cartas credenciales, Trump bromeó con los limones.
El Presidente viaja a Tucumán junto con el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere. Y tras el embarque comenzará formalmente la mesa sectorial de cítricos en la misma Tucumán. Así lo anticipó ayer el ministro a los dirigentes de la Mesa de Enlace que se reunieron por segunda vez en el ministerio.
Los presidentes de la Federación Agraria, CRA, Coninagro y la Rural llevaron una agenda que abarcó desde el pedido de financiación para aliviar los daños de la sequía hasta los reclamos por los impuestos provinciales. Durante los 90 minutos de la reunión se analizó la marcha de las mesas sectoriales de carne, lácteos y la foresto-industrial.
En cuanto a los limones, hoy se da vuelta una página que arrancó en 2001 cuando productores californianos aseguraron que los limones argentinos tenían una bacteria conocida como “cancrosis”, una acusación que resultó falsa según demostraron las autoridades sanitarias argentinas.
Argentina exportaba por US$ 100 millones a EE.UU. La firma que realiza este primer embarque, Argenti Lemon , nació en 1997 y comercializa fruta fresca, jugo concentrado, cáscara deshidratada y aceite esencial de limón.
Las claves de la guerra comercial entre Estados Unidos y China: socios y enemigos
Los aranceles anunciados por el gigante americano y el asiático tienen poco peso en el volumen total de intercambios, pero atacan donde hacen más daño comercial o político.
Por Xavier Fontdeglòria y Sandro Pozzi.
Nueva York / Pekín — Donald Trump odia el déficit comercial. En su lógica es la evidencia de que EE UU pierde en el mercado global porque compra más de lo que vende al resto del mundo. Por eso convirtió la reducción de esta brecha en un pilar central de su política económica, especialmente con China. La disparidad con el país asiático creció el año pasado en la categoría de bienes un 8%, hasta alcanzar los 375.200 millones de dólares.
Por eso ha empezado su guerra de aranceles contra China, pero sin lanzar toda la artillería. Según la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor´s, el arancel de EE UU puede afectar al 12% de los productos importados desde China. Al ser una disputa sobre tecnología y propiedad intelectual, añaden, podría impactar a artículos que incluyen ordenadores y teléfonos móviles. La primera reprimenda china ataca desde la carne de cerdo, frutas y vino hasta metales como tubos de acero que se compran a Estado Unidos.
“Los productos sujetos a aranceles representan en este momento una parte modesta respecto al volumen total de los intercambios”, valoran desde la agencia. Las amenazas y las listas, sin embargo, muestran cuál es la actitud de las dos potencias. Trump cree que forzando la mano logrará que China entren en razón, porque depende más del mercado de EE UU que al revés. Su objetivo es reducir el déficit en 100.000 millones.
Pekín contraataca donde puede hacer políticamente más daño al republicano en las elecciones de noviembre e incluso en 2020: las comunidades rurales. La agricultura generó más de 19.000 millones en exportaciones hacia China en 2017, con 12.360 millones solo en soja. La segunda mayor partida son aviones comerciales, con 16.260 millones, seguida por los automóviles, con 10.500 millones.
Disuadir a Washington
Estas tres categorías, precisamente, han sido la diana de la segunda ronda de aranceles anunciadas por Pekín, que entrarán en vigor en caso de que Trump acabe por oficializar esta nueva ronda de aranceles estadounidenses contra productos de alta tecnología chinos. Una lista que ha sorprendido por su contundencia. “El Gobierno chino preferiría no aplicar estas contramedidas porque tienen un coste para el país. Pero seguirá adelante con los aranceles para disuadir a Estados Unidos; China necesita dejar claro que está dispuesta a responder del mismo modo si es necesario”, explica Julian Evans-Pritchard, economista de la consultora Capital Economics.
China también es uno de los tres principales mercados para el equipamiento médico que se exporta desde EE UU, así como maquinaria industrial metales y computadoras y componentes electrónicos. La mayor economía asiática es receptora además de combustibles refinados, como el gas natural licuado, y otros derivados del petróleo, lo que explica los nervios en el sector energético, otro lobby de apoyo aTrum.
EE UU es la segunda potencia comercial del mundo. Exportó bienes por valor total de 1,55 billones en 2017. Si se incluyen los servicios, una categoría que siempre evita citar Trump porque está en superávit, ese volumen global asciende a 2,33 billones. Sin embargo, el pasado ejercicio registró importaciones que ascendieron a 2,89 billones, de las que 2,36 billones fueron en bienes.
China es el gran contribuyente a este desequilibrio. Las estadísticas del Departamento de Comercio más recientes reflejan que las importaciones de bienes chinos ascendieron el año pasado a 505.600 millones de dólares, un 9% más que en 2016. Es el mayor suministrador de bienes por delante de México y Canadá, sus socios en la zona de libre cambio en Norteamérica (Nafta).
Las compañías estadounidenses realizaron por su parte exportaciones al otro lado del Pacífico por valor de 130.400 millones. En este caso mejoraron un 12% en el año. China es el tercer destino de los bienes de compañías estadounidenses, por detrás de Canadá y México. Duplican los que van hacia Japón y Alemania. Se estima que el comercio genera unos 910.000 empleos en EE UU.
Ataque al liderazgo mundial chino
Las autoridades chinas rebajan sensiblemente la cifra de déficit que defiende Donald Trump. Según datos de las aduanas, el país asiático registró un superávit comercial de 275.810 millones de dólares frente a Estados Unidos, un desequilibrio récord en los intercambios bilaterales de mercancías, pero menor (en 100.000 millones de dólares) a lo contado por Washington. El comercio con la primera potencia mundial generó el 65% del superávit comercial chino global.
Los más de 1.300 productos identificados hasta ahora por Washington para una nueva ronda de tarifas impactan directamente en el ambicioso programa de reconversión industrial china, cuyo objetivo es convertir al país en líder mundial en alta tecnología para el año 2025. La oficina Comercio de EE UU estudia medidas adicionales elevar el arancel hasta 150.000 millones en importaciones, el 30% de los intercambios.
EE UU representa el 15% de las exportaciones globales de China. Llega de todo, especialmente electrónica y semiconductores que se consumen en masa en EE UU. Los teléfonos móviles manufacturados en fábricas chinas tuvieron un valor de 70.390 millones mientras que la factura en ordenadores fue de 45.520 millones, a la que se suman 31.610 millones en accesorios. El equipamiento para telecomunicaciones fue de 33.480 millones.
Los muebles y otros artículos para el hogar generaron 20.670 millones en importaciones mientras que los electrodomésticos rondaron los 14.150 millones, junto a 10.730 millones en televisores. Las importaciones de juguetes y productos para el deporte generaron importaciones el pasado año por valor de 26.770 millones. El sector textil, incluyendo calzado, movió 35.680 millones.
Caroline Freund, economista del Peterson Institute for International Economics, explica que el déficit no se debe solo a malos acuerdos comerciales como dice Donald Trump, sino más bien al ritmo con el que gastan los consumidores y el Gobierno estadounidense. “Si se redujera el consumo”, añade, “las importaciones caerían”. También cita que un dólar débil encarece las importaciones.
China podría negociar
El problema, según Freund, es que elevando el arancel no se resolverá el desequilibrio. Los analistas señalan que el mercado tenderá a compensarlos buscando los productos en otros países. “La decisión de Donald Trump de imponer nuevos aranceles a China no deja de ser chocante aunque sea esperada”, valora Edward Alden, experto del Council on Foreign Relations.
Pero aunque las prácticas chinas son una queja compartida, la confrontación crea un nuevo escenario. El miedo es que el choque provoque una ruptura que dañe las relaciones entre las dos potencias, amenace el crecimiento y la estabilidad financiera. El riesgo de una guerra comercial, según el BBVA, “es bajo” y ven la maniobra de Trump como una “táctica” negociadora.
En la misma línea se expresa el profesor Xu Bin, de la escuela de negocios CEIBS, que confía en que ambos países encontrarán una solución negociada y evitarán un conflicto comercial a gran escala. “Estoy seguro de que el año que viene el déficit comercial se reducirá; China está dispuesta a hacer esfuerzos para que así sea. Pekín puede comprometerse a acuerdos que no afecten directamente a sus exportaciones hacia EE UU, desde aumentar su volumen de importaciones a animar a sus empresas a producir en suelo estadounidense”, sostiene.
Los empleos en EE.UU. aumentaron 313.000 en febrero, el mayor incremento desde julio de 2016, y superaron en más de 100.000 puestos de trabajo las estimaciones más optimistas del mercado. Esto ocurrió con una tasa de desocupación de 4,1%, la más baja desde la década del 60, salvo el breve interregno 2000/2001 (boom de la burbuja Dot.Com).
El nivel récord de creación de empleo en febrero no modificó la tasa de desocupación porque más de 60% de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por hombres adultos (25/54 años de edad) ajenos a la fuerza laboral, que resolvieron reintegrarse a ella por la fuerte demanda y los mejores salarios reales.
La participación laboral en EE.UU. entre 2010 y 2017 (62,4% de la población económicamente activa) ha sido la menor de los últimos 20 años, lo que significa que más de 8 millones de adultos en condiciones de trabajar han permanecido voluntariamente ajenos a la fuerza de trabajo en ese periodo.
La tasa de participación laboral aumentó de 62,7% a 63% en febrero de 2018, lo que equivale a afirmar que se incorporaron a la fuerza de trabajo 806.000 operarios. En los últimos 2 meses comenzaron a elevarse los salarios reales estadounidenses (+2,8% anual en enero/ +2,6% en febrero); y todo esto sucede con una tasa de inflación menor que 2% anual, inferior al nivel de referencia establecido por la Reserva Federal para enfrentar el riesgo deflacionario.
Puede concluirse que no hay ningún síntoma de que se haya agotado la capacidad productiva norteamericana, usualmente denominada “sobrecalentamiento”; y esto ha ocurrido cuando ha vuelto a crecer el nivel de productividad de todos los factores (PTF), que ascendió a +1,5% anual en enero, lo que implica que ha quedado definitivamente atrás la etapa abismal en que la PTF fue inferior a 0,5% por año (2010/2016), la más baja de la historia de EE.UU.
El recorte de impuestos de Trump implica una disminución de 14 puntos porcentuales (p.p.) en la tasa marginal de ganancia de las corporaciones estadounidenses. Equivale a una reducción de 8 p.p. en el costo del capital y a una mejora en el retorno empresario de 20%/30%.
También el recorte disminuye 2.75 p.p. el impuesto marginal a los ingresos de los trabajadores estadounidenses, que implica un alza de US$4.000 por año en los salarios efectivos que llevan a sus hogares. El nuevo sistema impositivo ha desatado un auge extraordinario de los incentivos económicos a la inversión y a la fuerza de trabajo.
El resultado ha sido un aumento nítido de la capacidad potencial, que podría alcanzar a 2 o 3 puntos porcentuales del PBI en los próximos 2/3 años. Lo que sucede es un fenómeno por el lado de la oferta, no de la demanda; y por eso aumenta la productividad de todos los factores y se incrementan los salarios reales, sin inflación.
La Reserva Federal de Dallas advierte que el recorte de impuestos aumentará 1,3% el PBI en 2020, y que la mayor parte del alza ocurrirá en 2018. Este recorte impositivo (la tasa de ganancia pasa de 35% a 21%) es el más drástico de la historia norteamericana desde el gobierno de Ronald Reagan, con el agregado de que las mejorías en las ganancias de individuos y corporaciones tienen un carácter permanente, estatutario, de una vez para siempre.
El nuevo sistema tiene un carácter territorial, que sujeta exclusivamente a las empresas norteamericanas a la obligación de tributar en los ingresos que obtengan dentro de sus fronteras. Más del 60% de las compañías estadounidenses son transnacionales, y representan 44% del total de las firmas que integran el sistema integrado transnacional de producción, núcleo estructural del capitalismo del siglo XXI.
Esto significa que ha terminado la doble imposición sobre las empresas norteamericanas en EE.UU. y en el exterior. Esta es la razón fundamental que hace que las firmas estadounidenses tengan afuera más de US$3,4 billones, y de los que este año repatriarían (según la UNCTAD) US$2,4 billones.
La bajísima tasa de inversión en EE.UU. (12,9% del PBI entre 2010 y 2016) era la consecuencia de este fenómeno de la doble imposición y del hecho de imponer a sus empresas el impuesto a las ganancias más elevado del capitalismo avanzado.
Esto sumergió a EE.UU. en un estancamiento depresivo entre 2010 y 2016 (el PBI aumentó 2,1% anual en ese periodo), al tiempo que frenó el pleno despliegue de la nueva revolución industrial a pesar del liderazgo científico y tecnológico de Silicon Valley.
La Reserva Federal de Dallas estima que las firmas norteamericanas disminuirán en 29% el pago de impuestos en los próximos 10 años, y que 7,8% de este recorte tendrá lugar en 2018.
Por eso el recorte de impuestos de Donald Trump tiene una importancia mundial, y modifica, a través del boom de inversiones que recibe EE.UU., la direccionalidad del flujo de capitales a escala global.
Un cambio crucial ha ocurrido en el capitalismo norteamericano.
Una ola de innovación atraviesa el agro de los «farmers»
En el contexto de un negocio agrícola en el que se achicaron los márgenes, las compañías se fusionan e invierten para lograr mayor eficiencia.
Por Jorge Castro.
La agricultura de precisión, con sensores y drones, y a es decisiva para lograr más competitividad y aprovechar mejor los insumos. .
Los ingresos de los productores agrícolas norteamericanos cayeron más de 50% en los últimos 3 años, mientras que el precio de la tierra y los impuestos a la propiedad aumentaron 30% promedio en los estados del Medio Oeste, con epicentro en Nebraska, Iowa, y Kansas, corazón de la producción agroalimentaria de Estados Unidos, la primera y más avanzada del mundo.
Al mismo tiempo, las grandes trasnacionales estadounidenses del negocio agroalimentario –Cargill, ADM, Bunge- experimentaron una disminución neta de más de 30% en sus ganancias corporativas como consecuencia de la caída de los precios de los commodities agrícolas.
Esto sucede cuando las tres grandes del negocio agroalimentario norteamericano se ven forzadas a aumentar sus inversiones de capital para satisfacer una demanda mundial que se intensifica cada vez más, proveniente ante todo de China y los países del sudeste asiático.
Allí la nueva clase media reclama más y mejores alimentos, a través de un boom de consumo crecientemente sofisticado, que sumó más proteínas cárnicas y más lácteos. Además crece a un ritmo acelerado la migración del campo a las grandes ciudades, una tendencia que también influye en la demanda de alimentos.
Con cada nuevo evento biotecnológico, los cultivos logran mayor potencial de rinde y sustentabilidad.
Esto ha desatado entre las grandes trasnacionales, debido a la combinación de bajos precios de los commodities y exigencias de mayores inversiones de capital, un proceso de concentración y consolidación absolutamente imparable.
El titular de Dow Chemical ha explicado las razones de su fusión con Dupont, la otra gran compañía química norteamericana: “He visto muchos cambios en la industria agrícola de Estados Unidos, pero nunca como el mercado agrícola de los últimos 3 años, donde los ingresos de los farmers han caído 55% desde 2013”.
Esto significa que la única forma en que los farmers pueden aumentar sus ingresos es a través del alza de la productividad, y esto requiere, ante todo, nuevas tecnologías a menores costos.
De ahí la fusión entre las compañías Dow Chemical y Dupont, y el proceso generalizado de concentración y consolidación de la industria agroalimentaria en Estados Unidos y en el mundo.
La lógica económica que fundamenta esta ola de compras y fusiones es disminuir los costos de producción mediante un aumento de la escala y un alza sistemática de la eficiencia.
De esa manera, mediante los ahorros obtenidos por el recorte de los costos de producción, las compañías trasnacionales apuestan a aumentar las inversiones de capital, y en especial los gastos en inversión y desarrollo (I&D) científica y tecnológica, cuya magnitud (exigencias de capitalización) se ha más que duplicado en los últimos 20 años.
Las trasnacionales estadounidenses, además del proceso de consolidación y concentración en el que están inmersas, destinan ahora una parte creciente de sus inversiones de capital a la compra de start ups agrícolas de alta tecnología, que encabezan el proceso de innovación del sector agroindustrial y se caracterizan por su extraordinaria capacidad disruptiva (la aptitud para la “destrucción creadora”).
Monsanto y Syngenta destinaron el año pasado más de 25% de sus inversiones de capital a la compra de high tech de alta tecnología, frente al porcentaje de 7% que alcanzaron en 2016. Este año esa pauta se elevaría a más del 50% del total de sus gastos de capital Aquí está en juego lo esencial del negocio agroindustrial mundial en el siglo XXI.
La economía norteamericana creció 3,1% anual a partir del segundo semestre de 2017, con una tasa de desocupación de 4,1%, la más baja desde 1960, salvo un breve interregno entre 1999 y 2000, con una creación de empleo que tiende a acelerarse y que se manifestó en un promedio de 179.000 nuevos puestos de trabajo mensuales entre julio y diciembre, que trepó a 200.000 en enero, virtualmente pleno empleo, según señaló Jay Powell, titular de la Reserva Federal, ante el Congreso de EE.UU. en la exposición realizada esta semana.
Lo notable de la situación estadounidense es que en estas condiciones de pleno empleo y alto nivel de expansión, la inflación se haya mantenido en un nivel inferior a 2% anual en este periodo, una pauta más cercana a la deflación que a las perspectivas que ofrece un boom productivo como el que presenta EE.UU. hoy.
El resultado ha sido que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó 1,7% anual en los 12 meses concluidos en diciembre de 2017, el mismo nivel que en 2016, solo que el PBI aumentó ese año solo 2,1%, mientras que la productividad se derrumbó a +0,2% anual.
Powell prevé que el IPC se mantendrá en un nivel de menos de 2% en 2018, lo que significa que la primera economía del mundo continuaría enfrentando un riesgo deflacionario a pesar de que el boom de inversiones que experimenta en este momento por el recorte de impuestos de Trump aseguraría una expansión de 4% anual o más en los próximos 10 meses.
El bajísimo nivel de inflación explica por qué la Reserva Federal aumentó solo 0,25% la tasa de interés sobre los Fondos Federales, llevándola en diciembre de 1,25% a 1,5% anual, que implica en términos reales una pauta levemente superior a 0% en el año.
Todo depende ahora en EE.UU. de si el crecimiento a altas tasas que presenta coincide con un aumento de la productividad por el lado de la oferta, porque en ese caso habría un alza de la expansión de largo plazo (auge de la capacidad potencial), que disminuiría estructuralmente el riesgo de la inflación en una etapa de boom económico.
Es una hipótesis que ha dejado de serlo y se ha convertido en una realidad en marcha: la productividad aumentó en enero 1,5% anual, un punto y medio por encima de 2016 (0,2% en el año), un nivel inferior al de Japón (0,6% anual) y el más bajo de la historia norteamericana.
Lo fundamental es que esta baja productividad ha quedado atrás; y que la sequía de inversión que fue la regla del periodo 2010/2016, cuando alcanzó a 12,6% del producto, el menor nivel en 70 años, ahora es solo un recuerdo histórico.
La Fed estima que el recorte de impuestos de Donald Trump agrega 0,7%/0,9% anual al PBI norteamericano en 2018/2019. Implica que el alza de la productividad es acompañada por un aumento de la inversión en bienes de capital, que ha crecido más de 30% en el segundo semestre de 2017 y se ha duplicado prácticamente entre enero y febrero de este año. Hay que subrayar que más de 60% de la inversión de EE.UU. se realiza en “capital intangible”— ideas, innovaciones —, no en bienes físicos.
Lo que sucede en EE.UU. es parte de la recuperación de la economía global, que crece por segundo año consecutivo en 2018, y lo hace en forma coordinada, sin excepciones, como respuesta a un impulso estructural, endógeno, no cíclico.
El FMI estima que la economía mundial crecería 4% este año (dólares constantes), que sería 4,8%/5% anual, si se lo mide en capacidad de compra doméstica. Más de 80% del crecimiento de la economía mundial en 2018 es obra de los países emergentes.
El boom de inversiones en EE.UU. abre paso al pleno despliegue de la nueva revolución industrial, la informatización e integración de la totalidad de la manufactura y los servicios.
Esto hace que la “curva de Phillips” (nivel de inflación / vigor de la actividad) se haya achatado y se postergue o disminuya el ritmo de aceleración del alza de las tasas de interés por la Reserva Federal.
La curva de Phillips es una representación gráfica que muestra la relación entre desempleo e inflación. Establece que un aumento del desempleo reduce la inflación y viceversa, la disminución del desempleo se asocia con una mayor inflación.
La particularidad que ofrece el crecimiento coordinado de la economía mundial es que la inflación subyacente (core), sin alimentos ni energía, aumenta por debajo del auge del producto real (1,1% anual vs. 4% por año).
Esto se debe a que el impulso reflacionario que experimenta en este momento la economía global es consecuencia de una expansión real, no un fenómeno monetario o fiscal, que se realiza por el lado de la oferta, no de la demanda, y que tiene por eso un carácter cualitativo que se revela como aumento de la productividad.
Un rasgo central de la economía mundial en este momento histórico es que presenta un sistema financiero internacional de extrema hiperliquidez, con las tasas de interés más bajas de la historia. Nunca hubo como ahora más capitales disponibles en el sistema mundial para todo proyecto de inversión redituable.